Venta al por mayor, una historia financiera
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About this ebook
Su situación personal se ha complicado. Tanto Koizumi, como un posible intento de estafa por parte de la competencia, amenazan con destruir su empresa falsa en los siguientes períodos. ¿Sobrevivirá junto con sus amigos o fracasará en su gestión?
José Casero Sánchez
José Casero Sánchez (1989) es un escritor español. Autor de diversos trabajos, ha creado la serie Venta al por Mayor, una historia financiera, de la cual ha publicado su primer volumen, Venta al por mayor, una cuestión de confianza, en 2016, con cierto éxito.
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Venta al por mayor, una historia financiera - José Casero Sánchez
Volumen 2
Un tiburón amenazado
Parte Única
Segundo Período (I)
(1)
—Eso es todo cuanto sé... se lo aseguro, no sé cómo ha podido —advirtió, dentro de la comisaría, Sara, la esposa de Alonso, al jefe policial, preocupada.
—No debe preocuparse... escúcheme. No puedo prometer nada, pero... haremos lo posible por encontrar a su marido, ¿de acuerdo? Sólo quiero que regrese a casa, con su familia, y descanse —el oficial trató de consolarla.
—Sí, sí —dijo ella, confusa, mientras se levantaba.
Un gesto del comisario hizo entender al inspector presente que acompañara a la denunciante, al menos, hasta la entrada del mismo edificio. No podían hacer mucho. No, al menos, de momento. Ese caso tan particular había llamado la atención del mismo jefe de la oficina hasta tal grado, que se sentía un poco superado. El oficial no tardó en regresar.
—Ya está. Le he dicho que no se preocupara, y que ya la llamaríamos. Esto nos supera, comisario —añadió el subordinado a su jefe, con paciencia.
—No. Sólo estamos impresionados por el relato de ésta mujer. En realidad, ni siquiera ella está segura de... habrá que comprobar todo —el funcionario de mayor rango de aquel edificio, pareció dudar de sí mismo.
—Una desaparición internacional... ¿llamaremos a la dirección general de...? —intervino el inspector, nervioso.
—Es evidente que habrá que mantener contactos de primer orden con las autoridades de... no sé, no recuerdo la última vez que denunciaron algo así en nuestra sede... bueno, no importa. Martínez, no quiero que hagas... nada de momento. Llamaré personalmente al director adjunto... trataremos de coordinarnos, pero... esto va a ser difícil...
—De acuerdo, señor...
—Ah, acuérdate de traerme el informe sobre ése grafitero. ¿No era...? —el comisario casi había olvidado a su último sospechoso.
—Sí, un apodo. Es porque su firma... No se preocupe. Ya aparecerá —quiso dejar claro Martínez.
—No estoy para consuelos. Ya soy viejo.
—No diga tonterías. Ahora vuelvo.
—[…] Por otra parte, el concierto de..., con su éxito..., se realizará en el nuevo Estadio Deportivo... Y ahora, sucesos. La desaparición de uno de los consejeros directivos más importantes de la empresa TECHNOFANCE, ha conmocionado a los círculos financieros del país. Luis Alonso, miembro del equipo de gestión de la compañía que, en los últimos meses, había realizado una oferta pública de adquisición de la empresa oriental SYKUZI, cuya negociación se encontraba a punto de finalizar, desapareció el mes de S... durante un viaje al país promotor, cuyos motivos, aún no especificados, ni confirmados por nuestras fuentes, parecían tener relación con dicha operación. Se espera que, a raíz de la denuncia presentada, y la investigación abierta, se esclarezca... —la voz de la presentadora puso nervioso a uno de sus espectadores, que observaba la noticia en silencio.
Apagó el televisor. No pudo escuchar más. Todo aquello... ¿Qué había pasado? ¿Por qué...? Intentó calmarse. Sacó del cajón de una mesita cercana, un medicamento específico contra el estrés, que la clínica a la cual acudía le había recetado, en casos de ansiedad descontrolada. Una investigación... Tendría que declarar. El... En una comisaría. Menuda imagen.
—Luis. Joder, Luis... qué has hecho, coño. Sólo tenías que... Qué te ha pasado para... Maldita sea... maldita. Luis —Reva fue incapaz de terminar una sola frase.
Miró por la ventana. Se encontraba en uno de sus pisos de lujo, descansando... o eso pensaba. Aquella venta... maldita...
(2)
Tocó con cautela la mesa. La madera fina, suave, parecía aceptar de buen grado el masaje que su dedo imprimía, con suavidad, a su superficie. ¿Quién la habría hecho? No lo podía, ni siquiera, adivinar... pero intuía que nada humano. Unos golpes en la puerta...
—¿Sí? Pasa, pasa... supongo que es el nuevo informe —quiso saber Alonso, con interés.
—Claro, señor... se lo dejaré aquí. Ya sabe, hay que atender mucho en... —dijo Amyd, nerviosa.
—Por supuesto... marche, marche. No hay problema.
La puerta se volvió a cerrar. En principio, no hizo ningún movimiento que sugiriese interés por el documento. Tampoco podía. Pensaba en Jiang. No había vuelto a hablar con ella, desde que regresó de la gala, hacía apenas medio día. O no. No llevaba la cuenta del tiempo... tal vez fuera media hora de diferencia, desde que el coche le recogió, hasta que le devolvió a su puesto de control
. Parecía vivir en un plano intemporal. Eterno...
—Bueno... vamos a ver qué trae, ésta vez... espero que algo interesante.
Mentía. Lo cierto era que no se sentía capaz de leer ni una sola línea... ¿cómo hacerlo? Koizumi... ni siquiera se había podido aproximar a él... tendría que saber algo. Resultaba increíble pensar en otra opción. ¿Aparecer también, de la nada? No... Tenía que contactar con él como fuese... como fuese...
Pero no en ése momento. Tocaba trabajar
. Abrió la carpeta, y observó la misma disposición, del anterior documento. Parecía que había sorpresas. A lo mejor, no sería tan aburrido, después de todo. Quién sabía...
(INFORME DE VENTAS)
(APARTADO 1)
Nombre del cliente: 22
(…)
Observaciones: Salí de la oficina, en dirección a la zona 1. Llevaba conmigo el material necesario, si bien debo aclarar que un desplazamiento como éste, a pie, resulta incómodo. Ya sea la pelota de prueba, que llevo en la bolsa específica, como la lista de clientes asignada, entre otros, no resulta sencillo de trasladar. Un vehículo tal vez resultara más eficiente. En cualquier caso. Cuando alcancé el vecindario, estudié las opciones. En la calle que me encontraba vivían 17, 35, 22... Valorando el trato recibido, así como la venta inicial, o renovación de suscripción anterior, que me viene detallada en el anexo de mi lista, junto a mis observaciones, opté por el último. Es importante reseñar éstos factores. El trato lo mido a través de una escala; la venta o renovación, a través del precio comparado con la situación anterior (de 0 a la cantidad entregada en el primer caso. La diferencia de precios vendidos en el segundo. Saldo positivo, buena noticia. Caso contrario, no); y mis comentarios, analíticos, de los cuales extraigo y elaboro el resumen final aquí presentado... el carácter, la personalidad, el reflejo en las opciones que el cuestionario me da (alegre, enfadado, triste... con su propia escala. Junto con otros espacios a rellenar). Y son útiles para conocer al cliente o socio potencial, o perdido. Así sé cuándo debo descartar, o no...
Sólo deseaba recordar el procedimiento. Continuaré. Tras valorar las perspectivas, me dirigí hacia su puerta, y me detuve. Podía picar, o timbrar. Lo primero resultaba sencillo, pero podría parecer osado. Lo segundo, por contrario, más formal, no era buena idea, si quería sugerir confianza. Estudié los campos rellenados del cuestionario anexo, y, en base a su personalidad más bien triste, apagada, decidí lo segundo.
El tiempo de respuesta es decisivo. Si transcurre mucho, es un coste de oportunidad perdido para otra venta (tenemos el tiempo medido para cada operación, como sabe). Afortunadamente, en éste caso, no fue así. Poco más de siete segundos, y me abrió. Quise presentarme, pero me reconoció como el agente 13... Me comentó que, en la otra ocasión, le había dado una gran alegría, pese a su estado de ánimo, alicaído. Dudé entre mis respuestas, y elegí el camino de la prudencia. Le advertí que se cuidara, incidiendo en éste apartado, algo que me agradeció. Lo siguiente, sugerí si deseaba que viniera en otro momento, algo a lo cual se negó. Entonces procedí a presentar nuestro modelo, y, aunque no le gustó mucho el color, aceptó renovar la suscripción. Concluí la venta, con una advertencia, de nuevo, sobre su salud. De nuevo, me apreció el gesto. Bajé las escaleras, y lo reflejé en el cuestionario. Quiero que sepa todo con detalle...
(Lectura detenida)
¿Era posible creer aquello? A pie... mucha distancia, presuponía... pero tampoco disponía de datos suficientes, como para conocer la distancia existente, entre aquella zona y la oficina. Tendría que preguntar a Amyd por el mapa urbano (¿no se le había ocurrido antes? ¿Qué le pasaba?), y estudiar un posible ajuste de presupuesto... o algo parecido.
(Lectura reanudada)
(APARTADO 2)
Nombre del socio: 8
(…)
Observaciones: En principio, me pareció buena idea acudir al domicilio del citado socio. Había renovado una suscripción la vez anterior, su carácter era estable, y se suponía que podía confiar en él. Bien, pues en ésta ocasión fue un fracaso completo. Ni siquiera pude entablar una conversación como es debido. Me aproximé hasta la puerta, pero, antes de poder hacer nada, ésta se abrió, y el hombre surgió de su interior, con una bola pinchada. Me dijo que le habíamos estafado, que aquel producto era decepcionante, y que no podía entender cómo había confiado en nosotros. Me la tiró a la cara, y después, cerró. Señor, sé que debería de haber insistido, pero, en aquel momento, me sentí traicionado. Herido, humillado... no puedo explicarlo. Mucho estrés. Aunque no lo crea, somos empleados, y necesitamos motivaciones... por favor, es una sugerencia, sólo eso. Nada más.
(Lectura finalizada)
No le apeteció leer más. Otra pérdida. No lo entendía. Una pelota pinchada, pero ni justificaba por qué. No eran responsables de la conservación de productos vendidos. Eso resultaba absurdo, incluso para él. Haber acudido a la garantía. Pero daba lo mismo. Otro socio fuera del juego. Y por si todo aquello fuera poco, ni siquiera sabía quién llevaba la contabilización del Número Ejecutivo. Nuevamente, Amyd...
—¿Tienes un momento? Hay algo que no me ha quedado nada claro —preguntó Luis, un poco confuso.
—Claro señor... ¿de qué se trata? —la secretaria se extrañó de sus palabras.
—Las ventas... ¿quién se responsabiliza de llevar las cuentas en ésta organización?
—Señor... Klaus... es el Contable Ejecutivo... se encuentra en la planta quinta... ¿quiere que llame...?
—Sí, pásamelo... y si es necesario, que acuda aquí. No tengo ganas de ir a ninguna parte —afirmó Alonso, con desidia.
—Muy bien, señor —respondió la asistente, con prudencia.
Entró de nuevo en el despacho, y cerró. Otro vaso con licor... ¿quién era Klaus? Tendría que hablar de nuevo con Kyu-Sa... ver su política de contratación. Ni siquiera le había informado de... puede que hubiera zonas enteras descontroladas... maldita fuese... Tocó el botón.
—¿Me había llamado, señor gerente? —preguntó a Luis, una voz aguda.
—Sí, Klaus, soy Alonso... he revisado un informe, y me he dado cuenta de que tenemos muchas pérdidas... y hasta el momento presente, desconozco cuáles son los estados financieros de la empresa... ¿me lo podrías explicar? —el directivo de aquella compañía no dudó de la intención de su pregunta.
—Por supuesto. En total son diez zonas operativas, donde comercializamos nuestra bola... el cuadro es negativo en siete de ellas, con más pérdidas de ventas registradas en el 9, 4, 6 y 3 —aclaró, con seguridad, Klaus.
—¿Qué me estás contando? ¿Cómo no me habías informado antes? Presuponía que en el ejercicio anterior habíamos cubierto las expectativas de... —Alonso notó su propio estrés consumirlo.
—Siento interrumpirle, señor, pero fue por poco. Es cierto que su agente manejó bien los números (lo desconozco), pero en términos ejecutivos, estuvimos a punto de reajustar la plantilla. ¿No se lo dijo el director de recursos...? —el contable pareció sorprenderse por la actitud de Luis.
—No... ¡No, joder, Klaus! Maldita sea... nadie me dice nada... ¿Es que pretendéis que lo sepa todo...? ¡Argh...! Maldita... es igual. Está bien. Escúchame bien. Quiero