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Un Paso Más Cerca Del Cielo: El Comienzo Del Fin
Un Paso Más Cerca Del Cielo: El Comienzo Del Fin
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Un Paso Más Cerca Del Cielo: El Comienzo Del Fin

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El da antes del 21 de diciembre del 2012 (el supuesto fin del mundo) el protagonista Leonardo Dymons ve un video en internet incitado por su novia, ste corresponda a un mensaje secreto entre asociaciones terroristas, cuyo objetivo es destruir el mundo para volver a repoblarlo de seres perfectos. Nuestro hroe debe luchar contra el destino y el tiempo para evitar detener al tercer anticristo que guarda cierta relacin con l y que ser pieza clave para desvelar los misterios en este mundo apocalptico.
LanguageEspañol
PublisherPalibrio
Release dateJun 28, 2011
ISBN9781463302542
Un Paso Más Cerca Del Cielo: El Comienzo Del Fin
Author

Sebastián Leonardo Moncada

Nacido en Curicó, Chile un 21 de enero del año 1991, hijo de madre soltera y criado por su abuela, desde temprana edad mostró interés por la lectura y la literatura, recitando los versos más conocidos de Neruda, Gabriela Mistral y Vicente Huidobro entre otros, durante los actos públicos de su escuela primaria en Curicó. A los 10 años se muda de hogar para vivir solo con su madre y en ese mismo lugar termina su educación secundaria no sin destacar entre sus compañeros y profesores por sus capacidades literarias. En el año 2009 ingresa a la universidad católica del norte a estudiar geología en Antofagasta, pero al no ver los resultados que esperaba se retira luego de un año y medio. Ya para el año 2011 entra a estudiar arqueología a la universidad de Chile en Santiago la cual fue siempre su verdadera meta.

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    Un Paso Más Cerca Del Cielo - Sebastián Leonardo Moncada

    Índice

    Capitulo 1:   El día del Examen

    Capitulo 2:   La comu

    Capitulo 3:   Horas que cambian la vida

    Capitulo 4:   ¡Pánico Tsunami!

    Capitulo 5:   El nuevo Régimen

    Capitulo 6:   La Resistencia

    Capitulo 7:   Nace Una Nueva Esperanza

    Capitulo 8:   Fracaso

    Capitulo 9:   Segundo Round

    Capitulo 10: La Verdad

    Nota del Autor:

    Dedicado a los 33 grandes de mi país rescatados desde las entrañas de la Tierra cuya historia de lucha, esfuerzo y esperanza demuestran que cuando la fuerza de un hombre no es suficiente, se sumarán la de mil más para así crear el milagro capaz de torcer el destino . . . ¡Arriba mi gente!

    CAPITULO 1

    El día del Examen

    Era una mañana brumosa, el mar no se distinguía entre la homogénea masa de color gris que cubría el horizonte. Yo marcando un paso nervioso me dirigía al almacén de mi barrio en busca de una cajetilla de cigarrillos, hoy era el día en el que se probaría el fruto de mis esfuerzos si es que realmente habría valido la pena el desvelarme estudiando la noche anterior para el examen que debía enfrentar en la tarde, absorto en mis pensamientos entré al lugar, miré a ambos lados en busca del vendedor, era un tipo de bigote, alto y moreno que con un aire de desdén me miró de arriba a abajo con el ceño fruncido preguntándome que era lo que quería,—un lucky de veinte—dije, el sujeto se dio media vuelta y sacó una cajetilla del mostrador de la pared, la dejó encima del mesón y yo le pagué, recogí el tabaco, esperé el vuelto, di las gracias y me largué de vuelta al departamento, ese trayecto lo había hecho cientos de veces, la calle ligeramente en subida y a mi derecha se extendía un mar de casas de dos o tres pisos colina arriba, en cambio, a mi izquierda estaba la línea ferroviaria y mas atrás edificios y edificios hasta desencadenar en el mar lejano. Seguí en línea recta hasta el final de la avenida donde se encontraba mi edificio. Comencé a subir la escalera para llegar a mi departamento pensando en lo que me faltaba por repasar para el examen, había pasado todos los otros ramos de este semestre, solo me faltaba el de hoy y salía de la U, o sea, terminaba el semestre académico y daba inicio a las vacaciones de verano. Saqué la llave de mi bolsillo y abrí la puerta, el departamento seguía tal cual lo había dejado minutos antes de salir: con sus muros entapizados por una papel amarillo pálido, la pequeña mesa circular al lado del ventanal que está hacia al mar, las largas cortinas marrón corridas hacia un lado, el televisor sobre un mueble de madera y la consola de video juegos bajo el, el suelo estaba cubierto por varias alfombras de colores claros, debido a que a uno de mis compañeros las había dispuesto de tal manera que cubrieran la mayor área posible para evitar daños a la alfombra original que entapizaba el suelo y venía al arrendar el departamento. Me dirigí a la cocina en busca de el encendedor y aproveché de poner a hervir agua para luego hacerme un café, volví al living y tomé el control remoto que estaba sobre la mesa circular para encender el televisor, me senté saqué mi preciada cajetilla, la abrí y me apresuré por encender un pucho, cuando mis ansias bajaban, mi atención se enfocó en la tele, me di cuenta que estaban dando un informe especial de noticias, en el cual mostraban a países del oriente esperando todos juntos sólo a horas que llegara el 21 de diciembre del 2012. Hasta ese entonces nunca me había planteado la posibilidad de que algo llegara a suceder realmente ese día, sólo me dedicaba a vivir el ahora e intentar hacer felices a los que me rodeaban, y esa no fue la excepción, apagué el televisor me serví el café y seguí estudiando.

    Estudié un par de horas hasta que sentí que alguien llamaba a la puerta, fui a ver, era mi polola[1] que traía almuerzo para los dos. Mientras me servía la comida me preguntó que como estaba, yo respondí que le faltaba sal, ella sonrió—me refiero a cómo estas para la prueba amor, ¿si estudiaste?—me dijo amablemente.

    Medio atorado por la comida traté de responderle que si me había preparado bien, no sé como me habrá entendido porque el sonido que gesticulé no parecía para nada palabra alguna conocida. Yo la amaba, me encantaba su pelo largo y dorado y a veces sentía que me perdía en el azul profundo de sus ojos al igual que el cielo, Lia Grey, era una persona alegre y tranquila, amante de los animales y protectora de los indefensos, nos conocimos en primer año de universidad y nos tomó muy poco tiempo el enamorarnos. Sentía que en verdad era lo mejor que me había pasado después de que la Yoyi me sacara del orfanato en el que me críe. Aún así añoro esos momentos de cabro chico . . . Nadie sabe exactamente cuando nací, solo me queda creer en la palabra de aquellas personas cuya buena disposición me brindó una niñez que disfruté al máximo, ellos me dijeron que llegué ahí una oscura noche de tormenta un 21 de enero de 1991, fue extraño dicen: cuando llaman a la puerta sentí un escalofrío que me recorrió toda la espalda, y no fui la única. Según me contaba la tía Rosa yo estaba ahí entre la penumbra del umbral durmiendo placidamente a pesar de la tormenta. Nunca se supo quienes eran mis padres ni tampoco me importó, si me dejaron abandonado en aquel lugar no es porque fueran muy buenas personas que digamos o tal vez tendrían sus razones, en verdad no lo sé, el caso es que por lo menos me dieron un nombre, en el sobre que encontraron junto a mi venía una apresurada carta que decía: perdone las molestias, aquí hay dinero para que se encargue del bebé, por motivos personales no nos podemos quedar más tiempo de antemano gracias. Pd: el nombre de él es . . .. Si era más o menos así, la leí hace mucho tiempo y luego la quemé.

    Me críe y crecí en aquel orfanato situado en un deplorable barrio ubicado en las afueras de una pequeña ciudad. Allí hice muchos amigos donde jugábamos al soccer u otras cosas, pero siempre terminábamos dividiéndonos en dos grupos: los que seguían a Renato y los que me seguían a mí. En aquel instante en el que me fumaba un cigarrillo tras haber almorzado, sentado en medio de mi departamento mi vida entera pasaba por mi cabeza como una película y recordaba el momento en el que me hice amigo de Renato. Al principio por ser personas de carácter similar chocábamos, y siempre terminábamos enfrentándonos entre nosotros, hasta que un día a la tía Rosa, que de alguna manera intuía que nosotros no nos llevábamos bien del todo se le ocurrió la idea de que fuéramos juntos a buscar un costal de harina al molino ubicado a un costado del gran cerro de la ciudad que encargaba el orfanato mensualmente para hornear pan y cocinar. En el trayecto, primero competimos en una carrera hasta el molino y luego llevamos el costal a cuestas un tramo cada uno, hasta que a Renato se le ocurrió la idea de que acortáramos camino pasando por el gran cerro . . . Por supuesto que no me iba a negar, hubiese sido como admitir mi derrota antes de la batalla. Una vez que llegamos a la entrada del cerro; un arco enorme de ladrillo antiguo que podría fácilmente tener unos cien años y que hoy en día ya no existe a causa del intenso terremoto que nos azotó hace ya dos años atrás. Le dije a Renato que tomáramos un atajo, y le expliqué que nos tomaría menos tiempo que seguir el camino tradicional que consta de una escalera que asciende hasta la virgen en la cresta más alta del monte para descender por una carretera de asfalto que da al otro extremo, él aceptó, ésta nueva ruta con la que tardaríamos menos tiempo en llegar al orfanato se desprendía a partir de un costado de la escalera del camino normal, era peligroso, escarpado y tan estrecho que apenas cabía una persona a la vez sin mencionar que además le rodeaba una escabrosa quebrada, así que para poder atravesarlo tuvimos que llevar el costal entre los dos, yo le tomé las puntas por delante al saco y Renato le cogió por detrás. La maleza crecía alrededor del lugar un tanto húmedo debido a las últimas lluvias de agosto, esto producía que el trayecto fuese aún más peligroso y en efecto, así fue. Cuando ya veíamos la cima siento que el costal se vuelve inoportunamente más pesado y me di cuenta que Renato le había soltado así que me di vuelta a mirar y le vi cayendo en dirección a la quebrada, solté el saco y salté sin dudarlo en su auxilio, parecía que no le iba alcanzar y aquel barranco tenía por lo menos veinte metros, estaba muy asustado, «¡porqué teníamos que habernos ido por ahí!», pensé y justo en ese momento vi desaparecer por detrás del barranco al sujeto que hasta entonces había sido mi rival, sentí un vacío en el estómago y como el corazón me latía más y más fuerte, cuando me asomé por la quebrada preparado para lo peor encontré su meno aforrándose débilmente al borde de ésta, sabía que su resistencia no iba a ser duradera por eso actué rápidamente y con mi cinturón me amarré del pantalón al árbol más cercano para darme mayor firmeza y luego le tendí la mano, jalé con todas mis fuerzas como si nunca hubiese tirado de algo antes hasta que logré ver completamente su silueta de vuelta, él se sujetó a mi con furor y con la voz entrecortada me dijo: gra-gracias.

    Desde aquel entonces nos hicimos buenos amigos, y nos llegamos a llevar tan bien que cuando la Yoyi me adoptó a los catorce años el que más lloró por mi partida fue Renato.

    Un—¿qué piensas?—me hizo aterrizar en el departamento siete años después de aquellos acontecimientos,

    -¿es sobre el examen?—preguntó la Lia.

    -No, solo recordaba mi pasado y lo agradecido que estoy de haberte conocido—respondí.

    -Me gusta que me digas eso, pero mientras no estés en problemas y no me queras decir . . .

    -No enserio, no es nada de eso—le aseguré.

    -¡Ah! por cierto ¿viste el link que te mandé anoche?—me preguntó mi novia.

    -El del ¿Google?

    -Si ese.

    -¿Qué tiene?

    -Ah por dios, ¡entonces no lo viste bien!—me reprochó.

    -No me pareció que tuviese algo raro así que seguí estudiando.

    Mientras apagaba la colilla del cigarro en un cenicero de cristal redondo que siempre dejamos sobre la mesa, mi polola se dio vuelta sobre la silla y hurgaba en su bolso buscando algo, yo me puse de pie y llevé los platos sucios para la cocina, los lavé sin ganas y para cuando volví al living la Lia estaba afanosamente tecleando en su notebook blanco que no hace mucho se había comprado.

    -Ven—me dice.

    -¿Qué hay ahí?

    -Bueno mira esta dirección, es la que te mandé ayer: http://174.133.240.117/, si te fijas cuando haces clic en el enlace te manda a Google, pero, la URL (dirección del sitio web) de Google es como todos sabemos: http://www.google.com.

    -Mmmm es cierto ¿pero no es lo mismo?—objeté.

    -A decir verdad actúa como un buscador normal a excepción por una frase, una sola frase: The Enemy. Cuando pones buscar esa frase te aparecerán los resultados de la búsqueda normalmente, pero mira ahí en el cuadro donde introduces el texto para buscar.

    -¡Oh! cambió . . .

    -Sip. La palabra ha cambiado de The Enemy a ALFA-CENTER, ahora le damos clic nuevamente a buscar y nos metemos en el primer resultado que nos da.

    Apenas la Lia pinchó para abrir la pagina web la pantalla del notebook se puso en negro y al cabo de unos segundos comenzó a reproducirse un video de lo mas extraño; iniciaba con un triángulo de fuego el cual se iba alejando cada vez más en las profundidades de un túnel blanco hasta que se hacía imperceptible, luego de eso pasaban a toda velocidad escenas de terrorismo, atentados como coches bomba, explosiones en centros comerciales y en los metros de distintas ciudades, estructuras en llamas, gente muerta e incluso imágenes del atentado del 11 de septiembre de las torres gemelas en los Estados Unidos. Enseguida apareció una cara virtualizada en 3D que se asemejaba a la de un juego de video, transmitía un mensaje en inglés el cual sin ser experto pude entender, cuando la cara terminó de hablar se mostró un paisaje en el que aparecía la silueta de una chica al lado de un árbol seco, no se podía distinguir sus rasgos tan solo se podía apreciar que tendría alrededor de unos veinte años con el cabello largo de color castaño y semidesnuda, apenas una sábana blanca que le cubría el torso sentada sobre sus piernas en un desolado páramo, luego alguien la levantaba de un brazo para conducirla encadenada a una celda donde fue arrojada y encerrada. De atrás venía un grupo de personas uniformadas, no se podía distinguir a nadie entre la muchedumbre de color gris por la calidad de imagen del video, entonces una voz que no salía en cámara daba unas instrucciones en ruso, y luego un tipo que tenía aires de científico dio una explicación en japonés de una par de minutos sobre la chica. Nada pasaba por mi mente en aquel momento, me sentí confuso como perdido. No se si alguna vez habrán tenido la sensación de que como si alguna fuerza mayor y que ni siquiera podemos comprender, tal vez el destino, dios o como le quieran llamar, moviera mágicamente el hilo de nuestras vidas conectando y uniendo las piezas de nuestro andar para que el gran rompecabezas de la vida tenga sentido. Yo sabía japonés porque la Yoyi me enseñó, ella me contó que su difunto marido era nativo del idioma así que aprendió, a mi me parecía una lengua bastante cómica por eso no me costó mayor esfuerzo aprenderla. Y comprendí que aquel idioma que nunca me había visto en la necesidad de utilizar me había sido otorgado por la vida con el único fin de estar preparado para ese momento. «Tal vez estoy pensando demasiado», me dije.

    El video terminaba ahí con una imagen que se me quedó grabada en la cabeza fuertemente, la de una bandera azul oscuro con una luna nueva plateada y una cruz roja incrustada en la parte cóncava de la luna.

    -¿Qué decían esos tipos?, ¿Captaste algo?—me preguntó la Lia.

    Yo me puse de pie la tomé de los hombros mirándola fijamente a los ojos y le pregunté:—¿a cuántas personas más le has mostrado el video?

    -No a nadie más, de hecho la Sofía me dijo lo que tenía que hacer para verlo y a ella se lo mandó un amigo de San Francisco que es Hacker.

    Suspiré profundamente y dije:

    -no sé porque no me extraña que la Sofía conozca a gente así. La Lia se rió y dijo:

    -si es verdad. Luego me volvió a preguntar:

    -¿me vas a decir lo que hablaban en el video?

    -Sí pero, esto es muy serio si es que es verdad lo que hablaban aquellos sujetos, escucha quiero que apenas tengas tiempo libre borres todos los archivos temporales de Internet y cambies tu dirección Ip (número que identifica la tarjeta de red del ordenador). ¿De acuerdo?

    -Ya pero no seas tan exagerado, si a fin de cuentas, ¿Qué puede pasar?

    Quizás al ver que mi expresión se mantenía firme, ella no dijo nada más y asintió en silencio.

    -La cara que salió hablando en inglés en un principio—comencé—nos daba datos de cuantos atentados terroristas y crímenes atroces se cometían por día alrededor del mundo, de cómo estas cifras habían ido aumentando por cada año que pasaba y lo ineficaz que se había vuelto la justicia al respecto, decía que la humanidad se dirigía directo a un abismo, a un callejón sin salida del cual ya no podemos echar marcha atrás.—Si te soy sincero amor, estoy de acuerdo con la cara, pero aún así los seres humanos tenemos muchos puntos buenos. ¡Ah! Y lo que viene después de eso es una locura . . . ¿Te acuerdas que salía una chica a la que encerraban?, pues según lo que dijo aquel sujeto japonés . . .

    -¡¿qué sabes japonés?!—interrumpió mi polola.

    -Bueno si . . . aprendí hace algunos años.

    Con una sonrisa tremenda en el rostro me bombardeó de preguntas:

    -¿por qué no me habías contado?, ¿te costó aprenderlo?, ¿quién te enseñó?, ¿hablas algún otro idioma?, ¿me enseñarías cuando tengas tiempo libre?, ¿podrías hablar con el chino que vende arrollado de primavera en las puertas de la facultad? . . . Estaba tratando de responderle cuando me doy cuenta de la hora que es en la pantalla del notebook. «Maldición voy a llegar tarde de nuevo», pensé. Y me paré recogí los cuadernos y papeles que estaban a un lado de la mesa los eché al bolso a toda prisa, le di un beso a mi novia

    -Voy atrasado; voy llegar tarde—señalé, corrí a la puerta,

    -Cuando te vayas deja bien cerrado—agregué.

    -No te preocupes, te esperaré aquí—respondió la Lia.

    -Vale, y por cierto el chino que vende arrollado de primavera en las puertas de la facultad habla chino.

    Ella sonrío y dijo:

    -éxito.

    Le hice un ademán de despedida con la mano y cerré la puerta del departamento, bajé por la escaleras corriendo, por suerte solo estaba en un tercer piso y no en la planta mas alta del edificio. Salí a la calle y caminé dos cuadras hasta el paradero de microbuses, miré el reloj en mi viejo teléfono celular (era de esos sin siquiera pantalla táctil), aún disponía de quince minutos para llegar al examen, por suerte vi que una máquina de transporte venía a una cuadra de distancia, comencé a rebuscar en mis bolsillos tratando de encontrar el pase escolar, cuando lo encontré me di cuenta que la micro venía bien cerca, hice un seña con la mano para que se detuviera, el chofer de la máquina me dio una mirada y me ignoró completamente siguiendo su recorrido como si yo ni existiera. Me molesté bastante empuñé el dinero con fuerza en mi mano y pensé: «porque no paran cuando realmente se les necesita, como si uno nos le fuera a pagar el pasaje» . . . En eso vi que una chica hacía parar a otro microbús delante de mí y subí tras ella, le mostré al chofer mi pase y le di el dinero correspondiente, él tomó el dinero y me quitó el pase escolar, lo miró como un coleccionista de objetos preciosos que ha encontrado una gran pieza para su colección escudriñando cada parte de él esperando encontrar algún defecto, alguna señal para poner en tela de juicio su autenticidad. Me lo devolvió de mala gana al no poder encontrarle ninguna falla y me gruñó:

    -pasa.

    Miré a ambos lados de las corridas de asientos, no había ninguno libre y más encima venía un montón de gente de pie, señoras de unos cuarenta o cincuenta años cargadas de bolsas de supermercado, una mujer con una guagua en brazos que venía llorando de una manera escandalosa, por otro lado venía un tipo escuchando reggaeton de su celular con todo el audio posible y que competía de igual manera con el llanto del recién nacido, en los asientos del final iban sentados un grupo de escolares que estaban escribiendo algo en los asientos, en medio del pasillo venía un tipo extremadamente obeso colgando de los barrotes que atraviesan horizontalmente la micro y sirven de apoyo, aquel sujeto que venía con los brazos extendidos dejaba ver una gran mancha de sudor que le cubría la axila manchando su camisa, pero a pesar de todo, mi atención se centró en una muchacha que se veía totalmente fuera de contexto en medio de esa extenuante selva, aquella joven al verla me refrescó, me sentí como si me transportara inmediatamente a la playa con su atuendo y ese aire que la envolvía, traía puesta unas hawaianas, un vestido azul claro y una cadenita en su cuello, de tez blanca y pelo oscuro hasta los hombros, se sacó las gafas de sol y las guardó en su cartera, al mismo tiempo que extraía un libro de ella, al parecer era una novela, la que abrió y comenzó a leer a partir de una página que tenía doblada en una esquina. Parecía indiferente a todo el ruido que se pudiese generar en el mundo, simplemente absorta en su lectura. En aquel momento el chofer se detiene y comienzan a seguir subiendo más personas a la micro

    -avancen más pa’ atrás—gritó, a lo que siguió un reclamo generalizado de toda la gente a bordo.

    -No somos animales,—contestó un

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