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Quisqueya: Un País En El Mundo: La Revelación Maya Del 2012
Quisqueya: Un País En El Mundo: La Revelación Maya Del 2012
Quisqueya: Un País En El Mundo: La Revelación Maya Del 2012
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Quisqueya: Un País En El Mundo: La Revelación Maya Del 2012

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About this ebook

-Quisqueyanos son ya la hora
De vengar tantos siglos de ultraje;
El que a Dios y a su patria desdora,
Que de oprobio y baldn se amortaje.
No ms cruz que la cruz quisqueyana,
Que da honor y placer el llevarla;
Pero el vil que prefiera la hispana,
Que se vaya al sepulcro a ostentarla.
LanguageEspañol
PublisherPalibrio
Release dateDec 20, 2011
ISBN9781463313678
Quisqueya: Un País En El Mundo: La Revelación Maya Del 2012
Author

Cosme E. Perez

En la Ciudad de La Vega el 27 de septiembre de 1945, de los esposos Francisco Antonio Pérez Gómez y María Esperanza Guillén Baez, nace Cosme Ezequiel. Se inicia en la escuela-hogar de Andrea de Pérez y en las primarias de Serrano en La Vega y República Dominicana en la capital. En el Liceo Intermedio Argentina, 1957-1959; Liceo Secundario Juan Pablo Duarte, 1959-1963, graduado de Bachiller en Ciencias Físicas y Matemáticas. Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Escuela de Sociología, 1964-1966. Deseoso de continuar estudios, trata CUNY, Columbia University y NYU en Nueva York, haciendo varios cursos no relacionados con los sueños y realiza otros cursos por correspondencia y de forma autodidáctica. Con un secretariado comercial en el Instituto América en 1961-63, trabaja como contador en Medios Publicitarios; Mueblerías Duarte y luego en en BRRD (1963-1966). En NY (1966-1980) y en FL desde 1980, agente de viajes, conductor de autobuses, empleado del USPS como cartero y "shop steward" y negocio de preparaciones de impuestos desde 1967. La experiencia política es bastante amplia, desde miembro del 14 de Junio (1961-1966); PRD (1966-1973); PLD (1989-2001); independiente desde entonces. Ha escrito varias obras, dos de ellas ya publicadas: "Orden Parlamentario Simple" y "Quisqueya: un país en el mundo". Católico práctico desde niño, miembro de varios ministerios, incluyendo Caballeros de Colón y ministro de la comunión. Servicios comunitarios desde 1959, incluyendo clubes sociales, Club de Leones Internacionales, Mesa Redonda Dominico-Americana, Junta Consultiva de Asuntos Hispanos de la Comisión del Condado Collier (Naples, FL). Veterano constitucionalista de la Guerra de abril, 1965 en Quisqueya.

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    Book preview

    Quisqueya - Cosme E. Perez

    CONTENTS

    DEDICACIÓN

    PREFACIO

    INTRODUCCIÓN

    CAPÍTULO I

    1

    2

    3

    4

    CAPÍTULO II

    5

    6

    CAPÍTULO III

    7

    8

    9

    CAPÍTULO IV

    10

    11

    12

    13

    14

    15

    CAPÍTULO V

    16

    17

    CAPÍTULO VI

    18

    19

    CAPÍTULO VII

    20

    21

    22

    23

    CAPÍTULO VIII

    24

    CAPÍTULO IX

    25

    26

    CAPÍTULO X

    27

    28

    CAPÍTULO XI

    29

    28

    CAPÍTULO XII

    31

    32

    33

    34

    CAPÍTULO XIV

    35

    CAPÍTULO XV

    36

    37

    38

    REFERENCIAS

    Duarte * Sánchez * Mella

    La foto de la portada fue tomada

    por el autor en 1985 a una

    escultura de prueba del escultor

    quisqueyano

    ANTONIO TORIBIO TEJADA

    (LITO)

    DEDICACIÓN

    Sin duda alguna, merece nuestra primera mención el artífice de la nacionalidad quisqueyana, al Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, por ser la persona que más claro ha planteado el proyecto de nación, identificando en forma correcta la denominación de la república en la Isla de Santo Domingo, no en la Isla de Haití, dándole el nombre más merecido a la patria, Quisqueya, con su correspondiente identidad nacional quisqueyana para el pueblo.

    A la memoria de todos los que poblaban la isla a la llegada de los españoles en 1492 y cuya especie desapareció totalmente en menos de cien años, distinguiéndose entre ellos Caonabó y Anacaona; Guaroa y su sobrino Guarocuya (Enriquillo); Tamayo; Cotubanamá; Bohechío; Hatuey y las decenas de caciques de Marién, Maguá, Maguana, Higüey y Jaragua.

    Como homenaje también a todos los nativos de la isla, dominicanos-españoles y dominicanos-franceses, que durante la era colonial hicieron de la isla su propia patria, defendiéndola y protegiéndola, hasta lograr sus respectivas independencias.

    A todos los fieles trinitarios, por haber defendido con sus bienes y vidas, los criterios de una nación libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera; principios esos, que son los que sostienen, firme y fuerte aún, las bases sólidas de la nación, aunque el oportunismo, traición, ambición y caudillismo rampante hayan querido quebrantarla una y mil veces.

    A los quisqueyanos de hoy, que con entusiasmo continúan la obra de Duarte, para que los quisqueyanos de mañana tengan una clara idea de lo que significa tener una patria con la base moral y política que nos legara el Padre de la Patria.

    Va nuestro respeto a haitianos como Jacques Viau Renaud, Dominic Alexander, Lionel Vieux y otros tantos que han luchado como hermanos junto a los trinitarios y patriotas quisqueyanos, comprendiendo y respetando los ideales que enseñó, a todos, Juan Pablo Duarte.

    A las personas que han expresado su respaldo al Proyecto Quisqueya, que por ser una lista larga no sería práctico mencionarlos aquí, por temor a que una de ellas se nos pueda quedar, aunque merecen mención especial en esta revisada edición nuestros amigos A. Eddy Garrido Tejada y la venezolana Zetty Rivera.

    A mi esposa, Estela, que ha contribuido al esclarecimiento de las ideas que surgen, ya sea que estemos despiertos o dormidos, como si inspirados por fuerzas morales y espirituales indescriptibles.

    Como homenaje a todos los quisqueyanos que dan calor al terruño y a los de la diáspora, que contribuyen de manera directa o indirecta al bienestar de Quisqueya, siendo la mayoría de ellos los mejores embajadores y promotores de su cultura y turismo: sostén silencioso de algunos renglones de la economía en la patria con sus remesas, envíos y el consumo de los productos y servicios de su patria.

    Sin temor, ni reservas, quisiéramos que esta obra, humildemente rinda homenaje al más grande Redentor de la humanidad, al que hemos pedido que nos sirva de luz en todo momento, para que los que la lean, puedan ver en ella amor y paz; justicia y libertad, como fundamento de las relaciones que debe existir entre los quisqueyanos y todos los seres humanos del planeta Tierra.

    PREFACIO

    Desde mi más temprana juventud recuerdo haber oído la especie de que Quisqueya era el nombre poético de la República Dominicana. En las aulas oí al profesor Casado Soler hablar con denuedo acerca del tema. Años más tarde, leyendo Idioma Nuestro de Cada Día, una columna de J. Agustín Concepción, fui conmovido por una idea que me pareció genial: El nombre de la patria es Quisqueya. Es decir, Quisqueya no es sólo el nombre poético, es el verdadero nombre de la patria. Si no es así, ¿qué motivos tiene el licenciado Emilio Prud’homme (hombre muy prudente) para llamar quisqueyanos a los habitantes de la parte oriental de la isla de Santo Domingo y Quisqueya al espacio geográfico que habitan los quisqueyanos?

    En los años noventa, cuando salieron las primeras versiones de Microsoft Windows, una de las aplicaciones que venían con el paquete era un programa que contenía las banderas de todos los países del mundo (o de casi todos los países), menos la bandera de la República Dominicana. Si uno iniciaba una búsqueda por nuestra bandera el resultado era la bandera de la isla de Dominica. La confusión se basa en que nosotros no somos los únicos dominicanos, aunque seamos los más conocidos portadores de ese gentilicio. Cuando crearon el programa, los creadores tuvieron que decidir cuál bandera saldría al pedir Dominican. Recuerdo haber pensado mucho entonces en lo expresado por el señor Concepción en su columna. Era obvio que la solución era encontrar una verdadera identidad propia para nuestro país.

    Un día, mi amigo Cosme Pérez me sorprendió con que él había hecho una exhaustiva investigación sobre el nombre de nuestro país y que había llegado a la conclusión de que ese nombre es Quisqueya. Nada me pareció más sensato y lógico. Esa era una magnífica conclusión y en seguida le referí lo que había escrito J. Agustín Concepción sobre el tema. Conociendo a Cosme, sabía que esto no se iba a quedar en una simple opinión expresada entre amigos. Lo que en mí había sido un simple deseo de mi corazón, en Cosme era ya una pasión. La convicción de Cosme Pérez sobre la justicia de esta causa, sólo se puede comparar a la de alguien que ha pasado de las tinieblas a la luz, como cuando uno descubre el significado y propósito de la vida.

    Este no es un camino fácil, pero es el más justo. Cosme Pérez no es un académico o un político importante al cual se le abren las puertas para plantear su proyecto. Él es un ciudadano común, cuyo único aval es su gran amor por la patria de Duarte, por la que ha luchado durante toda su vida, desde antes de ser un adulto y hasta con las armas en las manos. Los medios no se abren con facilidad a personas como él, a menos que no sea portador de algún escándalo. Las oficinas de los legisladores, los historiadores y demás personajes importantes tampoco se abren para personas como él. Y ante la enormidad de los obstáculos que se les presentan delante, cualquiera se da por vencido, pero no Cosme.

    Nosotros estamos ya acostumbrados a ser conocidos como dominicanos y se nos hace difícil pensar que cualquier esfuerzo por cambiar ese gentilicio pueda tener ninguna base seria, así que casi inmediatamente descartamos la idea. Me recuerda el pasaje bíblico en el que Lucas relata la visita del apóstol Pablo a la ciudad de Atenas. El apóstol fue llevado al areópago a presentar el evangelio a los atenienses, pero en cuanto escucharon a Pablo hablar de la resurrección se burlaron de él y le dijeron, "Ya te oiremos acerca de esto otra vez" (Hechos 17:32). Su prejuicio en contra de lo que no entendían les privó de escuchar el mensaje más importante de sus vidas.

    Este libro es de lectura fácil, escrito con prosas amenas. Y aunque no fue concebido para ser un texto de referencias históricas, es un fiel expositor de una verdad que aún estaba por decirse. Es el instrumento que ha escogido su autor para iniciar una discusión necesaria acerca de la identidad de los hoy llamados dominicanos. Porque Quisqueya no es solamente el nombre poético de nuestro país. Quisqueya es la identidad que debe, de una vez por todas, delinear las diferencias históricas y culturales de los dos pueblos que ocupan la isla de Santo Domingo.

    -A. Eddy Garrido Tejada

    INTRODUCCIÓN

    Este es un libro para dar a conocer una interpretación a importantes hechos históricos y no pretende ser un manual de consulta sobre esos hechos. La historia está escrita, pero los hechos siempre estarán expuestos a interpretaciones.

    Los seres humanos adquieren identidades que los diferencian a unos de otros, influenciados por ciertos factores en los que pueden incluirse lugar, costumbre, lenguaje e historial familiar, que hacen a un individuo o grupo de individuos, único en su clase.

    Es el caso por el cual los habitantes de la Isla de Santo Domingo llegaron a tal punto, que para poder compartir la isla, hubieron de ocupar territorios apartados en la misma.

    Quisqueya, una república dominicana*, está culturalmente más cerca de Cuba, Puerto Rico, España y Venezuela (por mencionar un país de América Latina), que de Haití (otra república dominicana). Haití está más próximo a Francia y algunos países africanos, en el mismo sentido.

    Haití y Quisqueya son las dos naciones que comparten la Isla de Santo Domingo, la segunda en tamaño de las Antillas Mayores, en el Mar Caribe, como parte del continente llamado América.

    No fue hasta entrado el Siglo XVII, durante los conflictos coloniales en el Continente de América, que a los habitantes nacidos en la Isla de Santo Domingo se les asignó la identidad española de Dominicanos, mediante Cédula Real que ordenara el rey Felipe IV de España en 1621, para evitar la confusión de identidad española que acarreaba el nombre La Española con que había bautizado Cristóbal Colón a la Isla de Santo Domingo.

    Mientras el nombre de la isla sea Isla de Santo Domingo, la identidad isleña de sus nativos seguirá siendo la dominicana por razones varias.

    Por otro lado, legalmente, Isla de Santo Domingo ha sido el nombre utilizado en los tratados y acuerdos internacionales o bilaterales relacionados con ella, durante toda su historia. El conflicto sobre el nombre de la isla afloró, en el momento que Haití surge como nación independiente, cambiándole el nombre e intentando hacer toda la isla suya.

    Ese intento por poco se materializa cuando el gobierno haitiano ocupó y gobernó por veintidós años (1822-1844) la parte oriental de la isla; empero el hecho de ocupar la isla y gobernarla, no le daba el derecho de cambiar el nombre de la misma, si la población que ocupaba una parte de ella, identificada como dominicana-española, se oponía al cambio.

    Desde que Haití elaboró su primera constitución, hasta la que hoy está en vigencia, aparece que el nombre de la isla es "Isla de Haití, pese a que en los tratados y acuerdos bilaterales, al firmar, admita que el nombre es Isla de Santo Domingo".

    Mientras ese conflicto causado por lo que reza la constitución haitiana no se resuelva, seguirán otros países confundidos. Quisqueya ha mantenido en todas sus constituciones el nombre de Isla de Santo Domingo para la isla.

    Después de la independencia de Haití, los oriundos de esa parte de la isla tienen su identidad nacional haitiana, de manera exclusiva; pero tienen que admitir que la identidad isleña es la dominicana, sin que se refiera a la identidad colonial que tenían anterior a la independencia, de dominicana-francesa, que desapareció al momento de independizarse. El hecho de ocupar parte de la isla, los hace tan dominicanos como los habitantes de la otra porción.

    Hay muchas otras cosas que deben ser corregidas para ponernos al día con la razón y la lógica y nos dejemos de tapar el sol con un dedo o de tener una actitud de dejadez crónica ante asuntos tan importantes como es la identidad nacional. Esos factores son aprovechados por los enemigos de la patria.

    Este libro puede que haga reflexionar a muchos, especialmente, a los que han estado preocupados por arreglar la deficiencia de nombre que tiene la nación y han hecho un esfuerzo enorme y costoso, para igual, no ver a Quisqueya en la obra de Duarte. De haberla visto, este libro no hubiera sido necesario.

    Esperamos que no sea tarde, en el sentido de que, si al salir a la luz pública éste libro, se han consumado los planes del proyecto "Dominicana es la Patria"; entonces, va a resultar incómodo tener que rebatir a personas de una capacidad superior a la nuestra, en cuanto a historia, gramática, geografía y asuntos políticos se refiere.

    Más de ciento cincuenta historiadores y escritores han sido contratados por el gobierno que preside el Dr. Leonel Fernández Reyna, para reescribir el compendio de Historia Dominicana, con el propósito de demostrar que Juan Pablo Duarte fue quien sugirió que la nación llevara el nombre de Dominicana y por lo tanto, le acreditan ser el forjador de la nacionalidad dominicana.

    Nada más lejos de la realidad. En este libro se van a revelar errores y confusiones que han marginado de su propio destino al pueblo quisqueyano. No ha sido posible convencer a los que tienen la autoridad, de que por lo menos estudien el "Proyecto Quisqueya, pues ha estado ocupado en la implementación de un proyecto titulado Dominicana es la Patria".

    En su cuarta edición del Manual de Historia Dominicana (2008), Frank Moya Pons hace poca referencia a las ideas de Duarte y se limita a una narración cronológica de los hechos, proyectando a los hombres que participaron en ellos y analizando los aspectos económicos, políticos y militares, como el motor de los cambios sociales. Es tanto así, que la participación de Duarte en la guerra de restauración de la república es nula o casi nula en su obra. Es un trabajo excelente para dar apoyo al proyecto Dominicana es la Patria.

    Los historiadores y escritores a los que se les ha dado la oportunidad de volver a rebuscar la historia dominicana, que para nosotros es la historia de la Isla de Santo Domingo, van a encontrarse en conflictos momentáneos para poder hacer que sus pensamientos se alineen con ese proyecto anti duartiano, pero con la capacidad que tienen, podrán superarlos y realizar un excelente desvío para complacer la ordenanza. Si antes de que ellos lleguen a terminar sus trabajos, les llega este libro, la mayoría pedirá al gobierno una reconsideración en la implementación de ese duartianicidio**.

    El hecho histórico se presta a interpretaciones diferentes, dependiendo del punto de referencia; pero una vez se descubren verdades y se analizan documentos que no fueron tomados en cuenta cuando el hecho sucedió o fue reportado, sin importar el tiempo transcurrido, será solo cuestión de voluntades para enderezarlos y hacer valer una nueva, a todas luces verdadera, interpretación del mismo.

    Esto no quiere decir que se han descubierto nuevos documentos para elaborar este libro; ellos han existido siempre al frente y en las propias narices de los historiadores. Muchos, los han sacado a relucir públicamente, pero han tenido que claudicar por diferentes razones personales quizás; porque no han encontrado eco a sus conclusiones; porque los han ridiculizado en privado o en público, como en muchas ocasiones nos ha sucedido a nosotros mismos; o, cansados de mostrar la verdad sin lograr resultado alguno, han asumido una actitud de abandono, como les han aconsejado otros… -¡Deja eso así!.

    Esta vez vamos a perseverar hasta que ya no haya más aliento para seguir. No habrá paradas en este viaje directo. Cuando se llegue al final de esta obra, o antes, el lector podrá recoger la llave que le llevará al escondite donde está el proyecto de nación de Juan Pablo Duarte. Este libro no se va a perder como los escritos de Juan Pablo Duarte.

    Cuando la juventud sea la que tome las riendas, el timón, el control o como se le quiera llamar a ese liderazgo, tendrá que ser con energía, sabiduría y prudencia, para que el reclamo de la preciada herencia, que nunca reclamaron sus antepasados, su identidad nacional quisqueyana, se haga realidad.

    Se ha invertido mucho tiempo para llegar a ese cofre. Debe ahora abrirse y mostrarle al mundo su contenido. Es de esperar que esta vez no se cierre y que sean otras generaciones que lo encuentren, lo abran y lo muestren. Para que sea esta generación que lo haga ya, es que estamos dando ahora las pistas claras, para que nadie las pueda borrar o esconder.

    Pretender que el lector acepte como falso lo que por más de ciento cincuenta años se le ha presentado como una verdad infalible, que no necesita demostración, será una tarea que amerita cuidado y cautela, pero tiene que hacerse con firmeza y sin compromisos mediatizados.

    Va a ser una dura tarea contra intereses, apatía, poderes, influencias, mecanismos y concepciones que se oponen a los ideales de Duarte y contrarios a los intereses de la nación y del pueblo quisqueyano. Romper un corozo con un martillo requiere cierta pericia para no desbaratar la nuez. Romper un patrón mental es mucho más delicado.

    El autor de este libro no es maestro; ni es profesor; ni es filósofo o educador. Se ha puesto más corazón que conocimientos, para llevar el verdadero mensaje de Juan Pablo Duarte. Sin ser eruditos en materia de historia, geografía, lógica, dialéctica, ni asuntos literarios o gramaticales del idioma cervantino, ojalá no se confunda mucho el lector y logre, en alguna parte de estos diez capítulos, cerrar el libro y sin dudas afirmar que está convencido de las conclusiones a que en el mismo hemos llegado.

    Ha tomado mucho tiempo acostumbrarnos a decir que somos quisqueyanos. En ocasiones se nos zafa y decimos que somos dominicanos de nacionalidad, porque todo nuestro entorno nos lleva a esa conducta costumbrista, por eso, no ambicionamos a que otros puedan adaptarse a estas verdades con facilidad, pero que por lo menos, cuando digan que son dominicanos, lo hagan para indicar que nacieron en un lugar de la isla de Santo Domingo, que es una de las identidades comunes a otras comunidades, que nos pertenecen, pero que no utilicen la dominicana como la identidad nacional, porque de hecho no es así, aunque lo diga un papel mal escrito.

    Los nombres de personas y lugares geográficos son un problema, porque se deletrean de diferentes formas en publicaciones diversas. Cuando en nuestro país exista una agencia sobre la normalización en asuntos de esa materia, entonces cumpliremos con las directrices y acataremos en las reglas.

    El mientras tanto, se utiliza cuando algo permanente está por hacerse, como reza en el Juramento Trinitario, en relación de cómo se irían a identificar los trinitarios, porque no tenían aún el nombre para la nación, el nombre de la patria, una identidad nacional propia.

    Un cuadro comparativo que muestra a luces las complicaciones que genera el hecho de que en una misma isla existan dos naciones, como es el caso de la Isla de Santo Domingo, puede ayudar al entendimiento de lo que queremos demostrar.

    Este caso se presenta en otros lugares del mundo, de lo que se deben encargar los afectados en cada caso para corregirlos. Nosotros nos encargaremos de hablar aquí de una sola isla: la Isla de Santo Domingo. Otras islas y territorios tienen similares problemas (Isla de Bretaña, Península Ibérica, Las Islas Malvinas, etc.), pero no es parte de este libro hablar sobre ellos.

    Es importante hacer resaltar aquí, que aunque en los últimos treinta años se ha estado trabajando en la modernización de las instituciones del Estado, todavía es la fecha en que muchas de ellas trabajan bajo la influencia personal de los funcionarios que las dirigen. Estos funcionarios deciden los términos a utilizar para referirse a nombres y conceptos legales que pueden no estar correctos.

    Hemos encontrado errores de interpretación y de mal uso de conceptos que contradicen la vigente Constitución de la República en documentos oficiales de algunos Ministerios, y, hasta en los portales de Internet de la Presidencia.

    No se puede pedir mucho a los maestros, cuando los que administran la cosa pública dan por sabido, por ejemplo, que el nombre de la isla es Hispaniola, cuando la Constitución dice que es Isla de Santo Domingo.

    Nadie que respete la Constitución de la República Dominicana (Quisqueya) debe aceptar que se le ponga otro nombre a la isla que no sea el de Isla de Santo Domingo, mucho menos quienes están encargados de hacerla respetar. Esa fue la base de la separación en 1844.

    En una segunda edición de este libro, si es que lo permite Dios, haremos algunas correcciones a errores y omisiones que hemos cometido en ésta. La decisión de publicar este libro ahora, es porque lo consideramos completo en cuanto al mensaje que deseamos llevar al lector, con la intención de que sean portadores del mensaje y lo hagan llegar a las instituciones que puedan hacerlo popular, para poder contrarrestar los planes del proyecto o proyectos contrarios a las ideas de Juan Pablo Duarte.

    Aunque no vengan al caso las demás islas antillanas, definiremos a las mayores para que se pueda notar la diferencia que existe cuando una isla es ocupada por una nación y cuando la comparten dos naciones. Mientras más claro se tengan los conceptos de isla, nación y estado, menos traumático será el conocer la verdad de la identidad nacional quisqueyana.

    El nombre de la isla es tan importante, que el diseño del Escudo Nacional depende totalmente del cómo se llame a la isla legalmente.

    Estaría bien si el lector encuentra una muestra del escudo y practica un ejercicio con nosotros que va a demostrar la importancia del nombre de la isla en el diseño del mismo. En la página 270 aparece el Escudo Nacional, que puede ser utilizado para este caso.

    Otros tantos ejemplos se encuentran en el portal de la Red Internacional que sigue: http://www.quisqueya.name/Historia.html

    Veamos el ejemplo de tres de los nombres más comunes con que se conoce a la isla

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