Discover millions of ebooks, audiobooks, and so much more with a free trial

Only $11.99/month after trial. Cancel anytime.

Nadie Muere Tantas Veces: Desolación Angustia Esperanza
Nadie Muere Tantas Veces: Desolación Angustia Esperanza
Nadie Muere Tantas Veces: Desolación Angustia Esperanza
Ebook368 pages5 hours

Nadie Muere Tantas Veces: Desolación Angustia Esperanza

Rating: 0 out of 5 stars

()

Read preview

About this ebook

EL MIEDO AL DOLOR ES LO QUE MAS DUELE.
LAS CICATRICES TE RECUERDAN QUE EL PASADO EXISTI.
AUNQUE SEAS INOCENTE, NADIE QUIERE SER SOSPECHOSO.
EL UNICO DOLOR QUE SE PUEDE TOLERAR ES EL AJENO.
MIENTRAS MAS CUERDO INTENTAS SER, MAS LOCO PARECES.
NO ES LO QUE SABES, ES LO QUE PUEDES PROBAR.
GRACIAS A DIOS QUE EXISTE DIOS.
AL FINAL TODOS VIVIMOS PARA MORIR.
LanguageEspañol
PublisherPalibrio
Release dateApr 14, 2011
ISBN9781617647963
Nadie Muere Tantas Veces: Desolación Angustia Esperanza

Related to Nadie Muere Tantas Veces

Related ebooks

Biography & Memoir For You

View More

Related articles

Reviews for Nadie Muere Tantas Veces

Rating: 0 out of 5 stars
0 ratings

0 ratings0 reviews

What did you think?

Tap to rate

Review must be at least 10 words

    Book preview

    Nadie Muere Tantas Veces - Emma Mollinedo

    Copyright © 2011 por Emma Mollinedo.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso: 2011926952

    ISBN:                 Tapa Blanda                                 978-1-6176-4795-6

                               Libro Electrónico                         978-1-6176-4796-3

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Resolución Administrativa No. 1-62-2011

    Servicio Nacional de Propiedad Intelectual (SENAPI)

    La Paz—Bolivia

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    341490

    ÍNDICE

    EL INICIO

    CAPITULO I ADRIANA

    ADRIANA

    EL ORIGEN

    LA SOLEDAD

    PROCESO PENAL

    LA DESPEDIDA

    EL FUNERAL

    LA DEPRESION

    LA LIBERTAD

    SEGUNDO INICIO

    SEGUNDA OPORTUNIDAD

    ANDRÉS

    EL ENCUENTRO

    EL FINAL

    CAPITULO II MARIANELA

    MARIANELA

    HERMANOS PREDECESORES

    ALBERTO Y ENRIQUE

    DESTINO?

    PROLOGO

    Escribir este texto ¨Nadie Muere Tantas Veces¨, significó un desafío por la lucha que representó rebuscar el pasado, removiendo viejas heridas y recuerdos intensos. La mayor parte de estas páginas escritas me sirvieron de terapia y muchas fueron dolorosamente relatadas, aún hoy, cuando leo algún capítulo me brotan lágrimas y me conmueve saber que estuve allí, sobreviviendo. Desearía que hubiera sido la historia de alguien más, pero la realidad es otra, y esa realidad ingrata pertenece al pasado y como tal permanecerá ahí. Mi historia conmovió a muchas personas por lo que fue un impulso y un deseo transcribir mi experiencia, la propia y la de mi madre. La de ella porque fue una inspiración desde que yo era pequeña. Intenté con toda honestidad no cambiar los hechos acomodando los acontecimientos según lo ocurrido. Debo ser sincera cuando confieso que estuve cerca de renunciar a esta tentativa por resultar inquietante y sarcástica. Hubo meses en los que me quedé estática tal vez borrando algo o esforzándome por moldearlo. Este proyecto vivió conmigo por casi cuatro años, cuando al fin me di cuenta de que no necesitaba agregar ni quitar más palabras, lo había terminado, probablemente pude escribir muchas páginas, pero el concepto ya estaba.

    Estoy en busca de mi estabilidad económica, la emocional sólo depende de mí y mi convicción. Sigo pensando que el pasado, estará ahí donde yo lo deje o lo asuma. Mi presente trato de vivir lo mejor que puedo, por el resultado de mi condición la costumbre de despreocuparme todavía es un reto. El futuro sigue siendo una incógnita. Hoy decidí que pondría punto final a la escritura de esta historia detallada.

    AGRADECIMIENTOS

    Este libro esta dedicado a la memoria de la persona más extraordinaria que tuve el privilegio de conocer y que fue la impulsadora y ejemplo de fortaleza, dedicación y emprendimiento, por sus excepcionales valores, donde sea que te encuentres MADRE AMADA, jamás te olvidaré y mirando el cielo contemplare la estrella más brillante y elevaré una oración especial en tu memoria.

    A mis increíbles hermanos, por su apoyo, constancia, confianza y ánimos que depositaron en mi para continuar, gracias desde lo más profundo de mi ser, gracias por pertenecer a mi vida.

    Gracias a mis dos hijos motor de mi existencia, Andrés que tuvo que soportarme escuchando la lectura de algún capítulo esperando su opinión y a José por su amor incondicional.

    A la familia de Germán, gracias por abrirme las puertas de sus hogares y adoptarme con cariño. Y exclusivamente a Germán por estar presente en mi vida desde hace ocho años, por su paciencia, dedicación, sugerencias y por tolerar las ojeadas de este proyecto.

    Me oyeron y me apoyaron los conseguí y estoy orgullosa de conservarlos. Esas pocas personas casi escasas que estuvieron y están presentes en mi vida que son recordadas con mucho cariño, a Jenny y Charito (Y a toda su familia), mis queridas amigas de infancia, aún estando lejos las extraño. Ximena, Carlita (Jovanna prima querida), el tiempo en este momento no se termina, fueron más que simples observadoras, se envolvieron e involucraron conmigo cuanto pudieron, las valoro porque supieron ayudarme y consolarme, están en mis oraciones, algún día les devolveré el favor que estoy segura no saben lo que significa para mi, que Dios las guie en su camino, las quiero mucho.

    A la familia del padre de mi hijo José, a él por procurarle el ejemplo de familia y a Patricia por su compromiso.

    Y el agradecimiento especialmente infinito a Dios, porque sin él en mi vida, no sería la persona que soy ahora.

    EL INICIO

    EL MIEDO AL DOLOR

    ES LO QUE MÁS DUELE

    Donde las principales protagonistas fueron Marianela y Adriana, madre e hija extendieron su tolerancia y conectaron sus caminos. Igualmente importantes Alberto y Enrique. Y este es su relato épico.

    Turbulenta fue la historia de la mayoría de estos intérpretes. La visión de Adriana era poder escribir un libro por el desenlace de la trayectoria de sus senderos envueltos en, motivación o conspiración o por ser una representación paradigmática de existencia, o tal vez, simplemente, deseaba moldear su perspectiva primero escribiendo en hojas raídas intentando ordenar el recuerdo y continuar la transcripción con la ayuda de la irremediable tecnología terminando está historia en su propia computadora portátil.

    No encontraba el momento preciso para comenzar, lo ensayó muchas veces, pero la historia no tenía final por los giros que daba el destino que cada vez sucedían más extraños y menos comprensibles. Esperó el momento exacto para dar el primer paso, un día cualquiera, tomó la determinación de hacer un borrador sin importar su situación actual, una tarde en la soledad de su habitación y con la fría compañía de la televisión, sintió la necesidad de dar inicio a lo que había pospuesto por mucho tiempo.

    Buscó entre su pequeño librero un cuaderno usado de su hijo mayor para empezar a escribir. Luego de escoger cuales serían las hojas que podrían resistir tantos períodos de recuerdo, encontró el correcto donde plasmaría sus ideas y memorias, y en lo posible trataría de rememorar sus emociones. Decidió comenzar por el final de lo que en ese entonces ocurría.

    — Tengo una inflamación en mi mama derecha y me duele. Dijo Marianela.

    — Tal vez tengas que consultar al médico. Adriana un poco indiferente

    — Siento molestia y un poco de fastidio. Le indicó a su hija

    — Lo que puedo hacer hasta el día de tu consulta es comprar algún analgésico. Tratando de dar una solución rápida a la molestia de su mamá.

    — Entonces iré al médico el lunes. Resignada agregó Marianela.

    Adriana adquirió esos calmantes con la certeza de que tendrían un buen efecto, esperando que el fin de semana sea el habitual y confiando que esos analgésicos cumplan su función, aunque no se podía negar que existía un aire a preocupación, ignorantes por el verdadero motivo de esa emoción que las asaltaba. Adriana se encontraba en su trabajo ese lunes de mañana cuando recibió la llamada de Marianela:

    — Hija, me mandaron hacer una lista de exámenes y además una mamografía.

    — ¿Te explicaron para que necesitan todo eso? Preguntó en tono nervioso.

    — No, no me dijeron nada, solamente la instrucción para hacerlas lo antes posible.

    Adriana salió de su trabajo inquieta, esperando que solamente sea un estudio de rutina, pero al mismo tiempo con una consternación que no podía explicar. Se sentía nerviosa, consternada, con hondos suspiros sin saber exactamente el porqué de esa reacción, simultáneamente trataba de reanimarse pensando que esos análisis serían una simple obligación y una práctica a la que no debería darle mayor importancia.

    Cuando al fin encontró a Marianela en el centro médico, ésta ya había sido examinada con una ecografía de mama e inmediatamente fue transferida a la especialidad de cirugía. Sin tiempo a preguntas ni respuestas, estaba pasando todo muy rápido, no pudieron conversar entre ellas. Florecían esas miradas esporádicas con claves escondidas que se daban de vez en cuando. Ambas ingresaron al consultorio:

    — Bueno señora, necesito exámenes complementarios. Apuntó la galena.

    — ¿Se trata de algo para preocuparse? Preguntó Marianela.

    — No puedo dar mayor diagnóstico hasta no tener la mamografía y los resultados requeridos. Dijo la profesional indiferente.

    — ¿Es algo grave? Insistió Marianela.

    — Lo cierto es que estamos hablando de una potencial operación, tenemos que descartar un posible cáncer de mama. Informó en tono indolente.

    — ¿Cuándo la vuelvo a visitar? Preguntó con serenidad Marianela.

    — Cuando tenga los análisis restantes la espero. Le dijo mirándola sin verla.

    Adriana se retiró por un momento del consultorio, y el llanto la asaltó, tal vez dentro de ella tenía la seguridad de tratarse de una enfermedad por sobre todo insidiosa y traidora. Sin tener con que limpiar sus lágrimas se dirigió a una tienda cercana para la compra de pañuelos desechables y controlarse un poco:

    En la tienda:

    — ¡No lo puedo creer! Dijo la señora,—Tenía un problema en mis manos hace 6 meses, ni la fisioterapia ni el tratamiento suavizaban el dolor, la parálisis en mis dedos desapareció. Llorando impresionada.

    Afirmación que no era trascendente en un momento tocando la tragedia de una operación confirmada y una noticia inexistente de resultado.

    — No se lo que le sucede señorita. Mientras Adriana no dejaba de llorar demandando un milagro similar con un sentimiento fatalista imaginario.

    — Tiene que tener mucha fe. La contemplaba fraternalmente como alternando su experiencia y deseando transferirla a esa afectada y desalentada hija. Para terminar su frase ofreciéndole de regalo unos pañuelos de papel con la movilidad extraordinaria de la autonomía inesperada.

    — Que Dios la bendiga.

    Adriana al retirarse de ese comercio quiso aferrarse a la experiencia ajena de esa desconocida como si fuera un mensaje divino, ¿Dios le estaba hablando? ¿Debería escuchar? El planteo de ese extraño encuentro en la tienda le podía haber ocurrido a cualquier cliente, momentos antes o después de la presencia de Adriana, pero pasó cuando estaba ahí, debió ser un mensaje celestial, esa casualidad tuvo una señal reveladora e impactante con el argumento del milagro, ¿Sería sanidad?

    Todavía con los ojos nublados por las lágrimas, Adriana debería mostrar un retrato diferente, respiró profundamente para convencerse de que Dios estaba allí, con ellas. Enderezó su postura suplicante y buscó a su madre mientras Marianela recogía las instrucciones y el horario programando para los análisis faltantes.

    Adriana de retorno a su trabajo en la tarde no pudo disimular su estado, les comentó a sus compañeras el episodio con esa señora misteriosa, la escucharon y coincidieron con ella la trama de la vendedora, la reanimaron, no debía preocuparse antes de tiempo, le insistían.

    Al terminar esa semana y cumpliendo con los requisitos de los médicos, se hizo todos los exámenes solicitados. Cuando ya tenían todo fueron nuevamente a consulta. En ningún momento hablaron de que podría tratarse de algo grave, o tal vez estaba entredicho que las circunstancias no eran optimistas, lamentablemente la idea de tratarse de una enfermedad peligrosa rondaba su comprensión, ninguna lo quiso admitir, pero la preocupación no las dejaba tranquilas. Adriana solidaria y Marianela aturdida.

    — Tenemos los resultados. Informó la doctora, ya su actitud era diferente.

    — ¿Qué tengo? Marianela estaba preocupada.

    — Parece que es un tumor. Agregó de forma ambigua y con voz suave.

    — ¿Cuál es el procedimiento? Marianela trataba de mostrar fortaleza adelantándose a la explicación.

    — Hay que operarla lo antes posible. Respondió la galena sin verla.

    — ¿Es peligroso? Insistió Marianela.

    — No sabremos hasta no tener el resultado de la biopsia que se realice.

    — ¿Y eso cuándo será? Tratando siempre de ser fuerte, Marianela mantenía la apariencia.

    — Una vez que ingrese a cirugía extirparemos el tumor y será enviado al laboratorio, este procedimiento tarda máximo 10 minutos. Respondió.

    — ¿Y luego que me pasara? Marianela estaba poniendo atención a cada palabra mencionada por la profesional.

    — Seré directa señora, sí el tumor es benigno lo extirparemos y suturaremos la herida y estará máximo dos días hospitalizada, en caso contrario tendremos que realizar una cirugía mayor, esto significa que sacaremos el seno derecho y los ganglios de la axila, a este procedimiento se lo denomina mastectomía total. Trató de ser específica.

    Inmediatamente después Adriana se comunicó con sus hermanos que al igual que ella no podían esconder su impotencia. En ese momento el lazo familiar se hacia penetrante sin tener la menor idea de que sería el punto de una nueva partida para que esa pequeña familia se una de forma particular donde todos se conocerían nuevamente y como núcleo directo estaría Marianela que necesitaba más que nunca del amor que sentían por ella.

    Ambas experimentaron momentos íntimos. Adriana lloraba sin poder disimular su dolor, sufrimiento que era adherido, preguntándose una y otra vez si Dios sería capaz de darle esa nueva realidad a sus días, a ese futuro aleatorio, si realmente formaba parte de su plan, y si las cosas por sobre todo saldrían bien. No hallaba las palabras para darle garantías a su mamá, trataba ella misma de ser fuerte, optimista y tener fe, el impulso que en ese momento le faltaba. La angustia de esperar el día de la cirugía era tormentosa. La incertidumbre del día señalado provocaba quitarles el sueño, luchando una y otra vez con pensamientos adversos que a ninguna le convenía tener. Adriana lidiaba con ideas egoístas en todo momento, en realidad no pensaba en su madre, repasaba en ella misma, en la falta que le haría, en cuanto sufriría por su ausencia si las cosas no salían bien, eran pensamientos normales. Parece que el miedo fue la enfermedad y en realidad era su propio desasosiego, no soportaba la imagen de no tenerla. Sin su ayuda y toda su representación maternal. Estaba sufriendo imaginariamente anticipándose a hechos que tal vez jamás pasarían. Sobrellevó esas representaciones pictóricas en silencio sin compartirlas sabiendo que la consolación sería la copia de lo que ella misma se daba. Esos pensamientos la trastornaban sin poder contenerlos, incluso llegó a llorar su ausencia teniéndola todavía completa.

    Marianela fue intervenida quirúrgicamente por confirmarse tumores todavía benignos que debían ser extraídos. Esa noche estuvo perturbada, Marianela no pudo dormir tranquila, se levantó varias veces en la madrugada y Adriana en su habitación se obligó a no hacerle compañía porque en ese momento no sabría que decirle para confortarla o fortalecerla, ella misma estaba nerviosa. Al fin amaneció, el sol salió resplandeciente ese día, no habían nubes, ni vientos, el clima cálido y agradable resguardaba el anhelo, Adriana vio a través de las cortinas de su dormitorio un cielo azul, se detuvo a contemplar el color indescriptible y magnífico de esa capa que no dejaba ver más allá, preguntándose si alguien a través de ese color celestial las estaría viendo y si estaría con ellas en el transcurso de esa jornada. La noche anterior prepararon la ropa y utensilios que serían necesarios, todo estaba listo menos la certeza. En algún momento esa mañana en la cocina se tomaron de las manos y las apretaron enérgicamente, no dijeron nada, el silencio y las lágrimas contendías estaban sobrando, se dieron un largo abrazo sin decir nada, se miraron y ya por fin con los ojos inundados de lágrimas no pudieron disimular la tensión que las inmutaba, se sentaron y comprendieron que sólo quedaba hacer frente poco a poco a media que las cosas vayan aconteciendo, rompieron el silencio y casi al mismo tiempo repitieron Todo Saldrá Bien. Llegaron muy temprano ese mañana al hospital, madre e hija se despidieron quedando en volver a verse después de la operación.

    — Que Dios te bendiga mamá. Dándole un beso en la frente.

    — No te preocupes hija, todo saldrá bien. Marianela la miró con ternura.

    — Estaré aquí cuando salgas del quirófano. Resistiéndose a llorar.

    — Estoy segura que rezaras por mí mientras salgo de esto.

    — Estoy contigo siempre y estarás conmigo en mis pensamientos cada segundo mamita.

    — Estoy tranquila hija, tú también debes estarlo. Mientras se la llevaban por el corredor helado de ese frio hospital, su madre se alejada.

    Vigiló como se la llevaban, recostada en una camilla, con el soporte que sujetaba el suero y esos canalillos delgados y transparentes que tenía incrustado en su brazo izquierdo. Adriana se encontraba en la sala de espera, pero no estaba sola, la seguían Rodrigo la pareja que en ese momento le dio su apoyo y compañía y Andrés su primogénito también a su lado. Las llamadas a su móvil no dejaban de repiquetear frecuentemente por sus hermanos preocupados y con la incapacidad de no poder estar ahí presentes. Adriana se apoyaba en Rodrigo y éste le emanaba confianza; pasaron 4 largas horas, sentados en esa sala de espera diseñada especialmente para amigos y parientes con la agonía y la esperanza congeladas hasta no tener noticias de los especialistas. Adriana definitivamente estaba bebiendo sus lágrimas y en cada trago la confusión y la confianza estaban entrelazadas.

    Se abrieron las puertas del quirófano y salió una enfermera solicitando que las muestras fueran llevadas el laboratorio de citopatología para ser analizadas, y con el resultado confirmar o descartar el cáncer. Tomaron los trozos de esos nódulos y a toda prisa salieron del hospital. Adriana estaba nerviosa intentando imponerse fe en silencio se repetía que esas pequeñas partes del cuerpo de su madre estaban sanas, que solamente era una rutina médica. El personal del laboratorio estaba en espera de la porción, habían sido notificados con antelación sobre ese estudio. Para cuando Adriana, Rodrigo y Andrés estaban de regreso al hospital, la puerta se volvió ha abrir y apareció la misma enfermera, dirigiéndose a Adriana.—El resultado ya fue dictado por el laboratorio y, no son buenas noticias. Le expuso mirándola fijamente con aire apenado.—Hay que realizar la mastectomía total de la mama derecha… ERA CANCER.

    ¿Marianela sobreviviría a esa enfermedad?, nadie tenía certidumbre. Esa sala de piso impávido entumecía la esperanza de que esa condición fuera transitoria. Las sillas ubicadas en fila como si fuera un sitio de distracción de no ser por la angustia sentida en ese momento, parecía todo, menos un hospital, las paredes de color claro daban un aspecto de estar en cualquier lugar excepto ahí. Las televisiones encendidas programadas para transmitir publicidad de los servicios que ofrecen con descuentos y tecnología de punta en diferentes especialidades y los caracteres seguidos con números telefónicos y nombres de sus especialistas. Algunos niños riendo y jugando despreocupados omitiendo los anuncios pegados en las paredes con la retrato de una enfermera solicitando silencio y la imagen tapándose los labios. Las personas iban y venían algunas con toque de preocupación y otras simplemente neutras al dolor. Adriana tenía un nudo grueso en la garganta tratando de exponerse templada, pero le costaba estar tranquila, estaba pendiente de la puerta, esa puerta que separaba a la salud de la enfermedad, a tener un cuerpo completo y otro segado. 8 horas después de la operación que se convirtieron en lenta agonía sin tener noticias de su madre agonizando la expectativa e inesperadamente la puerta se dividió y por fin pudieron ver a Marianela que seguía con los efectos de la anestesia, nuevamente se encontró con la enfermera.—Debe llevar esta muestra al laboratorio. Haciéndole la entrega de esa porción de Marianela. Adriana sujetó fuertemente la bolsa plástica casi transparente que contenía esa parte del cuerpo de su madre, sin tino de gentileza por poco arrebata de las manos de la asistente ese trozo para con agitación supervisar que su madre sea instalada en su habitación. Los tres se retiraron llevándose lo extirpado, regular en esos casos. Lo único que importaba era que marianela esté bien reaccionó favorablemente a la cirugía. Estuvo internada 5 días en los que fieles con su presencia Adriana y Andrés estuvieron a su lado. Ya Andrés se encontraba de vacaciones finales en el colegio y la disposición de tiempo fue holgada. Adriana dividía espacios con su trabajo, tratando de no fallar con sus obligaciones, su empleo le exigía atención, pero era lo menos significativo. Fueron horas que estuvieron acompañando a esa persona tan importante en sus vidas. Marianela sentía formal aversión a las clínicas y hospitales. Su habitación privada y amplia contaba con baño exclusivo, la cama ajustada con tecnología de avanzada y el color de las paredes intrínseco de un tono beige agradable y apaciguador, los pisos total e impecablemente limpios. El ambiente en ese dormitorio fue sugestivo y la atención médica muy profesional pero, nada la complacía, era obvio, estaba en un hospital, desde la comida hasta el mismo tálamo no se parecía en nada a su hogar. Con el suero en el brazo izquierdo era colaborada para realizar sus pequeñas caminatas metódicas siguiendo las instrucciones de su médico. No hallaba la hora de salir de ese ambiente que tanto desagrado le causaba. Adriana llegaba temprano en las mañanas para acompañar a su madre que necesitaba colaboración para estar cómoda, al principio Marianela precisaba asistencia para alimentarse y con el paso de esos pocos días fue consiguiendo su independencia. Con mucha paciencia cada segundo significaba la cicatrización de su herida, no recibió visitas, solamente su hija y su nieto estaban ahí prácticamente solos, inventando coraje, dándose fuerzas para continuar. Con la ayuda de sus novelas cotidianas en la televisión Marianela lograba distraerse del ambiente que la cercaba, para ella significaba una impertinencia la presencia de las enfermeras que entraban cuando en algunos de sus capítulos novelescos la protagonista estaba siendo humillada o algún personaje importante estaba apunto de confesar su amor a la pobre desvalida y sufrida intérprete, vivía las escenas con gran pasión.—Es mi única distracción.—Apelaba. Se pasaba los días bromeando con las enfermeras, les robaba sonrisas con su forma gentil de tratarlas, estaba de buen humor la mayor parte del tiempo, no faltaban las preguntas constantes de cuando le darían el alta para irse a su casa, aún conociendo la respuesta. Inquieta, estaba todo el día con su mirada curiosa dando vueltas las paredes que la confinaban, memorizando los nombres de las de blanco, dominando los nombres incluido el personal que acudía sin falta a la limpieza de su habitación. Estaba increíblemente animada por el futuro, y su recuperación emocional fue prevista.

    El hospital quedaba a gran distancia del centro de la cuidad y más aún de la casa donde vivían. Llegó el día codiciado, el de su alta, Marianela no lo demostraba, pero seguro sentía mucha duda en su interior, no tenía precio, se trataba de su salud, lo que afligía a todos los que la conocían.

    Luego de un diagnóstico como ése correspondería continuar con sesiones de quimioterapia,—Tratamiento preventivo. Les explicaron. Las condiciones eran completamente desconocidas, no tenían referentes, nadie tuvo esa enfermedad en su familia, al menos que ellas supieran. Era una total incógnita lo que seguiría, sólo las recomendaciones que los médicos podían dar, el tratamiento posterior sería claramente veneno para su organismo, esperando que las células dañadas mueran e indiscutiblemente las sanas también. Tres meses después de la operación fue sometida a ése tratamiento mientras tanto las conversaciones giraban en torno a la esperanza de que su cuerpo reaccione benévolamente, existía angustia en la espera. Imperaba la posibilidad de una nueva intervención quirúrgica, pero algo paralelo sucedió. Estaban en la espera de la administración de esos químicos cuando se le presentó una pequeña ulcera a unos cinco centímetros cerca de la clavícula derecha, herida que no se estaba restableciendo, un injerto sería la solución para su caso.

    — Tomaremos una parte de piel de la pierna y cubriremos la lesión, esperando que se adhieran. Les explicó la cirujana a cargo.

    — ¿Una nueva cirugía? No estoy de acuerdo. Reclamaba Marianela.

    — Sí no fuera absolutamente necesario yo te apoyaría, pero entiéndelo, debes aceptar lo que dicen los médicos. Adriana trataba de convencerla para tranquilizarla.

    — No soporto el hospital, no quiero volver, no quiero estar lejos de ustedes. Con lágrimas en los ojos le hablaba a su hija como si se tratara de la especialista.

    — No te preocupes, no estarás el mismo tiempo que antes, tranquila mamá, estoy contigo.

    — Lo sé hijita, no quiero hacerte sufrir.

    — No depende de ti, es algo que vamos enfrentar juntas, no pienso dejarte, estoy a tú lado siempre.

    — ¿Qué sería de mi vida sin ti? Le preguntó viéndola con cariño.

    — ¿Seguramente tú harías lo mismo por mi, verdad? Insinuante—Somos una familia, estamos en esto y nada nos alejará, mamá tienes que tener fe. Le rogaba.

    — Tengo fe hija, tengo fe, pero no sabemos cual es nuestro destino, tal vez la fe sólo ayuda a mitigar el dolor, pero lo irremediable es el final, no sabemos si esta enfermedad es mi fin, no sabemos si esta enfermedad será un triunfo en mi vida, no sabemos, no sabemos. Y lloró sujetando la mano de Adriana.

    — Mientras tengas ánimo mamá, nada nos someterá, Dios está con nosotros, tú lo sabes, lo viviste, tú me enseñaste a confiar, no lo olvides.

    — Esto también será un recuerdo, ya terminará. Respiró profundo.

    Extraordinariamente su herida se fue regenerando gradualmente. Pasó alrededor de un mes para que la cicatrización esté completa. El optimismo se posesionaba de ellas. Sostenían largas charlas sobre el poder de la fe, la convicción de tener un cuerpo sano, con esa esperanza no había razón para no creer que lo demás sería un simple procedimiento. Ese trance quirúrgico nunca se llevó acabo, ya con la piel restablecida, todo estaba listo para comenzar con ese tratamiento que sin tener mucho conocimiento sabían que era desastroso. Las nauseas, la caída del bello corporal, la falta de apetito y el malestar general, las fuerzas se van, abandonan hasta la misma voluntad, con razón estaban asustadas. Adriana fantaseaba viendo a su madre delgada, sin dejar de vomitar, aislada del mundo. Transcurrió todo ese tiempo y Marianela con el valor que la describía seguía con su vida normal, cocinando, lavando ropa, haciendo compras, aseando la casa, cociendo sin el menor signo de haber sido operada. La sugerencia de la cirujana en esos casos donde el cuerpo es sometido a cercenación son las terapias psicológicas, una alternativa para lidiar con esa nueva realidad.—Hay personas que sufren de depresiones profundas. Las advirtió. Similarmente a la cirugía de Marianela otra mujer fue expuesta al mismo procedimiento, la diferencia es que esa paciente tenía 35 años, esa mujer intentó quitarse la vida varias veces, no soportó su proyección. Temiendo que Marianela atraviese por lo mismo, las terapias deberían considerarse seriamente, pero ella no estaba dispuesta a someterse a ningún tipo de tratamiento voluntario. Su estado de ánimo le ayudó a continuar con su vida, no estaba lista ha decaer, siempre fue una persona emprendedora no tendría causa desmayar en esas circunstancias, únicamente cuando se conversaba con ella se veía cierta tristeza por haber dejado de tener un cuerpo completo, estaba mutilada, con una actitud contradictoria mostraba su cicatriz a todos los que estuvieran dispuestos a verla. Adriana fue su testigo cotidiano, no había opción, necesitaba hacerle el seguimiento a la cicatrización y la progresiva sanación. La enseñanza que dejó esa experiencia fue de tal proporción que hacía pensar que si ella no necesitaba de ese tipo de ayuda en su condición, nadie tendría que dejarse oprimir, no era la única ni la última mujer que atravesaría por un estado como ese, y simplemente había que continuar con el siguiente paso.

    El resultado del estudio de la mama fue una sentencia inapelable, tenía METASTASIS.

    Las sesiones debían realizarse en el consultorio del que en ese momento era el oncólogo que estaba contratado por su seguro médico. Hubo varios cambios de profesionales que atendieron a Marianela. Su primera sesión fue en una casa común pero, al entrar cambiaba de fachada, los consultorios uno al lado del otro, con el nombre en placas doradas de los especialistas indicando cual debería ser el adecuado y los cuadros todos relacionados con medicina, pinturas que mostraban operaciones y ángeles rodeando las camillas, doctores con la ropa y el material médico realizando su trabajo. En general la repartición de los ambientes y con un poco de imaginación se podía fácilmente describir donde iba el living, el comedor y todas las dependencias, definitivamente ésa era una casa que fue adaptada para consultas y tratamientos, de no ser por el escritorio que le daba la semejanza de oficina común y el toque de las enfermeras vestidas de blanco que le cedían un aspecto categóricamente más formal. El

    Enjoying the preview?
    Page 1 of 1