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Verdades De Una Madre
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Verdades De Una Madre

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About this ebook

Esta es una historia real ocurrida en otro siglo protagonizada por personas que en verdad vivieron y pasaron toda una serie de situaciones no buscadas.
Es as la vida cuando nos pone en nuestro camino tareas que solamente nosotros debemos cumplir en este mundo.
Aqu se ver reflejada la suerte y vida de la persona que dur ms de cien aos, la cual vio nacer diferentes generaciones de su propia familia y por ella en sus aos.
Conscientes de mente la que nunca perdi, se lleg a saber la realidad, pues en su etapa final lleg a perder su vista y tambin se vio atacada por otros males, producto de su edad; pero nos dej su triste testimonio de su vida empezada tempranamente.
Ella supo siempre sobreponerse a todo con su sonrisa dulce y franca y confiando siempre en Dios, hasta el final de sus das.
LanguageEspañol
PublisherPalibrio
Release dateApr 26, 2012
ISBN9781463319472
Verdades De Una Madre
Author

Irela Isabel León

Mi nombre es Irela I. León. Soy nacida en Cuba; pero llevo varios años en E.U.A. Y también soy ciudadana americana. Vine de mi país unos años después de de haberme quedado viuda, con 4 hijos pequeños. Esta historia ha sido basada en algo real, no todo es imaginación. En Cuba, siempre mis trabajos fueron en ofi cinas y más joven estuve estudiando magisterio, el cual no terminé, faltándome poco tiempo. Me encanta escribir y eso me complace grandemente. Espero mis historias les agraden a todos. Gracias. Irela. ABRIL 27 DEL 2011. L.A. CA.

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    Verdades De Una Madre - Irela Isabel León

    Copyright © 2012 por Irela Isabel León.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2012901556

    ISBN:                         Tapa Dura                       978-1-4633-1949-6

                                       Tapa Blanda                    978-1-4633-1948-9

                                       Libro Electrónico            978-1-4633-1947-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    378706

    A la bajada de un cerro, en un sitio cubano, hay un río que se le llama río Claro. El mismo que da sus aguas al poblado cercano. El lugar en que se nace siempre es querido y recordado, aunque solamente sea una estampa humilde de pobreza, al fin y al cabo, es el sitio en donde vemos la primera luz y esto cuenta inmensamente para el resto de nuestras vidas.

    Recordar es un modo de no dejar morir estas grabaciones quedadas en nuestras mentes y subconscientes y también una manera de volver a vivir cada instante pasado.

    Cuando las contamos, ellas hacen las historias, les dan la vida que tal vez otros no conocieron o porque la vieron de cerca y las cosas de lejos es cierto que se ven mejor que si las miramos de adentro, ya que en la cercanía estas pierden la perspectiva y lo que es de mayor importancia a veces hasta lo llegamos a ignorar.

    Es este el motivo por el cual me dispongo desempolvar de la gran maleta del tiempo y los recuerdos estos que me tocó conocer, bien sea por referencias de alguien o por tener que formar parte de esa gran población y al decir esto me refiero al conjunto de personas que habitaron ese pedazo de tierra cubana.

    Al amanecer cada día, se sentían los cantíos de los gallos y las vacas haciendo su peculiar ruido, como de algún modo para llamar la atención de aquellos quienes la atendían y las manipulaban a diario, en el ordeño o en alimentarlas, etc.

    El modo de vida de la campiña cubana era como una historia sacada de un cuento de hadas. El rocío de la mañana que mojaba las hojas de las hierbas, el camino húmedo y el suelo de color rojizo por la tierra ligada con barro.

    Los rayos del sol que se filtraban entre las pencas de las matas de coco o de palma real. Quien por un instante haya vivido en un sitio semejante seguramente los llevará prendado en sus recuerdos para toda una vida; porque no hay nada más confortable que respirar el aire mañanero de nuestra campiña sea cual sea el país.

    Tampoco hay nada que relaje más o alivie las preocupaciones del día que sentarse a orillas de un riachuelo a escuchar el sonido del agua que se desliza entre las piedras y de vez en cuando algún cantío de un pajarillo volando por encima del agua fresca.

    Eso y más se puede disfrutar en nuestros campos, de su verdor de el aroma de las flores silvestres y de las de los naranjos cuando comienzan a florecer.

    Así es la vida de nuestros queridos lugares y es así como vivían estas personas.

    La familia Barqueros era un matrimonio joven, ya habían empezado a construir su descendencia e incluso tenían nacidos cinco de sus hijos, de ambos sexos.

    En Cuba, isla del Caribe y situada en el mar que lleva ese mismo nombre. La misma parte pequeña del mundo a la que muchos historiadores han llamado la llave de Las Américas por su situación geográfica.

    De ahí partía esta familia en un barco a toda prisa en el que no viajaban solos, también los acompañaban otras amistades; pero que cada quien iría a reunirse con sus familias allá y a luchar confiados con ayuda de Dios. y por supuesto con muchos deseos de trabajar en lo que se les presentara dispuestos a salir adelante.

    Se dirigían a otra isla también de las más cercanas. Todos viajaban a Santo Domingo, de allí eran originarios por lo menos el señor Laureano que era la cabeza de familia Barqueros. De allá eran todos sus antepasados y el no era la excepción.

    Los personajes que relataremos su vida en esta parte de la historia hasta el momento eran Domitila y Laureano Barqueros, pues a pesar de que en estas zonas no se acostumbra mucho que al casarse la mujer tomara el apellido de su esposo, esta sí era una familia muy conservadora y al dirigirse a ellos siempre todos decían: los Barqueros, incluyendo a grandes y chicos y por supuesto la familia entera, sin dejar fuera ni los más ancianos de la colección, porque todos eran Barqueros.

    Domitila era una mujer bastante joven, de piel blanca y ojos claros o grises y su cabello negro, largo, sus facciones finas. Así también haba sido su padre de la raza blanca, aunque su madre era mestiza, es decir de mulatos con blancos que en este caso era la señora; pero ella salió a la parte más blanca es decir que hasta ahora todos se paseaban entre los más claros pues aunque no lo pareciera; pero en estos tiempos esto se tomaba mucho en cuenta, es decir había discriminación racial porque siempre pensaban en cómo iban a salir los hijos de algunas uniones a su modo disparejas, en donde el hombre era de un color y la mujer de otro.

    En aquellos tiempos habían muchas personas, que simplemente querían nietos blancos con ojos azules o verdes, aunque el cabello fuese negro, eso no importaba tanto; pero para ellos claro si era rubio era mucho mejor, pues lo veían como pura raza blanca.

    Laureano en cambio era un hombre de los que se les llama en Cuba mulatos, de facciones no finas y de cabello duro, su color era cobrizo oscuro porque tampoco era negro, aunque muchos lo llamaban así de cariño, más bien su pinta era como son la de algunos dominicanos y como ya sabemos que de esos rumbos había venido, ya que precisamente ese fue el país que escogió también para su escapada y teniendo en cuenta que casi nunca uno se va a aventurar a lo desconocido con cinco hijos pequeños, no era difícil adivinar que esos eran sus orígenes.

    Cuando el hombre conoció años atrás a Domitila se quedó prendado de su belleza y a pesar de que al principio los padres de la muchacha se negaban, por lo mismo de los colores. Ellos se escaparon y se fueron precisamente al país al cual viajaban ahora; con la diferencia de que ya habían pasado algunos años y que con las familias las cosas se arreglaron porque una vez que empezaron a tener hijos, los padres de la muchacha no les quedó otro remedio que comprender que ambos se amaban y que lo mejor era hacerse amigos todos, porque ya eran una gran familia e incluir al yerno en ella.

    Esta vez la nueva familia estaba escapando de una guerra que había en Cuba y lo que menos deseaban era verse involucrado en ella con tantos niños pequeños.

    Esta familia habían dejado allá en Santo Domingo muchos conocidos lo que indicaba, que por lo menos el hombre en algún tiempo estuvo allí, nuevamente antes de casarse y también luego pues ya sabemos que allí había nacido él, después de todo en aquel entonces al igual que ahora las personas buscando paz y cambio de situación económica emigraban también, lo cual nos da un indicio de que según una vez sus padres lo trajeron a Cuba, ahora este llevaba a sus familias de regreso pero solamente mientras la guerra pasara, porque sus costumbres eran ya las de vivir en Cuba, de donde era originaria su esposa, y en donde la verdad no les iba mal, porque tenían su finca no muy grande; pero lo suficiente para vivir ellos bien y sus crianzas de animales, a los que ahora dejaban en manos de unas amistades hasta su regreso.

    Fue así que al llegar la familia huyendo de la guerra que ya era un hecho en la isla que dejaban atrás. Fueron a parar a una ciudad cercana al mar y situada al norte de Santo Domingo. La que lleva el nombre de Puerto Plata.

    Domitila, ya cargaba con ella en su vientre a pesar de tener cinco hijos entre varones y hembras que habían nacido en la isla que ahora dejaban una vez más, un fruto de pocos meses, es decir que estaba embarazada la joven mujer.

    Tal vez tenían tantos hijos como dicen algunos por la pobreza y la falta de distracciones y el desconocimiento de otras cosas que hoy en día, hasta los jovencitos conocen; como son los preservativos.

    Al bajar de la embarcación, la cual tomó varias horas en arribar a puerto firme, el hombre que era el jefe de la familia, se dedicó a buscar sus conocidos y familiares.

    En estos pueblos en donde las gentes nacen y se establecen casi siempre para toda la vida, sin cambiar de sitio. Así Laureano no pasó trabajo para encontrar a los suyos.

    Estas gentes se mantenían de lo que pescaban en el mar y que también además de alimentarse vendían, pues eran pobres y es ese el motivo principal por el cual nunca pensaron en abandonar esa parte de la república en donde habían nacido, porque en su gran mayoría eran pescadores los conocidos y familiares de Laureano.

    En la costa Norte, ahí está situado el pueblito que ahora es igual, aunque con más adelantos; pero su situación geográfica esa siempre seguirá siendo la misma porque es imposible cambiarla, ya que las cosas de la naturaleza esas son para siempre.

    La ciudad se ha desarrollado mucho más que en esos tiempos, ya que estamos hablando de muchos años pasados y como sabemos es un tiempo considerable ya que en aquel entonces solamente sería una barriada más y ahora es un puerto de mar mayor y sus intercambios con otros puertos de otros países son mayores también.

    Laureano, encontró las gentes conocidas a pesar de haberse aparecido sin previo aviso, porque recordemos que en aquellos años las comunicaciones eran por barcos, caballos y todo era muy difícil, pues no existían como ahora tantos adelantos y menos accesible a los pobres. El medio más rápido solamente estaba al alcance de los gobiernos y en último caso para los ricos que siempre han comprado todo lo que es vendible y por tanto siempre han llevado mejor vida que los pobres diablos, como bien podríamos decir al resto.

    A esta parte de la población que es menos agraciada a ellos todo les falta porque siempre han sido pobretones, porque no

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