De Patria, Amor Y Libertad: Colección De Artículos Periodísticos
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Andrés Rivero
Andrés Rivero, un escritor americano, nacido en Cuba, ha pasado gran parte de su vida viajando y “descubriendo” los Estados Unidos. El es un fecundo autor de 15 libros en diferentes temas: novelas, ensayos políticos, colección de sus artículos periodísticos, de sus cuentos costumbristas y de aventuras viajeras. Rivero escribe en español e inglés y ha ganado numerosos premios y distinciones por su obra literaria. Andrés vive en Miami, Florida, con su familia. Andrés Rivero, an American writer born in Cuba, has spent a large part of his life travelling throughout the United States. He has written fifteen books on diverse subjects: political essays, collections of newspaper articles, novels, short stories and travel literature. Rivero writes in English and Spanish and has earned several literary awards for his work. He lives in Miami.
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De Patria, Amor Y Libertad - Andrés Rivero
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Bloomington, IN 47403
www.authorhouse.com
Phone: 1-800-839-8640
© 2012 by Andrés Rivero. All rights reserved.
No part of this book may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted by any means without the written permission of the author.
Published by AuthorHouse 12/10/2012
ISBN: 978-1-4772-9331-7 (sc)
ISBN: 978-1-4772-9335-5 (e)
Library of Congress Control Number: 2012922174
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INDICE DE ARTICULOS
DEDICATORIA
Prólogo
El Payaso Ríe, se Divierte, Hace Chistes
Llueve
Chicho Guanabacoa
Ha Llegado el Año Nuevo
Por Estos Caminos de Dios
El Regreso
La Cuba de Ayer
Carlos Guas Decall
Mi Amigo Ñico
Los Nuevos Bríos
Dos Palabras
Símil Trágico de un Mayo Triste
Teresa
El Dolor de Ser Cubano
Campaña Presidencial
De Músicos y Poetas
Pilar
Mario Cobas Reyes
El Salto
Así Era Mi Madre
Carol
Un Nieto
El Buen Malo
Patria
Barreras del Recuerdo
El Centavo de Oro
Mi Amigo Juan Amador
Universalidad del Amor
La Espeluznante Transformación de Chucho Plasencia
Confesiones de un Batistiano
Teresa María y su Montaña de Plata
Casino
Una Historia Sencilla
La Casa de Dios
Las Lluvias de Abril, las Flores de Mayo
Un Mundo Mejor
Lazos de Amor
México y la Música Cubana
Contrastes de Libertad
Universalidad de la Música Cubana
La Jungla de los Monos
Gloria Estefan
Morir Libre
Un Republicano Esclarecido
La Magia de la Cortesía
Un Hombre Bueno, Un Cubano Libre y su Ultima Nochebuena
Y Ahora… a Bajar de Peso
Un Hombre para los Siglos
El Cabo Pérez y el Profesor García
El Arcoiris
Espanto
Recuerdos de un País ya Lejano
La Otra Cara de la Maldad
La Suerte que Tiene el Cubano
Maestros Contra el Mundo
Memorias de Cretino
Libertad
Recordando un Crimen, para que no se Olviden los Demás
Los Bandoleros de la Fe
El Inquieto Pacífico
De Nuevo la Soledad
Mujeres del Siglo Veinte
Que Venga Silvio Rodríguez
Recuerdos de un Exilio Temprano
Goizueta
El Papalote
¿Desmantelar el Exilio?
De Sones y Soneros
Un Viaje Corto y Largo
Tertulia Cubana
Falsa Salud
Vuelta Al Principio
No es Fácil Vivir en Cuba
La Derrota de Gutman nos Acabará de Reivindicar
De Espías y Disidentes
En Busca de la Cordura en Miami
Adiós a una Gran Dama Cubana
El Honor del Voto
Mambo, que Rico el Mambo
De Charlatanes y Matasanos
Castro y los Fusilamientos del 59
La Risa También se Fue de Cuba
Chocolateros del Mundo… Regocijaos
Jungla de Desarraigo
Damn You!
Fiesta Cubana en Miami
El Artículo que No se Debía Escribir
Chávez y el Asesino
Anoche No Pude Dormir
De Blancos y Negros
Halloween Todo el Año
¿Es Fidel Castro un Agente de la CIA?
Cuestiones de Navidad
La Plaga del Celular
Las Turbas de Aquí, las Turbas de Allá
Martí Renace Triste
Juanica, Chan-Chan, el Papa, y Fidel
Apología del Odio Justificado
Tiñosas Sobre el Techo Cubano
Decálogo del Replanteo
El Bobo de mi Barrio
Simplificando
De Patria y Bandera (A Propósito del 4 de Julio)
Del Cálido Frío Veraniego a la Indignidad Tropical
Clinton en la Habana
¿San Fulgencio?
De Niños y Ancianos
Un Triunfo Propio
El Bolerista de América
Fábula de la Lagartija
Idioteces Académicas
Artalejo el Visionario
Cuba en su Eternidad
La Bestia Cubana
Diez Días
La Minoría Menor
Y Siguen Llegando
El Rostro de Cristo
Del Cine a la Realidad
Donde dije Digo, dije Diego
Ha Muerto la Creación, que Viva la Creación
Drama: South Beach, La Kendalia y el Tráfico
La Habana en Azul
Un Retiro a la Vida
Si Van Van, No Voy No Voy
No la Hicimos, pero la Expandimos
Un Mes Sin Miami
Un Presidente Part-time, con Problemas Full-time
Una Buena Calle
La Gloriosa Música Cubana
La Nación en Pie
Realidades
El Patriota
Cara de Trampa
Inmortalidad
Zorro en el Cubil
Presidentes Americanos
Sonrisa de Muerte
A Cincuenta Años del 10 de Marzo
La Palabra Electrónica
La que me Perdí
Los Ojos de la Humanidad
Los Perros Republicanos
Por eso Estamos como Estamos
Amigo Siempre
El Mejor País del Mundo
El Bobo de la Yuca
La Desidia de Desiderio
Llegó el Compañero Pancho F.
Los Americanizados
Fusileros del Pensamiento
Un Hombre para Otros Tiempos
Lo Mejor del Viaje
Cómicos de Tres Epocas
Lejos… y Tan Cerca
Epidemia de Artistas
Cuando Yo Regrese a Cuba
Alicia en el País de las Pacotillas
La Bicicleta Roja
DEDICATORIA
A la memoria de mis padres: Andrés Rivero Agüero e Isabel Collado Andrés, dos buenos cubanos.
SOBRE EL AUTOR
PHOTO%20%231%20DE%20PATRIA%20ID%20414956.tifAndres Rivero nació en La Habana y salió exiliado de Cuba el primero de enero de 1959.
Escritor, periodista, educador, ha ganado numerosos premios literarios y académicos. Este es su duodécimo libro, entre ellos la novela Enterrado Vivo (1960), el primer libro del exilio cubano. Rivero ha sido columnista de varios periódicos latinoamericanos, de la Revista Todo de México, de los dos diarios hispanos más importantes del sur de la Florida y fue, por algunos años, comentarista radial sobre temas cubanos. En la actualidad dirige una Revista cibernética de amplia difusión internacional: CubaExilio.Net. Para comunicarse directamente con él, escriba a: andresrivero@bellsouth.net
Prólogo
Mi libro de febrero de 2008, Toda Una Vida Contando (colección de cuentos costumbristas) pudo servirme para titular este nuevo libro como Toda Una Vida Opinando, pues en realidad eso es lo que presento a continuación: una colección de artículos periodísticos publicados durante los 54 años que llevo exiliado de Cuba.
Pero no me gusta repetirme demasiado y los temas que trato en estos artículos son tan variados que necesitan de un título más apropiado, más universal, porque la humanidad no sólo se sumerge en política y exilio, sino también ama, sueña y anhela esplendor.
Sin embargo, entiéndame: básicamente lo que ha motivado mi labor de toda la vida, ha sido la búsqueda permanente de la libertad y la denuncia constante a la brutalidad tiránica del malvado régimen de dos hermanos que han subyugado a Cuba como hacienda particular.
Hay fincas en el mundo, cuyos capataces muestran más liberalidad, más respeto ciudadano y más humanismo con aparceros, sirvientes y ganado, que Fidel y Raúl Castro han dado al cubano de la isla.
Trágico, pero real. No se pueden ignorar los miles de muertos, la cárcel inmensa, la miseria perpetua. Allá los necios, los idiotas y los perversos que todavía vislumbran en estos dos compinches demoniácos, algún destello de piedad.
Por eso patria, por eso libertad.
Amor es simplemente la noble revancha contra tanta maldad que no hemos podido derrotar con odio, en martiriologío o en fragor de combate.
Decía José Martí que trincheras de ideas eran tan valiosas como trincheras de piedra, Es cierto, pero asimismo se quejaba el cubano excepcional de que araba en el mar
.
Con mi trinchera yo también he arado en el mar. Hasta hoy. Pero tal vez un dia, un cubano del lejano futuro, navegando en aguas tranquilas, cálidas y azules de su hermosa isla tropical, en vaivén de palmeras que entonces arrullen libres, encuentre este libro, lea algunos de sus artículos y comente ufanamente:
—Nunca se perdió la fe, nunca se rindieron.
Andrés Rivero
Invierno de 2013
El Payaso Ríe, se Divierte,
Hace Chistes
Mientras cientos de militares caen asesinados vilmente por las hordas que el comanda, Fidel Castro ríe, se divierte, hace chistes. Mientras tantas madres imploran justicia, compasión, perdón y lloran de impotencia y amargura, el payaso ríe, se divierte, hace chistes.
Mientras los niños gimen por un mendrugo de pan, ya que el hambre amenaza invadir a Cuba por su absurdo régimen incapaz, demagógico y ruín, el revolucionario comunista ríe, se divierte, hace chistes. Luce contento y feliz, pretende dormir bien, pero no es así. Su negra conciencia no lo deja vivir tranquilo. Tanto crimen, atropello y vandalismo pesan demasiado para que el trágico payaso pueda disfrutar ni un sólo momento de tranquilidad.
No se por que me llaman dictador
–pregunta fingiendo ingenuidad mientras el paredón no para de matar. Si me censuras, te fusilo
dice; él sabe que ningún periodista lo puede contrariar; él sabe que lo único que hoy manda en Cuba es su voluntad. El sabe que ya es un tirano, de los peores.
Cuba sufre, se desangra, muere. Su cielo se opaca, sus palmeras se amarillentan, la suave brisa de nuestros campos ya es densa y contamina el ambiente. Pero el criminal payaso ríe, se divierte, hace chistes. Ríe de la tragedia que sufre Cuba; se divierte al acordarse como caen los valientes ante los fusiles revolucionarios; hace chistes tratando de esconder su perversidad, su alma intransigente, su malvado corazón.
(15 de mayo de 1959)
Llueve
La tarde es lluviosa.
La hierba mojada con su olor peculiar, nos trae el recuerdo de la bella campiña cubana.
Llueve sin compasión.
Todo se innunda, las calles, los puentes, los rios. Miami, donde los salideros son estrechos, todo se inunda, hasta la esperanza de los exiliados que sólo piensan en regresar.
La tristeza invade el ambiente.
Es una tarde triste, gris, estival, que nos hace meditar –aunque no quisiéramos— en un cercano y paradójicamente lejano pasado.
En aquellas tardes lluviosas de Cuba que aunque inundaran u opacaran, nos eran distintas, más llenas de vida, más completas; aquellas que pasábamos en la refrigeración de un cine, en la coquetería de un cabaret, en la algarabía de un bar, o al calor de un hogar que rebosaba felicidad.
Todo es distinto ahora.
Hasta la forma de llover resulta diferente.
Llueve.
Y no nos queda otro remedio que mirar tristemente como las gotas insensibles caen a nuestro derredor.
¿Qué otra cosa podemos hacer si no nos queda más remedio que mirar apaciblemente lo que nos ensoberbece la sangre?
¿Para qué insistir en la unidad necesaria entre todos los cubanos, si sólo vamos a recibir como respuesta el ruido monótono de la lluvia al caer?
¿Para qué apelar al patriotismo de todos los exilados de la patria amada, si seguirá intermitentemente el angustioso tintinear de las gotas que caen del cielo?
¿Para qué buscarle explicación, o elaborar alguna solución a nuestra tragedia, si la lluvia asfixiante será nuestra única respuesta?
Es inútil.
Seguirá lloviendo.
Mientras San Isidro Labrador, con su llave infinita, quiera seguir regando las plantas, dándoles vida y color.
Mientras Dios, desde su trono, nos quiera, justificadamente, seguir castigando a todos los cubanos.
No queda otro remedio que seguir mirando la lluvia. Las aceras, las calles mojadas, los niños jugando en los charcos, los choferes cautelosos tratando de esquivar la barrera inclemente del tiempo.
Desde nuestra ventana, también opacada por la lluvia, tendremos que seguir mirando tristemente como esta vida de exilio, amarga y cruel, va pasando y nos va consumiendo.
Tendremos que seguir viviendo con esa sensación de abandono e impotencia.
¡Total, siempre llueve en estos meses del año!
¡Total, y los cubanos del exilio no hacemos nada por recobrar nuestra libertad!
Seguirá lloviendo.
Siempre, todos los años, seguirá igual.
Y nosotros aquí, encanecidos, seguiremos mirando a través de la ventana como las gotas insensibles y extranjeras caen abrumadoramente sobre nuestras esperanzas.
Y recordando a Cuba, su olor fresco a lluvia, su campiña noble, sus noches alegres, sus días felices.
Aquellos que nos hemos empecinado en más nunca recobrar.
(10 de agosto de 1962)
Chicho Guanabacoa
Chicho nació en la Villa de Pepe Antonio, mas ya de mayorcito cogió sus matules y se trasladó para Santo Suárez donde puso un taller de carpintería. Pronto, los vecinos de la barriada le cambiaron el apellido paterno que es Pérez, por el de Guanabacoa que le venía más bien al criollo campechano, jovial, aspaventero, que a todas horas, en cualquier lugar, en todas sus conversaciones, defendía el pedazo de tierra donde había nacido, con orgullo, con apasionamiento, con ferocidad.
Chicho era un buen carpintero y se defendía
bastante bien, por lo menos tenía su cacharrito, se ponía buenas telas para salir, llevaba siempre sus pesos en el bolsillo y se daba el lujo de derrocharlos, los sábados en el bar alternando en discutir entre tragos con los amigos o clavarle castigadoramente la vista a alguna buena moza del lugar; y los domingos a la pelota, donde acababa de ripiar la tierrita que le quedaba. En fin, Guanabacoa, era feliz, no se quejaba, no se lamentaba, no quería que Cuba cambiara.
Pero como por desgracia, Chicho Guanabacoa no era de la clase de gente que podía ser parte actora en los destinos del país, todo cambió y llegaron los buenos
, entonces un día, por sorpresa, casi sin darse cuenta, Chicho se vio prácticamente en la calle, sin taller, sin el cacharrito, sin la tierrita en el bolsillo para poder tomarse las cervezas acostumbradas. Ahí fue donde nuestro personaje, como buen caballero de capa y espada
tomó una firme determinación: arrancar para el exilio. Carta a un pariente refugiado en Miami, visa waiver, papeleo, calderilla para los del Comité de Defensa, barco de la Cruz Roja. Y Chicho cayó de fly en las playas miamenses.
Y aquí lo tenemos, con su corpulencia, sus grandes y asustados ojos negros, sus cejas anchas e intrincadas, su pelo abundante y revuelto, sus gestos chabacanos, su lenguaje cubanísimo, paseándose Flagler arriba, Flagler abajo, como alma en pena, con short y sandalias por toda vestimenta. Deteniéndose sólo ante un grupo de compatriotas para exclamar dramáticamente:
—Nada, nada, ecobios, ¡estamos vendidos como unos puercos!
El nombre de Chicho es Pedro, pero nunca lo usa, a no ser en el cheque del Refugio y en algún que otro trámite de Inmigración. El se siente orgulloso de su apodo, criollísimo, guanabacoísimo y el día que un conocido, tratando de ayudarle, le habló de la conveniencia de cambiarse el apodo, por algo más americanizado, como Peter o Pit, Chicho lo miró fulminante, lo agarró por el cuello y le orquestó tremendo berrinche:
—¡Te equivocas monina, yo soy Chicho Guanabacoa aquí y onde
quiera y a mucha honra lo tengo y óyeme, parna, no me cambio el nombre por nada ni por nadie. Y agregó, poniendo los ojos en blanco y gravedad en la voz —Si lo hago, Cachita me sala pa toa la vida.
Mi amistad con el pintoresco personaje surge de un encuentro fortuíto en las puertas del correo hace como tres meses, recién llegado él. Desde entonces me lo he encontrado varias veces y siempre quiere hablarme de la situación internacional. (Chicho, por supuesto, ya se ha convertido en un prominente analista de los problemas mundiales). Yo, naturalmente, lo escucho con atención —que remedio me queda, tengo el cuello flaco— y espero pacientemente a que mi distinguido interlocutor termine su perorata. Ya cuando por fin él se cansa de analizar y desanalizar
de juzgar y sojuzgar, me tira el brazo por el hombro y me dice cordialmente:
—Bueno, mi sangre, te dejo que tengo que ir a lonchar. So long baby.
Y se aleja chiflando el himno nacional cubano, con todas las fibras del alma vibrándole patrióticamente. Vestido de bermudas coloradas.
Hoy cuando me encontré a Chicho venía indignado y no me dio tiempo ni a saludarlo:
—¡Esto es el colmo mi tierra, la coexistencia va, nos quedamos aquí pa’ toa la vida!
—Pero mira Chicho… –traté de razonarle.
—Nada, nada, encrucoro, esto es lo último, ¿No has visto cómo Canadá y Uruguay están comerciando con Cuba? ¿Y cómo Arosemena permite que los estudiantes ecuatorianos se adoctrinen en Tarará con el tuerto Bayo? Nada, nada, esto es lo último…
—Pero…
—Y de la unidad plin… no va. ¡Te lo digo yo, Chicho Guanabacoa! Y te dejo asere que tengo que ir a recoger la ración de refullí.
Sin darme tiempo a despedirme, se alejó no sin antes gritarme con aspaviento:
—¡Déjate ver que tengo muchas cosas que contarte!
Y me dejó intrigado sobre las nuevas
que nos tiene que contar. Por eso, aquí no terminamos nuestros episodios de Chicho Guanabacoa, sino los empezamos.
(8 de julio de 1963)
Ha Llegado el Año Nuevo
Ha llegado el 1964. Un año más. Otro peldaño en la escalera que asciende y precipita a la humanidad. Un granito de arena adicional a la gran superficie, aún desértica, que conforma el soberbio universo y su universalidad.
¿Y qué nos trae el Nuevo Año?
Para algunos, nuevas conquistas, nuevas dichas, más alegrías, más riqueza, más lujo, más comfort; para otros, peor pobreza, más desengaños, más tristeza, más penuria, más enfermedades, más desdichas, sin número de calamidades; para muchos, más apatía, más indiferencia, más inermidad, más desaprensión y olvido, mayor inercia.
Mas sin embargo, para los cubanos, amén de todas las alternativas anteriormente expuestas, nos trae también más dolor, más sangre, más luto, más tragedia, más esclavitud, más terror, más paredón, más desolación, más comunismo.
Eso nos han traído todos los años nuevos, desde hace cinco.
Quizás este sea el último mensajero. Quizás, sólo quizás.
Podemos ser libres este año. ¿Por qué no? ¿Acaso el rumbo no luce indicarlo? Pero, ¿lograremos los cubanos cumplir todos los requisitos que necesitamos para alcanzar tan ansiada libertad?
¿Sabremos ganarla? ¿Sabremos consolidarla? ¿Nos la merecemos? ¿La sabremos arrebatar de las garras del tirano?
Respuesta: Si.
Ya habíamos probado antes que supimos ganarnos la libertad. Más de una vez. Con valor y heroísmo. En cubana unión. Por sabanas y montañas, en las ciudades y en el exilio.
Ya hemos demostrado que sabemos consolidar la libertad que disfrutábamos. Aunque fuera temporal. Pero la de ahora será definitiva si nos imbuímos en cuerpo y alma de patriotismo y desinterés.
Nos merecemos la libertad. Los negros paredones, las insaciables fosas, las aquelárricas cárceles, la miseria y el hambre son nuestro mejor aval. Nuestro heróico sacrificio nos acompaña, nos reivindica. Hemos sido ejemplo, enseñanza y temor, ¿por qué no vamos a ser luz?
Le arrancaremos de las manos al tirano las cadenas a la libertad. Tenemos derecho a ello, hemos pagado el precio y merecemos un futuro mejor.
1964 puede ser el final de nuestra meta, o puede ser otro paso más hacia el abismo. Depende de mucho, pero sobre todo de nosotros mismos los cubanos que tenemos que ser los artífices de nuestros anhelos, deberes y obligaciones. En nuestras propias manos radica el destino. Por eso en la alborada de este nuevo año, cuando solos en nuestras alcobas, con el frío cortante de enero, circunvalados por húmedas paredes que ya nos hastían, aspirando el aire cargante y enrarecido del exilio, mirando de frente a nuestros hijos que crecen en tierra extranjera, sin patria, hagámosnos todas las preguntas anteriores y contestémoslas con el corazón abierto como un libro blanco y puro. Y sin llorar evocaciones del pasado, sin gemir lastimeramente como mendigos, sin implorar caridad porque para ello no hemos nacido, hagamosnos el firme propósito de no esperar a que el nuevo año consuma rápidamente nuestras esperanzas en medio de displicencias, temores e indecisiones.
Hagámosnos el firme propósito de que 1964 será el año de la libertad lograda por esfuerzo propio. La libertad que ganaremos, consolidaremos, nos merecemos y sabremos arrebatar.
Hagámosnos el firme propósito de que con el nuevo año nacerán nuevas estrategias, nuevas actitudes, nuevas decisiones y nuevas acciones; pero sobre todo, hoy, a esta hora, ahora mismo, comencemos a cumplirlo.
(1 de enero de 1964)
Por Estos Caminos de Dios
El pasado ocho de enero tuvimos la oportunidad junto al brillante periodista cubano Adolfo León, de hablar ante una nutrida concurrencia de norteamericanos en los salones del Columbia Club, en la capital de South Carolina, donde ahora residimos, al decir de algunos en Miami exiliados del exilio
. Anteriormente ya lo habíamos hecho ante el Sertoma Club, el Canal 10 de Televisión y para el periódico The State.
¿Y de qué hablan los cubanos exiliados que tienen que ir, obligadamente, por estos caminos de Dios, con su nostalgia, su dolor, su lejanía y su ausencia?
Reproduzco algunos párrafos de mi última alocución:
"Fidel Castro ha convertido a Cuba en una gran plaza armada repleta de milicianos, metralletas, tanques, aviones y cohetes rusos. Cuba es hoy una peligrosa base comunista situada a noventa millas de las costas de los Estados Unidos y en pleno corazón del continente americano…
En la actualidad Cuba sufre la más brutal tiranía en tiempos modernos, comparable sólo a la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin o la China de Mao Tse Tung…
Nos duele tener que venir a este foro a contar las miserias que sufre nuestro país; esperemos que esta denuncia cale hondo en sus corazones, americanos, hombres de buena fe que hoy nos escuchan. Esperemos. Confiemos en que con la ayuda de ustedes, Cuba, la que ayer fue amiga, feliz, democrática y próspera, volverá a ser libre otra vez. Nosotros, los cubanos exiliados esperamos del gobierno americano simplemente la misma ayuda que la Union Soviética brinda a Castro. Con ella lo derrocaremos para bien de ustedes y para bien de nosotros."
Muchos de los caminos de Dios, por el mundo, se nos abren a los cubanos exiliados que cargamos una cruz de luto y espanto, pero vamos tratando de reclutar corazones. Como hizo Cristo con la cruz que redimió al mundo.
Nosotros sólo queremos redimir a Cuba que sufre.
Muchas puertas, por doquier, se nos abren; almas generosas, caritativas, solidarias, que debemos apreciar y utilizar en nuestra causa. La causa de un pueblo que siempre fue amigo y que ahora, como acabamos de hacer nosotros, pide ayuda. Desesperadamente.
Gracias Columbia.
(16 de enero de 1964)
El Regreso
Ayer tarde estaba mirando, entristecido como demolían el cubanísimo Teatro Radio Centro y cavilaba sobre el paso vertiginoso de la civilización, cuando alguien —casi increíble— apareció ante mis ojos.
Una figura familiar, pintoresca, estimada, me pasó por el lado silbando el Himno Nacional Cubano. Me froté los ojos y sí, allí estaba el personaje con sus shorts rojos, sus sandalias de dedos al aire, su cabellera abundante y revuelta, sus cejas anchas e intrincadas y su inseparable filipino
en la boca. Era Chicho Guanabacoa que había regresado.
—¡Chicho! —grité con alegría.
Me miró de reojo, parpadeó varias veces, me analizó detenidamente y al fin exclamó:
—¡Caimán! ¡Nagüe! Hachero un palo negüe la maldad…
—¡Qué sorpresa! —dije efusivamente al tiempo que estrechaba la mano del pintoresco amigo— ¿Por dónde andabas? ¡Te hemos extrañado mucho!
—Ay mi sangre —Chicho no ha perdido nada de su jacarandosidad— relocalizado, parna. ¡Exilado del exilio!
—No lo sabía, no me avisaste…
—Ay negrón, tu sigues siendo un poco melón…
—Oye…
—No, asere, no te ofendas, pero ¿no sabes que cuándo a uno lo relocalizan, la cosa es de pisa y arranca?
—Bueno, si, es verdad —respondí un poco turbado pues, lo confieso, todavía tengo que ponerme al hilo con el lingo de Guanabacoa— pero bueno, ahora estás aquí, ¿qué planes tienes?
—Quedarme, mi tierra, quedarme en Miami, para sacarme de aquí otra vez van a tener que traer a Caramés y todo su pelotón…
—¿Pero tienes trabajo?
—¿Que preguntas las tuyas, parna? Sino fueras mi socio te mandaba a freir tuna-fish… tu sabes, asere, que yo la se pugilatear donde quiera, no te olvides que yo soy Chicho Guanabacoa, el gusano castigador, el ambiente ambientado.
—Bueno…
—¡Yo la pulo dondequiera viejito… yo le saco chispas al spam!
—Si no lo dudo —dije para poner fin a la jerigonza de Chicho— pero…
—¡Nada de peros… yo no puedo tener problemas… aquí me tienes de nuevo, encendido, en el saugué, regándoles miel a las leas y aspirando a Concejal en el Gobierno del Exilio!
—¡Ah, llegáramos, caramba! —exclamé— ya entiendo, has regresado porque piensas obtener alguna posición en el Gobierno del Exilio.
—¡Bingo, la ligaste melón!
—Chicho…
—No, parna, sin ofensa para el melón.
—Oye —no pude contenerme— está bueno ya de insultos. Casi aún no has acabado de llegar y me has llamado ya melón dos veces. ¡No te lo voy a permitir! No me mporta que tu seas Chicho Guanabacoa, ya es hora que asumas una posición seria acorde con la tragedia prolongada que nos ha tocado vivir. Sin embargo, actúas como un turista que está de paseo por estos lares, en vez de un exiliado que anhela y procura regresar a la patria. Parece…
—Ni un regaño más —Chicho me interrumpió, En sus ojos asomó una expresión de tristeza— Parna, la verdad es que no me merezco que tu me descargues con todos los hierros… me estás echando con el rayo y no tienes razón. Yo…
—Tu nada —seguí mi perorata— ahora resulta que te apareces con eso de aspirar a concejal en el gobierno del exilio. ¿Qué es lo que te pasa? ¿Es que no tienes noción de responsabilidad? ¿O es que te crees que el Gobierno es una cumbancha más en el carnaval de las organizaciones cubanas del exilio?
—Caimán —Chicho me contestó bajo, humilde, ajeno a su descomunal fisonomía— me has atacado sin razón, pero no te culpo; no debí haber jaraneado con eso del Gobierno del Exilio, pero lo hice y fallé. La verdad es que estoy de nuevo en Miami porque me pienso alistar en la primera invasión que el Gobierno mande a Cuba; por eso regresé, nada más que por eso…
No supe que decir, me lamenté de la reprimenda y me iba a disculpar, pero Chicho no me dejó hablar, siguió:
—Y aquí estoy preparado para la lucha, como humilde soldado de fila en el ejército invasor.
—Tienes mucho mérito —dije.
—Pero —me interrumpio Chicho sin hacerme caso— también aspirando a Concejal por si el proyectado Gobierno se convierte en eso que tu llamas una cumbancha más del carnaval de organizaciones
. Mira caimán —alzó un poco la voz— de todas maneras le hago un servicio a Cuba….
—¿Cómo?
—Pues muy simple, nagüe; si me reclutan es porque habrá guerra y de seguro liberamos a la patria; si no, si me eligen concejal, todo el mundo sabrá que donde Chicho Guanabacoa se puede colar de camaján, tiene que ser un relajo criollo… ¿no crees?
Nos despedimos sin decir más nada. Me preocupa la conversación con el pintoresco personaje. Hay mucho de cierto en lo que dice. Aunque lo diga en lenguas
.
Esperemos. Mantengámonos alerta.
Me parece que Chicho está equivocado. Pero…
(23 de abril de 1965)
La Cuba de Ayer
La Cuba de ayer fue un Martí en Dos Ríos, de cara al sol. En la frente las estrellas, en el alma la pureza, en la historia el heroísmo, el sacrificio, el bregar constante, la vida ingrata, el hogar deshecho, los años eternos, la libertad patria.
La Cuba de ayer fue un Máximo Gómez glorioso, honesto, retirado a la pobreza después del triunfo mambí.
La Cuba de ayer fue un pueblo alegre, de comparsas y carnavales, siempre feliz, generoso, de sonrisa ancha y franca.
La Cuba de ayer fueron gobernantes –con defectos y debilidades humanas—construyendo una nación mejor, derogando la enmienda ominosa, abriendo a la civilización los caminos de la isla, creando nueva constitución y códigos, buscando fórmulas eficaces, industrializando el país, elevando el nivel de vida, luchando por la superación nacional.
La Cuba de ayer era un guajiro inteligente, dispuesto, sacándole el fruto a la tierra fértil.
La Cuba de ayer era un obrero bien pagado, disfrutando de avanzadas conquistas sociales.
La Cuba de ayer eran hospitales gratuítos, creches y casas de socorro.
La Cuba de ayer eran universidades que no costaban.
La Cuba de ayer eran programas de beneficios populares, casas, escuelas, instituciones de rehabilitación.
La Cuba de ayer era una zafra abundante y bien remunerada.
La Cuba de ayer eran industrias y comercios florecientes.
La Cuba de ayer era una radio y televisión de las mejores del mundo.
La Cuba de ayer eran hoteles enormes y turismo floreciente.
La Cuba de ayer eran modernas carreteras entrecruzando el país.
La Cuba de ayer era una clase media creciendo a ritmo audaz.
La Cuba de ayer era una batalla constante a la pobreza y el anafalbetismo.
La Cuba de ayer era una juventud sana, combatiente, preocupada por los intereses nacionales.
Las Cuba de ayer era camaradería y cordialidad.
La Cuba de ayer era gente que sabía servir.
La Cuba de ayer era música y baile. Mujeres hermosas y elegantes.
La Cuba de ayer era una patria de honor.
La Cuba de ayer era feliz.
¿Todo perfecto? No. Pero camino a un futuro mejor.
La Cuba de hoy es Fidel Castro. ¿Hay algo más que agregar?
La Cuba de mañana será mejor. Sin lugar a dudas. Para ello que nos sirvan las experiencias del pasado y del presente.
La Cuba del mañana tendrá que ser distinta. Todo se renueva. La ley de la vida marca inexorablemente una ruta hacia adelante.
Nueva, mejor, diferente.
Como la soñó Martí. Ayer.
(17 de enero de 1970)
Carlos Guas Decall
Cuando se tiene la frente limpia, el honor incólume, la mirada alta puesta sobre un ideal, no se muere.
Carlos Guas Decall sigue viviendo.
Aquella mañana triste de 17 de abril, inmensamente triste, cuando las esperanzas de un pueblo fueron crucificadas, cuando el futuro de un Continente importó poco, cuando la libertad, la honra y el decoro quedaron vilipendiados, cayeron en Girón muy buenos cubanos.
Carlos Guas Decall los personifica magníficamente.
Tuve la gran suerte de ser su amigo. Era un hombre bueno. Sus luchas e ideales semejaban un murallón enorme que ni la muerte podría derrumbar.
Y así ha sido. El mártir vive. La mole patriótica se mantiene intacta, como recordándonos que hay un ejemplo inconcluso que se tiene que imitar.
Dicen los que vivieron el horror que Carlos dio buena pelea. Las ansias de justicia le rebullían en la sangre. Aunque a sólo poco más de dos escasos años ya el querido pueblo había sufrido horrible terror sanguinario. Paredón, cárcel, despojo, miseria, hambre. Ya era demasiado. La noche roja de Cuba tendría final. Aquellos invasores de tierra propia daban la batalla decisiva. El