Discover millions of ebooks, audiobooks, and so much more with a free trial

Only $11.99/month after trial. Cancel anytime.

De Patria, Amor Y Libertad: Colección De Artículos Periodísticos
De Patria, Amor Y Libertad: Colección De Artículos Periodísticos
De Patria, Amor Y Libertad: Colección De Artículos Periodísticos
Ebook496 pages5 hours

De Patria, Amor Y Libertad: Colección De Artículos Periodísticos

Rating: 0 out of 5 stars

()

Read preview

About this ebook

De Patria, Amor y Libertad is a collection of Spanish language newspaper articles by Andrs Rivero, a well-kown Cuban-American writer who has lived in Miami, Florida, since 1959. Rivero has written and published 12 books, mostly on Cuban affairs, and has won several literary and academic awards for his works. The articles in this book are listed chronologically and cover a wide variety of subjects, such as politics, religion, Americanism, human relations, Cuban music, and much more. A good book.
LanguageEspañol
PublisherAuthorHouse
Release dateDec 13, 2012
ISBN9781477293355
De Patria, Amor Y Libertad: Colección De Artículos Periodísticos
Author

Andrés Rivero

Andrés Rivero, un escritor americano, nacido en Cuba, ha pasado gran parte de su vida viajando y “descubriendo” los Estados Unidos. El es un fecundo autor de 15 libros en diferentes temas: novelas, ensayos políticos, colección de sus artículos periodísticos, de sus cuentos costumbristas y de aventuras viajeras. Rivero escribe en español e inglés y ha ganado numerosos premios y distinciones por su obra literaria. Andrés vive en Miami, Florida, con su familia. Andrés Rivero, an American writer born in Cuba, has spent a large part of his life travelling throughout the United States. He has written fifteen books on diverse subjects: political essays, collections of newspaper articles, novels, short stories and travel literature. Rivero writes in English and Spanish and has earned several literary awards for his work. He lives in Miami.

Read more from Andrés Rivero

Related to De Patria, Amor Y Libertad

Related ebooks

General Fiction For You

View More

Related articles

Reviews for De Patria, Amor Y Libertad

Rating: 0 out of 5 stars
0 ratings

0 ratings0 reviews

What did you think?

Tap to rate

Review must be at least 10 words

    Book preview

    De Patria, Amor Y Libertad - Andrés Rivero

    AuthorHouse™

    1663 Liberty Drive

    Bloomington, IN 47403

    www.authorhouse.com

    Phone: 1-800-839-8640

    © 2012 by Andrés Rivero. All rights reserved.

    No part of this book may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted by any means without the written permission of the author.

    Published by AuthorHouse 12/10/2012

    ISBN: 978-1-4772-9331-7 (sc)

    ISBN: 978-1-4772-9335-5 (e)

    Library of Congress Control Number: 2012922174

    Any people depicted in stock imagery provided by Thinkstock are models, and such images are being used for illustrative purposes only.

    Certain stock imagery © Thinkstock.

    Because of the dynamic nature of the Internet, any web addresses or links contained in this book may have changed since publication and may no longer be valid. The views expressed in this work are solely those of the author and do not necessarily reflect the views of the publisher, and the publisher hereby disclaims any responsibility for them.

    INDICE DE ARTICULOS

    DEDICATORIA

    Prólogo

    El Payaso Ríe, se Divierte, Hace Chistes

    Llueve

    Chicho Guanabacoa

    Ha Llegado el Año Nuevo

    Por Estos Caminos de Dios

    El Regreso

    La Cuba de Ayer

    Carlos Guas Decall

    Mi Amigo Ñico

    Los Nuevos Bríos

    Dos Palabras

    Símil Trágico de un Mayo Triste

    Teresa

    El Dolor de Ser Cubano

    Campaña Presidencial

    De Músicos y Poetas

    Pilar

    Mario Cobas Reyes

    El Salto

    Así Era Mi Madre

    Carol

    Un Nieto

    El Buen Malo

    Patria

    Barreras del Recuerdo

    El Centavo de Oro

    Mi Amigo Juan Amador

    Universalidad del Amor

    La Espeluznante Transformación de Chucho Plasencia

    Confesiones de un Batistiano

    Teresa María y su Montaña de Plata

    Casino

    Una Historia Sencilla

    La Casa de Dios

    Las Lluvias de Abril, las Flores de Mayo

    Un Mundo Mejor

    Lazos de Amor

    México y la Música Cubana

    Contrastes de Libertad

    Universalidad de la Música Cubana

    La Jungla de los Monos

    Gloria Estefan

    Morir Libre

    Un Republicano Esclarecido

    La Magia de la Cortesía

    Un Hombre Bueno, Un Cubano Libre y su Ultima Nochebuena

    Y Ahora… a Bajar de Peso

    Un Hombre para los Siglos

    El Cabo Pérez y el Profesor García

    El Arcoiris

    Espanto

    Recuerdos de un País ya Lejano

    La Otra Cara de la Maldad

    La Suerte que Tiene el Cubano

    Maestros Contra el Mundo

    Memorias de Cretino

    Libertad

    Recordando un Crimen, para que no se Olviden los Demás

    Los Bandoleros de la Fe

    El Inquieto Pacífico

    De Nuevo la Soledad

    Mujeres del Siglo Veinte

    Que Venga Silvio Rodríguez

    Recuerdos de un Exilio Temprano

    Goizueta

    El Papalote

    ¿Desmantelar el Exilio?

    De Sones y Soneros

    Un Viaje Corto y Largo

    Tertulia Cubana

    Falsa Salud

    Vuelta Al Principio

    No es Fácil Vivir en Cuba

    La Derrota de Gutman nos Acabará de Reivindicar

    De Espías y Disidentes

    En Busca de la Cordura en Miami

    Adiós a una Gran Dama Cubana

    El Honor del Voto

    Mambo, que Rico el Mambo

    De Charlatanes y Matasanos

    Castro y los Fusilamientos del 59

    La Risa También se Fue de Cuba

    Chocolateros del Mundo… Regocijaos

    Jungla de Desarraigo

    Damn You!

    Fiesta Cubana en Miami

    El Artículo que No se Debía Escribir

    Chávez y el Asesino

    Anoche No Pude Dormir

    De Blancos y Negros

    Halloween Todo el Año

    ¿Es Fidel Castro un Agente de la CIA?

    Cuestiones de Navidad

    La Plaga del Celular

    Las Turbas de Aquí, las Turbas de Allá

    Martí Renace Triste

    Juanica, Chan-Chan, el Papa, y Fidel

    Apología del Odio Justificado

    Tiñosas Sobre el Techo Cubano

    Decálogo del Replanteo

    El Bobo de mi Barrio

    Simplificando

    De Patria y Bandera (A Propósito del 4 de Julio)

    Del Cálido Frío Veraniego a la Indignidad Tropical

    Clinton en la Habana

    ¿San Fulgencio?

    De Niños y Ancianos

    Un Triunfo Propio

    El Bolerista de América

    Fábula de la Lagartija

    Idioteces Académicas

    Artalejo el Visionario

    Cuba en su Eternidad

    La Bestia Cubana

    Diez Días

    La Minoría Menor

    Y Siguen Llegando

    El Rostro de Cristo

    Del Cine a la Realidad

    Donde dije Digo, dije Diego

    Ha Muerto la Creación, que Viva la Creación

    Drama: South Beach, La Kendalia y el Tráfico

    La Habana en Azul

    Un Retiro a la Vida

    Si Van Van, No Voy No Voy

    No la Hicimos, pero la Expandimos

    Un Mes Sin Miami

    Un Presidente Part-time, con Problemas Full-time

    Una Buena Calle

    La Gloriosa Música Cubana

    La Nación en Pie

    Realidades

    El Patriota

    Cara de Trampa

    Inmortalidad

    Zorro en el Cubil

    Presidentes Americanos

    Sonrisa de Muerte

    A Cincuenta Años del 10 de Marzo

    La Palabra Electrónica

    La que me Perdí

    Los Ojos de la Humanidad

    Los Perros Republicanos

    Por eso Estamos como Estamos

    Amigo Siempre

    El Mejor País del Mundo

    El Bobo de la Yuca

    La Desidia de Desiderio

    Llegó el Compañero Pancho F.

    Los Americanizados

    Fusileros del Pensamiento

    Un Hombre para Otros Tiempos

    Lo Mejor del Viaje

    Cómicos de Tres Epocas

    Lejos… y Tan Cerca

    Epidemia de Artistas

    Cuando Yo Regrese a Cuba

    Alicia en el País de las Pacotillas

    La Bicicleta Roja

    DEDICATORIA

    A la memoria de mis padres: Andrés Rivero Agüero e Isabel Collado Andrés, dos buenos cubanos.

    SOBRE EL AUTOR

    PHOTO%20%231%20DE%20PATRIA%20ID%20414956.tif

    Andres Rivero nació en La Habana y salió exiliado de Cuba el primero de enero de 1959.

    Escritor, periodista, educador, ha ganado numerosos premios literarios y académicos. Este es su duodécimo libro, entre ellos la novela Enterrado Vivo (1960), el primer libro del exilio cubano. Rivero ha sido columnista de varios periódicos latinoamericanos, de la Revista Todo de México, de los dos diarios hispanos más importantes del sur de la Florida y fue, por algunos años, comentarista radial sobre temas cubanos. En la actualidad dirige una Revista cibernética de amplia difusión internacional: CubaExilio.Net. Para comunicarse directamente con él, escriba a: andresrivero@bellsouth.net

    Prólogo

    Mi libro de febrero de 2008, Toda Una Vida Contando (colección de cuentos costumbristas) pudo servirme para titular este nuevo libro como Toda Una Vida Opinando, pues en realidad eso es lo que presento a continuación: una colección de artículos periodísticos publicados durante los 54 años que llevo exiliado de Cuba.

    Pero no me gusta repetirme demasiado y los temas que trato en estos artículos son tan variados que necesitan de un título más apropiado, más universal, porque la humanidad no sólo se sumerge en política y exilio, sino también ama, sueña y anhela esplendor.

    Sin embargo, entiéndame: básicamente lo que ha motivado mi labor de toda la vida, ha sido la búsqueda permanente de la libertad y la denuncia constante a la brutalidad tiránica del malvado régimen de dos hermanos que han subyugado a Cuba como hacienda particular.

    Hay fincas en el mundo, cuyos capataces muestran más liberalidad, más respeto ciudadano y más humanismo con aparceros, sirvientes y ganado, que Fidel y Raúl Castro han dado al cubano de la isla.

    Trágico, pero real. No se pueden ignorar los miles de muertos, la cárcel inmensa, la miseria perpetua. Allá los necios, los idiotas y los perversos que todavía vislumbran en estos dos compinches demoniácos, algún destello de piedad.

    Por eso patria, por eso libertad.

    Amor es simplemente la noble revancha contra tanta maldad que no hemos podido derrotar con odio, en martiriologío o en fragor de combate.

    Decía José Martí que trincheras de ideas eran tan valiosas como trincheras de piedra, Es cierto, pero asimismo se quejaba el cubano excepcional de que araba en el mar.

    Con mi trinchera yo también he arado en el mar. Hasta hoy. Pero tal vez un dia, un cubano del lejano futuro, navegando en aguas tranquilas, cálidas y azules de su hermosa isla tropical, en vaivén de palmeras que entonces arrullen libres, encuentre este libro, lea algunos de sus artículos y comente ufanamente:

    —Nunca se perdió la fe, nunca se rindieron.

    Andrés Rivero

    Invierno de 2013

    El Payaso Ríe, se Divierte,

    Hace Chistes

    Mientras cientos de militares caen asesinados vilmente por las hordas que el comanda, Fidel Castro ríe, se divierte, hace chistes. Mientras tantas madres imploran justicia, compasión, perdón y lloran de impotencia y amargura, el payaso ríe, se divierte, hace chistes.

    Mientras los niños gimen por un mendrugo de pan, ya que el hambre amenaza invadir a Cuba por su absurdo régimen incapaz, demagógico y ruín, el revolucionario comunista ríe, se divierte, hace chistes. Luce contento y feliz, pretende dormir bien, pero no es así. Su negra conciencia no lo deja vivir tranquilo. Tanto crimen, atropello y vandalismo pesan demasiado para que el trágico payaso pueda disfrutar ni un sólo momento de tranquilidad.

    No se por que me llaman dictador –pregunta fingiendo ingenuidad mientras el paredón no para de matar. Si me censuras, te fusilo dice; él sabe que ningún periodista lo puede contrariar; él sabe que lo único que hoy manda en Cuba es su voluntad. El sabe que ya es un tirano, de los peores.

    Cuba sufre, se desangra, muere. Su cielo se opaca, sus palmeras se amarillentan, la suave brisa de nuestros campos ya es densa y contamina el ambiente. Pero el criminal payaso ríe, se divierte, hace chistes. Ríe de la tragedia que sufre Cuba; se divierte al acordarse como caen los valientes ante los fusiles revolucionarios; hace chistes tratando de esconder su perversidad, su alma intransigente, su malvado corazón.

    (15 de mayo de 1959)

    Llueve

    La tarde es lluviosa.

    La hierba mojada con su olor peculiar, nos trae el recuerdo de la bella campiña cubana.

    Llueve sin compasión.

    Todo se innunda, las calles, los puentes, los rios. Miami, donde los salideros son estrechos, todo se inunda, hasta la esperanza de los exiliados que sólo piensan en regresar.

    La tristeza invade el ambiente.

    Es una tarde triste, gris, estival, que nos hace meditar –aunque no quisiéramos— en un cercano y paradójicamente lejano pasado.

    En aquellas tardes lluviosas de Cuba que aunque inundaran u opacaran, nos eran distintas, más llenas de vida, más completas; aquellas que pasábamos en la refrigeración de un cine, en la coquetería de un cabaret, en la algarabía de un bar, o al calor de un hogar que rebosaba felicidad.

    Todo es distinto ahora.

    Hasta la forma de llover resulta diferente.

    Llueve.

    Y no nos queda otro remedio que mirar tristemente como las gotas insensibles caen a nuestro derredor.

    ¿Qué otra cosa podemos hacer si no nos queda más remedio que mirar apaciblemente lo que nos ensoberbece la sangre?

    ¿Para qué insistir en la unidad necesaria entre todos los cubanos, si sólo vamos a recibir como respuesta el ruido monótono de la lluvia al caer?

    ¿Para qué apelar al patriotismo de todos los exilados de la patria amada, si seguirá intermitentemente el angustioso tintinear de las gotas que caen del cielo?

    ¿Para qué buscarle explicación, o elaborar alguna solución a nuestra tragedia, si la lluvia asfixiante será nuestra única respuesta?

    Es inútil.

    Seguirá lloviendo.

    Mientras San Isidro Labrador, con su llave infinita, quiera seguir regando las plantas, dándoles vida y color.

    Mientras Dios, desde su trono, nos quiera, justificadamente, seguir castigando a todos los cubanos.

    No queda otro remedio que seguir mirando la lluvia. Las aceras, las calles mojadas, los niños jugando en los charcos, los choferes cautelosos tratando de esquivar la barrera inclemente del tiempo.

    Desde nuestra ventana, también opacada por la lluvia, tendremos que seguir mirando tristemente como esta vida de exilio, amarga y cruel, va pasando y nos va consumiendo.

    Tendremos que seguir viviendo con esa sensación de abandono e impotencia.

    ¡Total, siempre llueve en estos meses del año!

    ¡Total, y los cubanos del exilio no hacemos nada por recobrar nuestra libertad!

    Seguirá lloviendo.

    Siempre, todos los años, seguirá igual.

    Y nosotros aquí, encanecidos, seguiremos mirando a través de la ventana como las gotas insensibles y extranjeras caen abrumadoramente sobre nuestras esperanzas.

    Y recordando a Cuba, su olor fresco a lluvia, su campiña noble, sus noches alegres, sus días felices.

    Aquellos que nos hemos empecinado en más nunca recobrar.

    (10 de agosto de 1962)

    Chicho Guanabacoa

    Chicho nació en la Villa de Pepe Antonio, mas ya de mayorcito cogió sus matules y se trasladó para Santo Suárez donde puso un taller de carpintería. Pronto, los vecinos de la barriada le cambiaron el apellido paterno que es Pérez, por el de Guanabacoa que le venía más bien al criollo campechano, jovial, aspaventero, que a todas horas, en cualquier lugar, en todas sus conversaciones, defendía el pedazo de tierra donde había nacido, con orgullo, con apasionamiento, con ferocidad.

    Chicho era un buen carpintero y se defendía bastante bien, por lo menos tenía su cacharrito, se ponía buenas telas para salir, llevaba siempre sus pesos en el bolsillo y se daba el lujo de derrocharlos, los sábados en el bar alternando en discutir entre tragos con los amigos o clavarle castigadoramente la vista a alguna buena moza del lugar; y los domingos a la pelota, donde acababa de ripiar la tierrita que le quedaba. En fin, Guanabacoa, era feliz, no se quejaba, no se lamentaba, no quería que Cuba cambiara.

    Pero como por desgracia, Chicho Guanabacoa no era de la clase de gente que podía ser parte actora en los destinos del país, todo cambió y llegaron los buenos, entonces un día, por sorpresa, casi sin darse cuenta, Chicho se vio prácticamente en la calle, sin taller, sin el cacharrito, sin la tierrita en el bolsillo para poder tomarse las cervezas acostumbradas. Ahí fue donde nuestro personaje, como buen caballero de capa y espada tomó una firme determinación: arrancar para el exilio. Carta a un pariente refugiado en Miami, visa waiver, papeleo, calderilla para los del Comité de Defensa, barco de la Cruz Roja. Y Chicho cayó de fly en las playas miamenses.

    Y aquí lo tenemos, con su corpulencia, sus grandes y asustados ojos negros, sus cejas anchas e intrincadas, su pelo abundante y revuelto, sus gestos chabacanos, su lenguaje cubanísimo, paseándose Flagler arriba, Flagler abajo, como alma en pena, con short y sandalias por toda vestimenta. Deteniéndose sólo ante un grupo de compatriotas para exclamar dramáticamente:

    —Nada, nada, ecobios, ¡estamos vendidos como unos puercos!

    El nombre de Chicho es Pedro, pero nunca lo usa, a no ser en el cheque del Refugio y en algún que otro trámite de Inmigración. El se siente orgulloso de su apodo, criollísimo, guanabacoísimo y el día que un conocido, tratando de ayudarle, le habló de la conveniencia de cambiarse el apodo, por algo más americanizado, como Peter o Pit, Chicho lo miró fulminante, lo agarró por el cuello y le orquestó tremendo berrinche:

    —¡Te equivocas monina, yo soy Chicho Guanabacoa aquí y onde quiera y a mucha honra lo tengo y óyeme, parna, no me cambio el nombre por nada ni por nadie. Y agregó, poniendo los ojos en blanco y gravedad en la voz —Si lo hago, Cachita me sala pa toa la vida.

    Mi amistad con el pintoresco personaje surge de un encuentro fortuíto en las puertas del correo hace como tres meses, recién llegado él. Desde entonces me lo he encontrado varias veces y siempre quiere hablarme de la situación internacional. (Chicho, por supuesto, ya se ha convertido en un prominente analista de los problemas mundiales). Yo, naturalmente, lo escucho con atención —que remedio me queda, tengo el cuello flaco— y espero pacientemente a que mi distinguido interlocutor termine su perorata. Ya cuando por fin él se cansa de analizar y desanalizar de juzgar y sojuzgar, me tira el brazo por el hombro y me dice cordialmente:

    —Bueno, mi sangre, te dejo que tengo que ir a lonchar. So long baby.

    Y se aleja chiflando el himno nacional cubano, con todas las fibras del alma vibrándole patrióticamente. Vestido de bermudas coloradas.

    Hoy cuando me encontré a Chicho venía indignado y no me dio tiempo ni a saludarlo:

    —¡Esto es el colmo mi tierra, la coexistencia va, nos quedamos aquí pa’ toa la vida!

    —Pero mira Chicho… –traté de razonarle.

    —Nada, nada, encrucoro, esto es lo último, ¿No has visto cómo Canadá y Uruguay están comerciando con Cuba? ¿Y cómo Arosemena permite que los estudiantes ecuatorianos se adoctrinen en Tarará con el tuerto Bayo? Nada, nada, esto es lo último…

    —Pero…

    —Y de la unidad plin… no va. ¡Te lo digo yo, Chicho Guanabacoa! Y te dejo asere que tengo que ir a recoger la ración de refullí.

    Sin darme tiempo a despedirme, se alejó no sin antes gritarme con aspaviento:

    —¡Déjate ver que tengo muchas cosas que contarte!

    Y me dejó intrigado sobre las nuevas que nos tiene que contar. Por eso, aquí no terminamos nuestros episodios de Chicho Guanabacoa, sino los empezamos.

    (8 de julio de 1963)

    Ha Llegado el Año Nuevo

    Ha llegado el 1964. Un año más. Otro peldaño en la escalera que asciende y precipita a la humanidad. Un granito de arena adicional a la gran superficie, aún desértica, que conforma el soberbio universo y su universalidad.

    ¿Y qué nos trae el Nuevo Año?

    Para algunos, nuevas conquistas, nuevas dichas, más alegrías, más riqueza, más lujo, más comfort; para otros, peor pobreza, más desengaños, más tristeza, más penuria, más enfermedades, más desdichas, sin número de calamidades; para muchos, más apatía, más indiferencia, más inermidad, más desaprensión y olvido, mayor inercia.

    Mas sin embargo, para los cubanos, amén de todas las alternativas anteriormente expuestas, nos trae también más dolor, más sangre, más luto, más tragedia, más esclavitud, más terror, más paredón, más desolación, más comunismo.

    Eso nos han traído todos los años nuevos, desde hace cinco.

    Quizás este sea el último mensajero. Quizás, sólo quizás.

    Podemos ser libres este año. ¿Por qué no? ¿Acaso el rumbo no luce indicarlo? Pero, ¿lograremos los cubanos cumplir todos los requisitos que necesitamos para alcanzar tan ansiada libertad?

    ¿Sabremos ganarla? ¿Sabremos consolidarla? ¿Nos la merecemos? ¿La sabremos arrebatar de las garras del tirano?

    Respuesta: Si.

    Ya habíamos probado antes que supimos ganarnos la libertad. Más de una vez. Con valor y heroísmo. En cubana unión. Por sabanas y montañas, en las ciudades y en el exilio.

    Ya hemos demostrado que sabemos consolidar la libertad que disfrutábamos. Aunque fuera temporal. Pero la de ahora será definitiva si nos imbuímos en cuerpo y alma de patriotismo y desinterés.

    Nos merecemos la libertad. Los negros paredones, las insaciables fosas, las aquelárricas cárceles, la miseria y el hambre son nuestro mejor aval. Nuestro heróico sacrificio nos acompaña, nos reivindica. Hemos sido ejemplo, enseñanza y temor, ¿por qué no vamos a ser luz?

    Le arrancaremos de las manos al tirano las cadenas a la libertad. Tenemos derecho a ello, hemos pagado el precio y merecemos un futuro mejor.

    1964 puede ser el final de nuestra meta, o puede ser otro paso más hacia el abismo. Depende de mucho, pero sobre todo de nosotros mismos los cubanos que tenemos que ser los artífices de nuestros anhelos, deberes y obligaciones. En nuestras propias manos radica el destino. Por eso en la alborada de este nuevo año, cuando solos en nuestras alcobas, con el frío cortante de enero, circunvalados por húmedas paredes que ya nos hastían, aspirando el aire cargante y enrarecido del exilio, mirando de frente a nuestros hijos que crecen en tierra extranjera, sin patria, hagámosnos todas las preguntas anteriores y contestémoslas con el corazón abierto como un libro blanco y puro. Y sin llorar evocaciones del pasado, sin gemir lastimeramente como mendigos, sin implorar caridad porque para ello no hemos nacido, hagamosnos el firme propósito de no esperar a que el nuevo año consuma rápidamente nuestras esperanzas en medio de displicencias, temores e indecisiones.

    Hagámosnos el firme propósito de que 1964 será el año de la libertad lograda por esfuerzo propio. La libertad que ganaremos, consolidaremos, nos merecemos y sabremos arrebatar.

    Hagámosnos el firme propósito de que con el nuevo año nacerán nuevas estrategias, nuevas actitudes, nuevas decisiones y nuevas acciones; pero sobre todo, hoy, a esta hora, ahora mismo, comencemos a cumplirlo.

    (1 de enero de 1964)

    Por Estos Caminos de Dios

    El pasado ocho de enero tuvimos la oportunidad junto al brillante periodista cubano Adolfo León, de hablar ante una nutrida concurrencia de norteamericanos en los salones del Columbia Club, en la capital de South Carolina, donde ahora residimos, al decir de algunos en Miami exiliados del exilio. Anteriormente ya lo habíamos hecho ante el Sertoma Club, el Canal 10 de Televisión y para el periódico The State.

    ¿Y de qué hablan los cubanos exiliados que tienen que ir, obligadamente, por estos caminos de Dios, con su nostalgia, su dolor, su lejanía y su ausencia?

    Reproduzco algunos párrafos de mi última alocución:

    "Fidel Castro ha convertido a Cuba en una gran plaza armada repleta de milicianos, metralletas, tanques, aviones y cohetes rusos. Cuba es hoy una peligrosa base comunista situada a noventa millas de las costas de los Estados Unidos y en pleno corazón del continente americano…

    En la actualidad Cuba sufre la más brutal tiranía en tiempos modernos, comparable sólo a la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin o la China de Mao Tse Tung…

    Nos duele tener que venir a este foro a contar las miserias que sufre nuestro país; esperemos que esta denuncia cale hondo en sus corazones, americanos, hombres de buena fe que hoy nos escuchan. Esperemos. Confiemos en que con la ayuda de ustedes, Cuba, la que ayer fue amiga, feliz, democrática y próspera, volverá a ser libre otra vez. Nosotros, los cubanos exiliados esperamos del gobierno americano simplemente la misma ayuda que la Union Soviética brinda a Castro. Con ella lo derrocaremos para bien de ustedes y para bien de nosotros."

    Muchos de los caminos de Dios, por el mundo, se nos abren a los cubanos exiliados que cargamos una cruz de luto y espanto, pero vamos tratando de reclutar corazones. Como hizo Cristo con la cruz que redimió al mundo.

    Nosotros sólo queremos redimir a Cuba que sufre.

    Muchas puertas, por doquier, se nos abren; almas generosas, caritativas, solidarias, que debemos apreciar y utilizar en nuestra causa. La causa de un pueblo que siempre fue amigo y que ahora, como acabamos de hacer nosotros, pide ayuda. Desesperadamente.

    Gracias Columbia.

    (16 de enero de 1964)

    El Regreso

    Ayer tarde estaba mirando, entristecido como demolían el cubanísimo Teatro Radio Centro y cavilaba sobre el paso vertiginoso de la civilización, cuando alguien —casi increíble— apareció ante mis ojos.

    Una figura familiar, pintoresca, estimada, me pasó por el lado silbando el Himno Nacional Cubano. Me froté los ojos y sí, allí estaba el personaje con sus shorts rojos, sus sandalias de dedos al aire, su cabellera abundante y revuelta, sus cejas anchas e intrincadas y su inseparable filipino en la boca. Era Chicho Guanabacoa que había regresado.

    —¡Chicho! —grité con alegría.

    Me miró de reojo, parpadeó varias veces, me analizó detenidamente y al fin exclamó:

    —¡Caimán! ¡Nagüe! Hachero un palo negüe la maldad…

    —¡Qué sorpresa! —dije efusivamente al tiempo que estrechaba la mano del pintoresco amigo— ¿Por dónde andabas? ¡Te hemos extrañado mucho!

    —Ay mi sangre —Chicho no ha perdido nada de su jacarandosidad— relocalizado, parna. ¡Exilado del exilio!

    —No lo sabía, no me avisaste…

    —Ay negrón, tu sigues siendo un poco melón…

    —Oye…

    —No, asere, no te ofendas, pero ¿no sabes que cuándo a uno lo relocalizan, la cosa es de pisa y arranca?

    —Bueno, si, es verdad —respondí un poco turbado pues, lo confieso, todavía tengo que ponerme al hilo con el lingo de Guanabacoa— pero bueno, ahora estás aquí, ¿qué planes tienes?

    —Quedarme, mi tierra, quedarme en Miami, para sacarme de aquí otra vez van a tener que traer a Caramés y todo su pelotón…

    —¿Pero tienes trabajo?

    —¿Que preguntas las tuyas, parna? Sino fueras mi socio te mandaba a freir tuna-fish… tu sabes, asere, que yo la se pugilatear donde quiera, no te olvides que yo soy Chicho Guanabacoa, el gusano castigador, el ambiente ambientado.

    —Bueno…

    —¡Yo la pulo dondequiera viejito… yo le saco chispas al spam!

    —Si no lo dudo —dije para poner fin a la jerigonza de Chicho— pero…

    —¡Nada de peros… yo no puedo tener problemas… aquí me tienes de nuevo, encendido, en el saugué, regándoles miel a las leas y aspirando a Concejal en el Gobierno del Exilio!

    —¡Ah, llegáramos, caramba! —exclamé— ya entiendo, has regresado porque piensas obtener alguna posición en el Gobierno del Exilio.

    —¡Bingo, la ligaste melón!

    —Chicho…

    —No, parna, sin ofensa para el melón.

    —Oye —no pude contenerme— está bueno ya de insultos. Casi aún no has acabado de llegar y me has llamado ya melón dos veces. ¡No te lo voy a permitir! No me mporta que tu seas Chicho Guanabacoa, ya es hora que asumas una posición seria acorde con la tragedia prolongada que nos ha tocado vivir. Sin embargo, actúas como un turista que está de paseo por estos lares, en vez de un exiliado que anhela y procura regresar a la patria. Parece…

    —Ni un regaño más —Chicho me interrumpió, En sus ojos asomó una expresión de tristeza— Parna, la verdad es que no me merezco que tu me descargues con todos los hierros… me estás echando con el rayo y no tienes razón. Yo…

    —Tu nada —seguí mi perorata— ahora resulta que te apareces con eso de aspirar a concejal en el gobierno del exilio. ¿Qué es lo que te pasa? ¿Es que no tienes noción de responsabilidad? ¿O es que te crees que el Gobierno es una cumbancha más en el carnaval de las organizaciones cubanas del exilio?

    —Caimán —Chicho me contestó bajo, humilde, ajeno a su descomunal fisonomía— me has atacado sin razón, pero no te culpo; no debí haber jaraneado con eso del Gobierno del Exilio, pero lo hice y fallé. La verdad es que estoy de nuevo en Miami porque me pienso alistar en la primera invasión que el Gobierno mande a Cuba; por eso regresé, nada más que por eso…

    No supe que decir, me lamenté de la reprimenda y me iba a disculpar, pero Chicho no me dejó hablar, siguió:

    —Y aquí estoy preparado para la lucha, como humilde soldado de fila en el ejército invasor.

    —Tienes mucho mérito —dije.

    —Pero —me interrumpio Chicho sin hacerme caso— también aspirando a Concejal por si el proyectado Gobierno se convierte en eso que tu llamas una cumbancha más del carnaval de organizaciones. Mira caimán —alzó un poco la voz— de todas maneras le hago un servicio a Cuba….

    —¿Cómo?

    —Pues muy simple, nagüe; si me reclutan es porque habrá guerra y de seguro liberamos a la patria; si no, si me eligen concejal, todo el mundo sabrá que donde Chicho Guanabacoa se puede colar de camaján, tiene que ser un relajo criollo… ¿no crees?

    Nos despedimos sin decir más nada. Me preocupa la conversación con el pintoresco personaje. Hay mucho de cierto en lo que dice. Aunque lo diga en lenguas.

    Esperemos. Mantengámonos alerta.

    Me parece que Chicho está equivocado. Pero…

    (23 de abril de 1965)

    La Cuba de Ayer

    La Cuba de ayer fue un Martí en Dos Ríos, de cara al sol. En la frente las estrellas, en el alma la pureza, en la historia el heroísmo, el sacrificio, el bregar constante, la vida ingrata, el hogar deshecho, los años eternos, la libertad patria.

    La Cuba de ayer fue un Máximo Gómez glorioso, honesto, retirado a la pobreza después del triunfo mambí.

    La Cuba de ayer fue un pueblo alegre, de comparsas y carnavales, siempre feliz, generoso, de sonrisa ancha y franca.

    La Cuba de ayer fueron gobernantes –con defectos y debilidades humanas—construyendo una nación mejor, derogando la enmienda ominosa, abriendo a la civilización los caminos de la isla, creando nueva constitución y códigos, buscando fórmulas eficaces, industrializando el país, elevando el nivel de vida, luchando por la superación nacional.

    La Cuba de ayer era un guajiro inteligente, dispuesto, sacándole el fruto a la tierra fértil.

    La Cuba de ayer era un obrero bien pagado, disfrutando de avanzadas conquistas sociales.

    La Cuba de ayer eran hospitales gratuítos, creches y casas de socorro.

    La Cuba de ayer eran universidades que no costaban.

    La Cuba de ayer eran programas de beneficios populares, casas, escuelas, instituciones de rehabilitación.

    La Cuba de ayer era una zafra abundante y bien remunerada.

    La Cuba de ayer eran industrias y comercios florecientes.

    La Cuba de ayer era una radio y televisión de las mejores del mundo.

    La Cuba de ayer eran hoteles enormes y turismo floreciente.

    La Cuba de ayer eran modernas carreteras entrecruzando el país.

    La Cuba de ayer era una clase media creciendo a ritmo audaz.

    La Cuba de ayer era una batalla constante a la pobreza y el anafalbetismo.

    La Cuba de ayer era una juventud sana, combatiente, preocupada por los intereses nacionales.

    Las Cuba de ayer era camaradería y cordialidad.

    La Cuba de ayer era gente que sabía servir.

    La Cuba de ayer era música y baile. Mujeres hermosas y elegantes.

    La Cuba de ayer era una patria de honor.

    La Cuba de ayer era feliz.

    ¿Todo perfecto? No. Pero camino a un futuro mejor.

    La Cuba de hoy es Fidel Castro. ¿Hay algo más que agregar?

    La Cuba de mañana será mejor. Sin lugar a dudas. Para ello que nos sirvan las experiencias del pasado y del presente.

    La Cuba del mañana tendrá que ser distinta. Todo se renueva. La ley de la vida marca inexorablemente una ruta hacia adelante.

    Nueva, mejor, diferente.

    Como la soñó Martí. Ayer.

    (17 de enero de 1970)

    Carlos Guas Decall

    Cuando se tiene la frente limpia, el honor incólume, la mirada alta puesta sobre un ideal, no se muere.

    Carlos Guas Decall sigue viviendo.

    Aquella mañana triste de 17 de abril, inmensamente triste, cuando las esperanzas de un pueblo fueron crucificadas, cuando el futuro de un Continente importó poco, cuando la libertad, la honra y el decoro quedaron vilipendiados, cayeron en Girón muy buenos cubanos.

    Carlos Guas Decall los personifica magníficamente.

    Tuve la gran suerte de ser su amigo. Era un hombre bueno. Sus luchas e ideales semejaban un murallón enorme que ni la muerte podría derrumbar.

    Y así ha sido. El mártir vive. La mole patriótica se mantiene intacta, como recordándonos que hay un ejemplo inconcluso que se tiene que imitar.

    Dicen los que vivieron el horror que Carlos dio buena pelea. Las ansias de justicia le rebullían en la sangre. Aunque a sólo poco más de dos escasos años ya el querido pueblo había sufrido horrible terror sanguinario. Paredón, cárcel, despojo, miseria, hambre. Ya era demasiado. La noche roja de Cuba tendría final. Aquellos invasores de tierra propia daban la batalla decisiva. El

    Enjoying the preview?
    Page 1 of 1