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Narcogallegos: Tras los pasos de Sito Miñanco
Narcogallegos: Tras los pasos de Sito Miñanco
Narcogallegos: Tras los pasos de Sito Miñanco
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Narcogallegos: Tras los pasos de Sito Miñanco

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El narcotraficante gallego sabe que si la Policía pone sus ojos en él, puede darse por cazado. Su obsesión es pasar desapercibido. Una excepción ha sido Sito. Siempre tuvo las ideas muy claras, pero su afán por estar en primera línea acabó matándolo; los colombianos confían ciegamente en el gallego porque saben que nunca los delatará. Además, tienen las rías y la infraestructura para realizar el último tramo del viaje. Ahora mismo siguen trabajando con el sistema tradicional de planeadoras, yo pienso que por la adrenalina que les produce, porque tienen métodos mejores. Son conocidos mundialmente por eso y nos los encontramos en África y en Sudamérica al volante de las lanchas. Mercantes, contenedores, cargueros, veleros o semisumergibles son los sistemas más utilizados para transportar cocaína a gran escala. No dudan en hundir un submarino de dos millones de euros si ya han entregado la droga. Desde el otro lado del Atlántico quieren inundarnos, pues existe una sobreproducción bestial en la selva colombiana. Nunca se había visto algo así. Parece la tormenta perfecta. La actividad de esta gente es frenética, pero si no hay droga, no existe delito. Esto nos plantea cada vez más dificultades, pero que nadie lo dude: al final, todos acabarán cayendo.
LanguageEspañol
Release dateSep 19, 2018
ISBN9788490975152
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    Narcogallegos - Víctor Méndez

    comienza.

    Capítulo 1

    El nacimiento y la expansión del tráfico de cocaína a través del Atlántico

    Cómo empezó todo

    Era la década de los sesenta, mucho antes de lo que la gente piensa. Los más viejos de la ría de Arousa sabrán que en esa época ya se convivía con una nueva forma de pesca: el contrabando de tabaco. Pero no solo sucedía en la co­­marca que hoy ocupa O Salnés (con Vilagarcía de Arousa como punto de referencia). Los cerca de 1.500 ki­­lómetros de costa de la región que ocupa el área noroeste de España, con sus numerosos entrantes y sa­­lientes, convirtieron las Rías Baixas (Vigo, Arousa y Pon­­tevedra) y sus vecinas de Muros, Noia y A Costa da Morte en el mejor escenario posible para la entrada del Winston de batea¹⁰.

    Junto a la especial orografía de las costas de las provincias de A Coruña y de Pontevedra, que favorecen la ocultación de las embarcaciones y la navegabilidad, influyó poderosamente para el nacimiento del nuevo negocio la presencia de una enorme flota con grandes problemas para salir a faenar al estar inmersa en una profunda crisis. Los pescadores ganaban muy poco, lo que los hizo abrazar el mucho más lucrativo contrabando. La Policía ya sabía en aquel momento de la existencia de numerosos recovecos en las rías gallegas que dan lugar a pequeñas playas y calas, costas que permiten que se escondan embarcaciones de pequeño calado, así como la descarga de las sustancias (al principio, tabaco; posteriormente, hachís y cocaína), lejos de la vigilancia de las autoridades.

    El asentamiento de importantes núcleos de población en el entorno de las rías, en especial en la de Arousa, la más grande de todas ellas, fue otro de los factores básicos. La existencia de inmuebles construidos sobre la misma arena facilitó, ya desde aquellos tiempos, la entrada y la salida de las embarcaciones hacia naves habilitadas para su ocultamiento, que lograban eludir así cualquier persecución policial. La presencia de dos ríos navegables, el Ulla y el Umia, unidos a la citada ría, añadió un factor más para dificultar el rastreo de las lanchas.

    Pero el elemento que dio nombre al negocio en ciernes fue la presencia de las bateas¹¹. También llamadas mejilloneras, se agrupan en polígonos que se convierten en auténticos circuitos de eslalon, trampas mortales para quienes deciden atravesarlas a gran velocidad y tablas de salvación para los intrépidos lancheros locales que llevan medio siglo huyendo de las autoridades. La batea también servía de almacén provisional de tabaco, especialmente en aquellos primeros años, pendiente del momento adecuado para introducir la mercancía en la costa. Todos esos factores se unieron a la familiaridad de los lugareños con las actividades relacionadas con el mar y con sus costas para convertir a Galicia en la principal puerta de entrada a Europa del tabaco de contrabando desde los años sesenta, y de la cocaína ya desde los ochenta.

    No puede obviarse, junto a todo lo anterior, la importancia del carácter fronterizo de la provincia de Pontevedra, que linda al sur con Portugal (separada del país vecino por el río Miño), un lugar hacia el que, desde principios del siglo XX, se produjeron toda clase de tráficos ilegales, no solo de alcohol, café o tabaco, sino también de personas (cientos de judíos huyeron del nazismo a través de las rutas del contrabando); una circunstancia que se prolongó con el paso del tiempo y que sigue vigente, aunque en menor medida, tras los recientes avances en materia de cooperación entre las autoridades de Madrid y Lisboa.

    El tabaco no solo inundó la ría de Arousa, que era la principal puerta de entrada, pero no la única. Al sur de la ría de Pontevedra y al norte de la de Vigo, en la península de O Morrazo, se asentaron algunos grupos que alcanzaron importantes cuotas de poder. Los veinteañeros acudían a los numerosos arenales de la zona a primera hora de la mañana para recoger las cajetillas que se caían después de las descargas, una muestra clara del volumen de contrabando existente en la zona.

    Una anécdota interesante ocurrió a principios de los ochenta, cuando, tras la primera gran investigación contra el Winston de batea, la mayor parte de los señores do fume¹² se habían refugiado en Portugal. Los cabecillas del área de O Morrazo estaban, según trascendía en los medios de co­­municación de la época, en el país vecino. Sin embargo, ahora se sabe que contaban con una red de colaboradores que les permitía seguir en su pueblo e incluso disfrutar de su ocio sin ser vistos. Estaban de caza en Punta Udra y tenían a personas en la carretera general con artilugios de comunicación que los avisaban de cualquier movimiento, pero de Portugal, nada, indica un testigo. Se refería a Servando Caíño, cabecilla del clan de Os Servandos, un grupo de contrabandistas que llegó a tener un volumen de negocio ilícito que nada tenía que envidiar a los capos de la ría de Arousa.

    En Bueu, en aquella época, cuando entraban en un bar, era como en el salvaje Oeste. Nos teníamos que ir todos. Esa gente hacía suyo el local, añade un lugareño. Los contrabandistas fichaban a jugadores profesionales para torneos de aficionados. El mismo Sito Miñanco extendió sus tentáculos hacia esa zona mediante esta clase de patrocinios con dinero negro. Sabía de su importancia estratégica y quería tener ojos y oídos en toda Galicia.

    La legislación que ‘ayudó’ a los malos

    La llegada de la democracia y, expresamente, la entrada en vigor de la Constitución de 1978 supuso el inicio de un periodo en el que aquellos que se dedicaban al contrabando de tabaco actuaron con total impunidad. El nuevo marco legal despojaba de su capacidad sancionadora a los Tri­­bunales Provinciales de Contrabando¹³ en favor de los Tribu­­nales de Justicia, que desde ese momento eran los únicos con capacidad legal para imponer penas privativas de li­­bertad.

    En ese periodo, y hasta que en 1982 entró en vigor la Ley Orgánica 7/82, el contrabando solo fue una falta administrativa y, pese a que tras la citada ley pasó a ser un delito, las dificultades de los jueces para dictar sentencias y que estas fuesen realmente ejemplarizantes dieron lugar a que en determinados sectores de la población gallega estas actividades se considerasen rentables. Los señores do fume no apreciaban que existiese demasiado riesgo, al no percibirse de manera inmediata el reproche penal que aquellas conductas exigían. Ello hizo que, a mediados de los ochenta, el tráfico de hachís estuviese generalizado, pues las condenas eran similares a las que suponía el contrabando, y que la palabra cocaína empezase a sonar con fuerza en Galicia.

    La conversión de la infracción en delito puso en acción a los cuerpos policiales de la época (Policía Nacional, Guardia Civil y Aduanas). Todo ello desembocó en el Su­­mario 11/84, el primer gran proceso judicial contra la introducción de mercancía ilícita en las Rías Baixas. Se inició por delito monetario y de contrabando de tabaco y sirvió para procesar a 93 personas.

    Enrique León, exjefe de la Udyco de Galicia y que por aquel entonces investigaba estos delitos en Vilagarcía, recuerda: Nos fuimos dando cuenta de lo que estaba sucediendo. El contrabando pasó a ser delito a partir de un millón de pesetas. A raíz de ello, en la comisaría de Vilagarcía llevamos a cabo una macrooperación con investigaciones muy laboriosas, sobre todo a través de las intervenciones telefónicas autorizadas por José Luis Seoane Spiegelberg, entonces juez de Cambados, hoy presidente de la Audiencia de A Coruña. Ahí empezó todo.

    León, que más tarde alcanzaría la alcaldía de la capital de Arousa (signo claro de que la mayoría de la población de la zona estaba en contra del narcotráfico, pese a lo que se haya dicho a lo largo de los años), explica que hicimos un gran trabajo que, sin embargo, sirvió de poco. El sumario se les fue de las manos [a los jueces] y, cuando quiso llevarse adelante el proceso, España había entrado en la Unión Europea y el delito de tráfico ilícito de dinero ya no era tal. El caso fue sobreseído.

    Al frente de los investigados se encontraba Vicente Otero, Terito, que dominó el contrabando de tabaco como pocos y que tuvo a su servicio a muchos de los que después se lanzaron al negocio de la droga. El rey del rubio de batea, sin embargo, no sucumbió a la tentación y, aun perdiendo mucho dinero, se mantuvo alejado del narcotráfico.

    El exjefe de la Udyco recuerda que, cuando se llevó a cabo la operación, muchos de los investigados huyeron a Portugal, y destacó la presencia entre ellos de la conocida como ROS (iniciales de Ramiro Martínez, Olegario Falcón y un jovencísimo Sito Miñanco). Esta sociedad, que al­canzó gran fama en los primeros años ochenta y que llegó a disputarle la supremacía a Terito, se disolvió poco tiem­­po después del citado procesamiento. Sito Miñanco no respetó a sus socios en el contrabando y cruzó la línea hacia el tráfico de drogas. Os Servandos, el grupo más fuerte de la ría de Pontevedra, también se hallaba en el ojo del

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