De senectute politica: Carta sin respuesta a Cicerón
By Pedro Olalla
5/5
()
About this ebook
"Un delicioso ensayo en el que defiende el buen envejecer".
Milagros Pérez Oliva, El País
"De senectute política es una llamada a la humanización de la economía, demasiado confundida con la matemática".
Sergi Doria, ABC
"Resulta una reflexión necesaria en tiempos en los que damos mucha importancia a mantenernos jóvenes y, quizá, somos menos capaces de aceptar el envejecimiento".
Álvaro López Franco, Descubrir la historia
"Un emocionante, inteligente y necesario elogio a a vejez. Olalla no deja de recordar la validez actual de las aportaciones de los sabios clásicos".
La Verdad
"Un repaso de las ideas de Cicerón, pensador estoico, que no solo no pasa de moda sino que, teniendo en cuenta las circunstancias, se antoja más necesario que nunca".
José Carlos Ruiz, Cuadernos del Sur
"Un delicioso librito que adquiere forma–clásica–del género epistolar, que sirve al autor para desplegar una vívida conversación con Cicerón, homo politicus por excelencia del mundo antiguo".
Alicia Morales, La Verdad
"Una obra breve e intensa en la que Olalla, de la mano de Marco Tulio Cicerón, reflexiona sobre la senectud".
Fulgencio Argüelles, El Comercio
"Me encanta leer a Pedro Olalla i nunca tan bien dicho, ya que en cada página se abren puertas a la imaginación que encantan mi espíritu y hacen interminable, por productiva, la lectura de sus obras".
Pere Ayguadé, Segre
"Vuelve uno de los más lúcidos y comprometidos representantes del filohelenismo contemporáneo, el escritor y cineasta Pedro Olalla, para plantearse qué ha cambiado desde entonces y cómo vemos o deberiamos ver a nuestros ancianos".
Ignacio F. Garmendia, Diario de Jerez
"Una espléndida recreación del tono y carácter de la epístola ciceroniana del escritor Pedro Olalla".
Manuel Barrios, El Mundo
"Un ensayo interesantísimo, muy bien escrito y con un punto de idealismo moderado, necesario y hasta creíble (e incluso posible). Es una obra breve pero muy sustanciosa, con reflexiones dignas del mismísimo Cicerón".
Luis Fernando Moreno Claros, Ciudad de Azófar
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De senectute politica - Pedro Olalla
PEDRO OLALLA
DE SENECTUTE
POLITICA
CARTA SIN RESPUESTA
A CICERÓN
ACANTILADO
BARCELONA 2018
CONTENIDO
I — II — III — IV — V — VI — VII — VIII — IX — X — XI
XII — XIII — XIV — XV — XVI — XVII — XVIII
XIX — XX — XXI — XXII — XXIII — XXIV
Nota sobre la obra
©
A mi madre,
que no alcanzó a vivir la senectud.
A mi padre,
que la vive plenamente.
I
[Φ ΕΡΩ ΤΑΔΕ ΜΟΙΣΑΝ Ι]ΟΚ[Ο]ΛΠΩΝ ΚΑΛΑ ΔΩΡΑ ΠΑΙΔΕΣ [ΛΑΒΟΙΣΑ ΠΑΛΙΝ ΤΑΝ] ΦΙΛΑΟΙΔΟΝ ΛΙΓΥΡΑΝ ΧΕΛΥΝΝΑΝ. [ΕΜΟΙ Δ’ΑΠΑΛΟΝ ΠΡΙΝ] ΠΟΤ’ [Ε]ΟΝΤΑ ΧΡΟΑ ΓΗΡΑΣ ΗΔΗ [ΕΠΕΛΛΑΒΕ ΛΕΥΚΑΙ Δ’ΕΓ]ΕΟΝΤΟ ΤΡΙΧΕΣ ΕΚ ΜΕΛΑΙΝΑΝ. ΒΑΡΥΣ ΔΕ Μ’Ο[Θ]ΥΜΟΣ ΠΕΠΟΗΤΑΙ ΓΟΝΑ Δ’ΟΥ ΦΕΡΟΙΣΙ ΤΑ ΔΗ ΠΟΤΑ ΛΑΙΨΗΡ’ ΕΟΝ ΟΡΧΗΣΘ’ ΙΣΑ ΝΕΒΡΙΟΙΣΙ.
ΤΑ ΜΕΝ ΣΤΕΝΑΧΙΣΔΩ ΘΑΜΕΩΣ. ΑΛΛΑ ΤΙ ΚΕΝ ΠΟΕΙΗΝ; ΑΓΥΡΑΟΝ ΑΝΘΡΩΠΟΝ ΕΟΝΤ’ ΟΥ ΔΥΝΑΤΟΝ ΓΕΝΕΣΤΗΑΙ. ΚΑΙ ΓΑΡ Π[Ο]ΤΑ ΤΙΘΩΝΟΝ ΕΦΑΝΤΟ ΒΡΟΔΟΠΑΧΥΝ ΑΥΩΝ ΕΡΩΙ Φ [ ]ΑΘΕΙΣΑΝ ΒΑΜΕΝ’ ΕΙΣ ΕΣΧΑΤΑ ΓΑΣ ΦΕΡΟΙΣΑΙ[Ν ΕΟΝΤΑ [Κ]ΑΛΟΝ ΚΑΙ ΝΕΟΝ ΑΛΛΑ ΑΥΤΟΝ ΥΜΩΣ ΕΜΑΡΨΕ[ ΧΡΟΝΩΙ ΠΟΛΙΟΝ ΓΗΡΑΣ ΕΧ[Ο]ΝΤ’ ΑΘΑΝΑΤΑΝ ΑΚΟΙΤΙΝ.
ΙΜΕΝΑΝ ΝΟΜΙΣΔΕΙ
ΑΙΣ ΟΠΑΣΔΟΙ
ΕΓΩ ΔΕ ΦΙΛΗΜΜ’ ΑΒΡΟΣΥΝΑΝ ΤΟΥΤΟ ΚΑΙ ΜΟΙ
ΤΟ ΛΑ[ΜΠΡΟΝ ΕΡΟΣ ΤΩΕΛΙΩ ΚΑΙ ΤΟ ΚΑ]ΛΟΝ ΛE[Λ]ΟΓΧΕ.
De Ático («Alter») a Cicerón.
Salud.
¿Conoces estos versos, Marco? Extraño se me haría que tu amor por lo griego y el desvelo por las Musas de tu devoto amigo Tito Pomponio Ático los hubieran dejado pasar inadvertidos. A mí—a los de nuestro tiempo—me han llegado hace poco, rotos y lacunarios, en unos deplorables fragmentos de papiro reutilizados para amortajar, sin muchos miramientos, una momia de Egipto. Son versos de Safo: sobrios tetrámetros de tres pies jónicos y uno trocaico. Aun entorpecido por la corrupción de la tinta y de las frágiles fibras sobre las que han sobrevivido al tiempo y al olvido, he querido leerlos así:¹
De las Musas traigo, de violeta ceñidas, estos hermosos dones, jóvenes,
aplicada de nuevo a la esbelta y melodiosa lira de tortuga;
pues mi piel, antes tersa, ya ha ajado la vejez,
y blanca se ha tornado mi negra cabellera,
y pesado se ha vuelto mi ánimo, y ya no me sostienen las rodillas
que en otro tiempo, ágiles, danzaban como gamos.
Tales cosas a menudo lamento. Pero ¡qué puedo hacer
si no les es dado a los mortales el sustraerse a la vejez!
De Titono contaban que la Aurora, la de brazos rosados,
presa de amor, se lo llevó con ella al fin del mundo,
siendo joven y hermoso, y, con todo, lo alcanzó con el tiempo
la canosa vejez, aun teniendo en su lecho a una inmortal.
…cree
podría dar
pero yo amo la delicadeza este y a mí
al sol el amor me ha brindado claridad y belleza.
Es imposible que no lo hayas hecho, Marco: tengo casi la certeza de que los has leído. Incluso pienso que estás en situación de elucidar para nosotros si esos últimos cuatro versos mutilados, que cita Ateneo el sofista,² pertenecen acaso a otro poema—con lo que éste se quedaría entonces en un lamento resignado ante las pérdidas propias de la vejez—, o si, por el contrario, son corolario de este mismo, como quiero pensar, lo que conferiría a la canción de Safo un giro inesperado y misterioso hacia una consolatio senectutis.
Pues no te oculto, Marco, que es precisamente esa otra consolación ante la vejez, que tú escribiste aquel invierno en tu amado refugio de Túsculo y que con tanto afecto dedicaste a Tito, lo que me mueve a mí—no Tito Pomponio, pero sí Ático, otro Ático—a dirigirte ahora esta larga misiva desde Atenas. Me la inspira ese diálogo a la manera griega que compusiste sintiéndote apartado del ejercicio de la política por tantas insidiosas ambiciones que habían acabado ya con la Res publica, recogido en la intimidad del pensamiento tras la terrible pérdida de tu joven hija Tulia—tu puerto, tu descanso, tu fuente de conversación y de dulzuras—, y entregado febrilmente a poner por escrito todo cuanto pensabas de la vida, con una urgencia tal como si un dios te hubiera susurrado al oído el gélido oráculo de la proximidad de tu abyecto final. En aquel tiempo denso, te aplicaste a escribir, además, acerca de la amistad, de los deberes, del bien y del mal, de la adivinación y del hado, de la muerte y de la naturaleza de los dioses; pero lo que me mueve ahora, como te digo, a compartir contigo mi discurso es, sin embargo, tu hermoso diálogo entre Catón, Escipión y Lelio, esa obra llena de voluntad y de firmeza que escribiste entonces, Marco, no porque la vejez sea buena, sino, tú bien lo sabes, para que la vejez sea buena.
Tampoco se me oculta, pensando en tu preocupación por la vejez, tu deseo de vivirla rodeado de buenos libros. Ésa fue tu pasión, los libros, y, si los demás la censuraron, Tito asumió el deber de satisfacerla. No sabes cuántas veces paso por los lugares que frecuentasteis juntos en Atenas y os imagino a los dos en el Ágora, o en lo que queda del Jardín de Epicuro, o en el espacio que ocupó el Gimnasio de Ptolomeo al pie de la Acrópolis, escuchando a Antíoco Ascalonita en la buena compañía de tu hermano Quinto y de tu primo Lucio. Y, otras veces, lo imagino a él solo, a Tito, buscando por el barrio del Cerámico las estatuas de Hermes que le encargabas en tus cartas y, sobre todo, los volúmenes para esa biblioteca que iba con diligencia reuniendo y que le conminabas, una y otra vez, a no vender a nadie, pues reservabas para ella todas tus economías pensando en adquirirla para solaz de tu vejez.
Si vieras, Marco, cómo está hoy el Cerámico… Cuántos pobres, caídos en desgracia—ancianos, muchos de ellos—, buscan en las basuras y duermen este invierno, envueltos en harapos, al escaso abrigo de sus callejones y sus soportales… Del Pórtico donde se reunían los estoicos, a quienes escuchaste con tanta consideración, no quedan más que los cimientos, y en sus inmediaciones se agolpan buhoneros que ofrecen cosas viejas y otros que venden libros. Qué pensarás si te digo que en ese maremágnum he encontrado yo los poemas de Safo, las elegías de Solón, los diálogos platónicos que tanto te inspiraron, e incluso… incluso una obra tuya vertida al griego: Κάτων ο Πρεσβύτερος Περί Γήρατος. Cato Maior De senectute.
La senectud de la que tú escribiste, claro está, ha existido desde que existe el hombre; pero es que en este tiempo, Marco, hay tanta gente entrada en años que a veces me parece que esa tercera edad de la que hablas refiriéndote a Néstor³ es una creación de nuestra época, un reto privativo de este tiempo. La gente vive más que en épocas pasadas, o, por mejor decir, ahora son muchos más aquellos que llegan a una edad provecta. Otra cosa es si vivimos bien, si conocemos de verdad el ars vivendi, el ars senescendi—¿acaso envejecer bien puede ser