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La señal de la Cruz
La señal de la Cruz
La señal de la Cruz
Ebook180 pages2 hours

La señal de la Cruz

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About this ebook

La señal del cristiano es la santa Cruz. Una señal llena de significado, que proporciona las claves para descubrir la hondura del amor divino, la gravedad del pecado y el sentido del sufrimiento humano.

Partiendo de las escenas del Via Crucis y con un estilo directo, el autor escribe en columna para favorecer el ritmo de la reflexión, sin la intención de hacer un poema. Complementan el texto una colección de Sonetos sobre la Pasión del Señor, y la traducción rimada de varios himnos eucarísticos.
LanguageEspañol
Release dateMar 2, 2011
ISBN9788432138553
La señal de la Cruz

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    La señal de la Cruz - Juan Luis Lorda Iñarra

    La señal de la Cruz

    © 2011 by Juan Luis Lorda

    © 2011 by EDICIONES RIALP, S.A., Alcalá, 290, 28027 Madrid

    By Ediciones RIALP, S.A., 2012

    Alcalá, 290 - 28027 MADRID (España)

    www.rialp.com

    ediciones@rialp.com

    Cubierta: Crucifijo (pintura). Museo Nazionale di San Matteo. Pisa

    © Foto Scala

    ISBN eBook: 978-84-321-3855-3

    ePub: Digitt.es

    Todos los derechos reservados.

    No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. El editor está a disposición de los titulares de derechos de autor con los que no haya podido ponerse en contacto.

    ÍNDICE

    Prólogo

    primera parte

    LA SEÑAL DE LA CRUZ

    I. Cuando Dios calla 

    II. La cruz a cuestas 

    III. La primera caída 

    IV. La Madre sale al encuentro 

    V. El cireneo

    VI. El rostro del Señor 

    VII. Las caídas del camino

    VIII. Encontrar a Cristo

    IX. La última caída

    X. La desnudez de la carne

    XI. Los clavos de la cruz

    XII. Muerte

    XIII. Descendimiento

    XIV. Entierro

    XV. Resurrección

    segunda parte

    SONETOS DE PASIÓN

    1. Humano anheló ser, para eso vino

    2. Angustia y soledad en aquel huerto

    3. ¿Dónde fueron, Señor, los que te amaban

    4. Caifás, venal pontífice aquel año, 

    5. Manos que al ser lavadas le perdisteis,

    6. Con qué varas y látigos te dieron

    7. Mujeres de Israel, ¡clamad al cielo!

    8. Ojos de Cristo, que tan dulces miran

    9. Te quejas, Cireneo: ¡mala suerte!

    10. A un lado del Calvario le despojan,

    11. Cuando clava en la cruz su mano abierta

    12. Corazón bien amado que aún palpitas

    13. Tu ojos buscan los hombres que pudieron

    14. Llagas de Cristo abiertas en la altura,

    15. Pastor que dejas disperso al rebaño,

    16. Reinas clavado en una cruz alzada

    17. Tus ojos ya no ven pero nos miran

    18. Muestra, Señor, tu cruz en mi existencia

    19. Clavos que traspasáis la carne santa

    20. Apenas respiraba cuando dijo

    21. «Mi alma, Padre, en tus manos encomiendo»

    22. Tu boca al expirar se queda abierta;

    23. Tiembla la tierra que tu muerte llora.

    24. La tormenta ha callado y llega el duelo,

    25. Sangre y agua manó de su costado

    26. Llaga abierta que el aire purificas

    27. Corazón de Jesús crucificado,

    28. ¡Con qué afán y dolor, Señor, te pido

    29. Ha muerto y la tierra se ha movido

    30. Lavan tu cuerpo y ya la tarde avanza

    31. No es tan solo dolor lo que sentimos.

    32. Cuerpo muerto de Dios que en tierra yaces,

    33. Y llegan de mañana los rumores

    tercera parte

    HIMNOS EUCARÍSTICOS

    Adoro te devote

    Pange Lingua

    Sacris solemnis

    Verbum supernum

    Ave verum

    A la memoria de Ricardo Yepes,

    cuya vida se llevó,

    con tantas promesas,

    un alud de nieve.

    Non moriar sed vivam

    et narrabo opera Domini

    PRÓLOGO

    Unas palabras —muy pocas— son necesarias para presentar la historia, el sentido y la forma de este libro.

    Nació y creció, durante años, en tiempos de Navidad y Semana Santa, cuando la Liturgia invita a meditar en silencio en el misterio del Dios hecho hombre.

    Son reflexiones evocadas por las escenas del Via Crucis, pero no está pensado para seguir las estaciones de esta venerable práctica de la piedad cristiana. Es sólo un intento de ahondar en la sorprendente paradoja de la Cruz del Señor, donde se nos dan las claves para descubrir la hondura del amor divino, la gravedad del pecado y el sentido del sufrimiento humano.

    Las obras literarias suelen imponer su propia lógica. El texto surgió en columna y así ha crecido, porque favorece el ritmo de la reflexión, pero no aspira a ser un poema.

    * * *

    Al preparar la segunda edición, le añado una colección de sonetos, compuestos y corregidos en estos años; y la traducción rimada de algunos himnos eucarísticos: los del Corpus, atribuidos a Santo Tomás de Aquino, y el Ave verum. Estos sí son poemas en el sentido más tradicional.

    J.L.L.

    28.XI.2010

    «A veces, la Cruz aparece sin buscarla.

    Es Cristo que pregunta por nosotros».

    San Josemaría Escrivá, Vía Crucis, V

    «Decían incluso: ‘¡Pobre mujer!’

    y al mismo tiempo golpeaban a su hijo.

    Porque los hombres somos así».

    Charles Péguy, El misterio de la Caridad

    de Juana de Arco

    Primera parte

    LA SEÑAL DE LA CRUZ

    I. Cuando Dios calla

    Desde que Caín envidió a Abel

    —porque era bueno—,

    desde que lo amó con un amor venenoso,

    los buenos,

    los que son verdaderamente buenos,

    tienden a perder

    en los juegos de azar de este mundo.

    No conocen, no imaginan

    las trampas,

    esas trampas tremendas

    que corren como ratas

    bajo la maligna superficie de la tierra,

    y aparecen de repente

    entre las estructuras insolentes del poder,

    en las liturgias de la vanidad

    y en la lucha salvaje del dinero.

    *

    «¡Ecce homo!

    ¡Éste es el hombre!»

    Suena el eco en el patio enlosado,

    que está en un rincón de la muralla.

    Una plaza pequeña en el espacio,

    pero inmensa, ilimitada en el tiempo.

    Lo que allí sucede tiene que ver

    con lo que sucede todos los días en todas partes,

    con lo que sucede a cada hombre

    en todos los lugares de la tierra.

    Aquella plaza es como el ruedo del mundo:

    enorme, casi infinito.

    «¡Éste es el hombre!»,

    repite Pilatos, que está ya cansado.

    Y al oírle, vuelven la cabeza

    gentes de todos los tiempos

    y miran a aquel pobre hombre

    expuesto en el enlosado,

    en medio de aquella plaza curiosamente infinita.

    Lo conocen todos,

    lo conocen, al menos de oídas;

    han oído hablar de Él;

    a veces, vagamente,

    como a retazos.

    Es Jesús de Nazaret, un judío,

    de carne como la nuestra,

    que se deja ver

    porque apenas la cubre un trapo.

    De carne magullada y sucia,

    profanada con insolencia,

    mientras Dios calla.

    Ahí está, jadeante,

    tambaleándose en silencio,

    con señales de golpes

    y la cara hinchada,

    con la vista perdida en los surcos del suelo

    y los ojos turbios.

    «¡Éste es el hombre!»

    se oye de nuevo la voz de Pilatos.

    Y sus palabras suenan extrañas a estas horas,

    como si quedaran suspensas en el aire,

    como un eco grotesco,

    una broma de mal gusto,

    o un mal presagio.

    Desde todos los rincones,

    desde los lugares más remotos

    de todos los tiempos,

    llegan en oleadas

    los murmullos de las gentes

    que se entretienen en hablar.

    *

    ¡Qué empeño en exhibirlo como un trofeo!

    ¡Qué ganas de insistir en un espectáculo tan triste!

    ¿Por qué volver siempre sobre lo mismo?

    ¿Qué conciencias quieren

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