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Nunca Termina LA Primavera
Nunca Termina LA Primavera
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Nunca Termina LA Primavera

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About this ebook

 Nunca Termina LA Primavera es una nominada a los premios Indie Book Award de la revista Top Shelf 2019.
Un loco está matando gente en Elm Grove Indiana y Jack Johnson cree que él es la causa de los asesinatos.

 Una mañana aterradora, la vida de Jack Johnson se ve destrozada por el asesinato de su hija y su yerno. Ahora debe explicar sus muertes a su nieta de 5 años, Emily. Pero, ¿cómo explica que su guerra con Dios es la causa de sus asesinatos? Su esposa, Ruth, ve el tormento del alma de Jack y reza para que Dios le dé consuelo. La interferencia de Jack destroza a su familia y causa otra muerte. Ahora el asesino cambia su enfoque y apunta a Jack Ruth y Emily. ¿Puede detener al asesino antes de que maten a su familia?

LanguageEspañol
PublisherBadPress
Release dateApr 6, 2019
ISBN9781547559848
Nunca Termina LA Primavera
Author

Darrell Case

Darrell Case grew up during a time when neighbors were respected friends and family was loved and cherished. From an early age his imagination ran wild. He roamed the pastures and fields as an explorer and built cabins out of 10-gallon milk cans and old sheets of tin. He played alone without being lonely. Never an “A” student, Darrell perfected the art of hiding a novel behind a textbook. While his classmates labored over equations, Darrell sailed the seven seas, climbed mountains and fought in foreign wars, all within the confines of the hot, stifling classroom. In high school, his favorite room (yes, he did make it that far) was the library. There he devoured such books as Big Red and Lad of Sunnybrook, among others. To Darrell, an author’s ability to transport his or her reader to another time and place made them larger than life. After high school, Darrell embarked on the lofty career of mowing graveyards. Spending hours alone, he dreamed of what life would hold for him. In 1994 he decided to try his hand at writing. As with most budding authors, Darrell didn’t know how to write. Despite his talent as a vivid storyteller, his lack of attention in school left him with a lot to learn about the technicalities of English usage. Published in 1996, his revised version of Never Ending Spring was one of the first eBooks. An earlier version of it sold six copies. That same year Darrell began writing for a daily devotional titled “Call to Glory.” Today that publication has grown to the point where it’s considered the standard of daily devotions. According to its website, “Call to Glory” prints and distributes well over 30,000 copies per month. Darrell’s time continues to be divided between jail and prison ministry and writing.

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    Nunca Termina LA Primavera - Darrell Case

    Dedicado a

    El Señor, quien me ama y derramó

    Su sangre por mí.

    AGRADECIMIENTOS

    Mi agradecimiento a aquellos que me ayudaron a ensamblar este libro. A mi esposa, quien me instó a seguir cuando quería renunciar. A Justin Davis de Davis Designs por crear la maravillosa portada. Mi agradecimiento especial a Ariana Kelsheimer por modelar para la portada. A Tim Woodward y Mary Ellen Robertson, quienes hicieron un excelente trabajo de edición. A mi Señor, quien me guió por el proceso de escritura y publicación. Y, por supuesto, a usted, el lector, sin el cual no habría razón alguna para escribir. Primavera interminable está completa. Oremos para que Dios use este libro para Su gloria.

    Tabla de Contenido

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 28

    Sluagh

    Querido Lector

    Primavera interminable

    Prólogo

    Mayo 17, 1949

    Cuando la patrulla salió de Mill Creek Road para detenerse en la entrada infestada de malas hierbas, el sheriff Bob Curry hizo una oración silenciosa: Señor, ellos no necesitan esto justo ahora. Ya sabes que los Brown tienen suficientes problemas. Suspiró y apagó el motor.

    Las cortinas en la ventana del frente se movieron. Alguien estaba observando. Tal acción en otro momento haría que Curry estuviera receloso, pero no este día. Los Brown eran inofensivos. Odiaba dar notificaciones de decesos, especialmente esta. Sentía que era su culpa que su hijo Dennis estuviera muerto. Él fue el que sugirió al viejo Miller que presentara cargos.

    Sabe, sheriff, esa valla no vale mucho. Un poco de pintura le vendría bien, había dicho Miller.

    Bueno, con las palabras que ese granuja muchacho escribió sobre ella, tiene que ser pintada, dijo Curry, meneando la cabeza. Le diré qué. Sé que los Brown no pueden costear la pintura, así que veré si el condado puede pagarla y dejaremos que Dennis enfríe sus talones en la cárcel por un par de noches y pinte su cerca durante el día.

    El trato se había cumplido, y ahora Dennis estaba muerto.

    La puerta del frente se abrió y Katy Brown pasó al desvencijado porche. Aferró su vieja bata hacia sí con una mano y se sostuvo en el raído pasamanos con la otra. Buscó en el interior de la patrulla con ojos de madre mientras Bob Curry caminaba por el terreno mal cuidado.

    Buenos días, señora Brown, dijo, entornando los ojos mientras miraba a la mujer de cabellos grises.

    ¿Dónde está Denny? Creí que dijo que terminó ayer la valla.

    Bueno, sí, señora, lo hizo.

    ¿Entonces por qué no está con usté? Dijo que lo traería a tiempo pa’ la escuela y ya son casi las diez.

    Lo siento, señora Brown. Tengo malas noticias para ustedes. ¿Puedo entrar y hablar con usted y con Don?

    Mire, sheriff: usté sabe tan bien como yo que esa pelea no fue culpa de Denny. Esos grandotes en la cárcel lo provocaron para que diera el primer golpe. No lo va a retener por eso, ¿verdá?. Ella se hizo a un lado para dejarlo pasar. Bob se quitó el sombrero y se agachó para pasar a la gastada sala. Don Brown se sentaba en el desvencijado sofá, su cara cubierta de dolor.

    ¿Cómo andas de la espalda esta mañana, Don?, preguntó Bob.

    Nada bien. Casi no pude dormir anoche con la espalda dándome molestias.

    Bob tomó aliento y dijo: Bien, amigos: no hay forma fácil de decirlo. Dennis se ahorcó anoche. El velador lo encontró cerca de las cinco de la mañana. Intentamos revivirlo, pero era demasiado tarde.

    Estás bromeando, dijo Don, mientras las lágrimas arrasaban sus ojos.

    Está equivocado, debe ser otro muchacho. Denny no haría eso. No por una vieja valla, dijo Katy Brown.

    Lo siento. No hay error. Es Dennis, dijo Bob, mientras daba vueltas a su sombrero.

    ¡NO, NO, NO!, gritó Katie. ¡No mi bebé! ¡No!. Se derrumbó en el sofá, mientras lloraba a gritos.

    Don levantó su bastón y lo apuntó, trémulo, al sheriff. Recuerda mis palabras: alguien mató a mi chico. Si hoy fuera la mitad del hombre que fui, iría a esa cárcel y averiguaría quién lo hizo.

    Dispusieron de Denny en la sala en una caja de madera de pino hecha al vuelo por el tío Vernon. Bob se sentía incómodo por dar la cara a los Brown en su casa de nuevo, así que esperó en el arcén mientras los dolientes cargaban una vieja pickup con el ataúd. Cuando salieron del patio, encendió la burbuja y guió la procesión de tres autos los dos kilómetros hacia el pequeño cementerio donde el abuelo y la abuela de Denny yacían.

    Después de poner a Denny en la tierra, Vernon se acercó a Curry. Se habían conocido mutuamente por mucho tiempo, aunque durante ese lapso Curry estaba en un lado de la ley y Vernon en el otro. Por mucho que lo intentara, Vernon no podía permanecer lejos del alcohol.

    Tiene muchas agallas para venir aquí, Curry, dijo Vernon, mientras ponía su cara a centímetros de la de Bob. El olor a cerveza barata era abrumador.

    Vine para rendir mis respetos.

    Si tuviera algún respeto, Denny no estaría en esa caja. Vernon se acercó un paso más, su nariz casi tocaba la cara del sheriff.

    Vete a casa, Vernon. No quiero tener que arrestarte hoy. Bob se volvió y abrió la puerta de su patrulla.

    Esto no ha terminado, sheriff. No, señor, esto no ha terminado aún. Vernon se quedó mirando a la patrulla hasta que desapareció por la colina.

    Capítulo 1

    El hombre le echó un vistazo a su reloj y maldijo en voz baja. Si no se iba pronto, sería descubierto. Esto era lo más tarde que había esperado. El predicador siempre iba a su oficina en el templo antes del amanecer, y dejaba a su esposa e hija dormir mientras él estudiaba la Biblia. Aún así, en estos últimos dos días, el asesino había esperado en vano. En los próximos veinte minutos, el sol saldría. Una luz grisácea atravesaba las ventanas estilo catedral, lo que ensombrecía las viejas bancas de madera y hacía que el hombre viera serpientes en su cabeza.

    Este lugar me da escalofríos. No puedo esperar a largarme de aquí, susurró. Incluso el sonido de su voz parecía ajeno a este lugar.

    En la casa pastoral, una sola luz estaba encendida. El dulce aroma de las rosas flotaba por las ventanas abiertas para mezclarse con el aroma del café recién hecho. La luz de un hermoso amanecer se fortalecía. El hombre se paseaba por los pasillos y se detenía cada pocos minutos para observar la casita al otro lado del patio del templo.

    Regresó un doloroso recuerdo. Se estremeció. Cuando era un niño pequeño, se solía esconder en su lugar secreto, mientras apenas se movía, esperando por horas para evitar una golpiza de su padre. Para pasar el tiempo, se entretenía un poco con su mente. Hacía eso ahora, representándose mentalmente el asesinato de Denny Brown una y otra vez. Esta era la tercera noche seguida que esperaba en la oscuridad. Con cada momento que pasaba después del amanecer, el peligro de ser encontrado se hacía más grande.

    ¿Qué pasaría si ese estúpido predicador hablara? Estaba aterrorizado de que si Mays se lo dijera a alguien, a él lo arrestarían. Incluso si por algún milagro no fuera a prisión, su vida estaría arruinada.

    Si tan solo no hubiera estado bebiendo esa noche. Si tan solo se hubiera callado la boca. La muerte de Dennis Brown era un gran peso en su cabeza. Sentía que debía decírselo a alguien, y se supone que los pastores deben mantener confidencial todo lo que les dijeras. Intentó explicarle al predicador que fue un accidente. Nunca quiso matar a Dennis. Mays le dio un ultimátum: o iba con el sheriff o él iría.

    Bueno, ahora era demasiado tarde para eso. El último lunes vio al pastor Jim andar de entrometido en la cárcel y hablando con Curry. Trató de sonsacarle al sheriff de qué estuvieron hablando, pero Curry solo sonrió y le dijo que tenía algo que ver con la iglesia. Ellos intentaban engañarlo, pero él sabía; sí señor, él sabía.

    Las voces en su cabeza comenzaron de nuevo. Estuvo tentado a contestarles, pero eso solo ocasionaría una discusión. Solo había una forma de manejar el problema. Se levantó y  le dio una buena estirada a sus músculos entumecidos. Se paseó por el pasillo, siempre a la sombra. Como ha pasado su vida entera, morando en las sombras.

    En la casa pastoral, Kristie Mays se sirvió una segunda taza de café. Sonrió a su marido mientras agregaba azúcar y crema. ¿Por dónde deberíamos ir?, preguntó, mientras echaba un vistazo sobre el hombro derecho de Jim. Sus ojos de un azul cristalino brillaron con emoción.

    Mientras aplanaba el arrugado mapa, Jim contestó: Me gustaría que tomáramos la ruta escénica por Illinois, después cruzar el río en Hudsonville e ir al sur. Pero cortaríamos mucho camino si tomamos la Autopista 41. Tengo que estar de regreso a las siete para dar los toques finales a mi sermón.

    Amor, trabajas muy duro. Por favor intenta tomarlo con más calma este verano, dijo Kristie, mientras masajeaba su espalda y hombros.

    Lo intentaré, cariño, dijo Jim, dándose la vuelta para tomarla en sus brazos. Si tú prometes hacer lo mismo.

    ¡Oye, yo lo dije primero!, dijo Kristie con una sonrisa. Ella se retiró mientras sus dedos bailaban por las costillas de Jim.

    Jim soltó el mapa a medio doblar e intentó alcanzarla, pero sus manos solo dieron con el aire. Él la persiguió por la casa unas cinco veces antes de atraparla, y cuando lo hizo no tuvo merced. Le hizo cosquillas hasta que ella comenzó a gritar. Kristie intentaba defenderse, sin conseguirlo.

    Me rindo, me rindo, ella chillaba, entre lágrimas y risas. Esa era su señal de que había tenido suficiente. Jim puso a Kristie de pie y la envolvió en sus brazos.

    Oh, cariño: estoy tan feliz de haberme casado contigo. Te amo tanto, dijo ella, mientras enterraba su cabeza en el pecho de su esposo.

    También me alegra, preciosa, susurró Jim, besándola ligeramente. Te amo.

    Anoche tuvimos una velada maravillosa. La cena fue magnífica. El paseo a la luz de la luna. ¿Cómo crees que reaccione Emily cuando llegue el bebé en diciembre?

    Ella lo amará, como lo hace con todos.

    Oye, ¿cómo sabes que va a ser niño?

    Porque le pedí a Dios un varón, dijo Jim, mientras sonreía y daba unas palmaditas al vientre de Kristie. Mi pequeño predicador.

    El hombre se estremeció por la risa que salía de la casa pastoral. Odiaba cuando la gente reía. Sabía que era el centro de sus bromas. Se levantó y estiró de nuevo sus músculos. Regresaría esa noche. Tal vez el predicador se quedara a trabajar tarde. Deseaba que hubiera otra forma de resolverlo, pero ya había cometido un asesinato. ¿Qué importaba uno más?

    Estaba por salir discretamente del templo cuando escuchó la puerta mosquitera de la casa pastoral cerrarse de golpe. Fundiéndose más con las sombras, vio por la ventana lateral la casa del pastor. Sí, ahí estaba Jim cruzando despreocupadamente el césped contiguo, silbando una tonada que reconoció de su infancia.

    Él bufó: Gracia admirable. Sí, vas a necesitar hoy gracia admirable, resopló mientras sacaba el cuchillo de caza lentamente de su funda.

    El reverendo James Mays, pastor Jim para su congregación, amaba pastorear la Iglesia de la Comunidad de Elm Grove. La gente del campo era tan amable y trabajadora, y aun así siempre tenían tiempo para el Señor. El cabello rubio y ojos azules de Jim combinaban perfectamente con los de Kristie y los de su hija de seis años, Emily. Algunas personas decían en broma que se veían como un anuncio de una marca popular de tintes para el cabello. La paciencia y carácter gentil de Jim le hacían el pastor perfecto para esta tranquila iglesia rural.

    Jim sonrió. Qué gran día para estar vivo. La tibia luz del sol del amanecer se sentía bien en su cara. La luz de la mañana temprana se filtraba por las hojas de los altos robles detrás del templo.

    Como su hija se quedó en casa de los abuelos la noche anterior, él y Kristie pudieron pasar una poco frecuente noche a solas. Su linda esposa se lució con una cena espectacular. Todos sus platillos favoritos: chuletas de cerdo, maíz, papas al horno, ejotes y pay de manzana. Después dieron una vuelta de la mano por el camino a la luz de la luna llena. Mientras pasaban la casa de los papás de Kristie, escucharon a Emily cantar:

    Cristo me ama bien lo sé,

    Su palabra me hace ver,

    que los niños son de Aquel,

    quien es nuestro amigo fiel.

    Cristo me ama,

    Cristo me ama,

    Cristo me ama,

    la Biblia dice así.

    Marido y mujer, madre y padre escucharon con atención, mientras sonreían a la luz de la luna. Antes de que terminara el año Jim sería padre de nuevo. Qué gran regalo de Navidad.

    Mientras Jim alcanzaba la perilla, Kristie le habló: Amor, no olvides la hielera. Está en el clóset de tu salón de la Escuela Dominical.

    Muy bien, cariño. Dándose la vuelta, Jim vio algo destellar a la luz del sol y sintió un dolor agudo y agonizante en el pecho. ¡Ahhhhhhhh!, gritó. Conmocionado e incrédulo, vio a su asesino entrar en el templo.

    Asomándose por la ventana de la cocina, Kristie vio a su marido caer al suelo. Soltó el plato que estaba lavando y este se estrelló en el piso. Un infarto. El pensamiento cruzó hiriente por su cabeza. Mientras salía por la cocina, gritaba: ¡Jim, Jim! ¡Oh, Dios bendito, ayúdalo!. Corrió a su lado, cayó de rodillas y tomó a su marido moribundo en los brazos. Cuando vio la sangre manar de su pecho, gritó, aterrorizada. Alcanzada por la conmoción y la angustia, no notó al hombre que salió del templo con un cuchillo de caza en su mano. Levantó la hoja, y la dejó caer una y otra vez, acuchillando a Kristie en la espalda. Ella cayó sobre su marido, su sangre confundiéndose con la de él mientras se extendía por el suelo.

    ****

    ¿Cuánto más se van a tardar, abue?, preguntó Emily por tercera vez en la misma cantidad de minutos. Sus ojos ansiosos brillaron hacia la abuela. Abrazó con fuerza su muñeca.

    Pronto, nena, pronto, dijo Ruth Johnson distraídamente mientras lavaba los platos del desayuno. Mantenía su cara lejos de la vista de la niña, en un intento de ocultar su preocupación. Desde donde se encontraba, podía ver el capitel de la Iglesia de la Comunidad de Elm Grove alzándose sobre el océano de maíz en los campos adyacentes.

    ¿Por qué se están tardando? Mamá y papá van a ver a la señora Skinner esta mañana antes de irnos al zoológico, dijo Emily. Ha estado enferma, sabes. A Emily le caía bien la señora Skinner. Cuando mamá y papá la llevaban para visitarla, la señora Skinner siempre daba a Emily una galleta y un vaso de leche bien fría.

    "Si, nena, lo sé. Emily, ¿por qué no esperas a mamá y a papá en el porche del frente? Te puedes sentar en el columpio, pero espera hasta que tu papi detenga el

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