Las Artes Marciales y el pensamiento oriental han despertado un inusitado interés en las últimas décadas, debido no solo a la necesidad de auto defensa ante la violencia reinante en las grandes ciudades, para lo cual las técnicas de Extremo Oriente parecen aportar una panacea, por demás discutible, sino por una causa mucho más importante: la necesidad imperiosa del hombre de hoy de encontrar una respuesta a los grandes enigmas de su existencia. Frente a un mundo de eterna dualidad, el hombre occidental mira hacia Asia en espera de una respuesta que satisfaga sused, no solo de conocimiento real, sino de calma y de serenidad interior, ese extraño estado que, aparentemente, sigue siendo patrimonio de los grandes sabios de Oriente.
Las Artes Marciales y el pensamiento oriental han despertado un inusitado interés en las últimas décadas, debido no solo a la necesidad de auto defensa ante la violencia reinante en las grandes ciudades, para lo cual las técnicas de Extremo Oriente parecen aportar una panacea, por demás discutible, sino por una causa mucho más importante: la necesidad imperiosa del hombre de hoy de encontrar una respuesta a los grandes enigmas de su existencia. Frente a un mundo de eterna dualidad, el hombre occidental mira hacia Asia en espera de una respuesta que satisfaga sused, no solo de conocimiento real, sino de calma y de serenidad interior, ese extraño estado que, aparentemente, sigue siendo patrimonio de los grandes sabios de Oriente.
Las Artes Marciales y el pensamiento oriental han despertado un inusitado interés en las últimas décadas, debido no solo a la necesidad de auto defensa ante la violencia reinante en las grandes ciudades, para lo cual las técnicas de Extremo Oriente parecen aportar una panacea, por demás discutible, sino por una causa mucho más importante: la necesidad imperiosa del hombre de hoy de encontrar una respuesta a los grandes enigmas de su existencia. Frente a un mundo de eterna dualidad, el hombre occidental mira hacia Asia en espera de una respuesta que satisfaga sused, no solo de conocimiento real, sino de calma y de serenidad interior, ese extraño estado que, aparentemente, sigue siendo patrimonio de los grandes sabios de Oriente.