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ha logrado c n poco tie mpo ,
'racias a l es fue rzo creativo , marcar una tra -
'n: lOI ia rn la literal lira diri gida a niños y jó-
venes.

Su nove la co n a para ni ños " El tren tumásti-


co" file desla cada por los j urados de l con cur-
so ') Al: ( llJXl), la co lecc ió n de CUCI1\OS " Ex-
curxió n a l arroyo" fue menci onada en el con-
c urso ,\ \I A " 1,\ OCA C,\\{J) de 1991 y ' U
novela para ni ños y jó venes " t istcrio cn c l
Mu sco " acaha de obtener el Primer Premio
(co mpartido) en el conc urso '\~t ,\ rr.v-ocx
C'\\{J) 1992 .

La autora. que vie ne trabajando desde hace


al g ún tiem po e n e l taller literario Lago-Arb -
lec he, ha sido tambi én docente de idioma in-
g k;s, e nc ue ntra una vocación definida en e l
qu eha cer literario diri gido a ni ños y j óvenes.
Misterio en el
museo
Mónica Dendi

Primer premie (compartido) Concurso Anual


e Editorial AMAUTA de Literatura Infrmtil y Juvenil-1992 .
tra. Edición Noviembre 1992
Impresoen Uruguay - Printed en Urugua y
ISBN 9914--35-035-2
Editor. Agustín Cárpena
Carátula e ilustraciones: Fernando Veira
Coordlna d6n: Luis Neíra
Composición y armado; La Galera 5.R.L.
Fotomocánica : Puntograf S.R.L. (flgani= EDITDRIALAMAIlTA
DIstribución: Editorial AMAUTA A~ MINISTF.RlO DE EDUCAOÓN YCULTIlRA
José Enrique Rodó 1708 - Tel. 41 4868 Patroaruz: 0CA--eARD
Montevideo - Uruguay
Prólogo

Misterio en el museo es una de las obras ganadoras del


Concurso AMAUTA-ocACARD (1992).
Se trata de un cuento para jóvenes donde la autora in-
cursiona en la línea del género policial yel misterio, mo-
dalidad que --cine y televisión mediante- tiene cada día
más aceptación a todos los niveles.
La escritora sabe aprovechar en esta obra el excelente
escenario que le brinda nuestra geografía, en este caso el
Mi agradecimiento al Director del Museo Zoológico Museo Zoológico Dámaso A. Larrañaga, el cementerio y
el puertito del Buceo. Aprovecha asimismo el misterio que
Dámaso A. Larrañaga, Sr. Julio González y al personal rodea, desde hace muchos años, estos recintos y las posi-
del mismo. bles conexiones históricas y presentes que, según las
creencias populares de la zona, existen en esos lugares.
Los protagonistas principales son los niños, el taxi-
dermista, el guardián, algún dudoso propietario de yates
del conocido club y otros trabajadores de la zona.
Una historia detectivesca, poco usual en nuestro me-

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dio, pero de gran credibilidad que no apela al facilismo
del horror, lo macabro o la violencia, y que no ocurre en-
1
tre los clásicos animalitos sino entre seres reales y en un
medio bien familiar que permite al niño y al joven una fá-
cil identificación.
Una historia que sin duda marcará rumbos en litera-
tura infantil juvenil uruguaya, por la forma de abordar
una temática de recibo, muy poco cultivada entre noso-
tros y que contiene claros elementos de identidad.

L.N

~ o
-Vamos a entrar y no toques nada, ¿entendiste?
. .
-Ufa, ya me lo dijiste quinientas cincuenta veces.
Silvana miró a su hermano; realmente se lo había re-
petido varias veces a lo la~go de las ?iez cuadras q~e.ne­
vaban caminando. Pero 5ilvana temía que Nacho hiciera

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I

.alguna de las suyas y no quería tener problemas, ni que- -Buenas tardes , don Pedro -dijo la niña saludando
dar mal con Sebastián, que estaría esperándola. . al cuidador. .
Bajando la vertical cuesta de Batlle y Ordóñez hacia la -Buenas, 5ilvana. Veo que hoy estás bien acompaña-
rambla, 5ilvana señaló a Nacho un extraño edificio. "Allá da.
abajo, ahí es". Cual si estuviese en una pequeña isla, el -Es mi hermano. Es la primera vez que viene.
Museo Zoológico, único y solitario habitante, se yergue en -Mm, -murmuró don Pedro mientras buscaba algo
actitud diferente sobre un terreno que abre y divide las en el bolsillo de su camisa celeste, bordada con las letras
sendas asfaltadas de la rambla, en una cerrada curva fren- ¡MM. -Tomá, aquí tengo un chocolatín para los visitantes
te a las rompientes entre la playa y el puerto del Buceo. El que vienen por primera vez.
intenso tráfico de la rambla se desvía rodeándolo, abra-
-Gracias.
zándolo. A la serenidad de su aspecto: firmes y repetidas
columnas rojas y su alta torre mirador; al inalterable e in- -Tu amiguito ya llegó hace quince minutos. Está en
sensible silencio de los cipreses que al fondo, cruzando la la sala del yacaré.
rambla, señalan el cementerio, se superpone el bullicioso -¿Qué es un yacaré? -quiso saber Nacho.
y constante movimiento marino y vial. -Es un reptil parecido a un cocodrilo.
Lo que más llamó la atención del niño fue el alto mi- Los huesos de lo que en algún tiempo había sido una
rador. ''Parece la torre del vigía de un barco pirata". joven jirafa se hallaban en el pasillo central, que ocupaba
Cuando llegaron al museo, Nacho se soltó de la mano todo el ancho del frente del edificio. El museo se desplega-
de Silvana y corrió a una de las tantas columnas de la en- ba en dos salas que partían desde cada extremo del pasillo
trada. Giraba y corría alrededor de ellas. hacia el fondo, alrededor de un patio abierto . En realidad
-Dejá de hacer payasadas y ven! de una vez. todo el edificio era una gran U de líneas rectas, en derre-
dor del patio de estilo morisco.
Saltando llegó al lado de su hermana y esquivando
Los dos hermanos entraron a la sala de la izquierda,
un tirón de pelos, entró al museo y casi se dio de cara con-
pasando frente al blanco esqueleto de un chimpancé. Na-
tra un esqueleto que parecía querer tocar el techo.
cho se detuvo no bien entró, gritó fuerte, mientras se es-
-¡Un Dino-rider! -exclarnóloco de maravilla. condía detrás de su hermana. Un yacaré de más de dos
-No chiquito, -dijo el cuidador- es una jirafa. metros de largo estaba agazapado e inmóvil en el suelo.
-¡Qué alta! -comentó Nacho alzando su cabeza. Su cola arqueada en semicírculo ondulante, sus patas en

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tant ' t -n i ón, los ojos d e mirad a fija y su an cho ho i- Los ojos de Nacho no alcanzaban para captar todas
o mtreabier to, da ban clara ev ide ncia de es tar listo para las ma rav illas que allí habían. La sala estaba iluminada
a taca r a su presa. Le cos tó trabajo a Silvana convencer a con luz mu y tenue. Sólo las grandes vitrinas: cuadradas,
Na cho de que el animal es taba mu erto y embalsamado. rectangulares o redondas, mostraban toda clase de anima-
- ¿No me come? les m uy bien iluminados por lámparas interiores. Nacho
- No, bobo, ¿no ves que está bien muerto? corría extas iado, de vitrina en vitrina: gatos de pajonal,
carpinchos, mariposas, caracoles de hermosos colores y
-Además los caimanes se alimentan de peces y cara-
extrañas formas, cangrejos y comadrejas disputaban su
coles, pero no de personas -dijo Sebastián llegando por
d trás de él. atención. Del techo pendía el esqueleto de una ballena, y a
su lado los huesos de una tonina.
- Bueno, yo como iba a saber -se disculpó molesto.
- ¿Está muerto? -¡Mirá ahí! -exclamó fuerte tironeando la campera
de su hermana. ¡Mirá!
- Sí, y embalsamado; está convertido en una especie
de muñeco. -Ssssh! No grites. Ah, eso; es el cráneo de una ele-
fanta.
- Hace rato que te espero -le cortó Sebastián. _
-Pero decime qué dice en ese cartel.
reo qu e aquí tenemos buen material para nuestro equi-
po . -Ya te dije que es el cráneo de la elefanta Princesa
- ¿Qu é encon traste? que vivió en el zoológico. Ahora dejame tranquila. -Miró
a Sebastián y continuó hablando. -Esta mariposa Artaeus
bas tián llevó a su amiga hasta unas vitrinas próxi - alias me puede servir para copiarla y ponerla en la tapa
m a nseña rle los animales que allí habían. Nacho, del trabajo. Fijate que aunque los colores no son tan lindos
m ientras tanto, con sumo cuidado y titubeando, estiró su como los de otras, la forma de las alas son fáciles de co-
manita y tocó el lomo del tranquilo yacaré. Retiró en se- piar: tan grandes y bien delineadas".
guida la mano y esperó a ver qu e sucedía, pero el animal
-¿No es ésta la mariposa que se iba a recibir con la
no se movió. Entonces Nacho se paró delante del reptil,
donación del exterior?
puso sus manos abiertas a cada lado de sus orejas y "Leru,
leru", se burló en las propias fauces del yacaré mientras -No se, creo que sí.
movía sus dedos. En ese momento la luz eléctrica hizo un - Entonces tuvieron que haber llegado los otros ejem-
guiño y Nacho corrió disparado al lado de su hermana, no plar es. Vamos a preguntarle a don Pedro.
fuera a ser cosa que el yacaré reviviese. Los tres niños dejaron la sala y fueron a la entrada del

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museo. Allí estaba el buen hombre cuidando que un pe- Martín-pescadores, aves autóctonas y tropicales, desta-
queño infierno de dos años no subiera al esqueleto de la cándose las de Nueva Guinea por su espectacular pluma-
flaca jirafa. je.
-Don Pedro -lo llamó Sebastián. -¿Ya llegó la do- -Aquí -dijo Silvana. -Esta es nueva. Mirá que pre-
nación? ciosos co~ores . Qué penacho raro y ese color naranja me
-¿Qué? -preguntó distraído el viejo. -¿La- dona- copa.
ción? Sí, llegó hace un mes. Ya están colocando algunos -Dejame leer. Rupicola peruoiana sanguinolenta. Sí, és-
ejemplares en las vitrinas. ta debe de ser. Dice "ave del trópico sudamericana", La
-¡Vamos a verlos! -dijeron los mayores y salieron donación venía de Ecuador o Perú o no se, de algún lugar
los tres hacia la sala de la derecha. de ésos.
-¡Mirá! -gritó Nacho para variar, al ver una enorme -Es preciosa, ¿no? -Sebastián sacó su lupa y co-
caja de vidrio con cuatro ñand úes dentro. - ¡Qué bichos menzó a examinarla detrás del cristal.
tan grandes! -¿Qué hacés?
-Después te muestro, vení y no toques nada . - Investigo. Mi tío dice que si quiero ser un buen na-
-Ufa, no me dejás hacer nada, ni siquiera hablar. turalista tengo que ser observador.
-Dejalo un poco -dijo Sebastián deteniéndose. To- -¡Qué exagerado! -Silvana se alejó para encontrar
tal, acá está todo detrás de vidrios y no va a hacer nada. nuevas especies.
-Está bien -asintió la niña- pero no te pierdas,
quedate cerca de mí y no grites más, ¿entendiste?
-Sí -<:ontestó Nacho afirmando con la cabeza al
tiempo que se alejaba saltando a ver los ñandúes, que de
pie en su vitrina central, parecían cortar el paso a los visi-
tantes.
Una pareja con dos niños recorrían la sala. Sebastián y
Silvana comenzaron a buscar donde estarían los nuevos
animales, que según sabían, eran aves. Diferentes especies
se encontraban clasificadas: pájaros carpinteros, garzas,

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- Silv<na, vení un poquito, por favor . -Sebastián ha- - Pobrecito -dijo Silvana y lo besó en la frente. -
ía adema nes a su amiga para que se acercase. Queda te conmigo. -Para distraerlo se pusieron a obser-
- ¿Qué pa sa? -preguntó llegando a su lado, luego var a otros ejemplares.
d e casi llevarse por delante a una gruesa señora. - Aquí hay otro de la donación -dijo Sebastián sa-
- Mirá con la lupa la panza de esa Rupicola. ¿No ves cando nuevamente su lupa del bolsillo. Veamos.
nada raro ? -Es un picaflor -dijo Nacho. ¿Nunca viste uno?-
Silvana tomó la lupa y examinó detenidamente. preguntó con suficiencia .
- Pa rece que tuviese plumas Pegadas. Quizás cuando -Sí, Pero éste es de cuello violeta y también tiene la
1< azaren le di spararon en la panza. panza como cosida o pegada. Esto es muy raro. Oaro que
- Pero los ejemplares que se van a embalsamar no se a simple vista no se nota, hay que observar con la lupa,
d I an en esa forma. Los cazan con mucho cuidado. como todo naturalista.
- ¡Silvana! ¡Silvana! - se oyó gritar a Nacho. Silvana -Sebastián, por qué no le preguntamos al embalsa-
y Se bastiá n corrieron a su encuentro. El niño estaba ate- mador - sugirió Silvana.
rrado escondido detrás de un hombre que con sus hijos Por una salida lateral se metieron en un pasillo que
examinaba un os ejemplares. corría junto a la sala y llevaba al taller del museo. El taxi-
- ¿Qué te pasa? - le preguntaron todos. i dermista -<> embalsamador como le decían los niños-
- Ahí, mirá ahí -Nacho señaló una enorme vitrina ! era un hombre alto, corpulento, de rostro de rasgos recios,
mirada profunda y negra que inquietaba a los niños.
que -n erraba a dos hermosos tigres: uno parado y el otro
hado sobre el pajonal seco.
{ Siempre estaba apurado, de mal humor y no quería verlos
Sebas tián upó a Nacho para que pudiese ver mejor a
los tigres.
- ¿Ves? Están qui etos, todos los animales están em-
I en su taller . Cuando los ni ños entraron, se sobresaltó y ce-
rró de un golpe una caja de madera que estaba sobre su
mesa de trabajo, junto a una zancuda "corocoro roja" de
pico curvo, que tenía el abdomen abierto.
balsamados, no pasa nada -lo tranquilizó el hombre
mientras se alejaba. -Ustedes otra vez. ¿Qué hacen aquí? -pareció rugir.
-¿Pero no se moverá? -Queremos hacerle una pregunta.
-No, está como el yacaré: muerto. -No pueden entrar aquí y menos sin mi permiso.
-Sí, ya se, pero me asusta. Vamos, salgan en seguida.

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-¿Qué está hacien- al museo llegó nunca así.
do? -quiso saber Na- -Además no es cierto que las hayan recibido arregla
cho pero no recibió res- das. En la mesa tenía un pajarraco con la barriga abierta-
puesta. dijo Silvana.
-¿Por qué las aves Sebastián la miró pensativo. "Sí, ésto creo que es ur
de la donación tienen la caso para"el investigador Sebastián".
panza remendada?
-¿Qué!? Eh, ... de
dónde sacaron esa idea?
-Las vimos y están II
todas rotas y cosidas -
dijo más explícita Silva-
na.
A la tarde siguiente don Pedro estaba de pie en el
frente del museo, contemplando el mar, que embravecido
-Las recibimos así. y mugroso, se deshacía contra las rocas en hilachas de es-
Ya conocen el refrán; "a puma achocolatada. Vio llegar a Sebastián y le hizo señas
caballo regalado no se le para que se acercara.
mira el pelo" . Ahora, -Hola, don Pedro, ¿qué le pasa?
largo de aquí y dejen de -Hola, hijo. Se te ve muy apurado por entrar, pero
preguntar bobadas. antes debo hablar contigo. Vení, entremos, que mis pier-
Los niños lo mira- nas necesitan descansar, ya no me aguantan mucho rato
ron decepcionados y se de pie.
volvieron por donde ha- Entraron al museo yel viejo se sentó en su silla, junto
bían entrado. al esqueleto de la jirafa.
-Este tipo no me -Decime, ¿qué le hicieron ayer al taxidermista?
gusta -rezongó Sebas- -¿A Ortega? Nada -respondió alzándose de hom-
tián- y yo digo que bros con cara de inocente.
aquí está pasando algo -Nada bueno querrás decir, porque me dio órdenes
raro . Ninguna donación terminantes de que no quiere verlos más por aquí.

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ebas tián frotó sus manos. "Mm, eso es buena señal, -Cuente, cuente. -Sebastián se sintió picado por la
qu iere decir mucho" . o curiosidad y la intuición le decía que el viejo debía saber
- ¿Qu é decís? ¿Buena señal que no los deje entrar? algo de lo que estaba sucediendo con los ejemplares de la
donación. .
-Entrar podemos porque es entrada libre para todo
público, pero si él no quiere vemos, es porque no quiere -No, hijo, no puedo. Pero te contaré otra cosa, si me
que averigüemos cosas. prometés no molestar más a Ortega.
-Escucha hijo, a mí tampoco me gusta nada ese tipo. -Trato hecho.
A d ir verdad -continuó como para sí- si yo hablara -¿Conocés el departamento de Durazno?
... Pero ya estoy muy viejo. Si no cumplo bien lo que me -No, pasé una vez con la escuela, de camino a Paso
ord 'na me manda para mi casa, y la verdad: ¿qué haría yo de los Toros y nos detuvimos en el zoológico de Durazno,
con una jubilación miserable? Toda mi vida estuve en este pero no pude ver nada más . -Sebastián conocía al viejo y
museo. y antes también, mucho antes del cabaret, cuando sabía que se venía una historia de esas largas y con mu-
aquí estaba la morgue. Ortega todavía andaba en pañales o

chas referencias a personas del pasado que el muchacho


y ahora amenaza con echarme. No, si es de no creer. A ve- n~ conocía. Se sentó en el piso y se dispuso a escuchar pa-
ces pienso qu e si yo hablara ~ontinuó el viejo como dia- cíentemente.
logando consigo mismo; alzó la vista para mirar como el
vi nto movía las palmeras del patio trasero. -Sí yo dijera -Te contaré de las costas del Cordobés. Un día el di-
rector del museo, en aquél entonces era el tano Benavente,
• lgun co as que se ...
o

nos pid ió a Sánchez y a mí que fuéramos a Durazno para


hacer un relevamiento de especies en un campo cerca del
arroyo del Cordobés, a donde solíamos ir seguido. Allá
nos fuimos, instalamos el campamento en la estancia de
don Clotardo y nos pusimos a trabajar. El viejo Clotardo
era macanudazo, nos mandaba todos los días guiso de ca-
pón, o mazamorra. Claro que cuando el tano Benavente
caía por allá, don Clotardo nos mandaba mulita o asado
con cuero. No era cosa de quedar mal con el "Doctor", no
señor. Un día que llovía a mares y oceános, estábamos
empapados hasta los huesos, pero entre la cortina de agua

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vimos llegar a Anastasia, una gurisa ahijada del patrón, eso no voy a permitir que un tipo de ésos me v~nga a
que andaba prendada de Sánchez. La gurisa nos traía una amenazar. Si yo dijera algunas cosas ... a veces pienso que
fuente de tortas fritas. Claro, después Sánchez en retribu- hasta debe de estar usando el viejo pasadizo ... En fin ...
ción, tuvo que llevarla a bailar el sábado siguiente. Esos -¿Qué pasadizo?
bailongos con piso de tierra se ponían buenazos.
-¿Pasadizo dije? No me hagas caso -dijo sobresaltado
Sebastián consultó disimuladamente su reloj: 10 mi- poniéndose de pie. -Bueno, ya está bien de cháchara, ahora
nutos de preámbulo.
a volar pajarito. Ortega está en el taller y no quiero líos.
-Como te decía, estábamos trabajando una noche ce-
-Está bien don Pedro, ya me voy.
rrada, de esas en que no ves ni a la luz de la linterna. Iba-
mos tras el rastro de una familia de perdices; pero debo Sebastián salió del edificio y apoyándose en una de las
confesar que no era con intención de estudiarlas, sino de columnas exteriores, sacó de un bolsillo trasero de su pan-
comerlas. De todas formas, estábamos caminando por el talón, una libretita y una birome y anotó: "El viejo algo sa-
yuyal cuando Sánchez reculó como cachorro con correa y be. Averiguar qué quiere decir "morgue", ¿Pasadizo?".
dijo "A-a-a-ahí a-a-ade-Iante hay unos b-b-bichos". Yo
alumbré y ¿qué vi? -don Pedro abría grandes los ojos. _
Una familia de zorrillos: papá, mamá y tres hijitos, todos
zorrillos negros con su senda blanca sobre el espinazo: lin-
dos y apestosos. Al alumbrarlos se dieron media vuelta
E 1sol brillaba fuerte en la mañana despejada. El viento
que había estado soplando y embraveciendo al mar la tar-
rápidamente y quedaron con sus colitas levantadas hacia de anterior, había cesado para dejar paso a una suave bri-
nosotros. Se apoyaron en las patas traseras y golpearon sa. El campito de césped que se extiende a un costado del
tres veces las delanteras contra el suelo y ... páfate ... ma- edificio rojo de la Aduana de Oribe, en la rambla del Bu-
dre mía!! Nos rociaron de lo lindo. Todo sucedió tan rápi- ceo, estaba soportando el trilladero de una escasa decena
do que no atinamos a nada, cuando nos dimos cuenta ya de niños. Algunos rodaban sobre el pasto aún húmedo del
era demasiado tarde. Salimos corriendo como alma que rocío, otros corrían tras una pelota, algunas niñas jugaban
lleva el diablo y nos tiramos de cabeza al arroyo. El olor con sus muñecas paseándolas en cochecitos.
que nos quedó en la ropa fue tan fuerte que ese sábado Nacho corría tras un panadero, que huidizo, no que-
Anastasia se quedó sin pareja. -El viejo hizo una pausa. ría detenerse entre sus manos. Silvana, con la espalda re-
-Sí señor, si tendré historias vividas en este museo. Por costada contra la vieja construcción de ladrillos, contem-
plaba las ondulaciones de un wind-surf entre los veleros

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del puerto del Buceo. La vela, anaranjada y violeta, era há- -¿Una margue? ¿Ese lugar a donde van los muertos
bilmente conducida por una chiquilina de no más de once y los destripan? ¡Qué asco!
años. Giraba, iba y venía sobre el manso del puerto, cual -No tan así, pero es un depósito de cadáveres para
mariposa de única ala revoloteando sobre el mar. estudiarlos, supongo, si no, ¿para qué los quieren? Pero
Sebastián, llegando por detrás de la Ad uana, se detu- como sea, aro funcionaba una margue y tan-ta-ta-tan ...
existía un túnel desde la
vo junto a su amiga y bajó de su bicicleta.
margue al cementerio
-Hola. que hay detrás.
-Hola -saludó Silvana hoscamente. -Me dijiste
que tenías algo muy importante que contarme y hace flor
de rato que te espero, ¿por qué me hiciste apurar tanto?
-Bueno, che, no te pongas nerviosa. Mi abuela, -di-
-¿Yeso qué tiene
que ver con la donadón?
-Mucho. Porque
Ortega está metido en
-
jo a modo de explicación- que me pidió que fuera al todo ésto. Supongamos
puesto a buscar huevos para la pascualina. Pero acá estoy. que adentro de los pája-
Escuchá bien porque me parece que descubrimos algo ros hay algo, que él lo
muy gordo. Vamos a ser famosos. Quién sabe, capaz que saca y dónde lo escon-
d ) cubrimos un tesoro. -Sebastián, sentado a lo indio so- dería? ¡En el túnel, por
bre 1pasto soñaba despierto. supuesto!
Sílvana distraída miraba como el wind-surf se acerca- Silvana lo miró des-
b a la playita del puerto y la surfista dejaba la tabla para confiada. "Me parece
hablar con un chico que la esperaba sobre la arena. que estás loco".
-¿Un tesoro? No seas niño . Además ya no quedan -Sí tenés miedo si-
tesoros. go yo solo.
-Está bien, no me creas pero yo sé cosas. -¿Qué pensás ha-
-No te entiendo, explicate. cer?
-Estuve trabajando duro, hice algunas investigado- . -Tracé un plano.
nes con referencia a la donación del museo. Averigüé que -Sebastián sacó su li-
en ese mismo predio antes había una margue. bretita y le mostró a su

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amiga. -Ves, el túnel debe de ir desde el taller, pasar por -Sí, nene . No te pongas nervioso. Yo de estas cosas
debajo de la rambla y llegar al cementerio. Ahora solo fal- se mucho.
ta que encontremos la boca en el cementerio, porque al
Silvana y Sebastián no pudieron evitar la risa. Luego
museo Ortega dio orden de no dejarnos entrar.
se separaron; la niña y el hermano, tomados de la mano
-¿Al cementerio? ¿Estás loco? -repitió. -Yo no pi- entraron al museo, mientras Sebastián se ocultaba detrás
so ahí. de una columna.
Molesta, miró hacia otro lado, de cara al mar. Los dos -Buen día don Pedro.
jovencitos de la playa seguían hablando. El muchacho se-
-Buenas tardes, querrás decir. ¿Otra vez tienen un
ñalaba algo, parecía indicarle a la joven el lugar del ce- trabajo para la escuela?
menterio, del que se veían las altas copas de los cipreses
verde oscuros, que como altivos centinelas, custodiaban la -No, esta vez quería pedirle un favor.
quietud de los sepulcros. -Tú dirás.
-Verá, el otro día cuando estuvimos aquí mi herma-
no se quedó encantado de la vida con todo lo que vio.
¿Verdad Nachito?
-¿Quién, yo? Ah, sí, sí, sí, quedé "cantado" .
III -Me parece muy lindo -dijo riendo el viejo- y hoy
vas a visitarlo nuevamente.
-Bueno, no precisamente, ya sé que Ortega no nos
quiere -se interrumpió Silvana esperando un comentario
del viejo . -Este ... quería pedirle que le enseñe a mi her-
asando frente al laboratorio de la Facultad de Veteri-
mano algo sobre los animales que están aquí.
naria, a pocos metros del museo, los niños se detuvieron.
-Mm, dejame ver. Vengan, los llevaré a ver un Ya-
-Ya lo saben -dijo Sebastián. -Ustedes entran cú-toro, que es un ave muy particular. Emite un grito si-
tranquilos y vos le pedís a don Pedro que le cuente a tu milar al rugido de un toro. Vengan . -El viejo se puso d e
hermano alguna historia sobre los bichos. Nacho, tratá de pie y comenzó a cam inar hacia la sala de la derecha.
quedarte quieto y hacé como que te gusta montones lo -No, -<:asi gritó Sílvana- por ahí no. Quiero decir,
que cuenta. esa sala ya la vimos y no le interesa, verdad Nacho?

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- Son todas iguales -dijo Nacho sin entender a su
herm ana, lo que le costó un pellizcón. -¡Ay! Está bien,
quiero ir para el otro lado.
-Qué niños jorobones -rezongó el viejo por lo bajo.
Silvana suspiró aliviada. Si hubiesen ido a la sala de la
derecha, Sebastián no habría podido pasar hasta el taller
sin que el viejo lo viera. Así que los tres fu~ron .hacia la sa-
la de la izquierda. El viejo miró en todas dírecciones como
bu scando con qué animal agarrárselas.
- ¿Ves este yacaré que el otro día te asustó tanto?
Mientras el viejo hablaba, Silvana disimuladamente
dio unos pasos hacia atrás y vio como su amigo se escabu-
llía dentro del museo haciéndole señas con el dedo pulgar
de su mano derecha hacia arriba y el resto del puño cerra-
do . bastián sabía que Ortega nunca llegaba tan tempra-
no, in embargo el taller estaría abierto porque los útil~s
d Iimpi za se guardaban allí mismo y la señora que ~eah­
. b sa tarea aún no había finalizado su jornada. ASl que
l , nt ~ la puerta del taller y entró.
La pieza era bastante amplia, de unos seis metros por
cuatro de ancho. Estaba bien iluminada por dos ventanas: paso chueco. Sebastián tocó a las aves y siguió buscando
una que dejaba ver la rambla, los tamarises sobre la playa algo sin saber lo qué. Cuatro cajas de madera se amonto-
y el mar; la otra daba hada el patio abierto del museo, con naban en una esquina con leyendas: "Frágil", "Donación
su fuente rectangular y fresca. para Museo Zoológico Dámaso A. Larrañaga - Montevi-
deo - Uruguay", ''Mantenga este lado hacia arriba". Se-
Dos puertas en la pared opuesta, una junto a la otra,
bastián intentó abrir una pero no pudo, estaban bien cla-
estaban cerradas. Sobre la mesa de trabajo habían dos pin-
veteadas. Varias herramientas que el jovencito veía por
güinos emperadores con sus alas entreabiertas y separa-
das de sus cuerpo, como queriendo equilibrar su inerte

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primera vez, se desparramaban sobre una larga y alta me- que ya tengo preparadas y las esmeraldas en bolsitas ver-
sa. des. Entonces te dejaré todas las bolsas en esta caja azul.
Sebastián oyó pasos acercarse por el pasillo. Buscó rá- Luego al irme, dejaré la puerta del túnel sin llave.
pidamente donde esconderse. Un placar blanco estaba en- -¿Estás seguro que nadie entrará aquf?
treabierto, pero se veía repleto de escobas, trapos y plu- -Claro, yo soy el último en irme. Además hoy todos
meros. Intentó entonces con uno marrón, sobre el cual se nos retiraremos temprano para asistir a la fiesta de cum -
alzaba el esqueleto de una tonina . Lo abrió y no pudo re- pleaños del director.
primir un pequeño grito. Una piel peluda y marrón de lo Sebastián se ahogaba en el calor de su transpiración.
que parecía había sido un chimpancé, colgaba vacía de Para estar encerrado estaba bastante iluminado. Levantó
cuerpo. la cabeza. Un rayo de sol bajaba por la espiral de peldaños
Las voces se acercaban a la puerta y no pudo detener- que, allá arriba, se remataba en una baranda rodeada de
se a pensar en esa piel. Tanteó una de las dos puertas que una pieza circular con pequeñas ventanas y un techo cóni-
viera antes, pero estaba cerrada. Probó con la de la dere- co. "La torre del mirador" murmuró.
cha, la puerta cedió, mostrando un pequeño espacio ocu- -Ja, ja. Te imaginás si mis tíos, los viejos Casaravilla,
pado totalmente por una escalera de caracol que partía de se levantaran de sus tumbas y vieran que están "descan-
allí hacia arriba. Sin pensarlo dos veces subió unos pelda - sando" en medio de una guarida de contrabandistas, de
ños y cerró la puerta, justo cuando alguien entraba al ta- seguro se volverían a morir.
ller. .
-Sí, pero antes te desheredan -dijo el desconocido.
-No te preocupes. Todo va a salir bien -se oyó la -Compañero, tengo que irme. Ah, espera un poquito.
voz de Ortega. Hoy no va a poder ser. Le encargué a un carpintero del as-
-Eso espero -contestó una voz ronca. -¿Cómo ha- tillero que construyera un doble fondo debajo de mi cama .
cemos para sacarlos de aquí, cómo abro? - agregó en un Al infeliz le hice un cuento bárbaro. Lo va a terminar el sá-
tono con cantito. bado, así que esperemos hasta entonces para subir las pie-
Sebastián transpiraba de nervios. Desde donde estaba dras abordo. En cuanto las tenga en mi poder nos hace-
podía escuchar muy bien, pero sentía un miedo que lo mosa la mar .
traspasaba. -Entonces el sábado al irme del museo, te dejo el tú-
-Esta tarde abriré los bicharracos de esas cuatro ca- nel abierto. Vamos, te alcanzo con el auto hasta el puerto.
jas. Pondré los diamantes en pequeñas bolsitas blancas Sebastián esperó hasta escuchar la puerta cerrarse de-

28 29
trás de los dos hombres. Después salió de su escondite y -Ah, Sebastián, no te vi llegar muchacho. A los caza-
asustado de todo lo que escuchó, corrió afuera del taller dores los detuvieron cuando traían el yacaré a Montevi-
hasta llegar al lado de Silvana. deo, sobre la baca de un vo1kswagen - continuó.
-iPá, qué bueno! -exclamó el más chico.
Sobraba lagarto por todos lados, la cola colgaba hasta
el paragolpes trasero y la cabeza con el viento de frente, se
levantaba a cada rato como saludando.
-¿La policía los detuvo por eso?
-Lo que pasa es que la gente que los vio por la carre-
tera se asustó y hubieron algunas denuncias. Los detuvie-
ron los de represión de ilícitos contra la fauna. Imagínense
que quedan muy pocos yacarés. Si a los pocos que hay los
-Así es como los cazadores mataron a este yacaré- matan por deporte, pronto se van a exterminar.
explicaba don Pedro. -El pobre animal no hacía ningún Sebastián dio una cabezada indicando la puerta. Sil-
daño, sólo quería beber agua en el arroyo. Pero el ser hu- vana comprendió que ya se podían ir. .
ma no es un bicho desconfiado y malo, destruye todo por-
que sí. -Sería un desastre ecológico -explicó el viejo.
- Pobrecito -dijo ya sin temor Nacho . -Habría que - Eso no puede ser, pobres animalitos, hay que respe-
haberlos matado a ellos. Yo les hubiera dado unos golpes tarlos -dijo Nacho.
de karate: jus, jus, jus -sus manos y pies se agitaron cor-
Don Pedro lo miró con simpatía, sonriendo extrajo un
tando el aire.
caramelo de un bolsillo .
-Eso no -dijo el viejo. -Pero por suerte los metie-
ron presos un par de días. -Sos un buen chico -<oncluyó palmeándole la cabe-
za.
-¿De qué está hablando? -preguntó Sebastián res-
pirando con dificultad por la carrera que corrió desde el Se despidieron del cuidador agradeciéndole la histo-
taller, al salir Ortega. ria y el caramelo y se marcharon.

30 31
agua a los jarrones, ba-
rriendo alrededor de las
tumbas o reponiendo
flores.
Los niños comenza-
IV ron a caminar por la ca-
lle, mirando curiosos.
Panteones familiares se
Ante la gran puerta de acceso al cementerio, sobre la
alzaban de granito ne-
avenida Rivera, Sebastián, 5ílvana y Nacho parecían inde-
gro y a veces de frío
cisos. Querían entrar pero no habían reunido suficiente
mármol blanco. Angeles
valor. de piedra se indinaban
-Será mejor que entremos, tenemos solo una hora rezando por el alma de
para buscar esa tumba, antes de que cierren. los difuntos y algunos
Nacho apretaba fuerte la mano de 5ilvana. Con la bo- túmulos se alzaban con
quita como trompita, haciendo puchero la miró suplican- la apariencia de muertos
te. "Yo me asusto". dormidos sobre su le-
-No seas tontito, mi amor, no pasa nada . No vamos cho, como si estuvieran
a ver a ningún muerto, sólo vamos a pasear. esperando la llegada del
-Entonces vamos al Parque Rodó. día del juicio final.
-Otro día, hoy no. ¿Qué tal si hacemos un trato? Tú Nacho miraba cada
paseas conmigo por el cementerio y yo te consigo figuritas nueva tumba por la que
para tu álbum, ta? pasaban y luego seguía
caminando con los ojos
Nacho asintió con un movimiento de cabeza. Con pa-
cerrados, para volver a
so lento traspasaron la entrada. Una larga calle bajaba
abrirlos de inmediato
desde el portón hasta casi la rambla. Altos apreses espar-
venado por la curiosi-
cían su penetrante aroma entre las losas de las tumbas.
dad. 5ilvana observaba
Cada pocos metros habían canillas que goteaban hilos de
agua. Algunas mujeres aquí y allá se veían cambiando el

32 33
so brecogida. Con la mano izquierda llevaba a Nacho. La de un jovencito. Sebastián giró y vio a un muchacho de
d erecha iba rígida haciendo cuemi tos. Sebastián, en cam- unos 12 años con larga vistas colgándole del cuello y un
bio, se acercaba con su lupa a leer los múltiples lapidarios, ninjaku en su mano derecha. Junto a él caminaba una niña
mensajes horadados en piedra que se dejaban a los seres esbelta, pero de no más de 11 años, llevando una linterna
queridos. "¿Será que los muertos pueden leer?" . en una mano. Parecían estar buscando algo.
Una pareja de ancianos, subiendo por la calle trabajo-
-No grites. Hay que dejar descansar a los muertos,
samente y con paso cansino, pasó frente a ellos. susurró la niña.
-Pobreátos -murmuró la mujer. De seguro son
-El otro día había mucha niebla, pero los vi salir de
huerfanitos.
por algún lugar de éstos -contestó su compañero.
Sebastián, lupa en mano, continuaba su pesquisa.
" onzález, ... Murillo, .. . Acosta, ... Saravia ... " Los hermanos regresaron de regar los espíritus. "Pa-
- ¿Saravia? rece que están buscando algo" -comentó Sebastián mien-
tras cabeceaba indicando a los dos extraños jovencitos. De
-Sí. -Sebastián se acercó más al panteón. ¿Será el
pronto los cinco quedaron mirándose, como preguntán-
que murió- en la Guerra entre blancos y colorados? Mi
dose "¿Y éstos quiénes son?". Luego cada grupo siguió en
abuela muchas veces lo nombraba.
lo suyo. Sebastián y Silvana se metieron, con el pequeño,
- Pued e ser. Qué calma hay aquí, la verdad que yo por entre los caminos que separan a los panteones.
m lo imaginaba muy distinto.
-¿Qué apellido dijiste que era?
- ¿Qu é creías, que ibas a encontrar fantasmas?
- No, pero no se, distinto. No estoy asustada. Sebastián consultó su infaltable libreta. "Casaravilla",
leyó. Estuvieron buscando un buen rato sin éxito. A dis-
- Yo tampoco, es un lugar muy interesante.
tancia veían que el otro grupo estaba en lo que sería la
- Yo sí estoy asustado -intervino Nacho-. Quiero
irme. Además quiero hacer pichí.
manzana de enfrente, también en busca de algo. Un cui-
dador se les acercó.
-Uf, siempre que salimos es lo mismo. Andá atrás de
-Hace rato que los veo dando vueltas. ¿Qué tumba
ese árbol.
buscan, niños?
-Pero vení conmigo.
-Este, ... Casaravilla. Es que nuestro abuelo se mu-
Silvana y Nacho se alejaron.
rió y no sabemos donde está - se le ocurrió decir a Silva-
"Era por aquí, por algún lugar de éstos" se oyó la voz na.

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obr ogida. Con la mano izquierda llevaba a Nacho. La de un jovencito. Sebastián giró y vio a un muchacho de
d 'r h, iba rígida haciendo cuemitos. Sebastián, en cam- unos 12 años con larga vistas colgándole del cuello y un
bio, se acercaba con su lupa a leer los múltiples lapidarios, ninjaku en su mano derecha. Junto a él caminaba una niña
m nsajes horadados en piedra que se dejaban a los seres esbelta, pero de no más de 11 años, llevando una linterna
queridos. "¿Será que los muertos pueden leer?". en una mano. Parecían estar buscando algo.
Una pareja de ancianos, subiendo por la calle trabajo- -No grites. Hay que dejar descansar a los muertos,
samente y con paso cansino, pasó frente a ellos. susurró la niña.
- Pobrecitos -murmuró la mujer. De seguro son
-El otro día había mucha niebla, pero los vi salir de
hu rfanitos.
por algún lugar de éstos -<ontestó su compañero.
Sebasti án, lupa en mano, continuaba su pesquisa.
11 .onzález, ... Murillo, ... Acosta, ... Saravia ... " Los hermanos regresaron de regar los espíritus. "Pa-
rece que están buscando algo" -<omentó Sebastián mien-
- ¿Saravia?
tras cabeceaba indicando a los dos extraños jovencitos. De
- SÍ. -Sebastián se acercó más al panteón. ¿Será el
pronto los cinco quedaron mirándose, como preguntán-
que murió en la Guerra entre blancos y colorados? Mi
dose "¿Y éstos quiénes son?". Luego cada grupo siguió en
abuela muchas veces lo nombraba.
lo suyo. Sebastián y Silvana se metieron, con el pequeño,
- Pued e ser. Qué calma hay aquí, la verdad que yo por entre los caminos que separan a los panteones.
m • lo imaginaba muy distinto.
-¿Qué apellido dijiste que era?
- ¿Qu é creías, que ibas a encontrar fantasmas?
- No, pero no se, distinto. No estoy asustada. Sebastián consultó su infaltable libreta. "Casaravilla",
leyó. Estuvieron buscando un buen rato sin éxito. A dis-
- Yo tampoco, es un lugar muy interesante.
tancia veían que el otro grupo estaba en lo que sería la
- Yo sí estoy asustado -intervino Nacho-. Quiero manzana de enfrente, también en busca de algo. Un cui-
irme. Además quiero hacer pichí. dador se les acercó.
- Uf, siempre que salimos es lo mismo. Andá atrás de
-Hace rato que los veo dando vueltas. ¿Qué tumba
ese árbol.
buscan, niños?
- Pero vení conmigo.
-Este, .. . Casaravilla. Es que nuestro abuelo se mu-
Sílvana y Nacho se alejaron.
rió y no sabemos donde está - se le ocurrió decir a Silva-
"Era por aquí, por algún lugar de éstos" se oyó la voz na.

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-Ajá, ... Casaravilla .. . No saben si está en un nicho -Sí, no, ... este .. . sí ~ decidió Silvana.
o en tierra? -Buscamos una trampa -soltó Nacho.
-Nicho, ¿qué es eso? -Callate -Silvana sin mucho disimulo le aplicó un
-Ven por los costados del cementerio, todas esas lo- pellizco.
sas cuadradas unas sobre otras? Cada cuadrado de ésos es -¿ Una trampa? Nosotros también.
un nicho y tiene lugar para cuatro o seis cajones. Los cinco intercambiaron miradas y se echaron a reír.
-Parecen apartamentos de muertos ~ atrevió a -Nosotros buscamos la tumba de los Casaravilla y
decir Silvana. ya la encontramos. Creemos que esconde una trampa de
-¡Pero ahí no entra nadie de pie! -agregó sin darse ladrones - explicó Silvana.
cuenta Sebastián. -Una guarida ... -completó en tono confidendal el
El guardián lo miró extrañado. "Claro que no, ¿para jovendto.-Yo entré hace unos días al cementerio a buscar
qué podríamos poner un cajón parado?" Sebastián captó mi cometa: se me reventó el hilo y la vi caer por aquí. Era
entonces su error y corrigiéndose dijo"Abuelo debe de es- tarde, ya habían cerrado pero uno de los cuidadores me
tar en tierra o en estos tipos de casa que hay aquí." dejó pasar. Había una llovizna fina, no se veía muy bien,
-En panteón querrás decir. A ver, Casaravilla dijiste, pero yo los vi.
Casara .. .Ah, sí, creo que está ahí enfrente, cruzando esta -¿Qué viste?
calle, detrás del panteón negro de los Díaz-Edison. -A unos hombres salir de uno de estos panteones,
-Gradas. llevaban dos cajas azules .
Se encaminaron hada la manzana de enfrente y tal co- -¿Unos hombres saliendo de aquí? ¿Y con cajas? De-
rno indicara el guardián, dieron con un panteón detrás del be ser todo lo mismo, lo que buscan Uds. y nosotros. Debe
de los Díaz-Edison. Sebastián tomó su lupa y leyó las ya de haber una forma de averiguar como se abre este pan-
de por sí grandes letras, a través del vidrio concéntrico: teón.
"casaRAVilla". Los otros dos niños con los que se encon- -¿Estás loco? ¿Abrir una tumba? -dijo asustada la
traran minutos antes, estaban parados tumba por medio, joven de la linterna en mano.
mirándolos curiosos. El muchacho entonces se les aproxi- -Es la única forma de estar seguros de que no nos
mó. equivocamos y de descubrirlos.
-Hola, ¿están buscando algo? Mientras tanteaban las paredes del panteón, dando

36 37
en el hueco negro que invitaba a entrar. Un escalofrío les
golpecitos, Sebastián y Silvana con~aron a sus acompañan- recorrió los huesos. Indecisos, se acercaron instintivamen-
tes lo que sabían de los contrabandistas. te unos a otros. Silvana alzó en brazos a Nacho.
Las paredes no cedían, la puerta tampoco. Silvana se
-Esto es perfecto ~xcIamó saliendo de su mutismo
apoyó sobre un lado y recostó su cabeza contra el borde
Sebastián. Lo vaya anotar antes de que se me olvide - ex-
de una lápida en fonna de pergamino. La piedra, que de-
trajo entonces un lápiz y escribió entre sus notas: "Para
cía "Con amor, tus sobrinos", se movió. Ante la sorpresa
abrir: mover lápida de los sobrinos".
de todos se sintió un suave chirrido y la puerta se abrió.
Los niños miraron en derredor: no había nadie cerca. -¿Y ahora qué hacemos? -preguntó la jovencita.
-Entramos -resolvió Silvana bajando a Nacho de
sus brazos.
-Pero está muy oscuro, además ¿qué pasa si se cierra
la puerta? -tembló la voz de Sebastián.
-La volvemos a abrir moviendo la lápida.
-Entonces alguno de nosotros tiene que quedarse
afuera. Vamos a decidir quién entra al túnel y quién no.
-Yo voy -<lijo el jovencito.
- y yo -agregó Silvana.
-y yo, que tengo la linterna -<lijo la esbelta niña.
-Bueno, pero todos no podemos ir -fue la reflexión
de Sebastián, Alguien tiene que quedar de guardia por si

v se cierra la puerta.
-¿Y quién se queda conmigo? -comenzó a sollozar

L a pesada puerta de grani to se había abierto unos 45


grados. Un aire extremadamente frío y de desagradable
Nacho.
-Nacho, tú te quedas quietito acá que yo vuelvo en-
seguida.
olor a humedad golpeó la piel de los profanadores de -No, quiero que tú te quedes conmigo.
tumbas. Por unos instantes que les parecieron minutos,
-Ah, no; siempre tengo que estar contigo! Cada vez
quedaron paralizados, con la vista hipnotizadamente fija

39
38
que mamá o papá salen es lo mismo: "Silvana, cuidá a tu -Esos dos deben de
hermanito" Yo tengo derecho a hacer mi vida, así que yo ser los tíos, los viejos Ca-
voy a entrar. saravilla.
-¡Mala! -el pequeño descargó un puñetazo contra -¿Y el otro?
el brazo de su hermana.
-¡Cállense! -dijo Sebastián. Van a descubrimos si -Andá a saber, de
gritan así. Debemos apurarnos. Nacho tiene razón Silva- algún pariente.
na, no podés dejarlo solo, se asustaría y se armaría flor de Algunas telarañas
lío. Quedate con él. lí- colgaban del techo pe-
-Está bien -refunfuñó alejándose unos pasos para gándose a los cabellos de
recostarse contra un árbol. Ximena. El redondel lu-
-Tú que tenés linterna podés ir conmigo. minoso recorrió las pare-
des del panteón. Hacia el
-¿Y yo qué? fondo, Sebastián notó un
-Quedate con estos dos, Gonzalo, porque si la puer- poco de tierra barrosa
ta se tranca necesitaremos a alguien con más fuerza para sobre el frío piso.
abrirla. Yosoy la que trajo la linterna, así que tengo que ir.
-Este debe de ser
-Podrías prestármela y quedarte vos, Ximena. Esto el acceso al túnel. El ba-
es cosa de hombres rro debe de venir del
-No seas estúpido, además la linterna no la puedo pasadizo.
prestar porque es de mi papá.
Entre los dos proba-
-Entonces que se quede él y voy yo - porfió.
ron a empujar la pared,
-No, porque así vamos uno de cada grupo. la que comenzó a girar
Ya dicho todo, Sebastián y Ximena entraron con mu- sobre sí misma . For-
cha precaución en el inhóspito recinto. Ximena entonces mando un eje en su mi-
encendió la linterna. En el panteón habían tres ataúdes, tad, la pared quedó
cada uno apoyado sobre un estante: dos a la derecha y abierta a 90 grados, fija
uno a la izquierda. por su medio al piso y al

40 41
t ha, dividiendo en dos la entrada al túnel. subieron y quedaron frente a una puerta. Detrás de ella se
escuchaba un murmullo de voces. .
Los dos muchadútos bajaron varios escalones de made-
ra y se encontraron en un túnel de alrededor de metro y me- -Ese debe de ser Ortega, pero no se puede entender
dio de ancho por otro tanto de alto. Estaba excavado en la lo que dice.
tierra y era apuntalado a cada metro por vigas de madera. -No importa, encontramos el túnel yes la prueba de
-Por aquí un adulto no pasa si no es agachado. que Ortega está contrabandeando. Ahora cualquiera nos
creerá. Vámonos, tenemos que salir de aquí antes de que
- ¡Qué barrial! Tené cuidado de no resbalar.
nos descubra.
Los chicos tenían la nariz fruncida, contraída por el Los dos jovencitosemprendieron el regreso sin tanto míe-
mal olor a encierro, humedad y descomposición, que se- do como antes y presurosos de salir de tan lúgubre lugar.
guramente se filtraba de alguna tumba. El túnel se cortaba
-Me querías dejar solo, mala. Le vaya decir a mamá
contra una pared de cemento, pero para sorpresa de ellos,
-llorisqueaba Nacho. Le vaya contar que vinimos al "ce-
hacia izquierda y derecha se extendía otro túnel. -¿Qué
terio" , sí, que no fuimos a lo de Sonia como dijiste.
es esto? -preguntó Ximena.
-Sos un cuentero. No vas a decir nada, tao Vos sabías
-Debe de ser el antiguo túnel que iba de la margue
que veníamos para acá y quisiste venir, así que aguantate.
I em nt no. Los contrabandistas lo encontraron y exca-
v ron la conexión hasta el panteón. -Pero me querías dejar, sos mala, mala -y rompió
en llanto.
- ¿Para dónde vamos?
Gonzalo los escuchaba distraído. El estaba atento de
- Para el lado del mar, o sea hacia la izquierda. que nadie se acercara al panteón. Silvana dejó que su her-
El barro había desaparecido, pero el frío yel olor a hume- mano se desahogara mientras las lágrimas del chiquito la
dad putrefacta continuaba. El túnel era un pasaje prolíjamente hacían olvidar su "empaque" por no haber podido bajar al
excavado y forrado de grandes piedras de laja, con el techo túnel. Finalmente pudo más su amor y su sentido común
curvo, a una altura de dos metros. Los chicos, sugestionados y abrazándolo, pidió perdón.
por el ambiente, creían que todo olía a muerto y con asco, se -No soy mala, es que quería mucho acompañar a Se-
apoyaban a veces contra las paredes, pues aunque alumbra-
bastián.
ban su camino, la sensación de caminar en Penumbras por un
estrecho sendero, les hacía tambalear el paso. Después de ha- -Sí, porque es tu novio.
ber avanzado unos treinta metros, llegaron a una escalera. La -No, nene, no es mi novio.

42 43
Corno los minutos pasaban y los amigos no regresaban, -Sí, claro, pero estaba rota. Se había enganchado en
para no llamar la atención de la gente que ya se retiraba del una rama y se rasgó el naiJon.
cementerio, se pusieron a arreglar las flores. Tornaron presta-
dos unos crisantemos amarillos del panteón de al lado, y ron -Qué lástima.
mucho respeto los pusieron en los jarronesde los Casaravilla. Sebastián y Xirnena asomaron las cabezas por la puer-
-Sabés -dijo Silvana- yo creo que a ustedes dos ta y al comprobar que no habían moros en la costa, salie-
los he visto en alguna parte. ron. "¡Buh! ¡Somos fantasmas!". Entre los cinco empuja-
-No se, yo nunca te había visto antes.
-¿Dónde viven?
-Yo en Melitón González y Rizal.
-¿Y Ximena?
-En el astillero, en el puerto del Buceo.
-¡Ah!
Terminaron de acomodar los crisantemos y siguieron
con unos claveles.
-Claro, ya sé. ¿Ustedes no estaban ayer en la playa
del puerto? ¿Ximena hace wind-surf?
-Sí. Ximena estaba practicando y yo fui justamente a
contarle lo que vi en el cementerio cuando se me voló la
corneta.
-Qué casualidad, estar todos tras lo mismo.
-Sí, la vida está hecha de coincidencias.
Silvana lo miró admirada, qué bien que se expresaba
Gonzalo.
-¿La encontraste?
-¿La qué?
-A la corneta.

44 45
ron I pu erta hasta lograr cerrarla y corriendo se alejaron que corre hacia Pocítos, Recostó luego la chiva contra una
c He arriba hacia el portón. Cuando vieron al guardián columna del museo. Pasó la cadena por entre los rayos de la
con el qu e habían hablado antes, dejaron de correr y cami- rueda trasera y abrazando el rojo cilindro que sostiene a la
nando fueron a pasar frente a él con cara compungida. pasiva, colocó un candado sujetándola. Consultó su reloj:
las dos y media. Había quedado citado con los chicos para
- ¿Todo bien, chiquilines?
encontrarse a las cuatro en el viejo barco, así que tenía tiem-
- Sí, gradas señor. Ya le pusimos floresa abuelito. Adiós. po de sobra. Entró al museo y buscó a don Pedro. Lo encon-
- Ad iós.- El guardián se acercó a un compañero.- tró junto a un grupo de turistas, enseñándoles el panel que
Hubie ra jur ado que no traían flores. En fin, che, ¿ya salió ilustra sobre la evolución de la especie, desde el primate has-
lo lo el mu nd o? Entonces ayudame a cerrar. ta el homo-sapiens, nuestro antepasado.
Sebastián esperó que terminara la explicación que es-
taba dándoles. Cuando al fin el grupo se alejó para intere-
sarse en el esqueleto de un oso polar, Sebastián aprovechó
para saludar al cuidador.
-Hola, don Pedro. ¿De dónde son?
-¿Los turistas? Son brasileños, muy simpáticos los
bayanos, pero preguntan de todo . Me cansaron. Correte
VI que me voy a sentar -dijo mientras se apoyaba en el res-
paldo de su silla.
I ju ' ves había amanecido un día hermoso, de d iáfano
zul y sol radian te. La brisa primaveral sacudía las frescas -¿Se acuerda que usted me contó que aquí antes fun-
hoja de los lamarises de la rambla y agitaba los largos y nu- cionaba la morgue?
merosos dedos de las palmeras. Los autos pasaban raudos -Sí.
como siempre, corriendo a lo largo de la costa, mientras sus - ¿Y que existía un túnel por debajo de la rambla que
cond uctores con un ojo observaban el tránsito y con el otro comunicaba con el cementerio?
soñaban con la tibia arena y la promesa de las próximas va-
cadones. Los más arriesgados tiraban la curva frente al mu- - ... Sssí ... ~l viejo frunció el ceño mirando al niño
seo como si estuviesen en una final de fórmula uno. con recelo.
Sebastián cruzó con su bícicleta en mano la doble senda -Descubrimos algo muy importante. Como usted es

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amigo nuestro se lo vaya contar para que nos ayude, por-
que ahora no sabemos bien lo que tenemos que hacer .
-Desembuchá de una vez -dijo el viejo mientras se
movía inquieto en su asiento.
-Fuimos al cementerio, encontramos el panteón de
los tíos de Ortega, movimos la lápida y entramos al pasa-
dizo secreto - sintetizó queriendo contar todo de una vez. ,
/

-Bajá la voz, gurí del diablo . ¿Querés que nos echen Il -8


a los dos a patadas? Además no te entiendo nada ni quie- ... e ..... ~ ... ..

ro saber nada.
-Pero no se enoje, viejo -Sebastián estaba descon- los recibe, les cuenta historias yen cuanto pueden a uno I
certado. quieren meter en líos. A mis años y en líos. No, esa n 1lH.
-No me enojo, pero tanto misterio: que el cemente- la juego. Che, Gu tiérrez -llamó a un compañero. _ 11. {
rio, que el pasadizo, que el contrabando, ... No, no quiero me un favor. Si ves otra vez a ese gurí o a alguno de 11
saber nada. Vamos, afuera, que tengo mucho trabajo. Es amigos por acá, no los dejés entrar. Vienen solo el moh-s
mejor que te vayas. tar, habrase visto!
-Pero si no me dejó contarle nada . Además ¿cómo
sabe que se trata de un contrabando si yo no se lo dije?
El viejo se puso de pie todo lo rápido que pudo; al ha-
cerlo, la silla cayó hacia atrás, retumbando el sonido por
S ebastián llevaba cerca de una hora dentro del viejo ve
lero de madera, varado sobre la arena. Ocho años atrá un
las espaciosas salas. temporal de viento había castigado muy duro a los vel
-Tengo que atender a los turistas y no tengo tiempo ros que dormían al amparo del pequeño puerto. El "lslz
para pavadas de mocosos. Acá se viene a aprender cosas de las Gaviotas" era ya entonces un viejo casco al qu e su
serias. Andate y no quiero volver a verlos a ninguno de dueño hacía mucho que no le prestaba buen manteni-
ustedes. -El hombre empujaba a Sebastián hacia la puer- miento. Con el fuerte Viento no fue difícil para el "Isla"
ta. El niño, en su asombro, no atinaba a reaccionar. Una romper sus amarras e irse de estribor sobre la arena, a po-
vez que Sebastián traspasó la puerta, el viejo dio media cos metros del astillero. Desde entonces nadie se había in-
vuelta y rezongando se alejó. -Mocosos atrevidos, uno teresado por él. Allí yacía, siempre amenazado por un po-

48 49
ible desguace. Mientras tanto se había convertido en el -A lo mejor es de
r >fug io preferido de Ximena. La niña, sin hermanos con la banda.
qui nes compartir sus juegos, gustaba de meterse en su
-No, Silvana. A mí
vientre hueco, de áspera madera, para dar rienda suelta a
me parece que está
su fantasía. También corría a refugiarse en él cuando sen-
asu stado. Capaz que lo
tía su soledad o cuando discutía con sus padres.
amenazaron de muerte.
Unos pasos sonaron sobre la gastada cubierta. Sebas- Le pusieron un cuchillo
tián se asomó y se encontró con Gonzalo y Ximena. Unos
al cuello y le dijeron :
minutos después llegaron los hermanos. "Cállate, maldito mon-
- ¿Les gusta mi barco? -preguntó Ximena sintiéndose tón de huesos. Si hablás
im ] irtan te por ser la anfitriona . te embalsamamos".
- Es precio so - Silvana y Nacho estaban maravilla-
-Sí, seguro Gonza-
dos.
lo. Mejor sentate.
- Está un poco podrido, no? '-Sebastián golpeaba la
rnad rra con s us nudillos. - Debe de tener termitas. -Pero yo creía que
era mi amigo -se la-
- No diga pavadas. Está algo estropeado pero es her-
mentó Sebastián. -El
11\0 o. - Xim 'na sintió que algo oprimía su garganta -No
sábado será cuando reti-
lt' lu rl !S d >mi barco.
ren las cajas con las pie-
- V. m s a empezar la reunión -dispuso Gonzalo.-A dras del museo. Nos
v rr, ¿qui én ti n alguna idea para descubrir a Ortega? quedan dos días -dijo
- Esperen. Antes tengo que contarles lo que me pasó. cerrando su libreta y
Fui a hablar con d on Pedro. No sé qu e le picó al viejo. Se guard ándola en un bol-
p uso furioso cua ndo empecé a contarle lo qu e descubri- sillo.
mos. Me echó. Pero yo sé que él sabe más que nosotros.
-Dos días -repi-
P r lo menos sabía qu e se trata de un contrabando sin que
tió Silvana. -Tenemos
yo lo dijera .
poco tiempo. ¿Cómo era
- Mald ito; qué viejo podrido -fueron las palabras de que se iban a llevar las
Xime na. cajas?

50 51
Nuevamente el investigador aficionado consultó su li- toind-suri y pasé cerca de ellos. Me dijeron de todo. Como
breta. "Dijeron que las iban a subir abordo y que luego se si el puerto fuera de ellos y no me pudiera acercar a nin-
iban al mar" . guna embarcación.
-Se harían a la mar -murmuró pensativa Ximena. -¿Cuántos tipos eran?
-También tengo anotada una palabra que la verdad -Dos. Pero más tarde cuando desembarcaron los vi
no se que quiere decir y creo que me olvidé de averiguar- conversando con otro más.
lo. -Así que deben de ser tres.
-¿Qué palabra? -Vengan, vamos arriba que les muestro cual es.
-"Astillero". Dijeron que un carpintero del astillero
Subieron a cubierta y desde allí vieron un hermoso
estaba haciendo un doble fondo. Parece que el carpintero
crucero blanco de puntiaguda proa, amarrado al muelle.
es medio nabo y se creyó una historia que le hicieron.
Flameaba a popa la bandera uruguaya yen lo alto, una
-El astillero está acá en este puerto y el carpintero no bandera a franjas: roja, blanca y azul, con una especie de
es ningún nabo, ¿entendiste? Tu padre puede ser un idio- escudo al centro del campo blanco.
.ta y yo no te digo nada, ta?
-Debemos hacer algo -propuso Silvana.-Algunos
-Pará, Xímena -la tranquilizó Gonzalo. -El no sa- podríamos ir a la policía y otros a los diarios.
bía que tu padre es el carpintero del astillero.
-No, a la policía no. Gonzalo y yo iremos a la prefec-
-¿Tu padre? ¡Qué metida de pata! Yo no sabía ...
tura - dijo Ximena. -Yo conozco a alguno de ellos, a ve-
-Está bien. ¿Qué pasa con mi padre? ces vienen por acá.
-Eso, que está haciendo un trabajo para esos tipos. - y nosotros dos podemos ir a algún diario.
¿Vos sabés algo?
-¿Y yo qué? Nunca se acuerdan de mí -protestó co-
-No. Papá está reparando el "Bravo". También tiene
mo de costumbre Nacho.
empezado un trabajo en "La Compañera" y en el "Exóti-
co". -Vas al diario también.
-¿Entonces? -Pero antes que nada vaya hablar con papá. Le voy
-El ·"Exótico" ... ése debe de ser. Es un crucero de a contar lo que está sucediendo. Como él va abordo nos
unos paraguayos y Sebastián dijo que el cómplice de Orte- puede ayudar, ¿no creen?
ga tiene cantito para hablar. El otro día yo estaba haciendo Ximena dijo estas palabras con orgullo, como para bo-

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rr: r d el aire las que pronunciara Sebastián: "el carpintero -¿Tenés mucho trabajo? Quiero decir, ¿qué estás ha-
, m xí ío nabo". ciendo, por ejemplo en ese crucero tan lindo?
-¿En el "Exótico" , decís?
-Sí, en ése.
-Estoy reformando un poco la cama. Va apoyada so-
bre una especie de baúl pequeño. Está quedando muy
bien. No se nota para nada el baúl. Les voy a cobrar bien a
esos paraguayos. Se ve que tienen guita, así que paguen.
-Papá ...
VII -Claro que a veces son los peores, no? Acordate lo que
me costó cobrarle al porteño aquél. Empiezan a buscar ex-
cusas: que si esto no está en escuadra, que si aquello .. .
X imena entró al taller del astillero. Buscó con la mira -
d a en tre los tres o cua tro botes que allí esp eraban una re- -Papá ...
paración , y vio a su padre al fondo, trabajando con el cepi- - .. . quedó desprolijo; siempre encuentran algo de
llo y I pu lidora. Se ace rcó como hacía siempre: en silencio qué quejarse. ¿Qué querías?
para sorpr end erlo. El padre se sobresa ltó como de cos- -¿Para qué es el baúl?
turnl re y le dio una suave palmada en la cola. - ¿Para qué va a ser? Para guardar cosas. Parece que
- ¿ . t ás abu rrida? ¿No tenés nada qu e estudiar?
¿T mni nas te los deber es?
- Sí, los hice después de almorzar . Ten go qu e estu-
d iar geografía pero voy a esperar qu e vu elva mamá. No
en tiend o nada cuando leo sola.
- Sí, y meno s cuando tenés la tele encend ida, ¿no? -
el padre la miró de reojo, mientras pasaba la mano por el
canto de la madera.
- A veces - reconoció inclinando la cabeza. -Papá ...
-Sí, mi amor.

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el hombre tiene la manía de coleccionar cosas como cara- -Está bien, después me hacés la historia, ahora andá
coles y .. . que mamá debe de estar por llegar y así meriendan.
- y piedras -lo interrumpió su hija. -Nunca me toman en serio.
-Sí, ¿cómo sabías? Sos inteligente, la pucha que salis-
Ximena hizo una triste mueca entre chau-me-voy y
te a tu madre.
no-me-importa-ya-van-a-ver.
-Así que junta caracoles y piedras raras y entonces?
-Parece que a la paraguaya no le gusta nada y se las El viernes por la tarde, Gonzalo se acercó al puerto
tira al mar cada vez que se las encuentra, así que el mari- para encontrarse con su amiga. Ya antes de llegar, la vio
do me encargó este baúl secreto para guardar a gusto sus como amarraba su pequeño y blanco bote "optimist" , a un
cosas. Ya está -dijo mirando el trabajo en sus manos- ya vetusto muelle de madera. Por señas se saludaron.
quedó lisito -dejó la madera sobre la mesa y se cebó un Cuando Ximena se hubo cerciorado de que el cabo estaba
mate. Mientras lo hacía, giró recostándose a la mesa para bien amarrado, enfiló sus pasos hacia Gonzalo. Se alejaron
mirar de frente a su hija. ambos de los muelles y entraron al elegante predio del
Yacht Club, luego de saludar al portero que les franqueó
-Papá, ¿vos le creíste? Es una mentira. Lo que quiere la entrada.
es esconder diamantes y esmeraldas o .. .
-Sí claro, y yo soy Supennan y vos Superniña y va- Gonzalo ya había estado allí alguna vez, también
mos a desenmascarar a esos malvados. acompañando a Ximena, pero igualmente disfrutó el am-
biente marino : un timón adosado a una pared, el cuadro
-No te burles, estoy hablando en serio. de honor de una célebre regata que había tenido lugar
-Pero chiquita, si hablaras en serio tendrías que sa- unos cuantos años antes, los banderines y una campana
ber que en Uruguay no hay ninguna de esas piedras pre- de bronce proveniente quién sabe de qué barco, segura-
ciosas. mente rescatada de algún naufragio.
-Pero las traen adentro de pájaros que vienen de
Ximena se adelantó y entró a un salón de brillante
Ecuador y Colombia .
parqué donde habían varios hombres sentados alrededor
-Adentro de pájaros, ¿eh? Ximena, que tengo mucho de una mesa ovalada de caoba lustrada. Gonzalo supuso
trabajo. . que estarían celebrando alguna sesión, tomando impor-
-Pero es cierto -dijo dando una patada contra el pi- tantes deliberaciones. Pero en realidad, los tres hombres
so. vestidos informalmente y uno que vestía uniforme azul

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prOI jo de la prefectura, estaban apasionadamente inrner- -Sí, and á a ver si
o -n un partido de truco. llueve -agregó un viejo
- v nga a mí compañero. que fumaba una apesto-
sa pipa.
omo bu en marino que soy
por el ag ua a usted voy . -Para mí son bue-
Pero asómes e por babor nas -dijo el Teniente
pa ra recoger esta flor . dirigiéndose a su com-
pañero.
- La pucha con el marino jardinero ----comentó otro.
-Para mí también
Ximena se detuvo aliado del hombre de la prefectura.
-le contestó el otro, ce-
- Hola . rrando en un haz las
El marino apenas torció su cabeza, miró rápidamente dos cartas que queda-
la ni ña y volvi endo su mirada a las tres cartas que soste- ban entre sus dedos y
nía apretad as en su mano, rezongó un "Hola, ¿qué hacés poniéndolas boca abajo
acá? en la mesa. -Así no se
puede jugar -agregó
- Lo e taba busca ndo Teniente.
visiblemente molesto.
- Ahora no, m'hi jita. Estoy ocupado.
-Ximena, querés
- Pero es muy importante, dejarnos solos, por fa-
- Esto también . Empa rde, compañero ! -el hombre vor ~I Teniente giró
seguía su juego. sobre su silla y quedó
de frente a la niña. Su
-Pero es qu e se trata de un contrabando que va a sa-
lir por aquí, po r el pu erto del Buceo. mirada fija, quieta, logró
impresionarla. Ximena
Los cua tro hombres miraron a Ximen a y la risa brotó bajó sus ojos. Los dedos
spontánea. de su mano derecha se
-Andá a jugar a las muñecas -dijo uno de los juga- apretaban contra el res-
dores, un hombre con escasos pelos en la cabeza, que le paldo de la silla.
crecían desparejos desde sus parietales. -¿Es que nadie nos

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va a creer? En el "Exótico" van a sacar un contrabando de la cocina. El tubo estaba mojado y Sebastián buscó con
esmeraldas, a través del cementerio, por un túnel que va qué secarlo. Tomó un papel que había sobre la mesita del
del Museo Zoológico al panteón de los "Casaravilla". El teléfono, lo secó y recién luego se lo acercó.
embalsamador está .. . -Hola, Xi mena , ¿qué pasa?
-Esperá, esperá gurisa. No te parece que estás creci- -Estoy preocupada. No consigo que nadie me escu-
dita para inventar tanto. Andá para tu casa y ponete a es- che. Mi padre no me dio ni cinco de bolilla y mi madre no
tudiar, sino mañana le digo a tu viejo que no te deje ver largó la carcajada, pero casi.
más la tele, ni leer todas esas historietas. Ahora dejame ju- -¿Y tu amigo, el de la prefectura?
gar tranquilo.
- ... Estaba jugando al truco ... -fue la lacónica res-
Viendo que el Teniente había dado por concluida la puesta.
entrevista, Gonzalo se acercó y tomó del brazo a su amiga.
-Pero él es una autoridad, no?
''Vámonos''. Cuando se alejaban aún oyeron decir: "A sus
años mis hermanas todavía jugaban a las muñecas, jamás -¿Y qué tiene? El es una autoridad y nosotros no so-
se hubieran atrevido a molestar a los mayores con seme- mos más que unos niños . Pero te llamé por otra cosa. De-
jante aventura; qué imaginación". "Qué juventud, dios cime, ¿cómo les fue en el diario?
mío. Nosotros éramos unos nenes de pecho al lado de és- -No se.
tos". "Andá, no exageres que también hacíamos de las -¿Cómo que no sabés?
nuestras. Nunca fuimos angelitos, o te olvidás de cuando -Es que no estoy seguro si nos tomaron en serio o
le tiramos ... " no. Cuando dijimos que queríamos hacer una denuncia de
un hecho que iba a tener lugar en el puerto del Buceo, nos
pasaron a la sección marítima. El de marítima nos escuchó
y después nos mandó a hablar a la sección deportiva. Co-
VIII mo ahí tampoco era y se rieron, 5ilvana pidió para hablar
con el director.
Ya era cerca de las diez de la noche cuando el teléfono -¿Eso hizo? ¡Qué bueno! ¿Cómo se animó? ¿Qué pa-
sonó en casa de Sebastián. só entonces?
-Sebastián, es para vos, una amiga: Ximena. -Fue peor. Nos empezaron a tomar el pelo.
El padre pasó el tubo a su hijo y volvió a su tarea en -Qué malditos.

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-Entonces una mujer, una periodista supongo, les -Nosotros no podemos hacer nada más. A no ser
dijo a los demás que no era esa la forma de tratar a los lec- que mañana de mañana volvamos a insistir con Leonardo.
tores y a los informantes. Que era muy serio lo que que- -¿Con quién?
ríamos denunciar y nos envió a la sección policial. Pero al -Con el periodista. Yo lo vaya llamar en cuanto me
salir de allí escuchamos como todos se quedaron riendo. despierte y nos encontramos todos en el viejo barco a las
Silvana se puso a llorar de rabia. diez, está bien?
- ¿Y .. .? - Ta, mañana a las diez -asintió Ximena. -Chau.
- Bueno, en policiales nos atendió un tal Leonardo -Chau.
Chucru t y al menos nos escuchó.
- ¿Dijo qué es lo que va a hacer?
- Tomó nota de todo. Ahora está cubriendo un cri-
men que ocurrió en Panda, pero que dijo que trataría de
investigar.
- No queda más tiempo, ¿no le dijeron eso?
- Sí, se lo dijimos : que se van a llevar las piedras ma-
l ( na.
- ¿y qu é diablos te contestó? -chilló Ximena.
- No grites, que no soy sordo. Eso, dijo que trataría
de investigar.
-Ya veo, o sea que mañana nos tendremos que arre-
glar solos . ¿Qué vamos a hacer?
- No se, dejame pensar esta noche -fue la respuesta
de Sebastián. -¿Averiguaste a qué hora tienen prevista la
salida?
-Sí, papá me dijo que el "Exótico" zarpará a eso del
mediodía.

62 63
r
"Exótico" a través de sus prismáticos. -Ahora está todo
en calma.
Gonzalo, Ximena, Silvana y Nacho estaban sentados
sobre la inclinada cubierta del "Isla de las Gaviotas" . Na- -¿Subieron las cajas azules? -preguntó Sebastián
cho se entretenía, de espaldas al grupo, en arrancar pe- dejando la bicicleta atada con la cadena a lo .que quedaba
de la baranda del barco.
queñas astillas de la reseca cubierta.
-Allí viene -dijo Gonzalo señalando a Sebastián . ,-Todavía no. ¿Por qué demoraste tanto? -Sílvana lo
rruro con el ceño fruncido.
que se acercaba en bicicleta.
-Dijiste a las diez y son casi las once -fue el recibi- -Porque no lograba comuIÚcarme con el diario.
miento de Sílvana . Cuando pude hablar. Me dijeron que Leonardo había sali-
do, que estaba haciendo una investigación especial.
-Ya están 'abordo dos hombres y hubo mucho movi-
miento. Te perdiste lo mejor. A todos se nos había pasado -¿Será sobre 10 que le contaste?
por alto campanear cuando sacaran los bultos por el ce- -¡Ojalá!
menterio: menos a mí -Gonzalo infló de aire su tórax y -¡Ay, ay, mi dedo! ¡Sílvana, mi dedito! -Nacho llo-
estiró unos centímetros el cuello. -Desde que abrió el ce- raba, las lágrimas corrían rápidas por sus rosadas y mofle-
menterio me lo pasé adentro, a pocos metros de la guari- tudas mejillas.
da, vigilando. En seguida llegó un auto con chapa roja, -¿Qué te pasó? Dejame ver. -Nacho mostró su ma-
creo que se trata de un coche de alquiler, con dos hom- no derecha.
bres. La cosa es que bajaron y cuando creyeron que no los
-Aquí, en el dedo chiquito. Me pincha -sollozó.
veía nadie, uno de ellos movió la lápida. El otro se mantu-
vo de guardia. A esa hora el cementerio está vacío. El que -~s u~a astilla -observó Sebastián. -Dejame a mí
había entrado al panteón salió más tarde con gran disimu- -tomo su Inseparable lupa con la mano izquierda y con
lo, y le fue pasando las cajas al otro. El que había quedado ~a derecha trató tres veces de tirar de la astilla. Al cuarto
de guardia era un rancho enorme, cubría tan bien, que su- mten~o 1,0 logró. -Ahora queda te quietito y no te metas
en mas has .
pongo que en caso de que los hubieran visto, hubiese sido
difícil a alguna vieja darse cuenta lo que pasaba. Subieron -Pero me duele, me duele mucho -Nacho escondió
las cajas al auto y salieron por la puerta de Basañez. Ahí la cara contra el pecho de su hermana, que lo abrazó en
los perdí de vista. Después me vine corriendo para acá. El seguida, palmeándole la espalda.
auto está estacionado cerca del muelle. -Gonzalo miró al -¿Ahora qué hacemos? -preguntó Sílvana .

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- Noso tros, la verdad, no podemos impedir que zar- -En otra cosa ... -musitó Ximena- en otra cosa ...
p en, ni siquiera quitarles el cargamento. Pero, ... -Gon- ¡Ya lo tengo! -todos clavaron sus ojos en ella. -Lo único
za lo hizo una pausa, captando la atención de los presen- que tenemos es la esperanza de que el periodista haya
tes. Abrió la mochila que llevaba a la espalda y .. , -VoilA! creído la historia y llegue a tiempo. Así que lo que pode-
- ¡Una máquina de fotos! -fue la exclamación del mos hacer es entretener al "Exótico".
coro. ----cIaro, y si Leonardo no nos creyó, sonamos. No po-
- ¿Para qué queremos una máquina de fotos? -pre- demos capturarlos, tampoco podremos entrar más al mu-
guntó Ximena. seo y ya nadie nos creerá. Dirán que todo fue una fantasía
- Pru ebas claro -reaccionó Sebastián. -Es fantásti- -fue el lento comentario de Sebastián.
co, macho. -Eso es verdad -bajó la cabeza Xírnena, -Pero qué
-Gracias, gracias. Ahora tenemos que estar atentos otra cosa nos queda?
al momento en que suban la cajas abordo. -No sé.
--Gerto, entonces será mejor que nos pongamos a -Para entretener el zarpe tengo una idea.
trabajar. -Ximena y sus ideas ---dijo Nacho meneando la cabeza
Silvana tomó los largavistas de Gonzalo y enfocó al -Callate, piojo. Sí, tengo una idea. Con mi wind-surf
ru c ro que brillaba en su blancura. y el optimist podemos molestar lo suficiente, cruzándonos
- ¡Oh no! ¡Ya las están subiendo! delante de ellos .
- Ráp ido, sacale fotos -urgió Sebastián. -Pero yo nunca subí a nada de eso ---dijo Silvana.
- No puedo, a esta distancia no salen. -Ni yo -agregaron los varones.
-¿Quéee? Entonces tanta bulla y no sirve para nada - -¿Cómo que no, Gonzalo, tú has andado en wind-surf.
Silvana, molesta, dio media vuelta y pateó el casco del "Isla". -Ah, es verdad.
-No te la agarres con mi barco -la amenazó desde -Yo navego el optimist y ustedes vienen conmigo-
lejos Ximena . dijo Ximena señalando a los otros tres.
-Pero en el cementerio sí habrás sacado fotos, no? - -¿Qué es un "otimis"? -quiso saber Nacho.
Silvana lo miró con visible enojo. -ttOptimisttt es un velero chiquito, lo usamos en el
-Saqué sólo dos. Se me trancó el disparador. puerto para aprender a navegar.
-Tenemos que pensar en otra cosa. ---dijo Sebastián. -Sí, sí, sí, yo quiero. Silvanita, yo quiero ir.

66 67 "
-Pero no sabemos nadar -lo miró su hermana. -
No, nosotros nos quedamos vigilando.
-Pero ... -quiso comenzar a argumentar Nacho.
-No, escuchame Nacho. Si el bote se da vuelta nos
ahogamos. IX
-Está bien -Ximena había tomado la batuta. -~
-La peste, si hubiera sabido que iba a tener que ha-
bastián sube conmigo. cer esto me venía en short.
Entre los sollozos de Nacho, los cinco se encaminaron -Sacate los pantalones, Gonzalo -rió Nacho. -¿De
al astillero a buscar el wind-surf y el optimist. Silvana y qué color son tus "canzoncillos"?
Nacho en la playa, ayudaron a Gonzalo a extender la vela
-Turquesa con lunares rojos -Silvana coreó la risa.
ya colocarla en la tabla. -Dale, no seas bobo, quién va a darse cuenta, si los "esli"
El crucero había encendido los motores hacía ya una son casi como las tangas. ¿No vas a llegar a tu casa con los
media hora y por lo que se veía, no demoraría en levar an- pantalones mojados, no?
clas y soltar amarras. Sin más titubeos el muchacho se quitó los champio-
nes, las medias y el vaquero. A la tabla ya le habían colo-
cado la vela en su lugar y entre los tres la llevaron al agua.
Tuvieron que caminar un buen trecho porque el nivel del
agua no pasaba de la mitad de sus pantorrillas, aunque a
Nacho le llegaba a las rodillas .
-Creo que ahora ya puedo largarme. No se rían si
me caigo, que solo lo intenté dos veces.
-Me encantaría aprender -a Silvana se le iluminó el
rostro. -Es todo tan lindo: el día está precioso, miren que
belleza los veleros meciéndose mansos sobre el mar, tan
azul hoy, la brisa que golpea ...

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- Ay, qué romántica ella -se burló Nacho haciendo gados a su cuello, Silvana trató de ver que sucedía con el
u n quiebre con su cuerpo y aspavientos con sus manos. resto del grupo.
-No te burles, m'hijito, que muchos pintores se dedi- El puntiagudo yate blanco comenzaba a moverse en
can a pintar marinas como este paisaje, sabés? ese preciso instante. Con delicadeza el crucero se fue ale-
- Sostengan la tabla mientras trato de subir. jando en línea recta del muelle al cual había estado ama-
rrado por su popa.
Gonzalo apoyó un pie sobre el borde de la tabla y
cua ndo fue a subir el segundo, inevitablemente se fue al Silvana tomó a Nacho de la mano y empezó a correr
ag ua . Como para algo tenía la cabeza, según decía su por la playa . A poco de hacerlo retrocedió a recoger la ro-
maestra, al seg und o intento probó de otra suerte: apoyó el pa y calzado de Gonzalo, que había quedado tirada sobre
pie izqui erdo al centro y sosteniendo los tres la tabla lo la arena. ''Vamos'', apuró al chiquito, "tenemos que ver
más firme posible, se impulsó y apoyó el derecho también donde están Sebastián y Ximena".
al cen tro. El equilibrio ya estaba logrado. Levantar la vela -Allá van -Nacho señaló un diminuto velero blan-
d el agu a fue otro suplicio. La botavara parecía estar muy co con los dos chiquilines abordo. La vela también blanca,
lejos de su alcance, pero con la colaboración de Silvana, con la inscripción U27 escrita en caracteres grandes y ne-
p udo fina lmente asirla. Inmediatamente, la misma vela gros sobre el cateto vertical, ya estaba empujando a la em-
anaranjada y violeta qu e viera Silvana una mañana, ondu- barcación, que dejaba tras de sí una pequeña estela . "El
1, r por el puer to, comenzó a cortar el aire y dibujar extra- yate, el yate" les gritó Silvana . Ximena ya lo había visto.
lOS arabescos sob re el azul cielo-mar. En realidad su velero estaba en estupenda posición para
Una vez la vela estuvo henchida por la brisa del nor- obstaculizar el paso del yate . Con la agilidad del optimist
te, Gonzalo pareció recordar las enseñanzas que le diera había llegado hasta la cabecera del muelle aún antes de
Ximena, y tras titubeos iniciales, fue poco a poco logrando que el crucero hubiera soltado amarras y desatracado.
d ominar la situación lo que más dificultad le presentaba El yate, luego de alejarse unos metros, viró unos no-
era trasluchar la posición de la vela: cambiarle el ángulo venta grados a estribor. En cubierta no se veía a nadie. Era
seg ún soplara el viento. una embarcación lo suficientemente importante como pa-
Viendo al amigo wind-surfeando aceptablemente, ra tener la cabina cubierta y a su tripulación protegida por
con un slip verde y su remera roja, Silvana sonrió. Recor- e~pesos vidrios oscuros, que le conferían un inquietante
dó entonces que estaban en una misión importantísima .y aire de misterio y sofisticación. Cuando el timonel se dis-
no paseando, así que con los prismáticos de Gonzalo col- ponía a pasar entre la cabecera del muelle al que antes ha-

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bía estado amarrado y la Desde un velero de ancha popa y borda de delicada línea,
cabecera de un segundo que estaba preparando la maniobra de zarpe, izando la
muelle de madera, el ve- vela mayor, un hombre mientras cazaba el cabo de la vela,
lero optimist se cruzó en le gritó a Gonzalo: "Estás loco, gurí, ¿qué querés hacer?".
su camino. El "Exótico" debía .avanzar muy lento para evitar a
El yate, insultando los otros veleros. Aprovechando el buen viento, tanto Xí-
un fuerte pitazo, viró rá- mena por estribor, como Gonzalo por la otra banda, logra-
pidamente a babor. Esta ban estar cerca del "Exótico". Tanto que escucharon clara-
maniobra casi le cuesta mente la radio de abordo, con su sonido fuerte y áspero.
la nave, pues se fue en- - ... una cuñatai ... ¿cómo se dice? ... una niña y un
cima de una goleta fon- muchacho están maniobrando imprudentemente delante
deada: "La viajera". Lo- nuestro.
gró hábilmente eludirla
-Entendido "Exótico". Proceda con cuidado. Usen
a tiempo y pasó por de-
altavoz para advertirles. Repito "Exótico" use altavoz pa-
trás de ella. El puerto da
ra advertirles.
cobijo a numerosas em-
barcaciones que anclan -Comprendido. Gradas Buceo,cambio y fuera .
a su abrigo, desperdiga- -Buen viaje, "Exótico". Fuera.
das en su espejo de El yate viró unos 45 grados a estribor, tratando de po-
agua. Por babor de una ner proa a la salida del puerto. Gonzalo quedó entonces
barca de pescadores alejado del crucero. Ximena y Sebastián por su parte de-
fondeada a pocos me- bieron trasluchar rápidamente la vela para cambiar el
tros, apareció el wind - rumbo y virar también, al ver venirse la imponente mole
surf . Gonzalo no se atre- blanca hada el frágil velero. Un pitazo les indicó clara-
vió a cruzarse delante mente que se corriesen. Ximena no se iba a dar por venci-
del yate paraguayo, pe- da tan fácilmente . El yate ya estaba próximo a la salida. El
ro se acercó lo bastante optimist trataba de avanzar oblicuamente sobre las olas
como para poner ner- que levantaba el yate con su estela, con el objeto de evitar
vioso a sus tripulantes. ser alcanzados de frente por la ondulación, lo que sería

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p Iigroso para la estabilidad. Lo que no pudieron evitar
fue embarcar agua. Valiéndose de una lata que a tal efecto ~ segu~ : este hacia Punta del Este y Brasil, u oeste hacia
siempre había abordo, Sebastián se ocupaba del achique, rgentin~. I¿1 boya es como un mojón en medio de las
olas que indica a las embarcaciones que allí termina 1
tirando por una banda el agua que entraba por la opuesta. nal del puerto. e ca-
Ximena mientras tanto dirigía con mano segura el timón
con su sin ies tra y cazaba o filaba el cabo con la diestra, se- Lo que tanto llamaba la atención de los herrn
l h anos, era
gún el viento y la orientación exigiesen abrir o cerrar el una anc a con motor fuera de borda de la prefectu La
lancha zodi c ra .
ángulo de la vela con respecto al rumbo. u w. avanzaba desde el Noroeste, lo cual indicaba
q e ~roce(ha ~el destacamento de TrouvilIe. Más atrás la
Pese al consejo del radio operador de la prefectura, el
segiua u~ canonera gris. Ambas embarcaciones de la re-
pa trón d el "Exótico" no creyó necesario una advertencia a fectura díeron rápido alcance al "Exó' tico" El' íaP
los cuatro vientos. Gonzalo con su wind-surf había que- id f . aire tra un
rUI. o con uso que aunque no llegaba a captarse sonidos
dado atrás y el velerito pronto haría lo mismo. Ximena dio
~r~culados" hizo suponer a 105 chiquilines, que las autorí-
un puñetazo contra la borda de su barco, cuando com- a es estanan ordenando por altavoz, que la nave ara
prendió qu e la persecución no tenía más objeto. guay~ se detuviera. Al verse requerida intentó una hP'd -
El hermoso yate blanco cruzó frente al faro de la esco- La canonera no esperó más, efectuó una ráfa a de dis a.
11 ra, saliendo del pu erto . Ximena entonces decidió volver r~s de advert~~cia.. La zodiac interceptó el pa~ a la pa~:~
al punto d e partida. Gonzalo sin embargo parecía diver- g aya. Los runos, Impacientes observaban G l
' . onza o, ya
tir paseando dentro del puerto, esquivando a los botes y
v leros, "Es to es bárbaro" gritó a su amiga.
Desde la escollera, Silvana y Nacho gritaban algo
inaud ible. Na cho saltaba y bailaba alrededor de su herma-
na . Si no fuera por la derrota que todos estaban sufriendo,
se d iría que festejaban algún acontecimiento. Sebastián
observó atentamente la escena y vio a Silvana señalando
hacia el mar. Los dos marineros siguieron la indicación.
Vieron la ampulosa popa del "Exótico", con su bandera al
viento, acercándose a la boya ciega del Buen Viaje, donde
debería montar la boya, virando hacia el rumbo que fuera

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alertado, se había dirigido a la playa y arrojó sobre la are- sando del museo, apurando el paso para continuar en el
na al wind-surf. Olvidándose ya de que estaba en slip, co- ómnibus la excursión por la ciudad.
rrió a la escollera para no perder detalles. Al cabo de unos Silvana, Ximena y Nacho esperaron que salieran los
largos minutos, las tres embarcaciones pusieron proa al turistas y luego ingresaron al edificio. Un cuidador los sa-
puerto, quedando el yate en el medio, custodiado por am- ludó con una amplia sonrisa.
bas. Al acercarse a la escollera, Sebastián, cual si hubiese
estado sentado sobre un resorte, saltó disparado. -Pasen, pasen, el Director los está esperando. Es por
aquel corredor, a la derecha .
-¡Leonardo! ¡Leonardo! -gritó agitando ambos bra-
zos, saludando a un hombre parado sobre babor de la ca- -Gracias -contestó Silvana devolviendo la sonrisa.
ñonera. El hombre respondió al saludo. Luego miró a su amiga y por lo bajo le comentó - ¿Habrán
echado a don Pedro?
-¡Lo hizo, me creyó! ¡Grande, Leonardo!
-A lo mejor. Bastante asqueroso se portó.
"No saltes" fue el grito histérico de Xirnena. El bote se
Siguiendo la indicación del hombre, llegaron hasta la
meció rápido, agitado por los saltos del muchach~., Sebas- Dirección. La puerta estaba abierta.
tián siguió gritando y saltando. El bote se sacudió sobre
las olas que empezaban a llegar, al pasar frente a ellos las -Pasen, pasen -los invitó un hombre cuarentón,
tres naves . Sebastián perdió el equilibrio: su espalda se ar- también vestido con el unifonne del museo.
queó hacia atrás, los brazos trataron de asirse de la nada, Adentro estaban Sebastián y Gonzalo conversando
las pantorrillas tocaron la borda y el muchacho cayó de con Peralta, el Director. Leonardo y un fotógrafo escucha-
espaldas al agua, en medio qe la gritería general. ban atentamente al viejo don Pedro. Los recién llegados
saludaron a los presentes, pero Silvana sólo inclinó apenas
la cabeza al contestar el saludo del viejo.
-Siéntense, niños. No sé que pasa que están demo-
x rando en traer algo que tengo para ustedes. Veré perso-
nalmente qué sucede. Discúlperune. - Peralta dio la vuelta
a su escritorio y salió de la oficina.
Un ómnibus de turismo estacionado en la parte poste-
rior del Museo Zoológico, dejó oir insistentemente la boci-
-¿Qué nos regalará? -preguntó Sebastián.
-Me gusta tu vestido -Xirnena tocó con las puntas de
na. Argentinos, chilenos y algún boliviano salían conver- sus dedos la suave pana azul pálido del vestido de Sílvana.

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-Capaz que algunas esmeraldas del decomiso que trás del escritorio de Pe-
hicieron la Prefectura y la Aduana -sugirió Gonzalo. ralta. 5ilvana por su
-Lo hizo mi tía, la hermana de mamá. El tuyo tam- parte, sentada, terna las
bién es muy lindo. rodillas juntas, ambos
pies separados, traba-
---o a lo mejor nos regala un auto de carrera -Nacho dos por detrás de las pa -
arqueó las cejas abriendo grandes los ojos.
tas delanteras del asien-
-¿Te gusta? Era de mi prima, pero mamá me 10 arre- to. Entre sus manos, un
gló . Es muy habilidosa. pañuelo se arrugaba. El
- Pues sí, jefe -se escuchó fuerte la voz de don Pe- periodista y el fotógrafo
dro. -Encontramos uno, cerca de la laguna de Castillos aguardaban.
-el viejo había alzado la voz como reclamando ser escu- -Una madrugada,
chado por todos. Por alguna razón deseaba que los mu- yo ya estaba encendien-
chachos, que hasta ese momento lo habían ignorado le do el fogón para calen-
prestaran atención. tar el agua para el mate,
-Cazamos al carpinchito y lo llevamos para el cam- cuando escuché aquel
pamento. Total que era manso, feo como todo carpincho, lamento. El carpinchito
pero querendón ya la vez arisco. Lo atamos a un tala du - daba unos chillidos que
rante varios días. Luego lo empezamos a soltar para co- me rompían el alma, pa -
mer. El animal se fue acostumbrando a nosotros y a tener recía llorar: "iuup ...
la comida a mano, o a la pata, según se mire -hizo una iuup... iuup . No enten-
pausa que aprovechó para dar una ojeada a su auditorio. díamos que estaba pa-
Gonzalo y Ximena lo escuchaban sentados, esperando sando. El bicho estaba
nervioso. Así que lo de- (1
el final del cuento. Sebastián terna los pies cruzados deba -
jo de la silla, las manos crispadas aferrándose a los bordes jamos atado al tala co- 111'
del asiento, la cabeza inclinada, la vista fija en una baldosa mo estaba y salimos a
buscar por los alrededo- ¡(I//
del piso. Nacho, de pie, examinaba y tocaba, creyendo no
ser visto, una garza rosada, que embalsamada, descansa-
ba incansablemente sobre una sola pata, en el mueble de-
ffit'y
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res -el vi.ejo hizo una pausa. jo Peralta, al tiempo que hacía ademanes a todos para que
~¿Lo estaba asustando algún animal? se sirvieran. Cuando todos tuvieron un vaso en .mano, al-
zaron los mismos y brindaron, entrechocando los crista-
. El viejo gratamente sorprendido, le contestó a Gonza- les.
lo: -Se trataba de un animal, sí, pero no lo asustaba -mi-
ró a Sebastián y a Silvana, quienes continuaban hoscos. Sebastián se acercó a Leonardo comiendo un sandwiche
Sebastián, sintiendo el peso de la mirada del viejo sobre sí, de jamón. Tragó de apuro un bocado para poder hablar.
descruzó y volvió a cruzar los pies, cambiando el punto -Leonardo, sos un amigazo. Ayer le contaba toda la
de apoyo. historia a mi viejo y él me dijo lo mismo. Que vos confias-
te en nosotros, me creíste, sos macanudo che -palmeó el
-Era un carpincho adulto que se había acercado a to-
brazo del periodista.
mar agua a la laguna. El chiquito lo olfateó en el aire. Por
eso lloraba. -La verdad es que la historia parecía bastante fanta-
siosa, pero me dije "¿Por qué no?". Así que fui primero al
-¿No le gustó el olor? -fue la inocente observación
cementerio. Me llevé a Padilla que es el fotógrafo de poli-
de Nacho.
ciales. Ubicamos el panteón de los Casaravilla, cuando in-
-No, todo lo contrario --<ontinuó don Pedro. Era el tentamos mover la lápida, la puerta se abrió. Padilla tomó
olor de su sangre, de su familia. El quería ir para donde unas fotos. Vimos las huellas que serían de ustedes, den-
estaba el carpincho, pero no podría: estaba atado contra tro del panteón. Entonces hicimos lo que me contaste: en-
su voluntad. Por eso lloraba. contramos el túnel y tomamos más fotos. [Qué corajudos e
-¡Ah! -asintió Nacho . -elaro, era un carpincho be- inconscientes que fueron en entrar ahí!
bé y quería ir a su casa con la mamá. ¿Lo soltaron? -¿Nadie los vio?
-En realidad no. -Don Pedro miró a los dos hom- -Un guardián. Pero todo se soluciona, no?
bres y sólo para ellos murmuró. -Si vieran que sabrosos -¿Entonces?
chorizos hicimos.
-Al museo no pudimos entrar, estaba cerrado. A la
Peralta volvió acompañado de dos funcionarios. Uno noche Padilla reveló las fotos. Llamamos al director del
de ellos traía una bandeja con vasos con refrescos y el diario a la casa -los demás se iban acercando a escuchar.
otro, una bandeja con sandwiches y un paquete que dejó -El viejo estaba durmiendo pero igual nos atendió. Dijo
sobre el escritorio del Director. que teníamos una historia entre manos, que no la perdié-
-Ahora sí vamos a brindar por nuestros héroes -di- ramos.

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- y no la perdimos -agregó Padilla. -¿Por qué no?
-Cierto. A la mañana siguiente fuimos a hablar con -¿Vos sabés lo que significa tener 65 años, haber traba-
el carpintero, que tú me habías dicho que estaba haciendo jado toda la vida en un mismo lado; vivir con un sueldo mi-
un trabajo para los "paraguas". serable y saber que si molestás mucho a alguno que está
-Sí. arriba tuyo, podés quedarte sin nada, sin lo poco que tenés?
-Hablé con el hombre...
El pobre hombre tenía miedo -Sebastián inclinó la cabeza
hada el piso. -¿Te das cuenta que lo habrían despedido?
-¿Con mi padre? -10 interrumpió asombrada Xime-
-Podría haber hecho como vos, podría haber ido a la
na .
policía.
-Sí. Eso fue el sábado de mañana.
-Ah, sería mientras nosotros estábamos en el "isla". -Pero botija, yo tengo contactos. ¿Quién creería .a
unos chiquilines y a un viejo?
- Después fue fácil hilvanar toda la trama y dar cré-
dito a la historia. Nos fuimos con Padilla hasta Trouville, -Puede ser ... Después de todo ni el mismo Ortega
a hablar con un amigo y luego ya saben lo que sucedió. nos había tomado demasiado en serio. Pero ... -Pensalo.
Me parece que toda esa historia del carpincho que quería
-Sí, que el museo se quedó sin "envasador" -<:ortó
ir con el otro congénere pero que no podía hacerlo por es-
Nacho provocando la risa.
tar atado, todo ese cuento a lo mejor es sólo eso: un cuen-
- Eso es un amigo, que se juega por uno -dijo Sebas- to. El viejo quiere que lo entiendan y lo perdonen.
ti án pasando fugazmente sus ojos sobre don Pedro.
-No sé, puede ser ...
Leonardo, que no dejó pasar por alto ese detalle, se
-Silencio, por favor.-pidió Peralta. -Vaya hacer
acercó al jovencito y se lo llevó aparte, mientras el resto
entrega de un obsequio a nuestros cinco héroes, a nues-
seguía conversando.
tros cinco investigadores. -Peralta abrió el paquete que
-Entiendo que Sílvana y tú tienen una diferencia con esperaba bien atado sobre su escritorio, mostrando su
don Pedro. contenido. -Con este libro, escrito por mí, sobre la vida
-Sí, yo creí que era mi amigo. Siempre nos contaba de nuestros roedores, tanto de ciudad como de campo, ti-
historias, algunas repetidas, pero nosotros igual 10 escu- tulado "El mundo tras los dientes", quiero testimoniar el
chábamos, porque justamente, éramos amigos y había que agradecimiento del Museo por haber descubierto una si-
perdonarle la falta de memoria. tuación irregular, que dejaría en entredicho la reputación
-Yo creo que sí te creyó, pero no podía hacer nada. de esta casa.

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Peralta entregó un ejemplar a cada uno, en medio de
aplausos. Los niños agradecieron, aunque Padilla luego
comprobaría al revelar las fotos de ese acontecimiento, la
cara de "poco entusiasmo" de los homenajeados por el
premio a su labor.

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Impreso en mastergraf s.r.l,
Cabildo 2001 /05
Depósito Legal 285.808 / 92
Comisión del Papel
Edición amparada al ArL 79
ley 13349

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