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Una Felicidad Duradera

1 ¿Cómo lograr la felicidad? Intentando alcanzarla, nos esforzamos en conseguir


las cosas que parecen proporcionarla por infundirnos una sensación de
seguridad, de entusiasmo o de éxito; pero la felicidad que podemos disfrutar en
un mundo sometido a la injusticia, a la desigualdad de oportunidades, a las
enfermedades y a la muerte, es frágil y transitoria. Considerando estas cosas,
Salomón escribió: “Veo que no hay nada mejor para el hombre que el disfrutar
de sus obras, ya que esta es su recompensa”. (Eclesiastés 3:22) “Cualquier
cosa que puedas llevar a cabo, hazla con todas tus fuerzas, porque no hay obras
ni razones ni ciencia ni sabiduría en el sheol, donde tú vas”. (Eclesiastés 9:10)
Y verdaderamente, casi todas las personas consideran que “la felicidad”, es “el
placer de un día…” (2Pedro 2:13) porque el tiempo del hombre dura solo un
instante, por esto se aferra a los momentos de gozo y los aprovecha sin pensar
demasiado, siendo consciente de la incertidumbre del futuro y sabiendo que aún
si todo le va de la mejor manera posible en la vida, al final le espera la muerte.
La vida de los hombres tiene pues un regusto amargo de lo transitorio, que no
les permite disfrutar una felicidad total y completa.

2 Por todas estas cosas, Salomón, un rey que amaba la vida y poseía una gran
sabiduría bendecida por Dios, además de legendarias riquezas, escribió:
“Emprendí grandes obras; me construí palacios, me planté viñas, me hice
huertos y jardines... Poseí siervos y siervas… Atesoré plata y oro, tributos de
reyes y de provincias; me procuré cantores y cantoras, y toda clase de lujos...
Seguí engrandeciéndome más que cualquiera de mis predecesores en
Jerusalén, y mantuve mi sabiduría. De cuanto me pedían mis ojos, nada me
negué ni rehusé a mi corazón ninguna alegría… Entonces, consideré todas las
obras de mis manos y la fatigosa ambición de mi hacer, y vi que todo es
vanidad… bajo el sol (sobre la tierra) ningún provecho se obtiene, no hay
recuerdo permanente ni del sabio ni del necio… con el tiempo son todos
olvidados… Y he llegado a odiar la vida y todo lo que bajo el sol se hace, porque
todo es vanidad y correr tras el viento, y detesto todos mis fatigosos trabajos
bajo el sol, que dejo a mi sucesor”. (Eclesiastés 2:4-18) “…pues el hombre y
el animal tienen la misma suerte: muere el uno igual que el otro; tienen ambos
el mismo aliento de vida y en nada lo aventaja el hombre; todo es pues vanidad.
Corren todos hacia la misma meta: han salido todos del suelo y vuelven
todos al suelo”. (Eclesiastés 3: 19-20)

3 El desconcierto de Salomón ante la inutilidad de la vida del hombre, es


comprensible, porque a pesar de su sabiduría, él no conocía los designios de
Dios ni su secreto sagrado, que es la redención que mediante la fe en Cristo,
había dispuesto para que los hombres pudiesen recuperar la vida perdurable
perdida, pues cómo dice Pablo, “…en otras generaciones este secreto sagrado
no se había dado a conocer a la humanidad”. (Efesios 3:5) Pedro escribe, que
hasta “…los profetas que predijeron el generoso don que os estaba reservado”, y
que “examinaban e investigaban esta salvación mientras testificaban por
adelantado los sufrimientos de Cristo, y la gloria que seguiría después…” al
intentar “averiguar el tiempo y las circunstancias señaladas por el espíritu que
había en ellos, les fue revelado que las cosas que estaban preparando, no eran
para ellos si no para vosotros. Y ahora, mediante el espíritu Santo enviado
del cielo, estas cosas que hasta los mismos ángeles tratan de comprender,
os han sido anunciadas a vosotros por los que os han predicado la buena
nueva”. (1Pedro 1:10-12)
4 La única esperanza que el hombre tiene de conocer la verdadera felicidad, es
aferrarse a la justificación que Dios ha puesto misericordiosamente su alcance a
través de su hijo primogénito. El apóstol Juan escribe a los discípulos de Cristo:
“¡Mirad cuan grande es el amor que el Padre nos ha mostrado, para que
pudiésemos ser llamados hijos suyos!” (1Juan 3:1) Y es que él es un Dios de
vida y de misericordia, que creó al primer hombre para disfrutar de la felicidad,
mientras aprendía observando su creación y desarrollaba durante una vida sin
muerte, las actividades y ocupaciones de su elección. Pero sobre todo, Dios
plasmó moralmente al hombre a imagen divina, otorgándole la capacidad de
amar cómo él ama; y con el fin de que los hombres y las mujeres que poblasen
la tierra, permaneciesen unidos por el mismo amor que él siente por sus hijos, y
que es la base de la felicidad, los hizo hermanos al nacer unos de otros y ser
todos descendientes de un mismo progenitor. Por esto dice Juan: “Amados, el
amor proviene de Dios… el que no ama, tampoco puede conocer a Dios,
porque Dios es amor. Y Dios manifestó el amor que siente por nosotros enviando
a su Hijo unigénito al mundo, para que por medio de él obtuviésemos la vida. Así
que no hemos sido nosotros quienes hemos amado a Dios, ha sido él quien nos
ha amado a nosotros, demostrándonos su amor al enviar a su Hijo cómo
sacrificio expiatorio por nuestros pecados. (1Juan 4:7-10)

5 Sabemos por las Escrituras, que cuando el primer hombre se rebeló a las
disposiciones de Dios, toda “…la humanidad” aún no nacida, quedó “sometida a
la futilidad”; y si bien no fue “por voluntad propia, si no por la culpa de aquel
que transgredió”, (Romanos 8:20) también adquirió la muerte y las demás
consecuencias del pecado y de la rebeldía. El hombre había usurpado la
prerrogativa divina de establecer lo que es el bien y lo que es el mal y con esto,
la humanidad emprendió desde el principio un camino alejado de la justicia, que
la ha sometido al capricho de quienes ejercen sobre ella su gobierno. Desde
entonces “…el hombre domina sobre el hombre para su mal”, (Eclesiastés
8:9) y la humanidad vive “..en un estado mental deplorable, debido a la vanidad
de sus pensamientos y a la ignorancia que la insensibilidad de su corazón les
produce”, pues a pesar de que “lo que puede llegar a conocerse con respecto a
Dios es evidente… ya que tanto sus cualidades invisibles cómo su eterna
potencia y su divinidad, se ven con claridad desde la creación del mundo,
comprendiéndose a través de las cosas hechas… no le han dado gloria ni
gratitud… Considerándose sabios, se han desviado, sustituyendo la gloria del
Dios incorruptible por imágenes semejantes al hombre mortal, a los pájaros, a
los animales cuadrúpedos o a las criaturas que se arrastran”. (Romanos 1:19-
23) Así, “apartados de la vida que depende de Dios… se han abandonado a una
conducta disoluta más allá de cualquier sentido moral”. (Efesios 4:18-19) Y aún
si el hombre comprende que su propia “necedad” es lo que “pervierte su camino,
en su corazón, se irrita contra Yahúh”. (Proverbios 19:3)

6 Dios había entregado “…la tierra a los hijos del hombre”, (Salmos 115:16) y
les ha concedido el tiempo suficiente para que el resultado de su gestión pueda
quedar expuesto ante todos. Sin embargo sus designios son inalterables, el
hombre había sido creado para disfrutar de la vida y dar gloria al Creador con su
felicidad, porque él es “el Dios feliz”, (1Timoteo 1:11) que tiene para sus hijos
designios de vida, pues cómo dijo Jesús, “..el Dios de Abraham, el Dios de Isaac
y el Dios de Jacob, no es un Dios de muertos, sino de vivos”. (Mateo 22:32)
Él había prometido a los hombres fieles de la antigüedad, una vida sin muerte en
la tierra y cuando llegó el momento por él establecido, puso al alcance de los
hombres la vida eterna, y “esta esperanza” tiene que ser ”en nuestras vidas
cómo un ancla segura y firme que penetra más allá de la cortina del santuario,
el lugar donde entró Jesús cómo precursor nuestro”, (Hebreos 6:19) pues
sabemos que “todas las cosas que se escribieron, fueron escritas para
nuestra instrucción, para que por medio de la perseverancia y por el consuelo
que proviene de las Escrituras, podamos mantener la esperanza”. (Romanos
15:4) Una “esperanza en el Dios viviente, que es sin duda el salvador de la
humanidad y en particular de los que tienen fe”, (1Timoteo 4:10) porque su
generoso don “se ha hecho disponible para que todos los hombres puedan ser
salvados, y nos educa para rechazar la maldad y los deseos de este mundo”
para “vivir en él con sabiduría, justicia y lealtad, mientras estamos esperando
que nuestra bendita esperanza se realice, y nuestro excelso y divino salvador
Jesús Cristo se manifieste en la gloria”. (Tito 2:11-13)

7 Salomón, investigador del porqué de las cosas, escribió después de referirse a


las relaciones entre los hombres y sus motivaciones: “…aparte de todo, mira,
esto es lo que he hallado, Dios hizo al hombre íntegro, pero ellos han buscado
muchos engaños”. (Eclesiastés 7:29) Y es que dice Juan, que “…todo lo que es
del mundo, lo que los sentidos buscan, lo que la vista codicia y la ostentación
de lo que se posee, no proviene del Padre, viene del mundo, pero mientras que
el mundo con sus deseos va pasando, el que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre”. (1Juan 2:16-17) Por este motivo las cosas que
podemos alcanzar en el mundo, cómo la fortuna, las emociones o el triunfo,
aunque pueden proporcionar una sensación de felicidad e incluso de
superioridad, son pasajeras cómo la vida del hombre. Sin embargo, existe una
felicidad permanente, un sentimiento que se asienta en lo mas profundo de
nuestro ser y está basado en el amor al Creador y en unas certezas fidedignas,
justas, sólidas y perdurables, que permitan mantener la serenidad y la esperanza
en cualquier circunstancia y través de cualquier período de tiempo. El
mundo no conoce esta felicidad ni puede ofrecerla, porque solamente puede
ser alcanzada cuando el amor a Dios ha radicado en nuestro corazón y nos
ha hecho realistas y humildes, capaces de comprender nuestra situación y
nuestras limitaciones, y de aprender a amar a nuestros hermanos así cómo a
“las cosas que a la luz, se manifiestan puras”. (Efesios 5:13)

8 Mientras Jesús vivió entre los hombres, mostró a sus discípulos la manera de
alcanzar la felicidad verdadera, diciéndoles: “Nadie puede servir a dos señores
porque renegará de uno para amar al otro, entregándose a uno y despreciando
al otro; no podéis pues servir a Dios y al dinero. Así que no debéis pasar por
la vida preocupados por lo qué comeréis, ni por cómo vestiréis vuestro cuerpo
¿No vale acaso más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Mirad a
las aves del cielo, que no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros pero
las alimenta vuestro Padre celestial. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Además ¿Quién de vosotros puede añadir al preocuparse, un solo codo a la
medida de su vida? Y ¿Por qué preocuparos en cuanto al vestido? Mirad cómo
crecen los lirios del campo, que ni se fatigan ni hilan y yo os digo que ni
Salomón en toda su gloria se vistió cómo uno de ellos; y si Dios viste así a la
hierba del campo que hoy está y mañana se echa al horno ¿No lo hará mucho
más con vosotros, hombres de poca fe? No estéis pues preocupados y digáis
¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? ¿Cómo nos vestiremos? Las naciones se
ajetrean por todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe ya que las
necesitáis. Buscad ante todo su reino y su justicia y todas esas cosas se
os darán por añadidura, y no os preocupéis del mañana ya que el mañana se
preocupará de sí mismo, pues ya tiene bastante cada día con su propia
dificultad”. (Mateo 6:24-34)

9 Y dirigiéndose en una ocasión, a una multitud que había ido a escucharle, les
habló de las cosas que pondría a su alcance la felicidad, diciendo: “Felices son
los que buscan para su espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Felices son los bondadosos, porque disfrutarán la tierra en herencia.
Felices son los que lloran (por las obras inicuas que ven, tal cómo se dice en
2Pedro 2:7-8) porque serán consolados. Felices son los que tienen hambre y
sed de justicia, porque serán saciados. Felices son los misericordiosos,
porque alcanzarán misericordia. Felices son los de corazón puro (ver
Filipenses 1:10-11) porque verán a Dios. Felices son los que cultivan la paz,
porque serán llamados hijos de Dios. Felices son los perseguidos por causa
de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos; debéis ser felices
cuando os censuren y os persigan y digan de vosotros con falsedad, cualquier
maldad por mi causa. Alegraos y exultad porque vuestra recompensa en los
cielos es grande, y así es cómo persiguieron a los profetas anteriores a
vosotros… Brille pues vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
(Mateo 5:3-12 y 16)

10 En armonía con estas cosas, Pablo escribe a los discípulos de Cristo: “No
seáis amantes del dinero; estad contentos con lo que tenéis, puesto que el
mismo Dios ha prometido: ‘Yo no te dejaré ni te abandonaré’, por esto
podemos decir con confianza ‘Dios es mi ayuda y no tendré miedo’.” (Hebreos
13:4-6) Además: “Haced de modo que vuestro amor sea sin hipocresía,
apegándoos a lo bueno y odiando lo malo, mostrando afecto fraternal unos por
otros y tomando la iniciativa en estimaros. No seáis indecisos, pues debéis
ser diligentes y servir al Señor con un espíritu ferviente, mientras os alegráis
por la esperanza, mostráis paciencia en la tribulación y constancia en la
oración… también debéis compartir las alegrías y los dolores de los demás,
pero siendo respetuosos al tratar unos con otros. En cuanto a los honores,
no los queráis para vosotros mismos ni os consideréis sabios, al contrario,
dejaos atraer por las cosas humildes. A nadie devolváis mal por mal, mientras
que ante todos vivís dedicados a cosas honradas. Si es posible, en lo que de
vosotros dependa, vivid en paz con todos y no os venguéis vosotros mismos
amados, dejad lugar a la ira, porque está escrito: ‘La venganza es mía. Yo
daré el pago merecido, dice el SEÑOR’ pero ‘Si tu enemigo tiene hambre dale
de comer y si tiene sed dale de beber, porque si haces estas cosas acumularás
carbones ardientes sobre su cabeza. No os dejéis vencer por el mal, debéis
vencer al mal con el bien”. (Romanos 11: 9-21)

11 También Pedro escribe: “…debéis andar todos de acuerdo, ser compasivos,


llenos de amor fraternal, misericordiosos, y humildes. No devolváis mal por
mal… Pues ‘quien ame la vida y quiera ver días felices, que guarde su
lengua de la maldad y sus labios del habla falsa; que huya del mal y haga el
bien; que busque la paz y la persiga’, porque ‘los ojos de Yahúh están sobre
los justos y sus oídos están atentos a sus oraciones, pero el rostro del Yahúh se
vuelve contra aquellos que hacen el mal’…Y aunque tuvieseis que sufrir por
hacer lo que es justo ¡Felices vosotros! No temáis ni estéis ansiosos, más
bien santificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, y estad siempre
preparados para hacer una defensa de vuestra esperanza ante los que os
pidan explicaciones, pero con gentileza y respeto. Debéis mantener una
buena conciencia, para que cuando hablen mal de vosotros, por vuestra buena
conducta en armonía con el Cristo, sus calumnias se demuestren falsas. Pues
cuando Dios lo permita, es mejor sufrir por obrar bien que por obrar mal, porque
también Cristo murió una vez y para siempre por los pecados, un justo en favor
de los injustos, que fue muerto en el cuerpo, pero que fue hecho vivo en el
espíritu para conducirnos de nuevo a Dios… Y él está ahora a la diestra de
Dios, después de haber subido al cielo y de haber obtenido la soberanía sobre
ángeles, autoridades y potencias”. (1Pedro 3:13-19 y 22) “De manera que
¡Felices vosotros cuando se os injuria por causa de Cristo! Porque la gloria y
el espíritu de Dios reposan sobre vosotros”. (1Pedro 4:13-14)

12 Ahora sabemos que el tiempo del retorno de Cristo se ha acercado, y también


la realización de nuestra esperanza. Estamos pues esperando a “aquel que
indaga las intenciones ocultas y los íntimos deseos de los hombres, el que
recompensará a cada uno de vosotros conforme a sus hechos “, (Apocalipsis
2:23) y que dice a sus fieles: “Conozco tu actividad y he puesto ante ti una
puerta abierta que ninguno puede cerrar, pues aunque tienes pocos medios, has
observado mi palabra y no has renegado de mi nombre. Por este motivo haré
que algunos de los que presumen de judíos sin serlo, salgan de la sinagoga de
Satanás y se postren a tus pies reconociendo que te amo. Y puesto que has
sabido beneficiarte de mi paciencia, yo te protegeré en la hora del juicio que
pronto caerá sobre el mundo y en el que todos los que viven en la tierra serán
juzgados. Llegaré lo antes posible y mientras tanto, tu mantén con firmeza lo
que has conseguido, para que nadie pueda quitarte tu corona”.
(Apocalipsis 3:8-11) Podemos pues aplicarnos estas palabras del apóstol
Pedro: “Todo está a punto de acabarse, vosotros orad, sed prudentes y
vigilantes, pero sobre todo, teneros unos a otros un amor intenso, porque el
amor pasa por alto una multitud de errores, y así os aceptaréis unos a
otros sin reproches”. Además, “Cada uno, cómo buen administrador de la
multiplicidad del favor de Dios, debe usar en servicio de otros, la habilidad
que por don haya recibido. Si uno habla, que lo haga cómo de parte de Dios, y
si uno cumple con un servicio, que lo cumpla valiéndose de las fuerzas que Dios
le provee, para que mediante Jesús Cristo, se dé gloria a Dios en todas las
cosas ¡A él para siempre el poder y la gloria! Así sea. (1Pedro 4:7-11)

13 Es pues el momento de asir fuertemente la felicidad que Dios ha preparado


para todos los que le aman. Cómo Juan dice, “No améis al mundo ni las cosas
del mundo, porque en el que ama al mundo no está el amor del Padre”, Pues
“Todo lo que es del mundo, lo que los sentidos buscan, lo que la vista codicia, y
la ostentación de lo que se posee, no proviene del Padre, viene del mundo; pero
mientras el mundo con sus deseos va pasando, el que hace la voluntad de
Dios permanece para siempre”. (1Juan :15-17) La mayor felicidad que el
mundo pueda ofrecer termina con la vida; sin embargo, Dios que ha puesto
en el corazón del hombre un deseo de eternidad, preparó según su propósito
misericordioso, la redención que Cristo llevó a cabo para que los hombres
tuviesen la oportunidad de vivir colmados de la felicidad verdadera y eterna.
Pablo cita a David, y dice: “Felices son aquellos a quienes su iniquidad ha sido
perdonada y cuyos pecados han sido borrados. Feliz es el hombre a quien
Yahúh no imputa el pecado”, (Romanos 4:6-7) puesto que “…él le indica el
camino a seguir; la felicidad mora en su alma y su estirpe poseerá la tierra”.
(Salmo 25:12-13)

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