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LA TEOLOGÍA MORAL Y LA CULTURA ACTUAL 03/05/2014
social que provocan los sufrim ientos del Tercer Mundo, no sólo de Latinoam érica sino
tam bién de África y Asia.
El cardenal Franz Kónig hacía un balance de los treinta años que nos separan de la apertura
del Concilio y afirmaba que consideraba concluida en la Iglesia la época de las
contraposiciones entre derecha e izquierda, progresistas y conservadores. ¿Esto es así porque
t od os tendemos ahora hacia un moderantismo de centro, o porque lo evidente de la
descristianización obliga a volver a empezar desde lo esencial?
J. R. Es difícil responder, porque es obvio que las divisiones dentro de la Iglesia no han sido
supe ra da s. Quizá se ha abandonado el esquem a que contraponía derecha e izquierda,
pro gre sista s y conservadores, pero las divisiones continúan ex istiendo. El viejo esquem a
político ya no funciona porque incluso a nivel de partidos políticos la izquierda com o tal está
atravesando un período de profundos replanteam ientos, a la búsqueda de una nueva
identidad; y una derecha en sentido estricto tam poco ex iste ya. Liberados pues de estos
esquem as políticos y de partido, quizá podam os llegar m ejor a las verdaderas raíces de las
divisiones que ex isten en la Iglesia, que en algunas partes son bastante profundas y
ex igen un proceso no sólo de reflex ión sino tam bién de reconciliación, y sobre todo de una
renovación espiritual, un regreso a las verdaderas raíces de la fe, que, desde luego, no será
fácil.
¿Cuál es el origen de las tensiones que en ocasiones se advierten entre algunos moralistas y
Roma?
J. R.- Para dar una respuesta com pleta habría que hacer un análisis a fondo, y éste no es el
m o m e n to adecuado. Personalm ente veo tres planos. Ante todo, siem pre se producen
dificultades en las com unicaciones, errores de traducción, en el sentido m ás am plio de la
palabra, entre Rom a y las iglesias locales. Adem ás -y esto es el punto central- ex iste una
diferencia fundam ental entre el program a m oral del cristianism o y las ideas actuales sobre
la vida. Estos dos elem entos están en constante conflicto entre sí. La idea básica del
h o m b re occidental sobre lo que se puede y se debe hacer, sobre cóm o hay que vivir
rectam ente, se opone en m uchos aspectos a lo que dice el Evangelio. Rom a debe recalcar
siem pre con habilidad, pero eso es algo secundario. Aunque se diga con delicadeza,
perm anece la contradicción que hiere y duele, lo cual provoca a su vez una oposición. En
tercer lugar 'paralelam ente a lo que llam aría «los errores de Rom a»-, hay algunos
elem entos en Alem ania en los que se entrevé el deseo de rechazar a Rom a: no se trata
sólo de gestos aislados de independencia. Estas tendencias, enraizadas en un determ inado
grupo , pueden llegar a crear un nuevo tipo de cristianism o, un «cristianism o burgués», y a
aprovechar para este fin todas las oportunidades que se les presentan.
Al presentar la encíclica "Veritatis Splendor" usted subrayó la respuesta en ella contenida
respecto a las tendencias culturales de tipo subjetivista y relativista. La óptica intraeclesial
subrayó, en cambio, el elemento preceptivo sobre los desequilibrios de la reciente ética
teológica. ¿Cuál de los dos aspectos predomina? ¿Considera justificada la impresión según la
cual la encíclica constituye una censura hacia la mayoría de los estudios de teología moral de
los últimos decenios?
J. R.- No habría dicho lo que dije a la prensa si no estuviese convencido de que las m iras de
la encíclica no son precisam ente las de fom entar discusiones intraeclesiales, entabladas por
una teología que se encierra en si m ism a, en sus propias controversias, sino la voluntad de
hablar al hom bre de hoy. Es un gran docum ento de diálogo con el m undo y sus
a brum a dore s sufrim ientos, lleno de fe cristiana. Me parece innegable que el m undo está
atravesando una crisis de fin de época que afecta a los valores básicos y alcanza tam bién a
las otras grandes religiones. Es una evidencia indiscutible que tenem os necesidad de
va lo re s éticos. En este sentido el Papa estaba históricam ente obligado a intervenir, puesto
q u e es responsabilidad de los cristianos custodiar el patrim onio de valores y tam bién de
racionalidad que deriva de su fe, y contribuir al hallazgo de convicciones hum anas com unes.
La Iglesia, com o com unidad de los creyentes, tiene una certeza de valores que no se puede
ex tender, en su totalidad, a la hum anidad entera, pero se pueden hallar los fundam entos
com unes. La encíclica, pues, no solam ente confirm a una convicción cristiana, sino que
adem ás, es una ayuda a la hum anidad que busca los fundam entos del ser hum ano. En este
contex to, el Papa interviene no para crear nuevas censuras, sino para dar m ayor firm eza y
convicción en el diálogo con el m undo a nuestros valores y nuestra fe.
Creo que es im portante subrayar que cuando el Santo Padre critica el teleologismo, el
proporcionalismo, un concepto erróneo de autonom ía y de opción fundam ental, no condena
globalm ente estas pistas teológicas, sino que interviene para purificarlas e integrar los
elem entos positivos en la síntesis cristiana. No es un sim ple «no» o una sim ple confirm ación
de la neoescolástica; todo lo contrario, ha ex am inado detalladam ente el concepto de la ley
natural en un horizonte hum ano, filosófico, y así ha recuperado la herencia neoescolástica,
insistiendo en el hecho de que el hom bre en cuanto hom bre, tiene en sí el derecho de ser sí
m ism o, tiene en sí una dim ensión m oral. Es deber del Papa dar una guía, indicar los
cam inos sin salida y trabajar por una catolicidad m uy am plia, que sabe integrar todas las
riquezas m ás hondas.
Quisiera hacer hincapié en la necesidad de no perder el fundam ento m etafísico creacional
del hom bre: la criatura com o tal habla de Dios y es portadora de un m ensaje tam bién
m o ra l. Es la observación esencial que hizo el Papa: donde se pierde ese fundam ento, se
pierde el fundam ento de la teología católica; donde se saben integrar nuevas visiones en
esta visión fundam ental el cam ino puede proseguir.
Usted se muestra preocupado por el consenso en torno a la doctrina moral de la Iglesia. Si
bien «la fe y la moral no se miden con la estadística», ¿existe, en su opinión, un modo para
consultar al episcopado y al pueblo de Dios sobre la acogida del magisterio moral?
J. R.- Cierto. Es im portante conocer cuál es la situación, incluso prescindiendo de las
estadísticas, pero es im portante tam bién ser consciente de que la m ayoría, en cuanto tal,
no ex presa necesariam ente los valores fundam entales. Pensem os, por ejem plo, en el
co nse nso universal que, en torno a la esclavitud de los africanos, se m anifestó en los
com ienzos de la era m oderna: una época entera puede estar ciega respecto a los valores
fundam entales. La m ayoría no puede ser un criterio suficiente para definir un valor m oral.
Por otra parte, es im portante que, en la com unión eclesial crezca la fe -com o dice la Dei
Verbum (cfr. n.8: EV 1/883)- a través de la reflex ión, la m editación y el estudio. En este
sentido, para el m agisterio de la Iglesia siem pre es im portante basarse en la palabra de
Dios y en el dogm a form ulado, pero tam bién vivir de la vitalidad de la Iglesia, tanto del
pasado com o del presente, de los laicos y de los m inistros.
E l problem a m oral fundam ental, así com o nos lo plantea la Escritura y se dice en el
Padrenuestro, es cum plir la voluntad de Dios. Pero conocer esta voluntad, verla en su
profundidad sólo es posible con una m irada am plia a toda la evolución histórica, porque
nacen nuevos problem as a los que podem os responder con una conciencia m ás llena de la
voluntad de Dios, sólo conociendo la realidad y, por otra parte, valorando las ex periencias
concretas de la fe. Pensam os en los tres grandes desafíos de la época actual -ética política,
ética económ ica y bioética- y vem os que por una parte, necesitam os conocer la m ateria, los
problem as com o tales en toda su com plejidad; por otra parte, necesitam os el sentido m oral
que traduce la voluntad de Dios -esto es: que el hom bre tenga la vida y respete siem pre en
el hom bre la imagen de Dios- en norm as concretas. Aquí es donde se da el diálogo de la fe,
la búsqueda com ún para entender la voluntad de Dios en cierto contex to.
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LA TEOLOGÍA MORAL Y LA CULTURA ACTUAL 03/05/2014
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