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FINAL FANTASY XIII

Episode Zero
Treasure - Capítulo 1

by Vanille
Final Fantasy XIII Blog
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¿Quién hubiera pensado que se convertiría en un lío tan grande?

Soldados por todas partes, todo hecho un desastre. Cuando te conocí, había tanta
tranquilidad... Y mira ahora... Fue hace ocho días, ¿no? Seh, solo hace ocho días. Todo esto
ha ocurrido en tan poco tiempo... Ni siquiera sé qué es lo que está pasando.

Simplemente no me lo puedo creer. Papá se ha dado completamente por vencido. Bueno, y


tú también...

"¡Papi, quiero uno!"

Dajh tiraba de su mano. Hizo que Sazh se detuviera sin siquiera pensarlo. Cuando los niños
piden algo a sus padres siempre empujan, tiran de ellos y corren hasta que consiguen lo que
quieren. Su hijo Dajh solo tenía seis años, pero podía empujar a un adulto como Sazh sin
ningún esfuerzo.

"Hey, ¿por qué no lo compramos a la vuelta?"

Sazh había traído a Dajh al Cañón Ewleede. Aunque no podía recordar cuándo, Dajh le había
dicho que quería ver un fal'Cie.

Si quisieras ver un fal'Cie en Cocoon, el único lugar al que podrías ir sería a Ewleede, a ver al
fal'Cie Kujata. Sazh había estado investigando hasta dar con lo que parecían ser las
vacaciones perfectas. "Unas Vacaciones Familiares: Visita Ewleede y Bowdam". Ese era el
nombre del tour. La nave y la habitación del hotel estarían reservadas para ti, y te dejarían
tiempo para explorar los sitios por ti mismo. Además, el precio para los niños contaba con un
agradable descuento. Todo junto sonaba a diversión.

Esa era la razón de que ahora estuvieran dirigiéndose a la Estación de Ewleede de camino a
la planta de energía. El lugar estaba lleno de turistas y había tiendas de souvenirs en cada
rincón. Sazh sabía de antemano que Dajh querría parar en alguna de ellas. Se le antojaría un
globo con forma de animal, o quizás unos caramelos de colores vivos le llamaran más la
atención...

"¡No! ¡Ahora! ¡Ahora!"

Dajh le tiró de la mano aún más fuerte. Todos los niños son así, siempre dicen lo que quieren
cuando lo quieren. Sazh recordaba haberlo hecho también, y lo contento que se ponía si
conseguía lo que quería.

Pero había algo de lo que no se había dado cuenta de pequeño; los adultos que le daban lo
que quería se ponían todavía más contentos de hacerlo.

"Está bien, está bien. Solo esta vez." El simple hecho de decir eso dibujó una pequeña
sonrisa en su cara.

"Y bueno, ¿qué es lo que quieres?"

Estaban en frente de una tienda de animales. No era una simple tienda local, si no una
cadena que tenía tiendas por todas partes.

"¡Quiero el amarillo!"

"Veamos... ¿A cuál te refieres?"


Había cantidad de jaulas diferentes alineadas delante de la entrada. Solo para mostrar lo
grande que era la tienda, no solo había perros y gatos normales, si no que además tenían
animales genéticamente manipulados para no resultar peligrosos.

"El amarillo... ¿cuál amarillo?" Sus ojos se detuvieron al ver algo.

"No... no te referirás... a eso?"

En una de las enormes jaulas había un Pudding amarillo gigante, ahí tan pancho. Extendía su
cuerpo, intentando resultar amenazador.

"Eh, chaval, te refieres a este amarillo, ¿a que sí?" El vendedor le sonrió a Dajh y subió y bajó
los brazos, cual ala de un ave.

"¡Sí, ese!" El niño asintió, haciendo el mismo gesto. Parecía como si estuviesen imitando a un
pájaro.

"Todos los niños se refieren a este cuando dicen 'el amarillo'.", dijo el vendedor señalando un
cartel que rezaba "¡Bebés de chocobo a la venta!"

"Oh, solo un chocobo." El pánico le había sucumbido al pensar que Dajh se refería al
Pudding, pero un chocobito bebé no le suponía ningún problema.

"Está bien, nos llevaremos uno de los amarillos."

La cara de Dajh se iluminó nada más oír esas palabras. Le encantaban los chocobos. Su
libro favorito iba sobre un chocobito, e incluso tenía una toalla con el dibujo de uno.

"¡Genial! Entrad en la tienda, por favor." El vendedor intentó coger a Dajh de la mano.

"¡No, esperaré aquí!", dijo Dajh. Estaba orgulloso de poder esperar solo cuando su padre
tenía que hacer algo. Ahora quería esperar solo todo el tiempo.

"Vale, pero no te puedes mover de aquí, ¿entendido?"

Dajh asintió, con una mirada traviesa en su rostro. Estaba claro que Sazh sabía lo que
planeaba, razón por la que siempre le decía que no se moviera. Últimamente Dajh no se
quedaba satisfecho simplemente con esperar, así que jugaba a un juego; esperaba hasta que
Sazh entrara en una tienda y entonces se escondía en las sombras. Cuando Sazh venía a
buscarle, él esperaba, todo emocionado, a que le encontrara.

Cuando entró en la tienda el vendedor estaba abriendo la jaula. Inmediatamente entonces,


uno de los chocobos salió disparado y voló directo a Sazh.

"Eh, parece que le gustas." El vendedor sonrió y cerró la jaula al ver al pequeño chocobito
revoloteando alrededor de Sazh.

"¿De veras? Yo no estaría tan seguro." Sus ojos se encontraron con los del chocobito cuando
miró hacia arriba. El animal ladeó la cabeza. Justo cuando Sazh empezaba a pensar que era
mono, sus ojos destellearon y se lanzó en picado hacia él.

"¡Ow!" El chocobo había aterrizado justo en lo alto de su cabeza.

"¡Hey, a ver qué haces con las garras!" El chocobo gorjeó como respuesta. Sazh no sabía si
estaba diciendo "¡Vale!" o, en cambio, "¿Te crees que me importa?", pero, de una forma u
otra, parecía contento.

Una vez terminó de pagar, salió de la tienda a toda prisa con el chocobito sobre su cabeza.
Quería enseñárselo a Dajh tan pronto como pudiera.

O eso había pensado. Dajh no estaba en ninguna parte. Bueno, como siempre.
"Hey, ¿Dajh? ¿Estás jugando al escondite?" Hizo como que miraba a su alrededor. Por
supuesto, estaría escondido en alguna parte, oculto por las sombras. Pronto le oiría reírse
desde algún lugar cercano. Los niños pequeños no se esconden donde no puedan ser
encontrados, se esconden para que los atrapen con un fuerte abrazo.

"Vaya, parece que he perdido. ¡No puedo encontrarte!", dijo Sazh, pretendiendo darse por
vencido. Pero siguió sin escuchar ninguna risa.

"¿Dajh...?"

Miró alrededor: al otro lado del banco, bajo la sombra de un carro, tras la maceta de allí...
Pero Dajh no estaba por ninguna parte. Aunque quizá... la planta de energía quedaba justo
allí.

"No habrás entrado, ¿no?"

Sazh corrió hacia la entrada de la planta. Los niños hacen siempre las mismas cosas, una y
otra vez, sin cansarse de ello. Pero entonces, repentinamente, un día harán algo nuevo. Se
les da bien, así es como crecen. "No le dejaré volver a esperarme solo por una temporada.",
pensó Sazh. Seguro que Dajh pensó que sería divertido intentar ir a algún sitio mientras
esperaba a su padre.

Ya delante de la entrada, miró una vez más atrás, hacia la plaza, solo para asegurarse. Había
montones de niños de su edad, pero no le veía a él. Realmente debía haberse metido solo en
la planta. Sazh se estaba empezando a preocupar.

Y fue entonces cuando pasó. El suelo tembló como si algo pesado hubiese caído sobre él.
Podía oír en la lejanía el sonido del viento soplando. Los niños que estaban jugando en la
plaza empezaron a gritar y a llorar.

"¡Dajh!" Sazh corrió en dirección a la entrada. Algo malo acababa de pasar, estaba seguro.

"¿Dónde estás, Dajh?"

Sonó una sirena de emergencia, un fuerte ruido que irrumpió entre los gritos. Los turistas se
apresuraban hacia la salida tan rápido como podían. Sazh quería continuar buscando a Dajh,
pero la oleada de gente le empujaba una y otra vez. Era incapaz de avanzar. Empujó
también, intentando hacerse camino a través de la gente. Le gritaron y se quejaron, pero
ahora no tenía tiempo para eso.

Le llevó un rato, pero finalmente escuchó al personal de la planta de energía decir a los
turistas que se calmaran y salieran de forma ordenada. Seguro que les había llevado tanto
tiempo dar el aviso porque también se habían sorprendido con la situación.

Todavía podía oír y sentir el suelo temblar. Nubes de humo salían del interior. Sazh no estaba
seguro de lo que estaba pasando ahí dentro. ¿Era un incendio o una explosión?

"¡Dajh! ¿Dónde estás, Dajh?" Sus pulmones tragaron todo el humo accidentalmente, pero ello
no le hizo toser. No era humo, si no alguna clase de niebla. ¿Qué estaba pasando ahí
dentro...?

No había mucha gente por la pasarela. Probablemente ya habían salido todos corriendo. ¿
Quizás se habían llevado a Dajh con ellos? No, no le parecía creíble. Sentía que su hijo
estaba en alguna parte, cerca suya.

"¡Dajh! ¡Soy papá! ¡Por favor, respóndeme!" Estaba justo delante del fal'Cie Kujata. Gritó aún
más fuerte. La blanca niebla se había vuelto más espesa y podía oír un fuerte ruido, como de
una fuga de aire. Continuó, poniendo atención en revisar cualquier rincón a su alrededor.

Y entonces divisó el familiar color de las ropas de Dajh.

"¡Dajh!"
Dajh estaba tumbado sobre uno de los bancos. Sazh corrió hacia él y lo alzó con sus brazos.

"¿Papi...?"

"No pasa nada, todo está bien. ¿Te has hecho daño?" Hablaba con voz tranquila para
calmarle, comprobando que sus brazos y piernas no estuvieran heridos.

"¿Uh? ¿Qué es esto?"

En el dorso de la mano de Dajh había una extraña marca que no había visto nunca. Al
principio pensó que era una pegatina, pero no. Parecía uno de esos tatuajes que les gustan a
los niños. De todas formas, ¿cómo podría él haber...?

No, habría tiempo para pensar en ello más tarde. Ahora mismo tenían que irse, ponerse a
salvo. Cogió a Dajh en brazos cuando escuchó el ruido de unos pasos cercanos tras él.

"¡Eh! ¿Estáis bien?"

Era un soldado de las fuerzas de seguridad. Sería capaz de dirigirles hacia un lugar más
seguro.

"Mi niño, él..."

"¿Está herido? ¿Se ha golpeado la cabeza?"

"No lo sé. Nos separamos, y entonces..."

Seguramente decía en el manual de prodecimiento en caso de emergencia que no era


necesario escuchar toda la historia. Desplegaron una camilla y pusieron a Dajh encima. Una
soldado estaba de pie cerca suya, mirándole a la cara.

"No tienes que asustarte, todo irá bien."

Probablemente estaba asegurándose de si el niño estaba consciente o no mientras le


hablaba. Caminó hacia los soldados y asintió.

"Llevadle a la sala de primeros auxilios. Por favor, por aquí, señor."

"Estamos a salvo.", pensó Sazh. "Todo irá bien." Asintió y comenzó a seguirles.

La sala de primeros auxilios estaba repleta de turistas que se habían herido al huir o que
simplemente no se sentían bien. Dajh había permanecido tranquilo en la camilla, pero ahora
que estaba sobre la cama ya no podía más. Empezó a moverse, incapaz de estarse quieto.

"Eh, papi--"

"Shhh.", dijo él, poniendo una mano sobre su hombro. "Tendrás que quedarte quieto hasta
que el doctor pueda echarte un vistazo."

"Vale...", dijo Dajh, asintiendo tristemente. Había cierto alboroto en el pasillo. ¿Es que
acababan de traer de emergencia a un paciente?

La puerta de la sala se abrió de golpe y varios soldados marcharon con paso firme. Era fácil
decir que no pertenecían a las fuerzas de seguridad. No solo por sus ropas, también por su
fría conducta.

"Nos encontramos en una situación de emergencia. A partir de ahora la planta y los


alrededores de Ewleede están bajo la supervisión de PSICOM. Obedeceréis toda orden que
se os dé."

Una joven mujer estaba de pie delante de los soldados. Su belleza e inteligencia eran cuando
menos misteriosas. Pero, quizás a causa de las gafas, su mirada parecía fría y severa.
"Actualmente, todos los aterrizajes a la Estación de Ewleede serán suspendidos. Montaremos
una carpa delante de la planta de energía para que la utilicéis como sala de espera, así que
nos gustaría que todo aquel que haya sido visto por un médico se vaya allí. Los que no hayan
sido atendidos todavía y el personal médico irán a la carpa de primeros auxilios. A partir de
ahora este sitio pasa a estar restringido."

La sala se llenó de ruido, pero solo durante un instante. Entonces, a las órdenes de la mujer,
los soldados separaron a la gente en grupos y les hicieron formar una fila, dirigiéndoles
afuera. "Qué cuidadosos.", pensó Sazh. "A PSICOM siempre se le ha dado bien esta clase de
cosas."

Sazh y Dajh fueron hacia el final de la fila que iba a la carpa de primeros auxilios. Pero
entonces él sintió una mano posarse en su hombro.

"¿Es este el niño que se desplomó delante del fal'Cie?"

Era la mujer de las gafas, la que daba órdenes a los soldados. Bajó la voz al dirigirse a Sazh.

"Mi nombre es Jihl Nabaat de PSICOM. Me gustaría hablar con usted sobre su hijo. Por favor,
venga conmigo."

"¿Sobre mi hijo?"

La mujer puso un dedo sobre sus labios, indicando silencio.

"Sé que le gustaría hablar de esto ahora, pero, por favor, siga mis órdenes. Se lo explicaré
más detalladamente, pero aquí... hay demasiada gente."

Sus palabras encerraban un significado oculto. ¿Qué está pasando? ¿Qué le pasó a Dajh?
Había tantas preguntas que quería hacer... pero esto era PSICOM. Ella gozaba de una alta
posición ahí dentro.

Lo único que pudo hacer fue asentir.

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