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Waldo Ansaldi y Patricia Funes Formacién, consolidacién y reforma del Estado en América Latina, una historia de trama compleja | Introduccién ul estudiv del provese de formucituy consoliducién y reforma Wel Estado en América Latina. Largo y tortuoso es el proceso de formacién de los Estados en la América Latina poscolonial. Complejos son los de consolidacién y reformas de los mis- mos. Los trabajos publicados sobre el tema son innumerables y las interpreta- ciones sumamente variadas, cuando no francamente encontradas. Las historio- graffas tradicionales -en la linea de la historia acontecimiental- prestaron tem- prana atencién al fenémeno, mas no pro- dujeron andlisis ni explicaciones con- vincentes y slo tomaron los aspectos meramente formales, con especial pre- dileccién por los institucionales o juri- dico-politicos (estatutos, constituciones, pactos y tratados). En esas perspectivas, el conflicto por la formacién del Estado aparece como, un enfrentamiento entre facciones, cuando no apenas entre “gran- des hombres” solos, y obviamente sos- layando cualquier interpretacién en tér- minos de relaciones sociales y/o de do- minacién politica, como si Marx y Weber, por ejemplo, j hubiesen existido. Las aproximaciones inequivocamente situadas en el territorio de las ciencias sociales (incluida la historia) son mucho més recientes y aunque han avanzado considerablemente en explicaciones € interpretaciones més 0 menos sélidas y claboradas, distan de haber dado res- puestas a todos los problemas.’ Dicho de otro modo, nos encontramos frente a un tema todavia abierto a la investiga cién, al debate. Este es, precisamente, uno de los objetivos del Documento de Trabajo que hemos preparado para nues- tros alumnos de Historia Social Lati- 1. Una amplia (aunque incompleta) agenda de proble- ‘mas aparece ene! temprano intento del argentino Mar- as Kaplan, FormaciOn del Estado Nacional en Améri- a Latina, 1 edicién, Editorial Universi de Chile, 1960 (2° edicién, corregida y aumentada, Amorrorut elitores, Buenos Aires, 1976; 1*reimpresion, 1083). Los estudios sobre el Estado en América Latina comienzan a dusarrollarse considerablemente a partir de 1975, convocando a sociélogas, poitieélogos y, en ‘menor medida, historiadores. El argenino Guillermo O'Donnell vel germano-chileno Norbert Lechner -am- bos interesados en construir una teoria del Estado en América Latina- se encuentran entre las primeros que abren esta fructifera etapa. A los efectos que aqul nos interesan, el libro del segundo de éstos, La erisis del Estado en América Latina, El Cid Editor, Caracas, 1977, exespecialmente relevante porque no silo plantea ‘al Estado como problema (como objeto de investiga: ién), sino porque stia a ésteen la doble perspective, 0 cen el entramado, de los anilisis histdrico (concreto) y Iégico (tebrico). Un anticipo de ese libro es el articulo ‘que, con ese mismo tiulo, se reproduce en esta compilacién. noamericana: una invitacién a la re- flexién, al anélisis comparativo tanto de ‘casos nacionales cuanto de posiciones de los autores y al ejercicio de construir conclusiones propias. La mayoria de los trabajos publica dos en las dos dltimas décadas pertene- cen a socidlogos y politicdlogos, inclu- so aquellos que se refieren a, o tratan, el perfodo y el proceso de formacién (du- rante el siglo XEX), sorprendiendo -en cierto sentido- el escaso interés demos- trado por los historiadores. Sorprende, entre otras cosas, porque la dominacisu. colonial espafiola se caracterizé por una excepcional presencia explicita y trans- parente del Estado en el ordenamiento y regulacién de la sociedad americana, como puede apreciarse, por caso, en su cidn en las relacio- nes sociales entre conquistadores ¢ indi- genas (por ejemplo: encomienda, mita, yanaconaje, corregimiento). Esa presen- cia estatal se prolonga mis alld de ta ruptura de la dominacién colonial, no sélo (y especialmente) en el plano juri- dico -en el cual leyes y cédigos de ella mantienen formal vigencia u operan supletoriamente-, sino también en la rea- lidad cotidiana, pese a los declarados propésitos de los libcrales por suprimir- fa. Esa presencia se percibe también en fo que suele Hamarse la tradici6n autori- taria y centralizadora modelada por cl Estado colonial espaiiol, un tema mot ‘vo de interpretaciones discordantes.? La cuestin no es trivial, en particular cuan- do se analizan las evidentes dificultades existentes, a lo largo del siglo XIX, por constituir -excepto en Chile y Brasil- un Waldo Ansaldi y Patricia Funes Estado con, al menos, sus atributos més importantes. Sorprende igualmente, por- que cl Estado es tema clisico 0 por ex- celencia de la historia como disciplina tigurosa, més allé del abordaje insufi- ciente por parte de fa historiografia ta- dicional. Quizas el aspecto més importante, entre los varios que son objeto de deba- te, sea el referido a las relaciones entre Estado y sociedad civil. Una hipétesis fuerte -compartida por buen nimero de investigadores (nosotros entre ellos) enfatiza el papel modelador del primero sobre la segunda: en buena medida, el Estado no sélo precede a la sociedad civil, sino que la “hace”. La explicaci6n se encuentra en la debilidad estructural de las fuerzas 0 grupos sociales (en com- pleja fase de lucha por constituirse como clases), lo que produce un sobre- imensionamineto del papel del Estado en el ordenamiento, cuando no en el estimulo creador, de las relaciones so- ciales. De alli la accién destacada de los intelectuales y de los politicns profesio- nales, que en ocasiones leva a diferen- tes grados de autonomia del Estado pecto de los grupos dominantes (cuyo caso paradignidtico de mayor rango es ¢l batllismo uruguayo, a principios det siglo XX, culminacién de un proceso de larga data dentro del cual se destaca la modernizacién latorrista en la década de 2. Pueden verse, al respecto, por ejemplo las distintas opiniones de Claudio Véliz, La tradicién centralsta de América Latina, Ariel, Barcelona, 1984, y de Tulio Halperin Donghi, Reforma, disoluci6n de losimperios, inéricas 1750-1850, HistoriadeAmérica Latina, 3, Alia ‘ca Editorial, Madrid, 1988. Formacién, consolidacién y reformas del Estado.. 1870). Se trata de un proceso social- mente vertical, de arriba a abajo, con exclusi6n de las clases subalternas. Uno de nosotros sostiene -en una linca interpretativa tributaria de Antonio Gramsci- que cl proceso formativo det Estado en América Latina se resuelve 0 corona bajo la forma de una revolucion pasiva, con un Estado central que a me- nudo -mis tarde o vis temprano- des- pliega o cumple una funzione piemon- tesa.> Tal solucién permite comprender mejor por qué la organizacién de la do- minacién politica adopta la forma oligarquica.* La etapa formativa de los Estados latinoamericanos cubre el periodo 1804/ 1810 a 1880/1900.5 La ruptura de la situacién colonial resulta de un elemen- to externo a las colonias y, en cierto sentido, a dos de las propias metrdpolis -la invasién napolesnica a Espaiia y Por- tugal-, més no a la tercera -Francia-, donde se produce la revolucién burgue- 4. Véase Waldo Ansaldi, ¢"Conviene 0 no convene invocar al geniode lalimpara? Elusode las categorias ‘gramscianas en el andlisi dela historia delas sovieda: des latinoamericanas”, en Estudios Sociales, Ato 2, n? 2, Santa Fe, primer semestre 1002, pp. 48-68. 4. Vease Patricia Funes (comp, América Latina: Pro- Blemas, planteos, preguntas, Manuel Suérez Editor, Buenos Aires, 1902, S.La de 1810 esa fecha clésica, cominmente acepada yrepetida. Corresponde al aa de las primeras rupturas (las de Caracas y Buenos Aires) entre las colonias ‘paiolas y la metrépoli. No obstante, aqui optamos por incluir 1804 en razén de ser el aio deta independencia de la colonia francesa de Saint Domingue (luego, Hail) Hilando més fino, esta fecha puede incluirse retrotracrse 41791, cuando comienca el proceso emancipador. Mm sade 1789. Pero es claro que el impulso independentista encuentra fuerza en las Propias situaciones internas, si bien cllas no son similares en todos Ios casos (no debe perderse de vista la peculiar situa- cién de Cuba y Pucrto Rico, por ejem- plo). Esas situaciones internas, en cam- bio, parecen mucho mids importantes cuando se analizan las trabas a la forma- cidn del Estado, entre las cuales descue- Ila la heterogeneidad estructural de las antiguas colonias, de alguna manera encorsetada por la dominacién colonial y expandida cuando ésta se rompe. La heterogencidad estructural se muestra opaca durante Ia colonia y se torna trans- Parente a lo largo de la Secuencia crisis colonial—g desarticulacién del espacio colonial -tearticulacién en espacios na- cionales. Se aprecia especialmente en la dimensién politica, en primer lugar como una tensién entre das tendencias, una al centralismo y otra a Ja fragmen- taci6n regional (que en el limite de ésta es secesionista), Esa tensi6n origina po- siciones pol nipre bien defi das, pero que en términos generales sue- len expresarse como oposiciones entre liberales y conservadores, centralistas y federales (en menor medida entre repu- blicanos y monarquistas) y en las cuales los cruces son harto frecuentes. La posi- cidn en Ia estructura econémico-social ho tiene correlatos directos (por mo de- cir mecéinicos) en las posturas politico- ideolégicas, de donde no es convenien- le pensar en términos tales como comer- ciantes-liberales-centralistas vs. terrate- nicntes-conscrvadores-federales. No se producen necesariamente ecuaciones del po liberales = centralistas frente a con- servadores = federales. Por el contrari las combinaciones posibles entre posi- ciones filoséfico-politico-ideol6gicas y formas de organizacién politico-estatal on varias: hay liberales que son centra- listas (el rioplatense Bernardino Rivadavia, el colombiano Francisco de Paula Santander, los chilenos Francisco Bilbao y José Manuel Balmaceda) y otros que gon federales (el oriental José Artigas, el chileno Bernardo O'Higgins, los centroamericanos José Cecilio del Valle y Francisco Morazani, el mexica- no Guadalupe Victoria, el colombiano Camilo Torres, el brasilefio Quintino Bocaitiva), del mismo modo que nos encontramos con conservadores centra- listas (el chileno Diego Portales, el co- lombiano Rafael Niiiez, el mexicano Lucas Alamén, el ecuatoriano Gabriel Garcia Moreno) y, aunque menos, con- servadores federales (el argentino Juan Facundo Quiroga, los colombianos Ma- nuel Marfa Mallarino y Mariano Ospina Rodriguez). Hay liberales republicanos y monarquistas, del mismo modo que los hay conservadores. Por otra parte, especialmente durante ta primera fase del proceso, las posiciones distan de ser inequivocamente doctrinarias y no es- casean fos cambios (oportunistas, prag- miticos), entre los cuales descuellan los casos de los venezolanos Simén Boli- var, José Gregorio y José Tadeo Monagas y el mexicano Antonio Lépez de Santa Anna, Una linea fuerte de ruptura entre li- berales y conservadores, en cambio, es Ja que demarca posiciones respecto de Waldo Ansaldi y Patricia Funes las relaciones entre Estado e Iglesia ca- t6lica, cuestin politica clave en el siglo XIX. Mientras los liberales proponen la supresidn de los fueros eclesifsticos, la secularizacién de las propiedades de la iglesia, del registro civil y los cemente- rios, la supremacfa del Estado -que en algunos casos llega a la separaci6n total entre ambas instituciones, y en el de los ales a la abolicién de ta religin oficial y del mantenimiento del culto con fondos piiblicos € incluso al esta- io-, la ensefianza in de los derechos (por sobre los deberes)..., los conservadores, se ubican en las antipodas. En materia clave como el principio de legitimidad del poder politico, los liberales defien- dew la concepcidn de la soberania resi- diendo en el pueblo 0, mas frecuente- mente, en la nacién, mientras que para Jos conservadores, especialmente os mas ios, el poder y la autoridad tienen origen divino. La doctrina po! ca vaticana en materia de organizacién estatal encuentra su punto de realiza- cidn mids alto en la experiencia de Ecua- dor durante la vigencia de la constitu- cién de 1869 (conocida como Ia “Carta Negra”) y la presidencia de Gabriel Garcia Moreno (1869-1875), quien en 1873 consagra la repiiblica al Corazén de Jestis. El Syllabus Errorum -ese mo- numentoa la intolerancia debido al papa Pio IX (1864)- se convierte en doctrina oficial y la propia constitucién establece que para ser ciudadano ecuatoriano es imprescindible ser catélico. En contra- partida, el desiderdaum liberal se encuen- tra en Colombia durante el periodé 1849- Formacton, consolidacién y reformas del Estado.. v 1885, especialmente bajo el gobierno de José Hilario Lépez (1849-1853): ex- pulsién de los jesuitas (1850), aboliciéu de la esclavitud (1851), libertad de en- sefianza y cese de la obligatoricdad de la ensefianza religiosa (1853), separa- cién de la Iglesia del Estado, final det régimen de Patronato y prohibicién de cobro de contribuciones para sostén del culto religioso (1853). abolicién de la religién oficial, obligatoriedad del ma- trimonio civil e institucién del divore (1855), desamortizacién de bienes de manos muertas (1861), etc. Claro que Jos logros legislativos seiialados y la afir- macién constitucional del liberalismo (1853 y 1863) son barridos durante el periodo de la Regeneracién, encabeza- do por Rafael Ntiiez, estableciendo la constitucin de 1886 el regreso a la reli- gidn oficial (el catolicismo apostslico romano), a la obligatoriedad de la ense- fanza religiosa (en todos los niveles, el universitario incluido), ete. En un mismo -si no més alto- plano de liberalismo radical se encuentra Ia experiencia mexicana, especialmente bajo el liderazgo de Benito Judrez. El triunfo de la denominada Revolucién de Ayutla, iniciada el 1 de marzo de 1854, Heva a la renuncia del gobierno conser- vador dirigido por Santa Anna (12 de agosto de 1855),y al acceso de los libe- rales, quienes comienzan a concretar, a partir de la presidencia de Juan Alvarez, (1855-1856), una serie de transforma- ciones dirigidas a coronar el proceso de formacién estatal durante el periodo co- nocide como la Reforma (1858-1861, que es también de guerra civil entre con- servadores y liberales) y la presidencia de Benito Judrez (1867;1872), tras ef intermedio conservador iniciado en 1864, la expulsién de los invasores fran- ceses y la ejecucién del emperador Maximiliano de Austria. La constitucién de 1857 -vigente hasta 1917- consagra las bases institucionales del Estado libe- ral. En 1855, la Ley Judrez (de adminis- tracién de justicia) declara abolidos los fueros y tribunales especiales; en 1857, la Ley Lerdo (de Desamortizacién) per sigue liberalizar el mercado de tierras, afectando simultdneamente a las de la iglesia y 9 las de las comunidades indi- genas con el objetivo -en teoria- de cons- tituir una clase media de pequeiios pro- pietarios urbanos y rurales.* Las Leyes de Reforma incluyen las de nacionaliza- cién de bienes eclesidsticos, de validez nica del matrimonio civil, de organiza- in estatal del Registro Civil, los de- cretos de secularizacién de cementerios y de dias festivos (suprimiendo la ob- servacién obligatoria de las festividades religiosas), todos instrumentos promul- gados cn 1859, Ia ley de libertad de cultos (1860), el decreto de supresién de todas las comunidades religiosas (1863). Con todo, en términos generales, las ineas de fractura entre liberales radica- les y conservadores ultramontanos tien- den a quebrarse y a ser desplazadas por las formas eclécticas de liberales con- 6. Desamortizar es sujetar al derecho comin (o civil) los bienes de manos de muerta, que son bienes inalienables o instransferibles (entre ellos, ls de la iglesia). MW servadores y conservadores liberales, que terminan imponiéndose practicamente por doquicr,’ excepto, ya a comienzos del siglo XX, el notable caso del Uru- guay batllista, que se constituye en otra formidable experiencia de supremacia liberal sobre las posiciones catslico-con- servadoras, signo que distingue al pais rioplatense hasta la actualidad. Por otra parte, es significative que un proceso caracterizado por las dificul- tades para constituir Estados nacionales con soberania sobre territorios delimita- dos durante la fase final de la domin cidn colonial -en la América Espaiiola, los cuatro virreynatos- no sélo fracase - dando lugar a una multiplicacisn de ju- risdicciones-, sino que paralelamente a él se desplieguen proyectos de enverga- dura regional, entre los cuales el bolivariano de la confederacién de las ex-colonias espaiiolas (Congreso de Pa- nam, 1826) es cl mas importante.* He aqui un asunto nodal, a propésito del cual queremos Hamar la atencién sobre Ja necesidad de reflexionar sin precon- ceptos ni prejuicios ni esquematismo ideolégico. Por cierto, esta recomenda- cién elemental vale para todo trabajo cientifico, mas aqui esté pensada res- pecto dé una visiSn/interpretacién algu- 7, Véase elexcelenteanilisis que José Luis Romero have sobre las corrientes de pensamiemto liberal, conserva dora y federalista en su Situaciones e ideologias en Latinoamérica, Sudamericana, Buenos Aires, 1986 {8 Pera un muy buen tratamiento de Iaileay lox pre: tos de organizacién politica a escala regional, vase RicaurteSoler, Idea y ewestion nacional latinoamerica- nas, Siglo Veintiune, México, 1 ed, 1980, Waldo Ansaldi y Patricia Funes na vez muy difundida y repetida acriticamente, segiin la cual el proyecto bolivariano de confederacién hispano- americano fue torpedeado por los inte- reses y la diplomacia briténicos, unos y otra celosos del peligro potencial que tal macroentidad politica tendrfa significa- ria para el capitalismo inglés. Cierta- mente, los agentes de éste y Ia propia cancilleria (Foreign Office) del Reino Unido prefieren -dentro de una linea de creciente cautela extrema- “el manteni- miento de fa fragmentacién politica he- redada de la revolucién, que suele atri- buirse al deseo de debilitar a los nuevos estados. Por el contrario, cada vez que una organizacién politica en unidades mxds vastas parecié posible, ésta conté con el beneplicito briténico, que no fal- 6 nia los proyectos de Bolivar ni a los menos ambiciosos protagonizados por Santa Cruz. Sin duda, frente al conflict argentino-brasileiio Inglaterra impuso una solucién que se apartaba de esta inea, creando un estado-tapén, y sus dirigentes no dejaron entonces de tomar en cuenta las ventajas que derivarian para sus intcreses en el Rio de la Plata imposible desde entonces de clausurar por voluntad unilateral de una potencia. Pero al lado de estas consideraciones estaba la de que esa solucién era la tini- ca que podia devolver ripidamente Ia Paz y un comercio no perturbado al Alhitico sudamericano. Esta dltima con- ideracisn parecia ser, en todos los ca- sos, In decisiva: si -contra lo que quie- ren reconstrucciones histricas demas do fantasiosas- Inglaterra no tenia moti- vo para temer la creacién de unidades Formacién, consolidacién y reformas del Estad¢ politicas més vastas, que ofrecieran a su penetracién comercial dreas mas sélida- mente pacificadas (y el ejemplo del Bra- sil muestra suficientemente que, en efec- to, la relacién de fuerzas le permitia en- carar con serenidad las veleidades de politica auténoma que podrian surgiren esas supuestas grandes potencias), tenfa en cambio motivos sobrados para temer que esos proyectos fucsen irrealizables, que su Ultimo fruto fuese la anulacién de fos esfuerzos por imponer algtin or- dena las unidades més pequeiias en que espontineamente se habia organizado la Hispanoamérica postrevolucionaria”? Si el analista debe tener, entonces, una actitud de rechazo a las “teorfas” conspirativas y cierta ‘cautela frente a Jos mucho mids cautelosos movimientos de comerciantes y diplomiticos ingle- ses, no puede dejar de observar, al mis- mo tiempo, la fuerte oposicién que ta diplomacia norteamericana presenta al proyecto bolivariano. La denominada doctrina Monroe, formulada en 1823, se inscribe en el contexto de la temprana intencién norteamericana de extender su influencia hacia el resto del continente (el “destino manifiesto”), empezando por Centroamérica y el Caribe y sin olvidar el expansionismo -finalmente concreta- do- sobre tierras mexicanas. El proyecto bolivariano de una v: confederacién se presenta como una 9. Tulio Halperin Donghi, Historia contemponincade América Latina, Alianza Editorial, Madrid, 11° el, ‘pp. 155-156; el. ampliada y revisada en “Alianza Estudio”, Buenos Aires, 1992, p. 162. var fuerte opcién superadora de la tenden- cia a la fragmentacién regional. José Aricé ha mostrado de manera excelente elalcance y los limites del mismo. “Bo- livar se esforzé por Mevar a cabo un proyecto que habida cuenta de la hosti- lidad creciente hacia el radicalismo po- litico que dominaba a las élites politicas gobernantes latinoamericanas desde 1815 en adelante, implantara un sistema basado en un poder central de naturale- za tal como para desempefar en Ia nue- va situacién el papel que desempeiiara cl aparato administrativo, eclesifstico y militar de la corona espaiiola. En cierto sentido, Bolivar intentaba repetir en la América espafiola lo que la monarquia portuguesa habia logrado: hacer en el Brasil. “Dicho proyecto se basaba en dos grandes ideas fuerza compartidas por un importante’ grupo que tuvo en Boli- var su nuis audaz y constante exponen- te; dos principios fundamentales para la constitucién de un estado moderno (...). La primera de tales ideas fuerza apunta- ba a la formacién de una nacionalidad geogrificamente extendida, capaz de defender y promover el progreso eco- némico ulterior no séto frente a Espaiia, sino también al resto de las grandes po- tencias europeas. La segunda, pugnaba por el establecimiento del orden politico y social, con el propésito de que la anar- quia cmergente de la naturaleza propia del proceso independentista no acabara por invalidar el progreso econémico y por someter a los pueblos a una tirania aun mids arbitraria y despéti cual la revolucién se habia alzado. VIE “Cuestionada hacia fines de la pri- mera década revolucionaria la credib dad de las soluciones mondrquicas so- fiadas por los patriotas, cuando fueron desbordados por el torbellino de la gregucion y el desorden, la tnica posi- bilidad de organizacién “nacional” -que por entonces seguia siendo contempla- da desde una perspectiva continental- residia en Ia imposicién de un poder fuertemente centralizado, basado en Ia presencia de un orden constitucional aceptado por las élites gobernantes lo- cales y capaz de asegurar una represen- tacién legitimada y segura a cada una de Jas fuerzas sociales en pugna. (...) Los planes de Bolivar no fracasaron s mente porque no contaban con una po- derosa clase social que los hiciera su- yos, sino porque no existiendo tal clase las fuerzas sociales que se aglutinaban en tomo al proyecto bolivariano y que in haber “sustituido” la ausencia de aquélla carccfan de la voluntad revolu- cionaria suficiente como para hacer avanzar el proceso hasta un punto en el que un posible retorno a fa situacidn anterior resultara imposible. En otras palabras, se volvié irrealizable por la debilidad propia de las fuerzas que de- bian encarnarlo y por el profundo temor que sentian ante la violencia destructiva de las masas populares”.!° Nos hemos detenido en el proyecto bolivariano tan sélo para mostrar -a tra- vés de las interpretaciones de Halperin imple- 10.José Arieé, Marx y América Latina, I*ed.,Centrode Estudios para el Desarrollo y la Participac 1980, pp. 129-131. in, Lima, Walco Ansa y Fatricia Funes Donghi y Aricé- algunas Ifneas sobre las cuales es posible pensar el proceso constitutivo de los Estados latinoameri canos -en particular los Ilamados, por Aricé, principios Cundamentales-, de modo que no deben leerse las lineas precedentes como una sobrevaloraci6n de dicha iniciativa. Se destacan la cues- tidn de la debilidad estructural de los grupos y/o clases sociales, incluso de quienes aspiran a convertirse en domi- nantes, ya que no en hegem6nicos, y el temora la accién, tenida por incontrola- ble, de las clases subalternas, fantasma generado por Ia lucha de los insurrectos ssclavos de Saint Domingue. El temor, cuando no el miedo, de los grupos do- minantes a la movilizacién de las clases subalternas opera como un freno a even- tuales movimientos burgueses revolu- cionarios populares, lo que lleva a suplir Ja apelacién a los “de abajo” por la ac- cidn “desde arriba”, De alli la solucién por la via de Ia revolucién pasiva, de la combinacién revolucién-restauracion (para decirlo en términos de Antonio Gramsci) 0 de la modemizacién conser- vadora (si se prefiere hacerlo en los de Barrington Moore). De alli también la hipstesis de las revoluciones de inde- pendencia preventivas, de ta que habla John Lynch. Una consecuencia importante de ese modo de construir el Estado es el de la relativa autonomia que adquiere el Esta- do respecto de as clases, en algunos casos incluso de las econémicamente dominantes. Sin embargo, esa autono- mia se despliega en un accionar que tiende a apuntalar a éstas, de donde no EOTINACION, CORSOUARCION Y FEJOTINAS Gl ESCO... extraiia que la forma oligérquica de ejer- cer la dominacién politica de clase, ef Estado oligarquico, pueda caracterizar- se en términos de Estado capturado, tal como lo hace Francisco de Oliveira. La historia de las sociedades latinoa- mericanas poscoloniales no pucde ser aprehendida en plenitud si se excluye el modo de insercién en la economia mun- do. El desarrollo de ésta esti signado por la expansién del capitalismo # esca- Ia planetaria, bajo la hegemonia de ta primera potencia industrial, el Reino Unido, no exenta de competencia. espe- cialmente después de 1850, con otras economias (francesa, belga, mids tarde, las prusiana y norteamericana). En ese sentido, ef periodo constitutive de los Estados latinoamericanos coincide con Ia fase capitalista de libre competencia y predominio del comercio de mercancias. La coronacién del mismo, a su vez, se produce simulténeamente con los co- mienzos de la fase imperialisia del capitalism, es decir, con el papel pre- ~ ponderante de la exportacién de capita- les del centro hacia la periteria. A pro- pisito de ello, es bueno tener presente que la expansién de las potencias euro- peas sobre territorios africanos, asiati- 08 y océanicos se resuelve bajo la for- ma de colonialismo, con plena sujecién de ellos -en materia econdémica, politica y militar- a la respectiva metr6poli, mien- tras en América Latina esa penetracién €s s6lo econémica, generando relacio- nes de dependencia. Es necesari distiguir, entonces, entre situaciones co- loniales y situaciones de dependencia."* Analizando el caso argentino, Tulio Halperin Donghi sefiala: “los cambios vividos en la Argentina son, mas que el resultado de las sabias decisiones de sus gobernantes posrosistas, el del avance ciege y avasallador de un orden capita- lista que se apresta a dominar todo el planeta”? No debe extraerse de aqui una conclusin fundada en el mecani- cismo y dejar de lado la riqueza (y Ia complejidad) de la dialéctica entre lo interno y lo extemno, pero tampoco pue- de quedar sin destacar cl peso de fa rela- cidn entre los movimientos en la econo- mia capitalista mundial -particularmen- te en los paises dominantes 0 centrales- y los procesos estales de los paises de- 11. Para el anélisis de las situaciones de dependencia ase el libro de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletio, Dependencia y desarrollo en América Latina, Ensayo de interpretacion socialégiea, Siglo Veintiuno "ed, 1909; 148, corre- sida y aumentada, 1978; hay posteriores (la 21 es de Ecditores, México-Buenos Aire 1990), Para el proceso de constiucidnde las economias Jatinoamericanas como primario-exportadaras, véase Ciro F. S. Cardoso y Héctor Pérez Brignol, Historia econdmica de América Latina, Editorial Critica, Barce- Jona, 1 ed, 1979, tomo Il. Para wi anélisis de la insercién de los paices letinoamericanos en la economia ‘mundial -un proceso complejo, conflictive, eon un de- cisive papel dela dimensién politica, enfocado desde na perspectiva comparativa, véase Fascal Arnaud, Estado y capitalismo en América Latina, Casos de México y Argentina, Siglo Veintinno Editores, México, Wed 1982. 12, Tulio Halperin Donghi, Una nacién para el desierto “argentino, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1982, p. 140. ‘3 Esta relacién dialéctica permite proponer una hipste- sis de estudio del Estado en América Latina que atienda a las conexiones exis- tentes entre cambios en los patrones de acumulacién de capital en los paises do minantes y cambios en las formas es- tatales en los paises dependicntes. Asi, si los Estados latinoamericanos se cons- ituyen -en su mayorfa- simultineamen- te con el pasaje de la fase de libre com- petencia a la monopélica en el centro del sistema capitalista mundial, las pri meras reformas de los mismos -crisis y cambio de la forma del Estado, no crisis y cambio del Estado, como bien plantea Jorge Graciarena en el articulo incluido en esta compilacién- se producen en la década dé 1930, en consonaucia con et pasaje a la intervencién estatal en la eco- nomia (la solucién keynesiana) como forma de superar la crisis de Ia Gran Depresi6n. De fa misma manera, el ac- tual abandono de las politicas caracte- risticas del Estado Benefactor -Estado de Compromiso en América Latina- y €l retorno a un Estado minimo -que re- signa posiciones frente al mercado- cons- tituyen un tipo de reformas estatales que se Hevan adelante en estrecha relacién con los profundos cambios que se estén produciendo en el interior del capita- lismo a escala ‘planetaria, como ondas expansivas que se extienden desde el centro del misnio. En la linea de la proposicién prece- dente, los cambios en Ja forma de tos 13. Sobre este punto es til ver ef libro de Tilman Evers, EI Estado en la periferia capitalisa, Siglo Veintiuno Editores, México, ed., 1979. Waldo Ansaldi y Patricia Funes Estados latinoamericanos no deben en- tenderse -insistimos- en téminos mecé nicos, siendo necesario prestar especial atenci6n a las relaciones sociales que se desenvuelven en el interior de cada uno de los paises de la region. Es posible abordar la cuestién en términos de internalizacién de la exterioridad 0, si se prefiere, de proceso de conversién de lo externo en interno, que en cada socie- dad se resuelve, hist6ricamente, confor- me la combinacién de patrones genera- les y singulares. En términos amplios es posible dis- inguir tres elapas o fases en el proceso estatal latinoamericano: de formacién, entre 1804/1810 y 1880/1900; de con- solidacién, bajo la forma de dominacién oligdrquica, entre 1880/1900 y 1930; de crisis y reformas (incluyendo la ruptura radical cubana), desde 1930 hasta la ac~ walidad.* El primer periodo coincide, yase ha dicho, con la fase de capitalismo de libre competencia, que en América Latina corresponde a la desarticulacién de la economia colonial, proceso que caracterizamos como de transicién de la \ci6n colonial a la situacién de de- pendencia imperialista, El segundo pe- riodo -el de la fase monopélica del capitalismo- se desarrolla pari passi ta plena insercin de las economias lati- noamericanas en la divisi6n internacio- nal del trabajo que le asigna -conforme 1a teoria ricardiana de las ventajas com- parativas- la especializacién en la pro- 14. Esta periodizacién coincide con a de AlbertoJ. Pla. Véase, al respecto, su Introduccin a la compilacién Estado sociedad en el pensamiento norte y latinoame- ricano, Céntaro, Bueuos Aires, 1987. Formacién, consolidacién y reformas del Estado... xT duccién de materias primas que se industrializan en el centro del sistema (principal, mas no exclusivamente, en ¢l Reino Unido); es decir, economias pri- mario-exportadoras. La tercera etapa, fi- nalmente, guards relacién con ta fase de las economias de industrializacién por sustitucién de importaciones y/o desa- rrollistas, que entran en crisis en la dé- cada de 19% y son hoy objeto de una solucién denominada neoliberal o neoconservadora. Esta introduccién tiene objetivos pre~ cisos y limitados. No persigue afiadir una interpretacién més, sino tan solo presentar el problema del Estado y el Estado como problema en Ia historia de América Latina. En ese sentido, los tex- fos seleccionados. cubren un vaste nie mero de aspectos, pertenecen a distintos autores de diferentes posiciones 0 ten- dencias y abarcan una dimensién tem- poral de larga duracién, todo lo cual permite al estudiante disponer de insumos suficientes para los ejer de anilisis critico y elaboracién de pro- blemas que pretendemos Mevar adelan- te. Esta prictica esté pensada no sélo como parte de los requisitos para cursar y aprobar la asignatura, sino también ‘como instancia formativa de futuros cientificos sociales, es decir, gente ca- paz de plantear problemas y formular hipstesis. Siendo posible que en algunos estu- diantes se despierte la inquictud por cl tema-problema, afiadimos un breve lis- tado de referencias bibliogrificas que pennitirén profundizar ta primera aproxi- macién que brinda la seleccién que cons- tituye el presente Documento de Traba- jo. Bibliografia adicional recomendada para el estudio del proceso de forma- cién y consolidacion del Estado en América Latina: Allub, Leopoldo: Origenes del autoritarismo en América Latina, Edi- torial Katiin, México, 1983. Ansaldi, Waldo y Moreno, José Luis (comps.): Estado y sociedad'en el pen- samiento nacional, Editorial Cantaro, Buenos Aires, 1989. Amaud, Pascal: Estado y capita-lismo en América Latina. Casos de México y Argentina, Siglo Veintiuno Editores, México, 1981. Carmagnani, Marcello: Estado y so- ciedad en América Latina, 1850-1930, Editorial Critica, Barcelona, 1984, Carrera Damas, Germvin: Venezuela. proyecto nacional y poder social, Edi- torial Critica, Barcelona, 1986. Carvalho, José Murilo de: A cons- trugdo da ordem. A elite politica impe- rial, Editora Campus, Rio de Janeiro, 1980. Cérdova, Amaldo: La formacién del poder politico en México, Ediciones Era, México, 1972. Cotler, Julio: Clases, Estado y na- cién en el Pert, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1* ed., 1978. Deler, J. P. ¢ Y. Saint-Geours (comps.): Estados y naciones en los An- des, Instituto de Estudios Peruanos e Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima, 1986, 2 vols. Faoro, Raymundo: Os donos do po- der, Editora Globo, Rio de Janeiro, 1* ed., 1958; 8%, 1989, 2 ts. Funes, Patricia (comp.): América La- tina: Planteos, problemas, preguntas, Manuel Sudrez Editor, Buenos Aires, 1992. Géngora, Mario: Ensayos histéricos sobre la nocién del Estado en Chile en los sigios XIX y XX, La Ciudad, Santia- go, 1981 Guerra, Frangois-Xavier: México. Del Antiguo Régimen a ta Revolucion, Fon- do de Cultura Econémica, México, 1 ed., 1988, 2 ts. Halperin Donghi, Tulio: Una nacién para el desierto argentino, Centro Edi- tor de América Latina, Buenos Aires, 1982. 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