You are on page 1of 16
Ernesto Laclau EMANCIPACION Y DIFERENCIA Arie © Emesio Laciau, 1996 Derechos exchisivos de edicion en castellano ‘reservados para América latina (© 1098, Compania Editora Espasa Calpe Argentina S.A Ariel Primera edieion: abril de 1996 Hecho ef depésito que prevé la ley 11.723 ISDN 050-9122-38°-6, Impreso en la Argentina NGC t epee acta 9 ors eh ea ote engin edn aso ceo poo meanre ope (Gawtnede falco an perms pe det er Reconocimientos “Mas alla de la emancipacién” fue originaria- mente presentado como ponencia a un coloquio ‘que {uvo lugar en ef Institute of Social Studies, La Haya, el 30/31 de enero de 1991 y fue publicado ‘en Jan Nederveen Pleterse (ed), Emaneipations, Modern and Postmodern, Londres, Sage, 1992, “Universalismo, particularismo y la cuestion de la identidad” fue originariamenie presentado fen un simposio que tuvo lugar el 16/17 de no- vierbre de 1991 en Ia City University de Nueva York. Fue publicado en John Rajchman (ed.). ‘The Identity in Question, Nueva York y Londres, Routledge. 1995. “gPor que los significantes vacios son impor- tantes para la politica?” fue originariamente pu- blicado en Jeffrey Weeds (ed.). The Lesser Bvil ‘and the Greater Good. The Theory and Politics of Social Diversity, Londres, Rivers Oram Press, 1994 Universalismo, particularismo y la cuesti6n de la identidad Se habla hoy mucho de las identidades étnt- cas, nacionales, sociales y politicas. La "muerte del sujeto", que hace no mucho fuera proclama- da orgullosamente urbi et orb, ha sido sucedida, por un nuevo y generalizado interés en las malt ples identidades que estan emergiendo y prolife rando en nuestro mundo contempordneo, Pero estos dos movimientos de slgno contrario no es: tan, quizas, en un contraste tan dramatico como nos sentiriamos inclinados a pensar en un pri- mer momento, Quizas la muerte de el Sujeto (con mayiscula) ha sido la prineipal precondi- cién de este renovado interés en la cuestion de la subjetividad. Es, quizés, lo imposibilidad misma de seguir refiriendo a un centro trascendental las expresiones concretas y finitas de una subje- tividad multifacética, Io que hace posible concen- trar nuestra atencién en la multiplicidad como tal. Los grandes gestas fundadores de los afios, sesenta estan atin con nosotros, haciendo posi- 8 bles las exploraciones politicas y teéricas en las que estamos comprometidos. Si ha habido, sin embargo, este hiato tempo- ral entre Io que habla pasado a ser tedricamente pensable y lo que fue logrado en los hechos, es porque una segunda tentacién, mas sutil, rond6 por un tiempo el imaginario intelectual de Ia iz~ quiercla: Ja cle reemplazar al sujeto trascendental, por su otro simétrico, la de reinscribir las formas ‘miiltiples de subjetividades no domesticadas, en tuna totalidad objetiva. De ahi se derive un con- cepto que tuvo una circulacién considerable en nuestra prehistoria inmediata: el de “posiciones de sujeto”. Pero esto no implicd, desde luego. ir mas alla de la problematica de una subjetividad trascendental (algo cuya ausencia nos ronda es- (a, en verdad, muy presente). “La Historia es un. proceso sin sujeto.” Quizas. gPero como lo sabe- mos? ;No es la posibilidad misma de tal afirma- cidn la que comienza por requerir aquello mismo que ella intenta evitar? SI la Historia como total dad es un objeto posible de experiencia y de dis- curso, gquién podria ser el sujeto de tal expe- riencia sino el sujeto de un saber absoluto? Pero si intentamos evitar esta celada y negar el terre- rho que da sentido a esa afirmacién, lo que pasa a ser problematico es la nocion misma de "posi- ‘cién de sujeto”. 2Qué podria ser tal posicion sino tuna localizacton especifica en el seno de una to- talidad, y qué podria ser esta totalidad sino el objeto de experiencia de un sujeto absoluto? En ‘el mismo momento en que se disuelve el terreno de una subjetividad absoluta, se disuelve tam- bien ta posibilidad misma de un objeto absoluto, No hay verdadera alternativa entre Spinoza y He- “ gel. Pero esto nos ubica en un terreno muy dis- Unto: uno en el que Ja posibilidad misma de la distineién sujeto/objeto es el simple resultado de la imposibilidad de constitutr ninguno de sus, dos términos. Soy un sujeto precisamente por- ‘que no puedo ser una conciencia absoluta, por- que soy enfrentado por algo constitutivamente ajeno; y no puede haber un puro objeto en ra zon de esta opacidad/alienacion que muestra las hucllas del sujeto en el objeto. De tal modo. tuna vez que el objetivismo desaparece como “obstaculo epistemologico’, resulta posible desa- rrollar todas las implicaciones de la *muerte det sujeto’. En este punto, esta tiltima mostré el se- ereto verieno que la habitaba, 1a posibilidad de su segunda muerte: “la muerte de la muerte del suleto’, Ia reemergencia del sujeto como resulta- do de su propia muerte; la proliferacién de fini- tudes concretas cuyas limitactones son la fuente de su fuerza: la comprensién de que puede ha- ber “suletos” porque el vacio que “el Sujeto” tent que colmar era imposible de ser colmado. Esta no es solo una especulacién abstracta; ppor ef contrario, es una via intelectual abierta por el terreno mismo en el que la Historia nos ha arrojado: la multiplicacion de identidades nuevas —y no tan nuevas— como resullado de la disolu- clan de los lugares desde los cuales los sujetos universales hablaran —explosion de identidades tnicas y nacionales en Europa del Bste y en los tercitorios de la ex Unién Soviética, luchas de grupos de inmigrantes en Europa Occidental, nuevas formas de protesta multicultural y de au- toalirmacion en los Estados Unidos, a lo que hay que afiadir toda la variedad de las formas de lu- 6 cha asociadas con los nuevos movimientos so- clales. Pero aqui surge una pregunta: ges esta proliferacién pensable tan solo como prolifera cion —es decir, simplemente en términos de su multiplicidad? Para poner el problema en sus términos mas simples: ges el particularismno pen- sable tan s6lo como parlicularismo, a partir de Ja dimension difereneial que él afirma? ¢Son las re- laciones entre universalismo y particularismo simples relaciones de mutua exclusion? o, si planteamos la cuestin desde el angulo opuesto: gla allernativa entre un objetivismo esencialista ¥ un subjetivismo trascendental, agota Ia varie~ dad de juegos de lenguaje en torno a lo “univer sal’ en la que es posible comprometerse? Estas s0n las principales cuestiones a las que me voy a referir No pretendo que el lugar desde donde el cuestionamiento procede no predeter- mina el tipo de respuesta que es posible esperar. 'No todos los caminos llevan a Roma. Pero al con- fesar el cardeter tendencioso de mi intervencién estoy dando al lector la unica libertad que esti fen mi poder otorgar: la de ubicarse fuera de 1 discurso y rechazar su validez en téminos que sean enteramente inconmensurables con él. De tal modo, al proponer algunas superficies de ins- cripetén para la formulacién de preguntas mas que de respuestas, me estoy comprometiendo en. una lucha de poder para la que hay un nombre: hegemonia, ‘Comencemos por considerar las formas hist6- ricas en que la relacion entre universalidad y particularidad ha sido pensada, Un primer enfo- ‘que afirma: (a) que hay una linea divisoria incon- taminada entre lo universal y lo particular: y (b) 46 que el polo de lo universal puede ser plenamente aprehendido por la razén. En tal caso no hay mediacién posible entre universalidad y particu: laridad: lo particular s6lo puede corromper lo universal. Estamos en el terreno de la filosofia, antigua clasica. © bien lo particular realiza en si mismo lo universal es deeir, que se elimina a si mismo como particular y se transforma cn el medio transparente a través del cual la universa- lidad opera; o bien niega a lo universal afirman. do su propio particularismo (pero como este ulti- mo es puramente irracional, no ene entidad propia y sélo puede exislir como corrupcién del ser). La pregunta obvia se refiere a la frontera que separa universalidad y particularidad: ges ella universal o particular? Si es esto iiltimo, la universalidad sélo puede ser una particularidad que se define a si misma sobre la base de una exclusién ilimitada; si es lo primero, Io particular mismo pasa a ser parte de lo universal y. nueva- mente, la linea divisoria se desdibuja. Pero la po- sibilidad misma de formular esta ultima pregun- ta requiere que la forma de la universalidad como tal y los contenidos a los que ella esta aso- ciada, sean sometidos a una clara diferenciacién, E] pensamiento de esta diferencia, sin embargo, no es asequible a la Mlosofla antigua. Una segunda postbilidad de pensar la relacion entre universalidad y particularidad es la que enccontramos en el cristianismo. El punto de vis {a de la (olalidad existe, pero pertenece a Dios, no a nosotros, de modo que no es accesible a la razon humana. Credo quia absurdum. De tal mo. do, Ia calidad de “universal” se aplica tan s6lo a los eventos de una sucesion escatologica ala que ” sélo tenemos acceso a través de la revelacion, Esto implica una concepeién enteramente distin ta de la relacion entre particularidad y universa- lidad. La linea divisoria no puede ser, como en el pensamiento antiguo, aquella que es posible tra- zar entre racionalidad e irracionalidad, entre un, strato profundo y otro superficial dentro de la cosa misma, sino aquella entre dos series de eventos: los que son parte de una sucesion finita y contingente, por un lado, y los que pertenecen, a la serie escatologica, por el otro. Puesto que los designios de Dios son inescrutables, el estrato profundo no puede ser un mundo intemporal de formas racionales, sino una sucesién temporal, de eventos esenciales que son opacos a la razon humana; y puesto que cada uno de estos mo- mentos universales debe realizarse en una reali- ad finita que no tiene medida coman con ellos, la relacién entre los dos ordenes tiene que ser tambien opaca e incomprensible, Este tipo de re- nein fue llamado encarnacién y ou rasgo dictin tivo consiste en que entre lo universal y el cuer~ po que lo encarna no hay ningun tipo de conexién racional, Dios es el mediador tinico y absoluto. De este modo comienza una ldgica su- til, destinada a efercer una influencia profunda en nuestra (radicién intelectual: Ja del agente privilegiado de la Historia, cuyo cuerpo particular ra el vehiculo de una universalidad que lo tras- cendia. La concepeién moderna de una “clase universal” y las varias formas de eurocentrismo nna son sino los efectos historicos distantes de es- ta logica de la encarnacién. No enteramente, sin embargo. Porque In mo- dernidad, en su punto mas alto, fue el intento 48 de interrumpir la Logica de la enearnacién. Dios, en tanto fuente absoluta de tado lo que existe, fue reemplazado en esta funcién de garante uni. versal por la Razén, pero una fuente y un fun- damento racionaies tienen una logica propla que es muy distinta de la de una intervenetén divina entre ottas cosas, porque una fundamenta- cin racional tiene que ser enteramente trans- parente a la razon humana. Ahora bien, este re- ‘querimiento es enteramente incompatible con la ogica de la encarnacion: si todo lo que existe debe ser transparente a la razén, la conexién, entre lo universal y el cuerpo que lo encarna tie- rnc también que serlo; y en tal caso la ineonmen- surabilidad entre el universal que debe ser en- carnado y el cuerpo encarnante tiene que ser climinada, Tenemos que postular un cuerpo que sea, en si y por si, lo universal La plena aprehensidn de estas implicaciones Tequitié varios siglos. Descartes postulaba aun im duatisui eu el que el ideal de una racionali- dad plena se negaba a constituir un principio de reorganizacién del mundo social y politico: pero las principales corrientes del Huminismo habian, de establecer una rigida frontera entre un pasa- do —considerado como el reino de los errores y las locuras de Ios hombres— y un futuro racio- nal que debia resultar de un aeto de institucion absoluta. Una ultima clapa en el avance de esta hegemonia racionalista tuvo lugar cuando el hhiato entre lo racional y lo trracional se cerré mediante la representacion de este acto de clau- Sura como momento necesario en el autodesa- rrolio de la raz6n: ésta fue la tarea de Hegel y ‘Marx, que afirmaron Ia total transparencia de 10, ° real a la razén en el saber absolute. £1 cuerpo del proletariado ya no es un cuerpo particular fen el que se encarna una universalidad externa ‘a el: es, por el contrario, un cuerpo en el que la distincion entre particularidad y universalidad es anulada y, como consecuencia, la necesidad. de cualquier tipo de encarnacion ¢s definitiva- mente erradicada Este es el punto, sin embargo, en el que la realidad social se negé a abandonar su resisten- ia al racionalismo universalista. Porque habia ain un problema no resuelto. Lo universal habia encontrado su propio cuerpo, pero éste era atin, el cuerpo de una cierta particularidad —Ia cultu- ra europea del siglo XIX. De tal modo, la europea. era una cultura particular y, al mismo tiempo, la, expresién —ya no la encarnacion— de una esen- cla humana universal (del mismo modo que la URSS iba a ser considerada la patria del socialis. mo). Aqui el problema crucial es que no habia, ‘medios intelectuales para distinguir entre el par- ticularisino europeo y las funciones universales que se suponia que él encarnaba, dado que el tuniversalismo curopeo habia precisamente cons- iruido su identidad a través de la anulacién de la logica de la encarnacién y, como consecuencia, de la universalizacién de su propio particularis- ‘mo. De tal modo, la expansion imperialista euro- pea tenia que ser presentada en términos de una, funcién universal de eivilizacion, modernizacion., etc. Las resistencias de otras culturas eran vis- tas, en consecuencia, no como luchas entre identidades y culturas particulares sino como parte de una lucha epocal y (otalizante entre ‘universalidad y particularismos —la nocion de 50 pueblos sin historia expresaba, precisamente, la incapacidad de estos tiltimos de acceder a lo universal, Este argumento puede ser formulado en tér- minos racistas muy explicitos, como es el caso en las varias formas de darwinismo social, pero también puede encontrarselo en algunas versio- nes mas “progresistas” —como en algunos sec- tores de le Segunda Internacional— en aserci nes tales como que la misién civilizadora de Europa conclutria con el establecimtento de una sociedad liberada, de dimensiones planetarias, De este modo, la légica de la encarnacién fue Feintroducida —Europa tenia que encarnar Ios intereses humanos universales por tn cierto pe- iodo, En el caso del marxismo tiene lugar una reintroduceion similar de la logica de la encarna- ion, Entre el caracter universal de las tareas de Ja clase obrera y la particularidad de sus reivin- dicaciones concretas se habia abierto un hiato reciente que debia ser lenado por el partido ¢ ‘mo representante de los intereses histéricos del proletariado. El hlato entre clase en si y clase para si abria la puerta a una sucesién de susti- tuciones: el partido reemplazaba a la clase, el aulécrata al partido, ete. Pues bien, esta conoet- da migracién de lo universal a través de los euer- pos sucesivos que lo encarnaban diferia en un, punto crucial de Ia encarnacién eristiana. En es- ta ultima, un poder sobrenatural era responsa- ble a la vez del advenimiento del evento universal y del cuerpo que debia encarnarlo. Los seres hu- ‘manos estaban en un pie de igualdad respecto a un poder que trascendia 2 todos ellos. Pero en el caso de una escatologia secular, como la fuente st de Io universal no es externa sino interna al mundo, lo universal sélo puede manifestarse a través del establecimiento de una esencial desl- gualdad entre las posiciones objetivas de los fagentes sociales. Algunos de ellos seran agentes privilegiados del cambio histérico, no como re- sullado de una relacién contingente de fuerzas, sino porque son encarnaciones de lo universal E] mismo tipo de logica operante en el eurocen- trismo establecera el privilegio ontoldgico del proletariado ‘Como este privilegio ontoligico es el resultado de un proceso concebido como enteramente ra- ional, se dobla, inmediatamente, en un privile- iio epistemolégico: el punto de vista del proleta- Fiado supera la oposicion sujeto/objeto. En una sociedad sin clases las relaciones sociales scran, por fin, plenamente transparentes. Es verdad que si la creciente simplifieacién de la estructura social bajo el capitalismo hubiera tenido lugar de Ta manera prevista por Marx, Ins consecuencias de este enfoque no hubieran sido necesariamen- te autoritarias, dado que la posicion del proteta- riado como sustentador del punto de vista de la totalidad social y Ia posicion de la vasta mayoria, de la poblacién se hubieran superpuesto. Pero si cl proceso habia de avanzar —como fue el caso— fen la direcelon opuesta, los cuerpos sucesivos que habian de encarar el punto de vista de la clase universal tenian que tener una base social, creeientemente restringida. El partido de van- guardia como particularidad conereta tenia que reclamar para si el conocimiento del “sentido ob- Jetivo" de todo evento, y los puntos de vista de las otras fuerzas sociales tenian que ser dese- 2 chads como “falsas representaciones", A partir de este punto el giro autoritario era inevitable Toda esta historia nos conduce, aparentemen- te, a una conclusion ineludible: la separactén entre lo universal y lo particular es infranquea- ble Io que es lo mismo que decir que lo univer- sal no es otra cosa que un particular que en un, cierto momento ha pasado a ser dominante, que no hay forma de acceder a una sociedad reconei- ada. Y. en los hechos, el especticulo de las tu- chas sociales y politicas de las afios noventa nos enfrenta, segiin dijéramos antes, con una proli- feracién de particularismos, en tanto que el pun- to de vista de la universalidad es crecientemente dejado de lado como un viejo sueno totalitarto. Y, sin embargo, lo que quiero sostener es que un Hamado al particularismo puro no es ninguna solucién para los problemas que encaramos en Jas sociedades contempordneas. En primer lugar, Ja afirmacién de un particularismo puro, inde- pendiente de todo contenido y de toda apelacion, a una universalidad que lo trascienda, es una operacién que se nlega a sf misma. Porque si ella 8 el nico principio normativo aceptado, nos enfrenta con una paradoja insoluble. Yo puedo defender el derecho de las minorias sexuales, ra- clales nacionales en nombre del particularis- ‘mo; pero si el particularismo es el nico princi- pio valido, tengo también que aceptar los derechos a la aulodeterminacién de todo tipo de grupos reaccionarios dedicados a practicas anti- sociales. Aun mas: como las reivindicaciones de los distintos grupos estardn en muchos casos en conilicto entre si, tendremos que apelar —a me- nos que postulemos una armonia preestableci- 33 da— a clertos principios generales que regulen 508 conflictos. No hay, en los hechos, ningan particularismo que no apele a esos principios en. Ja construceién de su propia identidad. Estos principios pueden ser, en nuestra perspectiva, rogresistas —como el derecho de los pueblos a Ja autodeterminacién— 0 reaccionarios —como el darwinismo social 0 el derecho al Lebens: raum- pero siempre, por razones esenciales, ¢3- taran presentes, Hay una segunda razon —quizas mas impor- tante— por la cual el puro particularismo se nie- ga a si mismo, Aceptemos por un momento la posibilidad de que la armonia preestablecida que antes mencionaramos fuera posible, En tal caso. los varios particularismos no estarian en una re- lacién antagonica entre si sino que coexistirian, en una totalidad coherente. Esta hipdtesis muc: tua claramente por qué el argumento en defensa del particularismo puro es, en tltima instancia, contradictorio. Porque si cada identidad esta en, una relacién diferencial, no antagénica, con to- das las otras identidades, la identidad en cues- tion es puramente diferencial y relacional; en. consecuencia, ella presupone no sélo la presen- cla de todas las otras Identidades sino también, cl espacio global que constituye a las diferencias como diferencias. Peor ain: como sabemos muy bien, las relaciones entre grupos se constituyen, como relaciones de poder —es decir, que cada grupo no es sélo diferente de los otros sino que fen muchos casos constituye esa diferencia sobre Ja base de la exclusion y la subordinacién de los, ‘otros grupos. Ahora bien, st la particularidad se afirma a si misma como mera particularidad, en. 5A una relacién puramente diferenclal con otras particularidades, esta sancionande el statu quo en la relacion de poder entre los grupos. Esta es exactamente la nocién de “desarrolios separa- dos" tal como Ia formulara el apartheid: sélo se subraya el aspecto diferencial, en tanto que las relaciones de poder en el que este tiltimo se basa son sistematicamente ignoradas Este ultimo ejemplo es importante porque, viniendo de un universo discursive —el apart. heid sudafricano— que es exactamente lo opuesto de los nuevos particularismos que es- tamos discutiendo, y mostrando a pesar de eso las mismas ambiggedades en Ia construccién de toda diferencia, hace posible entender una dimensién de Ia relaci6n particularismo/uni- versallsmo que ha sido en general ignorada. El punto basico es éste: no es posible afirmar una identidad diferencial sin distinguirla de un con- texto, y en el proceso de establecer la distincién, se esti afirmando el contexto al mismo tiempo. Y Jo opuesto es también verdad: no puedo destruir un contexto sin destruir al mismo tiempo la Identidad det sujeto particular que leva a cabo la destruccién. Bs un hecho historico bien cono- cido que una fuerza opositora cuya identidad se construye dentro de un cierto sistema de poder es ambigua respecto a este sistema, ya que este taltimo es Io que impide la constitucion de la Identidad y es, al mismo tiempo, su condicién de existencia. ¥ toda vietoria contra el sistema de- sestabiliza también la identidad de la fuerza vie- toriosa. Ahora bien, un corolario importante de este argumento es que si una diferencia plenamente 5 constituida elimina el antagonismo inherente a toda identidad, la posibilidad de mantener esta imensién depende del fracaso mismo de la ple- na constitueion de la identidad diferencial. Es agui que To “universal” entra en Juego. Suponga- mos, por ejemplo, que nos estamos refiriendo a Ja constitucién de la identidad de una minoria éinica Como dijéramos antes, si esta identidad, diferencial ha de constituirse plenamente, solo puede hacerlo dentro de un contexto —el Esta do-nacion, por ejemplo— y el precio a pagar por la vietoria total dentro de ese contexto, es la total integracion al mismo. Si, por el contrario, la vie: toria total no tiene lugar, esto es porque la tden- dad no ha sido plenamente constitulda —hay, por ejemplo, reivindicaciones insatisfechas rele. rentes al acceso a la educacidn. al empleo, a los Dienes de consumo, etc. Pero estas reivindicacio- nes no pueden ser formuladas en términos de diferencia, sino de ciertos prineipios universales ‘que la sninioria eomparte con el resle de ka coin rnidad: el derecho de todo el mundo a tener acce- so a buenas escuelas, a vivir una vida decente, a participar en el espacio publico de la cludadania, etcétera, Esto significa que lo universal es parte de mi dentidad en la medida en que estoy penetrado por una falta constitutiva, es decir, en la medida en que mi identidad diferencial ha fracasado parcialmente en el proceso de su constituctén. Lo universal emerge a partir de lo particular, no como un principio subyacente que explicaria lo particular, sino como un horizonte incompleto que sutura una identidad particular dislocada Esto apunta a una forma de concebir la relacién 56 centre lo universal y Jo particular que es distinta de las que hemos explorado anteriormente. En el caso de Ia logica de la encarnacién, lo universal y lo particular eran identidades plenamente constituldas pero separadas, y su conexién el re: sultado de un intervencién divina, impenetrable a la razén humana, En el caso de las escatolo- sgias secularizadas lo particular habia sido elimi- nado enteramente: la clase universal era conce- bida como cancelacion de todas las diferencias. En el caso del particularismo extremo no habia corporallzacién de lo universal —pero como el conjunto de las particularidades na antagénicas reconstruia, pura y simplemente, la nocion de totalidad social, la clésica nocién de lo universal no era en absoluto puesta en cuestion. (Un uni versal concebido como espacio homogéneo, dlfe- renciado por sus articulaciones interna, y un sistema de diferencias que constituyen un con: junto unificado son exactamente lo mismo.) Aho- ra estamns apiiniande a una cuarta alternativa To universal es el simbolo de una plenitud ausen: te. y Jo particular sélo existe en el movimiento contradictorio de afirmar una identidad diferen- cial y, al mismo tiempo, de anularla a través de ‘9u Inclusién en un medio no-diferencial Dedicaré el resto de este ensayo a discutir tres importantes conclusiones politicas que pue- den derivarse de esta cuaria alternativa. La prt- mera es que la construccién de identidades dife- renciales sobre la base de cerrarse totalmente a lo que esta fuera de ellas, no es una alternativa politica viable o progresista. En la Europa Occi- dental actual, seria una politica reaccionaria el que los inmigrantes del Norte de Africa o de Ja- 3 maica se abstuvieran de toda participacién en Jas instituciones europeas con la justifieacién de ‘que ellos poseen una identidad cultural diferente ¥ que las instituciones europeas no les concier- nen. De este modo se consolidarian toda clase de formas de subordinacién y de exclusion con la excusa de mantener identidades puras. La logiea del apartheid no es s6lo un discurso de les gru- pos dominantes: como dijéramos antes, ella pue- de también permear las identidades de los opri- midos. En su limite extremo, concebido como mera diferencia, el discurso del opresor y el dis- curso del oprimido no pueden ser distinguidos. La razin de esto Ia hemos dado antes: si el opri- mido se define por su diferencia con el opresor, tal diferencia es un componente esenclal de la Identtdad del oprimido. Pero en tal caso. este Ul timo no puede afirmar su identidad sin afirmar también la del opresor. Es muy pellgroso apelar a diferencias puras, liberadas de fo identico, que se han independiza- ddo de lo negative El peligro mayor es caer en las representaciones del alma bella: no hay mas que diferencias. conclliables y federables, alejadas de Jas luchas sangrientas. El alma bella dice: somos diferentes. pero no opuestos* EL concepto de “negativo" implicito en la no- cién dialéctica de contradiceion es ineapaz de lle- varnos mas alld de esta logica conservadora de la pura diferencia. Un contenido negative que participa en la determinacion de uno positive es parte integrante de este ultimo. Esto es lo que les Detewe, Durance et eneton, Pals, 1988, P 38 muestra las dos fases de la Logica de Hegel: st, por un lado, la inversion que define la proposi- cién especulativa significa que el predicado pasa a ser sujeto y que una universalidad que trans- ¥ende todas las determinaciones particulares: ‘circula” a través de estas diltimas, por el otro la~ do esta elreulacién tiene una direceién dictada por el movimiento de las proplas determinacio- nes particulares, y se reduce a ellas. La negativi- dad dialéetiea no cuestiona en absolute la logica de la identidad (= ta logica de ta pura diferencia). Esto muestra la ambigdedad que es inherente ‘a todas las formas de oposielén radical: Ia aposi- ‘lon, a los efectos de ser radical, tiene que poner ‘en un mismo terreno tanto lo que afirma como lo (que rechaza, de modo que el rechazo pasa a ser una forma especial de afirmacién. Pero esto sig- nifiea que un particularismo comprometido real- mente con un proceso de cambio sélo puede ser fel a este compromiso rechazando lo que niega la propia Identidad y, a la vez, a esta altima. No hay estrictamente solucién a la paradoja de ne- gar a un sistema de poder y, al mismo tiempo, permanecer en dependencia secreta del mismo. Es bien sabido de qué modo la oposicién a cier- tas formas de poder requiere identificarse con los lugares a partir de los cuales la oposicion se leva a cabo; pero como estos tiltimos sin embar- go. son internos al sistema que se rechaza, hay lun clerto conservatismo inherente a toda oposi- clén. La razén por la que esto es inevitable es que la ambigiiedad inherente a toda relacién an- tagonica es algo con lo que podemos negociar, pero no realmente superar —podemos jugar con, ambas fases de la ambigitedad y producir resul- » tados politicos sobre la base de impedir que cualquiera de ellas predomine de manera exclu- siva, pero la ambigGiedad como tal no puede ser resuelta. Superar una ambigiiedad significa ir mas alla de sus dos posibilidades, pero esto sig- nifiea que no hay politica simple de preserva- cidn de una identidad. Si una minoria racial 0 cultural, por ejemplo, intenta afirmar su identi- dad en un nuevo contexto social, tendra que to- mar en consideracién circunstancias nuevas que transformardn inevitablemente a esa iden- Udad. Esto significa, desde luego, apartarse de la Idea de negacion como inversion radical.” La principal consecuencia que se sigue de esto ¢s que "politica de la diferencia” significa continui- dad de la diferencia sobre la base de ser siem- pre otro: y el rechazo del otro no puede ser tam- poco ellminacién discursiva radical, sino Tenegociacion constante de las formas de su presencia. Aletta J. Norval se preguntaba re- clenlemente averea de las idenuidades en una sociedad posaparthetd: La cuestion que se anuncia en el hortzonte cs ésla: geuales son las implicaciones de reco- hocer que la identidad del otro es constitutiva dela propia. en una situacion en la que el pro- ® Bs en este punto que en mi trabajo reciente be i tentado completar la idea de antagonismo radleal que implica todavia ta posibiidad de una eierta representa billdad—con la nocion de dislocacion, previa. a cual quier tipo de represeniacion del antagonismo. Algunas Ge las dimensiones de esta dualidad han sido explora 'a5 por Bobby Sayyid y Lillan Zac en una breve presen {acidn eserita en el seminario de doctorado en ideologia ¥yanalisis del diseurso en la Universidad de Essex, en ieiembre de 1990. oo plo apartheid pertenccera al pasado? Es decir, {como pensar a las identidades sociales y polit: as coma identidades posapartheia? Y después de afirmar que “si et otro es simple- mente rechazado, externalizado in toto en el mo- vimiento en et que el posapartheid recibe su sig- nificado, sélo habriamos verificado una inversion del orden, permaneciendo de hecho en el terreno cen que el apartheid se ha organizado y domina- do’, ella apunta a una posibilidad diferente: A partir del recuerdo det apartheid como lo otro, el pasapartheld podria ser el sitio deste ol cual se impide el clerre final y la sutura de las identidades Paradajieamente, una ocie~ dad posapartheid sélo eslara entonces mas alla del apartheid en la medida en que e} pro- plo apartheid esté presente en ella camo su. otro En lugar de borrarse de una vez para slempre, el propio “apartheid” deberia jugar et papel de elemento que mantiene abieria la re- uvion eon el ulte, sjue sive come eontasena contra (odo discurso que se pretenda eapaz de crear una unidad final ® Este argumento puede ser generalizado. Todo gira en torno a cual de estos dos movimientos igualmente posibles, que conducen a la supera- cin de la opresién, habra de iniciarse. Ninguno puede evitar mantener la referencia al otro, pero esto puede hacerse de dos modos completamente distintos. Si simplemente invertimos la relacion de opresién, el otro (el ex opresor) es mantenido * Aleta J. Norval. “Carta a Emesto™. en Ernesto La lau, Nuevas rejteviones sobre la revolucton de nuestro tiempo, Buenos Aires 1995, pp. 169-170 6 como aquello que es ahora oprimido y reprimido, pero esta inversion de los contenidos no modifica Ja forma de la opresion en cuanto tal. ¥ como la fdentidad de los nuevos grupos emancipados se hha constituido a través del rechazo de los ant: guos grupos dominantes, estos aluimos conti- niiant conformando la identidad de los primeros. La operacion de inversion tiene lugar entera- mente dentro del antiguo sistema formal de po- der. Pero ésta no es la anica alternativa posible. Como hemos visto, toda identidad politica est internamente dividida, dado que ninguna parti- cularidad puede constituirse excepto mantenien- do una referencia interna a la universalidad co- ‘mo aquello que esta ausente, Pero en tal caso la identidad del opresor estaré igualmente dividida: por un lado, él representar un sistema partieu- lar de opresién: por el otro, simbolizaré la forma de la opresién como tal. Esto es lo que hace post- ble el segundo movimiento sugerido por el texto de Norval: en lugar de invertir una relacién partl- cular de opresion/cierre en Io que tiene Ia parti- cularidad conereta, invertir lo que hay en ella de universalidad —Ia forma de opresién y clerre co- ‘mo tal. La referencia al otro se mantiene también, aqui, pero como la inversién tiene lugar al nivel de Ia referencia universal y no de los contenidos coneretos del sistema opresivo, las identidades tanto de los opresores como de las oprimidos son radicalmente modificadas. Un argumento similar fue hecho por Walter Benjamin en referencia a la distincion de Sorel entre huelga politica y huelga proletaria: mientras que la huelga politica se propone obtener reformas concretas que eam- bien un sistema de poder y constituyan, por tan- @ lo, un nuevo poder, la huelga proletaria se pro- pone la destruceién del poder como tal, de la for~ ‘ma misma del poder, y no tiene, en este sentido, ningan objetivo particular.* Estas obseivaciones nos permiten esclarecer los diversos cursos de accién que pueden seguir las luchas contemporaneas en defensa del multi- culluralismo. Una via posible es afirmar, pura y simplemente, el derecho de los varios grupos &- nicos y culturales a aflrmar sus diferencias y sus desarrollos separados. Esta es la ruta que con- duce al auloapartheld, y es acompanada algunas veces por la afirmacion de que los valores cultu- rales y las instituelones oceldentales son el coto cerrado de los europeos y angloamericanos blan- cos y que no guardan ninguna relacion con la fdentidad de otros grupos que viven en el mismo territorio, Lo que se postula de este modo es un segregacionismo total, la mera oposicién entre os particularismos. Ahora bien, es verdad que Ja afirmacion de toda identidad particular impli ca, como una de sus dimensiones, la aflrmacion del derecho a una existencia separada, Pero es aqui que comienzan las cuestiones dificiles, puesto que la separacion —o mejor. el derecho a Ia diferencia— tiene que ser aflrmado dentro de una comunidad global —es decir, dentro de un espacio en el cual el grupo en cuestién tiene que convivir con otros grupos. zCémo podria ser en- tonces posible esa convivencia sin elertos valores "GE Walter Benjamin, “Zur Kritik der Gewalt”, en Gesammette Seiten. 1977, p- 179. Vease tambien ci co ntario del texto Ge Benjamin en Werner Hamacher, formative, Suike", Gardazo Law Review, Vol. 13. N" Alclembre de 1891 8 universales compartidos, sin un sentido de per- ienencia a una comunidad mas extensa que ca- dda uno de los varios grupos particulares? Se sos- tiene, a veces, que todo acuerdo debe ser alcanzado a través de la negoctacién. “Negocia- cién’, sin embargo. es un término ambiguo que puede significar cosas muy diferentes. Una de ellas es un proceso de presiones y concesiones mutuas cuyo resultado depende solamente del balance de poder entre grupos antagonicos. Es obvio que ningun sentimiento de comunidad puede ser construido sobre la base de este tipo de negociacién, Sélo podria haber aqui una rela- cion de guerra potencial entre los grupos. Vis pa: cis, para bellum. Esto no esti lejos de la concep- clén acerca de la naturaleza de los acuerdos entre grupos que es inherente a la nocion lent nista de alianza de clases: el acuerdo se limita a cuestiones circunstanciales, mientras que la identidad de las fuerzas que entran en él no es eoniaminada por el pracesn de negaeiacian. ‘Trasladada al campo cultural, esta afirmacion de un separatismo extremo condujo a la rigida dis Uincion entre cfencia burguesa y ciencia proleta- ria. Gramsci entendi muy bien que a pesar de la diversidad extrema de las fuerzas sociales que debian intervenir en la construceion de una identidad hegeménica, ninguna voluntad colecti- ‘va nj ningin sentimlento de comunidad podian resultar de una tal concepeion de la negociacion, y de las alianzas. BI dilema de los defensores de un particularismo extremo es que su aceién pé lica esta enraizada en una perpetua incoheren- cla. Por un lado defienden el derecho a la dife- reneia como un derecho universal, y esta defensa cs implica comprometerse en luchas por cambios, legislativos, por la proteccién de las minorias en, las cortes de justicia, contra la violacion de las libertades civiles, etc. Es decir, que estén com- rometidos en una lucha por la reforma interna, del marco institucional presente, Pero como al ‘mismo tiempo afirman que este marca est riece- sariamente enraizado en los valores politicos y culturales de los sectores tradicionales dominan- tes en Oceidente, y que ellos no tienen nada que ver con esa tradicién, sus reivindicaciones no pueden ser articuladas en ninguna operacion hegemonica més amplia para refermar a ese sis- tema, Esto los condena a una relaciin periférica y ambigua con las instituciones existentes que Slo puede tener efectos politicos paralizantes, Este no es, sin embargo. el tinieo curso de ac- cién posible para aquellos que estan comprome- tidos en luchas particularisticas —y ésta es nuestra segunda conclusién. Como hemos visto antes, un sistema de opresion (ex decir, de cie re} puede ser combatido de dos maneras dife- rentes —o bien por una operacién de inversion, que produce un nuevo cierre, o bien a través de la negacion de ese sistema en su dimensién uni- versal: el principio del clerre como tal. Una cosa fs decir que los valores universalistas de Ocei- dente son el coto privilegiado de sus grupos do- minantes tradicionales: otra, muy diferente, es afirmar que el vinculo histérico entre los dos es un hecho contingente ¢ inaceptable que puede ser modificado a través de las luchas politicas y sociales Cuando Mary Wollstonecraft defendis, los derechos de la mujer en el periodo subsi- ulente @ la Revolucion francesa, no present la 6 je 1a declaracion de exclusion de las mujeres d cin de sree fennel ehudadane como ba de gue tee nos, aing que intent, por €l contrat. in incoherencia de establecer de \echow aniersfes que solo se apiaban a see tore stringidos de la poblacion. proce: ee ee pace ser conaierblemente fandeado y expandido en las soctedades actus les si ‘tiene en cuenta las reivindicaciones ies ee pbicton ronan, guns eee or que habian sido tradieionalment CSeltios de ese proceso. En al en, fa teria Snenariamente pen par eines cae ecm tno po de presupstn 20 ie tual, Las luchas sociales y politicas Pe - & 1s muestran este juego complejo de dect sente mOe yadas en un terreno indecidible ¥ Ros Sudan omprometernos en nuevas prt sre plenanente a as presets Wifetanean Gh esta patipacn ple poe ‘huss seregaconismo poten y cltral pu See ee eament miso resus. De ae re desnacon de a opera vatora de los estados occidentales hace del ane Oe itico un resultado mas bien pruel 6 sidn no resuelta entre universalismo y particula: rismo crea la posibilidad de apartarse del euro. centrismo occidental, a través de una operacion que podriamos denominar como tn descentra- miento sistematico de Oceidente. Como hemos visto, el eurocentrisma fue el resultado de un discurso que no diferenciaba entre los valores universales invocados por Oceidente y los agen. (es sociales concretos que los encarnaban. Hoy dia, sin embargo, podemos proceder a una se. aracidn entre estos dos aspectos. Si las luchas de los nuevos actores sociales muestran que las practicas concretas de nuesira sociedad restrin. en cl universalismo de nuestros ideales politi cos a sectores limitados de la poblacion, resulta Posible retener la dimensién universal al mismo tempo que se amplian las esferas de su aplica. elén —10 que, a su vez, redefine los contenidos concretos de esa universalidad. A través de este Proceso el universalismo, en tanto horizonte, se expande, a la vez que se rompe su ligazon niece saria con todo contenido particular. La politica opuesta —la de rechazar al universalismo in toto como el contenido en particular de la etnia de Oceidente solo puede conducir a politico sin salida, Esto nos deja, sin embargo, con una aparente Paradoja —y su analisis constituira mi ultima con. lusién, Lo universal, como hemos visto, no tiene ‘un contenido conereto propio (lo que lo cerraria en ‘si mismo} sino que es el horizonte siempre mas le Jano que resulta de la expansion de una cadena Indefinida de reivindicaciones equivalentes. La conclusién pareceria ser que la universalidad ¢s {eonmensurable con cualquier particularidad, y un callején o que, sin embargo, no puede existir separada de lo particular. En términos de nuestro analists ante- ‘lor: si sélo actores particulares, 0 constelaciones de actores particulares, pueden presentificar en ca- ‘da momento lo universal, en tal caso la posibilidad, de hacer visible el no-clerre inherente a una socie- dad posdominada —es decir, una sociedad que in- tenta trascender la forma misma de la domina- clén— depende de hacer permanente la asimetria, centre lo universal y lo particular: Lo universal es inconmensurable con Io particular, pero no puede, sin embargo, existr sin este dimo. gCémo es po- sible esta relacion? Mi respuesta es que la parado- Ja no puede ser solucionada, pero que esta ausen- cla de solucidn es la precondicion misma de la democracia. La solucion de I paradoja implicaria, que se ha encontrado un cuerpo que es el verdade- ro cuerpo de lo universal, Pero, en tal caso, lo uri: versal habria encontrado su localizacién necesaria, y la democracia seria imposible. Si la democracia @s posible, es porque lo universal no tiene nl un. ‘cuerpo ni un contenido necesarios; por el contrario diversos grupos compiten entre si para dar a sus particularismos, de modo temporario, una funcion de representacion universal. La sociedad genera todo un vocabulario de significantes vacios cuyos: ‘significados temporarios son el resultado de una ‘competencia politica. Es este fracaso final de la so- cledad en constituirse como sociedad —equivalente al fracaso en constituir a la diferencia como dife- rencia— lo que hace infranqueable la distancia en- te lo universal y lo particular y, como resultado, pone a los ageniics sociales concretos en cargo de esta tarea irrealizable, que es la que hace posible Ia interaccion demoeritica. 6

You might also like