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ry Herdclito y el escuchar Ode Guo! , daAd 109 AbyOU éxosourTag ‘uoroyetv aopsy eo By maven elvan "No a mi, sino al Logos ‘escuchando es sabio con-decir [con el Logas] que todo es uno”. (Heréclito, fr. 50) Eiste es uno de los mas célebres fragmentos de Herdclito. Traducirio es ya de por si un problema. Como le sucede siempre, Herdclito habla aqui a borboro- nes. Mas que el discunir de una razén serena, lo que nos entrega son fulguraciones tepentinas, algo asi como relampagos, seguides por la oscuridad y el silencio. @e qué se habla en este fragmento? Se habla propiamente acaso de! Logos? @De la necesidad del escuchar? ¢Del ir a una con el Logos en el decir? gSe habla de la Sabiduria? {De la unidad de todas las cosas? ¢Cudl es propia y verdadero- mente el centro del fragmento? Un extrafo decir, que empieza con un no: oix Euod, y diclendo no, Heréclito se pone en primer lugar: "No a mi..." Pero se pone primero tan s6lo para negor- se. Que la filosotia empiece polémicamente con un no, no es de admirar: es su esencia y su destino. Desde sus origenes, la filosofia es un permanente y fremen- do no. Un no a las tranguilas creencias del miro. Un no a la tradicién establecida. Un no al creer comin de un pueblo. La filosofia sera siempre un poco como quel feroz escoldstico, que a cada resis de su predecesor replicoba con un: ego vero contra ("Yo, en cambio, afirmo lo contraric"). Se dirfa que la filosofia no ha sido -en toda su historia sino un inmenso y continuado ego vero contra. 51 Peto aqui no se trata de ir en contra de una opinién anterior. No se trata de la eterna lucha de la diijera contra la d6fa. Se trata de ota cosa, Se trata de iren contra de si mismo, de negarse. Y de negarse, incluso, antes de empezar a decir algo. Es una forma de cortar de raiz con un potencial a la vez que persisten- te equivoco en todo hablar humano. Algo os! como si se dijera: "De partida, por favor, no me escuchen a mi; lo que voy a decir, no lo digo yo, lo dice otro que habla a través de mi, y que es el Unico que puede decirlo. Yo soy tan sélo su Portavoz, su intermediario. Por consiguiente, jatenciénl, cuando yo hablo, no me escuchen a mi mismo, escuchen a ese Oro” Es el més radical de los comienzos, y a la vez la més radical de las verda- des, Se estd diciendo que el hombre no es lo central. El hombre no es el centro de nada, ni siquiera de si mismo. Que el hombre esté siempre fuera de si. Que €5 Un constitutive éx-tasis. Un ser esencialmente ex-céntrico. La verdad se halla en este fuera. Cualquier posible “dentro” que se convirtiera en un puro “dentro” setia el engafio mismo, lo contrario de la sabiduria, seria la necedad roral. "No am", significa: "No a mi, como si yo fuera desde mi mismo”. "No a mi, porque yo mismo soy desdé fuera de mi”. "No a mi, sino al Logos escuchando” No sabemos quién es este Logos de Herdclito. "Lo que Herdclito llama logos, lo que él piensa con esta palabra —dice Heidegger- es lo més oscuro dentro de la oscuridad de este pensador”s. Pero, cunque no sabemos, de part da, quién es este Logos, una cosa sf sabemos, y es que ese Logos esté por encima de Herdclito el pensador, y que el pensador Herdclito es un pensador porque ha escuchado al Logos y porque habla porel Logos, como intermediario suyo. Sabemos que Herddlifo es Heréclito en virud del Logos. Y que debemos ir al Logos por Herdclito. Y que lo Unico que importa es “haber escuchado” al Logos. Que ese haber escuchado es “lo sabio" o la Sabiduria 0, si se quiere, la filosofie avant la lene. Ser sabio es estar fuera, a la intemperie. Fuera, en lo Abierto, alli donde “todo es uno". Ser sabio es haberse unificado a si mismo en el Logos, e ir al unisono con el Logos. No es traer a si el Logos para servirse de él, haciendo de ‘este modo trizas al Logos uno, y que es el Uno mismo. Ser sabio es salir de si hacia el Logos para escuchatlo y para seguitlo. O, como se diré también en el fragmento 11 .- o069in , dana Aéyery Kai novety xKaté pba éxaiovtag la Sobiduria consiste, para los que escuchan atentamente, en decir y hacer lo verdadero siguiendo la Naturaleza (la physis)". * Herokit, GA Vol, 55 p. 239. 52 También en este fragmento se habla de escuchar 0, mds exactamente, de prestar cuidadosamente oido, de estor vuelto auscultantemente hacia aque- llo que se quiere oft. Y este escuchar atento se halla en conexién esencial con la sabiduria. Ahora bien, lo importante es que el escuchar permite deciry hacerlo verdadero, es decir, moverse en lo que esté puesto al descubierto, en lo paten- fe, moverse en la verdad. Y este estar en la verdad hace posible seguir el movi- miento de la physis, de lo realidad. £1 kata pow parece decir aqui lo mismo que el duodayeiv del fragmento 50: el con-decir con el Logos. Seguir a la physis @s ir en la direccién de sus aguas: Kati, rfo abajo. "Decir y hacer lo patente, siguiendo a la physis’ = “ir a una con el Logos y con-decir lo que el Loges dice” Esta abemtura de la verdad y el ir en la direccién de lo verdadero que previomente se ha mostrado, presupone, en ambos fragmentos, a actitud fun- damental del escuchar. én qué consiste este escuchar? Obviamente el escuchar no es el simple oft, la mera percepcién de lo sonore. Porque si ambas cosas fueran lo mismo, no se entenderia la exhortacién: obx Eu08, dAAd tov Adyov dKovouvtag, “no a mi, sino al Logos escuchando”. OIr, lo que propiomente se oye, es a Heréclifo, es la voz del pensador, sus palabras. Al Logos, en este sentido, no se lo oye. Pero, no presten atencién ~parece decir Herdclito— a lo que yo digo. No se contenten con oi lo que aqut suena. Presten, en cambio, atencién a lo que no se oye: presten atencién, escuchen, al Logos, solamente al Logos én qué consiste, entonces, este escuchar? El escuchar tiene algo que ver con el olf, pero no se confunde con él Preguniémonos, pues, en primer lugar, qué pasa con el oi, a diferencia, por ejemplo, del ver. Y luego veremos cémo se marcha del oft al escuchar, ‘Cuando veo una cose, la cosa que veo esté presente ante mi, El drool extiende sus ramas ante mis ojos, esté ftente a mi, esté alli en persona, de un modo inmediato: se me presenta. La primera coracteristica del ver es fa inme- diata presencia de la cosa vista Pero esto que as! se pre-senta, no nos muestra jamés ~poniéndolo ante nuestros ojos su ser més intime y singular. Lo que en realidad se deja ver, lo que se despliega onte nuestra vista, e8 su figura, su forma, es decir, e80 que os grie- 905 llamaron el eiS0s. Lo propiamente visto es la figura y sélo ello. Esa figura lo es de un drbol singular. De esto no cabe la menor duda. Pero, el que lo sea no se me revela a la vista. A la vista se nos fevela ~paradéjicamente- una figura que es siempre, en principio, repetible. Con esa misma figura podria haber muchos érboles, y esos érboles serfan individualmente distintos. Es lo que Platén ‘advertiré més tarde con sin igual genialidad: el e/dos es necesariamente univer- sal 53 Pero es un efor pensar que lo que veo es sélo un érbol 0 una casa © una ube. A la vista jamés se muestran meras cosas aisladas. Veo el érbol contra el fondo del cielo, surgiendo de la tierra, a cierta distancia de mi (es decir, veo el espacio entre él y yo), y tras él veo otras cosas, una casa fal vez, un tfo 0 lo ontafia. Las cosas se offecen a la vista en Un conjunto 0, mas exactamente, en un campo. El campo visual es fa fofalidad abarcada por a vista en cada caso. Lo que propiamente veo, cada vez que veo, es la totalidad de un campo. Y den- to de ese émbito a vista tiene un extrafio poder. Se ditfa que el campo entero ha caido bajo el dominio de la vista: es abarcado, envwelto, retenido por la visi6n. No en vane se habla de "dominar con la vista", es como si las distintas cosas del campo visual, reunidas por e! poder de la visién, se entregaran mansamente a nuestro esctutinio. Verdad es que, a veces, este escrutinio no tiene nada de manso: que rempemos la nuez para ver lo que tiene dentto, que Partimos la naranjo para mirarle cara a cara los gajos jugosos. Pero todo ello es ‘accidental frente a la mansedumibre con que las cosas, una vez puestas al des- cubierto, se entregan a nuestro mirar. La vista domina a sus objetos y los retiene en su poder. Y los domina y Tefiene abriendo un dominio campal en el que los objetos s¢ nos muestran sumisamente. Presencia inmediata del objeto, cardcter universal de la figura que pre- senta Ia cosa ante la mirada, totalidad del campo, dominio de la vista y sumi- si6n de lo cosa que se offece a nuestro mirar. He aqui cmo se nos dan las cosas en el sentido de la vista. Pero hay una caracrerisica que no hemos nombrado: las cosas vistas se presentan a distancia. Esta distancia puede ser mayor o menor, pero es siempre esencial al ver. Se ve lo que esté al frente. Los propios ojos, a pesar de estarnos tan cerca, no podemos verlos. Si, hay una distancia de las cosas vistas. Pero no hay una distancia del ‘campo visual mismo, El campo es inmediato a nosotros. Incluso nosotros estamos entto de él. Por es0 el campo jams se nos ennega como un eidas, como figura. Ni distante ni figural, el campo es, sin embargo, algo en cierto modo Visto. Si no, gcémo sabriamos de él? Como nos enterariamos de que hay un campo visual? Ya dentro del campo, se dan las distancias y, por sypuesto, una clerta organizacién. Pero el campo mismo no esté a distancia ni se muestra ‘como organizado visualmente en una figura. Dentro del campo, las cosas tienen clertamente una perspectiva y esa perspective forma parte de su figura. Pero el ‘campo mismo no tiene perspectiva. Y no la tiene, porque no tiene figura. {QUE es entonces, propiamente, lo que vernos: el campo o las cosas en 30 figuralidad? Tanto lo uno como lo offo, y al mismo tiempo. Campo y figura. Porque ambas cosas se copertenecen, se dan necesariamente juntas. Cuando alguna vez Ia vista se "pierde” a Io lejos, se pierde dentro del 54 campo abierto por ella misma, es decir, se pierde dentro de lo propio, se plerde sin perderse propiamente. Hosta ahi, la descripcién del ver y de lo visto. EQUé paso, en cambio, con €l off? En el ofr las cosas no nos estén presentes. Entendamos bien esta afitma- ién: los sonidos sf que nos estén presentes, puesto que suenan en el oido. Pero a cosa sonora no es inmediata al oir mismo. El objeto sonoro se hace presente ‘en SU sonar. Pero el sonido que llega a nuestro oido nos saca fuera del oir mis- mo, hacia lo cosa sonora, ausente del oido. Qigo en la maiiana cantar los pdjaros en mi jardin. Oigo a los pdjaros mismos. De esto no cabe duda. Pero los cigo lejos. EI ofdo es el sentido de la lejania, no de fa presencia, Lo que se hace presente al ofdo es la cosa ausente. El oido es el més paraddjico de los sentidos. Lo presente al oido es la ausencia de Ia cosa. Oigo el viento a lo lejos. Oigo el murmurar de la fuente remota. igo las olas del mar en la distancia. Cigo confusamente voces, sin saber a quién pertenecen, porque las personas de quienes son voces, no me estén pre- sente. Y es que el ofdo me lleva hacia fuera; y llevandome afuera, me hace sumiso y atento a lo que cigo. Al hablar del sentido de la vista, deciamos que lo que propiamente ve- "MOS NO son las cosas aisladas, sino e| campo visual en su fofalidad. Y cabe entonces pregunrarse: chay para el oido algo asi como un campo auditive? Normalmente oimos distintas cosas sonoras, cuyo sonar puede ser simultaneo o sucesivo. Hay Un transcurrir de los sonidos y un sucederse de unos a ottos o de unas constelaciones de sonidos a otras. El sonar acontece formalmente de un modo temporal. En la vista podemes, sin duda, ir sucesivamente de una cosa a ofa. Pero esta sucesion es, en el caso de Ia vista, meramente accidental al ver. Los cosas se dan a Ia vista siempre en forma compacia: lo que se nos da es la integridad de un campo, dentro del cual, naturalmente, muchas cosas pueden ir cambiando sin que el campo visual mismo cambie. Y si éste cambia, como cuando dirjo Ia vista en ofa direccién, su cambio no es algo que propia y for- malmente se presente ante Ia vista, sino algo previo al ver y condicionante suyo. No sucede lo mismo con el oft. El sonar de las cosas se prolonga en el tiempo. Cada sonido tiene su lugar propio en la sucesién temporal. No hay un horizonte de los sonides, sino un transcurso de ellos, Ciertamente un sonido pue- de destacarse sobre el fondo de otros sonidos (en la orquesta, por ejemplo). Pero ese fondo no es un campo de todos los sonidos, sino un sonido més entre los muchos sonidos que hay. El Unico horizonte del sonar es el silencio. Pero el silencio desaparece con el primer sonido. Cuands el silencio no ha sido roto y no hay més que silencio, entonces si que se produce una especie de campo sonoro, pero, poradéjica- mente, un campo sin nada dentro. Este campo u herizonte del silencio es la suprema lejania, En él el oido se adentra y se pierde. Al revés de lo que sucede 55 con la vista, en la que el campo nos es inmediatamente cercano, tanto que nosotros mismo estamos dentro de él, en el silencio somos lievades lejos de nosotros; el silencio es lejania pura, Cuando el oido se pierde en la lejania del silencio se pierde en lo ajeno, en lo absolutamente offo. El silencio es, quizds, por eso mismo, la forma més impresionante de lo sagrado. Tibi silentium laus, se lee en los monasterios de la Tropa: Ei silencio es para ti alabanzo. Porque en el silencio se hace presente lo Otro, lo més poderaso que nosotros, lo que nos domina. Nadie puede dominar el silencio, sino que, por el contrario, es domina- do siempre por él En el silencio, salimos de nosotros. "No a mi, sino al Logos escuchando”, dice Heréclito, ¢No serd este Logos el supremo silencio que convoca y congrega todas las cosas en Ia unidad de eso que no es cosa, sino lo enteramente diferen- te de toda cosa, una especie de nade o silenciosidad de los cosas? Resuita entonces palmario que el oido es el sentido de la humildad. EI mismo Dios que le decia a los israelitas que no podian verlo, porque si lo vieran moririan, ese mismo Dios le ordena a su pueblo: Shemé Yisrael, “escucha |s- roel..." Ver a Dios seria dominarlo con la vista, tenerlo, en cierto modo, a dispo- Sici6n. Pero esto es imposible si Dios es Dios, es decir, el absolutamente incontro- lable por el hombre. Antes dejaria el hombre de ser hombre que Dios de ser Dios. "No me podré ver el hombre sin mort” s+. Dijo Moisés: ‘Déjame ver, por favor, tu gloria’. Yahvé le contesté: ‘Yo haré pasar delonte de ti toda mi belleza y pronunciaré ante ti el nombre de Yahvé; pues hago gracia a quien hago gracia y tengo misericordia de quien tengo misericordia’. Y aftadié: Pero mi rostto no podrds verlo; porque no puede verme el hombre y seguit viviendo’. Luego dijo Yohvé: ‘Mira, hay un lugar junto, © mi; fi te colocarés sobre la pefia. Y al pasar mi gloria, te pondré en uno hendidura de la pefia y te cubriré con mi mano hasta que Yo haya pasado. Lego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rosiro no se puede ver... Moisés invocé el nombre de Yahvé. Yahvé pas6 por delante de é! exclamando: ‘Yehvé, Dios misericordioso y clemente, fardo ala célera y rico en amor y miseticordia’... Al instante, Moisés [entendamos, al oir estas palabras) cayé en tierra y se postré...” (Exodo 33, 18-34). 2QUE es entonces el escuchar? Nos preguntamos ahora por el escuchar a diferencia de! mero oft. Escuchar es alejarse de si para ir hacia el otto, hacia lo oto. Pero se va hacia Io otfo no para dominarlo, sino para dejarlo hablar y sujerarse a él. Al revés de la vista, en el escuchar no son las cosas las que se entregan sumisas a nosoiTos, sino nosotros los que Nos sometemos a las cosas. Por eso, la palabra escuchar esté en relacién con la palobra obediencia, Obedecer, ob-audire, es escuchar sometiéndose. Axoverv, in-oxoverv, escuchar, 56 ‘obedecer, también en griego son palabras intimamente relacionadas. dr-axovew, obedecer, es literalmente, en griego, ofr sometiéndose © someterse oyendo. Incluso en el idioma coloquial oir y escuchar puede significar obedecer. Y esto no s6lo en espaifol, sino también en offos idiomas: "Oye de una vez por todas!” puede significar, en espaol: ";Hazme cosol”, “jobedece!”. Hér mal endlich, en alemdn, puede tener también este mismo significado. Escuchar es més que ot. Y si ya en el ofr se producia una sumisién a la cosa sonora, en el escuchar nes sometemos expresa y voluntariamente a ella, Escu- char es esa cosa fantdstica que sucede cuando le decimos a alguien: "Habla, ‘que soy todo ofdos". "Ser todo ofdos" es haberse convertido entero en un of, es NO querer otra cosa sino seguir lo que el otro nos dice, estar atentos a él, aceprar su palabra, aceptarlo a é! mismo. Posiblemente es eso ~justo es0- lo que quiere decir el énaiw del griego, que vimos aparecer en el fr. 112. Convertine entero en oldos, hacerse disponible, estar sometido, obedecer, Ove E00 , GARE t0d AdyoU dKosoaveag: "No a mi, sino al Logos escuchan- do". El Logos habla por mi boca. Lo que ustedes oyen son mis palabras, el sonar de mis palabras. Pero mis palabras no son meramente palabras de hombre. Si fueran es0, serian "juego de nifio", porque, naidwv adipyata... 1 dvOpémva Sofdouara (frag. 70). Mi propia palabra es un dy.oAoyetw, Un ir juntos con el Logos, un hablar 0 una con él, diciendo lo que él dice. El pensar humano ~1c Sabidurfa, la flosofia— es en el hombre tan sélo una Fespuesta a la palabra del Logos, es decir, a la palabra del Ser mismo. E] decir humano -explica Heidegger es siempre una respuesta (Anr-wort) y jamés mera expresién por medio del lenguaie. En efecto, el lenguaje mismo sélo llega a ser en vitud de este decir originario. Re-diciendo cuidadosamente la Palabra del ser, el decir pensante del hombre se inserta en las estructuras del lenguaje hu- mano, esto es, de la palabro-respuesta, y anticipa esta contrapalabra adelan- téndose al lenguaje aguardante y todavia no hablado, para que de esta mane- ra el lenguaje tenga su morada en la palabra del silencio. Al desplegar su ser, el lenguaje barrunta lo palabra y no es ota cosa que este barruntar mismo'. La palabra humana, en cuanto spohoyia del Logos, no puede decir sino lo que dice el Logos, ya que ella es la respuesta nacida de un escuchar que se ha hecho todo odes para el Logos. Ahora bien, el decir del Logos no es otra cosa que el Logos mismo. Logos, 2éyetv es reunién, recogimiento. Logos es la unidad de lo multiple, es lo uno de todas las cosas. Por tanto, Logos es el Ser, en cuanto distinto de todo ente. Los entes son lo multiple y variado, son lo diferente. El Ser @5 lo uno de esa multiplicidad: la armonia de los diferentes (Fr. 8). Por eso, el que ha escuchado el Logos no puede decir en su decir-respuesta ora cosa que Jo que el Logos dice y lo que el Logos hace: év névra etvan: Todo es uno. Ct. Das Wesen der Philosophie, p. 23. 57 Sin embargo, escuchar no es fan fécil como quizds podria parecer. En el escuchar ~deciamos- nos sometemos explicita y voluntariamente a la cosa so- nora. En el escuchar nos hacemos "todo ofdos" para ella, Pero el problema esté en que esta sumision no depende solamente de nosotros, no esté plenamente en nuestra mano. Si lo estuviera, e! hombre seria duefio de su escuchar. Pero no 5 asi: el hombre no es duefio de escuchar lo que quisiera. Por supuesto que no hay escuchar sin voluntad de escuchar. Pero sélo con ella tampoco hay escuchar. El escuchar es un don, y este don se recibe siempre inesperadamenre. Cudnras ‘veces hemos ofdo.una frase 0 leido un escrito sin que entendiéramos verdadera- mente lo dicho en ellos. Pero, de pronto, un buen dia, sin saber por qué, sin haber intervenido nosotros mismos, repentinamente se nos abre el sentido de lo que all se decio. En el Evangelio se cuenta que, después de su resurreccion, Jesis se apare- €16 a sus discipulos y les dijo: "Esto es lo que yo 0s decia cuando estaba atin con vosotros: que era preciso que se cumpliera todo lo que estaba esctito en Ia Ley de Molsés y en los Profetas y en los Salmos de mi. Entonces -sigue diciendo el Evangelio- les abrié Ia inteligencia para que entendieran las Escrituras’ (xéte SujvorEev adrdv tov vobv 108 auviéven wag yas)’. Les abrié el vos, El votg , es agut Ia inteligencia auditiva, la inteligencia que esté en el oft. Los apéstoles habfan leido y escuchado muchisimas veces esas palabras de la Escrtura y, sin embargo, no las habian escuchade propia y verdaderamente. Su voikg, estaba cerrado para elas. E! Cristo resucitado les abre el voi, lo abre de par en par: Suivotkev, y sélo entonces comprenden, es decir, escuchan la palabra. Euvtévan— comprender- significa, literalmente, ir-con, “ira una con" aquello que se com- prende. Es lo mismo que el duodoyetv del fragmento 50 y que el ard paw del fragmento 412. Ira una con lo escuchado, comprender, no es algo que hace el hombre cuando quiete, sino que es un don que el hombre recibe desde fuera de él: es el don de escuchar. Este don presupone la buena disposicién del que ‘escucha, sus ganas de escuchar. Pero esas ganas solas no bastan. {Cudntas veces nos hemos esforzade vanamente por entender algo que no comprendiamos! La sola voluntad no basta. La voluntad de escuchar es ciertamente una condi- cién necesaria, pero no una condicién suficiente. Enel fragmento 1 de Heréclto leemos "Pero, aunque este Logos es siempre, no lo entienden los hombres antes de offlo ni después de haberlo oido por vez primera. Y aunque todas las cosas suceden conforme al Logos, los hombres se parecen a los que no tienen expe- riencia, aun cuando hayan experimentade las palabras y obras fal como yo las expongo distinquiendo cada cosa segiin Naturaleza y explicando cémo es. Pero * Lycos 24, 44-45, 58 @ los demas hombres se les oculta lo que hacen despiertos, de la misma manera como se les oculta a los dormidos’. No basta haber ofdo. Ni basta siquiera ponerse a escuchar. Para llegar efectivamente a escuchar, es necesario intentar una y otra vez la salida de si hacia el Logos. No basta haber escuchado una vez: divertor yiyvorn dvOponor xai mpdodev i Gxotoa Kai dxodoavtes 1 mpiirov: "No lo entienden los hombres antes de oirlo ni después de haberlo oido por vez primera”. "Cuando se lee a Hegel por primera vez ~decia Heidegger a sus alumnos- es muy poco lo que se entiende. Por eso es necesario leerlo muchas veces por vez primera”. Queria decir que es necesario reconocer que no se lo entiende, y luego insistir en actitud ‘auscultante una y otra vez, a fin de estar abiero para el instante preciso -para el kairés- en que, de pronto, como un regalo, se nos da el escuchar en profundi- dad. Este escuchar viene de fuera de nosotros y viene como un don inesperado, vale decir, desde un tiernpo sobre el cual no tenemos control. Cuando se ha aceptado que no se entiende algo, se esté en camino hacia su comprensién. Pero solamente en camino. La filosofia es Sabiduria, no s6lo porque es un saber altisimo y arduo, sino -sobre todo porque es el saber de los dioses, que ellos a veces nos dispensan por pura gracia. Lo dificil esté Justamente en aceptar que no se sabe, que se es ignorante. Normalmente cree- ‘mos saber lo que no sabemos y entonces reemplazamos el hablar del Logos por Avestras propias opiniones humanas, meros “juguetes de nifios’. En tal caso, d&iver01 dKkovaavras Kagotot goixac- pans adtoicw paptupet napedvtar Greivar (ff. 94). “Escuchando sin comprender, se parecen a los sordos. Bien atestigua el proverbio contra ellos cuando dice: estando presentes, estén ausenres”. 59

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