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dos afines. En orden ascendente estos par ‘se manifiestan en el HEMstiqU0, en el VERSO, en la sunte y en Ia for interior del POENA como totalided: HIEMISTIQUIO a @ Penssé ¢ comidié (1889) ‘verso a a —_—. _ “Mucho pesa alos de Toca e a los de Tener non pi%® (625) antos id yos en alg to agul fincaré en POEMA a ‘Tema de la honta del Cid en Ia esfera politica: @ ‘Tema de la honta del Cid en In esfera doméstic™ ‘TECNICAS NARRATIVAS EN EL «CID> us Coun Suaret FORMAS Y TECNICAS NARRATIVAS EN EL CANTAR DEL CID 5 had OCHS temas centrales del drama se manticnen consistent incidentes hacen referencia y, en alggn agrupados en pétra- ‘denomina con el té gara_métrica de]_poem: Los veitos estén 0 tirada poeta; tat ‘como 16 ‘edité de 190, Existlan ciertas cost tirada y cambiar de ason curso directo y viceversa, esta técnica, que pued hreredado de un pasado or ‘0, quizis, ‘que no es estrict in intento de imitacién de tz préctica conoce como Ia we patagégica» ha sic sido. Se verd que el poema tiene, por ejemplo en Is tirada 18, aso- EL «CANTAR DEL CID» ¥ LA EPICA nancias en 4 mezeladas con otras en 4-e (Bivar, valdré, sale, besar .. ico iba acompaiado de u su otigen, la -e paragéei ‘TECNICAS NAREATIVAS EN EL «CID» 47 natratiya ini gorgotites estilisticos. El atento andlisis por parte del lector de tiradas tan poco enféticas como la 38 y las que siguen, le conven- cerd de Ia fundamental competencia del poeta, de su puleitud y hubilidad para proseguir su historia con el miaimo de ruido, asf como de sa capacidad para combinar de manera convincente Ia nazrativa clementos dal discurso directo. El pasaje est construido con ‘materiales muy ordinerios, con abundante frascologia tradicional y luso aqut ofrece el poeta una contribucién indi- da 39, en la que con una serie de versos cortos y galopantes nos presenta a los hombres del Cid persiguiendo a los as puertas de Calatayud. [..] ién que el poeta hace d conseientemente literarios muestra I cde sugerir toda una escena con Ja ‘conjunto, y de asociar & esta escena tras emociones. No se molesta en de que todos Jo sabfan, pero presenta por el recinto de la abad! sus trémulas candel de éste (en un hetm ante el que el poeta nos Ia hublese presentado a través del héroe, 0 simplemente a través de los del mismo natrad fescoge para que veamos esta matavila los ojos de Iss personas que facaban de llegar shora mismo —quizé también porque son éstas ids impresionables y sensibles—. Vemos asimismo los ojos de las ‘como los vieron el Cid y los soldados que habian subido judadela acompaiiando al grupo: velidos catan a todas 1s» (1.612), siendo los suyos los primeros ojos dul Cristiana que el Cid y muchos de sus hombres hacia tiempo. Esos dulces ojos contemplan admirados, lugar le ciudad que extiende su panorama debajo de ell de mujer sde rfnea més impresionante que ninguna se dirigen después hacia el mar, que, (1.614) y miran, por fin, hacia el fo, para ver la gra de toda Iberia. El gesto hacia Dios y la accién de gracias por esta gran mer- ced, con los que se cietta la breve escena, son la cosa més natural del mundo; la perfecta discrecién del poeta le ha dicho emo crear tuna emacién profunda sin expresarla de un modo directo. La escena de Cotpes es un ejemplo todavia més fi desetiptivo. Nos tememos que va a ocurtit ha ordenado a Féle, les y leer la escena con ios03 Arboles son anor sus tamas se que en Ia tra el infierno como rodeado los los de Europa en los uy real de las cbestias > (2.751 de una sociedad de esforzados EL CICLO DE LOS GONDES DE CASTILLA ‘ALan Deverssonn EL CICLO EPICO DE LOS CONDES DE CASTILLA: MOTIVOS Y PERSONAJES [Cuatro cantares de gesta constituyen fundamentalmente el ciclo éico de los Condes de Ca el primer conde, Fernén Gon- le Fernin Gonziles, es de Lara (0 de Salas] (del que los cronis yy vatios romances sobre el tema). Sancho, cl ter- cer conde, no es protagonist poema del que tengamos pero desempefia un destacado papel en el desenlace de La istoriadores hispano- 10 conde de Ja antigua el decisivo papel que desempefian las mujeres en hy Romance Quarterly, XXIT1 (1576), 145 LA pors{s DEL SIGLO xMI EL LENGUAJE DE BERCEO Cparticularmente en la priictica del «fermoso fablar» y en el difundir altos saberes, vulgatizar el De contemptu mundi del papa fo por «los actores indro Tlega a recitar «de cor» toda «la Tnocencio III, que, debido a estar escrito en latin, «non lo entiende estoria de Troya» segiin «don Omeros), asf como en la pasién por todo omne sinon el que es letrado» (c. 3). El Libro de Alexandre es un monumento de erudicién peculiart. ura se traduce en ventajas précticas, ideamdo estratagemas contra simo, En primer lugar, el tema del libro, la historia de Alejandro serpientes venenosas y avispas y murciélagos monstruosos que ame- ‘Magno, representaba una aportacién nada desdefiable a la literatura nazan a sus tropas (2.161-2.162, 2.174-2.175). Construye una caja su- ccalta de Espafia; eta algo grave y tiguroso, comprende un considerable desplicgue de las ramas del saber que el ‘nde mana» (2.270), y j autor consideraba como tales. El héroe del poema tenfa pot modelo «Quanto auemos isto ante (| -—~—_un arquetipo, no solamente de las virtudes regias tradicionales, como e- Is justia y el valor, sino también de los logros del sabio. ¥ el propio sutoz, en Ia medida en que su personalidad asoma por entre el velo de su arte, se muestra también como un celoso defensor del saber. En resumen, servir al projimo del mejor modo posible como erudito, divulgar su clerecia, es Jo que queria decir el autor del Libro de Alexandre cuando esctibié esta afirmacién hace setecientos afios: ‘«Quertiauos de grado seruir de mio mester». mos» (2.290) A pesar de la manifesta ¢ cfa del mundo, se hay una sabidurfa superior que trasci de este mundo. [...] E] poeta del Alexandre, tan consciente de su saber, es la antitesis Joxce Gui.tin de Berceo, quien aspiraba aunque en modo alguno cayendo en una BERCEO: EL LENGUAJE DE LA REALIDAD TOTAI Berceo, versificador, se atiene a un arte novisimo: el de la cus derna via, Por muy vatios que surjan sus asuntos, inf todos ajus- téndose a versos de catorce sflabas, en grupos de cuatro versos, y cada grupo presentaré cuatro veces Ia misma rima. Molde, por lo tanto, muy estricto. fondos que en el Libro de Apoloni tuna nueva téenica o «nueva maestrfa>, no una prueba de la profesién EL viernes en Ia noche fasta Ia madrugada Softi grant amargura, noche negra e pesada, Jorge Guillés, Lenguaje y poesia, Revista de Occidente, Madtid, 1962, cap. 1 (pp. 1617, 2021, 2327, 3638), LA POES{A DEL SIGLO xn Clamando: fo, fio, ed6 es vuestra posada? ‘Nunca cuydé veer la luz del alvorada, Ast se lamenta Ja Madre después Crucifxién, y su desgarrae miento nos conmueve sin perder violencia, segin un ritmo monétono, grave. Las estrofas de Berceo van asentando une visi del mondo precisamente sobre cimientos de firmeza, de seguridad, Y e8te ritmo contribuye a trasmitir lo que estin manifestando las palabras, De esta suerte, el orden tan obvio de Ia cuaderna via re- fleja paso a paso el orden continuo de la Creacién bajo la mirada de Cristo y la Gloriosa. [...] A los ojos —humildes— de Berceo, los setes muestran en al- gunas ocasiones su plenitud por contraste negativo: «Més blancas gue Jas nieues que non son coceadas». El poeta quiere ponderar le blancura de las tres palomas que tenfan «en sus manos alzadas» las tres santas vitgenes Agata, Olalia y Cecilia. Esa blancura celeste, perfecta, irreal gcSmo podria ser imaginada sino en cuadro terrestre, imperfecto, real? Blancura de nieves cuando no han sido pisades EL cotejo implicito entre los dos estados de la nieve hace brillar la blancura intacta de las palomas, [...] E] mundo de Berceo nos causa lo que Rafael Lapesa ha llamado muy acertadamente «sensaciéa de inmediaten se extienda ef més alld —y a veces es la mi ris alld es siempre un més acé, y la maravilla tan evidente se sitia shi, ahi mismo, tangible, para que ld compartamos, Santa Oria otea en el cielo —donde esté'de visita, y con ella nosotros— unas «gean- des compannas» y pregunta: «éstos equé cosa son?». A la pregunta, hecha con el mismo giro de Ia frase corriente, se responde: «Todos éstos son mirtites, unas nobles personas». Desfile semejante @ una procesin en una ciudad de Castilla, «Estos equé cosa son?» Son pa lector de hoy, amante d: ‘Comparaciones concretaS)que tanto abundan en esta poes de aislar Bguras, animales, frutos, cosas. «La cabeza colgat Ia Madre junto a la Cruz. Del bes que retener las serpientes. «Como tienen las bocas abiertas las ser- pientes.» Es en «los infietnos ardientes», entre los signos que pre- EL LENGUAJE DE BERCEO 147 dicen el Dia del Juicio Final, Otra estampa: «El lino cabel fuego malo es de guardaro. [...] Los objetos —quizé no desctitos, sélo mencionados— forman parte de una amplitud donde todo es natu- raleza viva y en trabazén y movimiento, La obra de Berceo se atiene al requisito de Ia gran poesia: todo se relaciona con todo. Aventy- ras de pecadores —o milagros; santas aventuras de Santo Domingo, San Millan, Santa Oria, San Lorenzo; vida y pasién de Cristo, y muerte de su Madre, Dia del Juicio, la Gloria, ‘ ‘ana... El poeta nos conduce por tantos sendetos sin salir del mismo 1 Creaciéi: Recorrida como pie, no nos parece enorme. Ber- ceo, munca desterredo, se slente sin cesar en su casa: Ja casa de 1] Todo es natural? prodigiosamente natural hasta en el cie- ja, durante una pausa de su existencia terres- ra Urraca, que por allf debe efecto, Urraca ya goza de la beatitud. ¥ entonces, como nun pueblecito castellano, aquellas santas Virgenes DE MANRIQUE 337 para remediar toda posible tislado, como un hombre y vidualizacién, abt estd el resto de Ta elegfa, em de carne y hueso en maravillosos anillos coneés Esta muerte de este hombre, tan vividamente repr boca jodos Jos hombres muertos, y alli se borran los contornos del individuo, rendidos a la grandeza abrumadora de lo fin nombre, sin persona, hasta que legue el dia de la resurreccisn, Don Rodrigo es uno, en la cl encumbrado que sea un vain, y jana de las Coplas Te ordena qui fanidad desaparecida, «a la gran mayoria», que or tres iuces se guia Manrique pare sacer sus Coplas de Ja tradicién. Primero la capacidad integradora. Escoge el enfoque més cho y comprensivo del tema —lo mortal y lo inmortal—, un cfrcu- ia humana de radio tan largo que dentro de él eabe jodos los grandes t6picos del pensar medic del mundo. De esta potenci odo y aba po, fortuna, muerte, menospre iva del poema emana esa ién de densidad de pens de riqueza de referencias, de plenitud humana, porque en las cuarenta Coplas esté Ia vida entera presente, en sus esencialidades. ‘Sa segunda norma es la seleccién. Su siglo le propone dos ciomes de la visién de la muerte. A trucule y empavorecedora versidn de insiste en los aspectos més gon ién de la carne, 0 los disimula sarcésticamente bajo Ia No la quiere Manrique por dos fc do las sombras que él mismo es esa h deniro de embargo, imo foco un haz de rayos serenos, 338 LA Pors{A DEL sIGLo xv Juz propia, aunque Ja hayan sumado gustosos a Ia luz mayor: es el estolcismo, la actitud senequista. Manrique se atiene a lo més noble de la veta pagans, y a lo cristiano, y en lo que quiere se nos hace tan claro como Ia Juz. Tampoco se tinde a otra tentacidn, se encontraron todos los poetas de sus di suyos, Santillana, Mena, Gémez Manrique Presente esté esa tendencia, pero red no ya alegorizacién sino dramatizacién, en tue y la muerte. Pero desecha al aparato de t los plafidos retéticos, Ia fingida grandeza, ita, més superficial atin que Ia forma mecabra, de ella na- a. Su tercer critetio directivo es la animacién 0 vivif formas tradicionales que trae a su poema, El esquema e. Ubi sunt? [o serie de interrogaciones por el paradero de los gran- des de la historia o de la fama] haba venido a reducitse a una especie de mecanismo, cajita de miisica funeral, con un tollo inva- riable y de sonsonete previsto: [Mira qué fue del grande greciano / ixandre, Julio e Datio e Pompeo, / Hércoles, Archiles, don Ector ‘Troyano», etc., ete, Al reducir el eatélogo de nombres evocados @ un corto desfile etsona} del siglo xv (Juan II, los Infentes de Aragén, |, acercéndolos y det minéndolos en el espacio y en el tiempo,] Manrique sacé del Ubi Junt? una melodfa de Iineas tan puras y patétices que marca una de Tes cimas del poema! Es le infu de Castll, ous. familiares, los Laomedén 0 Héctor son s6lo_atequibles « LAS «COPLAS® DE MANRIQUE 339) abandonade, es la animacién, la resurrecciGn de las palabras indnimes, pot el soplo genial del nuevo poeta. Srepiren Griwan, TomAs Navarro y Lzo Sprrzen PARA EL COMENTARIO DE LAS COPLAS DE MANRIQUE 1. La vida terrenal, Ja vida de Ia fama y la vida eterna existen en las Coplas como ideas lo mismo que como representaciones. Las Coplas, segiin podré ver cada lector, se dividen en tres partes, les dedicada fundamentalmente a una de esas vides. ygar, un lamado al hombre para que recuerde su con: ino divino: a cambio de Ia muerte genética, jonante rettato de Ia vida senso- ras humanas, su és deslumbrante de la fama— segin se le va mostrando en respectiva del poema, Sin embargo, para cl poeta y para su Coplas de pp. 124° (23, 810, 1516, 2123) LA PROSA EN LOS SIGLOS XII ¥ XIV recomendaban ferir como de a a. La conocida aprensién por os yerros de mana cabslmente de esta conciencia de al con Ja que parecerfan enlazarse tam- por los que la obra de don Juan Manuel diverge literatura medieval de Berceo a Santillana. Uno de clos es su cutioso empefio de botrar toda buella de taller», de ‘in a fuentes, a fin de presentar su obra como finidos» para anotar las futuras experien- ié de Pasamonte; emo abona con su lo as ensefianzas del conde Lucanor los cuent Ja literatura medieval castellan EL CONDE LUCANORD 197 «setitor didéctico para el vulgo, muchos temas y algiin procediticnto du oatracén, ata componente de exe fearon os una indie vidualidad tan asombrosa como para romper los obstéculos que la” convencién literatia de la época oponta a Ja expresién de lo perso- tal, sobre todo en prosa didéctica, y tal ruptura le leva a més de tun desvfo o un delicado compromiso con su tendencia universaista slineado en compilaciones a par de su utilizacié formacién de cuanto no sea medieval y actual en aparente expetien- en lo Hingis " 6 sal «espfritu de sus tiempos» y de su proj lidad. Pero dentro de la Edad Media, ‘expresién de lo personal —de shi anénimas—, don Juan Manuel permite vislumbrar con excepcional claridad Jas coordenadas de su universalismo y de su individuslided. ‘JAN MacpHtenson LOS CUENTOS DE UN GRAN SENOR: LA DOCTRINA DE EL CONDE LUCANOR [Una y otra ver apunta don Juan Manuel los objetivos cos de Et conde Lucanor, Ast, por ejemplo, declata en Ja segund ‘parte: «fablaré en este libto en las cosas que yo entiendo que los ‘omnes se pueden aprovechat para salvamiento de las almas © apro- Tan Macpherson, Dios y el mus canors, Romance Philology, XXIV (1 3537). 198 LA PROSA EN LOS SIGLOS XII ¥ XIV vechamiento de sus cuerpos et mantenimiento de sus onras e de sus estadosy.] Al lector se le ofrecen dos cosas por el ptecio de una, y a primera vista los dos objetivos pueden parecer incompatibles: Ja busca de un logro material en a tiesa y Ja humildle le preparién vida futota no suelen juzgarse concil de ninguno de ellos ‘ule decire que plantee el problema delimitindolo como algo coberente, pero en su conjunto, cuando estas ae considera de un todo globsl, oftecen una rotunda respuesta, un punto de vista coherente sobre a sentido y propésito de Ia misién del noble, tal como Ia entendia don Juan Manvel, El lector avanza en Ta comprensién gracias a su ptopio esfuerzo, otienténdose a medida que lee, hasta que Mega a un punto, ya cerca del final, en el que puede ensamblar Ia totalidad de lo que ha ido descubriendo, aunque don Joan Manuel aceba por ayudatle atando cen el exemplo més largo del libro, que segin Patronio seré el iltimo, y en el que Patronio tiene més cosas que decir que en ningtin otro. Es el Exemplo 50: «De lo qne con- tescié Seladin con una duefia, muger de un su vasallon. En el ‘cucnto, Saladino, sultén de Babilonia, trata de seducir a la expose de uno de sus vasallos. Ella quiere ganar tiempo, y le impone como condicién que consiga averiguar cal es In mayor virtud que puede tener el hombre, prometiéndole sus favores si vuelve de esta bis queda con Ia respuesta adecuada. Tras las habituales vicisitudes, St- Iadino retoma de sus viajes diciéndole que la respuesta es ala ver giienza, y entonces la fiel esposa Te pide que renuncie a sus propé- lama queda a salvo. toduceiin del cuento, el conde Lucanor, como de costumbre, formula st pre- halaga a su consejero ponderando su «entendi- miento». Patronio dice al conde que comete un gran error al hala- garle de aquel modo [y, antes de iniiar el relat; Te oftece una EL CONDE LUCANOR» 199 de espaldas al mundo y s6lo fija sus ojos en el «servicio de Dios», aunque haya elegido que debe reall el eabileo y gobernante, con «buena valuntads «bu: na intencién».] La tines manera segura en Ia que un gobernante puede «salvar el alma guardando yuestro estado © vuestra onta es hacer la guerra a los infcles: asi no solamente hard buenas obras, sino que también, como el rey Ricardo de Tnglaterra (en el Exem- plo 3), las haré de tal modo que sean visible al mundo entero. Los ntes serin acallados, y el noble seguité de este modo el prin- Gipio ideal propuesto por Patronio en el Exemplo 50: «guardat en- W treamas las carreras, que son lo de Dios e del mundo. Este principio del conde de Provenza (Exemplo 25), que deseaba ganar ela gloria del Parayso, faziendo ta fuessen a grand su onra et del su esta Juan Manuel por estas virtudes es mani! A mi juicio El conde Lucanor propoi de que ha de considerarse como un or entero. Don Juan Manuel era noble y guetteto, y al propio 10 cataba intimamente relacionado con la orden de santo Domi ‘menos en una medida que él juzgara satisfactoria. Don Juan lacién el EL CONDE LUCANOR> 201 para Tos que dependen de él, para sus iguales y para ser un buen noble y un buen guerrero. El conde Lucanor tl gufa para ser todas esas cosas y afiade unas his- sgentes que non que con ello se esté aludiendo a sus iguales; porque don Juan Ma- nuel se intetesa solamente por su propio «estado», Las ensefianzas yy letrados nin muy sabidores», a no ser sus deberes para consigo a cada uno de ellos pare que sea 4 todo ello la obra es en buena weectias de El conde Lucanor son grandes: a Ihabemos con un compendio a la hechura del noble espafol del si- lo xv.

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