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Actua, Revista de Fiesotia, n° 1, 1995, 59-82 Foucault y Derrida: historia de un debate -sobre la historia Resumen: Eu cite unico, se recote el largo y feta debate —tan dacontnuo, tan indivecto a ‘veces que Foveault y Derida han mantenido, desde la publicaciin de a Historia de la loca por parte de Foucaul hasa su conmemocaisn y Felectur, trina aos despus, por pate de Deri fa, Et fil conductor de ese debate ese problem dela istorciad dels experiencia, yen piculor | Bistriidad det propio discus files, La ‘ave de In dferencia se encuentra, ustamemt, et Ta eesti de la ferencia com ls fos en el rmodelo-asepuic para pensar tal diferencia: sa el ‘modelo bélco, sea el modelo lingfico, sea indecidiiidad entre ct uno el or, Palabras clave: Hisoria, Filosofia, Razin, Loc ra, Lenguaje, Picoaiss, Acomtcimieno, Te to, Context, Pricie soci Fina, Autor, Suto, Presente, Interpretacin, Dierencia, Violenca Guerra, Jase, Dowd ANTONIO CAMPILLO* Resumé: Dans oot article, on parcours le débat large et range aust discontinu, uss indie ‘rf que Foucault ct Derid on ten, depuis Ta publication de Misoire def foe pa Foucault {jsque sa commémoraton et releciure, apes wen te ans, par Dera, Le fil cnductur de ce bot ‘ent le problime de Phistoricité de Vexprience. et pariculirementbistrieté da prope dscousphi> Tosophighe, La clef de la diligence on trove, {sement, dans fa question de la difference avec Tes autos et das ere 2 suse pour penser tele difference: 30 le mode beligue, soi fe mo- le inguin, sor Find etre Pun Powe Mots clef: Histoire, Philosophie, Raison, Folie Langage, Paychanayss, Exénement, Texte Cor texte, Pratgue Sociale, Signature, Aweur, Sujet, reset, nterprétaton, Diféence, Violence, Goe se, Justice, Dette Michel Foucault y Jacques Derrida son los dos autores a quienes més frecuentemente sucle citarse para caracterizar una cierta orientacion del pensamiento contemporineo, habitualmente denominada «postestructuralista» 0 «postmodemar. ,Qué es Io que estos dos autores tienen en comin? Siguiendo los pasos de Nietzsche y de Heidegger, ambos han tratado de repensar la jineductible historicidad del pensamiento, y, de modo més general, la itreductible temporalidad de la experiencia. Esto les ha llevado a cuestionar radicalmente los presupuestos a partir de los cuales se han desarrollado las dos grandes y complementarias verticntes de la cultura moderna: el positi- vvismo de la tradici6n anglo-americana y e idealismo de la tradicién franco-germana, Frente a ambas tradiciones, Foucault y Derrida han tratado de mostrar que ninguna objetividad empftica ni ninguna subjetividad trascendental pueden ser postuladas més alli o mAs acd del lenguaje, pues el lenguaje es limite y horizonte de toda experiencia posible. Ahora bien, puesto ‘que el cédigo ideal y general de la Jangue es inseparable del suceso empirico y singular de la ‘parole —por usat los términos ya clisicos de Ferdinand de Saussure—, no se da el lenguaje sino los lenguajes. No hay una lengua universal, dada o adquirida de una ver. por todas, que asegure a los hombres tina represemaciGn cierta de lo real y una comunicacién fiable entre todos ellos. Hay, mas, “Departamento de Filosofia y Légica, Universidad de Murcs, Apartado 4021, 30080 Murcia. 60. Antonio Campillo bien, una diversificacién constante de los idiomas, una serie interminable de sucesos de habla, un entrecruzamiento azaroso de distintos «juegos de Lenguaje» —por usar la célebre expresién de Ludwig Wittgenstein, Esto quiere decir que el sentido de tales juegos linglisticos esta condenado a ‘una incesante «diseminacién», a una infinita cadena de «interpretaciones», de modo que la intl bilidad de un discurso, de un texto, de una marca cualquiera, no puede ser fundamentada ni ca un ‘mundo objetivamente dado ni en una conciencia trascendentalmente presupuesta, ni en un origen primero (anterior a—e independiente de— el discurrir mismo del discurso) ni en un fin tltimo (al que dicho discurrir estarfa teleol6gicamente destinado). He aqui la imeductible historicidad 0 femporalidad a la que todo lenguaje, todo pensamiento y toda experiencia se encuentran inevitable mente remitidos. ‘Sin embargo, las diferencias entre Foucault y Derrida comienzan cuando se trata de determinar la manera en que esa historicidad afecta a los textos de autor, y en particular a los textos filos6ficos, que se caracterizan, precisamente, por su vocaciGn de universalidad y de perdurabilidad, es decir, por su pretensién de trascender toda determinacién histérica. Las diferencias comienzan cuando se trata de determinar e! modo en que estos textos han de ser leidos, citados, interpretados, apropia~ dos. Las diferencias comienzan cuando se trata de determinar si esta apropiacidn es. un acto de Justicia o de violencia, si forma parte de un legado o de una contienda, Las diferencias comienzan, ‘pues, cuando se trata de determinar la respuesta, la responsabilidad con que el lector ha de hacer frente, con su propia escritura, con su propio nombre de autor, a la escritura y al nombre de los otros autores. Las diferencias comienzan, en fin, con el problema mismo de la diferencia entre los textos y los autores, en cuanto problemna moral. Por ello mismo, las diferencias intelectuales entre Foucault y Derrida no son en modo alguno separables de sus diferentes respuestas morales ante los otros, ante la palabra y el nombre de los ‘otros: y, en particular, no son separables de sus mutuas diferencias personales, de sus encuentros y ‘desencuentros, del modo en que cada uno ha tratado de responder a la palabra y al nombre del otro, Tales diferencias dieron origen a un debate entre ambos, cuyo recorride vamos a reconstruir ‘continuacién, Se trata de un debate dramiético y extrafo, intercalado por largos silencios, que se ha mantenido vivo durante mas de treinta aios, y cuyo tiltimo episodio ha tenido lugar mucho después de la muerte de Foucault, precisamente como conmemoracién del inicio del debate y como horne- naje de Derrida a su interlocutor (a un tiempo adversario y amigo) ya desaparecido. Y es que, en efecto, no ha sido s6lo una disputa entre dos discursos, sino también un litigio entre dos nombres propios (a propésito, precisamente, de otro discurso y de otro nombre propio: el de Descartes). 1. En 1961, Foucault publica su primera gran obra: Historia de ta locura en la época clasica’ ‘Tras dedicar el primer capitulo, «Stulifera navis», a la experiencia «trigica» de la locura en el Renacimiento, el segundo capitulo narra «Bl gran encierro» de los locos, iniciado en el siglo XVI. Al comienzo de este segundo capitulo, en unos pocos pérrafos, Foucault comenta el libro I de las Meditaciones metafisicas, en donde Descartes habla de los errores sensoriales, del suefio y de la locura, como otros tantos obstéculos a salvar en el camino de la duda. Segsin Foucault, estos obsticulos no son de la misma indole: «Descartes no evita el peligro de la locura como evade la eventualidad del suefio o del error (...) En la economia de la duda, hay un desequilibrio fundamental 1 Bole et déraion: histoire dela folie age classique, Plon, Paris, 1964 (2c, Gallimard, Pais, 1972) Trad. espafola de Juan José Utila: Historia dela focura en a épocaelsca, F.C-E., México, 1967 (2 ed, 1976), De esta obra se hizo tna edicin abreviad en la coleccién 10/18, Union Générale Litton, Pars, 1964, que conoeis varias reimpresiones 4 que también fus aducida por e Fs Foucault y Derrida: historia de an debate —sobre ta historia 61 enire locura, por una parte, suefio y error, por la otra. Su situacién es distinta en relacién con fa verdad y con quien la busca; suefios e ilusiones son superados en la estructura misma de la verda pero la locura queda excluida por el sujeto que duda». Tanto el error sensible como la ilusion del suefo son superables, porque afectan a aquello de lo que se habla, al «cbjeto del pensamiento», pero la locura no seria superable en modo alguno, porque afecta a aquél que habla, al «sujeto pensante». Por eso, es excluida mediante un egolpe de fuerzk2)mediante una violenta «decisiGn», que es, ala vez, una aescisiGn» entre razén y locura, y una «exclusiGn> de esta tiltima: «porque yo, ue pienso, no puedo estar loco». Foucault considera esta «decisién» como un «acontecimiento», como una gran novedad hist6ri- cca, ya que todavia Montaigne reconocfa «que todo pensamiento era rondado por la sinrazén». «Se fra trazado una linea divisoria, que pronto hard imposible la experiencia, tan familiar en el Renaci- miento, de una Razén irrazonable, de una razonable Sinrazén, Entre Montaigne y Descartes ha ‘ocurrido un acontecimiento, algo que concieme al advenimiento de una ration, precisamente la ratio del racionalismo modero. Pero este «acontecimiento», este «advenimiento de una ratio» no concierne s6lo a la historia de Ja filosofia 0 de las ideas en general, sino también a la historia de toda una sociedad, a la historia de toda una época, 1a éppcg de la ciencia y 1a politica modemas, ya que Foucault establece una correlacién «estructurdkbnire la exchusién de la locura llevada a éabo por el texto cartesiano y el ««gran encierror de los locos llevado a cabo por todas las sociedades europeas a lo largo del siglo XVII. Una vez iniciado el «encierKste conocerd dos grandes fases: la «época clisica» (siglos XVII y XVID, en Ia que ta locura es considerada ante todo como un «desorden moral», como una ‘, por lo que los locos serén encerrados y castigados en los «hospitales generales» junto con otros desviados morales, junto con otros tipos «asociales» (mendigos, pervertidos, blasfemos, libertinos); y una segunda fase, la «epoca modema» (que se inicia a fines del siglo XVII y comienzos del XIX), en la que Ja locura comienza a ser considerada como una «enfermedad mental», por lo que los locos serdn encerrados separadamente en los «asilos psiquidtricos», para ser sometidos a una observacién y a una terapia constantes por parte de unos nuevos personajes: los médicos-psiquiatras, Foucault no admite que se trate de un progreso, sino més bien de una oculta- cidn: bajo la mfscara de la ciencia médica, la locura ha seguido siendo excluida y castigada. ero esta escision entre razén y locura comenz6 a ser cuestionada —ya desde el siglo pasado— por los propios locos, por toda una serie de grandes locos que nos han legado una «obra» inclasifi- cable: Hlderlin, Nietzsche, Roussel, Artaud, etc. Es precisamente la «obra» de estos locos geniales la que ha abierto la puerta a una nueva época del pensamiento, a una nueva experiencia del Tenguaje: a partir de ellos, se ha derrumbado e] muro que separaba la raz6n y la sinraz6n, y, entre sus roinas, han comenzado a anudarse, por vez primera, la locura y la literatur{ t «yo deliro» y el «yo escribo», el grto y el canto, Se ha impugnado asf el Cogito cartesiano y se ha cerrado cl ciclo abierto por la crazén clésica», al abrir el «encierro» sobre el que esa raz6n se habia fundado. Seguin Foucault, es este nuevo espacio el que ha hecho posible su propio trabajo de escritura, su propia ‘, ‘més atin, «romper el espejo, la reflexiGn, la especulacion infinita del discipulo sobre el maestro». Coneretamente, trata de diseutir la interpretacibn que Foucault hace de! libro I de las Meditaciones caresianas. Segtin Derrida, «la lectura que se nos propone ago‘ de Descartes y del Cogito cartesi Dorner probe I cae dna ors lew, Dei rt de mot] — Que, en el camino de 1a duda cartesiana, cl ejemplo del suefo es mucho més decisive, mud ‘més radical que el ejemplo de la Jocura, ala hora de cuestionar la totalidad de las ideas de origen sensible. — Que el tema de la ocura no es propiamente abordado en este momento de la duda (en donde aparece s6lo retéricamente, come la posible objeciOn © acusacién de un lector al autor, objecién a la que el autor responder, precisamente, con el ejemplo del suefo), sino mas adelante, cuando se ‘rata de cuestionar también las ideas de origen inttigible, mediante la hipstesis det Genio Maligno; pero, en este caso, el Cogito no se afirma por exclusién o eneierro de 1a locura, sino mis allé de la ‘oposicién misma entre una raz6n y una locura determinadas, ya que «el acto del Cogito vale incluso si estoy locom, incluso si el Genio Maligno me engaiia completamente. — Que Descartes, en el momento del Cogito, accede al «punto-cero» del pensamiento, esto es, ‘2 un punto situado mas alld de toda contradiccién entre razén y locura, mis allé, pues, do toda ‘configuracién histéricamente determinada de la raz6n; y que, por tanto, ese punto (y, con ello, problematicar de manera critica) Ia «exclusiGn> de la locura, el wencierro» y el «silencio» al ‘que éta ha sido sometida por parte de la «ra7én clisican, sino fuera porque su problematizacién repite, en cierto modo, la radicalidad del Cogito cartesiano, esto es, si no fuera porque su relato hist6rico se apoya en ese mismo «punto-cero», en esc fondo abismal y transhistérico desde donde el pensamiento trata de «pensar Ia totalidad escapando a ésta», por mas que recaiga siempre de nuevo en ella, por més que tal pensamiento no pueda decirse sin traicionarse a si mismo, sin recaer en una configuracién discursiva histOricamente determinada, como le ocurre a Descartes una ver. que emprende el camino de regreso a la certeza, es decir, a esa «razén clasica» que ba excluido y encerrado a los locos. — Que el caso de Descartes no hace sino ejemplificar el paradgjico estatuto del discurso filoséfico, a un tiempo finito e infinito, histrico y transhistrico, razonable y delirante. Para Derrida, la escisién entre razén y locura no puede ser considerada, en titimo término, como un «acontecimiento» historico. En primer lugar, porque la escisiOn entre razén y locura, entre el lenguaje y el silencio, es la condiciGn misma de la historicidad y del discurso, de modo que no es 2 Fl texto fue publicado por primera ver ex ls Revur de Métphysigue et de Morate, 08 (1961), Cho por la version ‘asellana recogida en Le esriuray la diferencia Amuopos, Barelona. 1989, wad. de Paicio Pefulver Géme2. 1p. 47-89. En evan a ls ara do invita, vEase Michel Foacout, Dis et ert (7959-1988), 4 vols 8 de Daniel Defer, Frangois Ewald y Iacgues Lagrange, Gallina, Pais, 1998, vo. I, «Chronologie (esborada por D. Defer, ‘compatero sentimental Je Foucault desde 1963 hasta la mene de dt), p. 25. ‘Rewcault y Derida: histori de wn debate —sobre le Nistor a posible un relato histérico de esa escisién que no la dé ya_por presupuesta; no es posible, pues, ni luna «historia de la razGn» ni una «historia de la locura», sino solamente una historia de las sucesivas formas de relacién y de repar{intre diversas figuras de la raz6n y de la locura. En segundo lugar, porque no hay una raz6n que no esté ya atravesada por la Jocura, ni una locura que no esté ya atravesada por la raz6n, de modo que son igualmente imposibles una taz6n pura y una pura sinrazén; asf, no cabe cuestionar ta razin desde Ia locura, desde una especie de exterior absoluto, sino que sélo cabe cuestionar la raz6n desde su propio interior, mediante el «recurso a la cestratagema y a la estrategian; sélo cabe cuestionar una figura histéricamente finita o determinada de Ia raz6n, pero este cuestionamiento ha de hace la propia instancia de la razén, desde tuna instancia que es, por ello mismo, transhistori¢#Intinita, indeterminada y en cierto modo «loca, Por el contrario, hablar de la eseisin entre raz6n y Hocura como un «acontecimiento» histérico obligarfa © presuponer un worigen» anterior a Ia «cafday, esto es, un fogos uniario anterior a ese acontecimiento de escisién (tal seria el caso del logos griego), susceptible de ser restaurado 0 restablecido mediante la reconciliacién de lo dividido y Ia inclusién de lo excluido, Esta, dice Derrida, es la vieja imagen mitol6gica y metafisica de ta raze la que Foucault no logra ‘desembarazarse en su Historia de (a locura, y @la que se muestra inclinado desde el prélogo mismo de la obra, Un pr6logo que, por cierto, fue suprimido por Foucault en su segunda edicién. ;Por qué Jo suprimi6, si al mismo tiempo, en un apéndice de esa segunda edicidn, pretende refutar la critica de su antiguo diseipulo? El acto mizsyo de suprimir el prologo para restar argumentos a esa critica, {no es ya una forma de aceptarla™Fero no nos antiefpemos. Vayamos paso a paso. 3. Foucault no contesté a Derrida tras la conferencia de 1963, ni tampoco lo hizo tras la primera, publicacién del texto de la misma, Ambos autores mantenian buenas relaciones, y, de hecho, durante los afios sesenta, participaron juntos en el consejo editorial de la revista Critique, al que Derrida se incorporé en 1967. Pero Foucault volvié a reafirmar sus ideas en diversos libros y articulos que fue publicando durante espgcada. Por ejemplo, en un articulo publicado en 1964 y tay salou In stench Tec ek wea gon 072, na per pede a Ja segunda edicion de la Historia de la locura’. En efecto, la relaci6n entre locura y escritura ‘ocupa un lugar central en los diversos estudios publicados por Foucault durante los aftos sesenta, desde sus grandes investigaciones «arqueologicas» sobre el nacimiento de las ciencias humanas y Jas instituciones de encierro (Historia de ta locura, Nacimiento de la clinica y Las palabras y las ‘cosas) hasta suis pequefios ensayos de critica lteraria (Sobre todo, Raymond Roussel y Jos articulos publicados en la revista Critique): en ambos casos, se trata de problemistizar la frontera misma entre saber y no-saber, entre raz6n y sinrazén, entre verdad y ficcién. Tin 1965 en un ensayo sobre Aitaud tulad La palabra sopiaddADerridacuestiona de nuevo el punto de vista de Foucault, y trata de mostrar que el supuesto movimiento destructivo © 4 Asimisio, convienereeardar que ln Historia de a Jocura fue reditada en forma abreviada a pani de 1964, y queen sa Versi abreviads fue supomido el paaje sobre Descartes. Solamente en 1972 se reeita la veri fnegr, pew ‘susitayendo el prslogo original por uno nvevo ieluyendo en apéndie la rélicaa Derrida. El prlogo suprimido, pp [-XI de la primers eceiin frances, puede lesre ars en M. Foucault, Dits et ri (1954-1988). 0,01 pp 159 Ir, 4 dL. folie, absence dPaxuvtes, La Table Ronde, 196, mayo 1964 Tad cast aa leurs, ls aunencia de obra», storia de a tocura, 06. 0-1, pp. 328-340. 5 Tel Que, 20 viemo 1968, Recap lug om La ecritun yk diferencia, 0. pp. 233-270 64 ‘Arionio Campilio “ransgresivo» de la escritura delirante, en la medida en que pretende borrar 0 anuilar Ia escisién centre escrtura y existencia, entre lenguaje y vida, no hace sino inscribirse de nuevo en la tradicion metafisica de la que crefa haberse descmbarazado, Hevéndola incluso hasta sus més extremas cconsecuencias. De modo que la locura y la metafisica serfan las dpsgaras de una misma logica y de ‘un mismo delirio, consistente en negar o reprimir lo literario i es decir, la no-presencia del sentido en el discurso actualmente dado, su incesante remisiGn o diseminaciGn’ A lo latgo de los aos setents, el propio Foucault abandonagd su concepci6n «transgresiva» de la literatura’, Para el Foucault de la Historia de la sexuatidadJayo primer volumen aparece en 1976, ya no es posible imaginar una exterioridad absoluta con respecto al orden social, una experiencia completamente libre, completamente «loca», es decir, en estado silvestre. Ya no hay un interior y un exterior netamente diferenciables, un orden puro y un puro ¢aos, sino una multiplici- dad de poderes y de resistencias cuyos frentes de lucha no cesan de desplacarse e invertirse. Por tanto, tampoco hay vn lenguaje que esté intrinsecamente ligado al poder y otro lenguaje que pertenezca por derecho propio al campo de la resistencia, sino que mas bien se da una «polivalencia tetica de los discursos». Ahora bien, {no esto lo que Derrida decia en su confereneia de 1963, al afirmar que 1a razén no puede ser cuestionada desde la locura, desde una especie de exterior absoluto, sind que s6lo cabe cuestionarla desde su propio interior, mediante el «recurso a la estratagema y a la estrategia»? Y, de modo mas general, la . En mi opinién, Foucault esta aludiendo aquf, muy elogiosamente por cierto, al nealogismo (0 ‘«neografismo») de diférance, por medio del cual Derrida pretende «gencralizar» (y, por tanto, ‘«desconstruir») el concepto clisico de escritura. Foucault alude positivamente a la nocién detridia- na de escritura, pero, al mismo tiempo, elude mencionar a su autor. Tal vez porque, como dice Beckett, «no importa quién habla». O, tal vez, porque importa mucho mas de lo que Foucault 11 Asien 1967, parecen Lar yo fendmeno (Pre-textos, Valencia, 195) y De la sramarotogia (Siglo XX1, Buenos Aires, 1971) estas dos obras hay que aia una sere de eonfereneasy arcu gue Dera dicta y/o publica entre 1965 y 1971, y que ern renidos, en 1972, en dos impoantes Hbros: La dseminacion (Funcamentos, Madi, 175) y Mérgenes dela flovfia (Cited. Made, 1983) 12 La Differances, em Margenes dela filosofia, pp. 37-62 Téngase en cuenta que exe tenio ya bia sido publicado en el Ballerin de ta Sociad Francaise de Philosophie Gulio que Foucault rehtiye y Derrida cultiva? Pero, zen qué consiste exactamente ese «ties go»? 4Cual es la diferencia entre el pluralismo historic de Foucault y el de Derrida? Tal vez se encuentre, precisamente, en el modo de afrontar la diferencia, la pluralidad, la alteridad del otro. Pero, antes de abordar esta cuestién, continuemos con la erGnica de! debate. Foucault y Derride: historia dean debate —sobre ta horia 67 EI siguiente episodio de este debate tiene lugar tes afios después. En 1972, aparece la segunda ediciGn de la Historia de 1a locura. Foucault suprime el prologo de la edicin anterior y publica en su Iugar uno nuevo y més breve (para denunciar Ia insttueién misma del prélogo como cl «primer acto por el cual empieza a establecerse la monarquia del autor»). Adems, afiade al libro «dos apéndices, publicados anteriormente como articulos: el primero ya lo hemos mencionado; en el segundo es donde responde, por fin, ala critica que Derrida le habia formulado en 1963". El propio autor lo advierte en su nuevo prétogo: «trato de contestar a una notable critica de Derrida». Foucault e envi6 un ejemplar del libro, yen la dedicatoria le pedia disculpas por haberle contestade tan tarde. {Por qué tanto retraso en la respuesta? {Por qué volver sobre aquella. lejana erttica, ‘después de tanto tiempo? Segin Daniel Defert, la réplica la eseribi6 durante una estancia en Japén; Ja sugerencia de escribirla le vino de unos colegas ‘de la Universidad de Tokyo, que le habian invitado a pronunciar unas conferencias; y el motivo para escribira en ese momento no fue otro que Ja creciente expansin del pensamiento derridiano en las universidades estadounidenses, en donde la adesconstruccién» habfa comenzado a rivalizar con la «arqueologia»". Bl diseipulo se habia cconvertido en maestro, en otro maestro, y Foucault no parecia dispuesto a permitir que el discurso de su antiguo amigo se extendiese a costa de su propio discurso, Para él, la relacién entre ambos discursos —y, por tanto, entre ambos nombres propios— no pareet posible concebirla como un dilogo amable y pacifico, sino como una lucha de interpretaciones, como una relacién de fuerzas en conflicto, Habfan transcurrido ya nueve afios. Aflos intensos y decisives, en los que Derrida habia elaborado su «gramatologia» y Foucault su «arqueologta» (reelaborada, a su vez, desde la perspee- tiva «gencaldgica> de Nietzsche, en un importante articulo de 1971: «Nietzsche, la Genealogia, la Historia»). Es, pues, en cierto modo, ofro Foucault el que cesponde a Derrida, y esa otro Derrida al ‘que Foucault responde. Es inevitable, pues, imaginar (por ms que sea imposible determinar) lo que cada uno de tos dos debe al otro, en ese hacerse otro de cada uno. No obstante, ese otro Foucault ppretende ser el mismo de entonces; al menos, pretende seguir sosteniendo €] texto de antatio, reapropirselo una vez més, defenderlo contra un otro que esta en si mismo desdoblado (contra un lector que es ya otro escritor, contra un discfpulo que es ya otto maestro, y que, no obstante, al teeditar sus textos, también parece seguir siendo el mismo}; Foucault pretende, en fin, mantener el texto bajo su paternal tutela, bajo esa «monargufa del autor» que él mismo ha denunciado en su ‘nuevo prélogo. Pero el lenguaje que uliliza es nuevo; las nociones que pone en juego no estaban presentes en su viejo libro; sobre todo, es mueva la nocién de «acontecimiento discursif3) acufiada or Foucault en la leccién inaugural que impartis en el Collége de France, en 1970, con el titulo El ‘orden del discurso! 14 Mon corps, 6 paper fe tad. cst: «Mi cero, exe papel ese fuego, Historia de fa focura, 0. 0k pp 340-372). Una primera versién de este texto fue putlicads, con ef thulo «Michel Foueaslt Derida © no kano» («Réponse 3 Derrida»), en un mimero movogrifico que la revista japonesa Padeia dies 9 Foucault (y cn el. que tambidn se recogis el texto de Derrida): Paidew, n° 11, «Michel Foucault, | febvern 1972, pp. 13-147, El fexto frances de esa primera versinjaponesa pode lees shora en M. Fovcaul, Dit e éevts (1984-7988), 04. vol I, pp. 281-285 1S Tales, al menos, la versién que nos da el bdgrafo David Macey’ en Las vida de Michel Fuca, Cited, Madrid 1995, p. 308 16 EL orden det dscurso, Tosquts, Barcelona, 1974, Pua un ands de ete texto, remito a mi arteulo «{Como 10 Inablar de Michel Foveault?». en Nabi Palacios (ed), Tests de Filosofia, Universidad del Pais Vasco, Billo 1990, pp. 357-575, 68 ‘Atrio Campilo La réplica de Foucault no se hace eco de las objeciones generales que Derrida le habfa planteado ‘a propésito de la telacién hist6rica entre razén y locura, sino que se limita a debatir la exégesis del libro I de las Meditaciones metafisicas de Descartes, y areafirmar la diferencia de tratamiento que cen ese texto reciben el suefio y la locura. El argumento principal de Foucault consiste en mostrar, ‘una vez més, que la hip6tesis del suefio afecta s6lo a la materia de la «meditacion», es deci, al objeto y al valor del conocimiento, x la verdad de nuestras impresiones sensoriales més. inmediatas («mi cuerpo, ese papel, ese fuego», de los que habla Descartes), mientras que la hipétesis de la locura afecta a la caracterizacion epistemol6gica o médica (insanus) y, sobre todo, ala cuslificaci6n social o juridica (amens y demens) del sujeto meditante. Foucault considera que este desequilibrio entre la locura y el sueiio esté marcado en el texto de Deseartes por toda una serie de diferencias literarias entre los dos parrafos que se ocupan de una y ‘otra hip6tesis, y se sorprende de que un lector tan atento como Derrida las haya pasado por alto. Foucault subraya, ante todo, lo que él denomina «diferencias discursivas». Asf, a la «organizacién significante del texto» (a la que, segtin él, se atiene 1a nocién derridiana de «escrituras y su lectura dextualista» del Cogito), Foucault opone el reconocimiento de la «meditacién» cartesiana como luna especifica «prictica discursiva>, compuesta por tna seric de «acontecimientos» que no son sino «las modificaciones del sujeto por el ejercicio mismo del discurso». Como puede obscrvarse, Foucault ha abandonado la terminologia westructuralista» ala que aaelaba en los alos sesenta, y,en cambio, pone en juego una concepcién pragmistica del discurk2ke todo discurso, sea oral © escrito): «Todo discurso, cualquiera que sea, est constituido por un conjunto de enunciados que son producidos, cada uno, en su lugar y en su tiempo, como otros tantos acontecimientos discursi- Desde esta nueva perspectiva, la escritura cartesiana (y, en gencral, toda escritura) debe ser analizada como «prictica» y como «acontecimiento>, es decir, como un acto (0 una serie de actos) de enunciacién (o de inscripeién) cuyo andlisis permite determinar no s6lo el sentido del enunciado (© del texto) sino, sobre todo, la wseién entre el valor de dicho enunciado y la posicién de los sujetos que lo enuncian y lo recibelt“Ze trata de determinar la posicin que los Sujetos mantienen en reluci6n con el discurso, pero también la posici6n que, por medio del discurso, mantienen entre sf Es esta doble posicién, precisamente, Ia que pretende establecerse de manera muy clara en la s, los enunciados constituyen acontecimientos ligados entre s por realas formales, mientras que el sijeto del discurso permanece Ajo, neutralizado, no afectado por la demostracién. En una «meditaciém», en cambio, cada aconiecimiento discursive conlleva una modificacién en el sujeto del discurso, un cambio de posicién o de estado, El discurso de Descartes, dice Foucault, ¢s un discurso hibrido, «una medita- cidn demostrativa, es decir, «un conjunto de acontecimientos discursivos que constituyen a la vez grupos de enunciados ligados los unos a los otros por regias formales de deduccidn, y series de odificaciones del sujeto enunciante, modificaciones que se encadenan continuamente las unas a las otras», de modo que «los enunciados, formalmente ligados, modifican al sujeto a medida que se desarrollan». No puede leerse el texto cartesiano sin tener en cuenta esta especifica «préctica discursivan. Foucault vuelve a leer el citado pasaje de Descartes, esta vez para mostrar el «entreeruzamien- Foucault y Derrida: Wisteria de un debate —vobre ta historia to de la ama demostrativa y la trama ascétican, del «sistema» y del sejercicion. Descartes parte de luna proposicién sistematica: ‘oda verdad recibida de los sentidos debe ser puesta en duda. El ejemplo de la locura y del suefio no son Ilamados, como cree Derrida, para generalizar la duda a todo conocimiento sensible, puesto que esa generalizacién ya ha sido afirmada de antemano ni tampoco hay que imaginar, como pretende Derrida, que esos ejemplos los mencione Descartes para responder a la objecion de un supuesto lector, mas © menos ristico e ingenuo. istencia procede del propio sujeto del discurso: hay cosas sensibles de las que «razonablementes se puede dudar». Ahora bien, {por qué 10 se puede? «Es la imposibilidad, para cl sujeto, de efectuar, en el ejercicio que lo modifica a sf mismo, una duda tan general», Sobre todo, no se puede efectuar esa uda razonablemente, ya que «me expongo a perder esta calificaci6n de «razonable» que he puesto cen juego desde el principio de las meditaciones», al presentarme como un espfritu bastante maduro, libre de cuidados y pasiones, y aislado en un pacifico retiro, «La importancia de las palabras «poder dudar completamente» se basa en que marcatt el punto de cruce de las dos formas discursivas: la del sistema y la del ejercicio: al nivel de 1a discursividad ascética, atin no se puede dudar razonable- ‘mente. Por tanto, es ésla la que va'a dominar el desarrollo siguiente, y, en ello, Jo que se encuentra ipefiado no es la extensiGn de las cosas dudosas, sino el estatuto del sujeto dudante, la elabora- ci6n calificadora que le permite ser a la vez «omnidudante» y razonable>. La resistencia procede del sujeto del discurso, y, precisamente por ello, las cosas sensibles de Jas que «razonablemente no se puede dudar» son aquellas, «vivas» y «préximas», que conciermen al acto mismo de la eauaciacion, al acontecimiento singular de inseripcién del texto, a «todo el sistema de actualiddiue caracteriza este momento de mi meditacisa» (mi cuerpo, ese papel, ese fuego): «Es capital el hecho de que Descartes no evoque aqu‘ la certidumbre que se puede tener, en general, del propio cuerpo, sino todo aquello que, en este instante preciso de la meditacién, resiste, de hecho, a \n efectuacién de la duda por el sujeto que medita actualmente. Puede verse que no son cciertas cosas las que, por si mismas (su naturaleza, su univyssalidad, su inteligibilidad), resistirfan a la duda, sino, antes bien, lo que caracteriza la actualiddidel sujeto meditante (el lugar de sty meditaciOn, el gesto que esta haciendo, las sensaciones que Haman su atencién), Si realmente dudara de todo este sistema de actualidad, ;atin seria razonable?». Para romper esa resistencia, Descartes recurre a das ejemplos que permiten poner en duda el sistema de mi actualidad: la Jocura y el suefio. Ahora bien, :cusl es la diferencia entze ellos? ,Por qué es preferible el suefio a la locura? Porque la locura es un «ejemplo demasiado fuerte», que le permite al sujeto efectuar la duda, pero que, al mismo tiempo, le descalifica por completo como sujeto meditante: «las dos calificaciones «sujeto dudante»-«sujeto meditante», en este caso, no son. simulténeamente posibles»: «Que la locura sea planteada como descalificante en toda biisqueda de la verdad, que no sea «razonable acudir a sf mismo para efectuar la duda necesaria, que no se la ‘pueda fingir ni por un instante, que inmediatamente se haga obvia la imposibilidad de la asignacion del término demens: tal es el punto decisive en que Descartes se separa de todos aquellos para uienes la locura puede ser, de un modo 0 de otro, portadora o reveladora de verdad». Derrida no ha sabido reconocer, segtin Foucault, este entrecruzamiento del sistema y el ejerei- fo, de la edemostracién» y la «meditacién», por muelio del cual (0 en razén del cual) es exeluida la locura como des-calificacién del sujeto meditank2Derrida, al imaginar detras de la escritura de Descartes esta otra voz, objetante e ingenua, ha borrado todas las diferencias del texto». Y, con elas, ha botrado la diferencia radical entre la locura y el suefig.Al actuar asi, «Derrida proseguta la exclusién cartesianan. Ahora bien, 2por qué Derrida prosiguieo Descartes, al tergiversar su texto? {Por qué repite la exclusién de la locura, al excluit que haya tal exclusién en el discurso del Cogito? 70 Anu Campi Porque ello revelaria una determinacin historica del discutso filos6fico a la aug Derrida se opone. Aqui, en muy pocas Tineas, Foucault alude a esa concepeiéa trans-histé Ia filosofia que Derrida habia defendido en su conferencia de 1963: «Para Descartes, el sujeto meditante debia excluir la locura al calificarse como no-loco. Ahora bien, esta exclusidn, a su vez, es demasiado peligrosa, sin duda, para Derrida: ya no a causa de Ia descalificacién con que amenaza con anular al sujeto filosofante, sino por la calificacidn con que marcaria al discurso filos6fico; lo determina ra, en efecto, como «oir» que el discurso loco; estableceria entre ellos una relacién de exterior dad, haria pasar al discurso filoséfico al «otro lado» en la pura presuncién de no estar loco. Sepatacién, exterioridad, determinacisin de las que debe salvarse el discurso del filésofo si debe ser ‘proyecto de exceder toda totalidad terminada y determinadan. Por tanto, hay que excluir, porque es determinante, esta exclusi6n cartesian: En cuanto al pasaje del Genio Malignt-gara Foucault no supone una verdadera consideracién de la hipétesis de la locura, sino todo lo contrario, «puesto que en la locura yo creo que una parpura, ilusoria cubre mi desnudez y miseria, en tanto que la hipétesis del genio malo me permite no creer que existen ese cuerpo y esas manos (...) Si el genio malo retoma las potencias de la loctera, es después de que el ejercicio de Ia meditacién ha excluide el riesgo de estar loco». Foucault cita el texto de Descartes para mostrar «que, ante el astuto engafiador, el sujeto meditante se comporta no ‘como un loco enloquecido por el error universal, sino como un adversario no menos astuto, siempre cen guardia, constantemente razonable, que permanece en posicién de soberano ante su ficeién». ‘Tras una larga y pormenorizada réplica, de la que yo s6lo he mencionado Ios argumentos cesenciales, Foucault lanza una durisima acusaciGn contra Derrida, contra su modo de leer los textos filosoficos, y, de modo mas general, contra su concepcién de la historicidad de la escritura. La acusacién que le dirige Foucault cs doble: cl procedimiento de la desconstruccién, como provedi- ‘miento de lectura, al insistir en la diseminacion y descontextualizacién del sentido, no solo deja fuera del analisis los contextos historicos de inscripci6n del discurso, y en especial los regimenes de poder especfficos en los que se encuentra inscrita toda «practica discursiva», sino que, al hacerlo asi, pone en juego una muy vieja préctica discursiva, un régimen politico del discurso que es tan antiguo como la filosoffa misma: In priictica pedagogica del «comentarion”. La critica a Derrida 17 He aor las palabras de Fuca: «Acac haya que pregunta €6mo un autor tan minacieso como Deri, tam tent a los textos, haya podido no slo comet ans ofmislones sino tambign operar tans despzamientos,ineryeneiones, sutilones, Pero acao se lo deba amo pregunta en la didn en qe Derrida hice mas que renimaren su Vetura tina muy anvigua tadicie, Por cierto, es muy consiente de ello, yet ila parceeeonfortarl. En todo cas. Je ‘epuiana pensar qu los inérprteselisics, por instencidn, no haya peeibido la importanca y ta singoaridad det passe sobre Ia hooray ol suet, toy de acuerdo al menos en un hectic: noes or on efecto de su inatencidn por lo que los intépretes elisieos han perdido, antes qve Dera y com I ese pasje de Descartes. Espo sistema, Sisema ayo repeesenlante mis decisive 5 hoy Derrida en su ultimo bilo: reduce de Is prcticas dscusivas a fas wazas texwales; elision de los {contecimientos queen ells se rode, part no conserar ds que Is mreas para una letra: inven de voces desde los textos, pare no tener que analiat los uodos de implicaién del sueto em lox discuss; asignacion de 10 ‘rginario cor dich y no dicho ene exo, pra no emplazar ls prictcasdiseutivas ene carnpo de as ransforms- cones en que se efetan. “No diné que es una metas, fo metaica,o su rein, Jo que se acuta en sta stxtulizacine dels précieas ‘icursivax echo ms jos: dine que es uta pequenapedagopkahistriarneme bien dterminada logue de mene Inwy visible, se manifesta, Pedayogis spe enseia a lire que no hay ra fuera del text, pero gue en él em sus Imerstiios, en sus espoios no dic, tena la reserva del rigen qe, por ano, no es necesito i buscar en ote pre, sino aul mismo: no en as palabras, disctamente pero sels palabras com borrocs en 3 rdf se sie wl Fenido dl ser» Pedagopis gue, inversamente. da ala Wor de los moestos esa soberana sin limite que le permite ‘odes indiidmente el esto» ora dela lac 370570), Foucault y Derrida: Kstora de un debate —sobre ta historia n con la que concluye este texto 5 desartollads més extensamente por Foucault en Ia versién redactada para la revista japonesa Paideia™ 6, Derrida no contest6 a la violenta réplica de Foueault. La relacién personal ¢ intelectual entre ambos quedé interrumpida durante otros nueve afos. Peto la nocidn foucaultiana de «aconteci- rmiento discursivo» ya habia sido problematizada por Derrida en una importante conferencia diclada en 1971 y editada en 1972: «Firma, acontecimiento, contexto»™. En este texto, Derrida no diseute directamente con Foucault sino con Austin, pero el propio Foucault se habia reconecido deudor, precisamente en el seminario «{Qué es un autor», de la teorfa pragmatista de los «actos de habla». De modo que la crftica de Derrida a la nocidn de «acto de habla» y alos presupuestos que implica puede ser considerada como tna respuesta a los reproches de stextualismo» que Foucault le habia hecho en ese mismo seminario, y que volvers a repeti en el apéndice de 1972 sobre Descartes. El argumento de Derrida es el siguiente: la significacién de un acto discursivo, sea oral o escrito (y.en general, de un gesto, de una huella, de una marea cualquiera), no puede ser determinada de tuna vez por todas, ni remitiendo al querer- defensor de esos supuests. Frente a ells, Foucault considera: 1) «Que a sot vo es wi histicamente nl gi ments funadors de conecimino, sino que existen condiciones y reps de formacidn del saber laseuales el disso floséfico se encuonia sometid en cada épocs, como eli fra forma de dscursa com pretension raion: 2) Que la ssiematicidad que liga ents as formas de dscuro, lox concepts, ls innituciones, us prctcas, 0 es del ‘orden nde un pensamient radial olvidado,reeubento,desviado de x misno, ni de un inconseieme freuiano, sino ‘que existe un inconsciemt dl sober que ten sus Tormas y aus rela especficasy 3) En fi, qu stata de vestadisn Y analizar los sacontecimintos» que puede productse cm el orden del saber y que no pucden redacrse nia tly ‘general den eprogreson ni ala epeticn dew evgen> ha uadocin es 19 Comusieuidn presenta en el Congrezo Intemacional de las Sociedades de Plesoia de lengua francese (Montreal 1971) ecopida lego en Margenes de Lo flosoia. op. 347-372 R Antonio Campo fa toda marca, a toda huclla, Esta tesis «gramatolégicay parece, pues, itreconciliable con las pretensiones «arqucolégicas» y «geneal6gicas» de Foucault, y en particular con sv nocién de cacontecimiento discursivo>. Pero no hagamos juicios apresurados, En un coloquio mantenido con un grupo de historiadores y publicado en 1980, Foucault ‘describié sus investigaciones geneal6gicas como un trabajo de «eventualizacidy{ Alli donde otros pretenden encontrar una constante hist6rica o una necesidad antropol6gica, él trata de haver apare- ‘eer una «singularidads, un acontecimiento tinico y azaroso. Pero ese acontecimiento singular, a su vyez, ha de ser analizado como «un ‘pol{gono’ 0, més bien, un ‘poliedro de inteligibilidad’, cuyo nGimero de caras no esta definido de antemano y que jamés puede ser considerado como totalmente acabado. Hay que proceder por saturacién progresiva y forzosamente incompleta»”®. Ya en 1964, en €l VII Cologuio de Royaumont, dedicado a Nietzsche, Foucault present una célebre ponenci (itulada «Nietzsche, Freud, Marx»), en la que hablaba de la «interpretacién» como una «tarca infinita». Este cardeter interminable de la interpretacién tenia para Foucault una doble implicacién, En primer lugar, «no hay nada absolutamente primario para interpretar, porque en el fondo ya todo ¢¢ interpretacién, cada signo es en sf mismo no la cosa que se ofrece @ la interpretacion, sino la interpretacion de otros signos»; de aquf deduce Foucault que la interpretacidn «es una relacién mas de violencia que de elucidacién (..); ella necesita apoderarse, y violentamente, de una interpreta- cin que esté ya alli, que debe trastocar, revolver y romper a golpes de martillo». En segundo lugar, «la interpretacién se encuentra ante la obligacién de interpretarse a sf misma hasta el infinito>; esto quiere decir que ha de interrogarse por el «quién> de la interpretacién, en un movimiento que n0 es lineal sino circulars: de aquf deduce Foucault que ka interpretcion, al cuestionar la. propia posicién del sujeto interpeetante, le obliga a moverse «en esa regién intermedia entre la locura y el puro lenguajes. Estas mismas ideas sobre el cardcter «infinito» de la imterpretacién, sobre la «violencia» que ejerce con respecto a los otros y sobre el «sacrificiow que exige con respecto a uno mismo, vuelve 4 formularlas Foucault siete afios después, también a to de Nietasche, en otro texto igual- mnente important: «Nietzsche, la Geesogi, a isons) «St interprear es apropase, voles o subrepticiamente, de un sistema de reglas que en sf mismo no tiene significaciGn esencial, € imponerle una nueva direccién, plegarlo a una nueva voluntad, hacerlo entrar en otro juego y someterlo a reglas secundarias, entonces el devenir de la humanidad consiste en una Serie de interpretaciones. Y la genealogia debe ser su historia”. Esta violencia inherente a toda sinterpre~ taciény (incluida la interpretacién egeneal6gica») hace imposible «comprender» al otro, «tecono~ Ccemnos» en él, «teconciliamos» con él, pero hace igualmente imposible seconocermos o reconciliar- ‘nos con nosotros mismos en una idemtidad segura de sf Es precisamente el problema de la violencia (en la apropiacién del discurso del otro) el que parece marcar la difereneia entre el pluralismo histérico de Foucault el de Derrida. Pero no nos apresuremos a sacar conclusiones, no cometamos la violencia de concltir, porque la historia de este debate ain no ha coneluido (y tal ver no podames, tal vez no debamos darla munca por conclu), 2 Meta Fred Har Sl Pat 196 en cn Aap, Bocconi, 1D. Mra feta pa Folens ce wes ae vege 8 or ete: CUR 19 See aacla exPrseane, Vlei (5 La ine ced cn Oba de ttc pe sta Foucaull y Deri: Mtoe de un debate —sobre la historia B 7. Ein diciembre de 1980, Derrida acudié a Praga, invitado por un grupo de disidentes, para impart un Seminario clandestino. Las autoridades comunistas de la extinta Checoeslovaquia le detuvieron bajo la acusacién de trfico de drogas. En Francia, la noticia provoeé un gran revucto, los intelectuales manifestaron su indignacién y el propio presidente de la repiiblica, Frangois Miterrand, exigi6 al gobiemo checoeslavo la liberacién del filésofo. Uno de los intelectuales que ms activos se mostraron en la protesta, recogicndo firmas y acudiendo a la radio, fue precisamente Michel Foucault, Tras su regreso, el I de enero de 1981, Derrida le telefone6 para agradecérselo, A partir de entonces, y hasta lz muerte de Foucault, el 25 de junio de 1984, volvieron a eneontrarse varias veces. Desde entonces, Derrida se ha ocupado de Foucault en dos ocasiones diferentes, con motivo de ‘otros tantos homenajes al filésofo desaparecido. En abril de 1986, Thomas Bishop organiz6 un homenaje a Foncauit en la Universidad de Nueva York, y Derrida particip6 con una conferencia inédita titulada . En segundo lugar, lo que Foucault estéreconociendo aquf wes que ya habia comenzado esa ‘cosa llamada contemporsinea, en la edad clisica y con el Genio Maligno, lo cual guigentemente, desde mi punto de vista al menos, no puede dejar intacta ni la categoralidad histéridh referencia ni la presunta identidad de algo como la edad clésica (por ejemplo)» Esta segunda conelusién nos devuelve de Descartes a Freud, de un extremo al otro de Ia categorizacién hist6rica elaborada por Foucault, pero no es sino para reconocer, una vez més, la posicin ambjgua de Freud con respecto a esta categorizacién, dada I recurrencia con que Foucault Jo sitia tanto de un lado como del otro de esa supuesta frontera histérica que separarfa a la edad ‘lisica de la edad contemporsnea, a «los otros» de «nosotros». De modo que este aparente movi Imiento de avance es en realidad un movimiento de retorno, de recurrencia, de compulsiva repe cin, de obsesiGn perpetua, de locura, como si el Genio Maligno no dejara de amenazar las 24 Cito este fragmento de Foucault sigulendo la waduccin de Cristina de Pert Foucault » Derrida: Nstoria de un debate sobre ta historia n razonables categorizaciones histGricas, las demarcaciones de épocas, edades o epistemes, las ubica- cciones de nombres propios, las exclusiones e inclusiones tajantes, las demarcaciones entre «los otros» y «nosotros», y,en vihimo término, Ios juicios condenatorios y absolutorios (por ejemplo, a propésito de Descartes y de Freud). De hecho, la figura del Genio Matighcls evocada por Foucault una y otra vez, sea para identificarla con la siempre amenazante sinraz6n (en la Introduccién a la Tercera Parte de la Historia de la locura, a propésito de la obra de Diderot Fl sabrina de Rameua), 0 sea, por el Contrario, para identificarla con el psicoanalista como médico-taumaturgo que pretende conjurar dicha sinrazén en el enfermo (en las paginas finales del «Nacimiento del asilo», en donde Freud aparece como continuador de Tuke y de Pinel). Aftos més tarde, en las paginas finales del primer Volumen de la Historia de ta sexuatidad, Foucault Wegard a hablar del «genio bueno> y del «genio malo» de Freud (pero ya el propio Freud, segdn nos recuerda Derrida, se habia presentado a sf rismo como «abogado del diablo» en Ms allé del principio de placer, precisamente porque en esta obra cuestiona la tentacién pansexualista de sus anteriores ensayos psicoanaliticos). De modo que el Genio Maligno regresa obsesivamente en el discurso de Foucault, y cuando lo hace se presenta tanto del lado «bueno» (la sinrazén) como del lado «malo» (la razén médica), con lo que parece desestabilizar no sélo la frontera entre las épocas sino también la frontera entre la razén y la locura, y, de modo general, toda frontera, toda Kégica oposicional entre un afuera y un adentro, 0 centre una ausencia y una presencia, 0 entre un lado «malo» y un lado «bueno», o entre un «los otros» y un «nosotros». Derrida habla de una «funciGn recurrente del Genio Maligno», y la relaciona con lo que en 1963 llamé el «punto hiperbdtico de la raz6n, precisamente su punto meta- historico o trans-histrico. Y con esto entramos en el segundo gran grupo de cuestiones ametodolégicas» o «filoséficas» que Derrida pretende plantearle a Foucault a propésito del del psicoandlisis frente a los diagndsticos hist6ricos foucaultianos, ni tampoco cuestion& At «interés», 1a «necesidady, la «legitimidad» de las grandes «historias» emprendidas por Foucault (desde la Historia de la tocura hasta la Historia de la sexualidad). Su propésito, al plantear toda esta serie de cuestiones que aqui hemos resumido, «s6lo podria tender (seria, en resumidas cuentas, una especie de modesta contribucién) a complicar un poco una axiomitica y, a partir de ahi, quizds, ciertos procedimientos discursivos © conceptuales, sobre todo en lo que concierne al modo de inscribirse en su edad, en el campo histérico que sirve de punto de partida y cen su referencia al psicoanslisis» De este complejo y prolongado debate, yo quisiera subrayar los argumentos que considero decisivos. Derrida pretende que el sentido del texto cartesiano (y, por tanto, su valoresy alcance, su persistencia hist6rica) no queda agotado y determinado por la relacién con sw épockeds decir, con tuna determinada forma histérica de racionalidad, con una determinada forma de oposicién entre raz6n y locura, Pero, para apoyar esta pretension, recurre a dos argumentos diferentes, por no decir contradictorios: por un lado, afirma que la exclusién de la locura practicada por Descartes en el 25. Derrida subraya ia palabra prablemarisable porque erce, como dirt mis adelante, que Ia idea foucautina do vproble rmatizacién»,en la medida en que alude a una unidad o un conjunto estan peoblemitica como la idea de «€pocas 0 de sispositivor Foucault y Derrida: Mtoria de wn debate sobre la historia 9 camino de la duda es, on realidad, una exclusién transhistériea o trascendental, inheremte a todo discurso con sentido, a todo discurso (podriamos aftadir nosotros) con nombre propio (incluido discurso del propio Foucault; por ote lado, Derrida pretende mostrar que en el texto cartesiano no sélo no es excluida la locura sino que es ineluida, bajo forma de Genio Maligno, como una posibilidad inherente al discurso de la raz6n en su «punto» tanshistérieo de duda hiperbolica, es decir, como una posiblidad que harfaimpropio todo nombre propio, al arrebatarle expropiarle la propiedad del discurso. Derrida trata de conciliae estos dos argumentos asignindgty al logos una doble cara, finite © infinita, determinads e indeterminada, histGcica y transhist6rid@El logos estaria siempre histrics- mente singularizado, pero nunca estaria propiamente determinado por el nombre propio del autor, de la fecha, del lugar. Ep-splacién con esa «linea de divisién» que Foucault establece entre la perspectiva traseendentalila perspectiva historiea, es obvio que Dentida se sitia en el limite ‘mismo entre ambas, ya que no defiende la unidad uascendental de la raz6n, independiente de su discursivided y, por tanto, de su historiidad, pero tampoco acepta la diversidad hist6rica de las racionalidades como una diversidad de épocas o de lenguas inconmensurables, «intradueibles» entre sf. El hecho de que todo logos esté histricamente inscrto no significa que no pueda ser reinseito en otros contextos histigps, puesto que toda inscripciGn, recisamente por set historia, ¢ ya, de entrada, una seinscripciGelEn otras palabras, no cabe suponer una inseripeién primaria u ia, ahistrica, pero, por ello mismo, tampoco cabe un contexto limite de inscripcién, un contexto primero sltimo, una suspensién 0 epoché de la historia, una época cerrada o determinada de una vez por todas, perfectamente separable 0 diferenciable de todas las otras. Sin embargo, es esto precisomente lo que Foucault pretende: determinar las diferencias epoca- les, hacer aparecer las discontinuidades histricas. Oponer, ala supucsta unidad de un sujeto 0 de tuna razon, la dispersiGn temporal de las subjetividades y la multplicidad irreductible de las racionalidades. Y ello con el fin de mostrar su singularidad y contingencia, su no universalidad, su no necesidad, Foucault sospecta de toda comtinuidad hisiérica, porque cree descubrir en ella la hegeliana «astucia de la RazGn», el movimiento totalizantey toalitario de la dialética, esto es, Ja protensién de resiablecer In necesidad de una razén y la unidad de un sujeto, en definitiva, la teleologia de un espiritu que se reine y reapropia, que se recobra y reconclia consigo mismo, a través —y més allé— de la aparemte ispersién temporal. Frente a esta teleolonfa, Foucault trata de reconstrur lo epoca, lo singular, lo contingente de una expericncia y de un pensamiento, especial- mcnte de esa experiencia y ese peusamiento que determinan nuestro presente, nuestra identidad, ruestro «nosotros», y que, por medio de su reconstruccign «arqueol6gica» y «genealdgica», ven- drfan a ser cuestionads, problematizados,suspendidos, sometidos a la duda 0 epaché. ‘Ahora bien, para practicar esa duda 0 epoché, ;n0 hay que intentar satir de ta propia épokesie 1a propia determinacisn epoca, elaborando un pensamiento intempestivo? ;No hay que intentar un punto de vista trans-histrico o «cuasitrascendentab» ; no ba sido ése el gesto del propio Descar~ {es, y, en general el gesto caracteristco del pensamiento filos6fico? {No es ése el «tiesgo», la dlocura» a la que permanentemente se entcega la filosofia, el punto hipesbolico a tavés del cual se ‘comunican entre sf el presente y el pasado, «nosotros» y «los otros»? Esta es la pregunta que Derrida le hace a Foucault, Pero cl propio Foucault no ha dejado de hablar, una y otra vez, del «sactficion del sujeto de conocimiento (n0 s6lo como «tiesgor, sino también como esperanza, 26 Laima ver, pace ates de mei, en ws pasje muy ctado de s intodccin al segundo Volumen dela Historia de (a serualidad (El so de ls pacers, 8. XX, Made. 1987, p. 12) 80 Aono Canpillo ‘como promesa) de Ia aventura filosofica”®. En cualquier caso, esté claro que Derrida no detier tm ctu lal eat is Gpoca, poo find la tli de nsvishe vente reinscripcién o traduccién entre ellas, precisamiente porque porque cree que ése es el nico modo de pensar —como pretende el propio Foucault— la singularidad, a contingoncia, la historicidad inherente a toda razén y a tad sujeto, a todo discurso y a todo nombre propio. La respuesta de Foucauli<] Derrida podria formularse asi: si se afirma que la relacién entre raz6n y locura es una relacién transhist6rica, incesantemente reelaborada o reinscrita, je6mo reconocer la singularidad de cada inscripeién, de cada relacién hist6ricamente dada, sino se subrayan sus rasgos diferenciales en relacién con otras inseripciones? Y, para subrayar tales liferencias, ;¢¢6mo no reconstruir el contexto hist6rico-lingiifstico de dicha inscripeién o reinscrip- cid? Por més que ningtin contexto pueda ser definitivamente cerrado o saturado, por més que la inteligibifidad de un acontecimiento diseursivo no pueda ser determinada exhaustivamente, por més ue Ia interpretacién sea tna tarea infinita, ;e6mo pasar del andlisis filos6fico 0 «cuasitrascenden- {al> de la historia, entendida como différance infinita de marcas singulares, al andlisis historiogré- fico o «cuasiempiricon de ese movimiento de différance, sin intentar reconstruir hasta el limite de lo posible la singularidad de cada marca y de su contexto de inscripcion? Podirfa intentarse, pues, una aproximacin, un «didlogo>, una «reconcifiaciGn entre Derrida y ; podria intentarse redocir la distancia que les separa, pacificar la contienda que les dria intentarse, en fin, cerrar la herida y clausurar el debate, concluyendo apresurada- mente que la diferencia entre ellos no es més que una diferencia de estilo 0 de acento, una diferencia meramente «metodol6gica». Ambos coinciden en que el pensamiento filoséfico debe pensar radicalmente la historicidad de la experiencia, comenzando por la experiencia mjeya del pensamniento, pero Derrida cree necesario hacerlo mediante un andlisis «cuasitrascendentatee las condiciones generales o regulares de la historicidad, mientras que Foucault eree necesario hacerlo mediante un andlisis «cuasiempftico» de las condiciones particulares 0 singulares de la misma. Por ‘es0, Derrida tiende a acentuar cl movimiento longitudinal de persistencia, de remisin, de reinscrip- cin, de «traducciéno incesante entre las diferentes configuraciones histOricas del pensamiento, ello a través de la lectura preferente de textos de autor (textos de creacién filoséfica y/o literaria), mientras que Foucault tiende més bien a sefialar el movimiento transversal de ruptura, de disconti- rnuidad, de inconmensurabitidad, de incomunicabilidad entre las épocas, entre las epistemes, entre Jos discursos, y ello através de la lectura de textos jurdicos y cientficos directamente relacionados con pricticas institucionales de control y gobierno de los individuos. Tanto la «gramatologia» como Ja «gencalogian son una ontologta de la historicidad de ta marca, y 1a marca es concebida a un tiempo como signo y como fuerza, pero también como acontecimiento singular y como elemento serial o regular de un sistema diferencial de signos y de fuerzas; lo que ocurre es que la «gramato- Jogfa tende a acentuar la marca/sign({3]su movimiento de prsistencia, mientras que la , en Dasa, 11,1992, pp. 129-101 30 Bonner te temps, Lafousse monnae, Galle. Pais, 191 (hay wa. expat de Ctistna Pert en Pad, Baccchna, 1995), «Donner la mor», en £'éhique as don. Jacques Derrida et ta pensce du don, Cllogue Je Royauinon, (Giciembre 1990), Meaie-Tranition, Pats, 192, ‘Adem de ls volimenes IL TM de sa Historia de la sexualided, vane «El sujet ye poder, en Saber. 3. msyofunio 1985, pp. 14-28; Teenofogas del yoy tvs textos ofines, PadufICE de la Univ. Autnoma de fcelona, Barcelona, 1990: 4A propos de la génesingie de Ihiques, en H.L. Dreyfus y P. Robinow. Miche! Fowcaul: wn parcours hilosophique, Gallimard, Pasi, 1984, pp. 322-346; Hermenéutien de! sco, La Piquta, Madi 1994, ca, Barcelona, 1984; «Fuerza x 82 Antonio Capit Nietzsche: «Pienso que no hay que referirse al gran modelo de Ia lengua y de los signos, sino al de la guerra y de la batalla. La historicidad que nos arrastra y nos determina es belicosa, no es habladora. Relscién de poder, no relacién de sentido. La historia no tiene «sentido», lo que no quiere decir que sea absurda © incoheremte. Al contratio, es intcligible y debe poder ser analiza hhasta su mas minimo detalle, pero a partir de la inteligbilidad de las luchas, de las estrategias y de Tas ticticas»™. Si el modelo de la lengua permite pensar en una comunicabilidad del sentido, en una ccontinuidad de la memoria, en un diélogo pacifico, en una reconciliacién entre los individuos y las épocas, el modelo de la guerra pone en cuestién todos esos presupuestos, y en su lugar introduce tuna interminable lucha de fuerzas, una discontinuidad que nos separa a unos de otros y que fragmenta nuestro propio ser. odria pensarse que Derrida adopta e! modelo de la lengua y Foucault el modelo de la guerra. Podria pensarse que Derrida se decanta hacia el lado de la caridad judeo-cristiana y Foucault hacia el lado de la libertad pagana. Eso es, en realidad, Io gue el propio Foucault parece reprocharle a Derrida, Pero Derrida tiende a cuestionar, mas bien, la alternativa entre ambos modelos, tiende a desestabilizar la seguridad con que cada uno de ellos se afirma frente al ol, y es esa seguridad lo {que parece reprocharle a Foucault. He aqui cl «riesgo» que Derrida cultiva y Foucault rebiye riesgo de transitar por el bode, por la bisagra que abre y que cierra la puerta entse ambos model rmanteniendo a tn tiempo la posibilidad y la incertidumbre en el juego entre la fuerza y el sentido, entre la violencia y la justicia, entre lo griego y lo judo, He auf también e! riesgo que en este ariculo he querido correr, al recorrer el debate (litigio {ylo didlogo?) entre esos dos diferentes discursos a los que tanto debe mi propio diseurso; al reabrir 1 archivo, la historia, la diferencia (;guerra y/o alianza?) entre esos dos nombres propios que han pasado a formar parte de mi propio nombre. Marcia, 21 de marzo de 1995 432 «Venda y pode, en Microfisia del poder, oc. 9 179. Sobre el smodelo béicor remito- mi abajo: De la gue ‘epacio del saber, saber del espacion, en Lats) ofrafs) historias), UNED de Berga, 4 199, pp. 67-18 hay tad inples: sn War: The Space of Knowledge. Knowledge of Space», en Ricardo Migieh Alfonso y Silvia Caporale Blazin eds), Reconsractng Foucault: Essays i the Wake ofthe 80s, Rodop, Amststam-Atlania, 1994, pp. 277 299),

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