‘comienza Ia ciudad y sus primers ruidos
‘no pueden despertar el sueto en los
[eaguanes
ria la sombra apretada en las escaleras
Pero wuelan palomas
Sergio Gonsélez Levet
Cuentos para después de
hacer el amor
‘Asi como hay la estirpe de los Buen-
dia en Cien afios de Soledad, hay en
Ia literatura colombiana la estirpe de
Garcia Marquez. Una presencia avs
salladora, el modelo de una escritu-
ra fruitiva, asombrosamente eficaz,
y al mismo tiempo el modelo del éxi-
to. Sin embargo, la presencia cultu-
ral de Garefa Marquez en Colombia
(como también en toda América La-
tina) es tan paralizante como germi-
nal: en particular los jévenes escri-
tores que buscan su expresién apren-
diendo de los viejos maestros, en-
ccuentran en Gareia Marquez a la vez
tun impulso y un freno, un estimulo
yun ahogo, No hay duda de que
Gareia Marquez dio una gran leo-
cign a la narrativa contempordnea al
censefiarle la fecundidad de la imagi-
nacién, al indicar derroteros por los
cuales el atemperado espiritu Ia
noamericano podia encontrar una
forma de expresién frente a los gas-
tados cénones europeos. La imag
‘in al poder fue la consigna impli-
cita en 1967 cuando aparecié Cien
‘ios de Soledad; \a imaginacién al
poder fue uno de los lemas centrales
92,
—independientes del escritor colom-
biano— que enarbolaron los estu-
diantes en su levantamiento de ma-
yo en Paris.
Pero asi como la imaginacion de
Garcia Marquez (tropical y liberada,
a diferencia de la de Borges, europea
y cerebral) abria los cauces para una
literatura joven y viva, el éxito apa-
bullante de la novela de 1967 y sus
formas particulares de contar, hicie-
ron que como modelo fuese irrepeti-
ble. Un maestro demasiado grande
hhacia que sus posibles discfpulos se
sintiesen minimizados, con las puer-
tas de la sabidurfa literaria cerradas
ppara siempre. ¥ como el boom per-
miti6 sonar con los éxitos siibitos,
aquellos éxitos que desmentfan la las-
ga paciencia necesaria en los mejo-
res escritores (Arguedas, Onetti, Rul-
fo, Carpentier y tantos més), a la
ambicion de calidad literaria se su-
m6 la ambicién de una notoriedad
repentina e inverecunda, Un escritor
‘como Alvarez Gardeazabal, que ha-
bia resentido la influencia de Garcia
Marquez. en varios libros, se obliga
a aclararle al lector, en El Titiritero
(197), que “no va a encontrar nin-
iin divertimento drabe ni ninguna
caja china de esos que los novelistas
uusan para atraer el lector. Estard us-
ted siempre con los pies en la tierra,
no se montaré en ninguna alfombra
voladora ni le van a llover maripo-
sas amarillas desde el cielo”.
Superar esa cuesta es hazafia do-
ble para un joven escritor colombia-
no: sin negar Ia leccién de Garcia
Marquez, ha de alejarse de su fatal
encantamiento, ha de encontrar un
Jenguaje personal. Y esto es lo que
hasta cierto punto ha logrado Mar-
co Tulio Aguilera Garramufo en sus
Cuentos para después de hacer el
‘amor (México, Editorial Leega Li-
teraria, Coleccién Narradores Ame-
ricanos, 1983, 142 pp.), dado que en
su primera novela, Breve historia de
todas las cosas (Ediciones de La Flor,
Buenos Aires, 1975; 2a. Edicion de
Plaza y Janés, 1979) no habia podi-
do evadirse del canto de sirena de
Cien aos de Soledad. Seymour
Menton, en su libro La novela co-
lombiana: planetas y satélites (1978)
afirmé: “Mientras varios escritores
colombianos no han podido resistir
In atraccién del Maestro de Araca-
taca(..) ninguno se ha acercado tan-
to al astro sagrado de Cien afios de
Soledad como Marco Tulio Aguile-
ra Garramufio en Breve historia de
todas las cosas”. Después de esta no-
vela Aguilera Garramusio publicé al-
unos cuentos en Alguimia Popular
(1979), pero es en los once Cuentos
para después de hacer el amor don-
de se dan las maneras de distancia-
miento y bisqueda personal, acep-
tando sin embargo el reto central de
las letras hispanoamericanas: la fan-
tasia y el humor.
Los cuentos de Cuentos... no son
en realidad “cuentos de amor”, co-
‘mo podria creerse en primera instan-
cia, y el erotismo en general esta des-
leido por disolventes corrosivos como
el humor negro, sarcéstico, oel em-
pleo barroco del lenguaje. Los per-
sonajes buscan el contacto con el otro,
Ja consumacién del amor, pero las
historias (y Ia inclinacién a desenla-
‘ces sorpresivos, a veces de meros gi-
ros de lenguaje), nos demuestran unaesolucién grotesca, cruel. En “Amor
fontra natura”, el rinoceronte hari
‘damor pero no con un animal de su
risma especie sino con un helicép-
tero; en “Historia de un orificio” un
nfo descubre “el terrible secreto” de
Jaserualidad al ver fornicar a su ma-
dre; en “La piel més tersa”, la cari-
‘Gia final, “el placer definitivo” que
‘cuatro mujeres le dan al hombre que
las explota parece ser (el texto lo su-
ere sin decirlo expresamente) la
muerte; en “Viaje compartido” el
hombre que le narra a su mujer la
bisqueda de placeres obscenos en un
teatro para adultos, recibe de ella,
enla linea final del cuento: “yo tam-
bién tengo algo que contarte”, alu-
diéndowe asi aun desliz equivalente de
parte de la mujer. En resumen, la se-
ualidad, tal como aparece en los
cuentos de Cuentos..., es tortuosa y
torturada, desolada, hecha de frus-
traciones y desvios. En vez de cons-
tituir un canto a la vida, el lawren-
iano impulso animal del hombre,
parece una construccién del error y
el horror.
Es el lenguaje lo que salva y pier-
de por igual a Aguilera Garramuo,
esl lengua el objeto del erotismo.
Un lenguaje narrativo al que dedica
su especial asedio amoroso, conside-
rindolo acaso el principal personaje
de sus cuentos. En este nivel, puede
afirmarse que Aguilera Garramuno
‘8 uno de los escritores colombianos
mejor dotados del postboom, y que
de Breve historia de todas las cosas
‘los cuentos més recientes de Cuen-
tos para después de hacer el amor se
advierte con nitidez un dominio yun
acceso més abundante a la ‘frase fe-
liz’, esa frase que por antonomasia
provoca la felicidad de Ia lectura. En
sus cuentos importa menos la inge-
niosidad buscada (o rebuscada) de
textos como “Amor contra natura”,
‘cuanto el peso narrativo de relatos
mis extensos y exploratorios como
“gQuién no conoce a Sammy
McCoy?”, “Juan Flemas despierta
otra vec” y “Proxima guerra con
Alaska”. Hay aqué una soltura muy
grande en el narrar y una bisqueda
de la peripecia continua, como suce-
de en los mejores novelistas. Ademés
tuna dosis de humor poco frecuente
cen nuestras letras y un saludable des-
parpajo con que trata a sus persona-
jes. Algo que, una vez controlado el
Dbarroquismo excesivo de la escritu-
za, la filigrana que atin encandila al
autor, podré hacer de él un eseritor
mayor de nuestra literatura,
Jorge Ruffinellt
Crimen y Juego
Un hombre se va encerrando poco 1 poco en
ln soledad del crimen, dela homoverualidad,