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GARCIA LORCA JOSE LUIS CANO CB wasn ad oe indica proceden de Ediciones Destino. I 1 ndice El paraiso de la infancia El embrujo de Granada En la Residencia de Estudiantes Dos caminos paralelos: el teatro y la poesta . El poeta frente al «hombre de provecho» Sevilla, el éxito y la crisis sentimental Primer viaje a América Regreso a Espafia La Baraca y otras experiencias 10. Viaje a Argentina y tiltimas obras 11, 1936: la tragedia Cronologia Testimonios > Bibliografa © Salvat Editores, S.A,, Barcelona, 19 @ Ealdones Desig, Barclone ISBN; 84-345-8681-9 (obra completa) ISBN; 84-345-8698-3 _ ee: legal: NA-126-1988 ublicado por Salvat Editores, S.A., Me Piblede posal Ear SA, Mars 4 Broa nes ee -as Estella, Estella (Navarra), 1988, Federico Garcia Lorca (1898-1936) El poeta y dramaturgo Federico Garcfa Lorca, uno de los miembros més destacados de la generacion del 27 y tal vez el escritor espafiol contemporaneo con mayor resonancia Internacional, nacié en Ia localidad granadina de Fuente Vaqueros en 1898. Aunque curs6 estudios luniversitarios y lleg6 a licenciarse en Derecho, toda su vida fue una continua busqueda de la expresi6n artistica en diferentes ‘campos: la poesia, el teatro, la mtisica e incluso la pintura fueron actividades a las que desde muy joven se dedicé intensamente. En 1919, al trasladarse a Madrid, se instal6 en la Residencia de Estudiantes y alli entro en contacto con numerosos artistas y ‘scritores, todos los cuales han dejado testimonios elocuentes de su fascinante personalidad. Garcia Lorca obtuvo un gran éxito popular con los poemas sensuales y repletos de imagenes simbélicas de su Romancero gitano, publicado en 1928, y al aio siguiente emprendio un viaje a Estados Unidos, experencia que ecogeria con gran brillantez en Poeta en Nueva York, libro de poemas prOximo a la estética surrealista, Tras regresar a Espafia, desarrollo una importante campafia de difusion del teatro clasico espanol al frente de la compafiia universitaria La Barraca y continué su labor creadora, que se fue plasmando en obras posticas como Poema del cante jondo o Lianto por Ignacio Sanchez Mejias, y en diferentes piezas draméticas, entre las cuales Yerma, Bodas de sanare y La casa de Berarda Alba componen lina trilogia de tragedias rurales que demuestra claramente su perfeccionamiento como autor teatral, El amor, la sensualidad y la muerte, expresados mediante una escritura que armoniza lo popular y lo culto, son los temas centrales de toda la creacion Jorquiana, brutalmente interrumpida, en 1936, por la muerte del poeta a manos de las fuerzas sublevadas contra la Repablica 1. El paraiso de la infancia Federico Garcia Lorca nacis en el pueblo de Fuente Vaqueros, provincia de Granada, el dia 5 de junio de 1898, y fue bautizado el 11 del mismo mes, en la parroquia de Nuestra Sefiora de la Anunciacion, Su padre, don Federico Garcia Rodriguez, era un labrador bien acomodado, duefio de tierras y cortijos. Viudo de su primera mujer, y sin tener de ella descendencia, cas6 en segundas Nupelas, en agosto de 1897, con una joven maestia de Fuente Vaqueros, Vicenta Lorca Romero, ala que habia conocido en Gra- Casa natal de Federico Garefa Lorca en Fuente faqueros. Acerca de ella, Federico veserbid: «Es grande, esoda, majestuosa en su vejez... Tien unas rejas que smienan a campanas, Cuando nifios, mis ‘amiguitos v yo tocabamos en ellas fon una barra de hier 9 su sonar de alegria,.» nada, donde ella se hallaba estudiando la carrera y de donde era criginaria su familia. Los abuelos paternos del poeta, Isabel Roch ‘quez Mazuecos y Enrique Garcia Rodriguez, eran naturales de Ven- ias de Huelma, en la provincia de Granada, y la abuela materna, Concepeién Romero Lucena, de Santafé. Su sangre era, pues, andaluza, granadina, por los cuatro costados. Pero oigamos al mis: mo Federico hablar de sus padres. En una entrevista que le hizo E, Giménez Caballero, y que fue publicada en La Gaceta Literaria, 4 15 de diciembre de 1928, decia: «Mi padre, agricultor, hombre reo, emprendedor, buen caballista... Mi madre, de fina familia... Mi padre se casé viudo con mi madre. Mi infancia es la obsesion de nos cubiertos de plata y de unos retratos de aquella otra que pudo WW Pile ee fe cosa. natat ile Federico, donde Munseurrieron los piimieros cos de su siifancia opasionada» Viewnta Lorea Romero, imdre de Federico, «Mi Anaydee, de fina fara, ‘i Injoncia es aprender lalyas y masica con mi miadre...», escribiS el poeta. Federico Garefa Rodrigues, padre det poeta, sagricultor, hombre rico, ‘emprendedor, buen tubaliza.,.», tal como Jo Yeeordaba Federico. Era fl mayor de una extensa familia de nueve hermanos, sabre los que Siempre ejerci6 gran Influencia, debido a la ‘utoridad moral que todos le reconocian, =10- Iglesia de Fuente Vaqueros. «Cuando suenan las campanas -escribié Lorea Tefirndose a ella parece que lo hacen desde el corazon de la tierra.» ser mi madre. Matilde de Palacios...» Y atin afiade que de su padre hered6 la pasion y de su madre la inteligencia. Quiz debio afiadir la sensibilidad. Fue Vicenta Lorca quien le ensefié las primeras letras, y quien ~como ha escrito Angel del Rio— «fue cultivando en 41, desde nifio, con penetrante intuicion, su sensibilidad artistica y humanay. Esto explica que fuera la madre, de salud deticada ade- ms, la favorita de Federico, De mi primer encuentro con el poeta recuerdo muy bien la ternura emocionada con que me hablo de su madre, a la que, como era tan menuda —me decia, solia coger en volandas y mecerla como a una nifia chica. Y Federico entonces se levantaba y accionaba como si tuviera a su madre en los brazos, y hasta imitaba los gritos de susio que ella daba: «jFederico, por Dios, que me matas!» El padre, don Federico Garcia Rodriguez, posefa tierras y corti- josen el llamado Soto de Roma, el vasto latifundio, cruzado por las: == sWifrente de la iglesia. En la puerta se ve al padre del poeta, de espaldas. nts [Bolle de lo Iglesia en Fuente Vaqueros. Federico vivi6 en ia primera casa, situada Aguas del Genil, que Espafia regalé al duque de Wellington en fagradecimiento @ su contribucién militar durante la guerra de la Independencia. En uno de los pueblos del Soto, Fuente Vaqueros, Alegre y claro como todos los pueblos andaluces, habia nacido don Federico, quien posefa en él dos casas frescas y holgadas. En una ile ellas, en la calle Trinidad, nacié Federico Garcia Lorca, y en ella dio sus primeros pasos y aprendi6 sus primeras palabras. Un pe- {uefio pueblo, con su iglesia, sus casitas de colores claros y gera- hilos en las ventanas; y en el centro de su plaza, una fuente, la fuente que le da nombre. ‘A unos pocos kil6metros de Fuente Vaqueros se halla otro pueblo del Soto:de Roma: Valderrubio —en otro tiempo, Asquero- i=, donde don Federico posefa también algunas tierras que habia (omprado alos descendientes del general Narvaez. Tendria Federi- {0 unos cinco o seis afios cuando su familia se traslad6 a Valderru- = bio, un pueblo junto al rio Cubillas, con pocas calles y abundante arbolado, Claro y alegre, como su vecino Fuente Vaqueros, en él pas6 nuestro poeta algunos de sus afios infantiles, quiz los mas felices de su vida. Pero ¢cémo fue esa infancia de Federico? Oiga- mosle a él mismo evocarla: «Mi infancia es aprender letras y masica con mi madre, ser un nifio rico en el pueblo, un mandén... Toda mi infancia es pueblo. Pastores, campos, cielo, soledad...» Es decir, una infancia sana y alegre, de juegos y canciones y correrfas por la vega con los demés nifios del pueblo. Una infancia algo pagana, si tomamos al pie de la letra la dedicatoria que escribi6 para su Libro de poeras: «...Tendra este libro la virtud de recordarme en todo instante una infancia apasionada correteando desnuda pot las pra- deras de una vega sobre un fondo de serrania.» Que era un nifio alegre y gozador de los juegos infantiles lo sabemos por é! mismo: «He tenido —nos diré ms tarde— una infancia muy larga, y de esa infancia tan prolongada me ha quedado esta alegria, mi optimismo inagotable.» Y todavia un afio antes de morir, al hablar de su risa a un periodista que le pregunta sobre ella, declara: «Esta risa de hoy es mi tisa de ayer, mi risa de siempre, hasta que me muera.» Risa inolvidable la de Federico, risa sana y caliente, que comunicaba alegria y bondad, y que siempre me recordaba aquellos versos de Machado al Guadalquivir: Un borbollén de agua clara, debajo de un pino verde, eras tui: jqué bien sonabas! Desde muy nifio fue Federico generoso de corazén y sinti6 amor por los humildes y los desamparados. Tendrfa s6lo cuatro o cinco afios cuando solian acudir a su casa a pedir limosna dos gitanillos del pueblo. Federico, cuando los veia venir, se iba a la cocina y cogia sin que le viesen el pan mas grande que encontraba, para darselo a los gitanillos. Cuando alguien le descubria, y le pre- guntaba dénde iba con ese pan tan grande, decia siempre: «Es que @s0s nifios tienen hambre», y corria con el pan hacia la puerta. Una hermana de don Federico, la ta Isabel, vivia con ellos y ensefié al nifio Federico a tocar la guitarra. Se habia encarifiado con él, y le ensefiaba también a cantar coplas. Cuando Federico, en 1918, publicé Impresiones y paisajes, dedicé a su tia Isabel un ejemplar con estas palabras: «A mi queridisima tita Isabel, que me ensefié a cantar, siendo ella una maestra artistica de mi nifiez, con todo mi coraz6n.» Peilerico Garcta Lorca, e! dia de su primer cumplearios, en Fuente Vaqueros (1899). Ditiosemente, como ha relatado su hermano, el poela sentirfa posteriormente un IWiedo Incontrolable a montar en caballo ~14— =a5 El corazon / que tenfa en Ia escuela / donde estuvo Antonio Rodriguez Espinosa, fotografiados a a puerta de la escuela. El pequefio i?» («Balada Interiors). ‘con sombrero, Mas tarde escrbi Los escolares de Fuente Vaqueros con su maestro, pintada / la carla, primera, | gestt en fi, (noche negra Federico Una noche toda la familia busca a Federico nifio en el pueblo. Mor fin, le encuentran dormido en el suelo, junto a la esquina de linia calle. Le habian dado una peseta para ir al cine y se la habia {pstado entera en regaliz—o palo dulce, como lo llaman en Andalu- Win, saboredndolo lentamente hasta el fin. Y allt estaba, borracho tle palo dulce, sumido y olvidado en su pequefio paraiso artificial 1h ofr ocasion, mientras jugaba delante de su casa, Federico se ele6 con un nino de su calle, y para insultarle buscé su inspiracion #) lo que le rodeaba en ese momento (la misma técnica que a Yeces empleaba para sus poemas, nos dice Gabriel Pradal, que Yeeogio estas anécdotas de un abuelo suyo, maestro que fue de Vederico). Asi pues, como en la plazuela desierta una madre peina- Wii a su hijo delante de su casa, y un carro cruzaba lentamente la Pinza, con el rétulo Cosario del Alquian, el futuro poeta hall en Huguida el insulto oportuno, y grité a su enemigo: «Anda, que eres Iijlo de una peinadora y del Cosario del Alquian!s Otra vez pero esta anécdota hay que situarla algo mas tarde, #h Almeria, su maestro le dio dinero para ir al cine, a una localidad del «gallinero», que era la més barata. Federico, al principio, se fiug6 terminantemente a ir al egallinero», El maestro pens6 que se egaba porque ir a una localidad tan mala herfa su dignidad: pero eabo convenciéndole para que fuese. Cuando el nifio regres del tine, le dijo ingenuamente a la mujer de su maestro: «Pues no Parecia aquello un gallinero, dofia Mercedes; estaba muy limpio y i habia una sola gallina.» Desde muy pronto fue Federico un nifio contemplative y pbseivador. Cuando no jugaba con los demas nifios solia contem- Plar horas y horas a los pequefios animalillos, a los que hablaba fomo si fueran sus amigos, y a las plantas y Arboles de su pueblo. El fnuindo de la naturaleza, con su variedad y misterio, era para él un mundo sorprendente, una especie de exirafio paraiso, que recla- Maba su atencion constante. Pasaba muchas horas contemplando fl it y venir de las hormigas, y con frecuencia le sorprendfan ha- bidndoles familiarmente. Otras veces preparaba con todo cuidado #1 entierro de un grillo muerto o chatlaba con los pajarillos de la taille. «Siendo nifio —confesara a un periodista argentino— vivi en pleno ambiente de naturaleza. Como todos los nifios, adjudicaba a Pada cosa, mueble, objeto, arbol, piedra, su personalidad, Conver- taba con ellos y los amaba. En el patio de mi casa habia unos #hopos. Una tarde se me ocurrié que los chopos cantaban. El vien- {, al pasar por entre sus ramas, producia un ruido variado en Tonos, que a mf se me antojé musical, Y solfa pasarme las horas acompariando con mi voz la cancion de los chopos... Otro dia me ee detuve asombrado. Alguien pronunciaba mi nombre separando las sflabas como si deletrara: “Fe... de... 1... co...”. Miré a todos lados y no via nadie, Sin embargo, en mis ofdos segufa chicharreando mi nombre. Después de escuchar largo rato, encontré la razon. Eran jas ramas de un chopo viejo, que al rozarse entre ellas producfan un ruido mondtono, quejumbroso, que a mi me parecié mi nombre.» Siempre conservaria Federico los recuerdos de su infancia en el campo célidamente vivos en su coraz6n y en su obra. Desde nifio amé alla tierra y se sinti6 ligado a ella en todas sus emociones. «Mis més lejenos recuerdos de nifio —diré en otra ocasién— tienen sabora tierra.» Tendria Federico ocho o nueve afios cuando ese amor a la tierra motivd su primer encuentro con una manifestaci6n artistica. Contemplaba un dia cémo, por primera vez en el campo de su padre, unos arados mecénicos, de marca Bravant—que habian sido premiados en la Exposici6n de Paris de 1900, araban vigorosa- fnente ha tierra, De pronto, el arado se detuvo. Habia tropezado con algo consistente. Y un segundo mas tarde el nifio, que seguia con curiosicad la maniobra del arado, podia ver como la hoja brillante Ge acero sacaba de la tierra un mosaico romano con una inscrip- cién desconocida Juegos infantiles, correrias por la vega, soledades de nifio sen- sible que suefia con la felicidad...; pero también algo para lo que Federico mostr6 desde muy pronto un gusto y una sensibilidad especiales: la representacion. El mismo nos dice que le gustaba jugar de chico «a decir misas, hacer altares, construir teatritos...» Y su primer juguete serio parece que fue un pequefio teatro que su padre le compro en una tienda de Granada, La Estrella del Norte. Feambién le encantaba escuchar historias de bandidos andaluces a sus tios Enrique y Francisco, hermanos de su padre, que las conta- ban al atardecer en las reuniones familiares. O historias de apaticio- nes y ce santos, a Mariquita la Recovera y a las criadas de su casa El mundo de las criadas es un mundo importante en la infancia de Federico, quien reconocié mas de una vez, en plena madurez de su vida y de su arte, la deuda que tenfa contraida con las eriadas de su nifiez, como Dolores la Colorina y Anilla la Juanera, que le ensefia- ton romances y canciones, versos dramaticos 0 alegres, que des- pertaron su alma de poeta. «A Irene, criada», esté dedicada una de Sus Conciones. Y en el banquete de homenaje que le dieron en Barcelona con motivo del estreno de Dofia Rosita Ia soltera, el 33 de diciembre de 1935, declaro: «{Qué seria de los nifios ricos si no fuera por las sirvientas, que les ponen en contacto con la verdad y la emocion del pueblo?» El elogio de esas admirables criadas 3ndaluzas lo habia hecho antes Federico en su conferencia sobre sO =18- [as nanas infantiles, donde nos habla de la importantisima labor que fwallzan «al llevar el romance, la cancion y el cuento a las casas de Joh arist6cratas y de los burgueses». Los nifios ricos saben de Geri- iieldo, de don Bernaldo, de’ Tamar, de los amantes de Teruel, fjmacies a estas admirables criadas y nodrizas que bajan de los mon- lei 0 vienen a lo largo de nuesiros tios para damos la primera leccién de historia de Espafia y poner en nuestra came el sello Auporo de la divisa ibérica: «Solo estas y solo viviras.» Para sus erepresentaciones» infantiles Federico encontré pron- Jo un auditorio fiel y unos colaboradores entusiastas. Eran sus her- ianos ~Concha, Isabel y Paquito, sus primos y primas, las cria: flay, una nifia amiga de la casa, Carmen Ramos, y su madre, Ante wllos Federico representaba muy seriamente funciones religiosas, fomo Jas que habia presenciado en la iglesia del pueblo, y les Wirigia, con ademédn solemne, los mas apasionados sermones, que Hiacian llorar a su auditorio, requisito exigido previamente por el soqjuefio oficiante. Mas un dia —tendria Federico siete u ocho afios~ lego al pueblo una pequefia troupe de gitanos que hizo representar tlurante unos dias su modesto teatrito de marionetas, con las aven- liras de Cachiporra y otros populares personajes. Aunque ya pue: le guponerse lo rudimentario de aquel teatrito errante, el espec: Wculo de las marionetas entusiasmé al nifio Federico, que no se pee una sola funcién. Al dia siguiente de marchar los gitanos, is habitual representacion religiosa era sustituida por el primer tea- tiv de marionetas creado por el futuro autor de Bodas de sangre. Bi auditorio seguta siendo el mismo, pero ahora la madre de Car- fwn Ramos colaboraba haciendo con cartén y paja los mufiecos We la farsa. Aquellos incipientes juegos teatrales solian completarse, ac- iano vivamente sobre la sensibilidad del nifio, con frecuentes ve- ils musicales, que se organizaban al atardecer en la casa fami- ljnr. Ya terminadas las tareas y los trabajos del campo, se reunia la familia con la servidumbre, y a veces con algunos parientes y ami- fr". para escuchar la guitarra y el cante. Don Federico, el duefio de li casa, era muy aficionado a ambas cosas, y esa pasion habia de Netedarla Federico. Asi, desde muy nifio, pudo éste, sin salir de su PM, escuchar todos los cantos del folclore andaluz: peteneras, Wleares, granadinas, seguidillas, Y algunos de esos cantos que es- Wich de nifio, como Los cuatro muleros 0 El Café de Chinitas, Meron mas tarde armonizados por él para que los cantara la Argen- pila, Y él mismo Jos canté miles de veces para sus amigos, acom- Pahindose al piano. Para un nifio sensible e imaginativo como era Federico, aque- =19— llas-veladas musicales, por muy modestas que fuesen, debieron de set una fiesta grande que embriagaba sus sentidos, y sobre todo el sentido del ofdo, tan vivo en él desde la infancia, En aquellas vela~ das familiares, en que se tocaban y se cantaban aires populares, y en su pasion precoz por el teatro, hay que buscar la raiz de su arte de poeta y de dramaturgo, de maravilloso juglar moderno. Federi- co fue un nifio predestinado, por su infaneia rica y jugosa, a ser un attista y un gozador: la poesfa, el arte, la vida, todo era sensualmen- te vivido y gozado por él, primero con la inconsciencia pura de la nifiez, mas tarde con la avidez consciente de quien se siente desti- nado a sorber de un trago, lento o salvaje, toda la hermosura y el misterio de la existencia. Cémo extrafiamos de que aquel nifio, que tan precozmente habia aprendido el goce de una canci6n, del rasgueo de la guitarra ‘6 de sentir en su piel el aire fresco y perfumado del campo, tuviese. poca aficién a los estudios? No fue, sin embargo, rebelde a ellos. Desde los cuatro afios acudié a la pequefia escuela del pueblo, regida por un bondadoso maestro, don Antonio Rodriguez Espino~ sa, buen amigo de la familia, Hombre bueno y liberal, de ideas republicanas —hacia que los nifios cantaran La Marsellesa al salir de la clase— y con aficion a las cosas de arte, especialmente a la mtisica, pronto se dio cuenta de las especiales dotes que tenia su nuevo pupilo, y procuré completar aquellos conocimientos rudi- mentarios que dofia Vicenta le habia ensefiado. El buen maestro tomé carifio en seguida a aquel nifio despierto y sensible, quien, por su parte, adoraba a don Antonio y pasaba con él largas horas fuera de la clase, haciéndole esas preguntas logicas y al mismo tiempo extrafias que los nifios, y sobre todo los nifios inteligentes, hacen a los mayores. No es de extrafiar, pues, que cuando, en 1908, don Antonio se traslad6 a Almeria para dirigir una escuela, la. familia de Federico decidiera enviarle con él, en calidad de pupilo, vivierdo en la misma casa del maestro, que tenfa a su cargo tam= bién a dos primos hermanos de Federico, Enrique Garcia Palacios y Salvador Garcia Picozzi, Pero la estancia en Almeria duro poco tiempo. Un temible flemén, sin duda producido por alguna muela cariada, asust6 a los padres, que le llevaron de nuevo al pueblo. En la Nota autobiogréfica que redacté, estando en la Universidad Co- lumbia, para un compajiero, Francis C. Hayes, record6 el percan- ce, quizé exagerando, con estas palabras: «Fue alli en Almeria— donde comencé el estudio de la miisica. Alli hice el examen de Retrato de Federico, a los seis aftos. Fotograffa de Victoriano Lucas: =20 iho y allf tuve una enfermedad en la boca y en la garganta que \mpedia hablar y me puso en las puertas de la muerte. Sin nbrgo, pedi un espejo y me vi el rostro hinchado, y como no { mi primer poema humoristico, en el cual me iparaba con el gordo sultan de Marruecos Muley Hafid.» Tambien por entonces Federico debié de aficionarse ala lectu- Ws [¢e el Quijote, al que su padre era muy aficionado, y varios 10s de Victor Hugo, tan lamentablemente traducidos, que ya Mian inspirado un sonetc co a su abuelo paterno, don Enri- ie Garcia, hombre algo leido y admirador de Hugo. Recuerda la WWabel que cada vez que se asomaba al despacho del abuelo Soyprendia al nifio leyendo incansablemente algiin libro del gran ia francés. Pero mas que de la poesia escrita, el espiritu del Puiiuefio se empapaba entonces de la poesia oral, de los romances: Gaplares populares que escuchaba en el campo o en las veladas iilares y a las cr sa. A los diez aiios, Federico era ya Wii pifio de rica imaginacién, alimentada por las historias de aque- los romances y cantares y uentos que escuchaba a las viejas Wladas, En sus ojos oscuro xpresion melancélica a veces, Iuillsba ya el gusto y la pasion por la vida y la naturaleza: Hetrato del poeta cuando contaba doce artos de edad. En septiembre de 1909, y ante la perspectiva del bachillerato, la familia de Federico decidio trasladarse a la capital, a Granada, donde tomaron un piso en una casa de la Acera del Darro, en el ntimero 65. Granada era en aquella época una ciudad triste y mor: fecina, ccn poca gente por las calles, y que parecia haber olvidado lo que es sera siempre uno de sus mayores hechizos: la maravilla de la Alhambra, del Generalife, de sus jardines Gnicos, de aquello que supe expresar insuperablemente Manuel Machado en un solo verso: agua oculta que llora, El choque entre la libertad y la luz alegre de la Vega y las calles tristes de la ciudad debio de ser doloroso para el nifio, que tecordaria siempre con nostalgia su infancia campesina: Niftos buenos del prado, cémo recuerda dulce el corazén los dias ya lejanos. Quién seré la que corta los claveles ¥v las rosas de mayo? («Balada triste») Pero mas duro todavia debié de ser el encierro durante varias horas del dia entre los muros del colegio del Sagrado Corazon, situado en la calle de San Jeronimo, donde sus padres le habian matriculado, prefiriéndolo a otros porque su director, don Joaquin ‘Alemén, era primo hermano de dofia Vicenta Lorca, madre de Federico. A pesar del nombre, el colegio de! Sagrado Coraz6n no era un colegio religioso, aunque, claro es, la ensefianza que en él se daba estaba sujeta a la ortodoxia catélica més rigurosa. En su in anos Francisco, Concha e leabel--.en su cok Te Granta, cludad @ la que fa feria se habta trastadado en septiembre de 1909, Federico con su madre y sus tres herm ee es teresante Ibro sobre Federico, el periodista granadino José Mora Guamido, condiscfpulo suyo entonces, ha evocado, en unas pagi- nas casi geldosianas, a algunos de los maestros que hubo de suftir él futuro poeta en las aulas de aquel modesto colegio. Asi, el profe- Sor de geografia, don Francisco, ssordo como una tapia, beato intransigente y que padecia unos dolores de muelas feroces»; o el de literaru-a, don Miguel, que acabé loco, y y otras. La sensualidad del poeta, bajo el pagano ardor estival, estalla en algunos de e nas, como en estos versos ce «Madrigal de veranor Junta tu roja boca con la mia, joh Estrella la Gitana! Bajo el oro s mediodia morderé la manzana. En octubre regresa Federico a Madrid, a su querida habitacion de la Residenc «Resi», como los residentes solian !lamarla—, y prepara la publicacion de-su primer libro de poesia, que aparece 6 B primavera de 1921. Su titulo, Libro de poemas, se lo susitio probablemente su amigo el pintor e impresor Gabriel Garcia Maro To que vencié la resistencia del poeta a publicar lo esenito, ye Fi la fuerza los originales. En Libro de poemas recogio Federico: buena parte de su produccién postica juvenil, en la qu dificil hallar adn la huella de Ruben Dario, de Salvador Rueda, de Juan Ramon Jiménez. Pero la personalidad de Federico aparece ya, con su acento propio, en muchos de esos poemas, sobr do en los fochados en 1920, como el «

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