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Karl Marx
Significaba Marx, al mismo tiempo, que dentro de esas relaciones y vínculos dialecticos, el
elemento dinámico, el motor impulsor del desarrollo social son las fuerzas productivas.
Así, afirmaba: “En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas
relaciones necesarias e independientes de su voluntad; estas relaciones de producción
corresponden a una determinada fases de desarrollo de sus fuerzas productivas.” Aquí
apuntaba directamente el carácter dependiente de las relaciones de producción con
relación a las fuerzas productivas.
Siempre que esta contradicción se ha dado en la historia su solución ha sido a favor del
desarrollo social.
Mientras cada hombre no podía producir más de lo que necesitaba para su sustento, no
existía el excedente, el plusproducto; y por tanto era imposible la explotación. A los
prisioneros de guerra se les daba muerte o se les convertía en miembros de la comunidad
en igualdad de condiciones con los otros miembros de la misma. Pero con el aumento de la
productividad que ya se había logrado en la posibilidad de apropiación por consiguiente
del plusproducto, el problema de los prisioneros de guerra adquirió una significación
social distinta, ya que en aquellas condiciones resultaba mucho más ventajoso convertirlos
en esclavos.
Por otra parte, también algunos miembros de la comunidad empezaron lentamente a caer
en la esclavitud. De esta forma surgió la explotación del hombre por el hombre,
transformándose así las relaciones de producción, de relaciones de cooperación y ayuda
mutua, basadas en la propiedad social de los medios de producción, en relaciones de
explotación de unos hombres por otros, basadas en la propiedad privada de estos medios o
instrumentos de producción.
Tales fueron las consecuencias que tuvieron los cambios operados en los instrumentos de
producción, y la elevación de la productividad del trabajo. En suma, el desarrollo de las
fuerzas productivas condujo a la sustitución de la comunidad primitiva por la sociedad
esclavista.
Es bueno señalar que en todos los regímenes sociales que han precedido al socialismo esta
contradicción no era resuelta totalmente, pues a la larga, las nuevas relaciones de
producción que sustituían a las viejas, estorbaban tarde o temprano el desarrollo, y
devenían por consiguiente freno del avance social.
Este proceso a través del cual las fuerzas productivas, en la medida que crecen, tienden a
buscar nuevas relaciones de producción que les faciliten un mejor desarrollo, no es más
que la manifestación de la existencia de la ley que postula la concordancia o
correspondencia necesaria entre las relaciones de producción con el grado de desarrollo
de las fuerzas productivas.
De aquí que Marx apuntara lo siguiente: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo,
las fuerzas productivas materiales de una sociedad chocan con las relaciones de
producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las
relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de
desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se
abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona,
más o menos lenta o rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.”
Es claro que en esta relación dialéctica, si bien el factor decisivo son las fuerzas
productivas, las relaciones de producción influyen sobre las mismas. Así existe una
influencia activa de las relaciones de producción sobre las fuerzas productivas al
modelarse ambas en el modo de producción existente. Toda acción de las fuerzas
productivas sobre las relaciones de producción viene acompañada de una reacción de las
segundas sobre las primeras.
Estas contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción que
venimos analizando dentro del marco de un modo de producción determinado, adquieren
su expresión en el plano social, en la lucha que se entabla entre las clases reaccionarias
que representan a las relaciones de producción existentes y, por consiguiente, no quieren
el cambio de las mismas; y las clases revolucionarias, que luchan por el desarrollo de la
sociedad, y, por consiguiente, buscan el cambio para implantar unas nuevas relaciones de
producción que garanticen el desarrollo de las fuerzas productivas.
Así, en el modo de producción capitalista, los burgueses quieren mantener las relaciones
de producción capitalistas existentes, mientras que el proletariado lucha por instaurar las
relaciones de producción nuevas, socialistas.