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©2007 Asnoaa Anas (©1005 Bune, Ra, don ay ISBN 15: 978-0-9791428-0-2 ISBN 10; 0.9791428-0-6 Iheerzso en Coconaun Pansrep a Covous Parison FoRUse Donsors Contras oe Baia 80 Ses J, Puro Ried 00900 yermasrrit uae methaon@eseer Indice Cuce 7 UNA MUCHACHA LLAMADA PATO. 21 Parquecro, 27 EN & Monte p Crisro 43 Derruwees 51 Jarasacon, 1983 59 Etvoncons 65 Travesia 7 Bachata a VeNTANas 105 Nowa pa Anéntco. m1 PERO COMO SE ATREVE? 127 RECUERDOS DE INFANCIA 151 Ei pesouo 159 Bachata S Miraba todo desde afuera, como un gato que se detiene a auscultar encima de un tejado el escenario, Ciudad era un escenario, :Otro escenario mas de los tantos que habia conocido alo largo de su vida de giramundo? No, de ningun modo. Un escenario muy singular, donde nacen hermosas flores entre los basureros. Donde ocurre una belleza nunca antes vista por sus ojos, como la de Yajaira, la muchacha que vivia junto al mar. Alta, prieta, encendida. Trabajaba de mesera en una disco-terraza. Una tarde cualquiera, James Gatto, sin proponérselo, cay6 por ahi. Primero disfruté del litoral, el ancho malecén, y un mar Caribe tranguilo, Al cruzarla 30 de mayo aparecieron Jos moteles. Ah, los moteles. Algunos buenos recuerdos asaltaron su mente, pero prefitié ignorarlos. Luego, hubo de traspasar el maremoto de gasolineras, patanas, pica- pollo, guaguas, carros ptiblicos y camiones del kilémetro doce de la carretera Sanchez. Se despeja por fin el camino. Aparecen las fabricas. Le pregunta a un obzero que sale de trabajar dénde se encuentra, y se entera de la existencia de una playa cercana. Le entusiasma la idea de ir a la playa y vuelve a emprender la marcha. A su izquicrda un letrero: Manresa. Decide meterse por abi. Pronto se da cuenta de que ha penetrado a un suburbio. El tfpico 92 Exoticens suburbio de casas construidas a lo loco, una encima de la otra, sin acera, orden, ni planificacién, por alguien que se considera maestro constructor, pero es sélo un arquitecto al servicio del caos y la estrechez. Cudntas curvas y yo sin freno, parece decir el auto de Gatto, dejandose conducir oon placentero desgano por aquellos callejones, Barra La Cenicienta. Super colmado Los 3 hermanitos. Salén de billar BI buen juicio, Salén de Belleza Altagracita Bisex, se dan masajes y se venden helados de coco. Cafeteria comedor Mi propio esfuerzo. Las mujeres estaban sentadas al frente de las casas, en sillas de plastico, algunas con rolos en la cabeza, ech4ndose fresco con cualquier objeto, las faldas cortas, los pantalones apretados, la came dura, brillosa. Los hombres, negros y musculosos, jugaban domin6, bebian cerveza, © picaban salchich6n detrés de los mostradores. Dia de semana, y sin embargo, la vida parecia un jolgorio. Todo sucedia a fuerza de bulla, chercha y bachaton. El trabajo, el picoteo, el bonche, el ocio, la gozadera. De repente, James Gatto, las manos al volante, el suéter Chemise Lacoste y los Jentes de sol que le daban un aspecto de espia, se maravill6 al descubrir en medio de todo aquello, la casi inesperada presencia del mar. Fue como mirar por un hueco, y sin previo aviso, el panorama cambi6, La arquitectura ca6tica dio paso a la anchura irresistible de las aguas y el cielo. Un cielo sin nubes que necesitaba un agrimensor para que lo deslindara del mar, pues ya no habia frontera entre ellos, pens6 James. El cielo era el mar y viceversa, y una vez més le caus6 sorpresa ese mar carente de agrimensores y tierra firme. Siempre la misma sensaci6n pirata que tantas veces le habia suscitado su andar por aquella isla mal descubierta y mal criada: el encuentro con el mar cuando menos se espera. Aeon Amu 3 Enseguida, parque6 el auto en el tinico espacio gue encontr6, y se desmonté. Tenia el alma en vilo. En el exterior, sin embargo, Io acompafiaba una resuelta serenidad, Medida de prevencion. Asi paso sin lamar la atencion por entre un grupo de carajitos semidesnudos dando volteretas frente a la playa algunos; izando una chichigua hecha de restos de basura otros, gente de por ahi, sentados en un murito con los brazos cruzados discutiendo pendejadas, de espaldas al mar que ruge. Gatto bajé hasta la orilla. Con las manos metidas en os bolsillos, se dispuso a observar un rato el horizonte, y como siempre, sin deseario, se sintié muy solo. La maldita nostalgia de algo, de alguien, otra vez, Record6 algiin otro puerto, algiin muelle escondido en algin lugar, donde quizés amé a alguien, y alguien lo amé a él. Amaba ser amado. Se rio de simismo, y esto le dio un poco de animo. Si, lo importante esque todavia estaba vivo. Y aquel mar violento lo excitaba, devolviéndole atin més las ganas de vivir, Se quité las sandalias de piel y caminé por la playa No pudo hacerlo hacia la derecha, porque una enorme pared cortaba de golpe el paso. Parecia un almacén de autobuses inservibles. Un vigilante armado lo custodiaba. En esa misma direcci6n, se veia la torre de la refineria. También refinaban petréleo por aqui. A la izquierda, el lugar de tetiro de los jesuitas, Camind hacia all4, sin mayor pretensién que la de fumarse un cigarrillo y ver lo que le depataba la existencia. Al rato de iniciar su paseo, una nifla daba sus primeros pasos por la arena, y de pronto, tropez6 con él. ‘Lo mir6 inocente desde su primer afio, los ojos redondos como una noche tinica, y esa piel negra, iluminada de sal y sol. Una muchacha fue en auxilio de la pequedia, y de paso le sonrié a aquel desconocido con pinta de que no es de por aqui, Ni remotamente. La muchacha a Emoticons venia de una disco-terraza cercana. James la salud6 con tuna sonrisa reverente. La nifia, sin conciencia atin de la palabra riesgo, comenz6 a loriquear al ser atajada por la muchacha, que le impedia llegar hasta el agua. Luego de sonreir, Gatto continué su marcha, sandalias en mano, los pantalones hasta la rodifla, dejando entrever sus piernas velludas y sus blancos pies. La muchacha se quedé parada abservandolo mientras se alejaba. Ese hombre viene de algin pais lejano, probablemente desde donde ella se muere por it. Lo dejé irse, sabiendo que no Tlegaria mas alld del tltimo basurero, que se alzaba como una escultura urbana sobre los farallones, junto al monasterio jesuita y de cara al inquieto oleaje. En efecto, minutos después, se detuvo frente a aquel monumento hecho de desechos, mnfiecas rotas, chancletas de goma sin su par, envases de plastico y de vidrio que durarian siglos. Miraba hacia el ‘mar y era tna cosa; miraba hacia cl basurero y era otra. ‘La espuma tibia acariciandole los tobillos lo dividia de una y otra sensaci6n. De vuelta, el atardecer. De nuevo la refineria fogosa, humeante, perdida como un fantasma de fuego en el ocaso, Aun lado, el sonido de una bachata. A Gatto, de inmediato, le apeteci6 una cerveza. Sacudié los pies, se planté las sandalias, baj6 correctamente el ruedo de su pantalon, y se interné en el sendero hacia la disco-terraza. Al acercarse escuché que Hamaban a una tal Yajaira, y que respondia la misma muchacha que rescat6 a la nifia a orillas de la playa. La joven, vivaracha, atendia a todos los requerimientos. Contagiaban su risa y dominio. Quién era Yajaira? Para Gatto, un misterio mas por descifrar ‘Una muchacha demasiado bella para haber nacido en un suburbio leno de basura frente al mar. ¥ alla iba 61, decidido a no forzar nada que no le fuera concedido por frome 85 obra y gracia del mas sano de los instintos: la curiosidad. Comienza la acci6n. Yajaira se dispone, trapo de limpiar en mano, a servirle. Detrés, un grupo de hombres beben y corean a ojos cerrados y golpes en el pecho, la bachata que suena en la radio. Ay amor, ay amor, sin ti no quiero la vida, ay amor, ay amor, porque tanto me castigas... Gatto los mira, complacido. Al igual que ellos, adoraba la bachata. Una vez, una mujer a quien am6, le ensefié a bailatla. No quiero recordarme de esa maldita mujer, no quiero recordarme nti del color de su piel, ay trdiganme una botella, que yo quiero heber. El desconocido toma asiento y pide una cerveza. Yahaira se Ta trae. —cTi no eres de aqui, verdad?—le pregunta ella, sonrefda, Dejaré mis tiervas por ti, dejaré mis campos y me iré, lejos de aqui; version bachatera de una vieja balada que augura una todavia incierta sensacin de que cualquier cosa puede suceder. Més all, del mar habré un tugar, donde elsol de la maiiana brille mds. Forjaran mi destino, las piedras del camtino, lo que nos es quero siempre queda atras. =No, creo que no—responde James—. No soy de aqui. Sonrie, y mira ala muchacha con carifioso respeto, Buscaré un lugar para ti, donde el cielo se une con él mar, lejos de aqui Yajaira destapa con destreza la cerveza, la vierte sobre la jarra, y se va, moviendo la colita. Lo hace con naturalidad, sin morbo. A James Gatto le disgustan las mujeres vulgares, las que usan escotes y ropa amativa dejando todo al descubierto; al menos, eso cree. Pero 210 mejor se miente a si mismo, y en realidad, le gusta todo lo oculto, susceptible de ser mostrado. Yajaira, Yajaira, 96 Emoticons saborea junto ala cerveza fria. Qué lindo nombre. Cuanta juventud. Llega una yipeta de la policia, se panquea, y se desmonta alguien, acaso un subalterno del jefe policial de la zona. Se acerca al grupo de hombres, y saluda, Uno de ellos le hace sefias a la muchacha, que se interna gil debajo del mostrador y busca algo que luego leva al hombre, quien a su vez, se lo entrega, mediante un apreton de manos, al policia. Unas palmaditas en el hombro al que moj6 sa mano sustanciosamente, y enseguida el policia se va. Un policia lambon, pens6 Gatto, haciendo uso de uno de los muchos adjetivos aprendidos en sus andanzas por esas tierras Después de dar en mi cama tantas vueltas, hoy te algjas, corean los hombres, que si hubiese sospechado que no me amarias, le hubiese pegado un tiro a tu fotografia, gritan al borde de la desesperaci6n. ;Si no te tengo, que se me venga el mundo encima, que mis caminos sean de espinas, y que me qqueme en elinfierno si no estds! El bacilén musical en Radio Cima. ¥ como no pude comprarte una casa en Nueva York, te invito @ ver las estrellas en mi corazon Uno de los contertulios se para de la silla y se Girige a James, que bebe solitatio su cerveza, y mira al horizonte, en el justo momento en que las sombras del cielo comienzan a dominar —Hello, my friend—dice €l hombre dandole la mano. —Hola—responde Gatto con un apreton. Era el mismo homibre que habia apretado la mano al policia. —Ando con mi hijo, él habla inglés—dijo el otro, mientras seflalaba a un joven que estaba a cierta Aeron dene x distancia, sentado en una silla, con cara de drogado 0 de subnormal. El hombre hizo que el muchacho se aproximara —Mister, este es mi hijo. Ha viajado fuera y sabe inglés—dijo con orgullo, James Gatto no quiso ser descortés explicandole que no era necesario que su hijo hablara inglés para que conversaran, que podian hacerlo en espafiol, asi que se dispuso a conversat en inglés con el muchacho. Pero éste, parado frente a él, no pronuncié ni una sola palabra en ningan idioma. Parecia ido, sin alma. Pasaron unos segundos, hasta que su padre, disgustado, le dijo que se fuera de abi. —Perdone, mister, pero él a veces se pone asi. Bye, my friend, mucho gusto y que la pase muy bien—Ie dijo, dandole de nuevo la mano y retirandose. Mientras, Yajaira bailaba una bachata con un joven, fornido y de baja estatura que parecia conocerla muy bien, Gatto se dedicd a observarla. Qué bonito bailaba. Cuanta soltura, cudnta gracia, cudnta libertad. No como algunas mujeres que habia conocido en Ciudad, licenciadas en todo, menos en la verdadera vida, que casi nunca bailan bachata, y cuando lo hacen, se limitan a mover con rigidez, el esqueleto, avergonzadas. Voy a volar la pared, para estar al lado de ella... yo sé que ella me espera, yo quisiera estar con ella. Viendola moverse de ese modo, con tal cadencia, despojada de toda absurda candidez, de toda restriccion a las leyes del instinto, James sintié ganas de bailar con la muchacha, Dios mio, dime por qué ella por mi no siente nadia, y yo me muero por ella (ino siente nada!) y ella lo sabe muy bien (jno siente nada), you know I love you, my love. Slo ti, sélo ti, me comprendes, mami...” Emoticons Gatto no aguant6 més. Aprovech6 aue la joven terminé de bailar y se aproxims de nuevo aél preguntandole si deseaba otra fifa, para invitarla con suma gentileza a una pieza, como temiendo que dijera que no, y si decia que no, bueno, él iba a respetatla. ;Pero e6mo decirle que no? Habia que complacer a la clientela. Antes, Yajaira miré por el rabillo del ojo al grupo de hombres que continuaban debiendo y tarareando canciones sin por ello dejar de prestar atencién a la pareja hombre desconocido (a lo mejor un gringo) y 1a hija de la gran puta de Yajaira, tan buena que t4, tan depravada, sabichosa, mundana, buscavida, duefia de la finguita, gallinita de los huevos de oro, masajista, bailarina, mesera, chica de compafiia. Pobre Yajaira, muchacha que ha mal pasado esa, explotada desde jovencita por su pseudo-familia chupa-sangre, mama, Papa, hermanas, sobtinos, y esos tres hermanos dedicados tempranamente a la delincuencia, uno de ellos deportado desde los paises, que a cada rato caen presos, y ella los tiene que ayudar. Yajaira accede a bailar con el desconocido, quien la rodea por la cintura con delicadeza, sin querer estropearle nada, ni un solo hilo de su ropa, ni una sola célula de su piel, que al tocarla, esta caliente, como si en ella nunca se apagara el sol. Hermanita, no te quiere, tiene como veinte mujeres, ii no To ves? — ¢Sabias que ese grupo bachatero dominicano esta haciendo furor en Amsterdam, Luxemburgo, en el Festival de San Remo, en Madrid?—le comenta Gatto, y nego, pone cara de malote, no vaya a ser que piensen que él, por ser foréneo, no sabe bailar bachata. Yajaira no disimula la risa que le provoca su forma de machacar con extranjera habilidad los pasos, el meneo more tans. 99 torpe y, al mismo tiempo, preciso, los finos labios apretados yla mirada verde, entre serena y ardiente. No pudo decirie que no cuando terminé el tema del grupo Aventura y comenz6 otro.

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