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La cultura politica entre los sectores populares de Guadalajara Guillermo de Ja Pefia* Voy a presentar informacién preliminar derivada de una investigacién en marcha sobre los sectores populares de Guadala- jara y la cultura politica atribuible a é3- tos. Hablo de sectores populares y no de “Director de CIESAS—Occidente Guadalajara, 1 Versiones previas de este articulo fueron presenta- das en dos simposios: el primero, organizado por el Centro Mexicano del Instituto de Estudios Latinos- mericanos de la Universidad de Texas, tuvo lugar en Austin, en abril de 1989; el segundo ocurrié en la Ciudad de México, en junio del mismo afio, bajo los auspicios de la revista Nueus Antropologla —que cumplia 15 afios de existencia— y de El Colegio de ‘México. Agradezco los comentarios de los asistentes ‘a ambos simposios. He conservado el estilo oral de Jas presentaciones. Debo advertir —sin pretender eludir responsabilidades ni curarme en salud— que tanto el procesamiento de los datos como el desarro- lo conceptual y metodolbgico son preliminares. ‘Nueva Antropologfa, Vol. XI, No. 38, México 1990 sector informal porque, en la ciudad mencionada, es dificil hacer una distin- cién tajante entre los trabajadores for- males y los informales. En efecto: aun- que la mayoria de quienes protagonizan esta historia, hombres o mujeres, tienen ocupaciones tales como vendedores am- bulantes, 0 trabajadoras a domicilio (ma- quiladoras), o trabajadores en talleres pe- quefios y precarios, muchos de ellos fue- ron en etapas previas de su vida obreros en industrias medianas y grandes, o em- pleados en tiendas y servicios bien esta- blecidos; y no es improbable que algunos regresen en el futuro a ese tipo de empleo. Como lo han mostrado ya varios estudios de Guadalajara (Arias, comp. 1985; de la Pefia y Escobar, comps. 1986; Escobar, 1986; Gonzlez de la Rocha, 1986), el mercado de trabajo local se caracteriza por una alta rotacién, no slo entre pues- 84 tos de trabajo alternatives sino ademés entre trabajos de muy distinta naturale- za. También es una caracteristica local la proliferacién horizontal de pequefios es- tablecimientos y la terciarizaci6n acele- rada, Por otro lado, cabe advertir que en Guadalajara —y en el occidente de Méxi- co— la religiosidad es un componente importante de la vida cotidiana: por ello, en buena medida, hablar de cultura po- pular es hablar de religin. La investigaci6n ha incluido trabajo de campo prolongado en tres vecindarios; visitas a otros dos vecindarios y al rea del mereadode abastos, y estudios de caso a 40 familias distribuidas en diferentes zonas urbanas. Se ha tratado de compar- tir en alguna medida las experiencias co- tidianas de estas familias y de registrar sus percepciones y evaluaciones sobre los grupos y asociaciones que las rodean, so- bre los actores sociales con quienes se confrontan o coordinan, sobre el Estado y sus agentes, y sobre sus propias identi- dades frente al mundo social y politico.” MODELOS DE CULTURA POLITICA Como punto de partida heurfstico, se construyeron cuatro modelos o fipos 28) trabajo forma parte de un estudio m&s amplio, realizado en colaboracién con Renée de la Torre, acerca de los procesos de insercién urbana y forma- cibn de identidades sociales entre los inmigrantes pobres de la zona metropolitana de Guadalajara. (Véanse De la Pefia y De la Torre, en prensa, y De la Pefa, (1990). Tal estudio ha recibido apoyos financieros de CIESAS, AMEP, El Colegio de Jalis- coy PREALC. Cristina Padilla y Agustin Escobar GUILLERMO DE LA PENA ideales que pudieran utilizarse para com- parar y ordenar inicialmente la informa- cién, Estos cuatro modelos —que son por cierto bastante obvios— han sido bauti- zados respectivamente como cultura clientelistica, liberal, proletaria y comu- nitaria. He aquf su caracterizacién: a) La cultura polftica clientelistica implica una visién de la sociedad donde las oportunidades de vida y la riqueza se distribuyen de una manera arbitraria, hasta cierto punto misteriosa, e inevita- blemente desigual. En consecuencia, quien nace pobre s6lo podré superar su condicién mediante la ayuda de benefac- tores a quienes, por tanto, es necesario congraciarse. El Estado y sus aparatos, y Jos agentes politicos en general, pueden constituirse en patrones dispensadores de favores —y eso es b4sicamente lo que se espera de ellos. b) En contraste, la cultura politica li- eral concibe a la sociedad como un campo abierto a la competencia de los individuos, donde la distribucién de oportunidades es- 4 sujeta a cambios: para todos es posible alcanzar premios en la competencia, de acuerdo con sus esfuerzos y habilidades individuales. Asf, lo que se espera del go- bierno es que establezca reglas justas para todos y vigile su cumplimiento. me permitieron gentilmente acceso a varios de sus Propios informantes en sus respectivas investiga- ciones sobre la organizacién social del mercado de sbastos y la viabilidad de los poquefios talleres. Para el disefio del trabajo de campo David Lehman y Cristina Padilla hicieron méltiples sugerencias, y en mu reclizaci6n contribuyeron Ofelia Lopez ‘Arce, Ignacio Miranda, Elena de laPaz Herndndez, Maria de la O Martinez y Alana Gémez Gray. LA CULTURA POLITICA... 85 c) La cultura polftica proletaria, por ‘su parte, hace hincapié en el papel de las acciones colectivas para explicar la desi- gualdad social: los pobres existen porque una clase o grupo privilegiado acapara la riqueza. Por tanto, la funcién del Estado es mantener la situacién de desigualdad, que sélo cambiaré cuando los desposefdos se organicen y de alguna manera tomen el poder. d) Finalmente, la cultura polftica co- munitaria mira a la sociedad global a través de la economia moral de un grupo unido por vinculos afectivos y/o tradicio- nales. Por “econom{fa moral” me refiero aque los individuos participantes se sien- ten responsables de la sobrevivencia y el bienestar minimo de los demas miembros del grupo.* Este grupo se define en pri- mer lugar por lazos de parentesco; pero en ciertas circunstancias los sentimien- tos de solidaridad pueden extenderse a los amigos, los paisanos, e incluso a un barrio ocolonia entera. Los actores socia- les y el Estado se evalian en términos positivos o negativos segtin respondan a necesidades especfficas del grupo solida- rio; a su vez, éste se concibe como capaz de emprender acciones reivindicativas, no para obtener dddivas graciosas sino para reclamar el respeto a la dignidad Estos modelos se encuentran en la literatura sociolégica y antropolégica que 55] término economfa—moral fue acufiado por E. P. Thompson (1979; 62-66) para ihuminar ciertas protestas multitudinarias de la Inglaterra del siglo XVID, y luego deaarrollado por James C. Scott (1985) on su célebre estudio del campesinado del wureste asiatico. NA. trata sobre las actitudes polfticas de los mexicanos. Sin embargo, cada autor pri- vilegia o incluso absolutiza uno solo de ellos; por mi parte, pretendo distinguir su pertinencia analitica en distintas con- diciones. Reconozco, asimismo, que los valores proclamados en los distintoa mo- delos —aunque resulten contradictorios entre sf— a menudo se combinan en el discurso de un mismo informante.' Por otro lado, es bien sabido que Almond y Verba (1965) (y Scott [1969] més detalla- damente para el caso de México) han propuesto una tipologfa tripartita de cul- tura politica: participativa, subordinada y localista. Me atrevo a pensar, no obs- tante, que los cuatro modelos aquf pre- sentados son mas utiles para capturar los aspectos politicos en la mentalidad de los sectores populares urbanos.’ El concepto cultura participativa no distingue en “Autores como Larissa Lomnitz (1975) 0 Wayne Cornelius (1980) hacen hincapié en los aspectos clientelisticos. El “liberaliemo” de los pobres o& defendido por Hernando de Soto (1987) en su estu- dio sobre el Perti en México, esta postura, con ‘matices, se encuentra en algunos ensayos de Ga- briel Zaid (1979). Por su parte, los autores de la cobra compilada por Jorge Alonso sobre Lucha ur- bana y acumulacién de capital (1980) podrian rep- resentar la vision de la lucha de clases. La postura comuunitaria ha sido desarrollada sobre todo en los estudios campesinistas, de los que el trabejo de ‘Warman (1976) sigue siendo el mejor ejemplo. 5 este respecto, conviene invocar el nombre de Evans—Pritchard (1937)y recordar suconcepto de selecci6n situacional, ®En mi utilizaciOn, el término mentalidad es mAs inclusive que el término cultura police: se refiere también, por ejemplo, a las concepciones y normas 86 principio entre la participacién anuente (con el sistema) y la participacién para el cambio, o critica, Ademés, hablar de cul- tura clientelistica permite resaltar los matices dela subordinacin. Y el concep- to culture localista —que se refiere a la virtual ignorancia de todo lo que ocurre en la esfera publica— es de dificil aplica- bilidad en e] mundo urbano de América Latina. Repito que los cuatro modelos se uti- lizaron heuristicamente: no se pretendia que agotaran ninguna situaci6n de la vi- da real sino que ayudaran a dilucidar facetas de las diversas situaciones encon- tradas. Més en concreto, interesaba exa- minar, en la construccién que hacfan los propios informantes de sus biograffas in- dividuales e historias de familia, cudles eran las experiencias y conjuntos de rela- ciones sociales que favorecfan distintas actitudes hacia la sociedad y la polftica. Con este propésito, se registraron las ver- siones de los entrevistados sobre sus ex- periencias en los siguientes rubros: fami- lia y parentesco, relaciones de género, trabajo, movilidad social, educacién, sin- dicalismo, vida religiosa, participaciénen asociaciones voluntarias y movilizacio- nes sociales, y —finalmente— participa- ci6n ciudadana. Sin embargo, es impor- tante sefialar que esta clasficacién de la experiencia en nueve rubros no corres- ponde casi nunca a la clasificacién que hace la gente misma. Una de las hipétesis en esta investigaci6n es que para enten- der las diferencias en la cultura politica sobre el parentesco y la religién, y a los criterios (que distinguen el bien y el mal. GUILLERMO DE LA PENA es necesario examinar c6mo la gente construye distintas clasificaciones de su propia experiencia. DOS MUJERES: HISTORIA DE VIDA Y “MUNDO SOCIOVITAL”? Voy a presentar a continuacién, con bas- tante detalle, los estudios de caso de dos mujeres: Milagros, de 44 afios, gerente de un taller de calzado, casada, conversa al protestantismo y simpatizante del Parti- do Revolucionario Institucional (PRD, y Socorro, de 52 afios, trabajadora domici- Hiaria, divorciada, miembro de las Comu- nidades Eclesiales de Base, simpatizante de la izquierda y en fechas recientes del Partido de la Revolucién Democratica (PRD; la coalicién formada en torno a la figura de Cuauhtémoc Cérdenaa). A par- tir de estos dos casos, trataré de reflexio- TE concept mundo sociovitat (o mundo—de—vi- 4a) se reficre a los mapas cognitivos y valoratives ‘que informan la vida cotidiana de los actores eocia- lee. Se van construyendo por éstoa a partir de sus experiencias de interacci6n social; incluyen los va- lores y categorias transmitidos por la familia y los agentes de socializacién, as{ como la confrontacién de ostos valores y categorias con los avatares de la vida propia. Véanse Berger y Luckmann, 1971; Habermas, 1973; Arce y Long, 1988. Este plantea- miento tiene un claro parentesco con el concepto de habitus acufiado por Pierre Bourdieu: “todo un cunstancias materiales de la vida y por la crianza, familiar” (1976: 118); “un sistema de esquemas que estructura cada decisién ain llegar a ser nunca completamente y sistemsticamente expl{cito” (ibid: 119). LA CULTURA POLITICA... 87 nar més en general sobre las relaciones entre la construccién de la vida cotidiana y la construccin de la vida politica, uti- lizando material de estudios de caso adi- cionales. Asi, la cultura polftica popular serd entendida como parte integrante de un complejo entramado de relaciones y prdcticas sociales: como ajuste y resisten- cia, negacién y bésqueda: no como iner- cia de un pasado tradicional ni como re- medo distorsionado de la cultura hege- ménica. Milagros: el trabajo, la familia y el orden Para Milagros, su experiencia de trabajo es casi inseparable de las formas en que su familia extensa ha ido consolidando vinculos de cooperacién. Nacié y crecié en un barrio de Guadalajara especializa- do en el curtido de cuero y la produccién de calzado: El Retiro, donde también vi- yian sus abuelos y tfos paternos. Su padre era curtidor; pero, durante casi 20 afios, viajé anualmente a los Estados Unidos a trabajar para un contratista de New Jer- sey, mientras su familia quedaba en Gua- dalajara. La segunda de diez hermanos, Milagros, desde antes de cumplir loa 15 afios, comenz6 a trabajar como adorna- dora de caizado en una fabrica mediana. En 1965, consus shorros de la migracién, su padre compré terrenos y construy6 tres pequefias casas en un nuevo barrio de la periferia; ah{ Milagros conocié a un joven taxista, con quien se cas6. Cuando qued6 embarazada le parecié “natural” dejar su trabajo en la fabrica: como vivian en una de las casas paternas, el ingreso de su marido les bastaba. Durante nueve NA.38 afios tuvo cinco nifios y se dedicé sola- mente a las labores domésticas. Al cabo de ese tiempo, su cufiado Daniel, marido de Lola, hermana menor de Milagros, pidié prestada una de las casas del sue- gro; ahf establecié un pequefio taller de calzado, donde entraron a trabajar Mila- gros y sus hermanas y hermanos y, poco a poco, varios de los cényuges (incluyen- do al marido de Milagros), y también hermanas y hermanos de los c6nyuges, y varios primos y sobrinos. El taller se ha expandido: ocupa ademés la mitad de la casa de Milagros. Cuenta actualmente con 24 trabajadores que laboran in situ y 12 trabajadoras domiciliares. Ha sortea- do con éxito los afios dltimos de crisis. Milagros es actualmente la gerente de produccién, y figura en el registro como copropietaria, aunque nunca se refiere a s{misma sinocomo “encargada”. Sin em- bargo, su forma (relativamente elegante) de vestir y de peinarse la diferencia fuer- temente de otras mujeres del taller y del barrio. Sus dos hijas mayores asisten a una universidad privada: serén las pri- meras de la parentela en lograr una edu- cacién superior. Aunque no se siente excepcional- mente privilegiada, Milagros evalia la historia desu vida como exitosa, Atribuye el éxito a que Dios ha librado de enferme- dades aella ya su familia extensa, yaque todos trabajan duro y se han ayudado Tmutuamente: “Lo importante es vivir correcta- mente y tener fe. No agarrar lo que noes de uno, no cometer faltas contra los de- més (...) Tienen éxito los que trabajan y perseveran. Fracasan los flojos y malvi- vientes (...) A mi hermano le dio una 88 GUILLERMO DE LA PENA temporada por emborracharse los fines de semana; pero el lunes, temprano, con todoy la fuertisima cruda llegaba al taller a trabajar. Todo se puede queriendo (...) A mis hermanos y a m{ nos ensefiaron a estar siempre unidosy a luchar: eso quie- ro transmitir a mis hijos (...) Si hay po- breza, no es por culpa del gobierno sino por la flojera de la gente, o porque hay muchos conformistas, que se conforman con només ganar un sueldo. Hay que ir més allé del sueldo: eso es superarse, y conozco a muchos que sf se hen superado.” La experiencia religiosa (protestan- te) de Milagros se expresa en términos de estfmulos a las exigencias de Ja vida de trabajo y de la familia, y también de lo que podrfa llamarse “tranquilidad exist- encial”: “Me empecé a acercar a la religién mormona hace afios. Yo tenfa la inquietud de ingresar a una religién donde me impu- sieran cumplir con las leyes y leer las Es- crituras, donde el Sefior meiluminara para cumplir mi deber (...) Yo sentfa mucha angustia con mis hijos cuando estaban chi- quitos, porque uno se me habfa muerto, y yo tenfa una enfermedad que eran puros nervios... ya se me quité...” Sus percepciones sobre el sindicalis- mo y la polftica eatén también de alguna manera mediadas por la misma valora- cién positiva del trabajo y la responsabi- lidad individual. En su juventud, cuando trabajaba en la fAbrica, Milagros pertene- cié al sindicato de zapateros; pero de lo ‘nico que se acuerda es de los desfiles del Primero de Mayo, donde “habia mucho coqueteo y mucho relajo” (lo dice sonrien- do), Actualmente el taller tiene un con- trato colectivo con la Confederacién de Trabajadores Mexicanos (CTM: la cen- tral obrera més poderosa del pais, afilia- da al PRI); pero esto s6lo significa que los propietarios pagan una cucta anual, pues los trabajadores ni siquiera saben que estén sindicalizados. Asf, Milagros ve al sindicato como una defensa tanto para los trabajadores como para los patrones —y sobre todo para estos tiltimos, con tal de que no sean abusivos: “Hay obreros a los que les gusta la politica y només estan metiendo hazafia (sic), no cumplen con sus horarios, no dejan trabajar a los demés y boicotean lo que se ha logrado con tanto esfuerzo (...) Piden salarios que no son justos. Afortu- nadamente aqui s6lo tenemos gente con- fiable, y noms una vez tuvimos proble- mas... que se resolvieron con ayuda del sindicato. (...) También hay patrones in- justos, que pagan muy mal, y entoncea el sindicato ayuda al obrero. (...) En talleres chicos, como éste, se gana mejor que en una fabrica, pues casi diario hay sobre- sueldos.” Con todo, ella no se identifica simple- mente con los patrones: cuando habla de los grandes almacenistas que les com- pran la produccién del taller, usa el tér- mino “mis patrones”, y se asume como una trabajadora més. Al referirse a “los obreros a los que les gusta la politica”, Milagros expresé una visin negativa de lo politico en ge- neral. Cuando le pedf que me hablara més explicitamente del tema, los aspec- tos negativos se predicaron més en con- creto de los partidos de oposicién: “Aqui en la colonia, cuando laa elec- ciones presidenciales, gané CArdenas, pues hay mucha genteignorante que voté LA CULTURA POLITICA... 89 por él, por m4s que les repartié el PRI leche de LICONSA [una empresa estatal] y tortibonos [cupones que se canjean por tortillas] (...) A mf no me gusta Cérde- nas... a m{ puro PRI, porque nos ha deja- do a la gente trabajar. (...) Los del PRI no son perfectos; pero ya saben c6mo gober- nar, ya estén capacitados. Los demés es- tarfan experimentando con nosotros.” El gobierno bueno es el que “esté ‘capacitado” para hacer las cosas, “el que administra bien los impuestos, el que tie- ne justicia y energia para todos y para todo”. Los ciudadanos deben votar y pa- gar impuestos porque “es su deber”. Mientras mejor sea el gobierno, “la gente tendra més confianza y pagaré més im- puestos y el gobierno podra hacer més cosas”, Es patente que Milagros se encuen- tra muy cerca de una cultura politica de tipo liberal, Hay también elementos de economta moral, en su visién de la fami- lia como unidad solidaria; sin embargo, debe tenerse en cuenta que para ella las relaciones familiares que son realmente importantes son las que se expresan en la cooperacién laboral y econémica. Socorro: disolucién doméstica y solidaridad comunitaria La identidad fundamental de Milagros es inseparable de la percepcién que ella tie- ne de su vida como una serie de continui- dades: del mundo familiar al econémico, al religioso y al politico. En contraste, la identidad de Socorro, nuestro segundo caso, est modiada por la construccién de su vida como una discontinuidad entre su NA.3B mundo doméstico y su mundo piblico. Socorro creci6en un ejido dela region lagunera, donde su padre era comercian- te en pequefio. En 1952 —ella tenia 15 afios— la familia vino a probar fortuna a Guadalajara. Un afiodespués, ella se cas6 con un muchacho de su pueblo, que vivia en el barrio de Santa Teresita, donde se habfan establecido muchas familias del mismo lugar de origen. Entre 1953 y 1970, Socorro, su marido y sus hijos—Hle- garon a ser ocho—- cambiaron més de diez veces de domicilio: vivieron primero en vecindades, luego en casitas rentadas, y finalmente compraron un pequeiio lote en un fraccionamiento popular. Precisa- mente en relacién con ese lote Socorro tiene un recuerdo traumitico: “Mi marido siempre trabajé como chofer en camiones urbanos (...) Enton- ces tuvo un accidente bastante grave, chocé con otro coche y lo destrozé y hubo heridos... Lo metieron a la cAtcel y los duefis le echaron toda la culpa, asi que para que saliera tuvimos que pagar la fianza, y luego una multa... Nuestros pa- dres no nos pudieron ayudar... Vendimos el terrenito para salir adelante. Luego, con lo que sobré dimos el enganche para otro lote en Santa Cecilia, que estaba mucho més lejos, y donde casi no habia todavia nada, Era como empezar otra vez (..) En aquel entonces yo sentia que aquéllo no estaba bien, pero pensaba que habfa sido una desgracia inevitable. Aho- a veo que esas desgracias pueden evitar- se si hay justicia”. La llegada en 1970 a la colonia Santa Cecilia significs para Socorro, segtin ella misma lo afirma, entrar en un mundo religioso diferente, que giraba en torno a 90 GUILLERMO DE LA PENA varias figuras de un catolicismo de izquier- da, animado explicitamente por las ideas de la nueva Teologfa de la Liberaci6n: “Me llamaba la atencién que el P. Chava [el pérroco de Santa Cecilia] era muy diferente a otros curas que yo habfa conocido... era muy alegre y dicha- rachero, se ponfa a trabajar de albaiiil para construir la iglesia, convivia todo el tiempo con la gente... era muy abierto: se le podia decir cualquier cosa (...) Luego Hegaron las madres del Sagrado Cora- z6n, y varios jesuitas que rentaron casi- tas como las demas del barrio: vivian igual que nosotros (...) ¥ los jesuitas tra- jeron a jévenes universitarios y a profe- sionistas, que organizaron cooperatives y pusieron un dispensario. Las monjas abrieron una escuela, y ahf meti a mis hijog; luego yo también entré a estudiar la primaria nocturna. Me hice amiga de varias religiosas, y de ah{ me jalaron a trabajar en las Comunidades Eclesiales de Base. Fuimos de casa en casa, ainvitar a la gente, para formar la comunidad de mi manzana. Asf nos juntamos unas 15 mujeres. Nos ponfan una lectura del Evangelio, y empezamos con dindmicas de grupo muy sencillas... Hablébamos de nuestras casas, de nuestras familias y problemas, y tratabamos de ver qué en- sefianza practica nos trafa el Evangelio... Descubrimos que nuestros problemas se parecian mucho (...) Luego lefmos el libro del Exodo, donde Dios Nama a su pueblo ala liberaci6n, a salir de Egipto, la vida que aprisiona, y a buscar una vida nueva (..) En el Evangelio aprendimos que Je- sGs vino a predicar a los pobres, que la verdadera Iglesia es la de los pobres: la de los ricos es una falsa Iglesia...” Socorro asistia semanalmente a las reuniones de promotores, donde se im- partfan clases de Biblia y de expresién oral y escrita. También se hablaba de “los problemas sociales de México” —en un lenguaje marxista. Por otro lado, a través de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) —cuyo nimero Ilegé a 60 en 1978-74: unos 1200 miembros efecti- vos—, participé en un sinntimero de ac- tividades comunitarias. Cada semana, se celebraba un festival al aire libre, en el gran atrio parroquial; ahi se cantaban canciones “contestatarias” y se repre- sentaban pequefias obras de teatro, o sketches, que pretend{an pintar escenas de la vida real de la gente. Aparecfan invariablemente ciertos personajes ar- quetfpicos, parcialmente inspirados en las historietas de Rius: * el Ifder sindical corrupto, el patron abusivo, el politico prifsta venal, el obrero indefenso, el casa- teniente extorsionador, el fraccionador que no cumple con la legislaci6n urbana... etc. Se publicaba —también semansl- mente— un boletin mimeografiado, lla- mado El Alipuz, donde se hacfa propa- ganda de las cooperativas y se discutfan Jos problemas causados por la carencia de servicios en la colonia. En relaci6n con tales problemas, surgié una organizacién llamada Colonos Unidos, que reclutaba miembros a través de las CEBs, y convo- ‘“Bduardo del Rio, “Rius”, ha publicado desde la década de 1960 historietas y panfletos donde pre- senta, mediante dibujos caricaturescos, una visién LA CULTURA POLITICA... 91 caba.a marchas y movilizaciones median- te anuncios en los festivales y en El Ali- puz.? As{ se consiguieron mejoras en los transportes, los teléfonos publicos, elem- pedrado y las banquetas. La lucha por el agua fue la mAs prolongada y, para Soco- tro, la mds importante, pues culminé en 1978 con una movilizacién gigantesca donde ya la organizacién y el liderazgo estuvieron en manos de la propia gente de Santa Cecilia, sin intervencién directa de los clérigos 0 los universitarios. Soco- rro formula su participacién en la direc- tiva de este movimiento como una expe- Tiencia que le permitié palpar la efecti dad real de una organizacién popular: “Cuando nos presentamos miles de gentes ante las autoridades, [a éstas] no les qued6 m4s remedio que recibir a los que fbamos como representantes (...) Nos pusieron como traba que no podfan re- partirnos los recibos del agua, pues ellos no tenfan gente, y entonces nosotros nos comprometimos a repartir todos los reci- bos y a recoger todas las quejas, y lo cumplimos, pues estébamos organizados desde antes...” Por muchas otras razones, 1978 fue una fecha definitiva para Socorro. Cuan- do la lucha del agua tocaba a su fin, decidié separarse de su marido, “porque yo no pod{a aceptar més que la voluntad de Dios [fuera] que yo viviera en una situaci6n de opresién y de dificultades continuas (...) Yosentfa que no era cierto que mis obligaciones [se redujeran a atender] nom4s a mi familia, porque el "Sobre Santa Cecilia y el papel de la comunicaci6n masiva en la promocién popular, véanse Logan, 1984 y Nafiez, 1985. NA.38 Evangelio dice que el préjimo es todo el que necesita nuestra ayuda.” Sin embargo, Socorro percibié que este rompimiento —que fue no sélo con el marido sino con una buena parte de su familia y parentela— le creé una situa- cién de rechazo implicito, incluso de par- te de sus antiguas amigas las monjas, y de miembros de la CEBs con quienes ella habfa consultadosu problema. Entre tan- to, ella y un grupo de los m4s comprome- tidos en las organizaciones del barrio — entre quienes se contaba Sergio, su nueva pareja—, participaron en la fundacién del Movimiento Popular Independiente (MPI), que reunfa organizaciones de va- rias colonias y tenfa un cariz politico, aunque no abiertamente partidista. El MPI estuvo articulado con la Coordina- dora Nacional del Movimiento Popular Urbano (CONAMUP) y promovié movi- lizaciones masivas en varias zonas de Guadalajara; pero por divisiones inter- nas se disolvié en 1983. A pesar de que las CEBs de Santa Cecilia han declinado considerablemente, Socorro y Sergio re- gresaron a ellas y han asistido, como de- legados, a reuniones nacionales e inter- nacionales (en Nicaragua). Socorro vive actualmente en un cuarto que le presta uno de sus hijos mayores. Recibe algin dinero de Sergio y ocasionalmente de sus otros hijos, y reali- za trabajos de costura a domicilio. Aun- que no hace una evaluaci6n muy optimis- ta de su vida, afirma que su compromiso con las CEBs y con las luchas populares le han producido una enorme alegria yun gran entusiasmo para seguir viviendo. Su identidad, por tanto, tiene una fuerte di- mensién comunitaria extrafamiliar. Por 92 GUILLERMO DE LA PENA otra parte, su participaci6n en la politica extracomunitaria (o sea, el MPI) no le dej6 impresiones muy satisfactorias: “La politica es dificil (...) A los politi- cos se les olvida que su tarea principal es dejarse llevar por lo que la gente misma va pidiendo...” Con todo, ha votado por los partidos de izquierda: por el PSUM, por el PMS, y por C4rdenas. No cree que el PAN 0 el PRI puedan ofrecer ninguna solucién de fondo a México, pues “est4n ligados a los intereses de los ricos”. EL MUNDO FAMILIAR: IDENTIDAD, REDES DE AYUDA MUTUA Y JERARQUIA DOMESTICA Los contrastes entre las percepciones au- tobiogrificas de Milagros y Socorro pro- porcionan ciertas pistas relevantes sobre los componentes de la cultura politica popular. Salta a la vista, en primer tér- mino, la importancia y la tremenda am- bigedad del mundo categorizado como “la familia”. Trataré, en los parrafos si- guientes, de presentar las experiencias y reflexiones de los informantes sobre las distintas facetas de las relaciones domés- ticas y de parentesco. Solidaridad familiar y confianza en el futuro A riesgo de simplificar, puede afirmarse que, en nuestros casos, la peroepcién de la solidaridad familiar como algo valioso y efectivo se asocia —como en el discurso de Milagros— a la percepcién optimista de la propia trayectoria vital. Este opti- mismo no surge de una simple ingenui- dad o de cflculos equivocados; surge més bien de la experiencia: la vida puede ser manejada, dentro de Ifmites razonables, por quien no est4 solo en sus esfuerzos. Varios de nuestros entrevistados que tie- nen caracteristicas “empresariales” —en su conducta y en su mentalidad— conta- ron y cuentan con densas redes familia- res que han podido utilizar para acceder a miltiples bienes y servicios. En tales organizaciones familiares —cuando es- tén asociadas al ascenso econémico— se transmite una ética de trabajo, que puede redundar en una mentalidad del tipo que he Uamado liberal. Me referiré a tres casos sugerentes: Edgardo, vendedor mediano de frutas en el mercado de abas- tos, de 34 afios; Efrafn, fotégrafo de ba- trio, de 35 afios, y Jacinto, de 18 afios, empacador de frutas. Edgardo no puede hablar de ningun aspecto importante de su vida sin traer a colacién alguna relacién de parentesco. Con ayuda de su padre —un pequefio agricultor veracruzano— pudo ir a estu- diara Jalapa y consiguié ahf sus primeros empleos. Su hermano mayor lo precedié en la inmigracién a Guadalajara y lo ayudé a acomodarse en esta ciudad 1°Utilizo ¢l término “empresarioa” para aludir a quienes se establecen por cuenta propia y buscan expandir su actividad econémica y sus beneficios aunque no Jo logren, o lo logren en una escala muy pequefis—, para lo cual requieren de una actitud abierta a la innovacién y al riesgo. Véase la obra cldsica de Fredrik Barth (1963); también ‘Long y Roberts (1978), LA CULTURA POLITICA... 93 (en 1981). Entré al mercado de abastos —que él concibe como el lugar donde hay mejores oportunidades econémicas para los que “vienen de abajo”— gracias a su matrimonio: la familia paterna de su es- posa se dedica al comercio de la fruta e incluso controla una pequefia porcién te- tritorial dentro del mercado. Dos herma- nos de Edgardo vinieron a trabajar con é) —aunque también hacen labor de carga- dores af large—; desde Veracruz, su pa- dre le ayuda a conseguir fruta con parien- tes y amigos. La parentela de su esposa también le surte mercancfa. Con ahorros de este trabajo (y de los anteriores: maes- tro de escuela, intermediario free lance en Ja compraventa de autos, cargador en el mercado), Edgardo pudo comprar un apartamento en una zona urbana de cla- se media. Aspira a hacer dinero “en se- rio”: cree que algtin dia no muy lejano le seré posible conseguir una bodega grande enel mismo mercado. Piensa que la clave del éxito est4 en el esfuerzo y en la habi- lidad personal; pero es muy consciente de que es también necesario tener a “al- guien que lo apoye [a uno], porque es muy dificil la supervivencia en México..., por Jo mismo que todo esté bien controlado” {por monopolios, mafias y corporacio- nes]. Fue miembro del PRI, pero lo dejé: “Me di cuenta que como yo era de rancho a mf me manejaban y que la polf- tica no llevaba a nada (...) Uno pierde el tiempo y tiene que engafiar a la gente pues tiene que prometer cosas que no cumple (...) Hay que ver que esto del gobierno es una mafia...” Su critica al PRI se formula en térmi- nos de falta de pluralismo y de que el par- NA. tido—gobierno (por sus favoritismos amafiados) entorpece la operacién del mercado libre, Sin embargo, no muestra entusiasmo por ningin partido de oposi- cién. E| fotégrafo Efrain se ve asi mismo como un self—made man (“yo me hice”): fue primero peluquero (en Ja peluqueria de su padre, migrante chihuahuense), luego obrero en una fabrica mediana de joza, y finalmente aprendié el oficio de fot6grafo “leyendo y practicando”. Sin dejar la fébrica tomé un curso en el Circulo de Fotégrafos Profesionales; cuando se sintié seguro, vendié sus trastos de pelu- quero e instalé su estudio. A pesar de su imagen de autosuficiencia, acepta que la ayuda familiar fue decisiva: para obtener el primer empleo y para conseguir sus primeros clientes como fotégrafo. El es- tudio ocupa la planta baja de una casita comprada por su padre en la colonia San- ta Cecilia; en la planta alta, viven Efrain, su esposa y sus dos pequefias hijas. Sus padres, suegros, primos y compadres vi- ven por el mismo rumbo: lo visitan con frecuencia y le siguen enviando clientes. Segin Efrafn, lo que cuenta de lasayudas entre parientes es que son desinteresa- das, No se hace grandes ilusiones, pero espera progresar: “Para que le vaya bien a una persona influyen muchos factores: hacer bien su trabajo, saber tratar alas personas, apro- vechar los apoyos (...) Todo trabajo, po- piendo empefio, se puede hacer bien (...) La gente trabajadora... tiene las mismas posibilidades [aunque sean pobres} que cualquier otra... sobresalen por s{ mismos y luego los buscan para darles trabajo en. donde sea (...) Lo mas conveniente para 94 GUILLERMO DE LA PENA los hijos es darles educacién y luego en- cauzarlos para que les vaya bien en la vida”. Apesardesu corta edad, Jacinto alberga. grandes ambiciones: ahorrar dinero, poseer un negocio en la ciudad (“probablemente algo que tenga que ver con el mercado de abastos”), ayudar a sus familiares para que también prosperen. Su padre y sus herma- nos tienen un horno artesanal para fabri- car ladrillos en Arenal (un pueblo cercano a Guadalajara); Jacinto contribuye a este negociocon dineroy trabajo ocasional; pero no quiere vivir en el pueblo sino en la ciudad, Su empleo de empacador de frutas Jo consiguié gracias a un tio materno, que Jo recomend6; aprendié el “oficio” median- tesu primo, que ahf trabaja. Viveen la casa del padre desu madre, Trabaja jornadas de 11 © 12 horas diarias; s6lo descansa los domingos. Le pagan a destajo (por caja o reja empacada), su ingreso promedio es cuatro veces el salario mfnimo. (Gana lo mismo que un profesor universitario de nivel medio: mds que el fotdgrafo, pero menos que Milagros o Edgardo). Se mues- tracritico respecto de los patrones abusivos “que casi ni pagan el [salario] minimo”; para evitarlos, él quiere ser su propio pa- tron. Y esté seguro que lo lograr4. No sabe ni quiere saber nada sobre los sindicatos. ‘Tiene muy poca informacién sobre parti- dos politicos o vida politica en general; pero prefiere al PAN yal PRI quea laizquierda, pues ésta “cerraria los templos”. Es protes- tante, de la Iglesia Apostélica, al igual que ‘su familia materna: “no fumo, ni bebo, ni ando en parrandas”." ‘IL Iglesia Apoetélica de Cristo Jests, una funda- La jerarqufa doméstica: {os Ifmites del sujeto En el discurso liberal de los informantes citados, se aprecia una contradiccién: écémo compaginar el énfasis en el sujeto individual con la importancia esencial de las mediaciones de las redes familiares? Desde el punto de vista de ellos, la con- tradiccién no existe, en tanto que la rela- ci6n se exprese en términos de solidari- dad y no en términos de dependencia o jerarqufa. Pero, de hecho, Jacinto se que- ja de las exigencias de la familia de Are- nal, y Milagros reconoce que entre ciertos miembros de la familia hubo rivalidad —que desembocé en rompimiento— por el control de la empresa. Por otra parte, Ja noci6n de un sujeto individual que to- ma sus propias decisiones, compite en el mercado y progresa, se vuelve sumamen- te problematica para los miembros feme- ninos de las familias estudiadas, cuya ubicaci6n en la jerarqufa familiar —en un contexto cultural de tradiciones patriar- cales y autoritarias— suele definirse en términos de subordinacién (opresién, se- gan Socorro). En este sentido, el caso de Milagros es bastante-excepcional. Perte- nece al segmento més fuerte de su red de parentesco: el taller se originé con los ahorros de su padre y ocupa una parte de la casa de la propia Milagros.’* Gracias a cién mexicana, ha tenido —al igual que au rival y congénere la Iglesia de la Luz del Mundo— una gran aceptacién entre los sectores populares urba- nos de Guadalajara. Véase Morén Quiror, 1986; De la Pea y De la Torre, en prensa. 121 principio de autoridad masculina no se pierde: Jo ejercen el padre y los hermanos de Milagros. LA CULTURA POLITICA... 95 su inteligencia, su posicién en el proceso de trabajo es mas importante que la de sus hermanos (excepto uno), ctiiados y marido. Sin embargo, en el taller ella trata fundamentalmente a las mujeres trabajadoras (que son mayoria) y mani- fiesta particular gentileza al tratar con tos hombres. Con su marido, Milagros interactéa muy poco en horas laborales —4l se ocupa del transporte—; pero, en el hogar, lo sirve en la mesa y lo consulta en todas las decisiones relacionadas con los hijos (“le doy su lugar”, dice). En contraste, Zenaida (41 afios), hermana de] marido de Milagros —parcialmente inmersa en la misma red familiar protec- tora—, trabaja en el mismo taller en una posicién subordinada (como adornadora de calzado) y vive en casa de su suegra, donde tampoco tiene autoridad. Aunque s6lo gana el salario minima, su situacién no es de mucha estrechez, pues dos de sus hijas —solteras— también laboran en el mismo taller y contribuyen al gasto fami- liar, al que también aporta algo el marido (pintor de autos por cuenta propia). Sin embargo, sus ambiciones econé: son muy limitadas (“vivir con tranquilidad”). Para Zenaida, la politica es algo lejano, confuso y basicamente ajeno. Vota por el PRI porque le dijeron que si no lo hacia sus hijos no serian admitidos en la escue- Ja (esta creencia, basada en rumores, pa- rece estar bastante difundida en Guada- lajara). No sabe qué son los sindicatos, ni Pero, en la prctica, tal situacién la favorece a ella vis—a—vis la familia de su marido y por consi- guiente disminuye la capacidad de mando de éste, 133in embargo, Milagros no hace trabajo domésti- co: tiene una sirvienta. NA. 38 cree que sirva de nada que los trabajado- res se unan. Hay pobres y ricos “porque Dios le da a cada quien su destino... pero es bueno pedir ayuda a Dios y a los santos que me han sacado de apuros varias ve- ces”, Zenaida piensa que las mujeres no deben trabajar si el marido no les da permiso; Milagros, en cambio, afirma que sélo dejard casar a sus hijas con hombres que respeten su derecho a trabajar y a superarse, La desigual distribucién del poder entre hombres y mujeres —manifestada en una desigual responsabilidad domés- tica y en desventajas econémicas y labo- rales— es motivo de queja en préctica- mente todas las entrevistas a mujeres. A su vez, los hombres expresan frecuente- mente lacreencia de que tales diferencias obedecen a causas “naturales”. Pero no hay una percepcién clara de cémo cam- biar las cosas. Incluso Milagros y Socorro —con todo y sus actitudes liberadas— tuvieron que aceptar temporalmente el rol subordinado, y manipularlo: Ja prime- rasededicé totalmente al hogar mientras tuvo hijos infantes; la segunda desempe- Ai6 el papel tradicional de madre y esposa durante 25 afios: cuando empezé a dedi- carse més de Heno a las CEBs sus hijas mayores ayudaban en el hogar. Asimis- mo, puede pensarse que Socorro dificil- mente se hubiera animado a romper con su marido sin la alternativa emocional y social que le proporcicnaban las redes en el mundo de las CEBs y los movimientos de promocién popular. El caso de Socorro des paradigméti- co? Que el divorcio o la situacién de ma- dre soltera no sean deseables per se como escapatorias a la subordinacién conyugal 96 GUILLERMO DE LA PENA Jo muestran los predicamentos que sue- Jen caracterizar a los hogares encabeza- dog por mujeres (cfr. Gonz4lez de la Ro- cha 1988), Ni la carencia de marido por ‘sf misma lleva a una mentalidad autosu- ficiente o de critica social y politica. Gu- delia (34 afios), al igual que Zenaida, es adornadora en el taller de Milagros (y prima de un cufiado de ésta). Ha sido abandonada dos veces por el marido; afir- ma que —ahora sf— ya nunca volveré con él. Vive en la casa de su madre ancia- na, con cuatro hijos propios, los cényuges de sus dos hijas mayores, ms un herma- no “tarado por el alcohol”, mAs una her- mana, més el marido y los dos hijos de esta Gltima. Para Gudelia, la enorme uni- dad doméstica es una rémora y no una ayuda; pero acepta tal situacién como “la voluntad de Dios”. En su concepcién de Ja vida, la fatalidad y la resignacién tie- nen un papel central: “No nos movemos sin Dios; en el fracaso y el éxito podran influir muchas cosas; pero primero Dios”. Piensa que es muy importante pe- dir ayuda a Dios y alos santos: “He hecho mandas a la Virgen de Zapopan y a la de San Juan de los Lagos, y me han cumpli- do lo que les pido”. Reconoce, por otro lado, que los pobres deben esforzarse més y conseguir ayuda de donde se pueda: de los parientes, de los patrones y de los sindicatos. No le gusta el gobierno (“de- berfa de hacer més por los pobres”); pero vota por el PRI “para que los nifios no tengan problemasen la escuela” y porque desconfia de los otros partidos (“dicen que son comunistas”), Vacfo familiar e identidad problematica éQué sucede cuando las redes familiares son casi inexistentes o extremadamente débiles? Mencionaré dos ejemplos: ambos pudieran calificarse como drifters (a la deriva). Albino tiene 18 ajios; es cargador y eatibador en el mercado de abastos. Nacié deforme; su padre abandoné a la familia cuando él tenfa seis afiog; su ma- dre lo castigaba quem4ndolo con cigarri- los (“me odia pero yo siempre la he ne- cesitado como madre, a pesar del maltra- to que me ha dado”). Huyé de su casa (en Tapachula, Chiapas) a los doce afios; en la ciudad de México se dedicé “ala vagan- cia” y luego anduvo con un cireo que recorrfa las costas del Pacifico. En Baja California lo cansé el circo; trabajé en los campos de tomate y chile y pronto viajé a Guadalajara con los camioneros que transportaban el tomate. No tiene casa; duerme en una bodega “que cuida”; se levanta en la madrugada a descargar los camiones; por las tardes y noches se mez- cla con la poblacién flotante del mercado de abastos (cargadores, choferes de paso, prostitutas, veladores...) En materia po- Iitica piensa que “...los mexicanos somos bien tontos (...) los que siempre pierden son los campesinos y los obreros (...) Pero yo digo que tampoco est4 bien que se regalen las tierras, pues los pobres como que no saben bien de las cosas... lasechan a perder...” Cree que De la Madrid y Salinas son extranjeros, y que algo podran progresar los pobres “si se unen y alegan juntos”. Sobre su futuro no tienen mucha idea. Est contento porque gana “buen dine- ro” en su trabajo actual, aunque no lo LA CULTURA POLITICA... 97 ahorra (“el alcohol siempre es un peli- gro”). Le gustarfa regresar a Tapachula (“pero no pronto”) y trabajar con su pa- dre, “que es muy mujeriego pero muy buen soldador”. Reynaldo, nuestro segundo drifter, es un personaje de novela picaresca (Al- bino es un personaje de Gogol o Bufiuel): tiene 38 afios; trabaja como diablero (acarrea mercancfa con ayuda de un dia- blito o carretilla vertical), también en el mercado de abastos, y en su vida ha hecho de todo: pen agricola y vendedor de fru- ta, estibador y empleado de mostrador, vendedor ambulante de helados y jardi- nero. Dejé su hogar en Nayarit a los 15 afios; su padre era un campesino muy pobre, y desde entonces casi no lo ve. Reynaldo vivié en la frontera en Tijuana muchos afios (por lo menos diez); pasé ilegalmente a USA muchas veces, y su mayor gloria es haberse convertido en coyote (traficante en trabajadores indo- cumentados): “Ser coyote no es s6lo una actividad: esuna manera de ser, que a unoselenota hasta en el andar, el pelo, la ropa que uno usa y el inglés que uno habla (...) pero es peligroso, es como la mafia... ms de una vez recibf amenazas de muerte...” De Tijuana se trajo una mujer con quien tiene dos hijos y mantiene una ca- sa; pero él mismo confiesa que los ve muy poco “por andar en la parranda”. Muchas noches las pasa fntegras en el mercado, jugando a las cartas, bebiendo o con las mujeres disponibles, Tiene fama de alco- hélico. Su filosofia politica se resume en una frase: “el pez més grande se come al més chiquito”. Sobre su futuro, Reynaldo Jo que més quiero es ha- cer billetes por la buena o por la mala (...) Conozco los bajos mundos y ahi se mueve mucho dinero (...) La sierra es lo que da més producto (se refiere a la marihuana y la amapola); ahf, aunque te vaya mal y te metan a la creel, sales cargado de Jana para tus hijos...” EL MUNDO PUBLICO He tratado hasta aqui de mostrar existe una relaci6n (aunque no mecdni- ca) entre: a) la experiencia de familia y parentesco, b) la carrera de vida, c) la identidad del actor social y la percepcién que éste tiene de sus posibilidades frente alasociedad y el mundo politico."* Obvia- mente, hay ademés otros factores 0 seg- mentos sociovitales importantes en la conformacién de la mentalidad (y de la cultura polftica), que han ido ya asoman- do en los materiales presentados. Me re- feriré brevemente a algunos de ellos: la experiencia frente a las actividades sin- dicales, la experiencia en organizaciones de barrio, y la experiencia frente a los partidos politicos. La ambigiiedad del corporativismo Las organizaciones sindicales rara vez son percibidas como dedicadasa la defen- sa.colectiva de los trabajadores en cuanto trabajadores. De ellas solamente tienen “Para ahondar en el tema de Ia influencia de la organizacién familiar, a(n hace falta examinar ef interior del mundo doméstico y sus ciclos de desa- rrollo, Cir. Gonzélez de la Rocha, 1986. 98 GUILLERMO DE LA PENA semejante percepcién quienes han perte- necido a sindicatos de industrias grandes que estén orgénicamente vinculados a centrales nacionales combativas (ugr. quienes trabajan o han trabajado en f4- bricas de cemento), y algunos que han pertenecido a secciones relativamente independientes del sindicato zapatero.’® Pero, en general, prevalecen tres image- nes de los sindicatos: a) Como asociaciones dedicadas a vender proteccién individual a trabajado- res por cuenta propia, oa venderles acce- so a ciertos espacios privilegiados de tra- bajo. Por ejemplo, los tianguis 0 merca- dos al aire libre son territorios captura- dos por tres organizaciones corporativas —las tres, afiliadas al PRI—: la CTM (Confederacién de Trabajadores de Méxi- co, la central nacional m4s grande), la CROC (Confederacién Regional de Obre- ros y Campesinos, un organismo del Oc- cidente de México) y la CNOP (Confede- racién Nacional de Organizaciones Po- pulares: es percibida como una central sindical, aunque formalmente no lo es). Para tener derecho a vender en esos es- pacios, hay que afiliarse a alguno de los organismos mencionados (dependiendo de qué tionguis se trate); y hay que con- graciarse con el delegado (mediante una serie inacabable de propinas 0 cuotas mo- netarias, a veces muy considerables, por las que no se expide recibo) para obtener los mejores puestos. De la misma mane- \sTéngase en cuenta que ninguno de los inform- antes ha estado jams vinculado a los sindicatos de la Uamada “aristocracia obrera” de nuestro pais (los petroleros, los de la Comision Federal de Elec- tricidad y los de ciertas empresas estatales). ra, en el mercado de abastos los vendedo- res ambulantes tienen que pertenecer a la CNOP, y los cargadores, los choferes y los mecénicos que ofrecen sus servicios a Jos camiones, a la CROC. b) Como asociaciones que pueden ayudar a los individuos a obtener favores © prebendas: por ejemplo, un empleo, un préstamo de cajas de ahorro sindicales 0 incluso’ del Banco Obrero, o un aparta- mento o casa en un sorteo del INFONA- VIT o del FOVISSSTE (las instituciones gubernamentales dedicadas a producir —a cuentagotas— vivienda pra los traba- jadores). Hay que afiadir que, en Guada- lajara, los organismos corporativos —so- bre todo la CTM— han fungido como brokers privilegiadosen la regularizacién de los terrenos ejidales de la periferia.* ¢) Como organismos dedicados a ven- der proteccién a los patrones, contra hi- potéticas o reales amenazas de los traba- jadores; pero més efectivamente —para- dojas del corporativismo— contra las propias organizaciones sindicales. Ocu- rre que ciertos personajes que se acredi- tan como delegados de la CTM, de la CROC y de un par de centrales fantasma- les —que no aparecen en otros contextos pero estén registradas en el Departa- mento de Trabajo del Estado de Jalisco— visitan log negocios o fabricas pequefias 16No se registraron “asentamientos irregwares” en la capital de Jalisco sino hasta la década de 1970 (Vézquez, 1988). En 1978, et Partido Socialista de 06 Trabajadores promovié invasiones a tierras ejidales, que fueron reprimidas. Para evitar que el ‘evento se repitiera, el gobernador “concesion6” (ilegalmente) a la CTM y otros grupos pritstas la gestion de la periferia ejidal. LA CULTURA POLITICA... 99 y medianas, y también las empresas constructoras en operacién —donde no han existido previamente sindicatos— e invitan a los duefios a firmar un “contra- to colectivo”. La cuota que el duetio debe pagar al firmarse el contrato es elevada (250 000 pesos para un taller con cuatro 0 cinco operarios en 1988); si rehasa pa- garla, se le amenaza con huelga: node los trabajadores del establecimiento en cues- tién, sino mediante la intervencién de esbirros acarreados al efecto. La amena- za suele cumplirse: los esbirros bloquean Ja entrada y despliegan banderas rojine- gras. Pero, si el duefio firma y paga, nin- gan sindicato lo molestard ya més, y silos trabajadores intentan organizarse por su cuenta, serén acusados de ilegalidad. Estas tres imagenes prevalecientes provocan evaluaciones contrastantes en situaciones distintas. Para algunos de nuestros informantes, el valor del sindi- cato (0 su equivalente) se mide simplo- mente por sus posibilidades de patronaz- go. Celia (36 afios) trabajé6 varios afios en una fabrica de muebles; luché por ganar- se la benevolencia de los delegados, y consiguié un apartamento subsidiado; una vez que lo obtuvo, dejé la fabrica y el sindicato y puso un pequefio negocio de comida en un mercado popular. Ahora, recurre a ia CROC y al PRI: busca pro- teccién para conservar un lote en una colonia irregular. Benito (tianguero, 71 afos) muestra una mentalidad muy cri- tica respecto a la politica y la estructura de la sociedad —es miembro de las CEBs—; pero admite que pertenecer ala CTM le permite “trabajar en paz”. Se queja de los abusos y privilegios de los delegadcs; sin embargo, les ha solicitado NA38 favores. En cambio, para otros es domi- nante el aspecto de la corrupeién sindical. Juan Jorge (peluquero, 55 afios), que fue aprendiz de mecAnico en su juventud, piensa que no progresé en ese oficio por- que los patrones abusaban de él y el sin- dicato no lo apoy6: “son puro cuento y faramalia... personas que estén vendidas y que no hacen més que apoyar los inte- reses de ellos mismos y de los patrones...” Lo mismo piensa el albaail Facundo (76 aiios), después de 40 afios en su oficio (a veces ha tenido que pagar cuotas a la CROC, pero nunca ha tenido plaza ni prestaciones): “los sindicatos son innece- sarios, son como pardsitos”... Para el tianguero Remberto (55 afios; también es miembro de las CEBs), la organizacién corporativa ha propiciado igualmente una actitud erftica no sélo hacia la corrupcién sindical sino hacia el PRI: “Los tiangueros trabajamos cada uno sin que nadie nos mangonée en el negocio, pero a pesar de eso estamos su- jetos a un sindicato, la CROC, que es el que nos explota: hay que darles dinero... En las juntas del sindicato hay que darles 2.000 pesos. Si no vamos a las juntas hay multa (...) Yo me salia (de las juntas) porque no estaba de acuerdo; todo es a favor de ellos, no de los comerciantes... Hay cosas muy malhechas dentro del sin- dicato, (adem4s) nos exigen ir a los miti- nes del PRI, y si no vamos nos cobran, nos presionan y nos ponen el dedo (nos sefia- lan) (...) Segiin el dinero que dé uno, es la atencién que le presta el sindicato. Aho- rita, no estoy seguro cudnto cobran la entrada, creo que 50 000 pesos la tarjeta, y si uno deja de ir cuatro semanas (a las 100 GUILLERMO DE LA PENA juntas) sin avisar, se la quitan. Si va una muchacha bonita, o si le sueltas dinero al delegado, entonces te sueltan el permiso para el puesto en el tianguis (...) Otro problema es que no lo dejan ir a uno a todos los tianguis, yo deberfa trabajar siete d{as, pero només me dejan cuatro (..) Se dice que en los tianguis se roba (es decir: que los vendedores falsifican la mercancia o tienen balanzas trucadas); pero ego es culpa de los delegados: ellos le arregian la cosa a los que roban, si les dan mordida...” Afiliacién religiosa: reivindicaciones territoriales y defensa contra el “caos” La experiencia religiosa es particular- mente relevante en nuestro andlisis cuando la encontramos vinculada con or- ganismos de barrio que han ayudado a la gente a conseguir servicios urbanos —y debe recordarse que Guadalajara es una ciudad de crecimiento explosivo e inmi- gracién desmesurada. En las décadas de 1940 y 1950, en varias parroquias de &reas populares florecieron asociaciones religiosas de corte tradicional —Accién Catélica, Vela Perpetua, Hijas de Marta, Cruzada Eucaristica..— que proporcio- naban un espacio de encuentro (frecuen- temente, era el tinico) entre vecinos, don- de podian formarse redes de ayuda mu- tua y comités de tramite de servicios. Estos comités generalmente estaban pre- sididos 0 controlados por el propio pArro- co; eran eficientes pero poco democrati- 0s; por ello, al igual que las asociaciones parroquiales, fomentaban tanto una reli- giosidad individualista como una menta- lidad autoriataria. En contraste, las Co- munidades Eclesiales de Base surgidas a partir de 1970 —como Jo muestra la his- toria de Socorro— propiciaban explicita- mente la participaci6n democratica y la critica social. ” El caso de Socorro es el de alguien comprometido a fondo, cuya experiencia de liderazgo redund6 ade- més en una conciencia aguda de las posibilidades de la organizacién colecti- va; pero otros casos muestran efectos similares, aunque de menor intensidad, en la experiencia vital de la gente. Hay un cambio de vocabulario —sélo los de las CEBs emplean expresiones tales co- mo “sistema de clases injusto”, “lucha contra la opresién”, “liberacién de la persona humana”—; pero lo interesan- te es que ese nuevo vocabulario puede servir para dotar de significado a la historia propia. Mae asociaciones parroquisles tradicionales 22 formaron en una etapa especifica de la historia urbana: cuando los inmigrantes se asentaban en espacios privados que eran urbanizados por los propictarios sin que el Estado interviniera en for- ma significativa (los reglamentos urbanos eran casi inexistentes). Las CEBs aparecieron en los “fraccionamientos populares” que surgieron al am- paro de la ley estatal de 1943: se trataba también de urbanizaciones privadas y baratas; pero abf los fraccionadores deblan garantizar un minimo de servicios. El frecuente incumplimiento de los regla- mentos por parte de los empresarios urbanos, y la corrupeién gubernamental que lo toleraba, desen- cadenaron —en la década de 1970, sobre todo— protestas de los colonos, a menudo bajo elliderazgo © los auspicios de las CEBs, en fraccionamientos como Santa Cecilia, Santa Margarita, Polanco y otros. Véase De la Pea y De la Torre, en prensa. LA CULTURA POLITICA... 101 ¢Y los protestantes? Ningin inform- ante nacié fuera del catolicismo; pero algunos optaron por ingresar a agrupa- ciones evangélicas. Conviene distinguir entre las conversiones individuales o fa- miliares —Milagros y Jacinto, por ejem- plo—, donde al parecer se busca un prin- cipio ordenador de la vida, que la defien- da de tendencias centrifugas en un con- texto percibido como ca6tico (“busqueda de unificacion”, en términos de William James, 1958), por un lado, y por otro conversiones vinculadas a la necesidad de proteccién institucional y colectiva en un medio urbano desconocido y hostil. Las conversiones del primer tipo tienen algin paralelismo con el ingreso a Alco- hélicos Anénimos. Por la importancia que se concede en esas situaciones a una ética de autocontrol —de trabajo y disci- plina—, suelen comportar el reforza- miento de una ideologia o mentalidad individualista, “liberal”. Las conversio- nes del segundo tipo tendrian ciertos pa- ralelismos con la entrada a las CEBs, aunque los efectos sean muy diferentes.!* Resulta pertinente mencionar breve- mente el ejemplo més notable de “nueva” Iglesia protestante en Guadalajara, que ha provocado conversiones masivas: la Iglesia de la Luz del Mundo. Fundada en la propia ciudad por un exmilitar que habfa pasado afios de servicio en la franja fronteriza del norte del pais, ha recibido 18En realidad, el compromiso con una asociacién eligiosa de cualquier tipo incluys el aspecto de bisqueda de una eoguridad normativa, Los miem- bros de Ia CEBs, por ejemplo, con frecuencia atri- ‘buyen a éstas el haberlos ayudado a dejar el alcohol. NA.38 al parecer influjos fuertes de los menoni- tas, los mormones y los testigos de Jeho- va. Una de sus peculiaridades es el fuerte y exelusivo control territorial que ejerce sobre dos grandes colonias populares (Hermosa Provincia y Bethel). En estas colonias, el gobierno ha abierto calles pa- vimentadas, proporcionando todos los servicios urbanos, construido escuelas y hasta financiado en parte la construccién de los enormes templos... a cambio de votos para el PRI. La Iglesia esté organi- zada en una serie de ministerios que se encargan, ademas de la predicacién y del culto, de los servicios comunitarios: hay ‘ministerios de educacién y propaganda, obras publicas, vivienda, seguridad y vi- gilancia... y hasta de relaciones interna- cionales. Fomenta una religiosidad de cor- te fundamentalista, una ética de trabajo y austeridad individual, y una disponibilidad clientelistica respecto del gobierno y el par- tido oficial. (Véanse Ibarra y Lanczyner 1972; Morén Quiroz 1986; Dela Pefiay De la Torre, en prensa). Entre el escepticismo y el desconocimiento: los partidos polfticos Pocos entrevistados tienen la visién positi- va del PRI que tiene Milagros. (Los que pueden caracterizarse como “empresa- ios”, si votan, votan por el Partido Accién Nacional (PAN), conservador moderado). Por otra parte, la identificacién que la gen- te hace entre el gobierno y el PRI condicio- na la imagen negativa de éste y también la persuasién de que las elecciones son frau- dulentas. Esto lo dice incluso alguien como el vendedor callejero Eustaquio (71 afios), 102 GUILLERMO DE LA PENA que se muestra muy resignado respecto de otros aspectos de su vida: “En México es dificil aceptar el hecho de que no se nos tome en cuenta como ciudadanos: los votos no los respetan y Megan hasta a burlarse del pueblo, con eso de que aquf hasta los muertos votan, o los hacen votar, con tal de que gane el parti- do de la aplanadors (...) No se cansan de yobar y de abusar de la gente; los del gobierno no hacen nada por nadie si no van a obtener agin beneficio para ellos © sus allegados (...) Ademés, creo que ya estarfa bueno que otro partido nos gober- nara... no que los del PRI ya acapararon todoy no dejan los huesos nunca, siempre son los mismos cada seis 0 cuatro afios (...) y estén donde estén siempre buscan la forma de robar (...) y el dia que el pueblo se canse, quién sabe lo quesuceda, porque el gobierno no ayuda al pueblo a solucionar sus problemas (...) pero en época de elecciones sf se acuerda que existen y les regalan despensas, tortibo- nos y un sinfin de cosas con tal de conse- guir sus votos, y después ya nada, ni los conoce uno, pos ya estando en el gobierno ni quien se acuerde de los pobres y menos si pertenecen a zonas marginadas...” Sin embargo, por la ecuacién que se hace entre el PRIy los organismos corpo- rativoe, aquél se contagia de las ambigite- dades de éstos: puede percibirse como un patrén del que se esperan favores. Y, paradéjicamente, la fama fraudulenta del PRI (en las elecciones) perjudica a los partidos de oposicién: no tiene caso votar porellos, pues “les van a hacer chagolla”. Llama ademés la atencién el desconoci- tmiento practico acerca de casi todo lo que es o hace la oposicin partidaria. La ex- cepeién ocurre en los casos (atin poco frecuentes) en que un partido polftico ha encabezado una lucha significativa para un grupo determinado —por ejemplo, la lucha por servicios urbanos. Tal sucedié en El Coli, un ex ejido devorado por la mancha de Ja ciudad, donde el PMT (Par- tido Mexicano de los Trabajadores, hoy fusionado con el Partido dela Revolucién Demoérética) fue el vehfculo para la or- ganizacién de los vecinos. Dice José Asuncié6n (electricista de 43 afios): “Asisto a juntas con la Coordinadora de Vecinos de El Colli, que anda metida con el PMT, y ellos nos ayudaron a orga- nizarnos para ir a exigir los servicios con el presidente municipal, y nos orientaron sobre nuestros derechos, para poderlos presionar para que nos hicieran caso (...) [Y finalmente nos hicieron caso] [Antes de eso] noa habfamos reunido con el rep- resentante municipal (...) ah{ nos trata- ron muy mal y quedaron de venir a la colonia... [luego] ast lo hicieron, pero hu- bo muchos problemas, la gente toda que- ria hablar al mismo tiempo, y una sefiora se le subié al tapanco [al representante] y se dijeron de cosas (...) por tantos Ifos y pleitos nos relegaron el servicio, hasta que hicimos la Coordinadora...” José Asuncién comprendié la dife- rencia entre la lucha organizada —efec- tiva—y la lucha no organizada —bastan- te débil—, y por tanto la importancia que puede tener un partido. Sin embargo, como el PMT dejé de visitar la colonia, casi nadie se afilié a 61 —y, de hecho, en juliode 1988 muchos votaron por e} PAN, ‘aunque, como dice José Asuncién, de éste “nose ven ni sus luces”. Con todo, el PMT dejé ciertas huellas; entre otras, la con- LA CULTURA POLITICA... 103 ciencia de que “los abusos (...) se acaba- xfan si los trabajadores conocieran sus derechos”. A MANERA DE CONCLUSIONES, Qué clase de experiencias podrian co- rresponder a las caracteristicas de los distintos tipos ideates de cultura politica esbozados al comienzo de este articulo? Si bien no es posible responder satisfac- toriamente a esta pregunta —dadas las limitaciones del universo en que este tra- bajo se basa, y el formato reducido del mismo—, sf es Ifcito plantear algunas hipétesis. Se ha insistido demasiado en el clientelismo de las actitudes politicas po- pulares. Los materiales presentados muestran que tal rasgo (o complejo de ras- gos) es muy importante: respondea la agu- da desigualdad social, a la inequidad de las relaciones de género y a la escasez de cana- les de acceso a los bienes y servicios; lo fomentan —entre otros factores— las es- trategias de las organizaciones prifstasy de ciertas instituciones religicsas. Pero no es lo Gnico vigente. La socializacién familiar en el trabajo y la ayuda mutua conducen a valorar los recursos obtenidos por el esfuerzo y la cooperacién. La experiencia migratoria conlleva la esperanza en el mejoramiento individual y familiar. La propia trayectoria vital en la ciudad, con sus dificultades y logros, aprendizajes y cambios, simboliza las posibilidades per- sonales de triunfo. Otro simbolo impor- tant{(simo es la vivienda construida por uno mismo: “Yo no tuve escuela, pero hago cuen- tas de memoria: que me echen a un con- NA. 38 tador, y verén... Anduve de aquf p’allé, pero siempre trabajé. No agarraba lo aje- no, ni me dejaba llevar por las borrache- ras, aunque me gustaba un vinillo, y to- davia me gusta, pero sin quedarmetirado de borracho. Aprendfa cualquier cosa no- més viéndola, y asf la fui llevando... No me ha ido bien, porque atin soy pobre, y tengo que seguir trabajando duro, pero me siento muy tranquilo. Tengo mi casi- ta, la he ido haciendo poco a poco... es un terrenito desiete por veinte [metros], que le cabe todo lo que necesito. Primero hice el aljibe, y nunca me falté agua, porque la podfa guardar hasta para dos semanas, o més. Luego los muros, y techada con lamina de asbesto... Luego le he ido po- niendo béveda. Ahora pienso arreglarla, para que cada hijo tenga su cuarto; ya estén creciendo, y necesitan su lugar... Para mis hijos, quiero que sean trabaja- dores, que no beban, que no sean mari- huanos, que sean gente honesta... eso es lo principal... ¥ que tengan su familia, y sean felices, y que me traigan a mis nietos y me digan ‘abuelito’...” (Federico, ven- dedor callejero, 57 afioa). El fracaso de parientes y conocidos a causa de la desidia o del alcoholismo es un tema de conversaci6n frecuente. Pero tam- bién existe en varios casos una cierta con- ciencia de los obsédcizlos sociales a los que se enfrentan los pobres dela ciudad. Un obrero eventual (Edmundo, 32 afios) que ha cam- biado frecuentemente de empleo y se siente frustrado por no poder mantener mejor a la familia llega a formular una posici6n hostil hacia la “gente rica” y emplea explicitamen- te el término explotacion: «_Encontrarse con un patrén asf [honrado] es como buscar una aguja en 104 un pajar. La honradez rara vez se lleva con los ricos, pues si la gente rica fuera honrada no explotarfa a los trabajado- res... pagarfan todos sus impuestos y ayu- darfan a la gente pobre... pero no es asf... el dinero es canijo, y entre més se gana més se quiere: nunca se hartan de ganar dinero a costa de lo que sea, aun con corrupciones y cosas chuecas. Pero loa pobres ya estamos acostumbrados a la pobreza... los ricos no dejarén de serlo, nosotros nunca podremos organizarnos para quitarles a los ricos (...) dinero, po- der, o alguna otra cosa... ellos siempre ganan, y quedariamos peor de lo que e3- tamos (...) Por eso, a mis hijos pienso darles escuela, lo més que pueda y quie- ran aprender...” Sin embargo, sélo en nueve entrevis- tas encontramossentimientos de antago- nismo u hostilidad contra “los ricos”. En. contraste, 25 la expresaron contra el go- bierno. (Recuérdese que el tianguero Remberto usaba la palabra explotacién para hablar de los sindicatos), No es ex- trafio: las vicisitudes del empleo por cuenta propia, las dificultades de la vida en las colonias periféricas, enfrentan a Jos pobres con los funcionarios piiblicos, més que con los duefios del capital. Pre- valece también una sensacién de desam- paro: a los pobres no hay quien los repre- sente, y de eso tiene en algin modo la culpa el partido de la aplanadora y por ende el gobierno. Con todo, la nocién de la injusticia puede volverse explicita y significativa —por ejemplo, en los discur- 80s de quienes pertenecen a las CEBs. El tianguero Benito (55 afios) valora positi- vamente el esfuerzo personal —él ha tra- bajado intensamente a lo largo de au vi- GUILLERMO DE LA PENA da—; por otra parte, expresa el cambiode mentalidad que se operé en él cuando adquirié nuevas ideas religiosas: “Hay gente que nace con muchas ventajas, y que tiene en la vida mds posi- bilidades de vivir cémodamente y hacer dinero, Otros nacimos sin ninguna ven- taja y tenemos que trabajar muy duro... Al que trabaja duro y Dios le ayuda le puede ir bien (...) Yo antes crefa que Dios lo castigaba a uno y por eso le iba a uno tan mal; en las Comunidades aprendf que Dios quiere que uno luche y sea solida- rio... que los males no son castigo de Dios sino producto de la injusticia...” 2Qué es la injusticia? Tanto Benito como Remberto responden con ejemplos concretos: que los patrones paguen sala- rios insuficientes, que el gobierno no pro- teja a los trabajadores, que los fracciona- dores hagan trampa con los servicios ur- banos, que los vendedores engatien al comprador... En esta concepcién pueden. estar de acuerdo incluso “empresarics liberales” como la propia Milagros. Otro “empresario” (Roberto, fabricante de za- patos, 41 afics, participante activo en asociaciones parroquiales) va incluso un poco mis lejos: “Todo trabajo es bueno si se quiere trabajar, lo que pasa es que a veces por més ganas que le eche uno no se puede ganar més, ya sea por la crisis o porque [la gente] no quiere comprar (...) no falta qué (...) Creo que la gente que tiene dine- ro 0 la ha hecho es porque se juntaron muchos factores, como que es emprende- dor, que es muy despierto para los nego- cioa, que le ayudaron, en fin: muchas cosas (...) Yo no estoy en contra de los ricos, lo que af pienso es que no es justo que haya LA CULTURA POLITICA... 105 mucha gente pobre... seria mejor que to- dos tuviéramos lo necesario para vivir mejor, asf habrfa menos problemas, me- nos nifios en la calle pidiendo dinero, y todo lo que se ve en la calle aunque no queramos verlo (...) Lafs] causa[s] de la pobreza son muchas cosas: que no se re- parta justamente lo que se produce, que no se prepare la gente, que se paguen salarios Dajos y que todo esté caro (...)” 4Es posible luchar contra la injusti- cia? Nadie alberga entusiasmos revolu- cionarios —ciertamente, se aborrece la violencia, “la revolucién” (de 1910) es parte de la memoria colectiva, y no se valora positivamente—; y muchos creen, como Edmundo y Zenaida, que es initil que los pobres se unan: el fementido sin- dicalismo corporativista puede alimentar este sentimiento. Pero las experiencias de organizacién barrial, tanto las que ca- nalizaron las CEBs como jas inspiradas por el PMT, apuntan hacia otras conclu- siones, Sin embargo: des valido hablar de una cultura polttica proletaria entre quienes aprecian la importancia de haber participado en —por ejemplo— reivindi- caciones de tipo urbano? Hay que recono- cer, en primer lugar, que el proletariado industrial europeo que hace 140 afios era proclamado por Marx (1978) como el nuevo sujeto del cambio histérico tiene poco en comtin con los sectores populares de América Latina (cfr. Faletto, 1966; Graciarena, 1967). No obstante, la eufo- Tia comunitaria de los pobladores en bus- ca de servicios, o incluso de familias y parentelas en busca colectiva de sobrevi- vencia, no debe menospreciarse: articula ‘un conjunto de percepciones y sentimien- tos que brotan de agravios reales y tena- NA.38 ces (Lipsitz, 1970). Mas todavia: expresa un profundo rechazo a las causas intuf- das de tales agravios. Tomar en serio el concepto de clase como una categoria hist6rica implica dejar de verla como una varita mégica que vuelve homogéneo y predecible un conjunto humano que, al enfrentar problemas de sobrevivencia y convivencia, construye interpretaciones complejas de su vida cotidiana. Aunque no exentas de ambigiledad, estas interpre- taciones no son subsumidas por la cultura hegeménica: muestran la riqueza poten- cial de una sociedad civil emergente. BIBLIOGRAFIA ALMOND, Gabriel A. y Sidney Verba (1965) The civic culture, Political attitudes and democracy in five nations, Boston: Litt- Ie, Brown and Company. ALONSO, Jorge (comp.) (1980) Lucha urba- na y acumulacién de capital, México: Ediciones de la Casa Chata. ARCE, Alberto y Norman Long (1988) “La dindmica de las interfases de conoci- miento entre los burécratas agrarios y los campesinos: un estudio de caso ja- lisciense”, en Cuadernos, Revista de Ciencias Sociales (Universidad de Gua- dalajara), 8: 3-23. ARIAS, Patricia (comp.) 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