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Capitulo II. El aspecto de los poderes sociales......... 217 § 25. Dominaciones de casta y de clase § 26. El Estado pluralista ......... cee eee e eee Capitulo II. El aspecto de los poderes sociales § 25. Dominaciones de casta y de clase § 22; R. Dahrendosf, Saziale Klassen und Klassenkonflikt, 1957, Kriiger, 351.85; G. Lenshé, Macht und Ptivileg (ingl 1964) al. 1973: B. Serdel, S Jenkner (eds.), Klassenbildung und Sozialschichtung, 1968; 1 ss. (bibl.); K.B. Mayer, W. Buckley, Soziale Schichtung 1976 Las comunidades pueden tipificarse bajo el aspecto de. los poderes sociales, segan el estrato social que ejerce la domina- cién politica, tal como una casta sacerdotal, una casta guerre- ra, una nobleza feudal, una capa de capitalistas, de magnates de la industria y las finanzas, o una clique de partido slida- mente establecida. A menudo se encuentran entrelazados estos elementos diversos (guerrero y sefior feudal, capitalista y mece- nas de partido). Bajo el aspecto de su organizaci6n, tales domi- naciones de casta y de clase se revelan frecuentemente como oligarquias. I, El régimen de élites espirituaies Sobre 1: R. Maurer, Politische Wissenschaft nach Platon, en: Der Staat, 1976, 53 ss.; comparese con: Chung-li-Chang The Chinese Gentry, 1955, 41974. Sobre 2: fellinek, 289 ss; A. Vierkandt-L. Wenger ct al., Allgemeine Verfassungs-und Verwaltungsgeschiche, 1 1912. 20 ss.; 41 ss.. 51 ss.; M Weber, WuG, 688 ss; H. Schelsky, Die Arbeit tun die anderen 1975. 1. El modelo platénico. En “La Repdblica”, Plat6n traza el mas conocido modelo en la teoria politica de una dominaci6n de casta. Cautivado por el optimismo socratico, enel sentido de que el mas sabio es m4s justo, Platén desarrolla la imagen ideal de una comunidad gobermada por una élite del espiritu. Platén da a su teorfa del Estado una base antropolégica: la convivencia de los hombres en comunidad debe ordenarse en la 218 Reinnoio Zirre.ius mejor forma posible y este orden resulta de la naturaleza hu- mana. Los individuos se asocian a sus congéneres para poder satisfacer las maltiples necesidades que tienen, dividiendo el trabajo, “en la imposibilidad de que uno realizase bien muchos oficios” (Repdblica, 374). Se precisan labradores, arquitectos, zapateros, herreros, comerciantes y otros artesanos, pero tam- bién guardianes del orden (Repablica 369 ss.). Estas funciones deben distribuirse correctamente entre los hombres, de manera que cada quien realice lo que corresponda a sus aptitudes (RepGblica, 370, 433 s.). Ahora bien en el alma humana-hay diversas disposiciones: los apetitos sensuales, la ambici6n iras- cible y la raz6n (Repablica, 489 ss.). En algunos hombres pre- domina éste, en otros-aquel principio. Asi, se puede distinguir entre Jos hombres ansiosos de riquezas y ganancias; el amigo de disputas y honores, y el amante de la ciencia y el saber (Repablica, 581). Cada-uno de estos grupos debe desarrollar dentro del Estado la funcién adecuada a ¢]: los que buscan ga- nancias, ejercen el comercio y los negocios: les belicosos se con- vierten en guerreros; y los amantes del conocimiento en sabios que dirigen al Estado (Repdblica 475, 484 ss.). De generacién en generacién, habra de compyobarse a qué grupo pertenece ca- da uno (Republica 415, 423). Todas las dem4s constituciones deben juzgarse de acuerdo con esta imagen ideal de la ciudad; todas las dems parecen, en relacién con ésta, m4s o menos de- fectuosas (545 s.): El duro Estado militar, cuyo ejemplo es Esparta, se aparta del régimen de la sabidurfa. En ¢1 domina una casta de “guar- dianes conforme a las mAximas de disciplina y orden bélicos (Repablica, 547 ss.). En la oligarquia y la democracia mandan las clases que representan a los apetitos. En la oligarqufa, los ricos manejan el tim6n-del Estado y el pueblo al que dirigen, “los hace objeto de imitacion”. En tales Estados prevalece la aficién al dinero y mientras mas se-le honra, menos se estiman la capacidad moral e intelectual, pues la virtud y la riqueza se encuentran sobre platillos distintos de una balanza, uno de los cuales baja en la medida que el otro sube (Repdblica, 550.). También la democracia sin frenos, en la que cada uno tiene licencia para hacer lo que-le viene en gana, es una etapa de la degeneraci6n. En ella,-ia libertad desmedida que desprecia a la disciplina y el orden, conduce a un desdefio de las verdaderas virtudes. Despreocupado, el Estado democratico se olvida -“de la educaci6n que han recibido Jos que llegan a ostentar los car- gos p&blicos. Muy al contrario, se prodigan los honores a todo Trorta Genera Dex Estano 219 aquel que pregona una sola cosa: su favorable disposicién hacia la multitud.”’ (Republica, 557 ss.). La democracia degenerada, en ia que el orden se desintegra, se convierte, con harta facilidad, en la tirania de un “hombre fuerte”. Con ella se ha llegado al punto ms bajo: la domina- cién injusta de un solo individuo (§ 21 II 2). Platon construyé su propio modelo de-un Estado ideal-hasta en sus detalles: abandono de familia y bienes_privados; “crian- za" eugenésica; educacién y formaci6n estrictamente progra- madas; seleccién escalonada de los dos grupos gobernantes; tu- tela politica de Ja masa del pueblo artesano, que en caso nece- sario debe conducirse a su mejoramientg mediante fraude y en- gafio. Ya Arist6teles (Politica, 1261 ss.) habia advertido que en semejante-orden comunitario no se juzga con realismo a la na- turaleza humana y que en é1 se reprimen necesidades humanas elementales. Sin embargo, “La RepGblica’” de Plat6n sigue siendo un mo- delo sugerente en algunos aspectos.. Desde entonces se han mantenido vivos el problema y el postulado de la formacién de élites, esto es, la exigencia de. que ejerza el gobierno del Estado una capa destacada por sus cualidades intelectuales y morales. Asimismo, Plat6én planted el problema, siempre actual, sobre la forma de impedir que los gobernantes se llenen el bolsillo y asegurar que atiendan exclusivamente al bien de la mayoria. Si bien la soluci6n propuesta por Plat6n ha resultado irrealizable, es de notarse, por ejemplo. que la organizacion de la Iglesia Catélica muestre. algunas similitudes con “La Repablica”, en su estricta separacién de clero y laicos; en el celibato y en la im- portancia secundaria de la propiedad privada del clero;-en la instruccién que éste recibe, graduada segin el principio del mérito y en la imagen de un oficio pastoral sobre los laicos. 2. Teocracias, hierocracias. En las teocracias, desempefia el papel. predominante una casta sacerdotal, que frecuentemente tiene un vértice monocratico. E] 6rgano supremo es considera- do ya sea como un dios o como representante de !a voluntad di- vina, como lugarteniente de Ja divinidad. Son, pues, comuni- dades, que, en virtud de su constitucién, se colocan en algun modo bajo la hegemonia divina. El concepto de teocracia fue acufiado en relacién con el antiguo Estado judio, que ofrece un modelo clasico de esta estructura social. En general, el Antiguo Oriente, la historia primitiva de Egipto, Asiria, Babilonia y la India, presentan numerosos ejemplos de teocracias o sistemas de dominacién entremezclados con rasgos teocr4ticos. E] Anti- guo Egipto, que adoraba como dioses a los faraones, era mas que nada, una teocracia. En el mundo islamico, el Califa, en 220 Reimuorn Ziprecivs cuanto sucesor del Profeta, era a ja-vez jefe secular y espiritual. Hallamos rasgos teocrAticos en el Occidente medieval cristiano, particularmente bajo el papado del poderoso Inocencio III; sin embargo, la pretensién del papado al mando temporal y espiri- tual de la Cristiandad, proclamada por Bonifacio VIII en su bula Unam sanctam (1302), no correspondia ya a la situacién politica real. En el Ambito budista existi6, hasta hace poco, una teocracia en el Tibet, donde el Dalai Lama era también gobernante secular por virtud de su cargo sacerdotal. La verdadera dominacién sacerdotal (hierocracia) se funda sociologicamente-en el hecho de que los hombres se orientan por las imagenes guia que se han formando del orden del mun- do y de la posicién que ocupan en este orden (cfr. §§ 7 IT, 111; 28 IV 1); en segundo lugar, en el desprendimiento de una casta a la que se le reconocen las funciones carismaticas de dar sentido a este mundo de representaciones, y las de-intermediaria de sal- vacién. Una casta sacerdotal surge entonces cuando estas fun- ciones no son asociadas (o al menos, no del todo), ala persona del fundador de una religion o de un profeta, sino que se trans- forman en tarea de cargos institucionalizados y de sus ocupan- tes. Aun en nuestros dias resurge en ocasiones un sistema de do- minaci6n con rasgos teocraticos. Ejemplo de ello es el régimen de Jomeini en Iran, después de la caida del Cha en el afio de 1979. Una forma secularizada de poder carismAtico la halla- mos en el regimen de Mao tse-tung, quien en vida, cual Maho- ma mundano, daba a su pueblo una interpretaci6n obligatoria del mundo y proclamaba reglas de vida que eran fervientemen- te obedecidas. Aun-en las comunidades pluralistas surgen ocasionalmente tendencias aisladas de influencia carismatica. Asi, por ejemplo, ciertas doctrinas de salvacién (v.g. socio-politicas) pueden convertirse en moda intelectual y, a través de escritores muy leidos, de maestros populares, de redactores, moderadores y comentaristas de televisién, periodistas y otros “productores de simbolos y de-imagenes del mundo”, adquieren una amplia repercusién, incluso relevancia politica. La fuerza de atraccion y penetraci6n de las orientaciones ca- rismaticas hacia el mundo no reside en su verdad objetiva, sino en. que presentan una cosmovisi6n (aunque engafiosa) que sa- tisface los anhelos del hombre y exige un compromiso incondi- cional y total. Esto corresponde a una difundida y elemental necesidad del mito, de objetos de devoci6n; de una representa- cién ritualizada de la conviccién comun; de certeza de orienta- cién y de guia (cfr. § 28 1). Frente a esta necesidad, es obvio Trorta Generar Dex Estavo 221 que el inquietante relativismo ideolégico sera-incapaz de des- pertar un compromiso igualmente amplio y decidido. A menu- do. la disposicién a actuar de. un poder estatal que no esta comprometido con una cosmovisién parece notoriamente débil en relacién con uno que si lo esta. II. La dominacién de 1a clase propietaria. (La doctrina mar- xista). K. Marx, F. Engels, Manifiesto del partido comunista(MEW 4, 459 ss.): K. Marx, Contribuci6n a la critica de la economia politica, Prologo (MEW 1§, 7 4s.); fd, Critica del Programa de Gotha (MEW 19, 11 ss.);.id., El Ca- pital I (MEW 23); F. Engels, El desarrollo del socialismo de la utopia a la ciencia (MEW ]9. 189 ss.); id. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (seccién 1X), (MEW 21, 152 ss.): ¥./. Lenin, El Estado y ja Re- volucion (LAW_II, 315 ss.): #d., Acerca de} Estado (LAW III, 288 ss.); Mar- xistisch-leninistische Theorie des Staates und des Rechts, 1974 ss. Bibliografia secundaria: H. Kelsen, Socialismo y Estado (al. 1920. *1965) esp. 1982; C.A. Wetter, Der dialektische Materialismus, 1952, 51960; J. ¥. Calvez, Karl Marx (fr. 1956, °1963) al. 1964; P. Vranichs, Geschichte des marxismus (serbocroata 1962, 71971) al. 1972-74; C.D. Kerning et al. (ed.) Marxisrag y demacracia (al. 1966 ss.) esp. 1975; D. Schréder, Die Krise der marxiscisch-leninistischen Staatstheorie, 1967; K. Hartmann, Die Marxs- che Theorie, 1970; W. Leonhard, Die Dreispaluung des Marxismus, 1970; 1. Fetscher, Der Macxismus, Seine Geschichte in Dokumenten, 1976; W. Leonhard, Was ist Koramunismus? 1976; F. Ch. Schroeder, Wandlungen der sowjetischen Staatstehorie. 1979; H.P. Waldrich, Der Demokra- tiebegriff der SED, 1980. Sobre 1: F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofia clasica ale mana (MEW 21, 265 ss.); Wi. Lenin, Materialismus und Empiriokritizis- mus, 1909, °1967. Sobre 3: F. Engels, La subversi6n de Ja ciencia.por el sefior Eugen Dihring (MEW 20, 111 ss., 120 ss., 988:ss.); id., Dialéctica de la naturaleza (MEW 20, 307, 348 ss., 481 ss.): K.R. Popper, Conjectures and Refuta- tions, 1963, 71965, 312 ss.; E. Tepitsch, en: ZfPhilos Forsch 1979, 333 ss.; O Weinberger, en: E. Topitsch, Logik der Sorialwissenschaften, !°1980, 278 ss. Sobre 4: Th. More, Utopia, 1517, libro Il (ed. K. Deimisch, 1960); f. Harrington, The Commanwealth of Oceana,.1956_ Works 1771. Sobre 5: F. Linares, Die Revolution bei Tocqueville und Marx, 1977, Sobre 6: bibliografia del § 18 IV. El marxismo ha centrado su atenci6n en la dominaci6u_de clase, es decir, la “supremacia polftica de la clase econémica- mente dominante”. Un ejemplo de dominaci6n de clase es el Estado feudal, .cuya estructura esté.decerminada por un de- recho feudal, que descansa sobre-el usufructo de la tierra y la fidelidad de los vasallos, y en el que la propiedad de la tierra y el poder se encuentran estrechamente asociados. Las modernas plutocracias.son también dominaciones de clase, es decir, siste- 222 Reimnotp Ziprenius mas de dominaci6n en que los propietarios, los magnates de la industria y las finanzas ejercen una influencia definitiva en el Estado. 1. La base econémica. Segin la doctrina marxista, lo econémico es también la base tanto de la estructura politico- constitucional como de su desarrollo. La estructura de clases de la sociedad y los antagonismos. de clase resultantes, condi- cionan-el tipo de Estado y el derecho ex-su correspondiente ma- nifestaci6n histérica. También la estructura de clases determi- na, en Gltima instancia, cual es la politica que se lleva a cabo, cuales son la ideologia y el ethos imperantes. La constitucion del Estado, el derecho, la ideologia,.1a moral, la religion, no son mas_que una supraestructura que se eleva sobre la base econémica (Marx, MEW 13, 7 ss.). Por su parte, la estructura de clases-de la sociedad est4 con- dicionada por las relaciones de produccién. Estas son las rela- ciones de propiedad sobre los medios de produccién y los vincu- los por ellas determinados, que se establecen entre los hombres en el proceso productivo. De ellas resulta la distribuci6n del producto del trabajo entre los individuos. Si las relaciones de produccién son tales que un grupo de hombres puede apropiar- se del producto del trabajo de-otro grupo, entonces nos halla- mos ante una dominaci6n de clase (LAW IH, 255, 298; OEL ItI, 261, 228). Pero, zes posible reducir a uno solo, la base econémica, la pluralidad de factores que determinan ta historia de la huma- nidad y el acontecer politico en particular? ¢Es que el derecho o las concepciones politicas, filos6ficas y religiosas prevalecientes en una comunidad no pueden actuar, por su parte, sobre el proceso histérico, es decir, la base econémica? {No existe una interaccién de todos estos momentos? Engels percibié el proble- ma y acept6 la existencia de tal interaccién, pero afirmé que el factor determinante en “Gltima instancia”, el que por necesi- dad se impone, es el movimiento econdmico (MEW 37, 463 ss.). Sin-embargo, queda sin respuesta la cuestion de cOmo un factor. que supuestamente interactéa con otros, pueda conce- birse como-fundamental y determinante en dltimo término (aqué significa eso?). Lo cuestionable del planteamiento marxista se acentia si, como Engels, reducimos la doctrina de la base econémica al “gran problema cardinal de toda filosofla, especialmente de la modema’, a la cuestién “de la relacién entre el pensar y el ser, entre el espiritu y la naturaleza, problema supremo-de toda la filosofia’. “gQué es lo primario, el espiritu o la naturaleza?... Los que afirmaban el carActer primario del espfritu frente a la naturaleza ... formaban en el campo del idealismo. Los otros, Teoria Genera Det Estapo 223 los que reputaban la naturaleza como lo primario, figuran en las diversas escuelas del materialismo”’ (MEW 2), 274 s.). Este concepto del materialismo designa, por lo pronto, un ser del mundo exterior independiente del pensamiento y la con- ciencia, es decir, adopta un punto de vista realista. Pero el ma- terialismo dialéctico busca orientarse ~—distanci4ndose de un ingenuo materialismo vulgar (GMPh, 125; FFM, 129) hacia un verdadero materialismo. Lenin (1967, 141) define la materia como aquello que “produce, por sus efectos, la sensaci6n en nuestros 6rganos de los sentidos” y entiende.la conciencia como producto, funcién y propiedad de la materia cerebral, como el estado interno de los procesos fisiologicos. En la conciencia simplemente se copia, se fotografia, se refleja la realidad obje- tiva (1967, 124). Ya Kant habia sostenido, en contra de los ar- gumentos similares del sensualismo inglés, que detras de las percepciones sensoriales aisladas se halla la unidad de la con- ciencia, que produce una sintesis entre éstas y. las ideas, sintesis de que es incapaz un mero mecanismo reproductor. Asimismo, la vivencia de] libre albedrio (Zippelius RPh, § 26), resulta in- comprensible para el materialismo que, consecuentemente, re- conoce la validez general de ja ley de la causalidad: “La rela- cién causal es universal; a ella se someten todos los fendmenos de la naturaleza y la sociedad... No existen fenémenos acausa- les, y no puede haberlos” (GML, 69). 2. La dialéctica del desarrollo. Segian Marx, las relaciones econémicas y, por consiguiente las contradicciones de clase, asi como las constituciones del Estado, obedecen a una deter- minada ley.del desarrollo. Marx est4 dominado por la idea he- geliana de una evolucién necesaria de Ja historia pero, contra- riamente a Hegel, considera que el motor del proceso historico no es el espiritu, sino !a base econémica: el pensamiento ide- alista de Hegel habia puesto las cosas de-cabeza, por lo que habria que invertirlas nuevamente, es decir, traducirlas a lo material, sin perder por ello el contenido de verdad de-la dialéctica hegeliana: “Para Hegel, el proceso del pensar,.al que convierte incluso, bajo el nombre de idea, en un sujeto auténo- ma, es el demiurgo de lo real; lo real no es mas que su manifes- tacién externa. Para mi, a la inversa, lo ideal no es sino lo ma- terial traspuesto y traducido en la mente humana... La mistifi- cacién que sufre la dialéctica en manos de Hegel, en modo al- guno obsta para que haya sido él quien, por vez primera, expu- so de manera amplia y consciente lasformas generales del mo- vimiento de aquélla. En él, la dialéctica est4 puesta al revés. Es necesario darle vuelta, para descubrir asi el ndcleo racional que se oculta bajola envoltura mistica” (MEW 23, 27). 224 Reinnoto Zirretius Las transformaciones de la constitucién, del derecho, de las ideologias se realizan a remolque del desarrollo econémico. El eje alrededor del cual gira la historia del mundo, el punto a partir del-cual se le comprende e interpreta, esla dialéctica, la contradiccién permanente entre el estado técnico de las fuerzas productivas, por un lado, y Jas relaciones de propiedad, .es de- cir, las relaciones de produccién, por el otro: Jas nuevas fuerzas productivas se desarrollan en el seno de la vieja sociedad y sus relaciones de producci6n. Asi, dentro del orden feudal de-la propiedad y la sociedad se creé una forma de produccién que en realidad le era extrafia, la capitalista. en un principio como manufactura; mds tarde, después de la invencién de la maquina de vapor, como producci6n industrial (Manifiesto co- munista I), Pero las relaciones feudales de propiedad se.convir- tieron en un obsticulo para la nueva forma de producci6n, hasta que esta contradiccién entre las nuevas fuerzas y las anti- guas reJaciones.de propiedad se resalvié por la via revoluciona- ria. que rompié el orden anticuado y lo sustituy6.con uno nuevo, correspondiente a Ja actual forma de producci6n. Asi, la revoluci6n restablece el equilibrio perturbado entre ésta y aquél, A través del desarrollo progresivo de las nuevas fuerzas de roduccién, surgen de nueva cuenta Jas contradicciones entre a forma de produccién y el orden social, que siempre se resuel- ven por la adaptacién revolucionaria de este orden social y juridico al nuevo.modo de producci6n. Este proceso gobierna, como ley dialéctica, el curso de la historia, que avanza de la contradicci6n a la sintesis y de una nueva contradicci6n a una nueva sintesis. Marx creia que, en su época, este proceso habia Ilegado otra vez a un punto en que las relaciones econémicas ya no eran compatibles con el orden social y juridico establecido. La nueva forma de produccién industrial entra en contradicci6n con el orden juridico burgués, que otorga al individuo la posi- bilidad de adquirir la propiedad privada mediante su trabajo; pero que ha conducido a una enorme concentracién de los me- dios de produccién en las manos de -unos cuantos capitalistas, que despojan a los verdaderos productores, los trabajadores, del justo disfrute de los valores econémicos que ellos han cre- ado. Las-grandes empresas absorben a las pequefias y de este modo se concentra cada vez mAs el capital en manos de unos pocos, mientras que del otro lado crece la masa del proleta- riado. Empero, la hora de la revolucién se aproxima porque, con la opresién y la explotacién, se acrecienta también la re- beldia de la clase obrera, cada vez m4s numerosa, que est dis- ciplinada, dirigida y organizada por el proceso de produccién Trorta Genera Der Esrano 225 capitalista. Finalmente se llega al punto en que la envoltura ca- pitalista es desechada. Suena entonces la hora final del orden juridico, ya intolerable, de la propiedad privada capitalista (MEW 23, 789 ss.). Las modificaciones de las relaciones economicas, el nacimiento de un nuevo antagonismo de clase y la victoria de la hasta ahora clase oprimida, traera consigo la transformacién del orden juridico y de la constituci6n politica. 3. Las tres leyes de la dialéctica. Engels creia que los proce- sos dialécticos estaban sujetos a tres leyes basicas, de las cuales una establece que el desarrollo se efectia mediante-saltos y que las relaciones sociales mismas no sufren una evolucién constan- te, sino que se desarrollan. mediante revoluciones. En otras pa- labras, los cambios cuantitativos devienen en cualitativos. Asi como el estado fisico del hielo no se altera paulatinamente con la elevaci6n constante de la temperatura, sino que se derrite de golpe cuando pasa el punto de fusi6n y, nuevamente, se con- vierte en vapor al alcanzar el punto de ebullicién, asi “los cam- bios pequefios, imperceptibles al principio, se acumulan y rom- pen, tarde o temprano, la medida del objeto y desembocan en transformaciones basicas cualitativas” (GMLPh, 13; cfr. He- gel, Enciclopedia, § 108 Apéndice). Este es el fundamento de la teorfa del desarrollo revolucionario en la vida de los Estados: “La inmensa importancia social de la doctrina dialéctica sobre el transito de los cambios cuantitativos 0 cualitativos reside en que tundamenta la sujecién a leyes, la necesidad de la revolu- cién social como medio para pasar de un régimen social caduco a otro nuevo y mas progresivo, por ejemplo, del feudalismo al capitalismo o de éste al socialismo” (GMPh, 219 FFM, 236). A ésta se agrega la ley dialéctica del automovimiento, la asi llamada ley de la unidad y-lucha de los contrarios, que senala la dinamica, la fuerza impulsora, de las tensiones que xisten en las cosas. Afirma, que “las contradicciones internas, las fa- cetas y tendencias opuestas, que se relacionan y niegan recipro- camente, son inherentes a todas las cosas, los fenémenos y pro- cesos; la lucha de los contrarios proporciona al desarrollo el im- pulso interno, conlleva la profundizaci6n de las contradic- clones que se resuelven en una etapa determinada cuando desa- parece lo antiguo y surge lo nuevo” (GMLPh, 143), El impulso que hace posible la continuidad del desarrollo no proviene del exterior, sino que las tendencias antag6nicas que estan en las cosas mismas son el motor del progreso. Ast, los nuevos tipos de Estado y formas sociales provienen del seno de lo ya dado. To- do movimiento, aun el politico, es, en todo caso, auto- movimiento. “La naturaleza se desarrolla desde !as formas infe- tiores a las superiores con arreglo a sus propias leyes. En virtud de su ‘auto-movimiento’. la naturaleza imorgfnica ha en- 226 Reinnorp Zirre.ius gendrado en su seno algo distinto y opuesto a ella, la naturaleza organica. Y lo mismo sucede con el desarrollo social. No son fuerzas externas, sino las propias leyes del desarrollo de las for- maciones sociales las que conducen.a la aparicién, dentro de una sociedad dada, de las fuerzas que la Hevan a su desapari- cién, a la transformacién en su opuesto” (GMPh, 243; FFM 255 s.). Aplicado a la realitlad politica, esto significa, por ejemplo, que Ja violencia de las armas no es necesaria para introducir al comunismo en los paises capitalistas. Unicamente se requiere dejar que ellos mismos se cocinen Jentamente en su propio jugo y entonces es seguro el triunfo del comunismo. Como tercer ley de-la dialéctica, menciona Engels el de- sarrollo por contradicci6n (negacién de la negacién). Si el con- cepto de negacién se entiende no como concepto légico, sino dindmico (MEW 20, 126 ss.), por ejemplo, como un conflicto de-fuerzas, esta ley implica entonces que las fuerzas existentes encuentran contrafuerzas que, finalmente, las superan. E] de- sarrollo avanza de contradiccién en contradiccién, mientras que la tercera etapa de este desarrollo significa frecuentemente una aproximacié6n al punto de partida, pero, en todo caso, un retomno en un plano superior, “que guarda en si todo el conte- nide positivo de las etapas anteriores’ (GMLPh, 149). Popper (1963, -312 ss.), en particular, se ha pronunciado contra el dogmatismo dialéctico- De hecho, tanto el desarrollo espiritual como el real no se efectaan dentro de la camisa de fuerza de una sujecién rigida-a leyes, sino en un proceso de “trial and error”, en el que, “si tenemos suerte”, lo mejor susti- tuye, por eliminaci6n a lo menos bueno. 4, El Estado como instrumento de la dominacién de clase. Los modelos hasta aqut expuestos, de Ja “base y la supraestruc- tura” y de la “dialéctica del desarrollo”, sirven como esquemas conceptuales a través de los cuales soncomprendidosel Estado y las transformaciones basicas en el ambito politico, en espe- cial, las revoluciones ya fase final del desarrollo del Estado. Desde esta perspectiva, el Estado mismo aparece como “una mAquina para mantener la dominaci6n de una clase sobre otra” (LAW II, 296; OEL III, 264; en forma similar, MEW 21, 166s.). Laconstitucién del Estado seproduce solamente las relaciones econ6micas, es un reflejo del poder econémico de la clase dominante, no es m4s que supraestructura juridica. El Es- tado viene a ser un instrumento en manos de la clase dominan- te para oprimir a las demas clases. Esta idea no es nueva: Thomas More veia en el Estado “un conglomerado de gentes ricas que a la sombra y en nombre de la Repablica, s6lo se-ocupan de su propio bienestar, discurrien- Teorta Generar Det Esravo 227 do toda clase de procedimientos y argucias” (1960, 108). James Harrington opinaba que la distribucién de las posesiones en la sociedad es la base de la forma de gobierno (1771, 37s.). ¥Y Lo- renz von Stein defini6 como “primera ley natural de todo movi- miento entre el Estado y la sociedad” el que la clase dominante de la sociedad busque “aduefiarse tan exclusivamente como le sea posible, del poder del Estado” (GsB, T11 1). La teoria marxista coincide en lo esencial con estas concep- ciones, al ensefiar que los estados se clasifican primariamente de acuerdo con las clases dominantes en ellos y que, por el contrario, la organizaci6n formal del poder estatal es de impor- tancia secundaria. Un mismo tipo de Estado, esto es ta domina- cién de una clase determinada, puede adoptar formas de Esta- do diversas. Asi, el Estado burgués, es decir, la dominacié6n politica de la clase capitalista, ha lucido el ropaje de Ja monar- quia constitucional del siglo XIX, el de la reptiblica de- mocratica y el de la dictadura fascista. La democracia bur- guesa es también una forma capitalista de Estado, un Estado opresor, ya que, si bien promete y otorga la igualdad ante la ley, no se trata m4s que una igualdad formal y no material, factica. En cambio, la democracia popular es la dominacién real de la clase obrera 0, por lo menos, una forma de transito hacia ella (cfr. al respecto también los §s 22 11; 331, inl). 5. Las revoluciones como pasos del desarrollo politico. E} curso de] desarrollo econémico requiere, de continuo, la adap- tacién de las estructuras sociales tradicionales, en especial del orden juridico y constitucional, a Jas nuevas relaciones econémicas. Esta adaptacién se realiza, a través de las luchas de clases, por !a via revolucionaria (2, 3). Entre el desarrollo de las relaciones econémicas y la modifi- cacion del orden estatal y juridico, corresponde un decisivo pa- pel de intermediaci6n a las clases y a las contradicciones de cla- se, ya que de un lado estén condicionadas por el modo de pro- ducci6n, pero del otro lado, ellas actian determinantemente sobre el-acontecer politico. “La historia de todas las sociedades hasta nuestros dias, es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, sefiores y sier- vos, burgueses y proletarios, en una palabra opresores y oprimi- dos, se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta lucha que terminé siempre con la transformaci6n revolucionaria de toda la so- ciedad 0 el hundimiento de las clases en pugna”. “La moderna sociedad burguesa, que ha salido entre Jas ruinas de !a sociedad feudal. no ha abolido las contradicciones de clase. Unicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresién, las viejas formas de lucha por otras nuevas’. No obstante, la 228 Remwuorp Zirreiius época de la burguesia ha simplificado las contradicciones de clase. “Toda la sociedad va dividiéndose cada vez mas en dos grandes.campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfren- tan directamente: la burguesia-y el proletariado”. También es- te antagonismo de clase traer4 consigo la subversi6n de las rela- ciones sociales (Manifiesto comunista I). Esta subversion, la re- volucién comunista, desemboca nuevamente en una domina- cién de clase, la dictadura del proletariado que, segan-el mar- xismo, no sera m4s-que un estadio de transicién hacia la so- ciedad sin clases y, con ello, hacia la desaparici6n del Estado como tal. Los partidos ocupan también. una posici6n en la dialéctica de la lucha de clases, puesto que son los que representan y luchan por los intereses de éstas, suponiendo que no se trate de seudopartidos en manos de una sola y la misma clase. En sus afios postreros, e] propio Marx intent6 promover la unificacién del proletariado en un partido politico especial, a pesar de sus dudas originales sobre los partidos (Estatutos generales de la Asociacién Internacional de Trabajadores, MEW 17, 440.ss.; 18, 149). Para Lenin, el Partido desempefia una -funcién central en la lucha de clases. En el partido obrero “educa a la vanguardia del proletariado, capaz de tomar el poder y de con- ducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organizar el nuevo régimen, de ser maestro, el dirigente, el jefe de todos los trabajadores y explotados...” (LAW-II, 338; OEL. IT, 310). Las exigencias de ‘“descentralizaci6n incondicional y la disciplina mas estricta del proletariado” resulta de la situacién de la lucha de clases (LAW III, 396: OEL III, 354). Los verdaderos puntos de inflexion en el desarrollo juridico y constitucional son, segan se dijo, las revoluciones, que tienen lugar. s6lo cuando, como resultado de la lucha de clases, el po- der econémico pasa-de una clase.a otra; si en una Hamada szevo- lucién, como 1a nacional-socialista, este poder permanece en manos de la misma clase, como aqui en las de la burguesia, se trata entonces de un mero golpe de Estado. La verdadera zevo- lucién es solamente la revoluci6n social, que se concibe como “un salto cualitativo en el desarrollo de la sociedad. cuyo resul- tado es que una formacion econémica de la sociedad sustituye a otra”. “La caracteristica principal de una revoluci6n es el transito del poder del Estado en manos de una clase a las manos de otra” (GMLPh, 409, 411). Sélo esta revolucién implica el paso hacia un nuevo tipo de Estado. La revolucién socialista es también un cambio en el poder y su finalidad es desplazar a la burguesia del mando de la sociedad, dar el poder a la clase obrera y erigir su dictadura (GMLPh, 421). Trorta General Det Estravo 229 Una consecuencia de la primera ley de Engels (cfr. supra 3) seria e] eterno retorno de las revoluciones. El desarrollo de las relaciones econémicas haria necesaria cada vez una adaptacién del orden juridico y constitucional (cfr. supra, 2) que, con arreglo a dicha ley, deberia efectuarse mediante un salto de las transformaciones cuantitativas a las .cualitativas, esto es, en for- ma revolucionaria. El marxismo-recurre a esta férrea constante en su polémica contra las tentativas “‘revisionistas” de provocar el cambio social por la via de la evoluci6n. —Sin embargo, esta doctrina axiomatica de la inevitabilidad de los saltos revolu- cionarios ha de tolerar una excepcion bajo ciertas condiciones, a saber, en la sociedad socialista y solo en ella, La explicacion de tal excepci6n se busca en Ja distincién entre las, hasta ahora, formas antagénicas de las relaciones sociales de produccién y las contradicciones no antagonicas dentro de una sociedad so- cialista, que habr4n de resolverse en un modo no revoluciona- tio (Marx, MEW 18, 7 ss.; GMLPh, 138 ss.).— Pero si se insiste en que la teoria de Engels sobre los saltos revolucionarios des- cansa sobre leyes verdaderamente universales, que no estan su- jetas.a una situaci6n especial y que incluso obran.en la natura- leza inorganica come el transite de los cambios cuantitativos a los cualitativos, entonces nos enfrentamos, en Ultima instancia, auna contradiccién insalvable. La moderna sociologia occidental de la organizacién pone basicamente en duda la tesis de la inevitabilidad de las revolu- ciones: explica que las estructuras sociales pueden mantenerse mas o menos variables y adaptables frente a la presi6n de cam- bio que ejercen las condiciones del medio ambiente. El “umbral de estimulo” puede ser tan elevado que la presién se acumule hasta producirse una seria crisis; pero también puede situarse mas abajo, el sistema es entonces capaz de reaccionar —“evolucionar’— frente a variaciones menores.de-las condi- ciones sociales dadas, mediante adaptaciones estructurales gra- duales, evitando asi las revoluciones (cfr. Luhmann RS, 243). 6. La dictadura del proletariado y la extincién del Estado. El resultado de la revolucién socialista es, de nueva cuenta, una dominaci6n de clase, la dictadura del proletariado. E] marxis- mo.no disimula que aquise trate también de una dominacion de clase, que incluso es dictatorial (MEW 5, 402; 19, 28). En el otofio de 1917, Lenin declaré que esta dictadura de la clase tra- bajadora “implica una serie de restricciones puestas a la liber- tad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas. De- bemos reprimir a éstos, para liberar a la humanidad de la esclavitud asalariada, hay que vencer por la fuerza su resisten- cia, y-es evidente que alli donde hay represi6n, donde hay violencia, no hay libertad ni hay democracia” (LAW II, 391; 230 Reimuowp Zippecws OEL II, 360). Y un afio mas tarde escribia: “La dictadura revo- lucionaria del proletariado es un poder conquistado y manteni- do mediante la violencia ejercida por el proletariado sobre la burguesia, un poder no sujeto a ley alguna” (LAW III, 80; OEL II, 69). E] partido comunista, cuya primera mision consistia en aus- piciar la victoria de la clase wabajadora, conserva en el Estado socialista una importante funcién. “Los partidos comunistas de los pafses socialistas son la fuerza dirigente y orientadora de los Estados socialistas (GMPh, 463; FFM, 478). El Partido elabora “Ja Linea politica en todos los campos de la edificacién del so- cialismo —en la economia, la administracién.el ejército, la educacién, la politica exterior — y conduce la realizacion en la practica de esta linea” (GML, 635). El sistema electoral asegu- ra la influencia decisiva del partido en los consejos o soviets. Es- toes valido no sdlo en los estados en que el Partido ocupa una posicién monopélica (§ 43), sino también en las democracias populares de Europa Oriental, en las que, si bien se-admiten otros partidos, es el partido socialista dominante el que dirige la formaci6n de la voluntad politica con ayuda del sistema de bloque y las elecciones de lista unica (Maunz-Zippelius, § 48.1 8d). La dictadura del proletariado es igualmente un estadio de transici6n hacia Ja sociedad sin clases. Una vez destruida la cla- se de los capitalistas, no hay.m4s antagonismos de clase y, por consiguiente, tampoco es necesario el Estado. “Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase y se haya concentrado toda la producci6n en manos de los individuos asociados, el poder publico perdera su carActer politico. El poder politico, hablando propiamente, es Ja violen- cia organizada de una clase para la opresién de otra. Si en-la lucha contra la burguestia el proletariado se constituye indefec- tiblemente en clase; si mediante la revolucién se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de producci6n, suprime, al mismo tiempo que estas relaciones de producci6n, las condiciones pa- ra la existencia del antagonismo de clases en general y, por tan- to, su propia dominacién de clase” (Manifiesto comunista, II). “El Estado se extingue en tanto que ya no hay capitalistas, que ya no hay clases y que, por lo mismo, no cabe reprimir a ningu- na clase” (LAW II, 397; OEL II, 865; mas sobre el particular enel § 18 IV). Esta doctrina no solamente esta expuesta a las mismas obje- ciones de principio que el anarquismo, (§ 18), sino que tam- bién cabe preguntarse cémo es posible armonizar una etapa fi- nal con las leyes, postuladas por Engels, de la negacién de la Terorta Generar Dex Esrapo 231 negaci6n-y del transito revolucionario de los cambios cuantita- tivos.en cualitativos. Segdn estas leyes de la dialéctica, no exis- tiria una soluci6n definitiva de las contradicciones, sino Gnica- mente el eterno desenvolvimiento, siempre revolucionario, en el juego de las fuerzas contrarias (cfr. supra 3). El clasico objetivo de una superacién del Estado es sostenido, dentro del marxismo, cuando los movimientos marxistas actdan como fuerzas revolucionarias en los Estados no comu- nistas. En-cambio, una vez establecido el poder politico comu- nista, se-busca una nueva legitimacién del Estado, deduciéndo- la de la idea de que-ja organizacién politica de la sociedad debe garantizar su cohesién general (Schroeder 1979, 52s., 61 ss.). 7. Critica.— La pluralidad de las determinantes, Marx tiene el mé€rito de haber sefialado, con penctracién insupe- rable, la influencia que las circunstancias economicas, asi co- mo la posicién de poder econémico de determinadas clases, pueden cjercer sobre el derecho y la constituci6én politica. Sin embargo, cl materialismo histérico pretende atribuir a las condiciones econémicas solas la influencia decisiva: lo econémico seria el factor determinante en “ultima instancia™ (cfr. supra 1). Pero, conforme a las reglas de la légica, no hay jugar para una verdadera interaccién entre éste y otros facto- res, porque, si la base econémica, recibe por su parte el influjo de otxos factores, no seria ya la causa Gltima de una conexién de acci6n. Si se ve en las condiciones econémicas dadas las causas determinantes, en dltimo término, del acontecer histéri- co-politico, si se califica a un factor como condicionante del to- do, se llega entonces a una.teoria monista, esto es, una teoria de las que toman poco en cuenta la complejidad de los hechos sociolégicas, 1a interdependencia de los diversos factores: El marxismo estima que las telaciones feudales de propiedad eran la base del poder politico de la aristocracia feudal, pero aquellas relaciones, por su parte, no se fundaban en posiciones econ6micas, sino que a menudo eran resultado de una partici- pacion destacada en conquistas, muchas veces con el fin de enriquecer a la Iglesia (Mitteis-Lieberich, caps. 12, 16).~— El Manifiesto Comunista (I) refiere, ademas, que mediante las grandes expediciones de exploracién se abrieron nuevos merca- dos y que con ello se transformé la situacion econémica. Pero, gla aventura de Colén fue exclusiva o primordialmente condi- cionada por lo econémico? 2Es que la época de los descubri- mientos e inventos cientifico- naturales no tiene raices hist6rico- espirituales tan poderosas al menos como Jas econémicas?-Por lo que, ademés concierne al capitalismo moderno e) conocido estudio de Max Weber sobre la ética protestante y el espiritu del capitalismo pone en evidencia que los factores ideolégicos. 232 Reinvoip Ziprruivs intervimeron también en el surgimiento de esa formaci6n econémica (§ 7 II). Por otro lado, la India actual ofrece un ejemplo notorio de la influencia represiva de las tradiciones ideolégicas, y de un espiritu uadicional de casta, sobre el desarrolio econémico. — Nadie podria negar que tas ideas de Karl Marx han trans- formado al mundo, con lo cual ellas mismas dan testimonio de su fuerza. A partir de 1949, en la China Continental y en Taiwan se han desarroilado, a partir de condiciones econd- micas similares, dos sistemas politicos muy distintos, princi- palmente en raz6n de que eran muy diversas las representacio- nes politicas y sociales rectoras de la accién. En una palabra, las concepciones predominantes pueden ejercer una influen- cia considerable sobre el acontecer social cuando se convier- ten en modelos de orientacién para la conducta humana, en “representaciones-guia’’ que motivan y coordinan la accio6n (§ 7 IL 28 IV 2). Frente a los enfoques unilaterales, la-experiencia ensefia que dentro del acontecer social siempre actaa una pluralidad de condiciones: determinantes econ6micas, e incluso geograficas y climéticas, tanto como los factores espirituales, las concep- ciones religiosas, ¢l saber tradicional, los golpes de intuicién de los inventores y el ansia de descubrimientos, la sed de aventu- ras, la voluntad de poder. Estos factores y sus posibilidades de acci6n se sitaan en maltiples interdependencias, es decir, en cierto sentido son “variables dependientes” y no pueden redu- cirse a una “gran variable independiente” (§ 2 II). Ahi donde el marxismo suponia una necesidad fundada en la materia, exis- ten en realidad.s6lo regularidades que dejan sitio a la interven- cién creativa. Una importante deduccién de ello es que la complejidad de las determinantes, incluido el papel de los influjos espiricuales y la libertad humana de decisi6n, no per- mite, en suma, hacer politica sobre una. base cientifica, o fun- damentar un dirigismo segdn una concepcién global (cfr. al respecto el § 35 II). Ademis, hoy ya no es del todo exacto que en las democracias occidentales, una sola capa homogénea reaina en sus manos el poder politico y social (§§ 22 II; 26). III. El régimen de los funcionarios §§ 35 IV; 37; H.Schelshy, Auf der Suche nach der Wirllichkeit. 1965.88 ss.. 439 ss.; C. Koch. D. Senghaas (cds.)., Texte zur Technokratiediskus: sion, 1970; D. Bell, Die.nachindustrielle Gesellschaft (ingl. 3973) al. 1975; H. Lenk (ed.), Technokratie als Ideologie, 1973; Zippetius GuR, cap. 18. Sobre 1; A. Huxley, Brave New World, 1982: £ Burnham, Das Regime der Manager (ingl, 1941) al. 1948; G. Orwell, Ninetceneigthy-four, 1949;

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