Es muy llamativo que, siendo Jess el centro del misterio de
navidad, el gran protagonista, no hayamos escuchado ni una
sola palabra suya. Jess todava no tiene palabra. Es l quien las necesita, porque viene a esta realidad histrica nuestra como un ser humano indefenso, necesitado de gestos y susurros para sentirse querido, acogido y seguro sobre todo por Mara, tambin por Jos. Jess no nos ha dicho ni una palabra. Ya lo har su tiempo!. Eso quiere decir que el misterio de Navidad nos est obligando a eso que tanto nos cuesta: silenciarnos, callarnos, escuchar, y contemplar y acoger. Despus de hacer todo esto, nos ser posible balbucir alguna palabra. Pero, sin este silencio necesario, nuestras palabras no sern otra cosa que ruido incmodo. Juan Bautista, en el texto del evangelio de hoy, se presenta como la voz de Aquel que, de momento, no puede hablar. Pero sabe poner lmites a lo que dice. No habla por hablar. No se autopredica, ni se adorna, ni echa mano de la ltima ocurrencia o de lo que ha odo de otros o de otras. Com hacn tantos (!). Dice slo aquello que debe decir. Y, desde su no ser lo que la gente cree que es: el Mesas, Elas, o el Profeta que los judos esperaban, puede testimoniar al que S ES, todo eso y mucho ms. SALVACIN Cada una y cada uno somos voz de Jess. Y podremos hablar de l slo si eso que hablamos lo hemos escuchado antes en su Palabra; si no, bien haramos en recordar y poner en prctica aquel proverbio rabe que dice: Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras!