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SUPLEMEN1 29 MONOGRAFIAS TEMATICAS LA AUTOBIOGRAFIA y sus problemas teoricos a m stata Vere Ss 2 O Estudios e investigacion documental " : ~ ” = - i = = ” ” - ” -_ ” - “ - = 2 ”“ ” -_ ” =’ = “ “ -_ ad ms = m ” ~ -y ” _ ” ” 7 —_ esTuos ee La autobiografia como desfiguracién* Paul de Man simplemente falsos, en el sentido de resultar forzados o aberrantes, sino que son limitadores, por asumir presu. estos acerca del discurso autobiogrifico que son de hhecho muy probleméticos. Tales teoras se ven constants, ‘mente obstaculizadas, con monoionia esperable, por una serie de problemas que les son inherentes. Dado que el concepto de género designa una funciGn estétca y una funcién histérica, lo que estéen juego es no solo la ds. tancia que protege al autor autobiogrfico desu experien- cia, sino también Ia posible convergencia de estética ¢ historia. La inversién que entra en juego en tal conver. sencia, epecialmente cuando se trata de a autobiografs, «considerable Ql convertr la autobiograffa en un géne- sea eleva por encima de la categoria lteraria del mero reportaje, la erénica o 1a memoria, y se le hace un sitio, aunque modesto, entre Jas jerarquias canénicas de los gé eros lterarios mayore sto implica certo embarazo ya 4que, comparada con la tragedia, la épicao la poesia lirica, |a auobiografia sempre parece deshonrosay aurocompla. ciente de una manera que puede ser sintomética de su in. ‘compatibilidad con la dignidad monumental de los valores estkticos. Cualquiera que sea el motivo de esta situacién, 42 autobiografia empeora las cosas al responder pobremem te a csteascenso de categoria. Los intentos de definir la autabiognfia como género parecen venirse abajo entre pre- guntas ociosas y sin respuesta. Puede haber autobiogra- fia antes del siglo xvi, 0 es un feaémeno espectfcaments rerroméntico y romintico? Los historiadores del péne- ro tienden a afirmar lo tiltimo, lo cual plantea inmediata- mente la cuestién del elemento autobiogréfico en las Confesiones de san Agustin, cuestién que, a pesar de cier. tos aguerridos esfuerzos recientes, est lejos de ser resuel- ta. gPuede escribirse una autobiografia en verso? Incluso algunos de los més recientes tebricos dela aurobiografia ‘legan categGricamente esa posibilidad, aunque sin espe- cificar sus zones, De esta manera, resultarfa irelevants (p. 132). Words- worth critica a Gray y Milton por usar figuras derivadas de la prosopopeya. Y en ese momento se deja entrever la amenaza de un conflcto légico mucho mis profundo Los versos del soneto de Milton que Wordsworth omite nos ofrecen una manera de dar cuenta de esa amenaza. En los ses versos omitidos, Milton habla de la carga que representa la «facilidad para escribir» que tenia Shakespeare para los que solamente «de manera laboriosa pueden pro- ducir su artes. Dice a continuacién: Pues nuestra fantasia ensimiomada, ex marmol nos coneierte al conceit Isabel MacCaffrey parafrasea de la siguiente manera ex tos versos dificles: enuestra imaginacién se sale de noso- trosal extasiarse, deando atrds nuestros cuerpos sin alma, como estatuase, «Nos convierte en mérmols, en los E* says upon Epitaphs, no puede dejar de evocar la amenaza Jatente que habita en la prosopopeya, es decir, que al ha- cer hablar a los muertos, la estruetua simétrica del tropo implica que, de la misma manera, os vivos se queden mu- dos, helados en su propia muerte. La conjetura del «De- tente, viajero» adquiere asi una connotacién siniestr, que no solo prefigura nuestra mortalidad, sino que represen- 1a una entrada real en el reino helado de la muerte. Po- drfa aducirse que Wordsworth tenfa una conciencia lo suficientemente Iicida de esta amenaza como para justi- ficar la inscripcién de esta en el sistema cognitivo y solar de autoconocimiento especular que subyace a sus ensayos, Y que los avisos contra el uso de la prosopopeya son es- iratégicos y diddcticos mis que reales. El sabe que la xex- clusiény de la voz ficticia, que él propone, y su sustitu- cidn por la voz real de los vivos, reintroduce de hecho Ia prosopopeya a través de la ficcibn del apéstrofe. De todas maneras el hecho de que su asercién esté hecha a través de omisiones y contradicciones jutifica la sospecha. La mayor inconsistencia del texto, la cual es también fuente de su considerable importancia tedrica, se da de tuna manera diferente pero relacionada con la que acaba- mos de mencionar. Los Estey se expresan con fuerza con- tra el lenguaje antitético de la sitira y de la invectiva, y * eThen thou one fay of el tering / Dow cake ws marble with oo much conceiving» (Me Z] a autobiograta come deatiguracén proponen de manera elocuente un lenguaje licido de re oso, tranquilidad y serenidad. Pero si, con todo derecho, ‘nos preguntamos cuil de esos dos lenguajs, el dela agre sién o el del reposo, predomina en ese texto, esata con claridad que los ensayos contienen partes de extensiSn com> siderable que son antitéticos y agresivos de la manera mis abierta. ‘No puedo sufrir que ningin individuo, por muy altos y merecidos que sean los honores 2 él conferidos por mis compatriotas, se interponga en mi camino»; esa re ferencia a Pope, junto con muchas otras a él también di- rigidas, es cualquier cosa menos delicada. Wordsworth ext suficientemente molesto por la discrepancia —se trata de tuna discrepancia, pues no hay razén alguna para no ocu- parse de Pope con la misma generosidad dialéticaotor ‘ada a la muerte— como para generar un copioso discurso de autojustificacién que se prolongs en un apéndice cexcesivamente redundante. Sin embargo, los términos més violentos son reservados no para Alexander Pope sino para el lenguaje mismo. Cierto mal uso del lenguaje es denun, ciado de manera mas fuerte: «Las palabras son un insu mento con demasiada capacidad para producir el bien 0 el mal como para que se las trate con ligereza: dominan nuestros pensamientos en mayor medida que cualquier potencia exterior. Si las palabras no son [..} una encarna- cién del pensamiento sino solo su ropa, entonces cons- tiruyen un mal don, similar a esas vestimentas envenenadas de las que hablan las historias de tiempos supersticiosos, que tenfan el poder de consumir y hacer enloquecer a la vietima que se las ponta. El lenguaje, si no se le defiende, se le mima y se le deja en paz, como a la fuerza de la gr vedad o al aire que respiramos, se convierte en un con- traespiritu [+ (p. 154). Qué caracterstca del lenguaje es condenada con tanta severidad? La distinci6n entre el bien puro y el mal radical descansa en la distinciSn entre el pensamiento encarnado y «un ropaje del pensamien- to», dos nociones que verdaderamente parecen «tener una conexidn diferente y mds fina que la del contrster. De Quincey se centrd en esta distincién, y a interpreté como tun modo de oponer las figuras convincentes a las arbitra ras, Pero, a diferencia de los pensamicntos por ellas re- presentads la carne y la vestimenta tienen, al menos, una propiedad en comiin: su visibilidad, su acesibilidad a los sentidos. Un poco antes en el mismo pasaje, Wordsworth caracteriza, de manera similar, el tipo correcta de len- uaje como el que es «no lo que el ropaje es al cuerpo, sino lo que el cuerpo es al almas (p. 154) La seeuencia ropaje-cuerpo-alma es una cadena metafdrica de perfecta istencia: la vestimenta es la parte visible del cuerpo a manera que el cuerpo es la parte visible del alma{E! lenguaje denunciado con tanta violencia eel lene sgaje'de la metifora, de la prosopopeya y de los tropos, cl lenguaje solar dela cogniciSn que hace alo desconocido accesible a la mente y a los sentidos. El lenguaje de los tropos (que es el lenguaje especular de la autobiograia) 5 realmente como el cuerpo, el cual es como las vesidu- 13s, pues es el velo del alma como el ropaje es el velo pro tector del cuerpo Cémo este velo inofensivo puede 22 a 6 © 28 88 6.8 58 88 8 Sb 85s 8 88 FP esTuD0s hacerse de repente tan mortal y violento como la tinica cenvenenada de Jasén o de Neso? Laninica de Neso, causa de la muerte violenta de Hér- cules, como narra Séfocles en las Traguinias, le fue dada or su esposa Deyanira con la esperanza de volver a ganar el afecto del que pronto se veria privada, Supues- tamente, debia restaurar el amor perdido, pero la restau- ricién result una privacin peor, la pérdida de la vida de los sentidos. El pasaje de la Excursion coni que con- cluyen los Esways narra una historia similar, aunque sin legar al final, La mudez del «gentil Dalesman, protago- nista del relato, encuentra-un equivalente exterior, a tr vés de un entrecruzamiento consistent, en la mudez de Ja naturaleza, de la cual se dice que, incluso en plena tor- ‘menta, es «silenciosa como un cuadro». En la medida en ‘que el lenguaje es figura (o metifora, © prosopopeya), es realmente no la cosa misma, sino su representacién, la ima- gen de la cosa, y, como tal, es silencioso, mudo como las imagenes lo son, El lenguaje, como tropo, produce siem- pre privacién, es siempre despojador. Wordsworth dice que el lenguaje perverso —y todo lenguaje lo es, incluido su propio lengusje de restauracién— funciona esin pausa Yn ruidos (p. 154). En la medida en que, en la escritura, dependemos de este lenguaje, todos somos, como el Da- lesman en la Excursion, sordos y mudos; no silencio- sos, lo cual implicafa la posible manifestacin del sonido Fleciones del «yor 4 voluntad propia, sino silenciosos como una imagen, eter namente privados de voz y condenados a la mudez. No resulta, asi sorprendente que el Dalesman sienta tanta in- clinacién por los libros y encuentre en ellos tanto con- suelo, puesto que, para él, el mundo exterior ha sido siempre un libro, una serie de tropos sin voz. En cuanto cenzendemos que la funcién retrica la funcién retérica de Ja prosapopeya con- siste en dar vozo 0 del lenguaje, compren- demos también que de lo que esimos prvader no ode ‘da sino de forma ye sentido den mundo que wl nos es accesible a través de Ja via despojadora del entendi- Biento, La muerte es un nombre que damos a un apuro lingiifstico, y la estauracién de la vida mortal por medio. de la aurobiografla (a prosopopeya del nombce ydela ve) deapone ydeligun evs moar ata on gece sara, La autobiogralia ves una desfiguraciOn des some te por ella misma causada. NOTAS 1. Gérard Geners, Fiore I, Pris, Seil, 1972, p. 50. 2, Véase una edicin critica de enos ensyoren Wi] B. Owen y Jane ‘Wonhingron Smyper (ed), The prose Works of Wiliam Wordrwordh, On. fond, Clarendon, 1974. Los nimeros de ls piginsctadas en exe accu Jo corresponden a Owen (c.), Wordsworth itrary Critic, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1974

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