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Capitulo IT Valerse de: usos y practicas Pose a tas medidas tomadas para reprimirl oescondero, el escamoteo (0 sus equivalentes) se infiltra y gana. En si mismo, no es sino un caso particular entre todas las précticas que introducen jugarretas de artistas y competencias de cémplices en el sistema de la reproduccién y del com- partimento mediante el trabajo 0 el tiempo libre, Corre, corre, el fisgén: son las mil maneras de “valerse de”. Desde este punto de vista, la division ya no pasa entre el trabajo y las diversiones. Estas dos regiones de actividades se homogeneizan. Se repiten y se refuerzan una ala otra. En los lugares de trabajo, cunden las técnicas culturales que disfrazan la reproduccién economica bajo cubier- tas ficticias de sorpresa (“el acontecimiento"), de verdad (“Ia informa- ci6n") 0 de comunicacién ("la animacion”). Reciprocamente, la produc- ci6n cultural oftece un campo de expansion a las operaciones racionales que permiten administrar el trabajo al dividirlo (un anélisis), al cuadri- cularlo (una sintesis) y al masificarlo (una generalizaci6n). Otra distin- cién se impone: la que distribuye los comportamientos segtin su !uger (de trabajo 0 de entretenimtento) y los califica entonces por el hecho de que estén ubicadios en tal o cual escague del tablero social, en la oficina, en el taller o en el cine, Hay diferencias de otro tipo. Se refieren éstas a las ‘modalidades de ta accién, a las formalidades de las practicas. Atraviesan las fronteras entre los requerimientos del trabajo o del tiempo libre. Por ejem- plo, el escamoteo se incorpora al sistema de la cadena industeal (es su contrapunto, en el mismo lugar), como una variante dela actividad que, fuera de la fabrica (en otro fugaz), tiene la forma del trabajo artesanal © casero. Aunque sean relativas a las posibilidades ofrecidas por las cit- ‘cunstancias, estas tcticas transversales no obedecen a la ley del lugar. No estén definidas por el lugar. A este respecto, no son mds Jocalizables que Jas estrategias tecnocréticas (y escriturarias) que tienden a crear lugares conforme a modelos abstractos. Esto es lo que distingue a tinas de otras: 1s tipos de operaciones en estos espacios que las estrategias son capaces de producit, cuadricular e imponer, mientras que las tacticas pueden s6lo utilizarlos, manipularlos y desviarlos. Hace falta pues especificar esquemas de operaciones. Como en literatura uno diferencia los “estilos” o maneras de escribir, uno puede distinguir las “maneras de hacer”, de caminar, de leer, de producir, de hablar, etcétera. Estos estilos de accién intervienen en un campo que los regula en un primer nivel (por ejemplo, el sistema de la fabrica), pero introducen una forma de sacar provecho de éste que obedece a otras re- gles y que constituye como un segundo nivel imbricado en el primero (como el escamoteo). Asimilables a los modos de empleo, estas “maneras de hacer” crean un espacio de juego con una estratificacién de funciona- mientos diferentes e interferentes. De esta forma, las maneras de “habi- tar” (una casa o una lengua) propias a su Cabilia natal, el norafticano que vive en Paris o en Roubaix las insinda en a} sistema que le impone la construccién de una vivienda de interés social o en el sistema de la len- gua francesa. Sobrepone esas maneras y, mediante esta combinacién, se ‘crea un espacio de juego para las maneras de utilizar el orden imperante en ellugaro tespecto de la lengua. Sin salir del sitio donde le hace falta vivir yquele dicta una ley, instaura algo de la pluralidad y la creatividad. Gra- ‘ias a un arte del intervalo, obtiene efectos imprevistos. Estas operaciones de empleo —o, mas bien, de un nuevo em- pleo— se multiplican con la extensidn de los fenémenos de aculturaciém, ‘es decir, con los desplazamientos que sustituyen las maneras o “méto- dos” de transitar por medio de la identificacién con el lugar. Eso no impi- de que correspondan a un arte inuly antiguo de “valerse de”. Les doy el nombre de uses, si bien la palabra designa con més frecuencia los proce- dimientos estereotipados, recibidos y reproducidos por un grupo, sus “usos y costumbres”, El problema sé mantiene en la ambigiedad de la palabra, pues, en estos “usos”, se trata precisamente de reconocer “accio~ nes” (en el sentido militar del término) que tienen su formalidad y su inventividad propias y que organizan en sordina el trabajo de hormiga, del consumo. BL uso, 0 el consumo Despus de los trabajos, muchos de ellos notables, que han analizado las “mercancias culturales”, el sistema de su produccién,)el mapa de su dis- tribuciény la reparticién de los consumidores en este mapa,? parece po- sible considerar estas mercancias ya no s6lo como datos a partir de los cuales establecer los cuadros estadisticos de su circulacién 0 sefalar los funcionamientos econémicos de su difusién, sino come el repertorio con el cual los usuarios proceden a operaciones que les son propias. A partir de ese momento, estos hechos ya no son los datos de nuestros célculos, sino el léxico de sus précticas. Ast, una vez analizadas las imégenes dis~ ‘uibuidas porla televisién y el tiempo trenscurrido en la inmnovilidad frente al receptor, hay que preguntarse lo que el consumidor fabrica con estas imagenes durante estas horas. Los quinientos mil compradores de la re- vista Informtation-santé, los usuatios del supermercado, los practicantes del espacio urbano, los consumidores de relatos y leyendas periodisticos, qué fabrican con lo que “absorben”, reciben y pagan? En realidad, a una produccién racionalizada, expansionista, cen- tralizada, espectacular y ruidosa, hace frente una producci6n de tipo to- 2 Ver en particular A. Hust et al, La Morchandie exturle, Paris, CNRS, 1977, que no $2 contenta con analiza productos (la foto el disco, las ilusraciones, sino wa sistema derepe- ficiém mescantily de reproduceisn ideotégica, 2 Verpor ejemplo Pratquas eulueles dos Francais, 2, Parl, Scrttariat tat la Calture, Service des etides et recherches, 1974, Hits funcamentaly pioneto, sunque poco estadist- ‘coy limitado al ate de masas, el estudio de Alvin Tomer, The Culture Comurnes,Balimore, Penguin, 1965, 2 Sobre el tema premonitocio de le “méquine célbe” en el arte (Marcel Duchamp, et.) 018 literatura (de Jlio Verne a Rayemond Roussel) de priecipios de sigh, ver Jean Clair etal, Tnggesllen Maschinen. Les Machines clibatates, Verecia, Air! 1975, aw talmente diferente, calificada de “consuino”, que tiene como caracteristi- ‘cas sus ardides, su desmoronaiiento al capricho de las ocasiones, sus cacerfas furtivas, su clandestinided, su murmullo incansable, en suma ‘una especie de invisibitidad pues no se distingue casi nada por produc- tos propios (idénde tencria su lugar’), sino por el arte de utilizar los que leson impuestos. Desde hace mucho tiempo, se han estudiado en otras sociedades las inversiones discretas y sin embargo fundamentales provocadas por el consumo, De esta forma, el éxito espectacular de la colonizacién espafio- laconlas etnias indias se ha visto desviado por el uso que se hacfa de ella: sumisos, incluso aquiescentes, a menudo estos indios utilizaban las le- 1yes, las précticas 0 las representaciones que les eran impuestas por la fuerza 0 por la seduceién con fines diversos a los buscados por los con- quistadores; hactan algo diferente con ellas; las subvertian desde dentro; no al rechazarlas 0 al transformatlas (eso también acontecia), sino me- aiante cien maneras de emplearlas al servicio de reglas, costumbres 0 convicciones ajenas a la colonizacién de la que no podian huir! Metafo- rizaban el orden dominante: lo hacfan funcionar en otro registro. Permax nectan diferentes, en el interior del sistema que asimilaban y que los asi- milaba exteriormente. Lo desviaron sin abandonarlo. Los procedimientos de consumo mantenian su diferencia en el espacio mismo que organiza ba el ocupante, ¢Bjemplo extremo? No, aun sila resistencia india tenia como fue damento una memoria tatuada por la opresién, un pasado inscrito en el cuerpo.® En un menor grado, el mismo proceso se encuentra en el uso que los medios “populares” hacen de las culturas difundidas por fas “lites” productoras de lenguaje. Los conocimientos y los simbolismos impuestos son objeto de manipulaciones por parte de los practicantes ‘que no son sus fabricantes. El lenguaje producido pot una categorla so- cial dispone del poder para extender sus conquistas hacia las vastas re giones de su medio ambiente, “desiertos” donde parece no haber nada tan articulado, pero cae en las trampas de su asimilacién a causa de un Derenjenal de procedimientos que sus victorias mismas vuelven invisi- Dles.al ocupante. Por espectacular que sea, su privilegio corre el riesgo de s6lo ser aparente, si solamente sieve de marco a las practicas testarudas, astutas, cotidianas que lo utilizan. Eso que se lama “vulgatizacién” 0 ‘ degradacién” de una cultura seria entoncesun aspecto,caricatutizado y «Ver por ejemplo, @ propésite de los aimarnes del Per y de Bolivia, JE Menast, On ies crayatchretians tes Aymaras, Pasi, Cet, 1968. 5B \erMichel de Corte Lata dela pair yctas excites poibicns, ed. establ.y presentada por Luce Giar, (de Alejandro Pescador, Mexico, Us-Departamento de Historia/Ir0, 1985 Gere Historia y Gralla, 2) cap. 8 pp. 123-34. 38 parcial, del desquite que las tacticas ulubtarias cobran sobre et poder do- ‘minante de la produccién. De todos modos, el consumidor no sabriaiden- tificarse 0 calificarse conforme a los productos periodisticos o comercia- les que asimila: entre él (que se sirve de ellos) y estos productos (signos del “orden” que se le impone), hay una distancia més o menos grande del uso que hace de ellos. Eluso debe pues analizarse en si mismo. Los modelos no faltan, sobre todo en lo que concierne a la lenguz, terreno privilegiado por la identificacién de las formalidades propias de estas précticas. Gilbert Ryle, representante de la distincién saussuriana entre la “lengua” (un sistema) yel “habla” (un acto), comparaba la primera con un capital y la segunda con las operaciones que éste permite: de un lado, una provisién; del otro, negocios y us0s.® En el caso del consumo, uno podria casi decir que la produccién proporciona el capital y que los usuarios, como inguilinos, adquieren el derecho de efectuar operaciones sobre este fondo sin ser los propietarios. Pero la comparacién vale solamente para la relacién entre lun conocimiento de la lengua y unos “actos de habla” (speech acts). Por esta sola razén, se cuenta ya con una serie de cuestiones y de categorias que han permitido, sobre todo desde Bar-Hillel, abrir en el estudio del enguaje (semiosis o semiotic) una secci6n particular (llamada pragmatics) consagrada al uso 0 a las indexical expressions, es decir, “a las palabras y a las frases cuya referencia no puede determinarse sin conocer el contexto del uso”? Antes de volver ulteriormente sobre estas investigaciones que aclaran toda una regién de las practicas cotidianas (el uso de la lengua), basta con hacer notar que tales investigaciones se apoyan en una proble- matica de la enunciacién# Los “contextos de uso” (contexts of use), al plan- tear el acto en su relacién con las circunstancias, remiten a las caracteris- ticas que especifican el acto de decir (0 préctica de la lengua) y son sus, efectos. De estas caracteristicas, la enunciacién provee un modelo, pero van a encontrarse en la relaci6n que otras précticas (caminar, habitar, et- cétera) mantienen con sistemas no linguiisticos. La enunciacién supone 4G Ryle, “Use, Usage and Meaning”, en GHLR, Parkinson (ed). The Theory of Meaning, xfer Ono Unversity Pres, 168, p. 109-6 Una gran pre devour conse ginda al uso, Richard Montague, “Pragmaties” en Raymond Kibansy (ed) La Phisophieconenpontn, 4.1, Fltencia, ta Naova fall 1568, ps 102-22. Baral retoma ast un trmino de CS Peice, que tiene como equivalents en Russell io “egocentric prtclers",en Reichenbach Ins “totem rofertoe expressions en Goodtran Ins “ndictor words”, en Quise ts "200 er sentences". Toda una tradcin se inscribe en esta perepectiv, Wittgenstein también Ine recopers. 6 que tenia comolemabuscat nae! seni singel usa (“Dont ak for theming, {kf the ws al eferitve,porots parte al uo normal regdlado po a rattan que es ‘lenges 5 Ver mds arriba “Lénenciation proverbial" p-23. cen efecto: 1) una efectuacién del sistema lingistico por medio de un decir que actualiza sus posibilidades (la lengua sélo es real en el acto det ha- bla); 2) una apropiacién de la lengua por parte del locutor que la habla; 3) Jaimplantacign de un interlocutor (real o ficticio),y por tanto la constitu- cin de un contrato relacional o de una alocucién (se habla a alguien); 4) la instauraci6n de um presente mediante el acto del “yo” que habla y, conjun- tamente, pues “el presente es propiamente la fuente del tiempo”, a orga- nizacién de una temporalidad (el presente crea un antes y un después también) y la existencia de un “ahora” que es presencia en el mundo? Estos elementos (realizar, apropiarse, inscribirse dentro de rela- ‘iones, sittarse en el tiempo) hacen de la enunciacién, y secundariamen- te del uso, un nudo de cizcunstancias, una nudosidad inseparable del “contexto” del cual, de manera abstracta, sea distingue. Indisociable del instante presente, de circunstancias particulares y de un hacer (producir a partir de la lengua y modificar la dindmics de tna relacién), el acto de decir es un uso dela lengua y una operaci6n sobre ella. Se puede intentar aplicar su modelo a muchas operaciones no lingiiisticas, al considerar como hipétesis que todos estos usos competen al consumo. ‘Todavia hace falta precisar la naturaleza de estas operaciones por medio de otro sesgo, ya no a titulo de la relacién que mantienen con un sistema o un orden, sino en la medida en que unas relaciones de fuerzas definen las redes donde se inscriben y detimitan las citcunstancias de las ‘que pueden sacar provecho. Por eso, de una referencia lingiifstics hay que pasar a una referencia polemoldgica. Se trata de combates o de jue- gos entre el fuerte y el débil, y de estas “acciones” que son posibles para eldébit. Estrategias y técticas Productores desconocidos, poetas de sus asuntos, inventores de sende- os en las unglas de la racionalidad funcionalista, los consumidores pro- ducen algo que tiene la forma de “trayectorias” de las que habla Deligny.” Trazan “trayectorias indeterminadas” }* apatentemente insensatas por- que no son coherentes respecto al espacio construido, escrito ¥ prefabri- cado en el que se desplazan, Se trata de frases imprevisibles en un lugar ordenado por las técnicas orgenizadoras de sistemas. Pese a tener como 2 Ver Emile Benveniste, Probltmes de lnguistique général 2, Pars, Gallimard, 1974 pp. 79+ 88, ® Fernand Deligny, Les Vagabondsefcaces, Pris, Maspero, 1970, define con esta palabra fos recoridos de los jévenes autistas junto con los cuales vive, escrituras a tavés de los bos- ‘ques, vagabundeos de quienes ao pueden trazar un camine en el espacio de la lengua. * Ver mis abajo “Indeterminadas”,p. 219. 0 material los vocabularios de las lenguas recibiaas (el de ia television, e1 cet periGdico, el del supermercado o el de las disposiciones urbantsticas), pese a permanecer encuadrados por sintaxis prescritas (modos tempora~ les de horarios, organizaciones paradigmaticas de lugares, etcétera), 25+ tos “atajos” siguen siendo heterogéneos para los sistemas donde se infil- tran y donde bosquejan las astucias de intereses y de deseos difereites. CCirculan, van y vienen, se desbordan y derivan en un relieve impuesto, como clas espumosas de un mar que s@ insintia entre los riseos y tos labe- rintos de un oréien construido, De esta agua regulada en principio por las cuadtriculas institu. cionales que de hecho erosiona poco 2 poco y también desplaza, las esta- isticas no saben casi nada. No se trata, en efecto, de un Iiquido, que circula en los dispositivos de lo sélido, sino de movimientos diferentes, que utilizan los elementos del terreno. Ahora bien, las estadisticas se li- mitan a clasificar,calcular y poner en cuadros estos elementos —unida- des “léxicas”, palabras publicitarias, imigenes televisadas, productos ma- nufacturados, lugares construidos, etastera— y lo hacen con categorias y segtin taxonomfas conforme a las de la produccién industrial o adminis- trativa. Asf s6lo aprovechan el material utilizado en las précticas de con- sumo —un material que es evidentemente el que la produccion impone a todos—, y no la formalidad propia de estas précticas, su “movimiento” subrepticio y astuto, es decir la actividad misma de “valerse de”. La fuer- zade estos célculos se debe ala capacidad de dividir, pero esta capacidad ‘analitica suprime la posibilidad de representar trayectorias técticas que, segiin criterios propios, seleccionan fragmentos tomados de Jos vastos cconjuntos de la produecién para componer con ellos historias originales. Se cuenta lo que es utilizado, no las maneras de utilizarlo, Paradé- jieamente, éstas se vuelven invisibles en el universo de la codificacién y de la transparencia generalizadas, De estas aguas que se insintian por todas partes s6lo son perceptibles los efectos (la cantidad y la localiza- ciGn de los productos consumidos). Circulan sin ser vistas, reconocibles solamente en los objetos que desplazan y hacen desaparecer. Las précti- cas del consumo son los fantasmas de la sociedad que Heva su nombre. Como los “espiritus” de antafo, constituyen el principio multiforme y cculto de la actividad productora, Para dar cuenta de estas practicas, hube de recurir ala categoria de “trayectoria”. Debia evocar ésta un movimiento temporal en el espa- cio, es decir, la unidad de una sucesién diaerénica de puntos recorridos, y nol figurn que estos puntos forman en un lugar supuestamente sineré- nico 0 acrOnico. En realidad, esta "representacién” resulta insuficiente, ya que precisamente la trayectoria se dibuja, y el tiempo o el movimiento = id, a se encuentra asf reducido a una linea susceptible de ser totalizada por el ojo, legible en tin instante: se proyecta sobre un plano el recorrido de un, caminante en la ciudad. Por util que sea esta “colocacién en un plano”, metamorfosea la articulaciOn temporal de lugares en una continvidad es- pacial de puntos. Un gréfico se coloca en el sitio de una operacién. Un signo reversible (se lee en los dos sentidos, una vez proyectado sobre el mapa) se sustituye 4 una practica indisociable de momentos particulares ¥ de “ocasiones”, y es entonces irreversible (el tiempo no se Tepone, ni se tegresa a las oportunidades perdidas). Es pues una huella er lugar de los actos, una reliquia en lugar de las acciones: es s6lo su desecho, el signo de su desaparicién. Esta proyeccién postula que es posible tomar uno (lo descrito) por otro (las operaciones basadas en las ocasiones). Es un “equi vvoco" (unio en lugar del otro), ipico de las reducciones que debe efectu para ser eficaz, una gestion funcionalista del espacio. Hay que recurrit Pues a otro modelo. Una distincién entre estrategias y tdctions parece presentar un s- ‘quema inicial més adecuado. Llamo estrategia al célculo (0 a la manipula-

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