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Mary Douglas Como piensan las instituciones Alianza Universidad 3412853, OMO PIENSAN LAS INSTITUCIONES? ¢Ticnen mente propia? Y si es asf, .qué pensa- mientos ocupan esas mentes suprapersonales? MARY DOUGLAS examina estas cuestiones al tiempo que establece las bases de una teorfa de las instituciones. El proceso de razonamiento humano se suele explicar con referencia a la mente individual, mientras que la autora se centra en Ta cultura. A partir de Jas obras de Durkheim y Fleck, intenta dilucidar h qué punto depende el propio pensa- miento de las instituciones, cuyos distintos tipos permiten a los indi- viduos pensar diferentes tipos de pensamiento y responder a distintas emociones, Presenta la misma dificultad explicar cémo los indivi- duos Iegan a compartir sus categorias de pensamiento que cémo logran dejar de lado sus intereses privados en aras del bien comin. La autora sostiene que las instituciones no piensan independientemente, ni tienen objetivos propios, ni pueden crearse a sf mismas. Cuando las construimos, adaptamos nuestras ideas a una forma comin y asf tra- tamos de demostrar su legitimidad. Por ultimo, nos advierte que no creamos que los pueblos primitivos piensan a través de ellas, mien- tras que los modernos decidimos los asuntos importantes individual- mente: nuestras instituciones legitimadas toman decisiones funda- mentales y esas decisiones siempre implican principios éticos. Alianza Editorial ISBN 84-206-2853-0 NN 9°788420'628530 Reservadios rodos bos derechos. El contenido de esta obra ext proieghdo parla Ley, que establece pena de prisida y/o multas, ademds de lad correspondtiemtes: indemaizaciones: por dafies y perjuitios, para quienes reprodujeren, plagiaren, clisiribuyeren o comunt- carn pilblicamente, em tade a en pares, una aba Ineraria, antigiica o cieeifica, o su iransformacidn, inberprcechin o-tjecuciin artistics jada en caalquier tipo de soporie o comunicada através de emalqwier medio, sin Ja preceptiva aimoriencifin, ' & 1996 by Syratuse Uriverdity Press, Syrcuse, New York & Ed casts Alianza Edivorial, $. A. htodrid, 1996 1. Luca de Tena, 15; teléf, 393 $8 ER: 28027 Madrid Se eit ie = Depesito legal: ML 24.6031 Forocomposiciia: EPCA, 5... Parque Industrial “Las: ee 288M) Tome|én de Ardos -Impreso en LAVEL, C/ Gran Canara, 12, Humane (Maulrid) INDICE PrDGP SCH eensesmemeesinee missinentisousitesemeerea nrorcirith ee Prdlogo, auetuueanere ens rermeessnesaea Totroduccién unis Capitulo 1. Las INSTITUCIONES NO TIENEN MENTE PRO- Capitulo 2. SEDESCARTA LA PEQUENIA ESCALA sneoncenre Capitulo 3. COMO SOBREVIVEN LOS GRUPOS LATENTES. ppeetesot 4, LAS INSTITUCIONES SE FUNDAN EN LA ANA- LOGIA... 15 a7 41 35 3 ‘Camo piessan las instimasiones Capitulo 7, UN CASO DE OLVIDO INSTITUCIONAL Capitulo §. LAS INSTITUCIONES SE OCUPAN DE LA CLA- SIFICACION Capitulo 9. LAS INSTITUCIONES TOMAN DECISIONES DE VIDA ‘O MUERTE... BIBLIOGRAFIA woven INDICE ANALITICO ¥ ONOMASTICO secccccsetsesseessnssnee is | 121 135 197 PREFACIO Mary Douglas pronuncié las seis Conferencias Abrams en la Universidad de Syracuse durante Ins dos tlltimas semanas de marzo de 1985, El ciclo se financia gracias a un fondo de la Ex- xon Edyeation Foundation instituido en memoria de Frank W. Abrams, antiguo presidente del Consejo de Administracidn de Standard Oil Company (Nueva Jersey), sociedad predecesora de Exxon, y antiguo presidente del patronato de la Universi- dad de Syracuse. Abrams fue, a lo largo de toda su vida, un destacado vale- dor de Ja ensefianza universitaria, Fundé el Consejo para la Ayuda Financiera a la Educacién, presidid el Fondo de la Fun- dacidn Ford para el Progreso de la Edueacién y fue miembro del patronate de la Fundacién Alfred E. Sloan. A través de la Hbor edueativa y de los precedentes juridicos que sentaron sus Miciativas, Abrams contribuyé a sensibilizar al mundo empre- Sarial norteamericano respecto de la necesidad de prestar apo- ¥oa la enseflanza universitaria privada. La Exxon Education Foundation, cuyo liderazge en la pane c ie Ciéinen piensan las instituciones ayuda a la ensefianza superior es bien conacide y respetado, prosigue la obra que inicié Frank Abrams. Agradecemos a la Fundacion su generose apoyo a distintas iniciativas de nuestra Universidad y estamos particularmente orgullosos del ciclo de Conferencias Abrams, en la medida en que el propio Abrams se licencid en 1912 en nuestra Universidad. Especial reconocimiento merecen los miembros del comité planificador del ciclo, encabezado por Guthrie §. Birkhead, de- cano de la Maxwell School of Citizenship and Public Affairs. Colaboran con él Michael ©. Sawyer, vicerrector de la Univer- sidad y catedritica de Derecho constitucional; L.Richard Oli- ker, decano de la Escuela de Administracién; Richard D, Sch- warz, titular de la edtedra Ernest 1. White de Derecho; Chris J. Witting, presidente del patronato de la Universidad de Syracu- se, y Robert L. Payton, presidente de la Exxon Education Foundation. Mary Douglas fue una invitada académica y conferenciante extraordinariamente complaciente, Pronuncié cinco conferen- cias memorables, mantuva frecuentes reuniones con el claustro y los estudiantes de cursos de doctorado, visité las clases regu- lares ¢ iluminé con su personal irradiacién los dias muchas ve- ces tristes de comienzos de primavera en Syracuse. Melvin A. Eggers Rector de la Universidad de Syracuse PROLOGO Este libro es resultado de una invitacién de la Universidad de Syracuse para pronunciar las seis conferencias del ciclo Frank W. Abrams. En casos semejantes, el tema viene en parte indicado por la ocasion, Un encargo de la Maxwell School of Citizenship and Public Affairs exige un asunto mds bien am- plio; una invitacién a pronunciar una conferencia, que el tema se comprima en un espacio reducido, Que la elecciém recayera en mi persona sugeria que era conveniente una sintesis perso~ nal, Se presentaba como una oportunidad irresistible para rei- terar cosas que ya habia intentado decir, Hablar, esta vez, ante la audiencia atenta y critica de la Universidad de Syracuse sig- nificaba que debia intentar arrojar nueva lux sobre el tema, ha- cerlo mas claro y convincente, y tal vez exponerlo por fin bien, Es necesaria una teoria de las instituciones que corrija la ac- tual vision asocioldgica de la cognicién humana, pero también una Teoria cognitiva que subsane los puntos débiles del analisis institucional. El tema es lo suficientemente vasto, actual e inex= Plorade como para justificar un enfoque especulative. Este es 2 ‘Cééeto piensan les institusiones el primer libro que hubiera debido escribir después de hacerlo sobre mi trabajo de campo en Africa, En vez de ello, eseribi Pureza y peligro (1966) en un esfuerza por generalizar la expe- riencia de Africa a nuestra propia situactén. En sw dia, mis ami- gos me dijeron que Pureza y peligro era oscuro e intuitive y es- taba mal preparado. Tenian razon y desde entonces no he cejado en el intento de comprender la fundamentacién tedrica y Idgiea que hubiera necesttado para poder presentar una tests coherente sobre el contral social de la cognicidn, Este libro re- presenta otra introduccién post bac. Es como un prolegomeno a Risk Acceptability (1986), que denuncia ciertos dngslos muer- tos en nuestra profesién, asi como la arraigada resistencia al tema. Risk Acceptability, por su parte, es como un apéndice in- troductorio a Risk and Culture (1982, con Aaron Wildavsky), obra que muestra como el andlisis antropoldgico de las creen- cias publicas puede ampliarse a nuestro propio caso. Pero Risk and Cultere es la tesis que hubiera debido preceder a la publi- cacién de Jmplicit Meanings en 1970 con un ensayo titulade «Environment at Risk». Todos hubieran debido aparecer en orden inverso, terminande con The Lele of the Kasat (1963). En ese caso, el comité del ciclo de Conferencias Abrams recibi- tia ahora el primer trabajo de la serie. Pero, gedmo hubiera sido eso posible con las deudas que he ido contrayendo a lo large de este prolongado espacio de tempo? Muchos autores, jdvenes y vicjos, algunos, por desgracia, ya fallecidos, me han ayudado en cada etapa. Ya me gustaria que esta obra fuera lo suficientemente acertada coma para romper el maleficio, de manera que ahora pudiera empezar a escribir hacia delante, y no hacia atrds. Este libro comienza con Ia hastilidad con que Durkheim y los durkheimianos fueron recibidos cuando hablaban de insti~ tuciones o grupos sociales como si se tratara de individuos, La propia idea de un sistema cognitive suprapersonal despierta un profundo sentimiento de indignacidn. Este sentimiento es, en si mismo, prueba de que por encima del nivel del ser humano individual otra jerarquia de «individuos» influye en los miem- Prélago B bros de los niveles inferiores para que reaccionen violentamen- te contra determinadas ideas. Se supone que un individue que engloba seres humanos pensantes corresponde a una desagra- dable tipologia totalitaria, una dictadura altamente centralizada y eficaz. Anthony Greenwald, por ejemplo, acude a Hannah Arendt y George Orwell en busca de modelos totalitarios de lo que denomina ambitos extrapersonales de conocimiento (1980). La reflexidn pone de manifiesto, al mismo tiempo, que en los niveles superiores de organizaciéa los controles sobre los miembros constitutivos de nivel inferior tienden a ser mils débiles y difusos. Muchos pensadores de gran agudeza y capa- cidad se ponen tan nerviosos con la descarnada analogia politi- ca entre mente individual ¢ influencias sociales en la cognicién que prefieren ignorar el problema en su totalidad, Los antropélogos no pueden hacerlo. Emile Durkheim, E. E, Evans-Pritchard y Claude Lévi-Strauss son grandes ejem- plos a seguir. Pero el estudioso cuya impronta es mis visible en todo el ambito aqui cubierto es Robert Merton. A él se dedica, con respeto y afecto, la presente obra, confiando cn que su ge~ nerosidad sabra pasar por alto sus carencias, Mi marido merece una mencidén especial, Cuando dos problemas parecen irreso- lubles, nuestra larga experiencia de vida doméstica ha sugerido un enfoque indirecto. En lugar de atacar de frenee y por sepa- rado cada cuestién, cabe enfrentar un conjunta de problemas con el otro. Esta estrategia, que produce definiciones nuevas de lo que ha de resolverse, aporta el marco de !2 presente obra. A lo largo de dos semanas deliciosas, disfraté de la calida hospitalidad del Rector y de la Sra. Eggers y de muchos cursos ¥ departamentos de Syracuse. El trabajo se vio aligerado gra- cias a la acogida y el apoyo de Guthrie Birkhead, decano de la Maxwell School, a los sabios consejos de Manfred Stanley (sin olvidar la critica, siempre constructiva, de su familia) ya la per fecta organizacién de James G. Gies. Algunas partes de la obra ya se habfan sometido a prucba Ec pane forma u otra, Los capitulos 1 y 2 se presentaron en la -Sonferencia sobre Categorias Correctas patrocinada por la Ht (Como piensan las instinwciones Fundacién Wenner-Gren en honor de Nelson Goodman en la Northwestern Universiry en 1985, Hago constar mi gratitud a todos los participantes por su contribucién al examen de las cuestiones en ellos abordadas. También agradezco a Kai Erik- son la oportunidad de ensayar partes del capitulo 3 en la Ho- llingshead Memorial Lecture de la Universidad de Yale. Una versién inicial de los capitulos 6 y 7 se presenté en el seminario sobre el tema «Es posible el orden social?», en la reunidn de 1983 de la American Sociology Association, a cuyo presidente, James Shorter, debo el permiso para publicar este estudio mas extenso sobre la memoria publica, Parte del capitulo 9 se expu- so en el seminario sobre ética de Russell Hardin en la Univer- sidad de Chicago. Agradezco a Rusell Hardin y Alan Gewirth sus dtiles criticas. David Bloor, Barry Barnes y Lawrence Ro- sen también formularon importantes criticas. Muchas personas en la Northwestern University han diseutido y criticado dife- rentes partes del libro. Reid Hastie aporté un equilibrio muy necesario y toda una serie de referencias de articulos psicoldgi- cos. Robert Welsh ley todo el manuscrito y formuld criticas muy atinadas, Andrew Leslie trabajé en la bibliografia. Ri- chard Kerber investiga las clasificaciones del comercio del vino. ¥ Helen McFaul, que fue mucho mas alla del mero cum- plimiento de sus obligaciones, me proporciond esa ayuda ideal de secretaria con que suefia toda autor. M.D. INTRODUCCION Escribir sobre cooperacidn y solidaridad significa escribir, al mismo tiempo, sobre rechazo y desconfianza. El concepto de solidaridad sugiere individuos que estin dispuestos a sufrir en representacién del grupo mis amplio y que esperan que los res- tantes miembros individuales del mismo hagan otro tanto por ellos. Es dificil hablar de estas cuestiones friamente. Tocan sen- timientos intimos de lealtad y veneracién. Tanto quien haya aceptado un depdsito de confianza y exigido sacrificios coma quien de buen grado la haya depositado y los haya realizado conoce la fuerza del vinculo social. Sea la situacién de adhesin a la autoridad, odio a la tirania o un punto medio entre ambos extremes, el vinculo social en si se considera por encima de toda discusién. Los intentos de sacarlo a luz del dia e investigarle _ ‘ropiezan con resistencias. No obstante, debe ser objeto de exa- ten. Todo el mundo se ve directamente afectado por la indole F rmite a los dirigentes hacer caso orniso de las necesidades pui- blicas. A veces, la confianza es a corte plazo y trigil, y se disuel- is de Ia confianza que le rodea. A veces, una créduls estabilidad lé ‘Como piensan las insteuciones ve ficilmente en el pinico. A veces, la desconfianza es tan pro- funda que la cooperacién resulta imposible, Un ejemplo contemporineo ayudard a enfocar mejor estas planteamientos abscractos. El campo de la medicina nuclear presenta un magnifico historial de confianza ¥ cooperacion mutuas. Los cientificos poscen una manera aceptada de con- trastar sus respectivas afirmaciones; creen en sus métodas, y tienen fe en los resultados de la misma forma en que médicos y pacientes confian los unos en los otros. Si la intensidad de [a solidaridad puede medirse por la pura fuerza de los logros, aqui tenemos un caso clarisimo, Rosalyn Yalow ha presentado recientemente un relato (1985) de la historia de la subdisciplina a la que dediod su vida profesional. Su relate estuvo inspirada por indicios de que la actividad se encwentra ahora a punto de verse interrumpida. Blanco de durisimos ataques basados en cl temor a los efectos nocives de las radiaciones, nada que los sientificos puedan alegar en su defensa es capaz de disipar los recelos que inspira, Rosalyn Yalow se incorpord al Veterans Administration Hospital del Bronx en el decenio de 1940 para establecer un servicio de radioisétepos que iba a utilizar indicadores radiac- tivos con fines de investigacién clinica, Desde entonces, los lo- gros del servicio han sido asombrosas. Los médicos utilizaron yodo radiactivo para investigar la fisialogia y tratar las dolen- sias de la glindula tiroides, y simuleineamente para medir el volumen sanguineo en el torrente circulatorio, Esta les permi- tid poner a punto métodos experimentales para evaluar las ta- sas de sintesis y degradacién de las seroproteinas presentes en la sangre. La aplicacidn de estas técnicas al ciclo de [a insulina en el organismo Hlevd a una revision fundamental de los cono- cimientos sobre'la diabetes, y de los éxitos en el tratamiento de las dolencizs tiroideas y de la diabetes se llegé al principio del radioinmunoensayo (RIE). Se trata de una técnica para hacer visibles los procesos fisioldgicos consistente en administrar a pacientes radioisGtopos y seguir su comportamiento en el or- ganismo, El RIE, cuyas aplicaciones son incontables en todos Fatraduccidn 17 los campos de la medicina, se utiliza en programas estatales para detectar casos de hipotiroidismo en recien nacidos. Este rrastorno, indetectable mediante métodos clinicos, afecta a 1 de cada 4.000 neonatos en los Estados Unidos ¥ a 4 de cada 100 en el llamado cinturén del bocio, en la regién situada al sur del Himalaya. De no ser objeto de inmediato tratamiento, tiene como resultado un retraso mental irreversible. Desde la detec- cidn y el tratamiento de canceres malignos a las dolencias car- diacas, el ambita de aplicacién del RIE ne parece conocer limi- res. La otra cara de la moneda de este impresionante palmarés médico son los millones de personas expuestas a pequefias do- sis de radiacién nuclear y los cientos de miles expuestas a dosis moderadas, Los elementos de juicio que se han ido acumulan- do demuestran que la exposicién aguda a dosis elevadas puede ser rapidamente mortal y que la exposicién crénica a dosis mas moderadas puede tener como resultado trastornos malignos o un fallecimienta premature. Las actuales criticas que amenazan las aplicaciones médicas del RIE parten de estos peligras. ; Qué se entiende por dosis pequefias? ;Cual es una exposicién corta y cual una larga? :Estin justiticados los temores? A estas pre- guntas trata de responder el relato de Rosalyn Yalow. El tema es altamente técnico. Desde el nacimiento de la hu- manidad nuestros antepasados estuvieron expuestos a las ra- diaciones derivadas, por una parte, de la radiactividad natural del suelo y de los alimentos y, por otra, de los rayos edsrnicas. Estas radiaciones constituyen la radiacién natural de fondo, que varia segun las regiones. Por térming medio, la exposicion ala radiacién de fines médicos afiade una dosis mas o menos equivalence a la del entorno natural. Para saber si ésta es peli- grosa para la salud no es dificil disefiar estudios en las regiones del mundo en que la radiacién natural de fonde es particular- mente alta con objeto de comprobar si la poblacién expuesta presenta indices de cancer mas elevados. En los Estados Uni- dos, siete estados tienen wna radiacion natural de fondo mas elevada que el resto, pero sus indices de cincer son inferiores a Is (Camo piensan las instiguciones la tasa mediana correspondiente al conjunto del pais. Asimis- mo, aunque las altitudes clewadas estin asociadas a una alta ex- posicién a radiactones, en los Estados Unidos se observa una relacién inversa entre fa altitud y la incidencia de leucemias y linfomas. Un detallado estudio realizado en China tuvo por objeto 150.000 campesinos han con un estilo de vida y una constitucién genética bisicamente andlogas. La mitad de ellos vivian en regiones de suelo radiactive y estaban expuestos a dosis tres veces mis clevadas que la otra mitad. El estudio eva- lué gran numero de posibles efectos de las radiaciones sobre la salud, pero no consiguid encontrar ninguna diferencia entre los habitantes de las dos zonas. Estas y otras investigaciones apun- tan, pues, ala conclusién de la que la exposicién a radiaciones tres o incluso diez veces mas elevadas que la del fondo natural carece de efectos negatives sobre la salud. Este libro no se interesa por saber si estd o no justificado lo que Yalow califica de «miedo fébico a la radiacién». Ahora bicn, el ejemplo ilumina una serie de aspectos que son objeto de aniilisis en las paginas que siguen. El radical desacuerdo en- tre los cientificos que practican la medicina nuclear, por una parte, ¥ un sector de la opinidn ptiblica, por otra, ilustra esa sordera selectiva en la que ninguna de las dos partes de un de- bate es eapaz de oir lo que dice Ia otra, La incapacidad para de- jarse convertir por argumentos razonados se atribuira en capi- tulos postertores al dominio de las instituciones sobre nuestros procesos de clasificacién y reconacimiento. Los médicos nu- cleares afirman no jugar con las vidas de sus pacientes ni expo- ner a peligros al resto de la poblacién. Las fébicos nucleares lo niegan porque saben que toda forma de medicina entrafa un riesgo: pasarlo por alto seria poco integro, El saber y la pericia médicos nunca seran suficientes. Rechazada la alirmacién de que no existe peligro alguna, su interés se centra parcialmente en sopesar la salvacién de enfermos frente a los riesgos que se hace correr al conjunto de la poblacidn, concluyendo que na- die tiene el derecho a decidir quién debe ser sacrifieado en be- neficio de los demés. A modo de réplica, se aduce que los fdbi- Inarodhaceiden 5 cos nucleares se arrogan precisamente esa decision al colocar Jos derechos de los sanos por encima de las vidas de las victi- mas del cancer, los diabéticos, los enfermos de tiraides y cora- z6n, ¥ los recién nacidos a punto de convertirse en retrasados mentales, cuya salvacién dependeria de las nuevas y eficaces récnicas de diagndstico y tratamiento. La contrarréplica consis- te en declinar el honor de elegir entre victimas sacrificiales y suele ir normalmente acompafiada de una insistencia en que, de tener las mismas oporturidades que la medicina nuclear, la me- dicina alternativa y una buena dieta podrian mejorar nuestra esperanza de vida tanto tomo ésta. El debate entre médicos y fabices aucleares ejemplitica, quintaesenciados, los argumentos a favor y en contra de la soli- daridad, expresados en una forma contempordnea aguda. La solidaridad, en efecto, es mero gesto sine implica ningtn sacri- ficio. El iltimo capivulo replanteara alternativas parecidas. Para prepararlo, los capitulos que lo preceden insistiran trabajosa~ mente en la base compartida del conocimiento y los criterias morales. La conclusidn sera que, en situaciones de crisis, los individuos no toman por su cuenta decisiones de vida o muer- te. Las instituciones resuelven quién ha de salvarse y quién ha de morir. Dicho con mayor contundencia: el raciocinio indivi- dual no puede solucionar tales problemas. Una respuesta sdlo se considerard correcta si sustenta ¢l pensamiento institucional ue ya existe en las mentes de los inclividuos cuando tratan de decidir «El caso de los espeledlogos» es un ejemplo ficticio ideado precisamente para ilustrar las discrepantes respuesta de los fi- ldsofos ante el dilemma de si se debe o no sacrificar una vida en beneficio de las vidas de los demas (Fuller 1949). La historia tiene como escenario el Tribunal Supremo de un lugar llamado Newegarth y se sitia en un furure afio 4300, Cuatro hombres han sido condenados por homicidio por un tribunal interior y, tras un recurso de casacidn, su caso ha llegado al Tribunal Su- premo. El presidente del Tribunal resume su historia: Cinco miembros de la Sociedad Espeleclégica estaban explorando ig Cémo piensan las instituciones una profunda cueva cuando un derrumbamiento de rocas blo- qued completamente la Unica entrada de la misma, Una autrida expedicion de rescate comenzé a excavar un tinel a través de la roca, pero el trabajo era duro y peligroso. Diez hombres falle- cieron en ¢l intento, Al vigésimo dia de su cautiverio se cansi- guid establecer contacto radiofnico y los espeledlogos atrapa- dos preguntaron cudnto se tardaria en liberarlos, Se calculé que, como minimo, harian falta otros diez dias, Los espeledlo- gs solicitaron asesoramienta médico para saber si sus raciones eran suficientes y asi supieron que no habia esperanzas de que sobrevivieran diez dias mas. Preguntaron entonces si tenian posibilidades de sobrevivir si comian Ja carne de una de los miembros del grupo y se les dijo, a regafiadientes, que si, pero nadie —fuera sacerdote, médica o filésofo— estuvo dispuesto @ aconsejarles qué debian hacer. Después de eso, se interrum- pieron las comuntcaciones radiofdnicas. A los treinta y dos dias de su encierro, se consiguid perforar la entrada y cuatro hombres salieron de la cueva. Los cuatro supervivientes relataron que un miembro del grupo llamado Roger Whetmore habia propuesto la solucién de comer la carne de uno de ellos, habia sugerido que [a elec- cin se jugase a los dados y habia mostrado un dada que ca- sualmente llevaba consigo. Al final, los demas accedieran y¥ es- taban a punto de Ievar a efecto el plan cuando Roger Whecmore se desdijo, alegando que preferia esperar una serna- na mais. Los otros, sin embargo, decidicron seguir adelante, arrojaron el dado por él y, luego, habiendo sido designado como victima, lo mararon y comieron. Abriendo el debate, el presidente expresé la opinidn de que cl jurado que los habia declarace eulpables habia actuado co- rrectiments, pues con la ley en la mane ne cabia duda alguna en cuanto a los hechos: los cuatro procesados le habian quitade intencionadamente la vida a otro hombre. Por lo tanto, propo- nia al Tribunal Supremo que confirmase la sentencia y solicita- ba clemencia al primer mandatario. A continuacién intervinie- ron los otros cuatro magistrados, Incroduocidn a1 El primero sefiald que seria inicuo condenar por asesinaro a estos hombres y, en vez de solicitar clemencia, propuso que fueran absueltos. Su argumentacidn invocé dos principios dis- tintos. El grupo atrapado se habia visto geogrificamente sepa- rado del imperio de la ley: aislado por una sdlida barrera de roca, ra Come si se encontrara en una isla desierta o en terri- porio extranjero. En su desesperada situacién, se hallaban, mo- ral y juridicamente, en estado de naturaleza y la dnica ley a la que estaban sujetos era el convenio o contrato que establecie- ran entre ellos. Dado que se habia sacrificado la vida de diez trabajadores en el intento de salvarlos, quien quisiera conde- nara los acusados debia estar dispuesto a llevar a juicio a las orgamizaciones de rescate por asesinar a estos trabajadores. Por ultimo, aludid a la diferencia entre la letra de la ley y la in- terpretacién de sus fines: no entraba en los fines de la ley que definia el homicidio condenar a unos hombres espoleados por el hambre de los que bien podia decirse que habian obrado en defensa propia. El siguiente magistrado discrepo vehemencemente de esta argumentacidn, preguntindose: «;En virtud de qué auroridad nos convertimos en un ‘Tribunal de la Naturaleza?». Luego, se abstuve de promuneciarse. El tereer magistrado tambien discrepd del primero, hacien- do hincapié en que los hechos demostraban que los acusados habian tomado intenctonadamente la vida de su compafero. Pero tampoco se mostré de acuerdo con la solicitud de cle- mencia sugerida por el presidente. No era apropiado que el brazo judicial rehiciese la ley o usurpase competencias de otros Srganos de gobierno. El dlumo juez, sin hacer especial referencia a los hechos 0 a la ley, concluyé que los acusados eran inocentes porque «los hombres son gobernados no por palabras escritas sobre papel © por teorias abstractas, sino por otros hombres»; en este caso las encuestas de opinion indicaban que el 90 por ciento de la opinién piblica estaba a faver del indulto, No obstante, mo tespaldaba la recomendacién del presidente pues le constaba Fr ‘Come piensan fas iestitucione que, en su fuera interno, el primer mandara tio no deseaba eon: ceder el indulta Y que alin mostraria menos inelinaein a con- cederlo si recibia una tecomendacién del Tribunal Supremo 4 tal efecto, Consecuentemente, no formulaba ninguna recomen- dacién de indulto, Pero si cra partidario de La libre absolucidn de los acusados, Asi pues, sdlo el presidente estaba a favor de solicitar cle meneta. Dos jucces propugnaban la absolucién; dos eran fayo- tables a la condena, y uno se abstuvo de pronunciarse, Dividida i inidn del Tribunal Supremo, queds confirmada la deci« sién del tribunal inferior, y los cuatro hombres fueron condena- dos y ejecutados en la horea. Por medio de esta fibula, Lon Fuller presenté el abanico convencional de la opinidn judicial desde la Era de Pericles hasta el momento en que la escribid. Dos de sus jueces sienten una fuerte simpatia por los acusados y recomiendan anular la condena, si bien por motivos distin tas. Al primer jucz no le importan nada Jas leyes escritas (como observa, en tona de queja, uno de sus doctos colegas). Lo que le atrae, personal- mente, es la idea de un estado de naturaleza no sujero a mas li- mitaciones que el contrate entre individuos. Se expresa con pa- sidn, coma si pudiera verse a si mismo en la cueva, sellando el pacto y jugindose al azar ganarle o perderlo todo. Sus puntos de vista liberales casan bien con una forma de sociedad en la que su inclinacién a cotrer tiesgos y su predisposicion a nego- car serfan muy rentables, Tan compenctrado esti con la idea del contrata que pasa por alta el hecho de que Ia victima se ha- bia retirado del misme ¥, al proponer el argumento de la defen- 5 propia, pasa incluso por alto otro heche: que fa victima no Suponia ninguna amenaza para la vida de los acusados. A sus compafieros de tribunal ria les resulta dificil encontrar razones para discrepar de él, El tltimo magisttado, que también recomendé la absolu- Sidn, apenas parece tazonar camo un hombre de leyes, Desea omutir legalismos absurdas: se siente capaz de leer el pensa= miente de los acusados, y estima que seria escandaloso conde- jeneodl acces 8 narlos después de todos los horrores que habian tenida que so- rtar. Lo importante, para él, son los motives y las emocio- nes. También adivina el pensamiento del primer mandataria, a quien le unen lazos familiares. La via que propone pretende, precisamente, sortear las malas tentaciones del jefe del ejecuti- vo. Este astuta y bienintencionado juez rinde tributo a la ver- dad emocional. Su postura se corresponde con los plantea~ mientos observables en sectas igualitarias fundadas para rechazar el ritualismo desprovisto de sentido y predicar diree- tamente al corazén de los hombres. Las simmpatias del tercer juez no estin nia favor ni en contra de los acusados, Para él, son importantes la ley, las responsabi- lidades de los jueces al administrarla y la distribucidn existente de las distintas funciones dentro de un Estado complejo. Es un constitucionalista que se identifica con una sociedad jerarquica. Los tres juic ios expresan tres filosofias juridicas bien dife- renciadas. Noes casual que Lon Fuller haya escogida temas re- currentes en la historia de la jurisprudencia. Son temas que rea- patecen una y otra vez porque corresponden a formas de vida social que reaparecen una y otra vez. En otro lugar hemos des- crito dichas formas como individualistas, sectarias y jerirqui- cas (Douglas y Wildavsky 1982). Nada conseguiria jamais que log jucees concordasen en enrevesades asuntos de vida o muer- te. Cada uno razona en funcién de sus compromisos institu- cionales. Este libro se ha escrito precisamente para alentar una mayor indagacion de la relacién entre mentalidades ¢ institu- ciones, Con el fin de seguir profundizando en los principios ele- mentales de la solidaridad y la confianza, valvamos al punto en que los cinco hombres se enteran de que no pueden sobrevivir con los viveres que llevan consigo. Podria haberse tratado de un grupo de tunstas procedentes de una localidad pequefia y solidaria, Supongamos que compartian la adhesion a los prinei- plos jerirquicos del ileimo magistrado. En tal caso, habrian aceptado la idea de que uno de ellos podia ser legitimamente sacrificado en aras de la supervivencia de los demas, La idea de Me ‘Como piensan [as inetituciones jugarse a los dados la eleceién de la vietima les habria parecido irracional ¢ irresponsable. El lider habria asumide primero toda la responsabilidad y se habria ofrecido para el honor del sacrificio, Pero dado que el lider desempefiaba un importante cometido en la comunidad de origen, los demas habrian opues- to reparos. En ningun caso podian regresar a la luz del dia des- pues de haber matado y devorado al hidalgo local, al parroco, al jefe de los scouts. Se ofreceria entonces el miembro més jo- ven y menos importante; los demas objetarian, aduciendo su juventud y la vida que todavia tenia por delante, Le tocarfa lue- go el turne al mas viejo, por aquello de que ya estaba al cabo de la vida, y luego al padre de una familia numerosa. Durante los diez ultimos dias de su cautiverio el grupo se dedicaria a buscar cortésmente un principio jerérquico satisfactorio para designar a la vietima, pero es muy posible que no llegasen a en- eontrar ninguna, Supongamos ahora que los prisioneros en la cueva son miembros de una secra religiosa que estén pasando unas vace~ ciones juntos. Saber que 500 toneladas de roca bloquean la sali- da les lena de regocijo porque comprenden que ha llegado el dia del juicio y que se les preserva del Armagedén para su sal- vacion eterna, Consecuentemente, dedican el tiempo de espera a cantar himngs de alabanza, Sélo unos individuos no vinculados entre si por lazo algu- no ni influidos por principio alguno de solidaridad habrian podido concebir la idea del sortea canibal como solucién apropiada. Argumentando desde premisas diferentes: nunca podremos mcjorar muestra comprensién a menos que cxaminemas y re- formulemos nuestros supuestos bisicos. Los siguientes capitu- los pretenden indagar hasta qué punto depende el pensamiento de las instituciones.'Una argumentacién compleja exige un marco claro, He elegido las obras de Emile Durkheim y Lud- wik Fleck para abordar la solidaridad y la conperacién. Para ambos, la auténtica solidaridad sélo es posible cuande los indi- viduos comparten las categorias de pensamiento. Que esto sea Jnaraduccrin 35 sible es algo que muchas filésofos encuentran inaceptable que se contradice con los axiomas fundamentales de la teo- ria del comportamiento racional, que exige que cada pensador sea considerade como un individuo soberano. Pero, desarralla- daa partir de esta estructura axiomatica, la teoria de la elecei6n racional tropieza con dificultades insuperables para explicar la solidaridad. Estas conferencias persiguen como abjetive recon- ciliar ambos enfoques, defendiendo que las ideas de Durkheim y Fleck se tomen en adelante mas en serio en los analisis de la naturaleza del vinculo social, Hay cierta tendencia a desestimar a ambos autores porque parecen afirmar que las instiruciones tienen mente propia. Pero merece la pena dedicar nuestro tiempo a comprender lo que estos pensadores realmente dije- ron. Capitulo 1 LAS INSTITUCIONES NO TIENEN MENTE PROPLA Na merece el titulo de sociedad un grupo cualquiera de pa- sajeros de autobiis o una aglomeracidn fortuita de gente: para dio, debe existir alin tipo de pensamiento o sentimienta co- munes entre sus miembros, Pero cso no significa que un grupo corporative posea actitudes propias. De poseer algo, lo hace a causa de la teawia juridica que le dora de personalidad fieticia. Ahora bien, no basta con Ia existencia legal. Las presunciones juridicas no arribuyen un sesgo emocional a las corporaciones. No cabe afirmar que un grupo se «comportes, ni mucho me- nos que piense © sienta, por el mero hecho de que se halle le- galmente constituido. Si bien Jo anterior es literalmente cierto, buena parte del Pensamiento social lo niega de forma implicita. La teoria mar- ‘Aista supone que una clase social es capaz de percibir, elegir y actuar de acuerdo con sus prapios intereses de grupo. La teo- tia democritica se fundamenta en la idea de la voluntad eolee- tiva. Ahora bien, a la hora del anilisis detallada, la teoria de la Sleccién racional individual ne encuentra mis que dificultades ae Calmo piensan fas institudianes en el concepto de comportamiento colective. La idea de que el comportamience racional se basa en motives egoistas es uno de sus axtomas. El individua calcula lo que mejor sirve a sus intereses y actua en consecuencia. Tal es la base de la teoria en que se asientan el analisis econdmico y la teoria politica, Aun asi, tenemos la impresidn concraria. Intuitivamente pensamos que los individuos contribuyen al bien comin con generosi- dad y hasta sin vacilactén, sin ningin afin evidente de luera personal. Por otra parte, diluir el significado del comparta- miento egoista hasta cubrir codas las motivaciones desintere- sadas posibles tan sélo torna vacua la teoria. Emile Durkheim pensaba de otra manera acerca del conflic- to entre el individuo y la sociedad (Durkheim 1903, 1912), y trasladé dicho canflicro a clementos en pugna dentro dela per- sona. Para él, el error inicial consiste en negar los origenes so- ciales del pensamiento individual, Es la sociedad la que da al individuo las clasificaciones, las operaciones ldgicas y las meti- foras orientadoras. En particular, la nocién de la correccién aprioristica de algunas ideas y del cardeter absurdo de otras s¢ imparte como un elemento mas del entorno social. La reaccidn de ultraje que se produce cuando se cuestionan opiniones pro- fundamente arraigadas —consideraba— constituye una res- puesta visceral debida al compromiso con el grupo social. Des- de su punto de vista, el trabajo epistemoldgico ofrecia el tinice programa de investigacidn capaz de explicar como se crea un bien colectiva. Durkherm, cuyo perisamiento es de gran actualidad, creia que cl tut Tismo nunca pod ria exphear los fundamentos de la sociedad civil. Muchos de los sofisticados problemas y paracdo- jas del utilitarismo eran insospechables en su tiempo. Pero siempre estuve convencido de que el modelo benthamiana, s¢- gtin el cual el orden social se produce automiticamente a partir de actos motivados por los intereses particulares de individuos racionales, cra demasiado limitado pues no brindaba ninguna explicacién de la solidaridad grupal, La epistemologia socioldgica de Durkheim sus una Las instituciones oo tienen meme propia » oposicién considerable y ha permanecide sin desarrollar hasta el dia de hoy, Al magnificar el papel de fa sociedad en la orga- nizacién del pensamicnto, minimized el del individue. Debido a ello, fue tildado de racionalista y radical. Y al no haber porme- norizado con precisidn las distintas etapas de su argumento funcionalista, se granjed la critica opuesta, la de ser no ya de- masiada racional, sino por el contrario apelar al irracionalismo, Parecia estar invocando una suerte de entidad mistica, el grupo social, y dotandola de poderes superorginicos y de autosusten- tacion, Ello le valié la acusacién de tedrico social conservador. Pero a pesar de todos estos puntos débiles, su idea resultalsa todavia demasiado buena como para descartarla. Los recursos epistemoldgicos pueden tal vex explicar lo que no puede expli- car la teoria del comporamiento racional. Segun Rebert Merton, el interés francés por la sociologia del conocimiento era en buena medida independiente de las prolifi- cas discusiones sobre ideologia y conciencia social que tenian lugar en Alemania al mismo tiempo. Su ensayo sobre Karl Mannheim ofrece un marco esencial para este tema (1949). Met ton sefalé que, al seleccionar los problemas, los franceses hacian hincapié en sel grado de variacidn entre gentes diferentes, no solo cn cuanto a ¢structuras sociales y morales, sino también en lo que a orientacidn cognitiva se refieres, En cambio, la sociolo- ga del conocimienco alemana se encontraba profundamente in- fluida por el hegelianismo de izquierda y la teoria marxista, En sus formulaciones mis tempranas, la sociologia del conocimien- to alemana se hallaba lastrada por problemas relativistas y do- minada por intenciones propagandisticas. A medida que se fue- ton eliminando estos elementos, el interés se centred mucho mas £0 las relaciones del individuo con el orden social en general. El eleeto de la variacién del orden social era (y todavia es) amplia- mente despreciado, ‘Todo se centraba en los intereses, La tipolo- gia torriente del conocimienta, por ejemplo, tiende a explicar 's distintos puntos de vista por referencia a los intereses con- lctivos de diferentes sectores de la moderna sociedad indus- Hal. No hubo ningtin intento de comparar puntos de vista que bs) Céimo piensan bas inestitecermes ce basasen et tipos de sociedad completamente distintos. Mer- ton concluye su estudio con una lista de los defectos lagicos de log argumentos de Mannheim y descubre los mecanismos retd- ficos que éste wrilizd para su perarlos. Resulta evidente que nin- gin marco comparativo disciplinado podia surgir a partir de una sociologia que na se interesaba por la variabilidad de Jas di- ferentes sociedades. Fi grado de asimilacién de las ideas durkheimianas france- sas por la saciologia de la ciencia no ¢s comparable al de la contribucién alemana, En primer lugar, resultaban menos atractivas por el mero hecho de ser menos politicas, a] ocuparse como hacian de ejemplos de gentes remowas y exdticas. En se- gundo lugar, aunque la sociologia se iniciara tal vez en cucstia- nes filasdficas y politicas, recibid su principal impullso de des- arrallo del hecho de que suministraba una herramienta indispensable a efectos administranvos. Por todo ello el pro- gramva intelectual de Durkheim ha langwicecido. Por fortuna, el actual interés por la obra de Ludwik Fleck en filosofia de la ciencia coincide con un interés por los orige- nes del compromiso y el altruismo en el ambito de Ia ciencia politica, En su libro sobre la identificacién de la sifilis, La ge- nesis y el desarrollo de wn hecho cientifico (1935), Fleck desa~ rrollé y amplié cl enfoque de Durkheim, Mereceria la pena efeetuar una comparacién detallada de sus puntos de acuerdo y de sus diferencias. En muchas ocasiones, Fleck va mucho mis lejos que Durkheim: en otras, se le escapa la sintesis central de aquél. Ambos se mostraron igualmente insistentes én cuanto a la base social de la cognicion. En su critica eseéprica de las tearias causales, David Hume ya habia planteado cl problema que luego abordaria Dutk- heim; Hume habia‘aseverado que en muestra experiencia sdle encontramos succsion y frecuencia, y NO leyes o necesidad, 50° mos nosotros mismos los que atibuimes la causalidad, Citando a Hume, Durkheim también formuld Ja misma pre- gunta a un auditorio imaginario de fildsofos aprioristas, desa- fiandoles a mostrarnas «de dénde nos viene esta sorprendente Las instiquedones no tiesen mente propia H prerrogativa y como es que podemos ver, en las cosas, relacio- nes que el simple especticulo de las cosas no pucde revelarnos”. ‘Y su propia respuesta fue que las categorias de ticmpo, espacio y causalidad tienen un origen social. En efecto, ellas expresan lar relaciones mas generales que existent en- te las cosas: gobrepasando en extensién a todo el resto de muestras naciones, dominan todas las particularidades de nuestra vida intelee- tual. Pues silos hombres no se entendieran en. rodo momento sobre estas ideas esenciales, Si mo thwieran what concepcién hamagénea del tiempo, del espacia, de la causa, del mamera, ets, volveria impest- ble todo acuerdo entre las inteligencias y, consiguienterments, toda vida en contin, Ademds, Ia sociedad mo puede abandonar las catego- rias al libre arbitrio de les particulares sin abandonarse a si misma... (Hlay un minimo de conformismo ligico sin ¢l que tampoco puede pasarse. Por esta razdn, deja eacr todo el peso de su autoridad sobre sus miembros, a fin de prevenir las disidencias... La necesidad con ta que se nos imponen las categorias no €s, PUES, efecto de simples haibi- ros cuya yugo podriamos sacudir con un pequeio csfuerzo; no es tampoco una necesidad fisiva o metafisica, pucs las categorias cam- bian segin los lugares y los tempos; es tina particular suerte de neee- sidad moral que cs a [a vida intelectual lo que la obligacién moral es a lavoluntad, (Durkheim 1912, pags. 29-30 [52-53] Compirense estas afirmaciones con Fleck, quien dija: El conocer representa la activiciad riis condteionada socialmente de la persona y ¢l conocimiento es la ereacién social por excelencia. En la misma estructura del Lenguaje hay uns filosofia caraceeristica de la commnidad, incluso una simple palabra puede contener una filosotia compleja... Cualquier teoria del EOROCIMIENTO que Mo tenga en cucn- 14, coma principio general y concreto, esta condicionalidad saciolo- "Las citas de Durkheim » Fleck reproducen, respectivamerite, las traduecio~ aes de Ana Martine Arancda ¥ Santiago Gonzaler Nonega (iLai fermtat clement Jalet de fr widls religions, Alianza Editorial, Madrid, 0993) y de Luis Meana y gel Gonzales de Pablo [Le generis yy ef desernali ate sere dhecha clentdfica, Mian~ 28 Editorial, Maciid, 194). Se consignan entre earchetes las paginas carreapen- lentes 4 [ag versiones espaiialas. (IM. ate! 7) 2 (Cibmo pienesan las iatitucioaes gica de todo conocimienta ¢s una tivialidad, (Fleck 1935, pag, 42 [89-90},) Fleck fue mas lejos que Durkheim en el anilisis de I idea de grupo social ¢ introdujo diverses rérminos técnicos: el co- lectivo de pensamiento (equivalente al grupo social de Durk- heim) y su estilo de pensamiento (equivalente a las representa- ciones colectivas), que guia y educa a la percepcién y produce una acumulacién de conocimicnto, Para Fleck, cl estilo de pen- samienta establece las condiciones previas a cualquier cognt- cidin y determina qué se puede considerar como una pregunta razonable y una respuesta verdadera o falsa; facilita el contexta y traza los limites para cualquier juicio sobre Ia realidad abjeti- va, Su caractcristica esencial es hallarse oculto-a los integrantes del calectiva de pensamiento. El individuo no tiene nunca, o casi munca, conciencia del estilo de peasamiento coleetive, que casi siempre gjerce sobre su pensamicnte una coercidin absoluta y contra el que es sencillamente impensable una oposicidn. (Fleck 1935, pag, +1 [87-88],) El estilo de pensamienta de Fleck se encuentra, segtin algu- nos fildsofos, muy préximo a la idea de un sistema conceptual que limita y controla la cognicidn individual de manera tan ¢s- tricta que queda excluida toda comunicacton transcultural. Para Fleck el estilo de pensamiente ejerce tanta autoridad so- bre el sujcto que piensa como para Durkheim la representacton colectiva sobre la cultura primitiva, aunque Fleck no hablaba de primitivos. A juicio de Durkheim, la divisién del trabajo explica la gran diferencia entre las sociedades primitiva y moderna: para en- tender la solidaridad debemos examinar aquellas formas ele- mentales de sociedad que no dependen del intercambio de bie- nes y servicios diferenciados, Segiin él, en estos caso® clementales todos los individuos llegan a pensar igual all inte- rorizar su idea del orden social y sacralizarla, La esencia de jo Las instmisiones no tienen mente propia u sagrado cs scr peligraso y Ser puesto en peligro, instanda a todo buen ciudadano a defender sus bastiones. El universe simbélica compartido y las clasificaciones de la naturaleza en- carnan los principios de aucoridad y coordinacién, En seme jante sistema, los problemas de legitimidad se resuelven porque los individuos siempre llevan el orden social dentro de sus ca~ bezas y lo proyectan sobre la naturaleza. Sin embargo, una di- visién del wabajo avanzada destruye esta armonia entre moral, sociedad y mundo ffsico para sustituirla por una solidaridad que depende de Ja situacién del mercado. Durkheim no creia que la solidaridad basada en el simbolismo sagrade fuera posi- ble en Ia sociedad industrial. En los tiempos modernas, lo sa- grade se ha wasladade al individuo. Estas dos formas de soli- daridad constitwyen la base de la tipologia principal en la tearia de Durkheim (Durkheim 1893, 1895), Fleck distingufa entre ¢l celective de pensamiento, com- puesto de los creyentes verdaderas, y la comunidad de pensa- micnto, miembros formales del anterior, pero que no se en- cuentran necesariamente sujecos a los condicionamientos del estilo de pensamiento. Suponia, adems, que de acuerdo con su permanencia a través del tiempo los colectivos de pensamiento podian variar desde formaciones puramente transitetias y acci- dentales hasta formaciones de gran estabilidad. A su ju icio, el estila de pensamiento de las formaciones estables como gre- mios, sindicatos ¢ iglesias es mds disciplinado y uniforme. Fleck analizé con cierto detalle la estructura interna de los gru- Pos: una elite interna dé iniciados de alto rango en el centro; las masas en las fronteras exteriores. Todo gira en torno al centro. La periferia asume sus ideas en un sentido literal, sin cuestia- rarlis, y sufre un proceso de osificacién. Fleck imaginaba mu- chos mundos de pensamiento, cada uno con su centro y su pe- nferia, entrecruzdndose, separindose, fundiéndase, y en cierto Paralelisme con la densidad moral en la teoria de Durkheim, admitis que el volumen en si de interaceién podia variar, El Brado de concentracién y energia del centro depende de la pre- Sen de la demanda procedente de las fronteras exteriores. as Céimva piensa 1a instituciones Cuando esa interaccidn es fuerte, rara vez se plantea la cucstién de la desviacién individual, A Fleck no le interesaba lo sagrado ni la evolucién social. Pese a ello, aplicd la idea durkheinmana de un estilo de pensamignto soberano a la sociedad moderna, ¢ ‘neluso a la ciencia, Esto hubiera escandalizado a Durkheim. Los durkheimianos —en palabras suyas— hacian gala de «un respeto demasiado grande, rayano en la veneracion piadosa, por los hechos cientificos» (pags. 46-47 [94]}, actitud que ridi- culizé como un obstculo ingenuo para la construecion de una epistemologia cientitica, Las teorias de Durkheim invocan a menudo una misteriosa mente grupal y superorginica. No se puede en verdad acusar a Fleck del mismo defecto, Su enfoque era completamente posi- tivista, Al ponderar las eriticas que se les hicieron a ambos, una buena estrategia consiste en llevarles a plantear una defensa co- min. A veces es Fleck el que ofrece la mejor respuesta; otras, es Durkheim, Peleando como aliados, code con cade, el uno puede compensar con su fuerza las debilidades del otro. En su prdlogo, el editor y traductor del libro de Fleck com- para el rechazo inicial que sufrié por parte de la critica con el inmediata y clamoroso éxito de Logic der Farsobeng de Karl Popper, que aparecié por las mismas fechas (Trenn 1979, pag. x). Estas diferentes acogidas bien pudieran explicarse por la fuerza respectiva del colectivo de pensamiento a que pertenccia cada autor: Popper era una personalidad eminente del presti- gioso circulo de los filésofos vieneses, mientras que Fleck cra un completa intruso en [a filosofia, La noticia biografiea lo re- trata como «un humanista de saber enciclopédico» (Fleck, pags. 149-53), Como médico y bacteridlogo cuyas publicacio- nes versaban sobre la serologia del tifus, la sifilis y diversos or- ganismos patdgenas, Fleck no estaba en buena posicién para impresionar a los fildsofos. Seria mas durkheimiano abundar en la propia idea de Fleck de que es el colectivo de pensamien- to, es decir, ls organizacién social, Jo que explica la falta de in- terés con que en un prineipio se le acogid, Aun asi, no deja de resultar interesante la sugerencia del editor que atribuye el fra- Las instituctones ao tienes meee propa EEN caso inital a una incompatibilidad de estilos de pensamiento. De hecho, parecer ser que los primeros criticos le imputaron una minimizacion reduccionista del papel del cientifico indi dual, Se le reprocha que desatendiese a las personalidades in viduales de la historia de [a ciencia, Se desestinnd su anal cioldgico come una parca aportacion alo que ya habia dicho Max Weber. En definitiva, se criticé la totalidad de su mensaje y no los meros elementos accesorios. Se rechazé su imperiosa demanda de una epistemologia sociolégica y comparativa. Sus editores estin convencidos de que los tiempos han cambiado y de que ahora se ha operade un cambio decisive en el estilo de pensamicnto. Ciertamente, se aprecia un nuevo interés por los estilos de razonar diferenciados en la historia de la ciencia. Galileo intro- dujo un nuevo estilo de pensar que hizo imposibles las anti- guas pregunias. En «Language, Trath and Reason» (1982) Ian Hacking resefta brevemente algunos recientes ensayos de gran influencia en Ia historia de la ciencia sobre «nuevos modos de razonar que poseen comienzos y trayectorias de desarrollo es- pecificos» (pag. 51). Sin embargo, en la mayoria de los casos el interés se centra en el estilo de pensamicnto y no en su relacion con el colectiva de pensamiento, Si ¢l cambio en la direccidn de Fleck ha de resultar creative, no debe separar el estilo del co- lectivo de pensamiento, frustrando nuevamente el aspecto so- sioldgica del empefic. Thomas Kuhn fue el primero desde 1937 en Hamar la aten- cién sobre la obra de Fleck mediante una referencia [Kuhn 1962). En su prefacio a la traduccidn inglesa manifesta dudas que muchos todavia compartirin. La postura de Fleck, decia, no se libra de una serie de problemas fundamentales, -paza mf éstos se concentran, tal como |e hicieron en ba primera ectura, en torne al concepto de colective de pensamiento... Este Soncepto me parece intrinsecamente engafiose y un foco recurrente ttensidn en el texto de Fleck. En resumen, parece que un eolecti- "ode pensamiento funciona como una mente individual puesta de Manifiesto por el hecho de que son muchos los que la poses (o se 36 Cémo piensan las instituciones encuentran en su poder). Con el fin de explicar su aparente autori- dad legislativa, Fleck recurre asiduamente, por lo tanto, a términos que toma prestados del discurso sobre los individuos. (Kuhn 1979, pag. x.) En definitiva, pensar y sentir son actividades propias de las personas individuales. Ahora bien, ges posible que un grupo social piense o sienta? Tal es la inaceptable paradoja central. Kuhn reconoce el mérito de ciertas intuiciones dispersas en el libro de Fleck, mas no asi el de su argumento principal. Al re- chazarlo, comparte su desasosiego con muchos liberales. La fi- losofia de la justicia de John Rawls se fundamenta en un indivi- dualismo cabal. A su entender, la sociedad no es «un todo organico dotado de una vida propia aparte y por encima de la de todos sus integrantes en sus relaciones mutuas» (Rawls 1971, pag. 264). Cierto es que en la actualidad existen diversos movimientos ideoldgicos que siguen la direccién que Fleck apuntaba con tanta insistencia. Por ejemplo, ahora resulta mas facil bregar con los términos incémodos. Los traductores hubieron de considerar y rechazar diversas alternativas a la voz Denkkollec- tiv, tales como «escuela de pensamiento» o «comunidad cogni- tiva», antes de adoptar la traduccién literal, es decir, «colectivo de pensamiento». Mas en la actualidad el término «mundo» ha acabado por adquirir su significado correcto. La sustitucién de ecolectivo de pensamiento» por la expresién «mundo de pen- samiento> (que abarcaria mundos tan discernibles como el de la teologia, la antropologia o la ciencia) se mantendria fiel a la tesis central de Fleck, al tiempo que entroncarfa muy apropia- damente con las obras de Nelson Goodman Ways of World Building (Goodman 1978) y Howard Becker Worlds of Art (Becker 1982). El objeto de estudio de Fleck era el descubri- miento cientifico, el de Becker es la creatividad artistica y el de Goodman la cognicién en general. Estos pensadores tan independientes entre si presentan sor prendentes afinidades. Becker, que insiste en que es el esfuerZ© Las instituciones no tienen mente propia 37 colectivo lo que produce la obra de arte, a pesar de que ésta se atribuya a un artista determinado, incluye en el mundo del arte, junto al artista, la contribucién anénima de los proveedo- res, los fabricantes de lienzos y pinturas, los enmarcadores, los marchantes, los disefiadores de catdlogos, los galeristas y el pu- blico en general. Que tan sdlo se reconozca y alabe como «ar- tistas» a una clase determinada de actores en el mundo artistico de la pintura occidental es una casualidad histérica. En otros mundos artisticos de otros lugares y épocas, la colectividad del estudio o el gremio de maestros priman sobre la fama del indi- viduo. Todos los mundos artisticos dependen de la existencia de un ptblico para la obra de arte. La interaccidén con la de- manda de ese ptiblico es un factor creador y decisivo en los mundos de la misica o de la pintura. El enfoque de Fleck era similar, al otorgar idéntica relevancia a la investigacién de labo- ratorio y al apoyo publico. Si no hubiera existido el insistente clamor de la opinién publica pi- diendo una prueba sanguinea, los experimentos de Wasserman nunca hubieran tenido la resonancia social que fue absolutamente esencial para el desarrollo de la reaccidn, para su «perfeccionamiento técnico» y para la acumulacién de la experiencia colectiva... La practica propia del laboratorio explica sin més que para la preparacién del extracto se probasen junto al agua también el alcohol y después la acetona y que junto a érganos luéticos también se emplearan los sanos. Muchos in- vestigadores realizaron estos experimentos casi simultaneamente, pero la autoria propiamente dicha corresponde al colectivo, a la practica de a cooperacién y al trabajo en equipo. (Fleck 1935, pags. 77-78 [124- 125}.) Fleck llegé incluso a recomendar el anonimato y la renuncia a todo protagonismo a todos los cientificos. Este ideal demo- Critico puede explicar en parte por qué cligid el modelo sovié- tico de la granja colectiva para describir los mundos cientificos. Nelson Goodman afirma que la correccién de las catego- tas depende de su encaje dentro de un mundo. El concepto de “Orreccién [rightness], en el sentido de concordar con la ac- 38 Cémo piensan las instituciones cién y con otras categorias, se corresponde con la idea de Fleck de armonia entre los elementos dentro de un estilo de pensamiento. También es casi idéntico a su concepeién de que la verdad se compone, en cierto modo, de ilusiones (una ase- veracién que inquietaba a Kuhn). La manera en que Fleck ex- plicaba la construccién de la realidad objetiva por las expe- riencias sociales del colectivo de pensamiento se aproxima mucho a la explicacién de Goodman de la correccién come acorde con la practica: Sin la organizacion y seleccién de los géneros pertinentes que leva : cabo la tradicién en desarrollo, no hay correccién ni error en la cate gorizacion, ni validez o invalidez de Ja referencia inductiva, ni mues treos imparciales 0 pareiales, ni uniformidad o disparidad en la muestras. Asi pues, justificar tales pruebas de correccién puede con sistir primordialmente en demostrar no tanto que son fiables com que estan dotadas de autoridad. Los antropdlogos han utilizado los modos de pensamient para referirse a esas mismas palabras ¢ ideas cuya imbricaci6n s basa en la apelacién a la autoridad (Horton y Finnegan 1973 En la actualidad, invocando estas analogias contempordne as de la tesis central de Fleck, resulta mas sencillo utilizar Ic conceptos de mundos cientificos, musicales o intelectuales, e vez de colectivo de pensamiento, para referirse a cualquic agrupacién social que se defina por un estilo propio de pens: miento. El escenario puede estar bien preparado, mas el progran de Durkheim y Fleck de sociologia del conocimiento fracasa si parte de un error de base. Son dos los serios reparos que se suelen oponer. El primero es el argumento en contra de las e plicaciones funcionales demasiado laxas. La tesis central « Durkheim que sostiene que es la religién lo que mantiene solidaridad del grupo social es una explicacién funcional. Fle nos ofrece su propia version de un bucle funcional autosuste tado: ic~ os en jer sa ma ara > le exe 2 la eck en- Las instituciones no tienen mente propia 39 La estructura general del colectivo de pensamiento conlleva que la comunicacién intelectual intracolectiva produzca por razones socio- légicas —sin tener en cuenta el contenido y la legitimacién légica— el reforzamiento de las creaciones intelectuales. (Fleck 1935, pag. 103 [153] Al ser ambos funcionalistas, cabe preguntarse si sus argu- mentos omiten los estadios légicos necesarios. De ser asi, zpo- dria acaso formularse un argumento funcionalista mas comple- to que justificara sus conclusiones? El segundo reparo se refiere al fundamento racional de la accion colectiva. Si se supone que los individuos son racionales y que persiguen sus propios intereses, ¢se sacrifican alguna vez en beneficio del grupo? Y de actuar en contra de sus propios intereses, ¢qué teoria de la motivacién humana podrfa explicar tal comportamiento? Durkheim recurre a la religién para cu- brir ciertas explicaciones. Para Fleck, cualquier sistema de co- nocimiento es una suerte de bien comtin y, en consecuencia, la religién misma plantea idénticos problemas. Para ambos, la au- téntica cuestién es la de la aparicién del orden social en si. Las paginas que siguen no interesaran a quien considere que el or- den social surge de manera espontinea. La teorfa de la eleccién racional impide que el compromiso espontaneo se deslice en la argumentacién so capa de religién: hay que explicar el com- promiso que subordina los intereses individuales a un todo so- cial mds amplio. A muchos lectores de Durkheim les parece que su argumentacién depende en exceso de la religién y si, por mor de sus propias epistemologias sociales, las creencias religiosas han de adecuarse a cualquier otro sistema de pensa- miento, también Fleck resulta sospechoso cuando afirma que el estilo de pensamiento es duefio y sefior de su propio mundo de Pensamiento. De donde surgid tal soberania? Esta es la expli- Cacién que exigen los teéricos de la elecci6n racional. Por otra parte, la teorfa de la eleccién racional también pre- Senta serias limitaciones, La gente no parece actuar de acuerdo Con sus principios (Hardin 1982). La nica forma en que el -_— = Céeno piensan [is institucivnes programa de Durkheim y Fleck puede hacer frente a las criti- cas del funcionalismo ¥ de la eleccién racional consiste en de- sarrollar un enfoque bipolar del comportamiento social. Un polo es cognitive: la exigencia individual de orden y coherencia y de control sobre la incertidumbre. El otro es transaccional: ba utilidad individual que maximiza la actividad descrita en un céleulo de costes y beneficios. En Ja mayor parte de esta obra, nos referiremos poco a este dltimo, del que ya se han ocupado muchos escritas académicos. Lo que ha recibide menos aten- cidn es el papel que desempefia la cognicisn en Ia formacién dei vinculo social. Capitulo 2 SE DESCARTA LA PEQUENA ESCALA Las sociedades de dimensiones reducidas son diferentes. Muchos autores, conscientes de las dificultades para explicar la accién colectiva en el marco de la teria de la eleccidn racional, estin dispuestos a hacer excepciones. La reduccién de las dix mensiones potencia las efectos interpersonales. Aqui cabe tado el campo de la psicologia, incluidas las emociones irracionales. Cuando la escala de relaciones es lo suficientemente pequefia como para resultar personal puede ccurrir cualquier cosa, y la teoria de la eleccidn racional reconoce los limites de sus domi- nios, Consecuentemente, parece que el altruismo no presenta problema alguna si la organizacién social es muy pequefia. Ahora bien, vista de cerca, esta exencién que permitiria a las sociedades de pequefias dimensiones escapar a la fuerza del andlisis racional no resiste andlisis critico. Las sociedades de di- mensiones reducidas no rednen mis méritos para quedar exen- tas que las organizaciones religiosas. El prapdsito del presente capitulo es ampliar los argumentos de la eleccidm racional de ema tal que se abean las zonas vedadas donde se supone que Hi \ publica ha de benefic it Cémo piensin bes inetitusiemes no debe aventurarse la teoria. Entonces ésta se nos mostrara desnuda y deberd hacer frente, sin postbilidad de escape, a difi- ciles obstaeulos que no se pueden disfrazar mediante referen- cias a la escala o a fnctores religiosos, emocionales o irractona- les, Este pase resulta necesario con el fin de poder afrontar una realidad cmpirica embarazesa pare la tcoria. Sabemos que er efecto log individuos renuncian a su propio interés en beneficia del bien de los demis, que cl comportamiento altruista es ob- servable, que los grupos ejercen una influencia en el pensa- miento de sus integrantes y que incluso desarrollan estilos de pensamiento diferenciades. Todo esto lo sabemos, sin tener una teorfa del comportamicnto que lo tenga en cuenta. En los pirrafos que siguen aplicaremos el andlisis de la ac- cién colectiva de Mancur Olson a las cuestiones enmascaradias gencralmente tras los efectos de escala. En The Logie af Collee- hve Action (1965), Olson parte de la teoria econdémica de los bienes comunes, pero concluye con una teoria general de Ia ac- cidn colectiva. Los bienes publicos son un concepto hibrido en la tearia econdmica. Dicho término se adapté para deseribir el gasto pilblico legitimo. Si se han reemdado ingresos para fines de interés publico, ésvos se han de distinguir de los beneficios rticulares y someter al control legislative publica. Un bien a todos, como hace, por ejemplo, el aire impoluta, o al menos hallarse al aleance de todos, come ¢s el cago de las autopistas del Estado. Partiende de ejemplos des- tinados a ilustrar este problema politico concreta, el concepto se fundamentd en tres nociones complejas y bien diferenciadas: primera, que cl consume individual no mengua el suministro del bien; segunda, que ninguna parte puede reclamar reembol- sos por haberlo producide, ya que ¢s la comunidad quien lo proporciona, y tercera, que no se pucde privar a ningiin miem- bro de Ja comunidad de su uso. Se trata, en definitiva, de un tipo de bien que escapa al mecanisimo de precios y que, por lo tanto, elude ef andlisis econdmico eonvencional. Segiin la formulacién general de Olson, el individue que s¢ comporta conforme al interés propio racional no contribuird al Se deccarta la peqiema cecal 43 bien comin mas de lo necesario para producir el beneficio que desea para si mismo, Ello se debe a dos razones. Uno de los ar- gumentos depende de la nataraleza de los bienes camunes, de los problemas suscitados por la necesidad de cooperar para proporcionarlos, y de la imposibilidad de impedir a madie su disfrute una vez producides. El otro depende de la dismina- cidn de los rendimientos que obtiene cada persona que ha con- cribuide a la produccion a medica que se incrementa el wimero de los que disfrutan del producto, El primer argument es muy poderoso. El segunda, que se basa en los efectos de la es- cala, requiere matizaciones. Separemos ambas cucstiones y ¢o- mencernos por considerar la primera sene de problemas que plantea la maturaleza de los bienes communes. Olson afirma que el calculo racional del individu, en la medida en que la aporta- cién de éste no bastard para producir el bien comiin y en que la elaboracidn del mismo depende, por definicién, de muchos contribuyentes, tender a disuadirle de contribuir al proceso. Para empezar, dicha contribucion no reviste mayores conse- cuencias. Como mds o menos sabe que si ne aperta su granito nadie lo notard, puede confiar en disfrutar a costa de las contci- buciones de Jos demas. «Que trabaje Rita» vendria a ser el principio del reorema de la inconsecuencialidad de Olson. Ademas, puede pensar que los dems caerin en la misma tenta- cidn de apuntarse gratis y, si no se reciben estas contribuciones, la suya no servird de nada, En estos casos, la baja probabilicad de la colaboracidn no tiene nada que ver con Ia escala. Las argumentos anteriores explican de manera muy convin- cente muchas de las dificultades a las que se enfrentan las onga- nizaciones de voluntarios. A pesar de haberlas analizado tan bien, cl mismo Olson valora mas las explicaciones basadas en la eseala, Es bien cierta que en algunos casos el bencficia que per- cibe cada usuario disminuye con cada aumenco en cl mtimero total de usuarios. Los aparcamientos y earreteras publicas constituyen ejemplos claros de cémo las multitudes restringen el disfrute, Pero esto no es aplicable a otros tipos de bienes pa- blicas, tales come la defensa nacional, la proteccién policial, el Chao yisnsa los instivsciong, alumbrado callejero 0 los sindicatos que negocian en nomb trabajadores de un rame determinado, Puede que no |, poses : oe Iagas reopecta a ia educacién, +i se adrmite | peered final recbe cada persona educaa ee | edando se i Jas oportunidades de discurso ne 1 deade largo no lo av onto que ve refers le ores verse orden soci: Cuantas mds personas puedan Secticieiy de un asap mayores serdn las vertajas okie cade 7 ——— obtenga. es el aspecto mas revelador para e) prob aa I explicar la accion colectiva, La recite den de | se sostiene mucho mejor en lo que respecta a lo» sani | Sonftanza que ocasiona la posiilidad de «cul niece i; aplica a casos cuya escala es en verdad m Scum wy pequeha, ny or gd los problemas que plantea la ecion colecti como entiende da teoria de la eleccién rac ee i pueden solucionar, bien mediante la coaccién ‘Chine - “ ane idades que sean subproductos de bajo eae ‘encaminadas producir iisaBicios cer > Rane Ba ath cpeccla d individuales selectivos, bi “a le ambas cosas, Una comunid: ae ae 4 —. ob estimulos adolecer4 de i 7 Evia d af A ta decisi ¢ indecision biendas de que no se le ae oa ase “ es antepel ‘iG aplicar sanciones y de que no en rec as especificas para el servicio comunitari cada individuo racional se planteara ibi pane mejor por su cuenta y da Pe adn hacerlo RE Stkip pecmnaneceri er éste el caso de todos sus ois en estado late Be Mi ysekc srs deh ente. Como tal inp in esfuerzo concertad ivi iiibiplaze, como proces © para activida- do sits tas 0 colectas, pero no de mu- i Pp le mu Olson no inclufa a las izaci és raiecal, Pero vei “ kemgmapem religiosas en su teoria ie ee Pa calif su exclusion resulta un error ficou’ tie ome preety: la mejor confir- : fod ria. ae “has organizaciones religios’s Retirees 0 vos 0 se han encontrado e? cies Soumeaen, selectivas en forma det ; ‘06 mas comprometidos, 5 = squetia eseala sonra fa Pe wi ncias han conocido los periodos mas estables y prospero erent . Y sobrevienen eras de tricciones y cismas ininterrumpidos e ae 4 Douglas Y Wildavsky 1982). No es muy provechoso para ( , questra comprension de la religion que se la proteja de la cu yando desaparecen estas condiciones, por la causa que fuc ‘ nosidad profana trazando una barrera deferencial en torno suvo, La religion en modo alguno debe quedar exenta. Olson tambien se muestra partidario de excluir a los g upos pequeitos de las implicaciones de su teoria. Asi, concede una influencia decisiva a la es {982) y espera que sus observaciones dejen de ser validas a par- ala de la organizacion (Chamberlin tir de un grado determinado en la reduccion de la escala. De quedar exentas tanto las comunidades de dimensiones reduci- das como las organizaciones religiosas, las afirmaciones de Durkheim no harian al caso, ya que su pensamiento se basaba en ambas. Ademias, existe la creencia generalizada de que los indivi duos pueden colaborar desinteresadamente } colectivo dentro de lo que se denomina «comunidad». En tales comunidades no tendrian aplicacion los dictados de la eleccion racional. He aqui una idea emotiva de extraordinaria fuerza. Estas excepciones, aparentemente intrascendentes, a la inda construir un bien gacién analitica constituyen un territorio inexplorado donde uno puede v. sulta perjudicial para el proyecto de Fleck y Durkheim. Las exenciones no son intrascendentes o secundarias, Aceptarlas supone desvirtuar toda la investigacion. En particular, distraen la atencién hacia aspectos distintos del concepto de Olson de grupo latente, un concepto muy interesante aunque cargado de Pesimismo, Nadie que se interese por la explicacién de la ac- cion colectiva puede desestimar a la ligera los formidables pro- blemas a que se enfrenta una pequefia comunidad en su intento de sobrevivir, Peor atin, identificar las zonas exentas dentro de la vida social con los ambitos de dimensiones reducidas sugicre que dichas zonas son escasas y banales en los tiempos moder- nos. Pero esto suena a falso, Estamos hablando de una serie de gar asus anchas, Esa libertad de movimientos re 4G ‘Céno piensan las iestiocicg, condicionamientos sistemiticos a la colaboracién aplicables a una gama amplisima de situaciones, desde las asociaciones he cales de profesores y padres a los sindicatos, pasande por bag cireunscripciones electorales y la cooperacion internacional (Olson 1965, pags. 66-131). La escala de los grupos larentes op la sociedad moderna es amplia, Las consecuencias de su inca: pacidad para criscalizar son trascendentales, Asi pues, se ha de hacer acopio de valor para penctrar en el cota vedado. Llega- dos a este punto, se puede aparcar momentaneamente la reli- gién, porque resulta mis que evidente que la organizacion reli- giusa no constituye exeepcidn alguna al argumento general y porque se harin comentarios especiticos sobre la religign y lo sagrado en capivulos posteriores. Nuestro interés debe en este momento centrarse en los efectos de la escala. Lo que sigue es la descripeién del razonamiento defectuoso, La pequeria escala fomenta la mutua confianza y ésta es el base de la comunidad. La mayoria de las organizaciones, si no se fundan en el beneficio selective individual, comienzan como pequefias comunidades en las que reina la confianaa, Las espe- ciales caracteristicas de la comunidad resuelven, pues, el pro- blema de la aparicién del orden social, Son muchos los que afirman que, tras su nacimiento inicial a través de la experiencia comuniaria, el resto de la organizacién social se puede explicar en funcién de mezelas complejas de sanciones ¥ recompensas individuales. El mismo Olson parece compartir este punto de vista. Las dos grandes objeciones que se le pueden plantear son de orden empirico y tedrico. En la practiea, las saciedades de dimensiones reducidas ao ilustran muy bien la visién idealiza- da de comunidad. Algunas fomentan efectivamente la mutua confianga, otras no, ;Nadie que haya escrite sobre este tema ha vivido munca en un pueblo, ni leido jamds novelas, nt intentade acaso hacer una colecta? Es indudable que existen comunida- des que han conseguido funcionar come tales, pero es contra- tio a los principias de la investigacién racional seleccionar tan sdlo los casos que cuadran y desdefiar el mas que apreciable resto, Cabe preguntarse si en realidad nes encontramos ante un eaisears pati eas w facema de jnvestigacidn © ante una ideologia a doctrina de ni- pes casi religiosos. He aqui ua buen ejemplo de un conjunte de adeas que deben su valider y, por ende, su poder, no a la fuerza de la razdn, sind a uns serie de usos identificables enc] ceno de las instituciones. Y es que la imagen idealizada de la comunidad pequena ¢ intima tiene gran peso en la retorica po jitica- ; ‘ s ‘ Michael Taylor nene el mético particular de haber conside- rado el orden social como un bien comtn, También se cuenta entre los muchos que opinan que las comunidades pequetias constituyer una forma de sociedad donde eb resultado de las decisiones no viene dictado por el egoismo racional (1982). Su- puestamente los miembros de una comunidad, siempre que fsta sea lo suficientemente pequena ¥ estable, efectuarén motu proprio contribuciones que retendrian de hallarse integracos en un conglomerado mis amplio y fluide, En cierto modo, ef planteamiento mismo de esta formula tiene algo de peticién de principio, pues la cuestién es cémo llega la comunidad a hacer- ce estable. Taylor ha analizade tres tipos de comunidad: las eo- munas modernas (o comunidades deliberadas), de las que mu- cha gente se ha acupado ya; las sociedades eampesinas, que han dado origen a una toda subindustria de erudicion; por ultima, las sociedades tribales de pequefa escala descritas en la literatu- ra ancrapolégica. La documentacion de estos tres tipos es can extensa, variada y prolija que no es de extrafar que Ia mayoria de Jos filésofos la haya rehuido, de manera que la idea de que las comunidades pequeias estdn exentas del anilisis del com- portamiento racional no suele taparse con demasiadas objecio- nes criticas, Taylor comienza por situar la cornunidad en el extrema co- rrespondiente a la pequefia escala dentro de un continuo de elementos sensibles a los incrementas de escala. Asi pues, por definicién, la comunidad tiene dimensiones reducidas, prevale- ciendo en ella la interaccidn cara a cara y las relaciones polifa- céticas. Sezundo, la participacién en su proceso de toma de de- cisiones se encuentra muy difundida. Tercera, los miembros de 4g Como piersan las enstitucing una comunidad comparten creencias y valores comu nes, q manera que el ejemplo de la comunidad perfecta nas mos tra un consenso absoluto. Y cuarto, su cohesion Proviene de entramada de intercambios reciprocos. ‘Taylor asevera que estas caracteristicas impiden aplicar anilisis de la eleceién racional. En muchas comunidades de pequefia escala no se necesitan «incenth. Vos selectives~ o cantroles: es racional Cooperar voluntarianvente eq la produceién del bien comida que es el orden social. (Taylor 1982) pig. 94.) Pero no basta con afirrmar categoricamente que los indivi. duos que podrian obtener beneficios del bien comin se asocian de hecho para producirla. Es necesario conocer las etapas de sus negociaciones recipracas, Cualquier orden social supone. contenciosos de justicia y moral. Taylor supone que en las co- munidades muy pequefias estos se resuelyen insutuyenda una igualdad ccondémica y una Participacién muy amplia en los asuntos publicos, Para que se sostenga esta opinidn acerca de la sociedad tri- bal, Taylor cendria que excluir el gobierno ejercido por socie- dades secretas, camarillas ¥ contubernios, lo que equivale a practicar considerables y arbitrarias Supresiones en sus pro- pios ejemplos de comunidad, Taylor da a entender, ademas, que cn la comunidad real no se da la coaccidn fisier Eso de- pende de lo que entienda Por coactivo. A menos que se dé un significado muy restrictive ala coaccidn, mas valdria excluir a la mayoria de las soviedades tribales de Pequefia escala de esta detinicién de comunidad, En la mayoria de los grupos de ca- zadores némadas, es cierto, se aprecia un alto grado de igual- dad y participagiéin. Pero son otros factores, no la pequefa es- cala, los que crean las condiciones favara bles a una vida comunal no coactiva en estos grupos, Tanto la baja densidad de ls poblacién come la abundancia de medios para satisfacer las necesidades bdsicas y Ia libertad de movirnientos entre dis- cadens poqvslnce 0 ___. bandas permiten que el conflicto se diluya mediante la ee cin (Service 1966; Lee y Devore 1968). Estas condicio- va ge asemejam MUCHO a aquéllas en que, segin predice la teo- ria de Olson, prosperan los grupos lacentes. Es decir, el indivi- dao ni gana ni pierde en exceso por el hecho de permanecer conel grupo y le resulta ficil trasladar sus lealtades y también resistirse a los intentos de coaccién amenazando con desertar, El bajo nivel de gasto de energia que presentan estos grupos, ‘unto con SU escasa incidencia en los recursos ambientales, confirmarian al menos la tesis de que la via de la colaboracién es poco productiva cuando las condiciones favorecen de tal manera al individu. David Hume afirmé que el problema de la aceidn colectiva se resuelve con mayor facilidad en comunidades muy pequefias ya que disponea de muy pacas posesiones por las que pelearse. Esto también aporta cierto peso al otro argumento, que sostie= ne que no se aprecian muchos indicios de beneficio colectiva en las sociedades pequefias. En el estudio de otras comunida- des de dimensiones reducidas, aparte de los grupos de cazado- res ndmtadas, tampoco se vislumbran éxitos palpables en la crea- cién de un orden social que proteja cficazmente a las pocas personas que las componen y sus modestas pertenencias. Contemplados desde una perspectiva antropaldgica, los factores favorables dependen menos de la escala y mis de la ra- z6n entre poblacién y medios, junto com la posibilidad de sa- tisfacer las mecesidades sin que nadie tenga que dedicarse a esas labores duras, mondtonas y constantes que suelen tentar a al- gunos a obtener los servicios de los demas mediante coaccidn, Mas clasifiear estas comunidades como grupos Istentes en el sentide de Olson supondria un craso error. En realidad si constituyen comunidades morales duraderas y eficaces, Ocurre también algo que admite andlisis y que no tiene nada que ver Con las dimensiones, pero que se sucle pasar por alto debido a la engafiosa verosimilitud de los efectos de eseala. Supongamos que de alguna manera se ha hecho realidad Una forma de orden social. Michael Taylor enumera, entonces, 50 Cémo piensan las instituciones en la segunda fase los cuatro métodos que la comunidad utiliza para mantenerlo. Muchos otros autores estarfan de acuerdo con esta lista. Pero ninguno de ellos presenta un argumento convincente. La primera de estas formas pretendidamente su- prarracionales de control social se basa en amenazas y ofertas. ¥stas no son ni més ni menos que apelaciones a los intereses particulares del individuo. De hecho, este proceso lo han docu- mentado muy bien algunos antropélogos, si bien sus anilisis resultan demasiado compatibles con la teorfa convencional de la eleccién racional como para justificar la exencién de las co- munidades pequefias en el marco de ésta. La socializacién es la segunda forma mediante la que fre- cuentemente se afirma que s¢ mantiene el orden social. Los adultos estan expuestos a la verguenza publica y los nifios han de sufrir dolorosos procesos de iniciacion que les ensefian las actitudes correctas. Mas cabe preguntarse c6mo se persuade a los padres para que toleren que sus hijos se sometan a los tor- mentos y humillaciones tradicionales. Las sanciones colectivas son una forma de accién colectiva, Apartarse del proceso de socializacién es otro modo de negarse a cooperar. ¢Qué ocurre cuando una madre alega que su nifio es muy pequefio o muy sensible? ¢Qué es lo que le impide, tanto a ella como alas de- més madres, retirar al hijo y rechazar de plano el proceso de socializacién? La respuesta es: SU compromiso con el orden so- cial dado. Pero, gno es precisamente esta posibilidad de elec- cidn colectiva lo que estamos intentando explicar? La tercera forma mediante la que supuestamente se manti¢e- ne el orden social en las sociedades primitivas depende de las caracteristicas estructurales de las mismas. Es éste un aspecto muy delicado. Estas caracteristicas no son un mecanismo espe cifico de control Social, ya que no se las puede separar de le que se controla, pero facilitan el marco de los controles socia- Jes. En esencia se trata de pautas de reciprocidad, parentesco ) matrimonio. Ahora bien, estas pautas de intercambio forman \ articulacion del orden social, que a su vez es solo una articula cién del comportamiento, de modo que el argumento es circu - la a- Se descarta la pequefia escala 51 lar. Tan sdlo se puede salvar mediante el supuesto explicita- mente funcionalista de un sistema autosustentado de activida- des entrelazadas. Entre los factores a los que se atribuye un papel de mante- nimiento del orden social la creencia en sanciones sobrenatura- les, tales como la brujerfa, la magia o la ira de los antepasados, es el rasgo de la sociedad primitiva que mas se ha documenta- do. Si los demas argumentos no funcionan y se deja que estas creencias soporten todo el peso de la tesis que separa a la co- munidad del resto del comportamiento social, se habra entre- gado la linea argumental a los factores irracionales. Una de dos, o tan sélo los primitivos son capaces de crear una comunidad a partir de sus creencias supersticiosas en la brujeria y los ante- pasados, o se han de generalizar tales creencias de manera que se puedan aplicar también a la sociedad moderna. La interpretacién antropoldégica ortodoxa, que gozé de aceptacion durante toda la década de los sesenta, presuponia un modelo autoestabilizador en el que cada articulo de fe con- tribufa al mantenimiento del orden social. Sin embargo, duran- te el tiltimo cuarto de siglo se han producido algunos intere- santes trastornos que han venido a poner en duda la existencia de tendencias al equilibrio en las sociedades que estudian los antropdélogos. Uno de esos factores es el desarrollo teérico de la materia y su forma de abordar los nuevos hallazgos. Lo mas destacable en este sentido es la expansion de la antropologia marxista critica, cuyo materialismo histérico se opone al énfa- sis homeostatico de la generacién anterior (Abramson 1974; Bailey y Llobera 1981; Bloch 1975; Friedman 1979; Godelier 1973; Meillasoux 1981; Sahlins 1976; Terray 1969). Otro factor importante es el fin del colonialismo. Otro, por tltimo, el des- arrollo del trabajo de campo en Nueva Guinea, pais que no ha- bia sido colonizado con anterioridad a la investigacién antro- poldgica. Ahora resulta posible tomar distancia y evaluar los efectos del gobierno colonial sobre todos los incentivos indivi- duales y sobre el uso de la fuerza. Qué duda cabe que en condiciones de dominacién colonial Conn poeresan las instirug resultaba mds fieil imaginarse una cornunidad no coactivg, | los pueblos sometidos ya no se les permitin el trafico, tan pak pere antafic, en armas, marfil y esclavos, camo LIMPOCO se permitia buscar Is gloria en expediciones de caza de caberas en audaces incursianes para robar ganado, mi raptar csposas, cobrarse sangrientas venganzas. En una economia coloniy donde el unico incentive econémico del trabajo consistiz en los ingresos fnfimos que producia Ia agricultura orientada al mercado, resultaba muy sencilla suponer que la comunidag: originaria nunca habia ofrecido incentives individuales de enri.. quecimiento. El registro antropoldgico actual, mucho mis s9- fisticado, nos muestra que estas seciedades de dimensiones Te ducidas no son ni estaticas ni autoestabilizadoras, sino que s¢. van construyendo paularinamente mediante un proceso de re- gateos y negociaciones racionales. Las categorias del discursg politico y las bases cognitivas del orden social se negocian | constamtemente. Cuando el antropdéloge dispara su cémara y enciende su magnetéfone en una fase cualquiera de este proce: so, fo normal sera que plasme algiia equilibrio momentineo de satisfacciones, donde cada individu se encuentra temporal mente condicionado por los demis ¥ par el entorna. El andlisis. de los costes y beneticins individuales se aplica, inexorable y. esclarecedoramente, inclusive a los intercambios mis insignifi-- cantes, tanto en su caso como en el nuestro, Las angropdlogos contrastan la credibilidad de sus informes etnogréficos respec- tivos sometiendo a escrutinio el equilibrio de intercambios re- ciprocos resefiado, Log elementos de juicio que aportan des- truyen el argumento de que ciertos principios suprarracionales dan origen a una comunidad en un momento indeterminade de la reduccién de Ja escala. Es a la hora de presentar ofertas ¥ proferir amenazas cuando Jos individuos invocan el poder de fetiches, brujas y fantasmas a fin de sustanciar sus demandas. La cosmologia resultante no constituye un conjunto aparte de mecanismas de control social, En el trabajo de Durkheim tado el sistema de conocimienta se percibe como un bien comin que la comunidad misma construye colectivamente, En los ca- fal pequellacveala 3 sails que siguen, habremos de centrar nuestro interés preci- te gn este proceso, , Oj Jegados 4 este punta, sc puede rechazar como una bienin- eo cionada ilusién [a idea cornente de la comunidad anarquista fe sic. Las datos antropoldgicos de las sociedades de dimen- jones reducidas vienen a confirmar la aplicabilidad general de hh geais eontral de Olson cuando afirma que es muy facil disua- (log indivicuos de participar en el bien comin. No asi cuando asegura que el factor principal es la escala. Cual- ier INtENTO de penetrar en los fundamencos del orden social sca arelucir la paradoja inherente a las bases del pensamiento. Ee este nivel de abstraccion, el error no esta en el] retruécane dreular. Al confiar en los efectos de la escala se ha desviado toda Ia linea del razonarmiento; se ha omirido el paso ldgica previo que hubiera Hevade a preguntarse como Megan a surgir los sistemas de conocimiente. Hay multitad de buenas raxzones para pensar que la teoria de la eleccién racional es inadecuada para explicar el comportamiento politico. Algo ocurre en los asuntos ptiblicos que se Ie cscapa a esta teoria. Segtin la posi- cidn de Fleck y Durkheim, ¢l error radica en no haber tenido en cuenta el problema epistemolagico. En lugar de suponer que un sisterna de conocimiento surge a la existencia de manera fieil y natural, su enfoque os lleva desde el escepticisma sobre la posibilidad de la accién colectiva hasta el escepticisma sobre clconacimiento y las creencias compartidos, Esta duda mas ccuménica acerca de los fundamentos de la comunidad nos sc- falael camino de una respuesta. STL= Si la pequefia escala no puede explicar el origen de las comu- nidades cooperativas, tal vez pueda hacerlo algiin otro factor. En busea de un modelo que evite apoyar expresamente cl enfo- que funcionalista consustancial a los postulados de Durkheim y Fleck, se han formulado diversas sugerencias psicoldgicas y s0- Goldgicas. Sin embargo, las explicaciones psicolégicas son ina- ceptables si eluden el entramado axiomatice en que s¢ plantea el problema. De este modo cabe descartar toda explicacién que in- Voque procesos que alientan el autosacrificio porque colma una necesidad psiquica de amor propio o proporciona la satisfac- dn de satisfacer a otros. Estas satisfacciones psiquicas no ope- tan de forma suficientemente fiable como para sobrellevar el peso de la explicacién, Que algunas veces funcionen y otras no, no hace mas que devolver la cuestidn al punto en que se inquie- Fe qué es lo que pone en marcha las actitudes emocionales soli- arias. Seguin otra explicacidn, la accién colectiva dependeria del complejo engranaje de muiltiples intercambios reciprocos, tan- 55 56 Céimo piensam has institeacioeg to directos como indirectos, En la versidn fuerte de esta expl cacién, el individuo racional se encuentra indisolublemeng unido a un complejo conjunto de relaciones en el que debe ag tuar confiadamente porque no Ie es dado escoger. En Ia débif el individuo tiene cierto margen de cleccién y si decide ir eq contra de la cooperacidn desbaratard todo el tinglado. La puesta es entonces la aplicacidn de sanciones sociales para cas. tigar el comportamienta insolidario. Pero la apheacién de san. ciones, tal y como vimos en cl caso de las socicdades dimensiones recucidas, no es mis que una forma de accién cn lectiva que también requiete una explicacién, El reparo a Ja versidn fuerte proviene de la idea de que alJ guien pueda encontrarse en situacién de no poder elegir. Qué duda cabe que es posible ¢ incluso frecuente que una perso se enfrente a coacciones tan poderosas que, en realidad, no r | | que discutir acerca de la mutua confianza ni se plantea proble ma alguno en relacidn con la libre cooperacién. Al no habe eleccidn, se han sebrepasado los limites del abjeto al que cién colectiva sélo sirve para enturbiar el problema, También propone un enfoque inaceptable de la intervencién humana al presentar a los humanos como agentes pasivos cuya actiacién) est sujeta a un condicionamiento mas o menos total. El argu-_ mento se fundamenta en ona forma de determinismo sociolé- | gico que niega al individue tanto la iniciativa como el juicio. La escasa reputacidn de que ha gozado el funcionalisma: socioldgico durante los tiltimos treinta afios se debid en parte. . aeste defecto, El funcionalisma no dejaba margen a la expe: riencia subjetiva de unos individuos capaces de desear y elegir. Suponer que éstos se encuentran atrapados en los mecanismos 4 de una maquinaria compleja que ellos mismos no han contri- | ->buido a crear equivale a considerarlos objetos pasives, como ovejas o robots. Peor alin, en una teoria asi no tiene cabida ls | exphicacién del cambio a no ser que éste provenga del exterior | iven los grupsns latentes a? ma de fuerza coactiva irresistible, Hay que ser muy cré- para plantear una estabilidad tal en las relaciones sociales. la pobreza de las explicaciones alternativas, nos in- mbe explorar cuidadosamente la posibilidad de algun tipo de eymento funcionalista que evite estos escollos y que ala vez raga los requisitos de la concepeidn de Durkheim y Fleck ‘un grupo social que genera su propia cosmovision, al tieti- ue desarraila un estilo de pensamienco que sustenta la pau- interacciOn. Jon Elster ha declarado de manera desafiante que resulta imposible encontrar en sociclogia ningdn caso de andlisis cional donde se demuestre !a presencia de todos los aspec- 5 ldgicos que requiere cal explicacién (Elster 1983), Y ello se be no sdlo a que los socidlogos discutan a la ligera, sino a ue la explicacion funcionalista no se adecua —a su entender— ‘comportamiento humano. Su argumentacion parte de una isidn de los tipos de explicacidin, Las explicaciones causales y mecinicas son validas en el campo de la fisica. Las causales y funcionales lo son en el de la biologia, Las explicaciones fun- cionales se justifican en virtud del marco tedrica mas amplio de ja seleccién natural. Pero no se puede aplicar ninguna teoria equivalente a la de la evolucién bioldgica al comportamiento bumano. Por razones que enumera sucintamente, los seres hu- manos pueden hacer cosas que estin vedadas a los demis orga- tismos biolagicos: pueden utilizar estrategias de espera, retro- teder aparentemente para avanzar mds tarde y efectuar otros movimientos indirectos. El tipo de explicacién que se adecua exclusivamente al comportamiento humano es el intencional. Seguin Elster, debiera bastar com una combinacién de teorias sausales ¢ intencionales para explicar todo lo que haya de ex- Plicarse en el comportamiento humano. Existen teorias causa- les sustentadas por seres humanos que pueden estar mas o me- nos equivecadas, También existen intenciones de seres humanos y decisiones basadas en las teorias" causales, més 0 Menos coherentes, contradictorias o equivocadas. El tipo de ‘xplicacién que se adecua exclusivamente alos humanos es el 3B ‘Como piensan bis inwtigg intencional, pero como Elster no admite ni los proceses ; sustentados ni las consecuencias no deseadas que contrily 4 perpetuar una situacién, también rechaza la concepcid Durkheim y Fleck del grupo social que involuntariament era pensamientos que sustentan su propia existencia. Elster ha enumeradg amablemente las condiciones que; cumplir un andlisis funcional correctamente desarrall Aunque parezean en un principio abstrusas, aclaran consid blemente los distintos aspectos. Una pauta institucional | comportamiento, X , se explica mediante su funcidn, Y, e grupo, Z, si y sdlo siz 1. Yes un efecto de X; 2. Y resulta beneficiosa para Z; 3. Y ne esti deliberadamente prevista por las acciones producen X; 4. Yo la relacién causal entre X ¢ ¥ no resulta evide para los actores de Z; y 5. ¥ mantiene a X mediante un bucle causal de retro mentacién que pasa a través de Z, Esta lista se confeccion6 a partir del andlisis ctitico del f cionalismea realizado per Robert Merton (Merton 1949) y las sugerencias adicionales de Arthur Stinchcombe (1968, p: 82-83). Al releer el ensayo original de Merton y los comer rios posteriores resulta sorprendente constatar la eantidad pésimos razonamientos funcionales que habia en circulaci No es sorprendente que Merton se sinticta obligado a proy ner cierta cautela metodoldgica. Las citas mis extravagan proceden de los antropdlogos; algunos ejemplos muy grafic de Karl Marx, y algunos comentarios imprudentes, de los : eidlogos influjdes por el funcionalismo estructural de Tale Parsons, Para Elster, cl predominio excesivo e injustificable del fu cionalismo en las ciencias sociales tiene principalmente rai histdrieas. Obedece al prestigio de los modelos bioldgicas u en box prupes [tenes 9 + la teoria evolucionista, Elster se esfuerza por sefia- Fearencias que separan a las explicaciones funcionales 4s de las sociolégicas. Sin embargo, nunca distingue afirmaciones funcionalistas de intencidn sinceramente wa y aquéllas 1 constituyen meros aspavientos reto- “Todos los ejemplos pintorescos de antropdlogos que cita pertenecen a esta Ultima categoria. Se utilzaban para ar los ataques que los antropélogos querian lanzar en los acuenta contra la emologia anticuada (o historia conje- eomo se la llamaba despectivamente), No cabe negar que lidad representaban un modelo cémico que merecia las ag de Merton y Elster, Segtin estos antropélogos, absoluta- re todo lo que ocurre posee una funcién en el manteni- ode la existencia del sistema social. WW | método gradual, paso a paso, de Elster resulta excelente Hl reducir un argumento a sus elementos esenciales. Un jemplo de razonamiento discurria asi: 1) Y (una mayor aten- rién a la produccidn de alimentos) es un efecto de X (magia agricola); 2) ¥ resulta beneficiosa para la comunidad, Z, que consume los alimentos. Este intento de explicacin funciona- lista yerra porque nadie supone que la magia asociada a la hor- ticultura no estaviese encaminada a incrementar la produceién 8 de alimentos, Del mismo modo, demostrar que la magia de la pesca pretende actuar como una tecnologia perfeccionada es una pura explicacién causal. | El argumento tan caroa A, R. Radcliffe-Brown de que los } rituales poscen funciones que realzan la solidaridad se puede ) desglosar come sigue: |. ¥ (solidaridad de linaje) es un efecto de X (culto a los antepasados}. 2. ¥ mantiene la paz interna y garantiza la defensa externa; por lo tanto, es buena para los adoradores de los antepa- sackos (2). ‘ 3, El propdsito de los que producen X no es mantener con dlloa Y, E f f 60 Cémo piensan las instituciones 4, Tampoco reconocen ningin vinculo causal mediante el cual Y mantenga a X. Este intento de explicacién funcional fracasa. ¢Cual es exac- tamente el bucle causal oculto? Depende de factores psicoldégi- cos (que Radcliffe-Brown denomin6 «actitudes rituales»). Se supone que la celebracion de este culto produce el tipo de emociones que contribuyen a la solidaridad. Los argumentos en favor de Ja estimulacién ritual de las emociones son poco convincentes. Nadie se ha aburrido nunca en misa? Es impor- tante constatar que esto es claramente contrario a los princi- pios del método sociolégico de Durkheim (Durkheim 1895). Los hechos sociales han de explicarse mediante hechos sociales. Es precisamente este recurso arbitrario al nivel psicoldgico lo que su método intentaba desterrar, Durkheim eludié sus pro- pias reglas al supeditar la vitalidad de lo sagrado a la excitacin emocional que producfan las grandes congregaciones. Fleck utiliz6 el principio més coherente de que la fe y la confianza son requisitos previos de la comunicacién, evitando asf la inco- herencia de dejar la racionalidad en suspenso para poder expli- car el origen del pensamiento racional a partir de la efervescen- cia emocional provocada por rituales publicos a gran escala. Es més seguro seguir las ensefianzas de Durkheim y no su practi- ca, como también lo es rechazar la explicaci6n funcional basa- da en emociones que mantienen vivo el sistema. El rechazo de los bucles causales consistentes en emociones también excluirfa muchas ramas bien establecidas de la sociolo- gia. Por ejemplo, la teorfa de la desviacién aduce a veces que la relegacién a una posicién social marginal (X) ocasiona emocio- nes (Y) que provocan comportamientos antisociales en los in- dividuos marginados. De este modo, las emociones originan un bucle de retroalimentacién mediante el que los actos de retor- sién del individuo marginado otorgan a Ja comunidad el bene- ficio (no intencional) de unas normas més claras (Cohen 1980). Este razonamiento funcional depende del poco convincente bucle que conecta los efectos sociales con los psicolégicos- Cémo sobreviven los grupos latentes 61 Ademis, resulta dificil sostener que el resultado que se preten- dia no inclufa ya una aclaracién de las normas. Este mismo punto débil se evidencia al examinar detenida- mente las presuntas funciones sociales del culto a los antepasa- dos. {Ha sido alguna vez verosimil suponer que los adoradores de los antepasados jamas abrigan la intencién de generar soli- daridad social? Desde luego que la abrigan. Al rezar ante el al- tar, declaran expresamente que los antepasados estan furiosos por las disputas entre sus descendientes. Es una forma de ha- blarse de manera indirecta, En vez de un argumento ineficaz ¢ incompleto referente a mecanismos de autosustentacién ocul- tos, reconocemos ahora otro eficaz referente a esfuerzos inten- cionales de persuasién. Sin embargo, nada nos permite creer que las declaraciones puiblicas de solidaridad acabaran por pro- moverla, Si los rituales no producen las emociones necesarias, los celebrantes podrian estar perdiendo el tiempo. Parece que a estos primeros antropélogos durkheimianos les resultaba muy dificil brindar una explicacién funcional completa. Los antro- pdlogos citados tanto por Merton como por los que a su vez se remiten a las citas de este ultimo intentaban justificar la reli- gidn en virtud de sus efectos prdcticos. Mas jay!, las religiones no siempre consiguen que los creyentes sean més leales a sus gobernantes o més laboriosos en sus huertos, como tampoco la magia consigue siempre que las redes se llenen de pescado. Unas veces lo consigue y otras no. La acusacién de irracionali- dad que se esgrimia contra la religién primitiva era algo que esos antropélogos tenian in mente (Firth 1938) y la tinica de- fensa que pudieron imaginar en favor de la religion de los pue- blos que estudiaban consistié en hacer hincapié no en su cardc- ter racionalmente inteligible, sino en su capacidad para Producir ciertos efectos secundarios que acrecentaban la soli- daridad, inducfan al valor y estimulaban el trabajo (Firth 1940). Estos antropélogos erraron por partida doble. No consiguen claborar un razonamiento funcionalista valido. Y también nau- fragan ante la critica de la eleccién racional, segtin se explica a Continuacién, 62 ‘Cémo piensan las instituciones Lo mejor que puede hacer Radcliffe-Brown para justificar la creencia en los antepasados es construir un sistema comple- tamente intencional (Radcliffe-Brown 1945). Radcliffe-Brown afirma que los fieles cooperan con el propésito de crear algo que todos ellos desean, y supone que lo consiguen. Pero esto es precisamente lo que ha de explicarse. Tanto los sacerdotes como los fieles intentan llevar a cabo exactamente lo que la teoria politica de Olson tiene por imposible o muy poco pro- bable. Desean entregarse a una accion colectiva. Los adorado- res de los antepasados son individuos racionales, cada uno con sus propias preferencias acerca del trato que debe recibir de los demas y del que éstos deben recibir de él. La cuestién es cémo se las arreglan para crear ese bien comin: un acuerdo acerca de los antepasados. Lo mismo se aplica a cualquier creencia acor- dada, sea en materia de tabiies 0 magias de pesca, de pecados o sacramentos, de dioses tinicos 0 Trinidades. ¢C6mo consiguen establecer una Iglesia colectiva dotada de una doctrina propia, en vez de perderlo todo entregandose por separado a destructi- vas persecuciones de herejes? Es como los pastores que apa~ cientan sus ovejas en pastos comunes. Si cada cual deja que pasten todas las ovejas que quiera, la tierra no tardara en ago- tarse y todos saldran perdiendo. A todos les conviene coope- rar, pero al no poder confiar en la moderacién de sus compaie- ros, es bien posible que cada uno se haga con lo que pueda mientras pueda. Debido a la desconfianza y a la falta de solida- ridad, la tierra se agotard hasta la dltima brizna de hierba. En otro contexto, el industrial, si bien agradece el aire limpio, ne correr4 voluntariamente con el coste de acondicionar sus pro- pias instalaciones. Tampoco cabe esperar que los propictario: limpien voluntariamente la nieve de la acera frente a su casa En materia de dostrinas religiosas, el argumento equivalente ¢ que cada individuo aduzca que tiene un entendimiento privad con Dios y rechace las doctrinas que entran en conflicto co! las creencias de su eleccién. El problema ldgico y prictico d cémo llega a realizarse la accion colectiva atafie a la religié tanto como a cualquier otra teoria del mundo. La religion 9 Cémo sobreviven los grupos latentes 63 explica. La religion ha de ser explicada. No se puede permitir que Durkheim, Fleck y sus amigos dejen el problema a un lado sin mayor justificacién. Como todos, estan obligados a especi- ficar las etapas légicas de su argumentacién o aceptar la acusa- cidn de misticismo y apelacién a lo irracional. Obligarles a presentar una defensa comtin tiene una singu- lar ventaja. Durkheim pudo eludir la cuestién de la accién co- lectiva ya que se ocupaba de los pueblos primitivos y la reli- gidn. Sus afirmaciones sobre estos temas no pretendian aplicarse a las creencias seculares del mundo moderno. A la hora de comprender nuestra propia accién colectiva, Durk- heim no es de fiar. Nunca intenté aplicar su teorfa a nuestro mundo. Podemos caer en la tentacién de suponer, con él, que las ideas cientificas imponen su evidencia a nuestras experien- cias. Pero sabemos que esto es contrario a la historia de la cien- cia y a la busqueda de los distintos estilos de pensamiento. Fleck resultaba mas actual al insistir en que un hecho cientifico no golpea de frente a los investigadores arrancindoles su apro- bacién. Hicieron falta cuatro siglos para que los avances cientf- ficos en otros campos fueran lo suficientemente importantes como para establecer una distincidn definitiva entre enferme- dades diferentes que hasta entonces se habfan calificado global- mente como venéreas: Esta tendencia a la persistencia demuestra que no fueron las denomi- nadas observaciones empiricas las que llevaron a cabo la construccién y fijacién de la idea. (Fleck 1935, pag. 3 [48].) Un enfoque de la epistemologia que combine a Durkheim y Fleck impide que se Je otorguen privilegios excesivos tanto a la teligién como a la ciencia. Ambas, por igual, son productos co- Munes de un mundo de pensamiento. Y ambas son logros im- Probables si no se puede explicar cémo se combinan los pensa- dores individuales para producir un bien comtin. Una de las eriticas al argumento de Olson se basa en las Pruebas facticas de que grupos que, conforme a su interpreta- ta ‘Camo picnsan (35 instings cién, habrinn de considerarse laventes y, por lo tanto, sd) drian manifestar su existencia de manera esporddica, sol ven efectivamente y llegan a crear y mantener algiin tipo de alizacién cultural comin. No se puede incluir entre los g latentes a las bandas de cazadores de Australia y Borneo, g las cuencas del Congo y el Amazonas. De hecho, han conse; do una cultura comtin que quizd no resulte rica en logras teriales, pero que tampoco se puede despreciar. Gracias g orientaciones de Elster sobre ¢l funcionalisme se puede rar un verdadero argumento funcionalista al estilo de D heim que explique por qué surgen ciertas creencias que se tentan en comin y que de este modo permisen a los gry latentes alcanzar cierto grado de eficacia comunitaria. El ra: namiento que sigue puede parecer ecliptic. Se basa en una, sumentacidn sobre creencias en brujeria y hechiceria y Jas creencias de ciertas sectas en una conspiracién maligna orden césmico que ya se ha analizado a fonde en otras obpg (Douglas 1963; Douglas y Wildavsky 1982; Douglas 1986). | La primera dificultad que afronta el grupo latente de Olsg consiste en que, por definicién, sus miembros no tienen mat interés personal en permanecer en él. Si los costes de perten al grupo aumentan por encima de los beneficios esperadas amenaza de desertar se constituye en una gran baza de nego cién para los miembros, que pueden utilizarla contra cualquieH que intente arrancarles mis contribuciones de las que estan puestos a aportar. Todo miembro que desee personalment supervivencia del grupo latente sera vulnerable a las amena de secesidn de los demas. En consecuencia, la gestidn de la asuntos de un grupo latente tenderd a depender del veto y es ra respaldada por la amenaza de desercidn, La jefatura sera bil debido a una tendencia a que los pequefios exploten a 16} grandes. ; El primer paso consiste en reformular todo lo ante! como una expheacién funcionalista de la jefarura débil. _cbrevives los grupos latentes Cd ¥ (la jefacura débil} es un efecto de X (una amenaza crei- ble de desertar de 2). '¥ resulta dtil a Z al permitir que los individuos racionales “se resistan a las demandas no deseadas sobre sus recursos privados. y no cs deliberada (y de hecho se deplora). No se reconoce en Y un efecto de X_ Mediante un bucle causal inadvertida, Y (la jefarura dé- | bil) mantiene a X (la tendencia a amenazar con la deser- idm) ya que impide el desarrollo de normas coactivas, oe explica una de las dificuliades (la jefatura débil) que rimenta un grupo de este tipo a la hora de lograr sus obje- comunes. Por otra parse, si imposibilirar la coaccién se come un logre, el grupo ha logrado en cierta medida Segiin Olson, llegada a este punto, a una comunidad asf onvendria instituir beneficios selectivos para los indivi- Podria planear la realizacién de muchos otros objetivas lunes como productos secundarios de iniciativas basadas nterés personal. Puede que ello sencillamente resulte im- ible, Muchas sectas, comunas y grupos sociales cuyas cir- nstancias se ajustan al modelo del ciclo A se encuentran en riferia de una sociedad mis amplia y rica, o bien estin cadas en las Herras virgenes donde no se pueden recom- ar debidamente las iniciativas empresariales. En tal caso, individuos pueden cfectuar un movimiento alternative que iri camo efecto el fortalecimiento de la base de Ja comuni- actuando siempre de acuerdo con maviles de interés per- al. El siguiente ciclo también reformula la descripcion de bon (Olson 1965, p. 41). * ‘Ciclo B 1. ¥ {un limite estable y bien definido en torno al grupo) es un efecto de X (Ia insistencia en Ia igualdad y la partici- pacién al cien por cien). “% ‘Cémo piensan las instigyel 2. Y resulta beneficioso para Z (la consolid. tenencia al grupo). 3. Y no estd deliberadamente previsto como efectg § Xx. ' 4. Se consigue Ya través de un bucle causal inadvertida, 5, El limite (Y) mantiene a X (ls regla de igualdad), que instituye para controlar a los gorrones. Que hayan) canzado un nivel suficiente de accién colectiva comp para crear una regla puede parecer una peticidn de p cipio. Pero se trata tan sdlo de una regla que cada oy aplicard de acuerdo con su propio deseo egoista de qua no le romen el pelo los gorrones, Tiene el efecto de aut control de una convencion, tal ¥ como se describe en} siguiente capitulo. Si se ha de controlar de manera adecuada, esta participacian al cien por cien requiere condiciones de admisién muy estri que se alzan como barrera para los que aspiran a partici Como resultado de este segunda ciclo, se restringe fuerteme cualquier posibilidad de beneficios sclectivos individuales pudiera haberse dado. Los dos ciclos, A y B, no hacen mas enunciar en términos de Elster la descripcién alsoniana de lo problemas que acosan a los grupos latentes y las solucions que apunta. Mediante estos ciclos se ha definido un grupo cial con una forma de organizacién muy clara y precisa; uf grupo que carece de poder de coaceidn y de beneficios select vos individuales de orden material. Segin la teoria de Olson trata tan sdlo de un grupo latente. Lo que desmorona esta ii terpretacién es el hecho de que, en la experiencia corrie grupos sociales que se ajustan perfectamente a esta descrip se manifiestan de manera bastante eficaz y continuada. Util remos ahora a Elster para justificar a Durkheim, Fleck y lo antropdlogos funcionales, y también para complementar teoria de la accidn colectiva agregando un elemento cognit que estabilice y legitime al grupo social. La clara deseripeidn 48 la forma de la sociedad nos permite ahora identificar la paul ni los grupos latentes a7 de creencias que vendrian a justificar los dos primeros que presumiblemente emergerian al unisono. oC (una ereencia compartida en una conspiracién malig- na) es Un efecto de X (acusaciones mutuas de traicién a los principies fundamenctales de la sociedad). resulta beneficiosa para Z. ¥ no es deliberada. -Y depende de una conexién causal que no perciben los miembros. El bucle causal oculto es el siguiente: A causa de la jefa- - tura débil no se puede Megara ningdn consenso para for- mular y aplicar leyes o castigar a los disidentes (Ciclo A). La amenaza de secesidn se puede controlar indiresta- mente gracias al limite fuerte (Ciclo B), lo que asegura automaticamente que la salida resulard muy costosa. Por lo tanvo, sélo es posible la accién politica indirecta; de ahi la tendencia a contrarrestar el comportamiento ex- plotador acusande a los Iideres de las incipientes faccio- nes de traicién a los principios, No se les puede acusar de otra cosa, ya que no existen otras reglas. La actividad acusadora, X, refuerza la ereencia, Y, en uma conspira- ciGn externa, pero Y mantiene aX. En vez de utilizar las creencias para explicar la sociedad, mos utilizade la sociedad para explicar las creencias, y éstas verdad necesitaban explicarse mediante algo mejor que la rencia a conspiraciones cdsmicas y peligras satinicus rea- La excelente descripcidn que Lewis Coser hace de las sec- como una forma de «institucién avariciasa» supone que los eligros externos las empujan a exigir el compromiso incondi- onal de sus miembros, Mas los peligros se encuencran siem- © en todas partes. Todas las sociedades afromtan peligros; no das son instituciones avariciosas, y no todas las que consi~ fn comprometer a la totalidad de sus miembros reconocen 68 Gamo pienean bas insti a los peligros existences. Este andlisis demuestra que el prok ma se inicia en el compromise vacilante y no en el peligrg§ terna (Coser 1974). Ahora comienza a perfilarse con verosimilitud el grig corporativo como actor por derecho propio; s¢ ha converty en algo semejante al tahtir que obliga a los jugadores a sa una carta en contra de su voluntad, Este tipo particular de po social piensa con arreglo a cauces fijos; posee mente p ‘Al decidir la incorporacién a esta fratermidad idealista nadj opta por el paquete completo de comportamiente y creencig] Pero van juntos. Los tres ciclos se combinan come sigue: 1. ¥ (C, la creencia en Ia conspiraciin) es un efecto ded (A, jefatura débil, y B, limite fuerte). 2. ¥ resulta beneficiosa para mantener Ia existencia delh comunidad, 2. 3, ¥ no esta deliberadamente prevista por Z, de modo qu no hay scusaciones denigratorias de duplicidad conty los creyentes. No se perciben los vinewlos causales. Y manticne a X mediante la escisién efectiva de la comg nidad o la expulsidn ante la sospecha de traicién, da origen a una historia capaz de poner nervioso a cualqui aspirante a lider. we La critica antifuncionalista ha resultado util ya que resp de a las objeciones al programa de Durkheim y Fleck proct dentes de la ceoria de la eleccién colectiva, Los integrantes 48 erupo latente no pretendian construir el estilo de pensamient) que da sustenta a la forma de organizacién. Se tata de un p ducto coleetive. Por su parte, la teoria de la eleceidn cole ha contribulde a rehabilitar el funcionalismo. El bucle caus] atraviesa justamente la organizacién, li mitando de manera clat jas acciones de sus shiembros. El tinico supuesto inicial necesty tio era Ia condicién minima de que éstos desearan Ia supers] vencia de la comunidad sin renunciar a su propia autonomy) plod prupos lateness o ual, Lot condicionamiencos que conlleva la situacién qdmiten ciertas soluciones. Al adoptar la estrategia mas fla, comicnzan a recorrer conjumtamente un camino que aboca en la claboracién comin de un estilo de pensa- o. Cierto es que incluye elementos desagradables, como noid en Un Universo injusta y maligno poblade de huma- malvados. Pero no se puede esperar que a uno le gusten pre los resultados cuando comienza a explicar los origenes rden social. Ademas, llevar la argumentacién por estos de- eras no invita a proferir quejas de reduccionismo cinico: la idad no est en discusion. Invirtiendo el argumento de la nsecuéncialidad de Olson, la conjuncidén en la construc- del estilo de pensamiento oculta a cada integrante del do de pensamiento la consecuencialidad de su diminuta jon particular. Todos acusarin al vecino de traicidn sin sos- ar que de este modo se fortalece una pauta de creencias mpartidas. Puede resultar necesaria una Gltima consideracién para ex- por qué el grupo latente y su estilo de pensamiento han sido e] tema cencral del presente capitulo. Se debe a que la la- tencia es la situacién que mas claramente concentra los proble- ‘mas que plantea Ja accién colectiva dentro del marco tedrico de breleccin racional. Un sistema social abgolutamente coactivo, tome una cdrcel, no plantearia problema alguna de eleccién tolectiva. En carnbio, resulta sencilla entender un sistema que funcione sobre la base de principios privados con miras al be- acticio, ya que cualquier forma de bien colectiva que pueda Surgir es explicable como subproducto de la actividad empre- “arial individual. En ninguno de los dos casos existe un grupo que se haya construido de manera colectiva y que se mantenga Facias al sacrificio deliberado de sus miembros individuales. Es este iltimo aspecto lo que plantea los problemas mds pelia- fudos en relacién con la accién colectiva, El grupo latente es la forma mis simple y, por lo tanto, la mis cémoda para ilustrar tl papel del estile de pensamiento en el mantenimiento del sis- ema. Sin embargo, resultaria falso afirmar que el mercado de- 70 Cémo piensan las instituciones pende totalmente de motivaciones egofstas individuales. Existe el compromiso normative con el sistema de mercado en si, el elemento fiduciario necesario que sostiene los precios y e! cré- dito. Se necesita algtin anilisis comparable al del estilo de pen- samiento para explicar por qué las posibilidades de hacer tram- pa no destruyen los procesos de mercado, Nuevamente, en una jerarquia compleja el compromiso de los individuos con el grupo mas amplio puede explicarse en buena medida, pero no del todo, en funcién de una combinacién de coacciones, miilti- ples relaciones entrecruzadas, convenciones ¢ intereses perso- nales. En la mayorfa de las formas de sociedad se dan secuencias ocultas que capturan a los individuos en trampas imprevistas y los arrojan en direcciones que nunca hubieran elegido. Los ejemplos son incontables. Es notable que Elster encontrase tan pocos. Aparte de un caso excepcional en el campo de la econo- mia que cumple sus cinco criterios, y otro en el ambito de la ciencia politica, vislumbra un paisaje social salpicado tan sdélo de argumentos funcionales incompletos. Incluso en el Ambito de la antropologia, que en su fase de aspavientos retéricos ofrece los ejemplos mas clamorosos de mala argumentacion, existe un sdélido conjunto de estudios empiricos como ejemplo de explicaciones funcionalistas vélidas. Y hasta en el libro de Robert Merton, donde Elster descubrié las lineas maestras de su argumentacin, aparecen explicaciones funcionalistas bien acabadas. Por ejemplo, Merton describe una comunidad que controla la caja de los fondos destinados a la educacion y cree en la inferioridad mental de los negros. Dicha creencia les sirve de justificacidn para negarle el acceso a la educacion a las fami- lias negras, ¢ ingenuamente se regocijan cuando las becas que ganan sus propios hijos les reafirman en su conviccion, justifi- can sus asignaciones y mantienen su control. Es tan poco lo que la sociologia puede permitirse realizar sin el argumento funcionalista que una comienza a mirar con desconfianza la plataforma antifuncionalista. gA qué se debe, por ejemplo, que las insensateces proferidas por los antrop6lo- Cémo sobreviven los grupos latentes a gos mds eminentes adquieran tal relevancia en los escritos de Merton? Ya en 1949 las pretensiones de Malinowski se habian visto seriamente recortadas desde su mismo terreno por la dia- triba que Max Gluckman escribié contra él (Gluckman 1947). ¢Por qué todavia se hacen acreedoras de un examen detallado las ya desacreditadas afirmaciones de Bronislaw Malinowski y A. R. Radcliffe-Brown? El uso que Elster hace de la antropo- logia puede sugerir una respuesta. La antropologia es algo pin- toresco y entretenido. Merton mencioné originalmente el rito hopi de la Iluvia como un caso de ritual que desempefia la fun- cidn social latente de despertar las emociones que sustentan la solidaridad. La danza no produce lluvia para el desierto reseco, pero sirve a una funcién social latente. Retomando el mismo argumento con parecida ilustracidn, Elster atribuye la danza de Ja lluvia hopi a los trobriandeses, que viven en fértiles islas con abundante agua. Sospechamos que hubiese dado igual haber atribuido a los hopi la magia de pesca de los trobriandeses. La antropologia no importa. Ni siquiera su lectura resulta intere- sante. En el debate que nos ocupa no es mds que un ojeador que levanta la pieza mas preciada, cualquiera que ésta sea. Qui- zas me dejo llevar por los prejuicios. Quizas la antropologia es un grupo latente que sobrevive gracias a la creencia en una conspiracién externa. Pero una cosa es cierta: que la sociologia admita que no sirve ningun argumento funcionalista equivale a cortarse la nariz para fastidiar a la cara. No se puede ni empe- zar a explicar como un mundo de pensamiento construye el es- tilo de pensamiento que controla su propia experiencia sin al- guna forma funcionalista de argumentacién. Merece la pena hacer notar que los detalles que interesan apasionadamente a los antropdlogos les resultan aburridos a los fildsofos de la ciencia. A mi, como antropéloga, los detalles de la organizaci6n tribal no me parecen ni mds ni menos abu- tridos que los de la historia de la medicina. El bagaje documen- tal antropoldgico sobre el adulterio o el incesto no resulta mas indecoroso ni fisicamente més intimo o repugnante que los de- talles de las enfermedades venéreas. Tampoco es ms dificil es- n Cémo piensan las instituciones cribir o pronunciar los nombres de pueblos foraneos que pala- bras como gonorrea, sifilis, chancro blando o linfogranuloma inguinal. Los filésofos de la ciencia se toman muy en serio el aprendizaje de la terminologfa y las teorfas de la relatividad o de la fisica cudntica. Sin embargo, prestan escasa atencién al grupo social que es el vehiculo de un estilo de pensamiento. ‘Al identificar los descubrimientos en los campos de la fisica o la biologia como objetivo principal de su investigacion, los filésofos de la ciencia ya han adoptado una teoria implicita del conocimiento. E incluso una que ya se ha experimentado y re- chazado en otros 4mbitos, a saber, la concepci6n de un percep- tor pasivo. Han relegado implicitamente a un segundo plano la idea de la mente activamente organizadora, que se considera en general més Gtil al estudiar la percepcién. De este modo se han complicado la vida. Partiendo del punto que han elegido, no serdn capaces de sobreponerse a la ingente masa de detalles que les abruma a ellos tanto como a los antropélogos. Ambas lfne- as de investigacién se encuentran demasiado hundidas en unos bajos niveles de abstraccion como para poder ocuparse de las cuestiones de Fleck y Durkheim. mre Capitulo 4 LAS INSTITUCIONES SE FUNDAN EN LA ANALOGIA La génesis de un sistema de conocimiento plantea un pro- blema idéntico al de la creacién de un bien colectivo. Para Durkheim, la primera cuestién por resolver es el fundamento colectivo del conocimiento, Segtin su teoria, el vinculo social elemental sdlo se forja cuando arraiga en la mente de los indivi- duos un modelo del orden social. Tanto él como Ludwik Fleck incitaban a la polémica al escribir que la sociedad se comporta como si fuese una mente ampliada. Es mas del estilo de Durk- heim invertir los términos y considerar la mente individual como una mente social personalizada, El arraigo de una idea es un proceso social. Esto es compatible con la concepcién impe- rante en filosoffa de la ciencia que establece que una teoria atraiga gracias a su coherencia con otras teorias. Pero este argu- mento arrastra el peso de que todo el proceso de arraigo de una teorja es a un tiempo social y cognitivo. Y a la inversa, el arraigo de una institucién constituye en esencia un proceso intelectual a la vez que politico y econémico. Centrandonos en las formas més elementales de sociedad se puede sacar a relucir el principio 73 4 Corio piers las insti de legitimidad que jamais aparecerd en el arquea de los intend individuales. Para adquirir legitimidad, cualquier tipo dei tucién necesita una formula que fundamente su bondad e razén y en la naturaleza, La mitad de nuestra tarea consist demostrar este proceso cognitive en Ja base del orden social] otra mitad es demostrar que el proceso cognitive mas clemem] del individuo depende de las instituciones sociales. Reducida a su minima expeesién, una institucian es tan una convencién, La deliniciin de David Lewis resulta de g ayuda: una convencién surge cuando todas las partes tienen! jnterés comtin en que exista una regla a fin de asegurar la cog dinacidn, ninguna de cllas tiene intereses conflictives y ming na se desviard so pena de perder ka coordinacidn deseada (I wis 1968). Asi, por definicién, una convencién se halla en @ medida sujeta a autocontrol. Da igual que ol pueblo A celeh su dia de mercado los viernes o los sibadas, siempre y cuant no lo haga cl mismo dia que el pueblo vecino B. A nadie leq porta que se conduzea por la derecha o por la izquierda, todos quieren que exista wna regla que establezca el sentid la circulacién en carretera. La idea de que las instituciones nen ua comienzo autocontwolader resulta mas convincente Ja que postula que todos los problemas se desvaneven cual ln escala eg lo suficienternente pequefia, Mas Thomas Schell que tanto ha contribuido a Hamar la atencién sobre la nacién (1960), también ha recopilado muchos ejemplos muestran cudn ficilmente s¢ pueden perturbar las conve nes que se asientan sobre usa base de autecontrol (1978). 7 dos deseamos que existan convenciones para los pasos de pe tones, pero seremos los primeras en incumplirlas siempre 4 podamos hacerlo impunemente. Si se juntan suficientes peal nes impacientes como para formar una masa critica, se arrd ran. a la calle desafiando a los semaforos y atascando el tra Las condiciones necesarias para que surjan convenciones eff bles son mucho mas rigurosas de lo que pudiera parecer. 4 existe ningtin proceso continuade que lleve a las comunidat a desarrollarse para formar pequeitas jnstituciones que, 4 jysciones o¢ fandan en Ls artalogia 75 _ den origen @ owas mis grandes. Para convertinse en una ucian. social legitima, una convencidn mecesita una con- a paralela de orden cognitive que la sustente. economia institucional no dice practicamente nada acer- e la legitimacion, aunque a veees se ocupa de la au toridad, ow 1974). Es recomendable un cambio de terminologla que las ideas de Durkheim y Fleck sobre la legitimidad edan tomar parte en esta nucva discusién tan importante. mmbos escribieron sobre el grupe social, aplicando dicho tér- no a cualquier nivel de organizacién grupal. Durante el resto Ja presente obra, el pérmino «instieucién» se utilizard en el tide de una agrupacién social legitimada. La institucién de se trate en cada caso bien puede ser una familia, un juego o ceremonia. La auroridad legitimadora puede ser personal, |como un padre, un médica, un jucz, un arbitro o un maitre, o también puede ser difusa, como seria el caso de basarse en conitin acuerdo sobre algdin tipo de principio fundamental. oque si se excluye de la idea de institucian en estas piginas es alquier arreglo puramente instrumental o provisional que se onozea como tal, Se parte aqui de Ia base de que, en caso de naza, la mayoria de las instituciones establecidas son capa- de basar sus pretensiones de legi ad en su encaje en la aturaleza del universo. Sc considera que una convencidn se ha itucionalizado cuando ante la pregunta «:por qué se hace asi?», aunque la primera respucsta que pueda venir expre- da en términos de mutua conveniencia, la respuesta final, al bo del interrogatorio, acabara remiticnde al modo en que “aparecen los planetas en el firmamenro o a la manera en que se comportan naturalmente los humanos o las plantas. En estos tiempos esta de moda decir que las instituciones Sociales codifican informacién, Se les atribuye la toma de deci- iones rutinarias, la resolucién de problemas igualmente ruui- Danes y la realizacidn de una considerable parte de las activi- lades intelectuales corrientes en nombre de los individuos. se reciente trabajo resulta muy oportune. Sin embarge, ve- Tos que hay muchas formas de referirse a las instituciones 7 Comte peensam Las j come organizedoras de informacidn. A veces se trata de af curso que se puede comprar y vender. Tal es el enfogue: adopta la economia institucional. O. E. Williamson (1975) primié nuevo impulse al rema con su teoria de los efectos oferta de informacién sobre la organizacién del mete: dicha teoria cuentan dos factores. Uno se refiere a la difi y al coste de obtener la informacidén necesaria sobre el do, El otro trata del ntimero de empresas, Si éstas son muy, merosas y la informacién se puede obtener gratis, entonc sulta rentable establecerse por cuenta propia. En el contrario, es decir, si tan sdlo hay unas cuantas empresas informacidn es muy costosa, los costes de la transaccién see van mucho y lo rentable es emplearse en una gran empresa q pueda reducir dichos costes y controlar la informacidn. DD modo, el individuo realiza su eleccidn entre trabajar por propia a cambio de un beneficio o trabajar por un salario marco de una jerarquia basandose en criterios racionales, uti vez evaluade el entorne econdmico y sobre todo el coste del informacidn. Esve andlisis lo provocé la famasa queja de Hol Simen contra de la teoria de Ja eleetidn racional, a saber, q ésta atribuia al agente racional unas capacidades grotescame irreales para manejar informacién (Simon 1955). La racions dad humana se encuentra intrinsecamente limitada. Actua mente es muy corriente considerar la organizacién institucig; nal como una forma de resolver los problemas que plantea racionalidad limitada. Partiendo del andlisis de Oliver William son, Andrew Schotter (1981) ha reelaborado la descripcién dg las instituciones en términos de teoria de la informacion. Eil este sentido, la informacion no es una mercancia que esté may o menos disponible, sino cualquier cosa que sea noticia. Cua to mas predecible sea un aspecto de comportarniento, menol sera la informagidn que porte. El centro de interés se ha des plazade desde el flujo de informacién (que, en el sentido que lé dz Williamson, es bastante similar al flujo de mercancias) a lg investigacién de la cantidad de informacidn que porta un as pecto ¢n particular en el contexto de las expectativas mas sua esse fundan ca la analogi: cd anilisis, que s¢ basa en el modelo de la informacién de non, trata las estructuras insticucionales como for- mplejidad informacional. Las experiencias pasadas arenidas chi las reglas de una instimeidn de modo que ome guia de las expectativas de futuro, Cuanto mus te codifiquen las expectativas las instituciones, mayor ntral que ejerzan sobre la incertidumbre, con el efecto o de que el comportamiento tiende a acomedarse a la jnstitucional. De conseguirse este grado de coordina- J desorden ¥ la confusién desaparecen. Schotter presenta tuciones como mecanismos que minimizan la entropia. n por reglas empiricas y norms, y con el tiempo puc- bar almacenando toda la informacion tcil, Cuando encuentra institucionalizado, no se necesita m historia s mecanismos de almacenamiento: «La institucién lo dor (Schotter 1981, pag. 139). lo sto esté muy bien y en la linea de un andlisis durk- ana. Pero trepieza con el escollo de que ni se explica 9 aparecen originalmente las instituciones ni como adquie- lasuficiente estabilidad para llevar a cabo todas estas tareas. ter piensa que evolucionan con bastante facilidad a partir convenciones y de otras estrategias descritas en la teoria egos. Supone que se desarrollan de manera natural a partir equilibrio de fuerzas ¢ intereses en conflicto. Schotter es ode los muchos que se adhieren a esta versidn contempord- adel funcionalismo qué supone que en las fuerzas soctales se una tendencia hacia cl equilibrio, Los antropélogos, empe- ya se enfrentaron a esta cuestidn durante los aos cimcuenta an de mostrarse remisos a presuponer tal tendencia. 5i exis- su comprensidn ¢s muy precaria. El equilibrio no se puede Por supuesto. Ha de demostrarse, y mediante una demos- fidn distinta para cada tipo de sociedad, Schotter nos re- letda que es mas probable ¢l desorden que el orden. Antes de t realizar sus tareas redwctoras de la entropéia, la imstitu- 8 incipiente necesita algtin principio estabilrzador que impi- su fallecimiento prematuro. Dicho principio estabilizador 78 ‘Cémo piensan las instituciones consiste en la naturalizacién de las clasificaciones sociales. Es necesario que exista una analogia que permita reconocer la es- tructura formal de un conjunto crucial de relaciones sociales en el mundo fisico o sobrenatural, en la eternidad o en cualquier otra parte, con tal de que no se aprecie como un arreglo urdido socialmente. Cuando se aplica la analogia una y otra vez, pa- sando de unos conjuntos de relaciones sociales a otros y de és- tos nuevamente la naturaleza, su estructura formal se torna fa- cilmente reconocible y acaba por revestirse de una verdad autovalidadora. Pueden surgir convenciones sobre la division del trabajo, pero es probable que se vean constantemente impugnadas, a no ser que se pueda basar el principio que las justifica en algo dis- tinto de las convenciones. Por ejemplo, todo el mundo puede estar de acuerdo con la idea de que debiera existir una division fija del trabajo que no tenga que renegociarse cada vez que hay un trabajo que hacer. Es muy probable que todos sientan una fuerte inclinacién contra los trabajos monétonos, continuados y de escaso prestigio (Douglas ¢ Isherwood 1979). La diferen- ciacién natural de los sexos especializa a las mujeres en la con- cepcién y crianza de los hijos. Puede ser que la presién de la eficacia y la distribucién del poder anulen las preferencias indi- viduales y produzcan una division sexual del trabajo, pero, en cuanto se relaje la coaccién, este principio se pondrdé en cues- tidn. La analogia entre la complementariedad de la mano dere- cha y la izquierda y la de los sexos constituye un gran recurso retérico (Needham 1973). Asi, la ecuacién «hembra es a var6n como izquierda es a derecha» refuerza el principio social con una analogfa fisica. Si bien la divisién del trabajo en si no nos va a llevar muy lejos en lo que respecta al origen de la organi- zacién de la sociedad, esta analogia en particular es un punto de partida basico. Asi, por ejemplo: hembra var6n izquierda derecha stbditos rey Las instituciones se fundan en Ia analogta 79 Aqui de la simple complementariedad se ha derivado toda una jerarquia politica. Ulteriores elaboraciones metaféricas de la izquierda y la derecha pueden luego distinguir la division del reino en Norte y Sur, y organizar los puestos protocolarios en el consejo a la izquierda o a la derecha del rey. Con ello, se ha- bran justificado las principales divisiones territoriales y funcio- nes politicas en virtud de ampliaciones de la misma analogia (Gluckman 1941). Ademés, utilizar una y otra vez el mismo principio refuerza mutuamente cada contexto. En tltimo ex- tremo, todo el sistema se asienta en la naturaleza, en la preemi- nencia de la mano derecha sobre la izquierda, del Este sobre el Oeste, del Norte sobre el Sur, y asf sucesivamente. Las institu- ciones adoptan la estructura de una analogia tomada del cuer- po. Cuanto mas primitiva sea la divisién del trabajo, con ma- yor facilidad se podra trasladar la misma analogia de unos contextos sociales a otros. En la moderna sociedad industrial la relacion analégica entre la cabeza y la mano se utilizaba con frecuencia para justificar la estructura de clases, las desigualda- des del sistema educativo y la divisién del trabajo entre trabaja- dores manuales e intelectuales. La analogia compartida es un mecanismo para legitimar un conjunto de instituciones fragiles (Shapin y Barnes 1976). Para comprender cémo ocurre esto se ha de observar la ma- nera en que se resuelven los conflictos privados en espacios pti- blicos. Entonces se advierte cémo cada contendiente recaba la opinién publica para justificar sus actos en contra del otro, y se aprecia que los espectadores, que no tienen especial interés en el caso, escuchan con atencién a fin de ofr un principio general con el que puedan simpatizar. La analogfa favorita generaliza la convencién que todos prefieren. En el capitulo anterior, se describian las creencias religiosas como una expresién no necesariamente eficaz de los deseos de Solidaridad de los individuos. Ninguna razén de indole funcio- nal mostraba que el culto a los antepasados fuera capaz de pro- ducirla. Parecia que se perdfan el tiempo y los recursos inverti- dos en los ritos de sacrificio, Ahora hay que considerar un 9 Como piensan las insti argumento distinto. Los antepasados que operan desde el ogg lado de Ja vida surninistran Ja analogia naturalizadara que Sel las convenciones sociales. El interés ha de centrarse no ¢ como simbolizan la estructura de Ja sociedad, sino en cdmo jy tervienen en ella, Pudiera decirse que recibir culto es, de tod sus tareas, la que menos tiempo le lleva a un antepasado. El fg tado de sus deberes incluye un seguimiento active y cont de los asuntos cotidianos en respuesta a las demandas del p blica, 4 Fleck insistia en que fue la preocupacion del publico lo qu en cierta fase retrasd la indentifieacida de la sifilis, para mg tarde imponerla. A la larga, la demanda de una cura para la sifj lis se hizo mas perentoria que la de la tuberculosis, pese 2 qu esta ultima causaba de hecho mas victimas. Seguin Fleck, el d arrollo del conocimiento depende de como se espera que é intervenga en la vida prictica, Pensar tiene que ver mas con tervenit que con representar (Hacking 1983). Lo mismo p decirse de los antepasades, Se les conoce por sus interve nes. Cualquiera puede consultar bibliotecas rebosantes de b nas ¢inografias a fin de comprobar cdémo la instirucién de antepasados constituye un mecarismo de intervenctdn regul en la vida soctal, Muchos de los problemas que experiment Le fildsofas ta del origen social de las creencias religio: sas se derivan de tratar la religién como algo que sdlo ocurte en la iglesia. El error paralelo consistiria en aislar el culto alo antepasados del resto del entramado social, Es cierto funcionar bien, la configuracién de los antepasados refleja i estructura social. Afirmar que constituye una buena merdfor de la sociedad no explica por qué unas metiforas funcionat como catalizadores de la acciGn colectiva y otras no. La met fora no ¢s mas que una imagen y nos nos interesa una peor del conocimiento puramente representativa. El modelo ances tral tan sdlo resulta eficaz si la articulacidn de los actos de los antepasados sirve de articulacién al proceso social. ‘Cuando intervienen los antepasados, por lo general forma parte de uni sistema que confirma las leyes locales de transmi = priquciortes se Fanclin ee [a amslogia fl nde herencia. Quien quiera validar sus demandas ha de de- prar su ascendencia. El que desce oponerse a ellas deberi ugnar la genealogia, Los antepasados se manifiestan alli de la accién Ilega a un punto dlgido, controlande el fraude yicio a la manera de una fuerza de policia armada organi- ja por cada grupo corporative de linaje, Son guardianes, pri- de los derechos de propiedad y, segundo, de la moral ge- |, como una especie de Ministerio de Hacienda. Su widad se conoce por el peaje de sufrimiento que imponen a orosidad. Es evidente, empero, que los funcionarios del isterio de Hacienda son seres vivos reales, mientras que los pasados estin por definicidn todos muertos. Son los vives enes les atribuyen sus acciones, Ya nos dimos cuenta de que primeros intentos de anilisis funcional de los antepasados resultaban satisfactorios. Ahora hemos llegado a una posi- on de tipo marxista: los antepasados son un invento social- te necesario. El culco se asemeja mucho a un epifendmeno iertas relaciones de produccién. zMejora esto en alguna ida nuestra explicacion de como se llegan a aceptar las ere- fas? Mas bien no, ya que al adoptar la posicién marxista hemos mvertide el fervor religioso en un mero subproducto de las tensiones a la propiedad. Nos hemos ocupado de adorado- we prefiercn vivir en una sociedad donde se heredan la iedad y cl rango, Cada uno apoya sus pretensiones de ma- confabulada invocando a un antepasado poderoso, Cons- fan para inventarse seres inmortales que castigan a los reinci- tes. Desde este punto de vista, su religidn es un timo y, por easion, todo este argumento constituye un insulte para to- ios creyentes. El nuevo escollo con que hemos topado es la tgua objecidn ante el cinismo de las explicaciones reduccio- § de las creencias religiosas. Si se la examina mds atentamente, ni siquiera esta férmula ta funciona. Si toda cl mundo tiene uno que le apoye, to- Slos antepasados se devalian. Sus fuerzas respectivas se lan mutuamente. Por qué tenerlas en cuenta entonces? a2 ‘Cémo piensan bs ine Por el contrario, la explicacién basada en las conve, llega mucho mis lejos. Se iniciaria en ciertos puntos de eg brio donde todo el mundo desea que se establezea alpag de clasificacién de los parientes. Se podria empezar por ner que cada miembro de la sociedad tiene la necesidad ¢ de poseer al menos cierto margen de autonomia que respel resto de los descendientes de un mismo bisabuelo. Dj que todos quieren estar a salvo de las injerencias de tios y hermanas y hermanos, Gracias a una convencién cog emergente, todos ellos gozaran de credibilidad al invocar dre muerto para salvaguardar su espacio personal, siemp cuando respeten la misma pretensién por parte de sus he nos. La mayoria de los cultos ancestrales solamente cu unas convenciones realmente minimas. No necesitan de clones coactivas que las protejan. Para mantener su auto basta con saber que el punto donde se niega el ascendiente los antepasados es aquél donde es mas probable que estalle peleas que se desean evirar. Pero, gqué necesidad hay de ing cara los muertos? El argumento pragmiatico es muy fuert si, gNo se puede simplemente evitar la violencia, en previ de que se declaren esas peleas? La respuesta es que la cori cién social es demasiado transparenre. Necesita un prind naturalizador que le otorgue la chispa de legitimidad so que descan hacer, La analogia con la naturaleza podria d birse asi: coma un progenitor natural (pongamos por caso lobo oun ledn) es a su prole natural (lobeznos o leancillos) es un padre vivo a un hijo vive y un padre muerto aun muerto. Remontindose en el tiempo, la analogia puede jus car una relacién idéntica entre ¢] padre del padre del p muerto, el padre del padre muerto y, finalmente, el mismo dre muerto, siempre en consonancia con la escala de las nas vivas que pueden verse afectadas por los acuerdos soci legitimados. Es asi coro las instituciones sobreviven a la etapa en son frigiles convenciones: se fundamentan en la naturale por lo tanto, en la razdn. Al hallarse naturalizadas, forman erse funda en la analogs a adel universo y, de este modo, pueden presentarse «de wna argumentacién. Se han ofrecido dos cjem- jlustran dichos principios naturalizados de la organi- ocial. El primero trata de la fundamentacidn del Esta- vo en la analogia entre la relacién vardn/hembra y la izquierda/derecha; el segundo, de la fundamentacién inaje en la analogia de la relacién de los progenitores escendencia. En la bibliografia antropolégica abundan similares que otorgan un statws natural a las telacio- historia de Ia légica suele ensefarse, siguiendo a Mill, ea de la semejanza presenta dos aspectos. Uno se refie- semejanza matemiatica de las relaciones, como por cjem~- 16, Las cifras son distintas, pero s¢ mantiene la analo- que las relaciones formales son las mismas. En contraste anterior, existe el uso mes imprecise de la palabra seme- a, expuesto a toda clase de imterpretaciones arbitrarias. bign se ensefia que la semejanza en si es tan solo una base rable de la deduccién. Las semejanzas superficiales son en- . Por ejemplo, la categoria de los articulos comestibles ye muchos que parecen nocivos, y al contrario, En un ipio se clasified al tomate, que en la actualidad es un ele- to indispensable de las dietas occidentales, junto a las ba- venenosas de color rojo intenso, La semejanza superficial Huna base muy poco fiable para efectuar deducciones acerca mundo. Mas las semejanzas que proporcionan analogias iales favorables se elaboran sobre todo para legitimar insti- ones sociales, y su propdsito no son las inferencias sobre menos fisicos. Por otra parte, todo csfuerzo por fortalecer giles in jones sociales al asentarlas en la naturaleza re- Ita indril en cuanto se le reconozea como tal. De ahi que las 3 fundamentadoras estén siempre acultas y que el da- del estilo de pensamiento sobre el mundo de pensamien- deba permanecer secrete, Pero desengafémonos de la idea que cstas analogias se basan en semejanzas fortuitas. Sus opiedades matemiaticas formales sientan las bases sobre las ss Cémo picnsaw los ins que se erige la abigarrada diversidad de las construccioy las coronan. De Soto ha demostrado (1960) gracias a una de experimentos psicelégicos que los individuos son my paces de reconocer propiedades matemuticas de igualdad, plemnentariedad, transitwidad, exclusion ¢ inclusion en sus pias situaciones sociales. Las instimuciones se sobreponen dificuleades iniciales de Ia accién colectiva mediante la ut cidn de analogias formales que arraigan una estructura absqy ta de convenciones sociales en otra igualmente abstracta que impone ala naturaleza. Resulea necesario plantearse ahora como se escogen las ay logias procedentes de la naturaleza y, sobre todo, cémo se aun consenso acerca de ellas. Esto lleva a la pregunta, | mente previa, de cémo consiguen los individuos ponerse acuerdo sobre si dos cosas se parecen o no. ¢Dénde radi identidad? La respuesta ha de ser que se contiere la cualida idénticas al montén de cosas heterogémeas que constan ¢ integrantes de una misma categoria. Esta identidad la confi y fijan las instituciones. 1 “lo 5 ISTITUCIONES DEFINEN ice con tazdn que los individuos se encuentran constre- por las fronteras de su racionalidad, y es bien cierto que organizactones amplian los limites de su capacidad para jar informacion. Ya hemos mostrado cdmo las institucio- ecesitan establecerse mediante un mecanismo cognitivo. nveniencia mutua de las transacciones multiples no pene- certeza suficiente acerca de las estracegias de los demas ni ica la confianza necesaria..El mecanismo cognitive asienta titucién simultaneamente en la nacuraleza y en la razén de manifiesto que su estructura formal se corresponde tructuras formales ajenas al ambite de lo humane. fa que el discurso sea siquiera posible, es necesario, en lugar, Ucgar aun acuerdo sobre las categorias basicas. 5 instituciones pueden definir lo idémtico. La semejanza institucién. Se asignan unos elementos a ciertos conjun- donde las instituciones toman sus propias analagias con turaleza. Por una parte, la energia emocional que requiere acion de una serie de analogias proviene de preacupacio- 85 Bie Cima piensae las insti nes sociales. Por orra, existe una tensidn entre los incent para que las mentes individuales dediquen tiempe y esfuergg la resolucion de problemas dificiles y la tentacidn de relajay, dejar que las analagias fundamertadoras de la sociedad cirg dante se hagan carga de toda. Esto se pareee a la descripcig que hace Williamson de los costes de transaccidn, con 1a salyg dad de que en el presente caso todas las ventajas se decantag favor de sumarse al esfuerze corporative por conseguir gy funcionen las analogias fundamenctadoras, mientras que na aprecian mayores gansncias para el francotirador que hace guerra por cuenta propia, Por mis que muenten aislar su tral jo, fos cientilicos nunca escapan del todo a las presiones de sociedad en que viven, que a su vez son necesarias para d reollar el esfuerzo creativo. La teoria cientifica es resultado d la pugna entre las clasiheaciones que elabora un grupo de cien heos por razones profesionales y las que se aplican en un dio social mis amplio. Ambas arrastran wna carga emocional, los dos tipos de clasificacidn dependen de Is interaceién soctal Uno de ellos (el de los cientificas) realmza un esfuerzo decidid para depurar y especializar sus conceptos de modo que sea cuen aun discurso que, pese a formar parte de las rdeas arvaig das del grupo social mis amplio que lo engloba, difiere de tas, jAcaso no es este ala que se referia Fleck en su historia surgimiento de la idea centifiea a partic del arraigo misti moral y social? Tal como veremos en ¢] capitulo siguiente, 0 das las nuevas férmulas cientificas llevan siempre la impro. de sus origenes sociales. En la tarea de intemtar comprender son mis probables t desorden y la incoherencia, El descubrimiento de un alto grad de légica y complejidad siempre es motivo de sorpresa y TE quiere una explicacidn, La complejidad no significa cl isomoty fisme repetitive que recrea la misma metifora basica en oddl los cantextos, Un ordenamiento auténticamente complejo @ reswltado de un esfuerzo sostenido y debe existir algiin estiml) le que explique por qué se realiza tal esfuergo. Pleck creia qu enel terreno de la ciencia, le oferta de trabajo intelectual era 5) Feaieusiones deinen bo idénsica a ado de la demanda, y no sdlo en cuanto al -volumen cuar .o de trabajo aplicada, sina también en cuante a la selec- de los problemas a investigar (Fleck 1935, pag. 78}. Su- Samaras quC, 2 falta de una gran demands {entendida como Ejcencia de estimulos para una concentracion especializada), la asificacién cumpla unos objetives muy basicos siguiendo la a de] minimo esfuerzo, Dicha via desembocara répidamente ga ua conjunto laxe de analogias sociales tomadas de la natura- ea, ¥ ch este punta vendri a detenerse con placidex. Segin Geotirey Lloyd, lo anterior vendria a deseribir la si- acién de la ciencia y la medicina de la antigua Grecia. Mu- thes apuntardn que, para ser justas con la ciencia griega, se ha de reconocer que las analogias sociales tomadas de la naturale- ga han constituide la base de la mayoria de los tipos de medici- na practicados en el mundo hasta hace aproximadamente cien afios. Las caracteristicas del primer pensamienta especulativa gnego, tal como Jas deseribe Lloyd, se basan en dos esquemas, Une cansistia ch sun Pecurso Comstante a pares de Opucstos de diversos tipos, tanta en la doctrina cosmologica general como eo la interpretacién de Jos fendmenos naturales» (Lloyd 1966, pag. 7}. El macrocosmos del mundo se claboraba a partir de Jos contrastes entre aire y tierra, fuego y agua, calor y frio. La comprensiaa del otro eva, par analogia, ny laxa. Lloyd afir- Ma que no existia mayer preseupacidn por distinguir entre lo semejante y lo idéntico, ni grades de diferencia entre los mo- dos de opasicién que conforman alternativas exclusivas y ex- haustivas y los que no lo hacen. En este campo Jos antrapélo- gos han mostrada que el macrocosmes del munde se construye a partir del modelo de sociedad. Habria costado mu- So trabaje colocar en su sitio fas analogias sociales intrusas. El Feconacimiento de diferentes grados de similitud y diferencia constituye un ejercicio de lagica muy especializade, bien dis- ae de utilizar la légica para poner de maniftesto el orden so- Gal, Lloyd sefala con acierto que muchas sociedades primitivas wihzan clasificaciones dicotérmicas de Ja realidad que reflejan ae (Césne pocrion lied su propia organizaciéa dualista. En nucstro anterior ¢ de las convenciones se afirmaba que incluso aquéllas eyy SCOVANCH NG requiere UNA IMpOsIcrON EXbervor ¥ CUYO pgp miento desea todo el mundo tienen escasas oportunidadg sobrevivir a no ser que puedan aseatarse en la razdn y la raleza, En un punta cercane a la cdspide de cualquier ogg zacian, la estructura se basa en dltioa ingrancia ea ung oF cidén equilibrada, como ocurre en las clispides de los signa nacionales o internacionales. Pero de no existir instime coordinadoras u otros ordenamientos mas complejos, el |p colectiva mds significado a ese nivel consistira cn garany una situacién de rablas entre las fuerzas hastiles, La ampl fusién a nivel mundial de los puchlos cazadores organ en mitades y de otros sistemas duales evidencia los eshu por producir algdn tipo de bien social, aunque los inten resultan muy eficaces. Un sistema totémico naturaliza los eipios de equilibria, mas no asi la idea de las relactones jg quicas que rigen a los diferentes clanes cotémicos (Lévi-Seral 1963). Por falta de estimulos o de oportumidades para guir algo mis, los pucblos organizadas cn mitades se han og formade con equilibrar sus conflictos potenciales, Si se tam en cuenta las dificultades ambienrales, ella puede considera un logro notable, pero, en términas absolutos, es tan sélom pequeiio triunfo organizative. i De este modo se ha llevado el primer argumento hasta ultimas consecuencias. Las intenciones individuales de com truir una instinacién pueden ser muy buenas: es posible q individuas contengan sus propios impulsos ¢ intenten cool lar la tendencia generalizada a beneficiarse graruitamente cando analogias basadas en la naturaleza. Llegado ete Oe el argumento queda en suspense. Idénticas tendencias cF gadoras amenazan con destruir el bien comin tante a nivel telectual come a nivel de colaboracién social, {Came vel una analogia construida a otea? gCémo despega un sistema conocimiento? ¢Came compire una buena idea con otra? Te ello constituye un asunta clave en historia de la ciencia. T: ni definen Io iddeatico eo reblemas del bien colective a la esicra intelecwal, con jo, no permite cesolverlos. Los problemas sobre Eaue atestan pastes y coches que atascan autopistas de- jearse nuevamente come problemas sobre ideas que Jan unas sobre auas, compiten penmanentemente en= edestruyen de esa forma la base necesaria de la investiga- de reiniciar cl argumento desde la perspectiva de la considérese hasta qué punto la mas clemental de las icas depende completamente de la interaccidn social. imos a la idea de semejanzs & parecido. Cuande se cen diversos objeros coma micmbros de una misma cla- qué estriba su idemidad? La afirmacién de que el hecho ciertos objetas s¢ clasifiquen juntos se explica cn fun- su similitud parece ciertamente circular. Resulea inge- ordar ta cwalidad de ser idénticas que caracteriza a los ros. de una misma clase come si ésta fuese inherente a ios objctos o se basasc en wna capacidad de reconoci- ionalmente por los principios de las clasificaciones po- . Estas conducen a muchos niveles taxonémicos yen extreme, a juicios de orden moral y politica, Culturas s de Ia nuestra pueden funcionar sin poseer una buena fcacidn cientifica, Los aspectas en los que se puede afir- ¢funcionan son politicos, ecandmicos, sociales y ecald- A efectos de la imbricaciém de propésitos practicos, la ién popular construye un munde en cuya inteligibili- Puede confiar y que resulta lo suficientemente predeci- o para ser habitable. Los objectives de la clasificacian difieren considerablemente de los de la cientifica. Esta ast desarrolla a fin de expresar Ia teoria especializada que fa ¢n instituciones igualmente especializadas, que a su mbign poscen sus propias ideas fundacionales y se en- iran igualmence asentadas en la naturaleza, Cada grupo de Bilicas sdlo consigue resistirse a la tentacian de basarse en Soalogiss fundamentaderas de la sociedad externa en la me- 90 ‘Cémo piensan las institucigg, dida en que se encuentre aislado de ésta. Las arcanas complej, dades de la teorfa econémica brindan buenos ejemplos de siste mas conceptuales que sdlo pueden prosperar gracias a un altg grado de aislamiento académico, aunque su propésito sea ocy parse de los problemas de la sociedad mas amplia. Aun asi y a manera paraddjica, los economistas se sorprenden a si mismog lo quieran o no, elaborando demostraciones técnicas altament ‘ especializadas de opiniones que no proceden en absoluto de’ teoria econémica. Por ejemplo, lo que Hevé a Francis Edgi : worth a realizar su aportacion decisiva en el campo de la mates matica econémica a finales del siglo pasado fue su conven miento de que la teoria de la utilidad resultaba demasiadg igualitaria tal y como entonces se interpretaba (Mackenzie 1980). Resulta evidente de la comparacién de culturas que ningun tipo de identidad superficial puede explicar la asignacién dé ciertos objetos a determinadas clases. Todo depende de qué propiedades se escojan. Asi, el capitulo 11 del Levitico clasifica juntos, como animales que rumian, al improbable trio integra: do por el camello, la liebre y el tején, de modo que podria en tenderse que pertenecen a la clase de los ungulados rumiantes, pero, al estar sus pezufias hendidas de forma diferente a las del resto de esa clase, estan excluidos de ella. En el mismo capitulo; se clasifica al cerdo dentro de una clase compuesta por un sold) miembro, por tratarse del dnico animal de pezufia hendida que no rumia. Pero tanto esta clasificacion religiosa arcaica comd) muchas otras que ain se dan en nuestros dias, bien conocidas para los antropélogos, deben sus divisiones mucho mas a su capacidad para modelar las interacciones de los miembros dela sociedad que a una curiosidad desinteresada por los mecanis: mos de la naturaleza. El paso de la clasificacién de inspiracio® social a la clasificacién de inspiracién cientffica constituye UB giro fundamental. El anhelo de objetividad representa precisa; mente un intento de impedir que la investigacién se vea ap 1s" tada por las clasificaciones de inspiracién social. Es imposib) una transicién fluida desde la clasificacién de inspiracién soc [gastituciones definen lo idéntico ot ja cientifica. La primera no puede evolucionar hasta llegar a la sanda por el sistema de escarbar cada vez mas profundamen- = bajo la superficie de las cosas en busca de conocimiento, por sencilla razén de que la brisqueda de conocimiento no es ipo de sus objetivos (Lévi-Strauss 1962). “Los antropélogos miran con buenos ojos las ensefianzas de Quine que establecen que la identidad o igualdad se confiere a Jos objetos cuando los abraza una estructura tedrica, pero tam- ién hay que tener en cuenta que, como sefiala David Bloor, las eorias matematicas son instituciones, y viceversa. Yo afiadiria que las instituciones llevan a cabo las mismas funciones que la teoria; también confieren igualdad. Una vez desarrollado un modelo tedrico, pierden su ambigiiedad aquellos elementos que en la fase pretedrica tenfan una posicién dudosa. Al de- nostrarse su funcionamiento regular dentro del sistema, ad- quieren definicién. El contundente ataque de Quine contra el statuto independiente de Ja semejanza se remonta a 1961 0 in- dluso antes. La identidad no es una cualidad que pueda recono- ‘cerse en las cosas en sf; se trata de algo que se confiere a ele- “mentos dentro de un sistema coherente. _ Ensu critica a los usos de la semejanza, Nelson Goodman afirma que ésta es «una impostora, una intrusa, una charlatana. TIndudablemente posee su propio sitio y sus propios usos, pero ‘lo mas corriente es encontrérsela alli donde no debe estar, arro- gandose poderes de los que carece» (1972, pag. 437). Medin y “Murphy (1985) realizan una resefia muy valiosa de los trabajos Psicolégicos sobre la coherencia conceptual, particularmente 4 por considerarla ambos necesaria para demostrar a sus co- “1egas psicélogos que la semejanza no es una cualidad que se pis reconocer en las cosas en si, sino que se trata de algo que © confiere a elementos insertos en un sistema coherente. La Wea de una cualidad de semejanza reaparece una y otra vez -orque los conjuntos de cosas semejantes se encuentran tan Profundamente establecidos en el seno de cada cultura concre- que su identidad se reviste de la autoridad de lo evidente. La construccién de la identidad formal es una actividad inte- a ‘Camo piensan las 5 lectual esencial que pasa inadvertida, Quine ofrece uy especulacién, en forma de historia natural, sobre el de la clasificacién cientifica. Esta sz inicia —a su entende criterios innatas de semejanza y progresa mediante un 5 aleatoria de tanteo hacia mejores teorias y clasificaci nocidn innata de semejanza, que compartimes con los a reconace niveles de diferencia entre cualidades sensopp como, por ejemplo, distintas gradaciones cromiticas o cias. Quine considera que el paso desde tales nociones j de semejanza a la elaboracion de teorias a partir de nue grupaciones de objetos en clases se desarrolla de forma ff Este argumento patina en algiin sitio. gCémo es posible g la capacidad de distinguir entre conos del amarillo, o de ef tuar otros juicies sobre cercania y lejania o sobre owas dife: cias cualitativas, termine por llevar a la clasifieacidn de abj en clases? Identificar una clase de objetos significa pola excluir. Implica trazar limites, lo que constituye una acth bien distinta de la gradacién, El paso desde el reconocim de gracos de diferencia a la creacién de una clase basada semejanza supone en realidad un gran salto, La primera a did jamais podrd conducir por si sola a la segunda, del modo que una institucién jamas podra evolucionar hacia i organizacién completa de la informacidn si se inicia en com ciones espontdneas cuya observancia no requiere un mecal mo de imposicién externa. Quine imagina un criterio primitive de semejanza que undo, por ejemplo, de la nocidn de pez iria progresando hasg llegar a otre criterio modificade que excluiria ballenas y dell nes. En otro ejemplo, propone un criterio de semejanza mode ficado que trasciende los aspectos superficiales al agrupar ratones marsupiales con los canguros y excluir los ratones dinarios. Pero gde donde surgen las clases primitivas de peces ratones? Quine sugiere un proceso de maduracidn: A medida que maduramos, nuestro propio sentido de Is semejanza nuestro sistema de clases se desarrolla y cambia, ¢ incluso se tol es defines bo idémtiee a ftiéndoncs quizi clectuar predicciones cada vex mas ja larga aparecen criterios de semejanaa adaptados a la ica. Las cosas son semejantes, en el sentido posterior a Ja medida en que som partes intercambiables de la miaqui- ca que la ciencia nos revela, (Quine 1969, pag. 143.) ui Quine pasa a ocuparse de la experiencia de hacer = juicios de semejanza se correspondan con las relaciones as del munds, evaluando despuds hasta qué extreme las ces ramas de la ciencia necesit xinkas medidas de se- anza ¥ mencionando la idea de que éstas se podrian clasifi- bre la base de sus respectivas neciones de semejanza y glo. al grado en que sus distintas sistematizaciones de la leza resultan compatibles y entrelazables (pig. 136). Por , sefiala come etapa final de durez de una rama dela ciencia el hecho de que ya no necesine in irreductible de semejanza y clase, Es eneata dlcima etapa el vestigio animal se reabsorbe completamente en la woria 138), sta historia navural del auge y declive de las ideas de seme- sélo permitiria explicar una versién continua del mundo. je que algunas cualidades perceptivas se activen o desactiven amente, mientras que otras se van diluyendo suavemente, ro nunca todas ala vex. En el flujo incesante de las sensacio- jas objetos discretos no emergen forzosamente. Quine ha Ado sin explicar toda la nocién de sentide ldgico, que parte de euna situacion es lo que es ¥ no otra cosa, La transicidn enga- mente fluida a una clasificacién cientifica presenta cierto pa- elismo con la transicidn, igualmente engafiosa, de las conven- alas instituciones estables en Schamer. En su Treatise on Bic and Scientific Method (1874), WS. Jevons afirmaba que sta cl nifio mas pequefio reconoce la diferencia entre un cuer- frio y otro caliente» (Jevons 1874, pag. 24). De este modo, tkslizaba habilmente la idea de cuerpo dentro de Ia gradacién 4 Coinwo picasin Ins instil cualitativa innata de las propiedades térmicas. Quine es de do listo como para hacer lo mismo. Sabe que Ia ides de objey cuerpo requiere una explicacién mis amplia. Siempre sorprendente que come ejemplos de percepciones elemey los andlisis contemporancos de las clases naturales elijan o| aislados, tales como una manzana, un cuerpo, un objeto gi animal, La idea de que resulta mds sencille reconocer ol que relaciones abstractas es muy vieja. El argumento de J antes citado continuaba afirmando que «el perro puede reco cer a su amo,.. La categoria del intelecto comienza con la sep cién de los puntos de acuerda de los de diferencia... La ab cidn légica, en surma, hace su aparicién y la mente se vu capaz de razorar.. Al mismo tiempo surgen las nociones g rales sobre clases de objetos». En vista de lo persuasive del p cipio de Quine —que las clases son parte de uma teoria de trabg jo y no elementos independientes—, no cabria esperar que objetos aparezean siquiera antes de que alguna teoria del mu comience a clasificarlos. Y seria mis acorde con sus ensefia no centrar la cuestidn de las clases naturales en objetos nuestra cultura ya ha distribuido en clases. El problema de! clases naturales se inicia sin duda en los procesos clernentales: clasificacién y en los principios en que se basa la distribucién los objetos en clases. Una teoria del mundo tendria que comet zar forzosamente por la divisién, no por la gradacién. Segdn la desenpeién de Melanie Klein, la preacupacién pe rentoria del recién nacido, en sus primeros intentos por en trar orden en el mundo, no consiste en determinar gradacio! cualitativas (Klein 1975}, Puede que sea importante empe? por pregumtarse: «geste estado es mas caliente que. aquél? ¢ é estado es mas trio que ese otro», Pero desde el principio el p quefio se enfrenta al problema del acierto inductive, Necestt escoger, entre da masa de sensaciones presentes, alguna prictica para proyectar hacia adelante (por utilizar la expresiall de Goodman) una versién del mundo que funciane (Goodmiall 1983). La criatura carece de habitos en los que apoyarse y cualquier version previa que pueda reelaborar. definen lo idénsion 5 jar muestras no lleva a diseriminar entre clases. Se- in, fo verdaderamente urgente ¢s conocer qué experien- to dolorosas como agradables, provienen del interior y el exterior, El primer fundamento de unas clases pro- consiste en la diferencia cntre «yor y =no-yor (Klein gta tibia y reconfortance sensacién de alimento, gla he ido yo solo o he incorporado algo externo? ¢Consegui- réximo enfrentamiento, come a veces ha ocurride an- S| deseado desenlace de una incorporacién seguida de sue- ien, como también ha ocurrido a veces, habré una mulruosa que acabard en rabia y congoja? hn Stuart Mill cita a Coleridge cuando éste narra como lizaba la politica de su tiempo para el Morning Post uuili- Ja comparacién de los puntos de acuerdo y diferencia. cia de Napoledn la clasificaba junto a la Roma de los ros césares, la independencia de las colonias espaiiolas en ica con la guerra de las Provincias Unidas contra Felipe y asi sucesivamence. Mill consideraba que el sisterna de los s de acuerdo y diferencia no era un métode sdlido para predicciones militares porque la seleccidn de las analo- i ica (Mill 1888), Pero para el recién res la dnica que le permite discer- gradualmente entre el yo y lo otro, Las pregumias que hace aserejan a la inteligencia militar. Necesita saber si la fuente la leche, de ser externa, nace en un pecho o en varios y, si tivamente son varios, gcémo distinguir a los aliados de los 1emigos? ¢Es éste el pecho bueno o el malo? jEs para mi o va tra mi? La interaccién social mis temprana sienta las bases lz polarizacién del mundo en clases. La supervivencia de- de de poseer la suficiente energia emocional como para eguir que esta empresa clasificatoria elemental sobrelleve arduas tareas que requiere la construccién de un mundo co- tente y practico. La interaccién social aporta el elemento que falta a la interpretacién histérico-narural de los origenes de chisificacion. Y asi se Hega al enunciado de la segunda parte del ergumen- 96 Come pérnsan lay te. Los requisitos intelectwales que han de satisfacerse ung insticucida social sea estable tienen su correlaco, quisitos sociales de Ja clasificacién. Ambos resultan ind bles ala bora de sentar las bases de una epistemolog ninguno se basta por si solo. Una institucién funciong tal cuando adquiere un tercer punto de apoyo encauzagd energia moral de sus miembros. En el dltime capitule yo! mos sobre esta cuestiGn. Estos tres procesos operan al ur Al revolver y escoger entre las analogiss que ofrece la n, ga aquéllng en las que depositaran su contianza, los indiys tambien estin haciendo lo propio con sus aliadas y adve y con cl modelo de sus relaciones furwras. Mientras yen su versién de la naturaleza, estan conctrolando ba cién de su sociedad. En suma, estin construyende una fa que piense ¥ tome decisiones en su nombre. f Llegados aeste punto, podemos empezar a rastrear log) tes de confiar el pensamiento individual a un pilato auto co. En primer lugar, se da un ahorre de energia derivado de inercia y codificacidn institucionales. Este principio se eon ponde a una caracteristica bien conocida del lenguaje. Alg palabras se tornan muy pertinaces por la frecuencia de su Tanto la palabra como sus declinaciones se resisten a las santes modificaciones sintdcticas. Todos los idiomas se encu tran en permanente estado de mutacidn, pero sus vocablosin corrientes parecen gozar de inmunidad ante las nuevas fh nes. Por ejemplo, la voz inglesa corriente para hombre [n su plural arcaico [wen] han aguantado el empuje arrallad los plurales acabados en -s. Oponiendo idéntica resistenct cambio, las analogias sociales mds corrientes estdn siempre BEE sentes, dispuestas a cubrir en todo momento las brechas en eadenas causales cuando la demanda de razonamiente close no tienejla fuerza suficiente como para convocar les fuerzos de la elasificacién compleja. El peso de la inercia i tucional consigue que una serie de imagenes move adquieran el grado de fijeza necesario para que resulte post la camunicacién. Gpnes delinen to idémtico w situciones otorgan identidad. Las analogias de base anizan elementos dispares en clases y los dotan de jo moral y politico. Por ejemplo, la serie con la que venide familiarizande Lévi-Strauss, por wltima vez en mignza en la distincién entre naturaleza y culrura y va ndo a otros niveles. [nevitablemente, se agrupan en la clase aquellos elementos que figuran en la misma banda onomia, asi el sexo masculina con la cultura y el ferne- Scon la animalidad. eulrura : naturaleza naturaleza humana : maturaleza animal macho : hembra clasificacién sumergida justifica que se encomiende a jjeres urtas tareas especificas en la divisidn del trabajo, ya © trabajadoras agricolas, porteadoras u objetos hermo- ;apaces de pensar. También justifica el comportamienta enino caracterizado por la espontaneidad, el llante facil, los hos inconsistentes y el calor maternal. La teoria feminista tropologia ha insistido en que estas ecuaciones legitiman metimiento de las mujeres (Strathern 1980}. Incluso cuan- ae asocia el género femenino con el lado mis prestigioso de cuacién, ésta todavia sirve para justificar que las mujeres so- n las cargas fisicas mas pesadas. A manera de ejemplo, los ones de Bamenda, en el Camerun, solian dejar que sus mu- $ efectuasen los trabajos agricolas mds ardues basindose en le tan sdlo Dios y las mujeres podian conseguir que crecieran i cosas (Kaberry 1952). Les valores mas altos pueden situarse a la izquierda o a la echa; el peso de los valores en el esquema puede cargarse tht en una como en otra direccion, Un occidental moderno, ientado hacia la tecnologia, tender a dar mayor pesa a la anda derecha, mientras que un fundamentalista cristiano o lnsulmin se decantara por la izquierda al definir el ideal en los Buicntes pares: 98 Cémo piensan las instituciones pasividad actividad permanencia cambio antigiiedad — modernidad Cabe encontrar ejemplos instructivos en la manera en que se autodefinen las distintas profesiones. Los economistas son los grandes teéricos de las ciencias sociales. Las instituciones de su entorno se basan en muchas relaciones de pares ordena- dos. A menudo se describe su propio modelo de cultura de la siguiente manera: espiritual material poesia y religi6n economia filosofia especulativa _ciencias aplicadas metdforas imprecisas _teorfa rigurosa intangibles mensurables economistas Este conjunto de analogias coloca el trabajo cientifico junto con los objetos fisicos, los hechos mensurables y las teorias cientificas. Cuando los economistas tienen que determinar la escala de las necesidades humanas, como a veces deben hacer, se niegan a reconocer que han alcanzado los limites de su com- petencia profesional. En vez de admitir que estan a la par que el profano en la materia, continian hablando con autoridad profesional, apoydndose para ello en las analogias instituidas de la cultura occidental (Douglas e Isherwood 1979). El si- guiente esquema ilustra el desarrollo jerarquico de la oposicién espiritual : material. espiritual : fisico lujos (miisica, arte) : necesidades otras necesidades (fisicas) : necesidades primarias (comida, abrigo) EI resultado es que los planificadores y administradores se preocupan mucho por los déficit cfclicos en la disponibilidad Las instituciones definen lo idéntico 9 de alimentos y no tanto del equilibrio de los derechos de inter- cambio en toda la sociedad. Segtin A. K. Sen, ello da lugar a decisiones desastrosas cuando se declara una hambruna (Sen 1981). Se han utilizado dos ejemplos: el lugar de las mujeres en el mundo y el de los economistas en el esquema de las profesio- nes. Y se han elegido porque ilustran cémo la divisidn del tra- bajo confiere autoridad a una analogia que permite la firme in- sercién en la naturaleza de una situacién social estructurada. Como tal analogia, no gozaria de inmunidad ante las dificulta- des que acosan a las clases naturales. Las analogias pueden ob- servarse por doquier. Pero cuando una analogia se empareja con una estructura de autoridad 0 de precedencia, la pauta so- cial refuerza las pautas Idgicas otorgindole mayor relieve. He aqui dos esfuerzos, social el uno, intelectual el otro, que se sus- tentan mutuamente. Las pautas de autoridad 0 precedencia dis- frutan de una posicidn privilegiada ya que, como bien dice Thomas Schelling, sus componentes indivisibles mas pequefios son personas (Schelling 1978). Una persona no se puede divi- dir, no puede encontrarse en dos sitios a la vez, no puede ser al mismo tiempo superior ¢ inferior dentro de un contexto deter- minado ni estar en misa y repicando. Se llega a un punto donde ya no es posible efectuar mas reorganizaciones de las pautas en que intervienen personas. Las pautas de autoridad o preceden- cia también se benefician del hecho de que seamos animales so- ciales, educados desde la nifiez para reconocer los materiales mds elementales de la metdfora y la analogia en nuestra propia experiencia social. Como si de una chamarilerfa se tratase, estos fragmentos prototedricos se hallan tirados por ahi, listos para servir de ve- hiculo a las preocupaciones sociales mas profundas del pensa- dor o sencillamente para respaldarse en ellos cada vez que se agote la energia necesaria para realizar una tarea clasificatoria independiente. Lévi-Strauss concibié la imagen del pensador como bricoleuv, como artesano aficionado que convierte un re- loj estropeado en un soporte para pipas, una mesa rota en un 100 ‘Cémo piensan las instituciones paragiiero, el paragiiero en una lémpara y cualquier cosa en otra. El bricoleur utiliza todo lo que tiene a mano para efectuar todo tipo de transformaciones dentro de un inventario dado de enseres domésticos. Segtin Lévi-Strauss, este bricolaje caracte- riza el pensamiento primitivo. En una sociedad donde la tecno- logia y la division del trabajo se han fijado en un nivel determi- nado durante generaciones, la gente puede dejar vagar su pensamiento especulativo, pero éste no puede traspasar los li- mites trazados por la tecnologia estable y la pauta de trabajo. En una suerte de juego intelectual, lo que Lévi-Strauss deno- mina pensamiento salvaje despliega toda una panoplia de inge- niosos paralelismos ¢ inversiones, que resultan en complicadas transformaciones de su repertorio de analogias. Lévi-Strauss admite que también existe bricolaje intelectual en la sociedad moderna, pero solo en recovecos a salvo de la presion del cam- bio. Y aunque él mismo no Ilevé las cosas tan lejos, su nocién de bricolaje describe muy bien las analogias recurrentes y los estilos de pensamiento que caracterizan cualquier civilizacién. El determinismo bioldgico es justamente uno de estos ele- mentos recurrentes en la historia intelectual de Occidente. Siempre esta disponible, bajo caracterizaciones nuevas, para demostrar que una oleada de inmigrantes o un estrato social inferior estan viciados por su herencia y que, en cambio, los privilegiados poseen una constitucién fisica més atractiva que transmitir a sus herederos (Gould 1981). Por poner otro ejem- plo, la idea del cambio gradual se opone una y otra vez a la del cambio brusco y discontinuo, invocéndose en apoyo de una u otra a la Naturaleza, Dios y la Biblia. Los defensores del statu quo tienden a pensar que la naturaleza favorece la continuidad; los partidarios de reformas radicales hacen una interpretacién bien distinta de la naturaleza. Hasta la ciencia, pese a hallarse tan cuidadosamente separada de las inquietudes politicas co- rrientes gracias a su terminologia, a sus establecimientos de en- sefianza y a sus lugares de trabajo segregados, muestra idéntica tendencia a fundamentar sus instituciones en analogias con la naturaleza y a encontrar una correspondencia entre el marco Las instituciones definen lo idéntico 101 mas general de sus controversias y el debate politico de su tiempo. El valor de la urbanidad frente a la rusticidad, o invir- tiendo los términos, la visién de la ciudad como pozo de ini- quidad frente a la sencillez y bondad de la vida rural, persisten ‘aes tema de controversia. Este conjunto de opuestos que in- yoca el enfrentamiento entre naturaleza y cultura es constante- mente remozado, en un trabajo de bricolaje, a partir de los res- tos del Ultimo debate con el fin de proporcionar analogias naturales para cualquier nueva discusién que esté en el candele- ro politico. La construccién de analogias a partir de la naturaleza para sostener el sistema social vigente es bien conocida para los an- tropélogos y otros cientificos; de ahi la necesidad de volver a enunciar las nuevas ideas que se han presentado en este capitu- lo. No es muy corriente aplicar la idea del bricolaje como for- ma de pensamiento institucional a los problemas de la eleccién racional. Los dos campos de investigacién, la antropologia simbélica y la teorfa de la eleccién racional, suelen mantenerse bien separados. Aparte de esto, merece la pena formular estas ideas no sdlo porque facilitan una nueva perspectiva para enfo- car los problemas de la accién colectiva, sino también porque modifican nuestra concepcién de la cognicién humana. Reco- nocer la implicacién de la persona individual en la construc- cién de instituciones desde el comienzo mismo de la empresa cognitiva no puede resultar mas que beneficioso para el enfo- que de la cognicién individual en su conjunto. Hasta los senci- llos actos de clasificar y recordar estan institucionalizados. Capitule 6 | \s INSTTEPUC TONES RECUERDAN Y ORV iL) la diez aos, mas © menos, los libros de texto se quedan uados, Su revision es necesaria, en parte, debido a nuevo anti descubrimientos cientificos 0 a mas profundas y reveladoras in vestigaciones de los historiadores. Pero, mas que nada, debe atribuirse a que durante ese tiempo la ciencia ha adquindo con notaciones demasiado religiosas o escandalosamente irrespetuo sas (Nelkin 1977), 0 a que la historia de la pasada dec ada produ ce una impresion politica inconveniente (Fitzgerald 1979). En el transcurso de esos aos ciertos esléganes habrin acabado por resultar risibles, algunas palabras se habran vuclto huccas y otras demasiado densas, demasiado cargadas de crueldad y r¢ sentimiento para la sensibilidad del momento. Alyunos nom bres habran adquirido lustre, mientras que se borrard de los anales a otros que habrin perdido tirén. EI estuerzo de revision, sin embargo, no esta encaminado a conseguir una superficie op te lisa y perfecta, El espejo, si como tal puede considerarse Na El pron distorsiona lo mismo antes que despucs de la revision. Posito de ésta es conseguir que las distorsiones se austen 103 I sentir d Fits, al sentir de nuestro tiempo, tifora muy pobre de la are tia Pie de la verdad hist6rica no est intentande que se mas nitida de su propio rostro, ni tan Siquiera bape ga mas favorecido. La manipulacién y Ons 6 a a, tes no constituyen mas que un pequefic ‘ por remodelar el pasado. Al examinar deta tern truyen los tiempos pasados, nos damos cuentz ee © Come. dad dicho proceso tiene que ver muy Poco con ef I cn see chisimo con el presente. Las instituciones crean eee sa no se puede ver nada ni se pueden hacer Pregune =e | 1én hacen que otras zonas muestren una prolija preciass é detalles, que se estudian y ordenan con minuciosidad. La hiss. ! ria, a medida que surge, cobra una forma no Intencionada come resultado de actividades encaminadas a fines Practicos inmedie tos. Observar cémo establecen dichas actividades Principios se lectivos que resaltan cierto tipo de acontecimientos al ee que oscurecen otros equivale a investigar cémo influye el orden _ social en las mentes individuales. La memoria publica es el sistema de almacenzmientodel o- den social. Centrarnos en ella es el tinico modo de acercarms una reflexién sobre las condiciones de nuestro propio pease miento. Podemos seguir la pista de las operaciones lopez. mas resulta en extremo dificil reflexionar criticamente sobre dias Estamos utilizando un conjunto exhaustive de bs carga publicas sobre las que se realizan las operaciones legjeast Soe ”ésas las categorias correctas para nuestras preguatas? ~~ - nifica la correccién de las categorias? Y, dejando 2 re 2 que ya hemos sometido 2 andlisis, zqué dear sobre Be hemos tenido en cuenta? zY qué decir de los ae que hubieran podido construirse pero no Hlegaroa 2 Peo imposible enfrentarse directamente 2 est2s eae cabe sortear los enigmas wee y obsener 3 Ane examinando los procedimientos memaon 5 donde se almacenan determinados modelos de a0 | } publicos y se rechazan otros. i 104 nes reeuerdant ¥ olvic pro de amnesia estructural aparecio en he antropo ira vii en 1940 con la publicacion del libro de logit eet chard Los mer (1940). El trabajo de campo en cl gvans Pri ‘ba Me remonta a comienzos de los anos ureinta, FI basa jue SC que slogo estaba ya prevenido en cuanto a la relacion entre “ tropolog . , a Pe aal y memoria gracias ala escucla francesa de Lannce orden soc . sociologique . ona colectiva (1950). Y ciertamente, Marx y He memoris bian dejado su huella en este terreno. EL presente capitulo no trata de ineitar a la polemica sobre la autoria original del descu jyimiento. Tan s6lo ocurre que en la misma época dos autores \, sobre todo, al trabajo de Halbwachs sobre la Lya ha contemporaneos convergieron sobre cl mismo problema, lo trataron en términos muy similares y olrecicron explicaciones en muchos aspectos comparables. Uno es Evans-Pritchard y el otro Robert Merton, éste en el campo de la sociologia. Merton cos olvidan constantemente se preguntaba por qué los cientifi algo que resulta muy evidente y por qué se sorprenden tanto cuando se les Hama la atencion sobre ello. Ese algo es que la ciencia es una empresa colectiva. Durante siglos, los problemas arduos y las buenas soluciones han sido como una multitud dindose empellones, y si alguien realiza un descubrimiento, no debiera sorprenderse al averiguar que no ha sido el primero en lograrlo, Es casi seguro que, de una u otra forma, su descubri miento no habra pasado desapercibido para otros. En un largo eirdnico ensayo, On the Shoulders of Giants (1965), Merton se explaya sobre Ia futilidad de intentar determinar quién fue el primero en decir algo. Parece que las mejores ideas y las citas mas famosas hayan estado siempre ahi. Lejos de atribuirse la primicia, el mismo Merton advertia que 350 anos antes Francis Bacon habia esbozado ya una hipotesis para dar cuenta de los multiples ¢ independientes redescubrimientos de una idea. ee eels suclen darle la vuclta a la pregunta. NO fees ~ a ae iates por qué olvida la gente. Para ie Shea Bent lar que ha de explicarse es cl de recordar. gia ha heredado un antiguo ¢ ori bre el ance inte . DUDE ne. clectual basado en la tecnologia bélica, ‘Tradi onal- zs Cémo piensan las institucional mente, lo asombroso era que unas gentes armadas tan sélo coy4 flechas primitivas pudieran recordar nada en absoluto. La tecd nologia no es un criterio tan malo. Hay logros de ingenieriqi que no hubieran sido posibles sin la invencién del célculo di. ferencial y triunfos administrativos que dependen de la conta: bilidad de partida doble. Puede que algunas técnicas basicas de diferenciacién, cdlculo y memorizacién constituyan un requi- sito previo para cualquier forma concreta de conocimiento, Los antropdlogos siempre han prestado mucha atencién a las técnicas para contar de qué dispone cada sociedad. Se han sen- | tido especialmente fascinados por aquellos pueblos que pare- cen prosperar sin ser capaces de contar mas que hasta tres. Los primeros autores se interesaban mucho por las grandes haza- fias memoristicas que llevaban a cabo gentes cuyo nivel de competencia técnica era muy bajo. Por lo general se pensaba que el secreto residfa en un aprendizaje repetitive y maquinal (Bartlett 1932, Colby y Cole 1973). Ello encajaba muy bien con la suposicién de que los progress intelectuales auténticos (que presumiblemente llevan a un armamento mis sofisticado) se dan cuando el individuo se libera de las trabas instituciona- les. Sin embargo, dicha suposicién presenta indicios de hallar- se a su vez fuertemente sujeta a trabas, tal y como se verd en el siguiente capitulo. Teniendo en cuenta sus planteamientos opuestos del mismo problema, no deja de ser admirable que Robert Merton y Evans-Pritchard confluyeran en una solucién idéntica. A uno le intrigaba que se olvidasen constantemente los multiples des- cubrimientos cientificos; al otro que se fijasen indeleblemente en la memoria tantas series de nombres a partir de innumera- bles generaciones de antepasados. Ambos adoptaron el sistema social como unidad. Merton consideraba que el olvido sistem4- tico era un componente integral de la organizacién de la cien- cia; Evans-Pritchard, que el recuerdo sistematico lo era de la organizacién de un pueblo de pastores de Sudan. La pregunta de qué cientificos y qué antepasados llegan a ser recordados es, en definitiva, la misma. El estudio de Evans-Pritchard sobre la s instituciones recuerdan y olvidan 107 Las y forma en que los procesos cognitivos de los nuer se hallan en-, cerrados en sus instituciones es todo un clasico. Dada la extre- ma sencillez de su tecnologia, resulta sorprendente que puedan recordar por lo general entre nueve y once generaciones de an- tepasados. ¢Cémo pueden acordarse de todos ellos si sélo lu- chan con lanzas y garrotes? Un examen més atento muestra que olvidan ms de lo que recuerdan. Sus genealogfas persona~ les pretenden remontarse a los origenes del tiempo, mas once generaciones ni siquiera cubren su propia historia en la region. Ha habido mucho olvido. También es curioso que el nimero de los progenitores conocidos no sufra variaciones a pesar de la continua aparicién de nuevas generaciones. En algtin punto se est tachando de la lista a muchos antepasados. Desde la apari- cién del fundador de la tribu, sus dos hijos, sus cuatro nietos y ocho bisnietos, se ha abierto en algiin sitio un gran agujero, por el que se han precipitado de cabeza una multitud de ante- pasados. No se les ha olvidado al azar. La fuerza y debilidad del recuerdo dependen de un sistema mnemotécnico que cons- tituye el propio orden social. Con el estudio de los nuer se de- mostré de manera explicita la forma en que las instituciones di- rigen y controlan la memoria, Lo que sigue es un resumen efectuado a partir de tres obras de Evans-Pritchard (1940, 1951, 1956), que ya se han analizado en otro libro (Douglas 1980), La cosa funciona asi. Entre los nuer, el equivalente de un procedimiento de validacién generalmente aceptado es la ecua- cién fundamental de que cuarenta cabezas de ganado ratifican un matrimonio. Si se pusiese en duda esa cantidad fija, habrian de renegociarse todas las transacciones basadas en la adecua- cién de la misma. A partir de esta base se pueden calcular todos los demds derechos. La férmula puede hacerse extensible para dilucidar la compensacién apropiada por matar a un hombre: 1 mujer y su prole = 40 cabezas de ganado = 1 vida de. hombre. Asimismo, se ramifica en multiples ficciones juridicas. Bajo ciertas condiciones, resulta que 1 mujer = 1 hombre, de modo que se puede considerar un vinculo femenino como si fuese iy ‘Cémo piensan las institucion, masculino, De esta manera, se parchean los baches en la genead logfa para que ésta muestre una sucesidn ininterrumpida de vad rones. Mediante una ficcién semejante se consigue que uns hombre muerto conste como padre de un hijo concebide de: pués de su muerte. Las reglas de contabilidad nuer permiten la’ flexibilidad sin ambigitiedad ni contradiccién. 4 La memoria publica nuer viene a ilustrar un principio de | coherencia: las f6rmulas de ratificacién entrelazadas generan un ahorro de energia cognitiva. Si nos interesa saber cémo ad- quieren su longevidad ciertas teorias, Fleck sefialarfa a nuestra % atencién él servicio que prestan a las transacciones privadas. E] conocimiento que una sociedad tiene de su propio pasado esti “ controlado por unos cuantos procedimientos aceptados para * efectuar reclamaciones individuales. Los matrimonios nuer son puntos nodales de una pauta regular de intercambio que clasi- fica y aglutina una serie de transacciones en un tipo de contrato uniforme. Los nuer tienen razones muy poderosas para pre-, sentarse en una boda y trazar en ptiblico sus relaciones exactas de parentesco. Y es que un nuer que asista a una boda puede esperar, o bien que le regalen una vaca, o bien tenerla que rega- lar él. Los que contribuyeron a los gastos del novio reclamarén una vaca cuando se case la hija de éste una generacién después. Una de las reses que se distribuyen en una boda le corresponde a un pariente de la quinta generacién, después de lo cual no se admiten otras reclamaciones. Las bedas y la distribucién de ga- nado ordenan la memoria del pasado en todas las direcciones hasta remontarse al padre del padre del padre, lo que constitui- ria una impresionante proeza de memoria de tener que hacerlo uno solo, mas la repeticién de las pautas ofrece grandes incen- tivos para no olvidarse y su afirmacién publica reparte la carga que supone acordarse. Por lo tanto, no se perder4n toda una serie de nombres, tales como los del padre del padre de mi pa- dre, los de sus hermanos y hermanas y los de su respectiva des- cendencia, si se engranan en las estrategias de validacion de las reclamaciones privadas, Una teoria acerca de la manera de administrar el mundo no-

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