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Toda acción educativa debe evaluarse y es aquí donde quiero centrar la atención
en este escrito, en la evaluación, por ser tal vez el aspecto más descuidado de la
educación y al que menos atención le prestamos, ya que la limitamos a la
aplicación de pruebas escritas que pretenden medir “lo que los estudiantes han
aprendido” en la materia orientada, desconociendo sus procesos de aprendizaje.
No significa lo anterior que los exámenes no deban hacerse, claro que son
necesarios, pero no podemos continuar planteando pruebas tan olímpicamente,
sin tener en cuenta aspectos relevantes para la formación de las personas como
habilidades, destrezas y actitudes y menos aún, cuando nos hemos centrado en
los resultados del proceso evaluativo.
Todo docente, en cualquier nivel, grado o asignatura requiere tener en cuenta los
cuatro puntos anteriores, sólo siendo conscientes de dichas premisas, estaremos
en capacidad de planear y desarrollar un proceso de enseñanza-aprendizaje con
una dosis de significatividad y sentido que propenda por el desarrollo del
pensamiento para aquellos que se encuentran en un proceso formativo.
Las diferencias entre los estudiantes son variadas, pueden ser de tipo cultural,
intelectual, social, afectivo, entre otras; cada persona tiene su estilo de
aprendizaje. Catalina Alonso y Domingo Gallego (2003) definen los estilos de
aprendizaje como los “rasgos cognitivos, afectivos y fisiológicos que sirven como
indicadores relativamente estableces de cómo los discentes perciben,
interaccionan y responden a sus ambientes de aprendizaje”.
NOVAK, por su parte, clasifica los estilos de aprendizaje en tres: visual, auditivo y
kinestésico, cada uno con sus particularidades. Una persona visual aprende mejor
cuando tiene el apoyo de recursos visuales, cuando lee él mismo un documento
requerido, porque cuando alguien le lee se le dificulta su comprensión. Una
persona auditiva necesita escuchar, por ejemplo, al docente en su exposición, no
aprende bien cuando le escriben sino cuando le dictan. Una persona kinestésica
aprende cuando hay implicaciones de movimiento y a través de ciertas prácticas;
su aprendizaje es más lento que el visual y el auditivo.
• Punto de Llegada: Tiene que ver con los aprendizajes posteriores y/o
superiores que yo llamaría significativos o reales. Estos hacen referencia a
aquellos conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes adquiridas por
los estudiantes y han significado transformaciones importantes; es en este
momento donde las estructuras cognitivas se amplían o modifican.
Una vez que el docente tiene claro este proceso, puede emplear un conjunto de
estrategias, procedimientos, fundamentos y categorías con las cuales puede
examinar al alumno y emitir juicios y conceptos valorativos frente a su desempeño.
Sólo con un proceso sistemático y cuidadoso de evaluación podremos facilitar un
aprendizaje significativo y ante todo, aplicable en determinadas situaciones y
contextos.
Por último, quiero anotar que la evaluación no pude seguir estructurándose para
medir conocimientos, tampoco debe plantearse un día antes, es una acción que
requiere ser planeada, asumida desde el inicio del año escolar y tener unos
criterios y objetivos claros, en procura de lo que he resaltado durante este escrito,
la formación humana.