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a im Cornelius Castoriadis CMOTOURTVC NUE UURI CTY Ege DIBUJOS: EDUARDO STUPIA CENTRO DE ESTUDIOS DEL CLUB DE CULTURA SOCIALISTA El Club de Cultura Socialista organizaré, durante 1988, un centro de Estudios especiticamente dedicago a la problematica del cambio y la transfarmacién. Esta ini- Ciativa coordinara los estuerzos de intelectuales, politicos @ investigadoros nacionales @ internacionalos a fin de crear un ambito do estudio y difusién, de ensefanza © investigacién, de discusion y diseAo de proyectos, Partimos de la conviccién de que es necesario renovar la cultura de izquierda en la Argentina y de que elo sera posible sdlo si comprometemos a sus mejores intelec- tuales en una tarea al mismo tiempo académica y politica. El Contro do Estudios sistematizara en un currl- ‘culum organico perspectivas que conciernen a la pio: duccién y el fotalecimiento de alternativas socialistas en el marco de una dindmica democratica. El Centro do Estudios incorporara como base de su pro- grama un elenco de cuestiones relacionadas con la economia, la sociedad, el Estado, la cultura, no sélo en sus dimensiones nacionales sino también en lo que re- sulta de las experiencias intemnacionales de cambio; no s6l0 en el analisis de practicas y propuestas de gobler Nos y partidos sino también de los horizontas de trans- formacién emergentes de la dindmica societal; no sélo en un corte sobre el presente, sino en Ia historia del so: Cialismo, la discusién de nuestras tradiciones ideobgicas. y el cruce de estas tradiciones con otras lineas de pen: samionto cientitico y flosdfico. El Centro de Estudios se propone como espacio de ensefianza e investigacién, regido por los estandares mas exigentos, sensible a la experimentacién y ala dis- cusién sustantiva de valores, proyectos y politicas; atento a los reclamos de la sociedad en un marco donde sea posible considerarlos con la urgencia de ofrecer proposiciones criginales e imaginativas. Con el Cento de Estudios, el Club da Cultura Socialista inicia una etapa importante de proyercién piblica, Como el Club, al Centro sera un espacio pluralista, abierto al didlogo con todas las perspectivas democraticas sobre el cambio, El Centro reconoce su afinidad con un patrimonio histérico socialista y, actual- izando ese legado, se propone incidir sobre la sociedad y la politica argentinas que hoy requieren planteos inno- vadores frente a las cuestiones abiertas de la transfar- macién socio-econémica y la profundizacién de la domocracia. Calendario 1988 Inseripcién: del 1 al 13 de abril Primer cuatrimestre: 13 de abril-7 de ju Segundo :cuatrimestre: 3 de agosto-27 de octubre Para toda informacién, dirigirse al Club de Cultura Socialista, Bartolomé Mitre 2094, primer piso, toléfono 953-1581, de martes a viernes de 18 a 21 horas. PUNTO DE NIST. puede adquirirse en el Interior: Rio Cuarto: Libreria Lema, Sobremonte 617 General Roca: Gimhuo Libros, Av. Roca 1504 Mar del Plata: Don Quijte Libros, Rivadavia 2409 — Erasmo Libreria, San Martin $303. Cordoba: Libreria Rayvela, Colén 678, Catamarca: Libreria Rail Achaval, Republica 516. San Luls: Libreria Mediterraneo, Pringles 1018. Tucumén: Libreria Informacién Inoperante, Rivadavia 692. Rosario: Libreria Libro-Libre, Cordoba 1773. Enel Uruguay: Distribuidora A la Vista SA, Parana 750, Monte: Video. Consejo de direccién rlos Altamirano José Aricé Maria Teresa Gramuglio Juan Carlos Portantiero Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Directora Beatriz Sarlo Diagramacién Carlos Tirabassi Suseripciones En la Argentina, un ano: A 30. nel exterior, via superficie: 25 délares: via aérea: 30 délares Punto de vista tecibe toda su corresponden cia, giros y cheques a nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49(B), Buenos Aires, Argentina, Teléfono: 953- 1581 Coordinacién grifica: Monica Urrestarazu. Impresién: Talleres Graficos Litodar, Viel 1444, Buenos Aires. Registro de la Propiedad Intelectual en tramite La responsabilidad debida “In dreams begins responsability.” William B. Yeats DIANA CHORNE y MARTA MARGULIES PPB essence dos tos de feormenos. Por une do, las leyes "Je punto final” y “de obediencla debt da", qe fueran recientemente.promulgadas,® Por el tro, ta focucion que, desde hace varios af, se ha incorpor al discurso. comin de nuestro medio: “yo, argentino” En un sentido —el que aqui nos interesa— son variacio- nex en forno a un mismo tema: el de la responsabilidad En un caso, la certeza inconmovible que parece brindar ts defensa de los valores autnticos que conforman nuestro ser nacional, occidental y crist ha terminado oficiando de justificacion Gltima para cri es de lesa humanidad. En el otro, una propensién casi idiosincratica a “lavarse las manos” se ha visto ingularmente fortalecida por el age lo tal de una serie de expecialidades: pedagoro®, psicdlogos, Sinitaristas y-trabajadores de la salud han venido multipl- cando las explicaciones razonables que vuelven cada ver ‘is comprensible por qué se puede haver ol mal sin inten cién, ‘Adviértase que, en ambas instancias, opera finalmente un dispositive. similar: el recurso a una bisqueda de motive- Giones que permitan exculpar la violacion de la ley. Pores se parecen también las sohuciones que se proponen: balo el nombre de educacién o de tratamiento, se invoca siempre ls prevencién como el medio idéneo para un adecuado en- srandecimlento de los capacidades yoloes En lo que sigue, patiremos de algunas elaboraciones cri- tieas acerea de los vinculos entre crimen y responsabilidad para ocuparnos expreaanente, después, de la manera en que este Giltimo tema es abordado en diversos escritos de Freud y de Lacan, Ja accién penal contra toda persona que hubie- ilados a la inetauracion de formas violentar de accion politica hasta el 10 de septiembre de 1983" (del art 10, de la ley de Punto Fina) “Se presume sin edmitis prueba en contra- rio que quienes a Ia fecha de comisién del hecho revistaban como oficiales jefes, oficiales subalternos, suboficales y personal de tropa de las Fuerzas Armadas, de Seguridad, polisales y penitenciaras, no son punibles por los delitos a que se refiere el artioulo Lo. dé la ley 23.049 por haber obrado en virtud de obediencia debi (@elart. 1, de la ley de obediencia debida). ** E1*Yo, argentino” debe ser leido como una férmula —esto es, ‘como una pequefia forma— que resume enunciados tales como "no "lo hice sin querer”, "'yo qué tengo que ver”, "y 4 ‘mi por qué me'miran™, etoétera, Punto de Vista 1, Crimen y castigo’ Como se sabe, el criterio juridico de adscripeién de la responsabilidad criminal depende de especificas prucbas legales. Esto es, se establece un “set” de reglas para el uso de los adjetivos “responsable” o “no responsable”. En este sentido, seri penable aquel sujeto al que sea posible adjudi- ‘arle la “intencién” de cometer un acto criminal, La inten- ci6n se considera ausente si el individuo en cuestion no sa- ‘ia lo que estaba haciendo. Es precisamente este 1s0 del verbo mentalista “saber” en Jas pruebas de responsabilidad criminal el que leva a con- ceptualizar el problema mas como una cuestion psicoloxica ‘que legal, Hace aqui su entrada, entonces, el experto psi- Guiatra. Un conocimiento “especial” o hubilidad “particu- Jar", facultarin al psiquiatra para decidir sobre el saber del incriminado acerca del acto que ha cometido. 4Cdmo dar cuenta de este saber? En la medida que el acusado pueda responder las preguntas sobre I historia, fines, detalles y circunstancias de sus acciones, se decidir por convencidn que é1 sabe todo lo que se requiere saber para ser juzgado. El problema es que las reglas generales del lenguaje no especifican “‘euiinto” ni debe un hom- bre saber para que la palabra saber sea aplicada. El pedido de auxilio al experto psiquiatra para que asista 4 la Corte atahe justamente 4 este punto: el del saber. Se utiliza, entonces, el paradigms “quimico”: asi como deter- rminados tests permiten saber si hay 0 no cianuro en la san- sre, asi también el uso de ciertas téenicas haria posible saber si el sujeto €s.0 no responsable de sus actos, La expre- sion “examen mental” indica este paradigma. Leifer sefala el riesgo que esto implica: una subversion de la autoridad de la Corte para las prucbas psiquiitricas fen tanto la determinacién de la responsabilidad es un pro- cedimiento legal'y no un procedimiento médico, que esté gobernado por normas juridicas y no por reglas médicas Por otro lado, la misma Introduccion. de la figura jurfdi- ca de “no responsable” por cuestiones de enfermedad men- tal supone una cierta paradoja: se considera “criminal” al que ha violado la ley y “no responsable” al que haviolado las reglas de la “salud mental”. Al criminal considerado respon- sable le corresponde el castigo penal; al “no responsable por azones de insanfa”, el encierro psiquidtrico —y éste no con- siderado como un castigo, puesto que la privacién de la li bertad es interpretada entonces como “tratamiento’ * Las observaciones que siguen estin parcialmente inspiradas en Leifer, 1969, A Esta supuesta “humanizacion” de los procedimientos legales a partir del modelo médico de alivio del sufrimiento y restauracion de la salud, encubre la restriccién de autori- ad del cuerpo legal ¢ intenta exculpar al insano dicta nando que en lugar de castigo le corresponde “‘tratamien- to”. Como se advierte, Is ilusion es legar a diferenciar dos ‘rdenes a través de términos distintos que, en la remisién de uno al otro, implican una similar consecuencia: la pri- vacion de la libertad Se trata de una solucién de compromiso que inocula dos creencias: la primera, que los procedimientos estén ba- sados en la autoridad de ta ciencia, més que en reglas y jui- ‘ontingentes de los hombres; ja segunda, que los “i rales” enunciades en un lenguaje “supuestamente ‘eientifico pierden arbitrariedad y son més huma- nos". Leifer sostiene que “cuando Ia justicia legal es susti- tuida por la justicia psiquiatrica, la regla de la ley es reem- plazada por la regla del experto y la regla del experto es simplemente una version técnica de la regia del hombre” Basten estas breves consideraciones para dejar plantea- do un compleio conjunto de problemas: el hugar del saber y de la intencidn; la pretensin humanitarista del inédieo; la oposicion “eriminal”/"'no responsable”; 1a co- srelativa degradaci6n de la autoridad legal para administrar justicia y prover del castigo como sancién al acto delicti- V0; y, por iltimo, el modo en que tiende a desdibujarse el sentido de la responsabilidad en la sociedad moderna. 2, De Edipo a Dostoievski Desde el origen, el descubrimiento freudiano de las neu- rosis ubica en un primer plano el conflicto, Este conflicto aparece bajo diversos rostros: sentimientos de culpa, nece- sidad de castigo, imperativos torturantes; y todos muestran sin ambages su indole escandalosamente moral, Recuérdese {que el mito de la horda primitiva le permitié a Freud ubi- care} comienzo del hombre y de la cultura precisamente en Ja emergencia del crimen y de la ley, vineulando el origen de esta iltima al asesinato del padre Al plantear la Ley y 1 Crimen como las coordenadas estructurales para el nacimiento del hombre estamos desta- ‘cando la. emergencia del deseo como normativizante del su- jeto: deseo del Bien supremo que la Ley prohibe: interdic- cién de la madre como objeto sexual En la misma vena, BI malestar de la cultura® halla el origen de la conducta moral en la angustia de castracién, angustia ante el padre que marca el pasaje del padre gozador de la horda al padre de ls ley. De esta manera, Freud enfati- 2a In funcién normativa que tiene la angustia de cast ¢ iisste en que Ta verdadera funcion es lade unir y no la de ‘poner ley y deseo. Si, por au parte, Lacan puso después el énfasis en Ta mension trégica dei deseo no fue por cierto para crear nin- guna ilusion de benevolencia, suavidad y docilidad de éste, ni para convertir al psicoanilisis en la ciencia del deseo —y menos aun en la religion del deseo De ahi la sostenida cjemplaridad de Edipo como proto- tipo del héroe trigico. Fue, dir Lacan, quien “inocente”, “inconsciente”, eumplié sin saberlo en esa “especie de sue- Ro” que fue su Vida, “le renovacién de las situaciones que vvan del erimen a la restauracién del orden”.* Es quien asu- me el castigo y aparece castrado al final: ha pagado, ha cumplido, ha retribuido su deuda, No es sélo aquel que ha “querido, deseado el avesinato de su padre y la violacion 2 Ver Freud, 1980: 142-143, > Freud, 19688: 46-65. Ver Lacan, 1983u: passim. a1. Punto de Vista et de su made”, sino que esto se produce en el inconscient Frente al deseo, para Lacan un tiico imperativo es I “No ceder en cuanto al propio desso".” Imperativo que, como dice C. Soler, termina en una apo- ria si como han hecho algunos de sus diseipulos— esa mixt ‘ma re convierte en tun mandato superyoico, poraue “ycSmo puede un deseo, definido como inarticulable, y por lo tanto inconsciente, aunque articuledo, un deseo respecto al cual de Jo que se trata es de evaluarlo a través de los dichos y actos de-un sujeto, fundar &t mismo una evaluacién de sus actos?’ Con este imperativo Lacan buscaba poner legitimamente en cuestion a esa conocida pastoral analitica que incluye et reforzamiento del yo y otras bonanzas, De manera andloga, para no incurrir en una nucva aporia conviene rexcatar ef tema de la responsabilidad de esa otra pastoral que hoy utiliza al deseo y al inconsciente para exculparse por los dichos y actos propios. Mas aun: importa comprender que en Ja formulacin “es culpable aquel que cede ante su de- seo”, In culpabilidad se articula con la ausencia de castigo, es decir, del pago de In deuda Freud es claro cuando en su trabajo sobre Dostoieuski ¥ ef parricidio’ firma que solo es ético quien reacciona Ya frente a la tentacién interiormente sentida. Lo exencial de Ia eticidad consiste asi en la renuncia; lo contrario es perpetuar la tradicién de los birbaros de los tiempos de las invasiones: asesinaban y como penitencia pagabin una ‘multa, simple ritual que permitia llevar a cabo nuevos ase- sinatos.* Para extraneza de sus discipulos,¢* Freud ubiea 1 Dos toievski del lado de los criminals: $u compulsion al jucgo serfa semejante a la conducta de los birbaros. Hay en el es critor tin fuerte sentido de culpabitidad, que Freud refiere ‘ala culpa edipica; sin embargo, no habia castigo y es esto lo que hacia de él un criminal Paradojicamente, ahf donde se podria pensar que Freud le recrimina a Dostoievski no haber remunciado suficiente- mente a sus descos en favor de ln comunidad, pareceria que su criminalidad va de la mano de un sometimiento total 4 la autoridad y de un temor reverencial a los zares y a Dios, “He ahi sii punto débil”, dice Freud, y agrega: “Dos- toievski fall6 en ser un maestro’y libertador de los seres humanos, se asoci6 a sus carceleros, el futuro cultural de Jos hombres tendra poco que agradecerle”."? Lu cita sirve para evocur un contraste revelador. Edipo comete un crinen sin saberlo, pero descubierta su culpa se impone a sf mismo el castigo. Hamlet, por el contrario, siente su culpa como supraindividual: “Desprecia a Jos de- ms no menos que a s{ mismo”. Dostoievski, identificado con el parricida, enaltece al criminal y saluda su acto con beneplicito.!? Solo que no hay que confundins: la renuncia como va lor ético fundamental que Freud formula en Dostofeuski y * Segin la ley de punto final, se extingue la accién penal contra uienes cometicron delitos aberrantes, pero el articulo No. 6 de di- cha ley deja abieria la posibilidad de llevar adelante acciones cviles fn su contra. Segin se ve, también en este caso es factible librarse de un asesinato pagando multa.. ** Ver In carta que le envia Freud a Reik en relacién con este tra bajo.10 6 iia, 114. 7 Lacan, 1980: case del 6/7/1960, * Soler, 1984: 187n, ° Freud, 1979: 175. # Freud, 1979, ™ Freud, 19794: 175-176. "1a.,185-187, Punto de Vista el parricidio no apunta a enaltecer Ia figura del asceta, en el que sefala un incremento notable del sentimiento de éulp: se dirige, en cambio, a sostener el deseo. 3. Sueio y responsabilidad Desde sus primeros trabajos, Freud se detiene en el sin- toma, el chiste, cl lapsus, el suefio, eteétera, tomando como ‘inica’ materialidad del inconsciente 1a materialidad de la palabra, ‘Todas estas formaciones son hechos de lenguaje y modos Privilegiados de emergencia de la verdad del sujeto. ‘Vamos a detenernos en una de ellas —los suchios~ que, desde el punto de vista del sentido comin, pareciera la me- nos pertinente para un anilisis de la responsabilidad, {Es vilido pretender, acaso, que hasta nos hagamos responsables de nuestros sueniox? En una carta del 5 de diciembre de 1898, contemporé- nea @ su lectura de los materiales sobre los suefios que serin Ja base del capitulo “La literatura cientifica sobre los pro- blemas oniricos”, Freud le confiesa a Fliess “que leer ese} terrible castigo impuesto a todo el que pretende esoribir. Le sustrae a uno todo lo propio al punto que, amenudo, ya ni recuerdo qué hay de nuevo en lo que me propongo expo- ner, aunque todo ello sea nuevo”. 1 La otservaciin tiene su fundamento, Precisamente en el apartado de dicho capitulo que se refiere a ls sentimien- tos éticos en el sueno, Freud establece en solo tres carillas tun debate sobre el tema entre mas de veinte autores, En es- te inventario, que como é1 mismo dice, no pretende agotar todas" las teorias, revisa precisamente la controversia acer- a de si la responsabilidad afecta solamente a algunos actos de la persona, o bien si afecta a fodos sus actos, por ejem- plo, los actos fallidos, los suetios.!4 Freud cita la historia del emperador romano que hizo cjecutar 1 uno de sus sibditos, confeso de haber atentado, contra él en suefios. El emperador sostenia que quien asi sofiaba debia abrigar andlogos pensamientos en su. vigil Heildelbrandt —quien segin Freud hizo “la mas perfecta y rica contribucion a la investigacién de los problemas on{- ricos"”— es, simultineamente, quien mas ahonda esta mezcla de negacion y afirmacion con respecto a nuestra responsabi- ¥? Freud, 19686: 823. ™ Ver Freud, 19480: 289, lidad moral por el contenido de los sueios.'* Después de significativamente Juridica (“eir- ”) al “contenido inmoral de los sue- fos”, confiesa que tampoco nos es posible negar en absolu- to toda responsabilidad por los pecados y faltas que en ellos cometemos. "A mi juicio”, concluye Heildelbrandt, “habla- ‘mos aqui, siquiera sea inconscientemente, el lenguaje de la verdad”.36 Hay 0 no responsabilidad? El caso de este autor ilustra que las respuestas en uno u otro sentido no logran evitar desplazamientos € inconsecuencias. Conclaye Freud: nadie sabe, por lo visto, “en qué medida es bueno o malo, ni pue~ de negar haber tenido alguna vez auefios inmorales".1? Por eso, después del "terrible castigo” de leer una litera: tura tan voluminosa —y de pasarle revista~ va a allanarle 1 camino al recuerdo de eso “que hay de nuevo en lo que me propongo exponer”’. Lo hace con un giro que sélo resulta sorprendente en apariencia: pone en relacion a los sueRios inmorales con los absurdos, deide que ambos tienen un ras ‘20 comin —despiertan nuestra extrafiez Cue iacatie count taie mrepeneeame mee ios no hay rastro alguno de exoneracion. Adviértase que aun cuando trata sueRos como el de Irma o el de la enfer- mera —suefios que, en definitiva, procuran quitar responsa- bilidad— Freud sefiala que no hay alternativa: seré pr responsabilizarse por el deseo de quitarse responsabili dad. + En el Seminario No. 2,20 Lacan trabafa ol sueno de I inyeccisn dde Irma. Comenta que Freud considera un gran éxito el haber podi ‘do explicarlo por el deseo de Ubrarse de su responsabilidad nel fro taiso del tratamiento de Tima, Lacan se sorprende de lo paradéjico que resulta qus, siendo Freud quien desarrolla la funcidn del deseo, Inconscientemente se limite a presentar un sueito enteramente expli- ‘ado por la satlfacci6n de un deseo preconsciente-consciente, Co ‘para la interpretacién de Freud a ls historia del caldero agujereado. Se le reprocha a una persona haber devuelto cl caldero agujereado, La pertona responde to siguiente: 1}-que lo ha devuelto intacto; 2) ‘que el caldera ya estaba agujercado cuando se lo prestaron; 2) que a Jo toms prestado. Comenta Lacan que si Freud considera es te suefio como el suefio de los sucios, el suefio inicial, es porque siente haber dado este paso y demuestra con creces despucs de st in que lo dio. Para Lacan, si habia alguna responsabilidad jon de Irma es la responsabilidad ud presenti, por sor Este ef momento decisivo en que era que descublerta Ia funcién del inconsciente. Esto fue vivido por F fen un atmoafera angustlante, con Ta sensacion de haber hecho un ‘descubrimiento peligroso. Como en cl cuento del caldero, aqui no hhubo erimen, puesto que, en primer lugar, a vietima —el sueiio lo dice de mil formas ya estaba muerta, es decir, ya estaba enferma ‘de una enfermedad orginica que Freud precisamente no podia tra tar; en segundo lugar, el asesino Freud era inocente de toda inten- cién de hacer et mal; y, en tetcer lugar, el erimen en euestion fue ccurativo, porque esa enfermedad, la disteria ~hay un juego de ps labrat entre disteria y difteria es justamente To que iberari a la ‘enferma: todo el mal, los malos humores s¢ iin con ella Hci el final det capitulo en el que analiza este suefl, Lacan es ‘ribe la interpretacién, "Soy aque que quiere ser perdonado por ha ber osido empezar a curar a estos enfermos, a quienes hasta hoy no perdor porque slempre es ser culpable transgredir un limite hasta entonces fmpuesto a la actividad humana, No quiero ser eso. En mi lugar ex- tin todos los demas, No soy alli sino el representante de eto vasto, vyago movimiento que es Ia bisqueda de Ia verdad, en lacual yo pot mi parte, me borro, Yano soy nada, Mi ambicign fue superior a mi, 18 74,,290. 36 ppia,, 291. *7 pid, 290. 88 ppia, 292. » rid.,317. % Lacan, 1983b: 223-259, 4 { como encuentra en los sueiios punitivos o de casti- 0, 0 bien la realizacion de deseos del superydo bien la de formaci6n necesaria de cualquier suefio desiderativo, y est blece ia misma relacidn que tienen los sintomas de Id neuro- sis obsesiva producidos por formacién reactiva, con Ia his- teria. Los suefios de castigo, nos dira, deben ser concebidos co- mo formaciones reactivas contra los deseos oniricos: el yo 1do por la satisfaccion inconsciente del deseo vuelve a cerigirse aun durante el sueito; podria haber despertado al su- jeto, pero hallé en la formacién del sueio de castigo un re- curso que le permitié evitar la perturbacién del reposo. Si, como veremos més adelante, la responsabilidad es el castigo, los suefios de castigo implican ya un reconocimien- to inconsciente de la responsabilidad por el deseo en juego. Pero no hay que ver en esto ninguna idea utilitarista, Freud es claro en la critica: Ia nica funcion del sueflo, dice, es Ia de evitar Ia interrupci6n del dormir; el suelo nunca procura resolver o solucionar problemas de la actividad diurna, pues éstas son atribuciones del pensamiento preconsciente. ‘Cuando se pregunta por la responsabilidad moral por el contenido de los sueftos, dice primero algo consistente por completo con su teoria; “seri preciso someter estos sueiios {os manifiestamente inmorales) a la interpretaciés béndose que [...] en el fondo no contenian nada malo"; y ‘agrega, no son mas que “bravatas inocentes"’. Les afade, ssin embargo, un segundo grupo de suefios de los que dice textualmente: “Otros, en cambio ~confesémosto: lu inmen- sa mayorfa—, realmente significan lo que pregonan y sin embargo no han sido deformados por la censura, Son expre- siones de impulsos inmorales, incestuosos y perversos, 0 de deseo homicidas y sidicos. Frente a algunos de estos suc- os, el sofante reacciona desperténdose angustiado; en tal caso, la situacion ya no da lugar a dudas. La censura ha dejado de actuar, e! peligro fue advertido demasiado tarde sompro- Ta jeringa estaba sucia, no cabe duda, Y precisamente en la medida fen que lo he deseado én demasia, en que he partcipado en ese a jn y quise sor yo, el creador, no soy el creador. El ereador es al- fulen superior a mi, Es mi inconsciente, esa palabra que habla en i, ms alld de mf".2! Vuelta de tuerea en que Lacan recoloca el tema de la responsabilidad, esta ver en relacién con el deseo in- consciente. 14,289, Punto de Vista y el despliegue de angustia viene a representar el sucedineo de la deformacién omitida””2? No deja de sorprendernos en esta tesis algo que Freud sostuyo y luego corrigié con respecto a los suefios de los niios, cuando afirmaba que los suefios infantiles frecuen- temente eran francas realizaciones de deseos, como si hubie- ra sueflos que pudieran “salvarse” de la deformacién onirica, Segiin Freud, 1a ubicacién de los sueflos manifiestamente inmorales cambia si pensamos que “la mayoria de los sue- ios —los inocentes, los exentos de afecto y los suefios de ‘angustia— resultan ser, una vez anuladas las deformaciones impuestas por l1 censura, satisfacciones de deseos inmora- les: egoistas, sidicos, perversos, incestuosos. Tal como suce- de en la vida diaria estos delincuentes disfrazados son in- comparablemente més numerosos que los que actiian a cara descubierta”.* Freud encuentra en su memoria un fragmento del libro Fantasias de un realista, de Popper Lynkeus: “...pues el sofador es siempre el mismo hombre, tanto en sueilos co- mo despierto”.** ;Es‘o no preciso asumir, entonces, Ia responsabilidad por los contenidos malvados de los sue- os? Freud responde: “Desde luego”; y agrega: “Que otra cosa podris hacerse con ellos?”, dado que “no pue- ser sino una parte de mi propio ser". EI hecho de dife- renciar “‘en buenas y malas tendencias”, hace que deba asumir la responsabilidad por ambas categorias y esto in- dluye que “esto,negado por mi, no solo ‘esta’ en mi, sino que también ‘acti’ ocasionalmente desde mi interior”.35 La responsabilidad queda asi planteada en el lugar mis algjado de la dominancia del yo, de las leyes del sentido co- ‘min, de la pretension objetivable. Abordarlo por el lado de Jos sieios, de les sintomas, es tan sblo reatirmar el *eardc ter paradbjico, desviado, ‘errtico, deseentrado, incluso escandaloso, del deseo” ?® Froud concluye sosteniendo dos esencias en el hombre: 7 Freud, 1968e: 135, ® op y loc ct. 74d. 143. % id., 136. ** Lacan, 1976: 284, Punto de Vista 1a moral y la malvada. Nos dice que “el narcisismo ético del hombre deberia conformarse con el hecho de que la defor~ maci6n onirics, los suefios angustiosos y los punitivos repre- sentan otras tantas pruebas de su esencia moral, pruebas no menos evidentes que las suministradas por la interpretacion onirica en favor de la existencia y la fuerza de su esencia malvada”’.*? 4. Del sentimiento de responsabilidad al asentimiento subjetivo® Si la responsabilidad supone siempre la existencia de la ley y de ls sancién, la asuncin de la ley y la sancién exige la convergencia de dos drdenes: aquél que en funcidn de la sociedad y del momento histérico categoriza determinado acto como criminal; y aquel otro que permite establecer en forma particular la relacin entre Ia ley y la transgresion a través de un acto subjeti “Introduccién teérica a las funciones del psicoansli- sis en eriminologia™, Lacan sostiene que “toda sociedad |. ‘manifesta la relaciOn entre ef crimen y Ia ley a través de castigos", y agrega: “la responsabilidad, es decir, el casti- 20", enfatizando que “la realizacion del castigo ty, por tan- to, de la responsabilidad] exige, sea cuales fueran sus mo- dos, un asentimiento subjetivo”.** Pero, entonces, la responsabilidad es un sentimiento 0 es un acto subjetivo? En la literatura sobre el tema, “‘senti- miento" y “responsabilidad” son palabras que tienden a aparceer unidas: se habla de “sentimiento de responsabill dad”. Sin embargo, Lacan reubica el tema, situindolo no en el ambito oscuro y contingente de los sentimientos sino en el de la necesidad del acio subjetivo. No es éste el li- gar para desarrollar Jas diversas formas de_producirlo que constata el psicoanilisis: “no”; “no... pero”. Si,en cambio, para subrayar que ninguna de las articulaciones logicas pro- puestas por Freud conlleva la posibilidad de sacarse de enc ima el pesado y dificil fardo de la responsabilidad que a cada tung le eabe por lo que dice y hace. Como insiste Lacan, si de algo se trata en la experiencia psicoanalitica es precisa mente de la biisqueda de la verdad del sujeto que entrafa la nocidn misma de responsabilidad. Es cierto que la historia, la antropologia y la etnografia nos permiten concluir que la categoria de erimen es relativa 4 las costumbres y a las leyes vigentes en un espacio y en un, tiempo determinados. Pero si este relativismo se opone a ‘cualquier spriorismo formalista, no implica un deslizamien- to hacia la arbitrariedad: en el contexto que sea, esa catego- tendré un valor absoluto Toda sociedad contiene “una ley positiva, asf sea ésta tradicional 0 eserita, de costumbre o de derecho”; y esto in- cluye la concepcién’ misma de responsabilidad que el sujeto recibe de la cultura en que vive, Lacan anota: ‘ni el erimen, ni el criminal son objetos que se pueden concebir fuera de su referencia sociologica” 2? Casi medio siglo separa este texto del trabajo de Freud sobre “Indagacion forense y_psicoandlisis”. Alli donde Freud dice “la terapia requiere que el propio enfermo al- + Encontramos que 1 rafz latina sentio, sensi sentie implica ex- Perimentar una sensacién, pero, por otro lado, conlleva el sentido ‘otorgado por la Tengua juridica, es Ia expresion de un sentimiento, decidir, volar, De alli sententia: decisién, empleado asi en el dere: cho 0 por la retérica como frase, Pareceria ser que cierto parentes- 0 entre la raiz latina de sensus, como “percepcién por los senti- dos”, y el germinico sem: “inteligencia”, le otorguen & los vocablos sntimiento” y “asentimiento” las acepciones de formulacién judi- cativa, otorgamiento de significado. 77 Proud, 196Re: 136 (eubrayado agregndo). * Lacan, 1978: 20-21. °? op y toe. tt. cance el convencimiento sobre el complejo determinante de su sintoma”,?® Lacan coloca en primer plano al asenti- miento subjetivo como imprescindible para la significacién de la punicién, A la vez, allf donde el recortido de Freud de ninguna ma- nera elude el tema de la responsabilidad limitandolo al yo metapsicolégico, Lacan subraya ol efecto que tiene en nucs- tra época una ereciente desresponsabilizacién: la deshuma nizacion. Este es un tema que nos parece central, justamente en tiempos en que la desresponsabilizacion aparece inscripta casi siempre en discursos pretendidamente humanitaristas Sucede que se ha ido perdiendo, nada mas y nada menos, la significacion expiatoria del castigo, que no debe confundir- se con la concepcion retributiva del “ojo por ojo". Expiar proviene del latin expiare, y no quiere decir solamente “pa gar”; implica “purificar por expiaciones” y remite a piare; exactamente, “hacer algo propicio”. (Por eso es menos ex- trafio de lo que parece-que, en uno de sus iltimos escritos, Lacan haya conectado directamente la nocién de responsa- Bild a1 sor fare, en wa sentido literal de “saber he cer”.} 5. Autor y actor La escuela de Bolonia, con In difusion de la tortura como recurso para lograr la confesi6n del inculpado, inicié un de- rrotero que culminé en el siglo XIX; el hombre, en tanto no ‘ereible, debia dar cuenta de motivos y de mévites compren- sibles “comprensibles por todes—. Podriamos decir que en esta indagacién y acumulacion de motivos se fue dejando de lado la pregunta: ,quign es el sujeto cuestionado? A esto vino a agregarse la infiuencia del pensamiento de Jeremy Bentham, quien instal6 en el dere- cho penal la concepci6n utilitarista del castigo. Desde esta perspectiva, el castigo funciona como ejemplar para la co- munidad y pierde su significado retributivo para el ejecutor del crimen. La identidad personal se funda ahora sobre la si militud social, anulando la particularidad subjetiva.®? No es extrio que la advertencia mas fuerte de Lacan se haya dirigido al utilitarismo y a sus formaciones deriva ‘el experto, la pedagogfa, la psicologia, las miiltiples teorfas, de la prevencion, los correccionales, etcétera.* La paradoja entre “criminal-prision”” versus “insano-tratamiento” —cfec- to de la inmixion del discurso médico en el: legal es asf adserita por Lacan @ la pérdida del sentido mismo del casti- g0, En otras palabras, al erigir como méxima “es bueno + Dos concepciones del castigo marcan Ia historia: 1) La concep: én reributig, sepa ta cual quien ha Nice un dao debe utr una pena 0 castigo, proporcional sl acto criminal. La severidad del castigo depondera entonces de lo depravado de su acto. Podemos ubi- at el eastigo analopico en esta concepcion."E1 mito del castigo ana. Topica se debla a que el especticilo de su aplicacién evocaba en sepuida su caasa, confiiendo de este modo na lgitinidad inme~ lata, Inversamente, Ia preparaciin del delito evocabe inmediata- mente cl castigo, intensificindo cl poder disuasivo dela. puni iin."98 2) La concepeién uiltarita sostiene, en cambio, que el astigo s6lo se justifies por las consecuenclas futuras que ésteten- fa para ol orden social, Para Bentham “todo castigo een af mi ‘mo un fechoria™, In utiizacion subsecuente es To que leitima la fechoria, convirtiendo lo negativo en su contrario. Ninguna cruel dad en Bentham, suceds que la crucldad es gratuita, improductiva, Si el utilitarta se dice Mintropo ex porque a sus obs el dolor, ‘como toda cos, debe servir.# 2 Freud, 1979c: 94. 3 Ver Lacan, 1976: clase det 13/1/1976, * Lacan, 1978: 46 2% yaar, 1967: 36.37. CF. Rawls, 1955, 6 quello que se considera Gtil para todos”, el utilitarismo cabo operando la elision del sujeto mismo sobre el que debe reeacr el castigo, Ellazo que se establece entre el autor de un acto y la res- Ponsibilidad que le compete por su condiciOn misma de su- Jeto es, en cambio, el punto de mira constante de Lacan. A Proposito del sujeto sobre el que se opera on dira precisamente en 1965: “de nuestra posicion de sujetos somos todos responsables”.*? De esta manera, no intenta contribuir con algiin nuevo criterio acerca de la naturaleza de la delineuencia, al modo en que lo haria el experto psi- uiatra; procura, en vez, marcar cudles son los limites legi- timos del psicoaniliss. El compromiso del sujeto no radicara, entonces, en una objetivacion psicoldgice sobre los méviles y los grados de Aiscemimiento que prevedieron al acto en cuestion; por et contrario, su responsabilidad serd circunscripta al castigo y, de ia realizacion de éste dependerd su misma subjetividad se presentifica ahi en tanto otorgasignificacion ala punicidn. Cabe destacar que, en el “Dictamen de Halsmann”, Freud ya postulaba en 1930 que “el complejo de Edipo, por su omnipresencia como dato estructural, no se presta a ex- truer una conclusion sobre auloria del crimen”.* Yamos el término autoria es porque el psicoanilisis abre algiin nuevo camino justamente sobre el asunto del autor. Importa, por eso, distinguir varias nociones que tienden a ser confundidas: autoritarismo, autoridad, autor. Elautoritarismo constituye una degradacion de la auto dad, con el abuso de poder que le es inherente, Se nos apa- rece aqui la figura del Gran Dictador, aquel que crea e imparte disposiciones por su propio arbitrio: es el reempla- zo del poder como delegacion de representatividad por la pura potencia de la fuerza, Notese que, en cambio, en su funcion de discernir la responsabilidad de un individuo la Corte no es la ley, sino que la representa y preserva su cum- plimiento dada la existencia misma de un sistema de leyes Es precisamente en relacion con el autor donde Ia refe- rencia a Freud y a Lacan se vuelve, de este modo, impres- indible. A lo largo de toda su obra, ambos persisten en establecer la Spaltung (divisién) del sujeto. Si el autor del crimen es su actor, nada nos permite, pues, aprehenderlo como un ser indiviso. Los “examenes mentales™, con. sus prucbas de medicidn sobre el saber, no podrian dar cuenta 9 Levan, 1965: 343, ° Freud, 19794: 250, Punto de Vista de Ia verdad de un saber que determina al sujeto y sobre el cual él nada sabe, Por todo to dicho, serfa contradictorio suponer que el asentimiento subjetivo que la experienc pricoanalitica requiore para la significacin del castigo im- plica, entonces, una ampliacion de la conciencia. No es un “condcete a ti mismo” lo que se enuncia. Co- mo indicamos antes, Lacan vuelve a colocar en la “nega- cién"* freudiana uno de los modos privilegiados del arriba- miento a una verdad. Con lo cual volvemos a nuestras ob- servaciones del comienzo. Ante un “lo hice sin querer”, el discurso preventivo de la psicologia o de la pedagogia ar- gumenta “de haberlo sabido, no lo hubiese hecho” y re- suelve el problema en un camino de procrastinacién: “en la medida en que disponga de ese conocimiento la proxi- ma vez podri ser pasible de alguna exigencia de responsa- bilidad”. Si, por el contrario, para la teoria psicoanalitica, el yo 3 funcion de desconocimiento, parafraseando a Freud di- remos que es exactamente alli donde el psicoanilisis inter- viene para rectificar el argumento: al prescindir de la nega- cién del “no quise hacerlo”, extrac el contenido puro de la ‘ocurrencia —“‘Entonces es responsable”.?” Como siempre, no es necesariamente humanitario quien pretende serlo, Vimos que sia algo conduce Ia desresponsa- hilizacién es a una deshumanizacion creciente. Pero demos tun paso més: tampoco esto debe ser lefdo en clave ingenua- mente redencionista, ““A quienes ereen en los cuentos de hhadas no les agradaré ofr mentar la innata inclinacién del hombre hacia ‘lo malo’, a la agresién, a la destrucsion y, con ello, también Ja erveldad."38 Finalmente, el tema de ta responsabilidad se inscribe en un espacio tenebroso. Freud sabe que no hay nido que valga para la felicidad; que la cultura produce malestar; que el dio es el precursor del amor; y que, en el inconsciente, “todos somos asesinos y por pequefias cosas”.2? Mis aun, cuando en 1931 comenzaba a crecer la figura de Hitler, Freud vaticinaba que a los seres humanos les resultaba f4- cil exterminarse unos a otros, hasta el dltimo hombre; y agregaba: “ellos lo saben, de ahi buena parte de l 2? Freud, 19790: 253, % Freud, 19680 44. » Freud, 1948b 1010. Punto de Vista tud_contemporin: gustiado..."4° Pero es justamente por ello y no a pesar de ello que la responsabilidad se vuelve una cuestion prioritaria. Como todos los grandes pensadores, el fundador del psicoanilisis escribe en el modo de la edvertencia antes que en el de la Predicoién. Por eto conviene oirlo, especialmente aqui y ahora ‘Aun si se acepta que haya una “inexorable condicion humana” y que no todo en ella sea modificable, las sefta- les que en esta materia colocan, primero, Freud y después, Lacan, tienen un proposito muy claro: advertir la grave- dad del peligro. Pero no sélo esto: formulan su advertencia en nombre de la responsabilidad debida y le cierran el c ming a cualquier recurso ala obediencia dedida. Si también nosotros nos situamos frente a esa “inexorable condicion humana” en términos de una légica del no todo, quizas todavia sea posible hacer algo. 1, de su infelicidad, de su talante an- *° Freud, 1968a: 64-65. 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Valores L: introduccion de Néstor Garcia Canelini a Politicas eulturales en América Latina y el articulo de Bernardo Subercaseaux sobre politicas culturales' son dos estados de la cuestion excelentes que dibujan un mapa de la proble= mtica tal como esté siendo enfocada a esta altura de los anos 80, Estas notas pretenden considerar algunos ejes abiertos fn e505 y otros trabajos. En particular: el caricter formal o sustantivo de las politicas culturales y, dentro de exe marco, las relaciones entre Estado, industria cultural ¢ innovacién, Para el primero de estos topicos, después de periodos en que la intencion programatics inclu{a posiciones fuerte- mente ‘contenidistas’ y valorativas, se proponen hoy poli- ticas culturales inspiradas.en una perspectiva formal. José Joaquin Brunner expresa esta posicién sin reticencias: “En ‘otras palabras, Is politicas culturales democriticas son ~en un sentido més general politicas formales. Persiguen arreglos institucionales mas que aplicar contenides cogniti: ‘os a la sociedad, Persiguen crear estructuras de oportuni- dades (mereados, sistemas de eleccion, pluralidad de ofer- tas, variedad) y, al mismo tiempo, impedir (mediante con- trabalances, procedimientos, formas de control, medidas de competencia, apertura de cierres, eteétera) que esas es- tructuras de oportunidades sean objeto de social closure, de cierre ideolbgico 0 de cualquiera otra forma de manipu lacion monopdtica”.? Se sobreimprime al campo de las politicas culturales una teoria politica formal, que funcio- na como cauci6n frente a todo desequilibrio de unos acto- res en detrimento de otros. La concepcién formal de las po- Iiticas culturales es un recaudo indispensable frente a tenta- » Néstor Garefa Canctini (comp.), Politicas culturales en América Latina (incluye articulos de José Joaquin Bru: ‘ner, Jean Franco, Oscar La 1987. La introduceién de Garcia Canclini Neva como titulo: "Po= Iiticas culturales y criss de desarrollo: un balance latinoamericano”. Bernardo Subercaseaux, “EI debate internacional sobre politicas culturales y democracia™, Santiago de Chile, CENECA, 1986, ? José Joaquin Brunner, “Politicas culturales y democracia: hacia luna teoria de las oportunidades”, en Garcia Canclini, Néstor (comp: , Politicas culturales en América Latina, México, Grjalbo, 1987, ». 198, En mi problematizacién del carieter formal de lav politicas culturales, soy consciente de que quedan abiertas todas las cucstio- nes referidas a la posibilidad (0 imposibilidad) de fundar, racional ‘mente, lo valores que subyacen a la scci6n polit ! democracia e innovaci6én ciones totalizadoras y valorativas en sentido fuerte, vineula- das con ideas como las de proyecto cultural nacional, ser nacional © identidad nacional, Es bueno tomar distanc frente a postulados que demostraron ayer su caricter om- nivoro cuando no autoritario. Sin embargo, el miedo del pasado no deberia constituirse en un obsticulo para pensar el presente o el futuro. ‘Una politica formal se funda sobre un supuesto también formal: las agencias culturales, los organizadores piblicos y privados encontrarfan su campo en estado de balance de fuerzas 0 de desbalances que una intervencion formal sobre el corte sinerénico podria remediar. Diria, por el contrario, que el espacio cultural esti tan 0 mis desequilibrado que el econdmico y el politico, y que las garantias de “igualdad de oportunidades’ operan en un campo atravesado por dl sigualdades producto de ta historia y del poder inmenso de las industrias culturales, Mas que evitar los desequilibrios la tervencion publica podria, en Ia mejor de las hipotes intervenir en los desequilibrios preexistentes; més que ‘im pedir la clausura de las oportunidades', sentar las condicio- nies para que las oportunidades tiendan a ser igualitarias. La perspectiva formal es un mareo indispensable para una poll tica cultural democritics, pero parece demasiado abstracta 2Como definir igualdad de oportunidades? En qué mo- wento y a partir de qué base desigual se elabora una pol tica que propende a la igualdad de oportunidades? Por otra parte, ceuiles son los sectores cuyas oportunidades se con- sideran desiguales? cudles son los criterios para defini, si ‘no para medir, las desigualdades? Historizando el éstado del campo, ;c6mo compensar las designaldades que emergen de tun pasido y de Ia acumulacion de desigualdades pretéritas? Por otra parte, cuando se dice ‘igualdad de oportunidades’, el concepto, aun en el marco mas formalizado, tiene en su base valores: el de la igualdad para hombres y mujeres, ‘ig norantes’ y ‘letrados’, habitantes de la ciudad y campesinos, ‘en primer lugar. Valor que es evidente s6lo en el marco de concepciones no simplemente liberal-formales, sino sustan- tivas y democriticas. Las politicas m4s formales también traducen valores cuando defienden el libre flujo de informa ciones, la integracion tervitorial por las comunicaciones o el respeto de las identidades culturales constituidas.> > Ft carieter formal expuesto por Brunner, es retomado, con mo: dificaciones, por Oscar Landi. En verdad, su poscién oseila entre Punto de Vista Si las politicas culturales formales actian predominante- mente sobre las modalidades de produccién y circulacion de los bienes simbdticos, se supone que el contenido y la forma de estos bienes quedan librados, por completo, a la iniciativa de los agentes implicados, Las formas instituciona- les garantizarian, con la incertidumbre propia de la demo- cracia, los contenidos y las formas simbélicas. La cuestion es como suceden efectivamente las cosas: los agentes entran en este juego libre de formas institucionales desde posesio- nes de capital productivo y simbolico bien diferenciadas, que influyen no s6lo sobre Ia igualdad de oportuaidades desde un punto de vista institucional, sino tanibien en el ni- vel de los contenidos. Limitar las politicas a funcion ‘como garantias de la igualdad formal de los agentes que in tervengan supone una abstraccién o grado cero de desigual- dad cultural y material. En el proceso cultural los sujetos no son efectivamente iguales ni en sus oportunidades de acceso a los bienes simbolicos ni en sus posibilidades de ele- tir incluso dentro del conjunto de bienes que estiin efectiva- mente a su alcance. Nadie es libre en el mercado y, mucho ‘menos, en el de la industria cultural, 1 capital cultural menta las condiciones de libertad proporcionalmente a su posesion, con lo cual la existencia de recaudos tinicamente formales en la politica cultural conducirfa, en el mejor de los casos, a desplegar las elecciones segiin el grado de pose sién previa de cultura. F1 mercado de bienes culturales es ‘mis _poderoso hoy incluso que las agencias estatales y ese ‘una afirmacién de este caricter y calificaciones fuertemente tensio- nnadas por valores. El adjetivo ‘culturoso’, extraido, directamente de la fengua oral, entra en el discunso de ‘Landi como si estuviera otado de poder descriptive cuando, en realidad, exhibe h pesada fuerza de las ideas reeibidas. Pertenece al mismo registro peyorath- vo de ‘izquierdoso’, y si uno quisiera definirlo con un sinonimo a la toda la expresin seria ‘psicobolche’, No di, cuando emplea Ia palabra: “Se imtata as de aquellos que permiten seguir viviendo): Yo culturoso versus 1o masivo, no muy bien distinguido de lo popular” (Oscar Landi, “Campo cultural y democratizacién on la Argentin ‘ulturales... cit, p- 162). Por qué, me pregunto, Landi slige esta ‘oposicién en ta cual uno de tos términos tiene definiciones més © ‘menos precita y el otro esti gobernado por un sufijo de marca pe- yorativa. El adjtivo me parece signficativo: indica hasta qué punto €l debate en el campo de las politicas culturales esta vinculado con valores, posiciones politicas, ideas recibidas que operan sobre el sen. tido comiin incluso de los intelectual, Punto de Vista -ado se rige, como es l6gico, por los principios de maxi: mizacion del beneficio y segura recuperacién de las inversio- nes. Hace poco, tico de un canal de televi- sion declaraba; “Nadie va a invertir diez millones de d6lares para hacer programas que no den plata”.* Como lo sefala Heriberto Muraro, los sectores mas pobres de la poblacion son los que menos posibilidad de eleccidn tienen frente a luna oferia sensiblemente mas chica que la destinada a los sectores medios y altos.* La libertad reforzarfa tendencias existentes: en verdad, Ja libertad refuerza a la libertad y la determinacion a la de- terminacion, tambien en el campo de la cultura. La defini- cion formal de politicas culturales abre una serie de proble- mas, al mismo tempo que garantiza que no se los resuelva mediante imposiciones ideologicas. Lo malo en una politica cultural no es su relacién con valores, sino que éstos no sean objeto de discusion permanente, incluidos los valores ins- criptos en el marco més amplio definido por Brunner. Oscar Landi presenta una version atenuada del esquema formal. Cree que las politicas culturales debieran ocuparse “menos de los contenidos de la cultura y més del problema de las oportunidades y formas de participacién de las dife- rentes voces de la sociedad”.* En la proposicién se alude 4 la biisqueda de nuevos principios de organizacién cultural éste serie su aspecto formal, pero la frase de Landi exhibe, * Hugo Moser, director artistico de canal 2, en La Nacién, febrero 19. de 1988. © “11 mayor peligro potencial reside, a juicio del autor, no tanto fen una fiagmentacién de la audiencia (que podria ser dofen ‘como un rasgo de pluralism), sino en una crecionte desigualdad comunicacional de los piblicos locales; desigualdad que tenderia a subrayar y consolidar las crecionts diferencias existentes en materia 4e ingresor y oportunidades educacionales, Por un lado, una minoria de la poblacion ~cerea de una cuarta parte de los hogares- dotada de los recursos necesarios para acceder a todos los medios: diatios, revistas, nidio, cine, TV ablert, videocable y videosasetes. In el otro extremo, una mas de cerca de un terclo de la poblackin Jimitada a la TV abierta y la radio, con contactos esporidions con la prensa escrita o las nuevas tecnologias, es decir, separada por una 1d". Heriberto Muraro, Jasin calturl economia y comunicacion, Buenos As, Legis, p33. © Landi, op. cit, p. 154, en su segundo miembro, de qué modo la deniocratizacion formal de los circuitos supone una serie de opciones valora- tivas (en el caso: ‘participacién’, “diferentes voces). Desde mi punto de vista no hay inconveniente en estas opciones, si al proponénelas se explicitan sus presupuestos de valor. Precisamente, porque las politicas culturales (como, en mi opinién, toda politica) son portadoras de opciones no solo formales. Y sila cuestion es sobre valores es posible hacer tuna discusién que desborde los limites institucional-or tivos. Si se trata de modificar la distribucion y el formato de Jos circuitos culturales se impone la pregunta de como ha- cerlo sin una discusion sustantiva. {Por qué modificar el formato de un circuito y, tomada la decision, desde qué pauias? Si hay que aumentar la oferta de biencs culturales para los sectores que tienen menor acceso 0 menos posibi- lidades de eleccién, es casi imposible aumentar esa oferta sin debatir al mismo tiempo sus contenidos. Cuando Landi, 8 mi juicio correctamente, recomienda estrategias de parti- cipacion, en ellas se juegan también los contenidos de una politica cultural y no solo recursos institucionales 0 técni- cos. En politica, cultural o de cualquier otra esfera, Ia dis- cusion de valores y contenidos es siempre dificultosa y pue- de estar erizada de malentendidos. Pero las dificultades no la hacen innecesaria. De todas maneras, ¢! mismo Landi ofrece una muestra de que para él existen ésos contenidos: “Mas profundamente, el problema abierto en estas transiciones es si la democrati- zacién politica rb acompafiada 0 no por nuevos principios de organizacion del campo cultural, que a nuestro entender deberia ubicar al vasto y heterorénco espectro de la cultura popular como su polo dindmico”.” Por un lado, principios “formales’ de organizacion: por el otto, agentes coneretos que deberfan impulsarlos bajo cuyo impulso esos princi- pos deberfan conformarse. Landi propone la cultura popular como polo dinimico, no se entiende bien si del campo cultural © de los nuevos principios de organizacion de ese campo. Opto por un senti- do restringido de la anfibologia: que los nuevos principios tengan a la cultura popular como su polo dindmico. Se su- pone un estado de Ia cultura popular que le permitiria con- Vertirse en ese factor de cambio y dinamizacion cultural ‘0 que Ia cultura popular encierra esas virtualidades. Es inde- eidible cui de los dos presupuestos rigen la afirmacion y no se explicits cudl seria esta cultura popular (en singular) ‘que desempefiaria ese papel dindmico. Podrfa tratarse de 1. la obra de productores culturales individuales o grupales (pero no colectivos) que se dirigen o atraen a un piblico po- pular 0 masivo, 2. las formas de la cultura popular en sus yarlantes urbanas, © murales, mis © menos contaminadas, en el caso argentino, por los medios de comunicacién de masa, 3. los productos de los medios de comunicacién de masa y Ja industria cultural que conserven o desarrollen rasgos de Ja cultura popular, sea cual fuera la definicion que se elija, 4. tomando ‘cultura’ en un sentido més affn a las perspecti- vas antropoldgicas, las modalidades, tradiciones, rilos, estra- tegias, uso productivo de los espacios y de los mensajes cul- turales, vinculados con los sectores populares que, en este aso, proporcionarfan sus contenidos al ‘polo dindmico’, Pasando por alto Ia ausencia ée definicion de ‘cultura po- pular’, me permito algunos comentarios. Supongamos que ‘polo dinimico’ sea pensado s6lo como centro/s de inicia- tiva y productividad culturales {Cuél seria, entonces, el papel asignado a esta entidad llamada ‘cultura popular’ sin més precision:s? Para responder a la pregunta habria que interrogarse sobre los contenidos y las formas simbolicas de ese polo, que Landi no define. Si tuviera que avanzar una hipdtesis con ciertas posibi- lidades de demostracién, dirfa que lo més proximo a un 7 Landi, ibid., p. 156. 10 centro de iniciativas en la cultura urbana argentina estd en el cruce de las pricticas intelectuales con formas atribuidas a la cultura popular y contaminaciones con la cultura de los medios de comunicacion. Cuando digo formas atribuidas a Ja cultura popular me refiero a la construccién intelectual de esa cultura, mas que a un registro antropoldgico de la misma, Este compositum seria producto del reconocimien- to que los letrados hacen del potencial tanto de formas po- pulares tradicionales 0 modemas como de géneros de la in dustria cultural, La cultura popular, en sus diversas y con- tradictorias manifestaciones, es un centro de incitacién para Jos intelectuales y artistas. La proposicion de Landi es un sintoma de este reconocimiento: emerge de ideologias in- telectuales sensibilizadas, por razones politicas en muchos casos, hacia las formas de la cultura popular, o més bien hacia’ la dimensiones populares de la cultura, Las razones son varias, Entre ellas, la preocupacion por devolver Ia int Giativa cultural a los sectores populares, arrancarla de sus nichos de élite y confiar en que otros sectores de la soc dad pueden ser sus agentes junto con los letrados, 0 en ve siones extremas, mas que los letrados, Esta posicion provi ne de largas batallas culturales (realizadas, por ejemplo, por intelectuales como Ford, Romano y Rivera) de rescate de zonas subvaluadas de la cultura argentina, vinculadas a veces con la cultura popular y a veces con los productos de los medios de comunicacion masivos y de la industria cultural, Sin duda, cuando digo que esta construccion intelectual podria convertirse en centro de iniciativas estoy modifican- do sensiblemente la proposicién de Landi, en ia medida en que reconozco ¢l cardeter construido de una entidad y los, principios y valores que tigen las operaciones que a proposi- to de ella se realizan. IL, Sujetos Raymond Williams se refiri6, en Towards 2000, al pesi- mismo de las élites culturates que, a través de sus institucio- nes, enfrentan una lucha perdida de antemano contra la cul fura industrializada y promovida por el capitalismo, con la conviecién de que “s6lo puede ganarse el pasado".® Esta couviesion intelectual esta en Ja base de dos tipos de res puesta ante la industria y Ia cultura de masas; la celebra- cin, 0 por 1o menos la suspension de la eritica, a partir del descrédito de las posiciones que, hace ya muchos anos, Um- berto Eco calificd de apocalfpticas; o una postura relativa- mente nueva, expansiva en la ultima década, segiin la cual la libertad de produccidn de sentidos por parte del receptor de los mensajes culturales despoja a estos mensajes de gran parte de su peso semantico e ideoldgico convirtiéndolos en meros soportes de una resemantizaci6n inevitable. Esta po- sicién alcanza hoy limites diffciles de demostrar desde un punto de vista empirico, cuando se invierten las teorias an- teriores sobre el poder de los medios, imaginando a un re- ceptor cuya libertad es virtualmente irrestricta.” Quienes suscriben la tesis de esta hiperactividad de los sujetos se reocupan menos por los contenidos de los mensajes cultu rales, en la medida en que éstos se convierten en pantallas proyectivas de otros contenidos y valores, sobre 1a base de lun trabajo de produccién de sentidos diferentes y, en oca- siones, francamente contradictorios con los enunciados en el mensaje, Se trata de una version extrema de las teor‘as ® Raymond Williams, Towerds 2000, Londres, Chatto and Windus, 1983, p. 134 (hay traducei6n castellana: Barcelona, Grijalbo, 1984), ? Un slemplo extremo de esta posicién puede leerse en: Oscar Landi, “EL trabajo del lector” Gorge Rivera y Eduardo Romano, comps., Claves del periodismo argentino actual, Buenos Aites, ‘Tarseo, 1987) donde sin apreciables bases empiricas define como actividades del lector, en general, aquellas que parecen corresponc en la prictica, a lectores cultos,especializados en la decodificacion ‘de lo no dicho por la noticia de prensa.

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