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B37 Iak MD- 74 ee FLACSO CHILE MATERIAL DE DISCUSTON PROGRAMA FLACSO-SANTIACO DE CHILE NUMERO 74, Octubre 1985, ECA FL: ¢S ene 5 s ALPIAGO 43.— LA CULTURA COMO OBJETO DE POLITICAS, José Joaquin Brunner Tocunento presentado a la Primera Semana de Intepracién Cultuml Latinoameri- cana organizada por 1a Sociedad Brasileira de Estudos Interdisciplinares da Commicacao (INTFRCCM), el Instituto Brasileiro de Estuios e Apolo Commita- rio (IBEAC) y la Gonissao Justica e Paz del Brasil y auspiciado por la Fon- tificia Universidad (atélica de Sao Paulo, San Pablo, 18 al 23 de octubre de 1985- Esta serie de Documentos es editada por el Programa de la Fa- cultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), en San- tiago de Chile. Las opiniones que en los documentos se presen- tan, asi como los andlisis e interpretaciones que en ellos se contienen, son de la responsabilidad exclusiva de sus autores y no refleja necesariamente los puntos de vista de la Facultad. PRESENTACION Que la cultura haya llegado a constituirse en preocu- pacién de la polftica ha implicado cambios importantes en las concepciones en uso de la cultura y en las propias for- mas de pensar y hacer polftica. Algunos de los factores que han favorecido esos cambios son analizados. Se explora a continuacién qué significa que la cultura sea objeto de polfticas., Se sugiere que para ello es necesario pensar 1a } cultura como una constelacién movible y flufda de circuitos | M"&- en que intervienen agentes directos de produccién simblica, medios, formas comunicativas, pfblicos e instancias organi- zativas de esos circuitos. Se postula que los tipos mis ha- bituales de esas instancias organizativas son el mercado, la administracién péblica y la comunidad, A partir de allf se estudia las modalidades que podrfa asumir la intervencién de las polfticas en esos circuitos y en sus componentes de- terminantes. Se concluye con tres breves notas sobre la aplicacién de este enfoque a cuestiones debatidas: 1a trans. nacionalizacién de los circuitos culturales; la industria cultural; los cireuitos de educacién superior. : an Yio BE ot aP ipa : i bo ouay equt ee sete eure fe aede Louoe of .uetaeaber pains 64 Moveas ia Para poder penéar la cultura como objeto de polfticas hu- bo en América Latina, tradicionalmente, dos resistencias. i. Una es la‘concepeién aristocratizante: de 1a cultura, que la transforma en el etéreo 4mbito del espfritu, por oposicién a la civilizacién, el cuerpo y el tra- bajo. Esfera de los valores supremos de verdad, be- lieza‘y de plena autoexpresién, la cultura llega a ser nada m&s que el atributo de los hombres cultos, un modo-de-ser distinguido, . Es 1a cultura de ciertos suplementos dominicales de'da prensa "seria": del con- ‘tinente que arbitra sobre ely buen gusto, el bien ves- tir y la buena cocina con la misma "sabidurfa" con que decide sobre los par&metros de lo que debe ser lefdo, escuchado o mirado. ri hr ii, La otra resistencia proviene de un campo distinto, donde la cultura es definida como un mero epifenémeno que se mueve y desarrolla de acuerdo a una legalidad més profunda, anciada como estarfa en el movimiento de las relaciones eccnémicas. La cultura, en tanto que superestructura, corona el edificie de la socie- dad, pero su verdad, su légica propia de produccién y reproduecién, se encontrarfan en otro lugar,.en la base, allf donde los hombres producen y reproducen su vida material. 1 En realidad, tenemos aquf dos maneras de pensar los polos de pureza y contaminacién (Douglas, 1966). En el primer caso, la cultura representa lo. puro: se emparenta-por eso con el espfritu, con las facultades m4s elevadas del hom- bre, con los valores, los ideales; es el reino de la liber- tad, de lo universal. “En. cambio, 1a’ polftica: representa una intromisién, en’ 1a cultura, "de lo particular, de las necesidades e intereses materiales, una toma de partido que niega y ‘estrecha el espfritu; en breve, es un princi pio Ye contaminacién. For el contrario; 1a pureza puede residir en la base, 0 sea, allf donde se cumple la funcién primordial de trans- *formacién dé la naturaleza por el hombre y de los. hom- bres por el trabajo. En éste caso, la cultura representa un principio de contaminacién : genera conciencia_falsa, discursos distorsionados, dioses que ‘prometen paraisos inexistentes, valores que sirvéen para ocultar intereses y_as{ por delante. En’este caso, la polftica, para no contaminarse ella misma, necesita dirigirse por intere- ses objetivos, partir de las situaciones de base y orien- tarse hacia el cambio de las ‘estructuras. br suma, una ved'la cultura rechaza a la polftica.y, en- séguida; 1a volftica repudia a la cultura. NO est denfs decir que las dos visiones enunciadas po- seen por detrés tradiciones te6ricas que las apoyan y al. mentah. ‘ Aquf no nos interesan esas‘tradiciones y las teorfas' que comprometen; sino los usos ideolégicos a que han.dado.lugar,.tal como ellos se han configurado en la polftica. El hecho que 1a polftica’’se haya desentendido.largo tiem po de 1a cultura tiene, ademis, otra explicaci6n. Sea que ela sublime en 1a cultura una’ esfera donde ino debe ingresar, o que la deje de lado por creer que los ‘traumas de la sociedad se hallan en otro lugar, la verdad es que la politica suprime.la cultura como campo de interés des- de el momento que acepta una visién instrumental del po- ders mas, el control sobre medios y. recursos, las organiza- Poder son los aparatos, las instituciones, las ar- ciones, Tributaria de esta visién del poder, 1a polfti- ca no ha podido tomar en serio la cultura, salvo allt donde se encuentra institucionalizada, Pero, incluso en- tonces, la |polftica limita su preocupacién a los aspectos instrunentales de 1a cultura: propiedad sobre los medios de-comunicacién, organizacién escolar, subsidios para_el arte, etc. Resulta, por otro lado, que toda actividad que logra ser instrumentalizada, que logra definirse como un ejercicio técnico, como ha ocurrido con la politica, tiende a orga- nizarse ella misma sobre bases técnicas y a operar buro: cr&ticamente, En gran medida la polftica se ha converti- do en el monopolio de cuerpos especializados que inter- actfian con otros cuerpos burocraticos de la sociedad, En . estas condiciones 1a cultura aparece simultdneamente como un &mbito burocréticamente insipnificante y, a la vez, como un Ambito excesivo de significacién, frente al cual la politica organizada se niega a actuar, Cuando lo hace, en cambio, "va por lana y sale trasquilada": expresiones sintom&ticas de ese desencuentro son las relaciones conflic- ' tivas entre los partidos y sus frentes de artistas, entre | los intelectuales y la organizacién polftica, etc. 3...2Qué ha cambiado.en estos Gltimos afios, en América Lati- na, que por muchas partes se ve surgir un nuevo tipo. de preocupacién polftica pon la cultura? : ., Hay m@ltiples antecedentes de ese cambio. Comentaré.al- -gunos que conozco. mejor. wii. Aquellos pafses dela regién que han experimentado el autoritarismo descubrieron, cada uno a su manera y de variadas formas, que las. sociedades resistfan y se daban principios de oposicién, muchas veces, a partir de fr4files elementos que no entraban en el anflisis polftico tradicional : cfrculos de estudio entre los universitarios, comunidades cristianas de base, micromedios de cominicacién en las poblacio- nes manginales, :movimientos artisticos, expresiones de teatro erftice, grupos de defensa de los derechos humanos. .Incluso si-se escucha el lenguaje.polfti- co que sejhabla en estos paises uno percibe el .cam- bio: asf el, énfasis en.las sociedades civiles, en la_preservacién de identidades, en el papel. de 1a memoria colectiva, en la irrupei6n.del cotidiano... Otros tuvimos que aceptar, un su momento, que el au- toritarismo no era meramente una expresién de fuer- za ni’s6lo una manifestacién de las necesidades de acumulacién del capital: que existfa, en el disefio -autoritario, a veces explfcitamente, la voluntad de rodificar el "imaginario social", de. transformar las pautas de comportamiento y valoracién, de borrar ciertas tradiciones y de sustituirlas por otras, de alterar el sentido de la polftica. Pero, ademfs, no fue diffeil constatar la eficacia (polftica) con que algunos regimenes militares usaban los planos simb6- licos de la accién: el miedo, el recuerdo de la ame- naza, las expectativas de seguridad, las fantasfas de consumo, etc. B el & Paralelamente, durante las Gltimas décadas, la cul- - hacia el por otras dindmicas. tura se desplazaba -: entro de la escena social y polftica: grandes pro- porciones de nuestras sociedades entraban en contacto con la escuela, la televisién invadfa primero las ciudades y luego los campos y lugares més apartados, la universidad se masificaba, las empresas transna- cionales de la cultura llegaban a nuestros pafses, surgian industrias culturales nacionales, el consu- mo cultural se multiplicaba velozmente... av. En suma, desde la pol‘itica se iba descubriendo no s61@:1a cultura --espacio privilegiado de las media- ciones, de la pugna en torno a los sentidos, de la constitucién de las identidades, de 1a circulacién de conocimientos, de 1a modelacién de las. percepcio- nes, en fin, de la construccién social de 1a reali- dad-- politica. sino, conjuntamente, un nuevo modo de hacer Efectivamente, la concepcién instrumentalista de la po- 1ftica hace crisis frente a los desaffos que le plantea su desbordamiento por la cultura, Obsesionada como es- t4 por el control del poder s61lo llega a captar la cul- tura bajo sus formas institucionales, esto es, controla- bles instrumentalmente. De,.allf en adelante sélo tiene escasas opciones: 0 se limita a ese control. formal, des- preocuffndose de los. procesos mas finos de la cultura; o,interviene en ellos instrumentalmente, con el riesgo de paralizarlos o de provocar, su desplazamiento, perdien- do asf{iel pretendido control. Un buen efemplo es lo ocurrido con las ciencias sociales en Chile bajo el régimen militar, Intervenidas las uni- versidades,el afio 1973, se procedié de inmediato a con- trolar losinstitutos de ciencies sociales, "depur&ndolos" y sometiéndolos inicialmente a un intento de encuadra- miento politico. El resultado fue, a la vuelta de unos pocos afios, que dichos institutos perdfan casi toda rele~ vancia al. tiempo que se constitufa, fuera de la universi dad y por tanto en espacios menos vulnerables a la pre- tensién de control del Gobierno Militar, un sector de centros académicos privados que reasumfan la labor erft: ea de las ciencias sociales. Lo que ocurre, por tanto, es que la politica --para pen- ‘sar y para incidir en la cultura-- necesita ella misma trans formiarse.° Un buen comienzo, en tal sentido, ha si- do el giro del lenguaje segtin el cual, crecientenente, se habla de politicas culturales en plural. Pues, efectivamente, la polftica en la cultura asume ne- cesariamenté una,pluralidad de formas. De partida, los sujetos de la polfitiéa en el -plano'de la cultura son variados, no reduciéndose a los partidos ex- clusivamente. Incluso, podrfa pensarse qué en este te- rreno el-papel dé los partidos es m4s bien secundario. Eni efecto, conio se ha visto ocurrir’crecientemente @ lo largo de los Gltimos afios, la polftica cultural és deter- minada miltiplemente: por las empresas de la industria cultural que operan habitualmente a través del’ mercado; por asociaciones voluntarias entre las cuales la Iglesia Catélica desempefia un papel primordial en varios pafses de América Latina; por corporaciones de profesionales, ‘como pueden serlo los maestros 0 los sindicatos de artis- tas; por instituciones, como las universidades; por di- versos aparatos del Estado, ministerios, direcciones, fundaciones p&blicas; por movimientos intelectuales a ve- ces bajamente institucionalizados; por los medios dé co- municacién de masas, etc. Tal vez en ningfin.otro Smbito de la sociedad se aprecia tan nftidanente como en éste que el_poder asume “calida~ des foucaultianas: es capilar, movible, horizontal y no sélo vertical, se descentra, admite variadas articulacio- nes, no logra ser apropiado 0 localizado contfnuamente, etc. En parte,.ese carfcter leiviene de su indetermina- cién por un solo actor; pero en parte, asimismo, ‘por su naturaieza comunicativa, Pues un poder que tiene una base o fundamento comunicativo no se realiza nunca unila- teralmente en el momento de su produccién o exclusiva- mente desde el lado del control de los medios de su pro- duceién. Se requiere, inescapablemente, la participacién del receptor, y “éste; a la vez, noes nunca un agente desprovisto de todo poder:,,introduce en la relacién su propia poder-de-reconocimiento y, tras éste, sus c6digos de apropiacién simbélica, su competencia de lectura, su universo de reconocimiento, su,capacidad de re-contextua- lizacién. Por otra parte, el objeto de las polfticas culturales > No es un.objeto fisico, no.es_siquie- tos culturales que se engarzan unos con-otros y-que_en- treveran, por,asf decir, desde dentro, a_la_sociedad, Circuitos,:claro.est&, que poseen una materialidad y que se organizan en torno a unos componentes identificables, pero cuyo carécter mis propio es.esa relativa~indetermina- cién de los significados que a través de ellos circulan y que se hallan contfnuamente sujetos a procesos conflic~ tivos de reconocimiento y de resignificacién. Componentes esenciales de estos circuitos son los agentes (productores) del campo cultural; los medios que ellos ponen en movimiento para esa produccién; las formas co- municativas empleadas, los pfblicos involucrados por.la comunicacién y las instancias organizativas, de.los. cir- cuitos que permiten poner en relacién a este conjunto de componentes y aseguran su funcionamiento. los agentes directos del campo cultural son habitualmen- te productores profesionales, empresas privadas, agencias piblicas o asociaciones voluntarias de diverso tipo. Los medios pueden ser (Williams, 1983) recursos inheren- tes al individuo, como en la cancién, la danza o la reci- tacién, o pueden ser la transformacién de objetos y fuer _zas que dan lugar a instrumentos, desde los mis. simples como en la pintura, hasta los ms. complejos como en la generacién de sistemas electrénicos de reproduccién. La variedad de las‘ formas en los diversos campos del ar- te o-de la televisién ha llegado a ser, asimismo, un t6pi- co de la moderna sociologfa de la cultura y, en ciertos momentos, la forma puede no sélo dominar un medio sino incluso, como ocurre con la telenovela hoy en América La- tina, consagrar un cierto tipo.de circuito cultural de masas. La especializacién de los pfblicos constituye,en la cul- tura, algo:m&s"que una mera segmentacién del mercado de consumidores; en’ ciertos circuitos puede ser una marca esencial de ese circuito y.un-mecanismo interno de su produccién y reproducciéni,,como oeurre por ejemplo con los circuitos de las ciencias:naturales y de las especf- ficas idades" que dos: sustentan, Por fin, las instancias orpanizativas de estos diversos circuitos pueden ser también muy variadas, pero existen tres tipos "puros" principales que pueden calificarse, respectivamente, como el mercado, la administracién pé- blica o la comunidad. Hemos sugerido que el objeto de las polfticas culturales son esos circuitos (Brunner, 1985). Se ve claro, ahora, -10- por qué habl&bamos antes de un descentramiento de la polf- tica cuando ella’ ingresa al terreno de la cultura. Pues “las politicas culturales son hechas, en gran medida, al interior de esos circuitos, por los propios agentes directos que operan en ellos. Asf,es el grupo de teatro profesio- nal independiente, que habitualmente genera su’propio cir- cuito de accién cultural, el que impulsa sus polfticas de Seleccién de obras, de estilo teatral, de puestas en escena, de reclutamiento de diréctores, de publicidad, ete. Algo si milar ocurre en los innumerables microcircuito culturales que atraviesan 1a sociedad En el caso de algunos grandes circuitos, como pueden serlo por ejemplo el de la industria cultural, o el de las universidades en el caso del circuito de la educacién supe- rior, nos ‘encontramos con el mismo fenémeno. También allf existe, en buena medida, una determinacién interna de polf- ticas culturales que afectan al circuito, no necesariamente gestadas y controladas exclusivamente por los agentes direc- tos de produccién, pero influidas decisivamente por ellos, ya sea en relacién con las respuestas del piblico (como en el caso de la industria cultural que opera en el mercado) © en relacién con otros actores (externos) de polfticas cul- turales, como ocurre en el caso de la éducacién superior. Por eso puede afirmarse que a medida que los circuitos Culturales se vuelven m4s complejos y abarcan medios de pro~ duceién también m&s complejos, o que poseen formas insti- tucionales m&s abarcantes y que alcanzan a piblicos més masi vos, €1 papel de las instandias organizativas de-esos circui tos se vuelve ms central y las polfticas culturales tienden --11 - a centrarse en torno de ellas. Nace aqui, asimismo, una Oportunidad m4s decisiva para la intérvencién de actores &xternos al propio circuito, como pueden serlo los parti- dos polfticos, los aparatos del Estado, las iglesias, ete. En este punto es f4cil que reviva la tradicién instrumen- talista’de la politica: pues cada'vez que se ést4 frente a los macrocircuitos culturales, él debate politico tien- de r&pidamente a centrarse en torno a las instancias organizativas de esos circuitos con exclusién de cualquier otro'aspecto. ‘Asf, frente a la televisién privada se le- vanta la alternativa de 1a televisién estatal; frente a la énsefanza ptblicad’, la’ privatizacién de la escuela; frenté’a los subsidios pGblicos para el arte, 1a alter- nativa’ a entregar el arte a las preferencias individua- les manifestadas a través del mercado. El supueSto que hay por detrds de esta especie de reac- eién pavloviana que lleva a vecaer en la coneepcién ins- trumentalista de la politica, es que todo circuito es mo- dificable a través de un sencillo cambio de su instancia organizadbra: pasar del mercado a la administracién pt~ blica 0 viceversa. Se deja de lado, en-cambio, que cual- quier circuito, pero’ especialmente’ los m4s complejos, se halan ‘a la’ vez deteriminadosy sobredeterminados por sus dem&s componéntes: el caracter de los agentes profesiona- les-.de.produccién (su formacién éspecializada, su socia+ lizacién polftica previa, sus h&bitos de trabajo, etc.)3 la naturaleza de los medios (la organizacién de la empre- sa, las réstricciones técnicas del medio, etc.); la iner- cia de las formas comunicativas, y 1a disposicién de los piblicos (su ubicacién social, sus preferencias ,cultura- les, sus niveles educacionales, sus tradiciones de "lec- tura", etc.). 9. La irrelevancia y la improductividad (de efectos perti nentes) de muchas polfticas.culturales se _explica preci-_ samente por esa incomprensién, del modo de articulacién de los circuitos culturales sobre los que.se-pretende ineidir. Asf£, por ejemplo, la vieja cuestién del cambio de la es- cuela naufraga habitualmente entre recriminaciones res~ pecto a la resistencia que ofrecen los; maestros al cam- bio, la falta de esntusiasmo de los’ padres o 1a inercia que opone la codificacién curricular del conocimiento educacional. Pero el hecho es,justamente, que las polf- ticas educativas, si desean tener éxito, necesitan abor- dar simult&nea o sucesivamente todos esos componentes del circtiite escolar, y no solamente uno.de ellos. 0 bien, habrA que aceptar que las politicas .culturales, educati- vas en este caso, tienen una “duracién larga" en cuanto a sus’ efectos, y que por tanto un requisito para su éxi- to es su mantencién durante ese largo tiempo, lo que a veces resulta incompatible con los ritmos de cambio del personal politico. 0, alternativamente, habrA que buscar formas para "internalizar" las politicas, volviéndolas un disefio estratégico de los propios agentes directos del circuito --en este cas6 los maestros--, lo cual supone una polftica de consensos y de persuaciones que a veces -* resulta incompatible con la competencia partidaria. -13.- 10. A partir’ de lo que llevamos dicho, hay algunas cuestio- nes que pueden volver a plantearse, y que constituyen algunos de los'tem4s m&s apasionantes de la discusién politica y cultural en nuestro continente. Una de ellas es el problema de la transnacionalizacién de las culturas periféricas. Hay una manera de mira esta nueva situacién que consiste en pensar estos fené- menos de transnaciénalizacién como meros fenédmenos de "penetracién" de la cultura nacional por disefios cul- tubales exdgenos. Pero esta visién, ges acaso la mis adecuada? No hay una respuesta simple y cirecta, por lo menos no la tiene el autor, Pero podria especularse que el: problema es mis complicado y vasto: pues lo que est& ocurriendo, en realidad, es la incorporacién de al~ gunos circuitos culturales qve hasta ayer posefan un encuadramiento netamente nacional (o asf lo imagin&ba~ mos al menos) a'circuitos transnacionales. Mas esto, aqué significa? Que esos circuitos tienen algunos de Sus componentes, 0 todos ellos, transnacionalizados o en viaside serlo. Asi, pdr ejemplo, ocurre que en el caso de las ciencias una buena proporeién de los agen- tes diréctos se forman y certifican su competencia en universidades de los pafses-centrales y poseen medios de comunicacién internacionalizados pero controlados en esos centros (las revistas especializadas) y un pt- blico compuesto, asimismo, por "pares" qué se hallan diseminados por é1 muhdo, pero especialmente ubicados en los pafses- centrales.: .{Significa esto que no puede existir un circuito nacional’ de las ciencias respecti- vas? Y’éstos, cuando existen, como parece ocurrir ne = le en varios pafses de la regién-- {puede decirse que se hallan distorsionades por su incorporacién transnacio- nal?; ~en qué sentido? Por el contrario ipodria ima- ginarse --y cémo-- circuitos de ciencia nacional que fuesen integramente indfgenos? Ahora bien, una vez que un circuito cultural cualquiera se transnacionaliza en parte o integramente, iqué posi- bilidad hay de hacer politicas culturales; desde la pe- riferia, en esos circuitos? Otra vez, lo mis fcil és pensar cémo "intervenir" desde fuera ese circuito trans- nacionalizado, creando algén tipo de "barreras" protec- cionistas de la produccién y del mercado internos. En cambio, no se piensa que, tal vez, en el largo plazo, la alternativa més eficaz (pero diffcil) sea hacer polf- tica cultural "desde dentro" de ese circuito, a través por tanto de los agentes directos que operan en y desde la periferia. De hecho, en varios campos de la ciencia para mantener el ejemplo-- se ha ido evolucionando en esta'direccién: mediante la formacién en la regién de especialistas en el nivel m&s alto; mediante 1a concer- tacién de los cient{ficos en las asociaciones profesio- nales internacionales; mediante la valorizacién transna- cional de los propios medios de comunicacién disciplina- pia, ete. Otra cuestién que lentamente ha ido coloc&ndose en el centro del debate sobre las politicas culturales es el de la industria cultural (Miceli, 1984), Los circuitos que ésta genera se hallan organizados, habitualmente, por el-mercado;; al: punto que la industria cultural ha sido denominada el mercado de_mensajes. No cabe duda que en gran proporcién la moderna cultira de masas se halla comprometida can los circuitos de la industria cultural, la que abarca una proporeién crecien te del mercado de libros, del mov: nto de la prensa, de la industria discogréfica, de la televisién, del ci- ne, de los nuevos productos y servicios audio-visuales, de las reproducciones de arte, de la fotografia y de la publicidad (Girard, 1982), Cada una de estas ramas de la industria cultural pone en accién circuitos diversi- ficados, que en varios puntos se entrecruzan. Uno de los tépicos del debate polftico-cultural es el de las tendencias hacia la concentracién de los medios de produceién de la industria cultural en manos de po- derosos conglomerados, que a veces controlan el mercado de una rama, o varias ramas simult4neamente. ¢Cémo, entonces, incidip en este plano, con el fin de evitar la conformacién de monopolios y/o oligopolios que, por su propia naturaleza, adquieren un gran poder de manipu~ lacién de 1a opinién p&blica y una influencia politica desmesurada? A veces se ha pensado que sélo el Estado puede contra- restar esos monopolios, ya sea reservandose para sf al- gunas ramas de 1a industria cultural, o bien compitien- do en el mercado mediante agencias pfiblicas de produc- cién directa en algtin campo de la produceién simbélica. La primera alternativa podrfa llevar a la conformacién de monopolios estatales, con todos los riesgos que éstos entrafian; la segunda} por el contrario, suelé resultar en experiencias ambiguas. En Chile, por ejemplo, el Gobierno ha sido tradicionalmente duefio de un diario, el que carece de toda influencia} en cambio, bajo el Gobierno de la Unidad Populer (1970-73), se mont6 una editorial del Estado que realizé‘tha importante contri- bueién en él plano de la masificacién del libro. Cabrfa preguntarse si no serfa posible incentivar la pan ticipacién de otros agentes, constituidos a la manera de asociaciones voluntarias de diverso tipo, en algunas ramas claves de la industria cultural, ereA4ndose para ese fin mecanismos estatales de subsidio (podrfan ima- ginarse varios) para permitir el ingreso de aquéllos al mereado en condiciones de competitividad. En Chile, por ejemplo, se discute hoy sobre la alternativa de crea cién de un Fondo Nacional que, con, recursos piiblicos y una administracién auténoma, puede’ contribuir a finan- ciar proyectos de prensa privados, una vez que se pro- duzca el reestablecimiento de 1a democracia. Se trata- ria de vecrear , por este medio,’ una situacién de mercado m4s abierta y competitiva, eliminando las dis- torsiones que se han producido durante el Gobierno Mili- tar, For otro lado, cabe tener en cuenta qué la conformacién de circuitos culturales de masas a partir de algunas ramas de 1a industria cultural no elimina 1a existencia de otros circuitos, menos extensos, pero qué sin embar- go mantienen una influencia significativa en la sociedad. De hecho, por ejemplo, 1a aparicién de la industria edi- 12. 5 iyo torial no necesariamente ha entrafiado, en todas partes, la eliminacién de las editoriales artesanales, donde mediante un esfuerzo cooperativo de los autores y de clubes de lectores se mantienen circuitos para ciertas formas comunicativas que retienen su valor cultural (por ejemplo, 1a poesia). Asimismo, junto con las tendencias hacia 1a concentra- cién de los medios de prensa, se ha podido observar en algunas partes una proliferacién de los circuitos cul- turales locales a partir de la accién de micromedios (politicos, vecinales, de arte, sindicales, de iglesia, feministas, etc.). Por fin, una tercera cuestién que adauiere nuevas dimen- siones en el debate latinoamericano cuando se la intro- duce en este terreno de discusién sobre polfticas cul- turales, es la cuestién educacional y, en particular, de la educacién superior. De hecho, en varios paises de América Latina, los circui tos culturales de la ensefianza superior se han masifica~ do durante las Gitimas dos décadas, presentando hoy pro- blemas anAlogos a aquéllos a que da lugar la industria cultural. Pues, crecientemente, esos circuitos de ense- fianza superior tienden a descentrarse de 1a institucién que les dio origen - 1a universidad- para conformar un conjunto de subcircuitos, varios de los cuales tienden reado. Se ahora a ser organizados por la instancia observa, desde este punto de vista, una cierta tendencia - 18 - en muchos pafses fueron pensados originalmente como pt- blicos por naturaleza, Mas afin allf donde ha terminado por aceptarse, aunque sea de hecho, que una parte impor- tante de la ensefianza post-secundaria o terciaria est& radicada en institueiones conformadas a la manera de em- presas privadas sui generis, sé toca con el problema que ellas estén llamadas a producir un bien piblico (los cer tificados profesionales), cuyos efectos deben estar sue tos por lo mismo, de alguna manera, a control piblico. Toda 1a discusién en torno a las formas de acreditacién de la ensefianza impartida en ese sector privado de 1a educacién superior da testimonio de ese esfuerzo por in- troducir, en la esfera del mercado, un principio de con- trol ptblico. Algo similar ocurre con 1a discusién respecto a 1a dis- tribucién de subsidios pfblicos en el &mbito de 1a edu- cacién superior privada, Estamos aqui pues frente a circuitos culturales que se han ido volviendo cada vez m&s complejos, no sélo desde el punto de vista de los pfiblicos que tienen acceso a ellos, que se multiplican aceleradanente, sino asimismo desde el punto de vista de los dem&s componentes de esos circuitos. Asi, los agentes directos de produccién de la ensefianza superior se diversifican y profesionalizan, buscando nuevas formas de organizacién al interior de las instituciones educativas, Estas Gltimas, como ocurre en el caso de las grandes universidades, se trans forman en empresas que apenas responden ya a ningfin disefio or- ganizacional que pudiera econtrarsé en los tratados de 1a 13. -19- especialidad, habiéndose creado. incluso todo un nuevo lenguaje para hablar de ellas, como, sucede por ejemplo con la categorfa de la "anarqufa organizada" de March y Olsen. Ocurre, entonces, que en el caso de estas macroinstitu- ciones culturales se concentra, por una parte, una gran capacidad de definir ellas mismas sus propias polfticas culturales, asunto que dadas sus caracterfsticas orga- nizacionales no es nada facil de hacer, al mismo tiempo que otros actores --especialmente e1 Gobierno, las em= presas, sectores cient{ficos, colegios profesionales, ete.-- buscan incidir sobre esas instituciones para in- corporarlas a ciertos disefios de polftica cultural o para que adopten, interiormente, esos disefios. En suma, ahora que creemos haber descubierto una nueva relacién entre cultura y politicas que hemos identifi- cado,al menos, un nuevo campo de preocupaciones, el de las politicas culturales, nos vemos de inmediato expuestos a la novedad del terreno que pisamos; a la falta, incluso, de unos mapas que nos orienten en medio de esos territo- vios; a la crudeza de nuestros medios intelectuales para pensar estos problemas y, sobre todo, para ligar el an&- lisis y las propuestas de accién; expuestos, en fin, a la inutilidad de buena parte de las tradiciones vetéri- cas con las que, hasta ayer, abord&bamos los problemas de la cultura. Estas notas no imtentan por eso otra cosa que con- tribuir a la reflexién en este campo y, mas que eso, a la discusién que se ha iniciado, donde las ciencias so ciales aportan apenas una perspectiva que necesita com- plementarse con otras. -21- 5, Bibliografta Brunner, José Joaquin: "Polfticas Culturales para la Demo- cracia", CENECA, Santiago de Chile, 1985. Douglas Mary: Purity and Danger, Routledge & Kegan Paul, London, 1986, Girard, Augustin: "Cultural industries: a handicap or a new opportunity for cultural development?", UNESCO, Cultural Industries, Paris, 1982 Miceli, Sergio: Brasil, 1984 ado_e Cultura en Brasil. DIFEL, San Pablo, Williams, Raymond: Culture. Fontana, Gran Bretafia, 1983. BIBLIOTEG. FLASS ShUTIAGC

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