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Estos ensayos, escritos de ocasion varios de ellos, giran insistentemente sobre unas pocas preguntas fundamentales: ;qué anos? ¢Cudl es nuestra identidad como pais, si acaso existe algo que pucda identificarnos? Como se relacionan la cultura y la politica en nuestra sociedad? {Qué es la mocerni- dad de la cultura latinoamericana’ ;Como. pensar y disefar politicas culturales que tengan su fundamento en la libertad crea- dora? Las respuestas a estas interrogintes son en este libro una invitacior a discutir; buscan el didlogo, que es la base de toda auténtica cultura. UN ESPEJO TRIZADO Ensayos sobre cultura y politicas culturales JOSE JOAQUIN BRUNNER FLACSO Facu‘tad Latinozme-icaa de Ciencias Soc ales UNESPEIO TRIZADO Sobre elt etites © Joxé Joaquin Brunner FLACSO Inseripeién N 69.721 ISBN 956:205.029 TFedicién de 1000 cjemplares: Junio de 1988 ‘Impresor: Salesianos, Buines 19, Stgo. mpreso ca Chile/Printed in Chile. INDICE Dedicacoria ... INTRODUCCIO! UN ESPEJO TRIZADO .. Parte Prinera, CHILE. CULTURA E IDENTIDAD . Cultura y sociedad en Chile .. Esta frigil materia suspendida Chile, offo pats... Entre ta cultura aute democrat urales Je la oposicién en Chile Fragmentos e incertidumbres de. aiio 2000. Parte Segunda. a AMERICA LATINA, CULTURA ¥ MODERNIDAD ... Cultura popular, modernidad La cultura oceident: la. periferia Bibliog-afia . ul 15 4B 45 59 65 9 103 105 133 149 151 187 205 Modernidad y posmodernismo en Ja cultura latinoamericana . Conelusiones Entonces, zexiste o mo la modernidad en América Latina? .. 207 237 ParteTercera. POLITICAS CULTURALES 259 La mano visible y la mano invisible ........... 261 L. Qué significa hacer politicas culturales... 261 Il, Modelos de hacer politicas culturales .... 283 Epilogo . 315 I. Api de los modelos .... 319 TY. Politicas culturales y democracia: haci una teoria de las oportunidades .......... 351 La eultura como objeto de politicas 391 grafia.... 407 Cultura y politica en la lucha por la. ja y la nueva izquierda.... 409 y democracia .. 439 Conelusiones ... 467 A Josefa, que escrive y escribe. “Somos y no somos los misnos; aunque defenderos principias idén:icos, justamen‘e por lealtad aellos he- mos pretendide escapar a la ilusién petrificante de la identidad.” Octavio Paz, Hombres en su tiempo. INTRODUCCION. El p:esente volumen reiineun conj antode ensayos socio~ légicos sobre el tema de la cultura y de las politicas culeu- rales.* Su horizonte geagrifico més inmediato es Chile, pero contiens ademds una secciGn -eferidaa Amé-ica Latina, Su tiempo histSrico es el aresente, nuest:o pasado inmediato y las preguntas del prox mo futuro. Cada uno de los ensayos que compcner. este Ibro fueron eszritos para ocasiones diversas y wvieron también publicos disimiles: un sersinario académico y st audiercia, lospotenc.ales lectoresl2 un li- bro,el paiblico de una uotrarevista yel catdloga devine mues- tra cultural. Sé.o uno, el que da su tittlo a. vclumen, fue es- zrito especialmente para él. Originalmente estos ensayos aparecieror en diverso:paises Argentina, Brasil, Colombia, México, Venezuela y un grup en Chile. Su tnidad intema es doble: temporal, pues todos los en- sayos reunidosen este volumen fuero1 escritos a lo largo de * El autos agradeceel gpoye de Swedish Ageacy for Research Coopera- tion (SAFEC) quecontribur6a hace: posble lapublicacidn deeste libro. u losafios 1985 y 1987, y de materia, por cuanto se refieren a unnticleo comiin de preguntas y problemas. Qué ha ocurri- do con la cultura 2n Chile durante los ultimos veinte atios? {.Cudles nuestra identidad como pats si acaso existe algo que pueda identificarnos? Como se relacicnan la cultura y la politica? {Qué es ‘a moderidad en la cultura lat:noamesica- na? {Cémo entender y evaluar los procesos de transnzcio- nalizaci6n de nuestras culturas periféricas? {Culles son las perspectivas de 1a democracia en la cultura? ;Qué papel jueganlosintelectuales y los demas agentes profesionales del ‘campo cultural? Estas preguntes y problemas, asi como otros t6picos mas ‘specifics —los modelos de pensar y hacer politicas cultu- rales, el papel del mercado y del Estado en la cultura, las osiciones de la iaquierda en la cultura chilena, etc, se convierten eneste volumen en objeto dereflexién y andlisis desde una perspectiva intelectual precisa, cual es la de tomar en serio lacultura como un mundo de significaciones aut6- nomas que no pueden ser explicadas por los movimientos de Ja economia e de la politica; la de poner al centrodel andlisis cultural a las instituciones, al personal profesional y « los procesos especificos que conforman el campo cultural de la sociedad; lade rehuirlos esquemutismos en el tratamiento de Jascuestiones culturales, aun riesgo de quedarse sin lascer- tezasde una “granteoria”; lade unir, en elanalisis, los aspec- tos “macroculturales" de la sociedad con los aspectos “mi- crocultura‘es” que condicionan al indivicuo y Ie hacen vivir, precisamente, “en sociedad”, En este sentido, casi todos los ensayos incluidos en el presente volumen poxeen un inescapable sentido polémico, De interrogacién de las visiones culturales que el pafs tiene sobre sf mismo, que las ideologfas impulsan y, en particular, que laizquierda intelectual y politica ha construido desde sus 12 propiasposicicnes. Casi no podifa ser de otra manera: esen el terreno de la cultura y de su andlisis, precisamente, que los dogmas se hacen trizas, que los saleres cunsagracos son. puestosen cuestidn y que las p:opias concepeiones deben ser sometidas a interrogaci6n. Naca hay mds coraplicado, en realidad, que el andlisis cultural. Aqui, en este terreno. descutrimos lis limitaciones de auestras propias ideologtis, nos encontamos con las ideologias de los owros y aprec:amos le contin a “rotacién de los sigros””. No hay en la cultura ningdin fenSmeno simple, ninguna obra, xing juicio, ninguna actuacién que no sea portadcra de una mutiplicidad de sentido abiertos a la interpretaci6n y cargada por lo mismc de la presencia de los otres. No se entiende un libro sino ene! circuito de sus lec~ tores y en el coatexto de su tiempo; nchay una esculrara que se agote en la sola inteacién d2 su autor, no hay, en general, un proceso de produce én de cultura que no comp:ometa, de inmediato, las formas de su transmisicn y las operacionesde su reconocimiento por “publicos” difzrenciaos. Por eso mismo, intervenir politicemente en la culture, 0 sea, “hacer politicas culturales”, es ura materia compleja y Gelicads Bs como zucirel mer con una aguje. Bsinvodveir una volntad p:ogramadora en mediode tn univerga.comu- nicativo que se mueve coa actonomfa pero que estd sujeto, al mistro tiempo, anniltiples condicicnamientos de tipo ins- titucional, sin que estos tiltinros agoren jamis las posibili- dades de la cul-ura, de su creacién, trensmisién y rec2pcién, Al fina, en este terreno, vuelve a aperecer sempre =I indi viduo con su capacidad de comuricacse, de aroduci: signi- ficaciones, de ctribuir sentidosy de participarrutinaria o sor- presivamente en la continua sonversacién que entreteje ta cultura de un grupo ode un pueblo, Inclusc, de corversar silenciosamente consigo mismo, dentro del marco por taato- 13 de sus propias competenciss interpretetivas, pero abierto necesariamente a las preguntas contenidas en lacultura de la que & forma parte o dirigidas a é1, de mil maneras, por los ‘otros y Jo otro, misterio cifrado de la muerte, En suma, podemos llegar a vernos er la cultara como en un espejo donde se reflejan nuestras identidades, donde se depositan nuestros suefios y donde intentamos construinos como una sociedad que inierviene reflexivameate sobre su propia continuidad en el tiempo. Santiago de Chile, Enero 1988. 14 UN ESPEJO TRIZADO. José Joaquin Brunner Alicia Barrios “Pl be your mirror. “Yo seré tu espejo’ no significa “Yo seré tu espejo sino *Yo seré tm ilasién’? Jean Baudri‘lard, De la Secucci6n El campo de reflezién dz un espejo. En el desaollo infantil, a fase o el estadio des espeja representa el zeceso @ una iraagen ce sf mismo que opera como tna idemtificacién. Lacen describe esteacto como una ‘en que la “imagen especular” es asumida “jubilosamente” a pesar de que Ices desce la impotencic motrizy la dependen- ‘ciade In lactancia, precisameate porque manifiesta, “en una situacién ejemplar, la matriz smbélicaen laqueel yc formal se precipita enuna forna primordial, antes de objetivarse en Indialéctica dela identificacién con el otro y entes qfizel len- ‘guaje le restittya en lo universal de su funciSn de sujeto”. Andlogamente, los pueblos se miran también a s{ mismos enlas inago que les devuelve el espejo de sus culturas; sélo que lo hacen a través de los reflejos distorsionados por la accién de los idola de que nos habla Bacon, alos que pronto saldremos a enzonzrar.Enesteotro“estadio” o“fase”, efecti- ‘vamente lamariz simbolica que nos fermite nirar, nombrar Lacan, Jacques: Lecwra sstructurlista de Freud; Sizlo XX1,México, 1971, p.l2. 18 y reconovernos est ya todaella objetivada porrelaciores de poder y sus correspondientes expresiones en el lenguaje; es uaa matriz de reflexién colectiva integramente sujcta a la lucha de interpretaciones y a sus consecuencias inevitables. Por eso mismo decimos que el espejo esté imemediable- mente trizado por las innumerzbles formas y los infinitos contenidos que pagnan por expresarse en la cul-ura y por los modos como la sociedad se ha aduefiado de nuestro enten- dimiznto sin llegar a suprimir,apesarde ello, en louniversal, nuestra funci6n ce sujetos. Aspiramos individualmente, casi con obstinacién, aun en medio de la mds grande oscuridad, a ser““inmensamente felices”,a no ser her'dos, aestar acompa- ffados,a seramacos,a trabajar con goce,acomunicamnos ple- namente, a cumplit —hasta un Ifmite cue reconocemos in- franqueable— el deseo més turbulento: nuestra hambre de totalidades, de plenitud, de fusiGn con elotro, de permanecer y de transparencia; hambre del cielo, “sentimiento oces- nico”. Es que igual como el propio Lacan sefiala para el sujeto individual, esto es, que la forma total del cuerpo gracias ala cual el sujeto “se adelanta en un espejismo a lz maduracién de su poder, no le es dada sino como Gestalt", asi, andlo- ‘gamente, en el caso de los pueblos, su comprensién histérica y Por ende su identidad no le son ofrecidas sino de manera incompleta, como ideologfas quebradss, yuxtapuestas, en- trecortadas, deshilachadas, en laimagendel esp2jo trizadode su propiay presente cultura, Nos leemos hacia adelante para descifrar nuestro pasado; nos fabricamos un destino para perseguislo como el espejismo que corsume muestras ener- gfas. Es decir, nos reconocemos un pueblo, una nacién, una sociedad s6lo moviendo hacia fuera —buscando, constru- yendo— nuestro velado rostro, un nombre, una interpre iacién de nosotros mismos entre las imaginarias figuras del 16 futuro que pescen, e'las soles, las claves ds! pasado. S6lo somosen el preseate lo que legaremos a ser, por eso=1 pode noes sinola capacidad de reescribirnos nuestro pasado y de obligamos a ectuar y a eaterder el presente segin las imé- genes proyectadas per su frazmento del espej Siel podernonos hace fntegramente ni pede interpretar- nos una identidad, identificamos colzctivamente, es porque no puede recomponer el espejo irizado. Nc puede hacerse cargo, nunca, de tode la dimensién de Is cultura, Ni puede tampozo proporcionamos el olvido del futuro, suprimir los espejismos, aunque logre bomrar los rastros de la memoria y crear Una que sea enteramence attifizial, como esos rostros suprimridos delas historias ofiziales cayassombras,liberadas para siempre, andardn descalzas, six peso, por la fantasia cokectiva. Eses son p-ecisamente los mértires, nuestros hé- Toes, mids vives cuanto mis profundemente se los entierra suprinre, Puede el poder qu'zds, por un tiempo, airapar y contro/ar Jos destellos incongruentes de ese espejo trizada. Cubrir el horizonte, por un irstarte, zon la mano. Hundir el sol, fugazmente, haste el préximo levante, Masno puede evi tar que sigamps buscando comprender, entre las imagenes quebradas y recortadas del espejo, los signos dispersos de nuestra propie identidad. ara hacerlo nos “exteriorizamos”, invocamoé desde ese exterior que es nuestra culture, mediante esas imégenes “mas coastituyentes que consituidas’, auella entre todas que pueda devolvernos Cesde le trizada supericie la Gestawt dondeesta colectividad, nosotros mismos, cada une de nos- fos, podames asum res como unidad, proyecto osonstan- cia, por encima de Ics fraccionamientos, los conflictos, 1os desgacros, Para cue #lla se haga real, tinica posibilidad d> producirnos anosotros mismos como sociedad, necesitamos ‘ese “‘campo de reflesi6n de an espejo"; la mirada pues con a] que nos miramos, o intentamos hacerlo, deste nuestras propias ideologias, que son lamacriz de una cultura que seha vuelto reflexiva. Que ba perdido incluso la posibilidad de la inocencia, si acaso alguna vez la tuvo, y debe relegarla al origen oscuro cuando la mirada aiin no hablaba y el lenguaje no Veta atin los sentidos de aquello que logramos nombrar. ‘Mirada que ta entrado, por tanto, en el juego sin fin de los espejos trizados tajo la presiGn de los idolos de Bacon, Los idolos de Bacon. Segiineste autor, “cuatroson las clases de {dolos que tie- nea posesién del entendimiento humano”.? Todos eruzan coatinuamente, sin orden aparente, por muestra elma y viven enlacultura. Bllos son la culuura,nuestramirada, el lenguaje que hablamos, nuestro “campo de-reflexién”. Los fdoles de lavribu, primero, cuyo fundamento reside “en la mismanatu- raleza humana y en ja tribu oestirpe misma de los homb-es”. Enefecto, como seftala el propio Bacon, el enterdimiento es como un “espejo desigual” que deforma y “contrahace” los objetos, proporciondndolos a las percepciones y a los senti- dos de la mente; ror eso, agrega, puede decirse de éstos que estén en analogia conel hombre, 10 con el universo. Hoy da muchos psicélogos y soci6logos afirman Jo mismo: que la mente “‘construye” [a realidad, absorbiéndola en esquemas basicos y doténdola de sentidos que son interactivamente creados, mantenidos o transformados. En seguida los faolos dela caverna, los de cada hombre individual, pues cada uno posee “un antro ocavema” donde se quiebra y desbarata la 2 Ver Baucus, Francs, Novum Orgarum, en Casstgoll, Armando y Villagxén, Caries (compls.) La ideologéa en los textos ; Marcha editores, México, 1982, (vol. 1). 18 luz que percibimos en el espejo de la cultura que nos habita. Aquellz caverna esié conformeda por nuestro temperamento singular y propio, es el fruto de la educacion que recibimos. y del comercioen que sntramos, la consecuencia de as lec- turas y de las impresioaes que vamos recogiendo cotidiana- mente de las autoridades a las que nos sometemes. Hay otras, las fdolos del foro, que nos vienen del “pactoy aso- siacién del género hurranc enwe s*”. Sobre todo las palabras 3on que nos comunicamos, nuestros enguajes, “fuerzan el entendi niento y lo perurban todo”, Nevandoa los hombres a “mil controversias y fantasas sin contenido alguno”. Por fin, estin fos fotes dl teatro, aque'los que nos penetran junto con los sistemas filosGficos y las “malas reglas de demostacién”, proyectando sobre e: espejc de la cultura “otras tantas comedias representadas que con‘ienen riundos ficticios y teatrales”. Son eilos, por tanto, los {dolos del espejo. Hlentramadode la cultura en que nos reconocemos como figuras colectivas, 2omo una idertided racionai, Nada en éste responde, en verdad, a la realidad de las cosas; es integramerte una “constricciGn social". Es el resultado de ideclogias, Je pro- yecios desencontrados, de interpretaciones posibles, del Poder ds que puedan era revestids las palabras og as que nombramos un “alma nacional”, una “historia pafria”, una “loca geografie”, una ‘raza chilena”, nuestros ancest-os; in- cluso lapatria es slo un simbclo destilado sobre el espejoen que buscamos la imagen de u1 hogar, sus proporciones, su bandere, sus canciones, unmodo de ser propio en la historia. Las ‘declog’as con que ncs intergelamos son nada més que los proyectos del ceseo y de la raz6n, fréziles construc- ciones que mcdelan kk realidad y lz transforman; son la energiade la cultura e1 que estamos llamades permanente- mente ¢ reconccernos. No son, pues, puramente, fala con- ty ciencia, distorsi6ndela mirada, lenguajedel encubrimiento, recorte interesadode una totalidad que preexistiria guardada ‘enalgin depésito: el de la razén tniversal, cl de un mitopri- migenio, ¢l de ura clase emancipadora, el de una nacién unida, el de'una religiOn finalmente reconciliads. Nos mue~ ven, por el contratio, las pasiones de lo que queremos llegar a ser, asf como ¢l sujeto individual descubre en el espejo su posibilidad aun antes de haber construido con ‘os otras su identidad y sus circunstancias. Nuestras pasiones son imige- nes deotrarealidad que deben permitirnas el paso de lo cado a la recepciér. de lo que ain estd por haozrse; las ideologfas son, esa otra realidad que esta contenida en los suefios de ‘nuestra razén, Si ros movemos entre realidades miiltiples es porque elas existen, en diversos niveles de posibilidad, co- moimégenesespeculares dentro de lacultura. Sino podemos retenerjamés,colectivamente, una sola Gestalt que nosid tifique un futuro y estabilice la tarbulencia de sus posibili- dades inciertas, es parque el espejo donce la buscamos est trizado y vuelto a trizar por la accién de los idolos que acom- pafian a nuestra razén, que encauzan nuestra mirada, que lle- nan la visi6n con los rastros del pasado y la dirigen mediante Ja educaci6n, que anclan nuestros lenguajes a los intereses vitales de mtltiples experiencias queno se tocany que hacen estallar las palabras que hablames multiglicando su signifi- caci6n hasta sbarcar “otras tantascomedias compuestas y Te- presentadas que contienen mundos ficticios y teatrales”, La ficcién de la realidad y |a realidad de la cultura, Pordebajode la realidad més real, de la mas dura constan- cia delascosas, y porsu entomo y encima de ella, envolvién- dola completamente,estéla cultura: que proporciona los sig- nos con que nos kablamos, las maneras median‘e las cuales 20 operamns, la autoridac con que reves:imos nestras opinio- nes o lasdel otro, e! contenido fragme atari d= nuestios sue- figs, las formas inagowbles del deseo, las melodfas de los cuerpos, los d:oses que adoramos, Ibs ritos mediante los cuales interactuamos, las ceremonias con que nos a>ropia- mos de la muerce hastavolverk, incluso a lle, una fiesta del significado, un hecho social, una comanicacién del dafora y la pena, de la herencia y el ms alld, de Ja jus:icia humana o 2l castigo diviro. El dramatismo de toda real dad, sucardcter especalar, su inreductible cifrado vienenpresisamente de esa inmersiénde todo lorealen la cultura que nes obliga adeci-con Fcucault, al igual queél lo hace refiriéndose aNietzsche. Fread y Marx, “que la interpretacién se ha convertido, finaimente, en una tarea infinita”? La interpretacién no sc puede acatar jamZs, una vez que se recoroce el Kecho de que el espejo de la cultura se ha triza- doirremediablemente que nchay, por tanto, snaunidad que recomponer. Ircluso mas: “nc hay nada absclutameate pri- mario para inte-pretar porque en el fondo ya tcdo es irterpre- taci6n, cada signo es en si mismo no la cosa que se cfrece a la intergretacion, sina la interpretacién de otros signos”: Mare irterpreta asi el capital, no como una cosa, sno como algo quz es ya la interpretaci¢n de uras relacioneé sociales que se presentan como una cosa aparentemente natural; Frend ectrae delos sintamas faxtasmas quesona su vez.inter- pretaciones de experieacizs; Nietzsche muesza que -0s sig- nificados son sempre,en su expresi6a, interpretaciones im- uestas. y cons:ruidas 2 lo largo de ta historia. Foucaalt, por dltimo, explora 1o que él mismo califica ccmo un sueiio: > Foucattt, Michel: Nievziche, Freud, Mare; Cuademos Anagram, Barcelona, 1970, 9.32. ‘"Tbid., pp. 35-36. 21 “constituiralgin dia una especie de corpus general, unaenci- clopedia de todas ias técnicas de interpretaciOn que hemos ‘conocido desde los graméticos griegos hasta nuestros dias”. $ ‘Buscar pues una identidad en la cultura equivale a inter- pretar las icentidaces que nosson ofrecidas como interpreta- cionessobre ese espejoen queexteriorizamos nuestros arhe~ Jos, marcamos las huellas de nuestro paso, trabajamos, nos comunicamos, escribimos, levantamos monumentos, for- ‘mulamos preguntas, construimos sistemas, hacemos poesfa, cantamos, ordenarnos sentidos, organizamos signos, en ese infinito proceso de imterpretamos y de imponer nuestras in- terpretaciones como reales, vilides, autoritativas, serias, or- todoxas, adecuadas, profundas 0 lo que sea. Enrigor, yalo decfamos, nada sobre ese espejotrizadopor Jos {dolos ¢e la interpretacién, que son los fdolos de la razén y el lenguaje, de nuestro temperamento y asociaciGn, de la iribu y los foros, idolos del teatro universal, tiene el valor absoluto o primigenio de una realidad primera, una realidad que pudiéramos salir a bucearen las profundidades de lo real (© de la mente, Lo real es nada més que un bosque de signos y la mente, en nuestro interior, la caja de herramientas que empleamos para continuar con el trabaje de interpretacién. Por eso lo mis real o profundo esti en le ficcidn, pues ésta consisic enla invencién imaginativa, eslacreacién, losnom- bres,elsem:ido de las cosas, elmotor de la interpretacion. Ne~ ccesitamos fingir, inventar, representar: delo contrario nopo- drfamos controlarla realidad; resbalarfamos por su superfi- ie hacia una profundidad que ella no posee y que en noso- trosesel deseo, aun a costa de suprimir loreai, de encontrar- nos con su fondo, el supuesto imeductible de ella, el lvgar dorde por fin se paralizarfa la interpretacién dejindonos en un “‘pun-9 erode laculura’; sumergidos por tantoen unana- turalezadesprovista radicalmeate de todo signo, mude. ante- rior a Jos nomb-es, carente pues de toda cultura, reconcilia- da cons'go misma en las profundidades del alma, ahogada, una y total, sin fisuras. Las agencias dela cultura y los individuos. Esuarasgo tipico dela modernidadquela cultura st vuel- va una finci6n sspecia izada en Ja sociedad. Que se consti- tuya, precisamente, como un espejo trizado pero reflexivo. Ambito de instituciones y agentes prcfesionales, la cultura moderne se orgcniza enun sistema de méquinzs productoras Cerealidades sirabélicas que soa transmitidas ccomunicadas allos “ptblicos”, esto es, agregados més o meros identifica- tes de consamisores de bienes simbélicos. Le escuela y sus alumnos lasiglesias y sas fieles; los peci6dicos y su lectores; Ja television y s1 mercado; las universidades sus clientes: alumnos, incustrias,escuelés, aiociaciones de profesicnales, <1 Estado, las comuridades académicasnacionilese interna cionales. Cada vez ms, la esfera de la zultura se ensancha y sehace cargo denuevoscircuites de preducci6a/transraision simbélica, Las fronterasnacionalesde licultura desafcrecen ©s¢ tornan perrreables; la torrede Babel se organiza por fin ‘cuando surge una falange de “t~aductozes” que inventan c6- mo reescribir las religiones orientales para el nercade occi- dentel, ponen en circulecién el mismo programa de televi- si6n en mil ciudades del mundo simulténeamente, hablan todos losidiomas y reducen las diferencias entre todos los se- xos, tienen el poder de divulgarla ciencia y de universalizar le edneacién, Nevan la Fintura cesde los cuadros a la calle y los cuerpos, bod” ari, pe-formarce, happening. El mas 20de~ Toso mereado es,cresientemente, el “mercado ce mensijes”, 23 la comunidad esporidica y fragmentaria de aquellos que intercambian informaci6n, valores, imAgenes, conocimien- tos, sexo, suefios, lenguajes, ritos y educacién, integrandose asfen un universo de la representaci6n y la interpretacién, El individuo consumidor de ese universo simbélico no termina, sin emba:go, como aque! monstruo de la pelicula EI Submarino Amarillo devoréndose eventualmerte a s{ mis- mo, mient-as a pantalla quedaba un instante en blanco, sino que se transforma en un experto hermeneuta; su funcién es seleccionar, reconocer y apropiatse de ese universo, colzcti- ‘vamente en su papel de “pablicc” dentro de una cultura de masas ¢ individualmente en su condicién de “receptor” de mensajes. Como nunca antes, el individuo esté llamado, esta condenado, a ser él mismo intérprete de las interpretaciones que circulan a su alrededor; a traducir experiencias simb6li- cas que sin set““reales” en suprovia biografia lo son sinemn- bargo en su experiencia como consumidor de experiencias simbélicas producidas para é1. Aigunos designan a este pro- ceso como una mera “manipulacién”, integracién total del individuo en un mando derepresentaciones que lo coartan, lo domestican, loenzjenan ylodistorsionan, Paraellosel espejo dela cultura es meramente un espejismo, una fantasmagoria, el reino de unas representaciones que nos seducen y nos en- redan en los hilos invisibles de le ilusién. Otros, en cambio, peasamos que ese espejo, trizadopor la explosiéa de lossen- tidos y de susinterpretaciones, por la acci6n de les fdolos que pusbian la sociedad y nuestro entendimiento, nos ofrece las imégenes cambiantes, cifradas, seductoras también, enme- dio de las cuales tenemos que construir identidades, proyeo- tamos, sacaraluzun sentido, hacerlo, credndoncs para noso- trosmismos, parapoder manejarlo, un orden masescaso,mas econémico, que quel de la abundancia de sentidos ¢ inter- pretaciones disponible en el mercado y potencialmente 24 presents en el detirio de cada uno, em su alma. La cultura “fabricada”, especializida, con su Ambito de instituciones y sus traductores profesioneles, tiene precisa mente por finalidad ayndamosa “reducir” los sentidos dispo- nibles, a anclarlos a ciertas interpretaciones, a fijarlos y or- ganizatlos bajc la forma de corpusasimilables. Laescuclano ensefia todo o cualquier cosa; organiza un curriculo, recorta del archivo total de los conocimientos a la mano un conjun- todeconocimientos ordenados, rigurosament: clasificados y dispuestos secuencialmente. La informaci6n que recibimos porlosmedios de comunicacién sehalla asimismo"fitrada”, Previariemte isterpretda, contextuzlizada, apoyada por imagenes, sometida ai control no s6lo de los profesionales quela “producen" al reproducirla, sino ademis al poder més. sutil, msexterso intenso, delos doles del foro y de! teatro, Lacaltura, auestro 2spejo tizado, 2n fin, es la queda for- maa Jos seatidos para dar sentidoa las formas; como sefiala. Bacon, “las formas no son més que ficciones de la mente hn nyana” yess6lca travésdeellas que ncs ha sido dado percibir la realidad, interactuar con los otros ¥ proyectar una identi- dad. Los das tiempos de 1a cultura. / La egitaci6a de los muncos simbélicos su fugacidad transmisiva, la répida obsolecencia de los productos cultu- ralesregidos por las modas enla lineadel montajede formas. y por el movimiento ce les preferencias en el mercado de pabliccs, la cambiante inconscancia ce las interpretaciones, el desplazamiento de anos grupos de traductores por otros provistos de nuevos cSdigos 9 promesas, In levedac de los. signos, la aceleracién del camsio en les tecnologias que usa ‘mos para comanicarnos, la ligereza casi instantinea de la 25 informacién, la sobreproducciénde sentidos y suinfinitama- Jeabilidad nos hacen imaginar que la cuttura fluye con una rapidez tal que habrfa llegado a fugarse desquiciando el sen- tido de la historia. Baudrillard ha escrito: "parece simple- mente que 1a especie ha franqueado un punto especifico misterioso, del cual es imposible regresér, desacelerar, fre- nar‘ El espejo yano estaria trizado; simplemente no alcan- zarfa arefractar jas luzde los objews y los sucesos que cruzan vertiginosamente frente a él. Elmovimiento, masallédecier- topunto, desapareceria en a velocidad pura yla pura acelera- ign, ei-extremo que se desvanece su sentido. Igual el objeto podria estar detenidoen su inercia: més real que loreal, el hi- perrealismo. Esparadojal que laculturaseaala vezel terviterio de lafu- gacidad, allf donde “todo lo que es s6lido se evapora en el aire”, forma y apariencia sujetas ala erosidn de sus sentidos; yeltemritoriode la preservacién, de as inercias, delo que per- manece enel sentido comin y se prolonga pesadamentz en las rotinas cotidianas; o a través de los ritos que repiten un ‘gesto largamente sepultado pero vuelto a zctualizarmediante otros gestos casi estaticos, suspendidos —el calizy la craz— que producen un excedente de sentidos, nosu ausencia; ome- Giante el recuerdo inconsciente que acumula y entremezcla interpretaciones que rigen, agazapadas tras su aparente clvi- do, nuestras acciones de sentido presentes; obajola forma de tradiciones que se niegan a desaparecer y cuyo sentido senos impone alo largo de una interminable evolucién, por ejem- plo, como modalidades de contesi, significados autorizados, Fespeto a signos consagradcs, interpretaciones duraderas, comportamientos estereotipados o miradas habituales. ° Baudrillard, Jea Tona, 1985. p. 12 26 as estrategias fatales; Editorial Anagrama, Barce- La cultura es pues simulténeamente arctivo, depésito, saro6fago, retenciGn de formas, continuidad de un onien de sentidos, monumento, fijacién, repeticidn, campode ruinas, arqueolgfa de sf misma y puracoyuntra del sentido, impre- si6n détil, palabrasevanescentes, articulaciér del momento, ‘mersajes intermaitentes, conocimienta téctico, image pasa- jera, velocidad de su p-opia metamorfosis. La expansidn de la industria culural liviana —elevisién, divulgacién, lectu- ra veloz, fotografia instatinea, diccionario de citas, ready made, escrituraen serie, arte ocasional, religiones terapéuti- cas—, todoeso, nodebe hacernos percer de vista, sin smbar- go, queal lado y conjuntamente seforalece ydesarrclla una industria cultural pesaia, aquélla de las ideo ogias ce larga duracién: religiones milenarias, obres clisieas, educacion formal, tabiies y sentico de culpa, autoridad, belleza, meto- dologia, saber scumulido. La eoexistencia ertre esas dos esferas de la cultura, la velozy la lenta,y su entrecruzamiento 2ontinu enmilpuntos de anudacién y repelencia, consituyen para el ‘“p2quefio mundo” individual de cada uro la tersin entre fuge y per- manencia, entre el nihilismo ¥ los “valores”, entre el sueiio- quelo desordena todo y la vigilia que todo locontrola, entre el disperate y ka culpa entre el habla y el lerguajef entre el principio dei placer y el dela “realidad”, entre la procucci6n. de sf mismo pa-aelins ante y la produscién “fiirewig”, entre. el conductisme y el psicoandlisis. A.14 los estimulos y las respuestas, ¢l condicionamieato operante, ¢: cémo y no el porqué acd, por el cortrario, la profuadidad y sus sintoras, el insight y el aprendizaje, le hermer€utica sin fin, la gra- mitica del deseo. Alldla televisi6a, acd 1a novela, El hor6s- copo y Ia ciensia. Los efectos y las eausas. La tictica y la estrategia. 2 La cultura entre dos tiempos. Por debajo de‘as oposivionessefialadas descubre unoque ellas mismas poseen el sentido de dos tiempos en la historia: Jentitud “clésica” versustapidez. “moderna”; fas? académica sucedida por la fase de las vanguardias; arte establecido se- ‘guido de la etapa de los iconoclastas; viejos paradigmas que son destranados por los paradigms emergentes, como ocu- re con las revoluciones cientificas; escuela de los antiguos, lanueva escuela; religiGn oficial, fareforma; ortcdoxia, hete- rodoxias. Losmodemistasde hoysonloscldsicosdemafana, y los nuevos modemos serdn desplazados, en su tiempo, por una corriente posmoderna; encadendndose asf los dos tiem- pos de la cultura en los ritmos sucesivos de la cultura entre dos tiempos. La trizadura del espejo es, por tanto, también ternporal. Una ver se halla rasgado entre dos horizontes que oponen Jo fugaz a lo que pemanece, lo liviano a lo pesado, encima y abajo y, enseguida, cortado entre dos rerfodos que oponen verticalmente el antes/presente al presente/después; uuno que se abre cuando el otro empieza a cerrarse, conser- vacién all§, ec cambio; solidez. del pasado, incertidumbre del futuro, tradicin e innovacién; sabiduria versus inma- dures cio ptemo ode ley cciodeltijoprofetizadoode la vida. Nuestra cultura contempordnea se siente situada, precisa- mente, entre dos tiempos: término de la modernidad; co- mienzo de algo que ni siquiera puede nombrarse todavia y que, por eso, emplea la designacién de su pasado y agreza el ‘momento tentativo de su superacién: posmodernidad. El es- tatuto de lo posmoderno es ambiguo sin embargo. Para unos significa la sobreexcitacién de lo modemo que traerfa con- sigo una verdadera ruptura con los supuestos de la época: fin de los grandes relatos del espiritu, de nuestra capacidad de 28 situarncs hist6ricamence, de launidad de las formes, pérdida del destino y, ror ende, de las interpretacion2s del sentido. Expropiacién radical eatonces del sentido por saturacién, por aceleraci6n, po: implosiGn, Paa otros. en cambio, el posmo- dernisiro es una revnelta contia lamodernidad, “la panta de lanza pricolégica para un ataque a las valores y las pautas ‘motivacionales de la conducta ‘ordinaria’ *; esto es, del 2omportamiento regido por la sobriedad, el recionalismo, la culpa, el logro y los méritos. En América Letine esta rrisma discusiér adquiere, por necesidad, un contenico diferente. Lcs ritmos dela cultura, sus tiempos internes, sealejan2adavezmés eatre sf hastadar expresiSn a corstelaciones paradojales de sentido, la televi- sin engarzadacon la experiencia de una comunidad ind{ge- na, por ejemplc, al mismo momento que esa cultura semueve entre dos tiempos que son la premoderuidad y la modernidad, como lo atestigua el pasaje del campoa laciudad, de la ética sefiorial a la moral de las clases medias, del patrimon alismo estatal al Estado burocritico, de las elites culturales ¢ la cul- turade masas. Asi pues como la posmodernidad se define to- davia ex funci¢n del centro grivitacicnal de la modemidad, asf igual le premoderaidad esté en funcién de ese mismo ccen:ro gravitacional. Lo queer uncasoes un movimjentoque se abre desde ars, donde atir esti el peso mayor, én el otro- se cierma hacia adelante, donde escf s1 foco de atraceién. La modernidades por tanteel lugar comtia deoccidente, pero bejo distintas modalidases segiin las combinaciones de tiemposculmrales ycon diversas periodizaciones segin la trayectoriacultural decada uno delos varios componentes de ‘este mundo; st ubicacién cenzal o er las periferias. No nos. 7 Bell, Daniel: Les coatracicciones cultarales del capitalismo: Alianza Editorial, Macrid, 1977. p 62. miramos en un espejo trizadode las mismas manzrasen todos 10s lugares ni nos perturban del mismo modo los idolos de Bacon ni sc combinan de igual forma los archivos y st. me- ‘moria cor. las coyunturas del sentido ni se oponen en todas Partes ortodoxias semejantes a semejantes hetezodoxias. La modernidad no designa pues unas estructuras subyacentes, tuna gramitica del tiempo, unas propiedades fijas, un signifi- cante universal sino una historia que corre por la super-icie, unas figuras cambiantes que se expresan, unos accidentes que acumnlativamente eslabonan uno u otro presente moder- no, unos significados especificosque s6lo podemos entender ensucontexto, La paciencia y 1 cultura y la politica. paciencia en la Si hay un rasgo que distingue radicalmente 1a moder- nidaddel centro, zquellaque ahora seagitaen suvolcamiento haciaun cicloposmoderno, deaquellaque prevalece ennues- ta periferia, buscando dejar atras las ateduras de su premo- demidad, es la ubicacién —en uno y otro extremo del mun- do— de la paciencia y 1a impaciencia, de la conservacién y Jas vanguardias, del pasado y el futuro. Efectivamente, en las soziedades desarrolladas del centro, 1a politica es un largo proceso de negociacién entre intereses corporativos y una competencia entre proyectos de sociedad que se asemejan entre sf, puesen lo basico todos asumen, por igual, que les es- trvcturas globales dela sociedad no pueden ser alterades rd- pida orad-calmemte y que se requiere, por lo mismo, avanzar mediante la construccién de consensos rarciales que dan Iu- gar areformas graduales, En el norte de América —Estados Unidos y Canadé—yenEuropa, los partidos revolucionatios pricticamente no éxisten. Las opciones se mueven, con matices ms 0 menos pronunciados, entre un partic conser- 30 vador 0 del orden, una egrupac:6n social demserata olabo- rista que representa los intzreses de la capas obreras y de sectores 2rofesionalss, x un partido (o varios) de centro, que puedsn llamarse liberales, radizales 0 de otro modo, y que usualmeate difierende tn pais aotro segin su mayor o menor radicalidad en e! plano eultural (posicisn frente al aborto, la cuestiénecolégiva, la libertad personal, etc.). Alli don pera un sistema de dos partidos,como ea Estados Unidas, las diferenc'as se reducen todavia més y los “clivajes” tienen entonces que ver con la, mayor 0 menor intervencién del Estado ylarelativa autoromia de losmercados.el enfoquede larelaciones interneciorales, los proyectos para ingresar en J nueva fase de una economtfé posincustrial y otros temas racionaks, regionales c locales. Alif, porelcoatrario, donde funcioné un sistemade pluralidid de partidos, como en Fran- cia 0 Italia, por ejemp.o, hay cabida para posiciones més extremas dederecha y para unaizquierda més nitida, incluso Ce partidos conrunistas mas o nnenos poderosos. Pero estos ‘ltimos, igual que aquellosen la derecha extrema, s6lo acce- den esperddicarsente alpoder y entonces siempre por medio e combinaciones donde ocupa unrol subordinado osenci- llamente no llegan a compartirel Gob:erno, como oc tre al partido Comunista Italiano desde hace cuarerta afi Ensuma, la 2oliticaen las sociedades capitalists cvanza- das es e: terreno de la pacienci, incluso al ecsto de figuras paradojeles como la “cohabitacidn” Fancesa entre un Pre- sidente socialists y an gobierno de derecha; o de laaparicién de nuevos tipos de socizlismos 2omo el del Partido Socialista Obrero espafiol que asumen las tareas de modernizar una so- ciedad de base capitalista ycrecientemente integrada ¢ Euro- pa y al cuadro estratégico occidental, precisamente por la accién ce estos socialismos; 0 Jee proposicién por parte de sectores de izquierda Je estaios menos regulados y mis 31 liberales comoocurre por ejemplo en Suecia, Espafiao Fran- Cia. El desarroilo en esos paises es visio mencs comouna es- calada de propuestas de reforra, por tentocomo una empresa ideol6gica de intelectuales y politicos, que como una tarea nacional que compromete, en primer lugar, alos empresarios y los obreros, en seguida a los administradores del Estado y a Jos cuadros tecnoprofesionales en todos los mbitos de la sociedad, En cambio, en casi todos esos patses el drabito de la cul- ‘ura es asumido como un campo de experimentacién y se busca radicalizar las propuestas de una vida distinta como lo testimonian los movimientos feminisias, ecologistas, de li- beraciéa sexual u otros, desde el lado del “progresismo”; 0 losmovimientes fundamentalistas, de rearme moral, neorra- cistas o antiliberacionistas en general, desde el extremo del orden y la conservacién. Por dos décadas 0 mas, Estados Unidos de América y varios paises de Europa viven una ex- tema agitacién cultural, con propuestas que van desde el neocomunitarismo de los hippies en los 60 hasta la presente fase de nueva "revolucién tecnolégics", incluyendo los va- ros cambios que se han sucedido vertiginosos u oscilante- mente en el caripo moral, del cine, la religiosidad, las rela- ciones entre vida piblica y privada, el rol de lamujer, la rela ciénconlanaturaleza, la actitud frente al armamentismo,etc. Ena cultura, por asf decirlo, reina allé la impaciencia. Los conocimientos, la informaciéa, los bienes simbélicos en general se transforman no s6lo en una palanca central de la ‘economia sino, ademés, enunode los vectoresdindmicos del cambio de la sociedad. La cultura moviliza a la politica. Una “nueva clase” de intelectueles, cientificos, técaicos y exper- 19 ocupa posiciones cada vez ms importantes en la vida de estos paises y desplaza Iz politica hacia nuevos campos, transformandola en accién cultural y en lucha por el control 32 de los procesos de creacién y tansmisién simbélica. El cuadro em las sociedades de América Latins, ircluso acepuadas todas las dife-encias que existen ene elias, cada dia més acenmuacas por ejemploentre Brasily elresto,centre ‘México v Centroamérica, 0 entre los varios pefses andinos, dicho cuadro, desimos, es completamente distinto. Aqui, en- tre nosot-os, en Chile particularnente, la politica es el terre- novde la vmpaciencia, mientras que la cultura se asum2, por nzcesidad, una actitud de pacienciaque iveces,inclusa, hace pensar en la indolencia, la falta de imeginacién o la pereza i ‘clamente en questra medioeridad “municipal y st menosde tres décadas, tres intenios revoluc‘onarios al hilo. Grandes planes, magnificas utopias, stefios Ce transformacisn y, como resultado, ura so- cedad enconad, dividila, vulrerable, desconzertada, pesi- mista, lena de temor frente a st propiofuturo. Impaciencia, excitacién, vehenercia de la polftica. La sociedad entendida ‘como una materia moldeable, siempre dispuesta a seguir el ccarisma de sus lideres, chjeto de la imaginaci6a de losided- logos o, en el peor ce Ics casos, sometida a la fuerza de los aparatos nilitares. Lapalitica desesperada que, entonces, lle- ga a jugarse en el bordede la muere. Yoracidad de,4e polf- tica que lo engulle todc y tras a cual ‘odos buscan protec- bn ojustificacin: por igual empresarios, intelectuales, uni- versidades, sindicatos, crganizeciones sociales, clérigos, las Fuerzas Armades. La pasi6n, las demendas de cambio, los resentimentos, la agresividad, Ios suefios de grandeza, lane- cesidad ce acumular riqaezas, ce mandar, de obtener status, de sentirse uno con autoridad, de obtener beneticios o privi- legios, de ganar influencia, de construir cualquiera obra, de defender uncs ideales u atros, d: ganarreconocimiento o de vender un producto en 2! extranjero, tndo esa se convierte 33 aqu{ répidamente, como tocado por la mano del poder. en po- :ftica, ¥ todo, ea el campode le politica, debe ocurrir con ve- ‘ocidad, hacerse intantaneamente, conseguirse al momento. Esa politica como radical impaciencia, como mediorépido de salvacién, como fugacidad del esfuerzo, como falta de perseverancia, como negacién, al final, de la historia. La po- sitica de las “‘categorfas paras” —casi, casi como una fe— que todo lo clasifica al punto y sin titubear: pureza y feligro, orden ocaos, progreso o reaccién, Estado 0 mercado, amigo o enemigo, fascismo o socialismo. Enestas latitudes, enton- ces, no debiera extrafiar que las vanguardias sean politicas y ‘no culturales y que el futuro esté depositado siempre en la politica y sus ajetreos. En cambio, la cultura de esta modernidad incompleta es codavia esencialmente conservadora. Vive del estilo y la dis- ‘incién, de los procesos imitativos y del buen gusto, de las sdeologias pesadas y de la larga paciencia que une, como un corién umbilical, zlahaciendacon el progreso, al campesino cor. el suburbio urbano, ala Iglesia con el poder de incidir sobre las costumbres, a la mujer con el hogar patriarcal, al 3exo con le clandestinidad y 1a humnllaci6n del otro, 2 1a po- litica con el dicurso ritual, a la ciencia con las verdades dog- maticas, al empresario con el suefio del Vatle Central, a las ideas con los argumentos de autoridad, a la militancia con el herofsmo y la entrega, Cultura lenta, retardada, parroquial, s6lo a veées remecida por un acto creativo, por un poeta inclasificable; poruna mirada distinta, por un esfuerzo colec- tivo, realizado con sentido de futuro. De comin, porel con- trario, nuestra cultura prefiere mirar desde el pasado (s6lo aqui Ia historia produce best sellers}. arrellenarse jimto al fuego ée una chimenea, hablar bajito, tener sentido de las proporciones, desconfiar de loque viene de afuera (un impe- rialismo cualquiera), recorrer los caminos trillados, pedir 34 autorizacién, excusarse por adelantade, reirse en sordina de Jos artis:as de evanzads; en fin, nauf-agar sin ruide entre molestos escolles. Como ls fala de recursos ‘real, sizmpre real), la 20bre educaci6n de lasmasas ‘falso, habitualmente falso), la competencia externa, la ausencia ce equiros, el brain drain, |a torpeza de los critico, la cerrazén de los mili- tares,’ clidcologismo de los aristas, el elitismo de las van- guardiaslocales (zy d6nde éstashan sido difereates?), el IVA. allibro yal teatro, lamafa volun ad eles bur6cratas, elpobre desempefio del sector privado, etc. Cultura paciente, resignada, suirieate, corformista. Es- trictameate prernoderne en este preciso sentido: que carece de aquel modo vital de experiencia propio de 1a modernidad, segiin el sual se encuentra uno situado “en un medio que nos promete aventuza, poder, alegrfa, crecimientc, transf>rma- cién de rosotrosmismos y del mundo y que, al mismotiem- po, amenazacondestrui: todo Ic que teremos, tado'0 que sa- bbemos, todo lo que somos”.* Est experiencia de lo moderno, queenelcenrrocesarrol adc delcapitalismoatraviesa atodas las clases, a todcs los grupos étmicos, a todas las religionese ideologias, a todos los territorics regionales y locales, expe- riencia del cambio y la fluides de todas las cosas e ideas, remolinc de una constarte renovacién cue fina merté habria desembacado er la desintegracién propia del posmodernis- ‘mo, es eatre nosotros, 2n nuestra cultura, una experencia apenas vislumbrada, fragmentaria, vivida en e._me.or Je los casos como a través de las imagenes deuna pelicula proyee- tada en cimara knta. No significa lo antecior, como deciamos, que falte aqui esa experiencia del vértigo, de la ameneza porcue todc.cam- * Berman, Marshal : All That is Solid Mets imo Air; Simon and Schuster, New Yok, 1982, p. 15. 35 biao puede hacerlo, la incertidumbre deno saber dénde se en- contraré uno mafiana —si en el poder o en Ia cércel—, ese medio que promete aventura, poder, alegria y crecimiento. Solo que en Ja periferia que habitamos ese lugar lo ocupa la politica, no la cultura. Tenemos algo parecide a una moder- nidad puesta de cabeza abajo, invertida respecto del norte, que corte no sobre sus pies sino dentro del espacio de la ima- ginacién politica. Una modernidad que hace saltar cada cier- to tiempo de cuzjo sl mundo politico pero que, al mismo tiem- po, conserva susrasgos de infante dependienteen laesferade lacultura; donde las pasionesconsumea mésrépidoel :iempo quelasidees; donde la seriedadde la vida esté puestaen lapo- Iftica (de allf su tono pesado, sus frases draméticas, el pathos de la trazecia nacional, el calormoralizante de las luchas por el poder, la facilidad del estigma y de los héroes) y el humor, en cambio, est desplazado hacia los margenes de la cultura: ‘nuestra cultura del chiste, verdadero folklore d> una sociedad que no sabe refrse de sf misma pero que se complace a hur- tadillas en burlersede los extranjeros, del sexo, de las defor- midades corporales, la invalidez (nuestro famoso “‘cojo”), de laautoridad que seadmirayy teme, de las diferencias de clase; ‘enfin, esa hipocresfa que compartimos. Enum, nuestro espejo trizado, laculturaen que nos mi- ramos, nosdefermaaa la vez.que de muchas maneras inevita- bles por esta peculiar posicién que ella ocupaentre nosotros como lugar de la resignacién, de la conservacién y del ocul- tamiento, incluso, de nuestros posiblesprogresos; y por sure laci6ninvertidacon lapolitica, donde se expresa toda nuestra capacidad de sublimaci6n, todo nuestro anhelode creer mun- dos mejores, toda nuestra imaginacién de utopias, todos ‘auestros afanes por sobresalir y ser reconncidos. Nos vemos ‘enese espejo hsciaatrds yla identificaci6n que logramos nos repite en nuestros traumas, como si la historia nos pesara 36 demasiado. Aqui, por eemplo, os politicos permanecen, re- ‘gresan, cambias de dis:urso, pero vuelven al poder 0 a sus aledafios. Lo que ocurre es que son conocidos, no nosimpo- nen ningune novedad, estamos familirizados con ellos, no os amenazan con la redical incertidumbre del recién llega co. El capital sozial acumuladopesi, comoen sauchascultu- as premodemas, igual como tn albatros colgado al euello. “De donde sali¢ ese” es por esc la mejor forma de invalidar, entre nosotros, al que isrumpe en un medio enel que atin no ‘tamostradosuscredenciales scciales. Noimportan sus argu- mentos, suconverseci6n, su “oferta”; d2be “presentars=” pri- mero 0, mejor, “ser presentado”,rito de iniciaci6n en tna so- ciedad que se suzfia todeviahomnogénes (dentro de cadaclase yestamento), quereposienlas redes delealtades locales, que funciona con “recomendaciones” y suefiacon su pasado don- de, hace cudntos afios?, “aqui todos 10s conocemos” que ‘equivale al menos democritico “aqut :odos te conocen”, Las ironias del espejo trizado. ‘Come muesta HenriLefebvee,’ hay una iroafa romintica, quella que nace de] frazaso subjetivo del Yoea medic de las condicicnes que le impiden alcanzar laarmonfao plenitud; y hay adernds unaironia de lahistoria, qu constetacémo la ac- ci6n colzctiva se desbarata y Ca por rasultado unos efectos sorpresivos, inesperados, incluso “perversos". Ambes for- mas de ka ironie no son mAs que reflejos del espejo trizado; Iasecreta aceidn de los idolos que nos Fabitan y queseagitan en nuestro eatomo destmuyendc las buenas intenciones de las personas y en Is historia, ° Véase Lefebvre, Henri: “Tntroduccién ala nodemidad”. en Cbras de Hen! Lefebvre; Peta Lillo, Buenes Aites, 1967, vol 2, pp. 449-491, 37 Blenterdimiento humano es como un espejo desigual, ha escrito Bacon, pues las percepciones y los sentidos estan en analogfa con el hombre, no con el universo. Reflejamos al mundo categorialmente, construimos ‘a realidad socialmen- te; al final legamos a imaginarque la propia subjetividad, en su despliegue inagotable, tiene una virtualidad creadora ab- soluta. Si s6lo pudiésemos educarla, expresatla, ampliarla, dominacla com> una pura prolongacién de nuestro Yo hasta Fundirla con.los confines del universo, entonces, nos imagi- amos, podrfamos ser felives y las cosas serian come deben ser. Lasculturas innovadoras, aquellas que se agitan e impa- cientan cambiando ef mundo de las ideas y de los valores persiguen ese suefio posible/imposibie: han devenido, por 50, “culturas narcisistas”.** Como en el mito, los individuos se inclinan sobre su propia imagen reflejada en el espejo.de agua y s6la obtienen la uni6n consigo raismos 2n cl momento en que se zhogan. La iron‘a consiste allf en tompar distancia de ese proceso narcisista, o dentro de él, para contemplarse como un reflejc distorsionado por el espejo trizado. Ya no es posible mirarse uno a sf mismo como “totalidad” unificada sino, enel mejer de los casos, como un fragmento que busca -cunificarse sabiendo que no es posible logrario quesélolo es por momentos fugaces, ineandescentes. El riesgo de mi- zarse asf, lo satemmos, es la aparicién de la imagen de mi yo coro un cinico, o la indefinida bisqueda en los otros de mi propia y exclusiva satisfacci6n; ahogarme en el otro para en- contrarme en el fondo (del otro} s6lo conmigo mismo.La iro- nia de le historia, en cambio, nace mas fcilmente alli donde. lacultura avanza més lento que la rapidez.conque cambia la politica. Nos contemplamos entonces en un espejo que nos Véaso Sonnzt, Richard; Narcisismoy Culture Moderna; Kair6s, Barce- fona, 198). 38 devvelvelaimagen (melancéliea orisuefia) dela futilidad de muchos de nuesirosesfierzos en lahistoria, que nos mruestra lapretensién excesiva de las ideologias y nos abre pas asia un instante posible de reflexion Es a ironfaque tiene sulugar zllf donde Ia agwesividad se caraliza cesi abientamente a tra- vés de la politica y se reprime casi por complsto en Ia esfe- racotidianade la cultura, aunque noseamds que una aparien- cia, Los hombres se disparin for sus ideas 0 por sus creen- cias, toruran al préjimo pera que confiese ser comunista y ‘queman libros en lacal para exorcizzr el pocer de Iz escri- {ura,coro ha ocurrido en Chile, al mismo tiempo que son su- perficiaknente hospitalarios, qe hablan con voz melodiosa y Se muestran corteses, “como caballeros”, en el trate inter- persona., incluso cuando desean expresar o perciben hosti- lidad. Esta divergencis de ritmos en dos esferas vitales de la sociedad introd.ce pues un espacio de ironfa, una trivadura en ahis-oria qu: podriaaprovecharsepara a risa inteligente. Que no podames ejerczrla es nneramente un testimonio de que la gravedad, la pesadez, la seriedac heroicade la politica nos quita el aliento y no nos permite tomar le distancia ne- cesaria parareflexionat y descubrimos contra echos,defor- mes, disparatacos en ei espejo trizado de nuestra/cultura. Preferinmos verros con los ojos de la politica y su secuela de ideologias ¢ ideologismos: corso un pais respetado ertre las naciones, glorisso en sus tradiciones, experimentador de grandes innovaciones, absolut» ensusideales, cualesquiera que ellos sean: €l comunitarisrro, el socialismo, el librz mer— cado. Scbretods, nos irteresa proteger nuestros ideales dela iron‘a, de ladistancia que pudizra dejar un hueco para la du- da, parala raz6n y parala risa. Asfcustodiamos la gravedad de le poiitica, sin que nos imperten mayormerte su eficacia, sus limites, su materiel ambiguo. Igual como Jorge en el 39 Nombre de la Rosa, estamos convencidos de que “la risa es la debilidad, la comupciéa (...) algo inferior, amparc de los simples, misterio vaciado de sacralided para ‘a plebe”. Peor aun silarisa del camaval se asccia ala “altacultura”, ceviene principio de sabiduria y se hace ironfa en Ia historia: pues entonces “se transformaria en operacién del intelecto aque- Uo que en el gesto impensado del aldeano atin, y afortunada- ‘mente, es operaciéa del vientre”, segiin expresa Jorge. Larisa amenazaria en ese caso el funcamente titimo (premoderno) de las leyes y de la autoridad, el miedo, Entonces todo orden se volverfa prezario; toda sabiduria serfa destruida: la “pa- cicate ysalvadora” acummlacién de lasimagenes de lareden- cidn seria sustituida por “la tépica de la destruccién impa- cieate y del desbarajuste de todas las imsgenes més santas y vererables".* Sélolaironfa puede sinembargo tender un puenteentre la paciencia y la impaciencia, entre nuestra cultura que conser- vay la politica que agita y se impacienta; o entre la cultura que llevan sflas fuerzas del futuro y le politica que seocupa, coito lohave en el capitalismo avanzado (incluso en el socia- {smo real, séloque allf reforzeda por la cultura conservado- 1a), de refrenar los vuelos de la imaginacién para atarta a los, :ntereses del poder, a la negociaci6n del orden, a la demora de las leyes y al desinterés por la accin de los partidos. ‘Lamezela de lapolitica y la cutura, que es uno de los ejes centrales en torao a los cuzies giran las paginas de este libro, nos descubre lzs oportunidades para la ironfa, nos muestra como sobre un espejo trizado las formas sorprendentes de lo que somos y sofiamos ser; de lo que tenemos y queremos ha- cer; de nuestras limitaciones, encarnadas metaféricamente en Jos fdolos de Bacon, que nos obligan a ensayar un enten- *Yéase Eco, Umterte: El Nombre de la Rost. 40 dimiento renovado, més lento y densc, de la politica. y una ; mirada més impaciente y abierta sobre la cultura. Los ensayos siguientes son, precisamente, un intento por pensar desde esas fisures que deja, al sorprend2rnos en nues- a mirada, la trizadura del espejo. Santiago de Chile, septiembre de 1987. 41 PARTE PRIMERA. CHILE, CULTURA E IDENTIDAD. CULTURA Y SOCIEDAD EN CHILE.* Cultura: cotidiana y especializada. En el limite, Ia soc:edad y la cultura se cenfundea en un mismo rocesade comunicaciin. La sociedac se expresaco- mo cultura; ésta se eneama socialmeate. Aqaélla estd con- tenida en las pesibilidadesde ana cultura, al tempo cue ésta no puece jams liberarse de las contradicciones y los Ifmites que Ja sociedad le impone. Cotdianamente, lz cultura existe en el ‘réfico que los hombres y las mujeres ponen en marcia en el proceso de sus. infinitas imeracciones. en la calle y €: hogar, en la fabrica y Iaescuela, en sus negccios y cus amores, en sus maneras de: existiry demorir, de celebrar y disputar. A finde cyéntas, to- da actividad hamena ‘ranscurre en un contexto simbélico. Esta fundada y se desenvuelve en un medio comunicativo y s6lo lozra completarse cuanco es asumida, comun-cativa~ mente, porunacomunidad de individos o por uno solo, en- tonces siempre en referencia a otro. Laculturaen cuant»produ:cién ccntinua de sentidos, por tanto come conflicto en torno a esa produccién, como lucha ‘Texto iicluido en el catsipgo de la MuestraCultural Chile Vive” que: se present6 en Madrid, Espatia. enero de 1987. 45 por establecer un sentido comin y comio condensacién de 6508 senridos en una identidad social, en una memoria co- lectiva y en un proyecto, cs ¢l movimiento de la suciedad en el proceso de producirse continuamente a s{ misma bajo la forma de sus inagotables juegos comunicatives. Lacemunicacién de la sociedad no supone para nada ar- monfa ni reciprocidad; no establece un reino de relaciones si- métricas y transparentes. Pues la comunicacién se amolda, igual queel lenguaje, también al terror y al poder, a la explo- tacién y la amenaza, a las desigualdades entre los individuos yalrepresién dz los sentidos que no llegardn acompartirse. Dentro e ese proceso donde sociedad y cultura se con. fanden en un mismomovimiento de producciér, que dijimos es caracterfstico de la vida cotidiana y de sus intermirables retinas, convenciones y fugas, igual que de su acumulacién de actos creativos, de aprendizajes y traciciones, se establece sin embargo progresiva y lentamente uaa separaci6n de es- ferasespecislizadasde actividad, al punto que la propia pro- duccidn cultural llega a delimitar para sf un campo espe- cffico, profesionalizado y fuertemente auténomo. Desde este muevo dngulo de aproximacién, la cultura aparece como la esfera especializada de la sociedad que se encarga de producir, transmitir y organizar mundos simbsli- ccs de creencias, conocimienios, informaciones, valores, imagenes, percepciones y evaluaciones que estructuran co- lectivamente la experiencia coticiana y le otorgan un seatido deorden, introduciendo distinciones, jerarquias, estilos, mo- das, juicios de valor y de gusto; en fin, contenidos y formas de coneiencia que son asumidos y compartidos por les in- dividuos bajo la forma de concepciones de mundo més 0 mencs unificadas o fragmentarias, homogéneas 0 hete- Téclitas, “avanzadas” o “primitivas”, etc. En esta segunda acepciéa, ctltura y sociedad se separan 46 y necesitan ser distinguidas analfticamente. No son, sin em- ibargo, partey tcdo ni superestructuraen relacin auna infra- estructura. Masbien, desdeeste punto de vista. la sociedad se representa com» un sistema decampos que interactiian entre si, uno ée los cuales es el campo cultural. Dotado, po- tanto, de sus instituciones y de sus posiciones, de sus egentes profesicnalizados y suspiblicos preferentes, ce sus circuitos decomunicacién y elatoraciér, desusespecificosproductos ymodos de evaluarlos.La cultura es, en este contexte analf- lico, el campo privilegiado de unos ciertos individuos, gené- ricamente llamados 10s intele-ruales (académicos, cient{- ficos, artistas, scerdotss, critizos sociales, periodistas y co- muricadores de los medios demasas, educadores; enbreve, procuctores directos d> la esfera cultural); d> unas espeof- Sicas instituciones (escuelas, periéd.cos y medios de co- muricaeién,un‘versidades, iglesias, talleres dz arte, museos, libros, laboratorios de investigaci6n, etc.) y 4e unos deter- mninados procesos creativos y comunicativos a través de los cuales se organizan la circulac én y el reconocimiento de los, dienes smbélicos producidos tel proceso pedagégico, la lec- surade obres, la criticade arte, larecesciéa de textos. el ser- mén y lh liturg a, el discurso cientifico y asf por delante). Cultura: la sobredeterminacién por la politica. En cada pa’s, en ceda época hist6-ica, la zultura —coti- diana oespeciclizada— es afectaca por milt ples pracesos, alguno de los cuales predellegar aserdecisivo yen ese sen- tido, diremos, lo sobredeterm:na, marcdndole ios limites de su evolicién, el eje ¢ incluso el ritmode su transforracién. ‘En un moments, en una situacién nacional o regional espect fica, dicho proceso puede ser ‘nterno a la esfera de lz propia cultura, Jo que seguramente marcaré un perfodode esplendor a en un dmbito cualquiera de la cultura, En otras ocasiones y lugares, puede ser que la cultura se vea dinamizada y logre adaptaciones significativas a partir de fendmenos que tienen su origen en un émbito externo, por ejemplo, una acelerada transformacién y avance de las fuerzas productivas dis- ponibles. _En el Chile contemporineo, digamos el de los uhimos veinte afios, lacultura, como expresin ce laexperiencia coti- diana de las gentes igual que como esfera especializada de produccién simbélica, ha estado bajo la égida sobredetermi- nante de la politica, La politica ha moldeado en efecto decisivamente. a nuestra sociedad contempordnea, Hay quien dirfa: la politica Tahahecho. La sociedad se ha vivido exoerimentalmente a sf ‘misma como un producto del imaginario politico de los gru- pos dirigentes. En el comprimido tiempo de dos décades ella ha sido el objeto de tres sucesivos “inventos” politicos, cada ‘uno supesponiéndose sobre el anterior al que comenzaba por negar radicalmente, ‘1964: la revolucién en libertad. Proyecto de moderni- zecién que irrumpe en una sociedad donde las masas cam- pesinas y urbano-marginales se hallan todavfa excluidas de lacivilizacién modema, y que impone al pais un ritmo ecele- ratio de cambios. Desaparecen los tiltimos vestigios de la scciedad oligérquica y tradicioral: la hacienda, el universo cat6lico preconciliar y las jerarqufas pa:emaliscas que regu- aban la obediencia intergeneracional. El pais se urbaniza aceleradamente, ‘a poblacién se educa, el Estado se tecnifica y el sector rural se agita bajo la presin de la reforma agraria y de la sindicalizacién campesina, Los jévenes de clase me- ia y de las capas mis cultas inician su emancipacién y ree- Jaboran sus comportamientos 2 ia luz de una nueva ética de valores juveniles, rebeldfa y compromiso politico-cultural. 48 1970: la revolucién socialista, Bl ecceso el Gobierno de laUnided Popu-arydel Presidente Allendeimponen wiarup- jurarespecto a h tercera via (m capitalismo ni socialismo si- nocomunitarismo) quela democracia cristianc habia iraugu- tade el afio 1964. La historia empezaka de nuzvo. El pais es, ahora iriaginado bajo ka forme de un experimento socialista a ser‘ealizado ¢ través iel mar:0 demecriticay legal defini- do por ‘a Constituci6r Politica del Estado crileno del afio 1925. Bn el breve plazc de tres afios, nuestra sociedadvivela experieaciade 3écadas: el avance de un sentido de igualéad en as relaciones sociales, la conquistade los espacios pibli- cos por las masas, el intento de reorganizar la economia al servicic de las mayorfis y de ensenckar la participacién de allasentodos Ics planosdela v:dacolestive. E’resultaioneto se conoze: una creciente polarizacidn social, ana resistencia sada vez mas egresiva de los sectores que son o se sienten afectados, la presién abierta y encubierta de Ics Estados Uni- dos encaminada a mantener an orde de hegemonia en la regiGn que ya Ia Revolucion Cubana habfa empezadc a alte- rar,un progres'vo deterioro del rendimiento de laeconomia nacionel y los propios errores del Gobiemo que deseribocan enun avance inzontenible del conflicte politico, elque termi- na por invadirlo todo, :ncluso a las Fverzas Armadgs, que el 11 Ge septiembee de 1973 intervienen sronuneiéndos® con la fuerza de sus amas y poniende fina le experiencia socialista que, poc mucho tiempo —y p-ecisamente por el carécter de su terminaciér—, continaaré representando para unos la memora de suesperanza y, para otros, el recuerdo siempre: renovado de ura ameraza inminente, 1973: la revoluciéa milita’. Elrégimen sirgido del pro- nunciamiento de las Fierzas Armadas chileras no se pensé- asimismo como un paréntesistestaumador. Fue, desde el ini- cio, un experimento de refuncacién nacional. Intenté “pi 4g ficar” al pais (del céncer marxista, de las perversiones esta- tistas, dela demagogia de los politicos, del igualitarismo po- pulista, €e Jos excesos de rebelufa juvenil y del dnimo desor- denado de las mesas) y rehacerlo bajo latriple inspiracisn del neoliberalismo que opone el mercado a la politica; de la seguridad nacional que define 4 1a opcsicin como subver- sin internay deuna retérica occidentalista de guerra fria y valores catdiicos tradicionales que concibe a Crile come pie~ zaestratégica en una guerra sin tiempo, sin fronteras ni fren- tes, que ol “comunismo internacional” librar‘a en tcdo el mundo por la stpremacia georolitica: econémica, militar, cultural y politica. Durante trece afios largos, esta experien- ciacon st curiosa amalgams de elementos ideol6gicos que se funden en un poderoso proyectoautoritario, ha estado vigen- teen Chile, introduciendo importantes modificaciones eco- némicas y socieles, al tiempo que intentaba cambiar las orientaciones de la poblaciGn, sus lealtades politicas, sus va- lores colectivos, su memoria hist6rica, sus formas de con- vivencia y de imaginaci6n del faturo. Asi, Chile ha vividoen dos décadas apretadas tres experi- mentos de revolucién. Ha probadio, en su propio cuerpo, los suefios de su imaginacién politica, Todos los sectores socia- Jes han tenido la oportunidad, através de sus partidos oelites de representacién, de ensayar sucapacicad de crear y recrear a la acién, planificando globalmente su futuro y organi- zando su presente de acuerdo a las exigencias ce los scesi- vos modelos de una “sociecad mejor” y un “buen orden”. Este proceso politico rupturista, contradictorio y de ens yes revolucionarios a escala de la sociedad ha marcade pro- fondamerte la evolucién de nuestra cultura durante 2stos veinte afios y ha sido el factor mis decisiva en la conforma- cién de sus temas, de sus estilos y sus conflictos. 50 Cultura: fenomenologia de expresiones cotidianas. La conformacién de una moderna eultura de mascs tiene lugar enChile tard/amente, Enrigor, ceurre darante la déca- da de 1960 sobre todo bajo el :mpulsc transformador de las, politicas modernizantes cel gobierno demecratacristiano (1964-1970). Durante ese perfodo avanza fuectemente la es- colarizacién delos chilenos, las tasas de analfebetismoretro- ceden, la televisién inivia su ecpansin y por todos lados se inteasif.can los process de integracién socizl, reduciendo as distencias extre el campo yla ciudad y entre los sectores arbanos educados y los mas pobres. Desce el purtode vista cultural, la vida cotidiana setrans- forma durante este perfodo. Alcanza .o que puede denomi- arse los umbrales de uae“ect.va expresividad demoeratica. Se mult plican !as asoc aciones civiles, la mujer asum2un ol mds act. vo, aurque siempre subordinedo, los jévenesirrum- penen La sociedad con sus progios valcres y esiilos,al tiempo que un espfrita progresista y de optimismo historico esios tltimos rece afios, la vida cotidianade los chilenos ha adquirido asf una nueva dimcasién: sz habla poresode una cultura del mieco, de ura juventud queha per- dido loshorizontesdel “uturo, de un desarraigede la memoria hist6rica, de uaa polacizaciér social que divide profunda- mente alossec ores identificados con el régimnen de aquellos queson excluidos por ésteo que disienten de los medios que empleay los fines que persigue. Cultura y sociedad: espacios de simbolizacién. Losafics delrégimen militarno pu2den serlefdos,sinem- bargo, desce uaa claveexcesivamente unidirrensionél. Nun- caen lahistoricel polodominante de una situaciéndetermina por sf solo el curso de los accntecimentos ri agota, con su sola presercia, el émbito de la actividad social. De 1echo, los tltimos :rec? afios ce Chileson testigos de una pugna cultural que se abr: camiro entre los intersticios delrégimen militar primero y que, en seguida, se ensancha hasta aoarcar el conjuato de la sociedad. Los sectores socia‘es, ideclégicos y polit-cos qye fueron derrotaiosen septiembre de 1973, oaquellos que s6n puestos fuera de los Ifmites de: régimen con postesiosidad, represen tanefeetivamente radiciones y proyectosque son parte de la naci6n sus ideales, valores, creenciasyy aprerdizajesno pue- der. po: eso se: postergados indefinidamente ni martenidos por demasiadc tiempc fuera cel mb to pablico de 11 socie- dad. Incluso reprimidos y vigilados, ellos vaelven a apare- cer, se interconunican y difunden, reestableciendo una so- ciabilidad quelencamente se-va abriendo paso y que aparece con creciente vigor enlibros ycanciones, en poemas > inves- 53 tigaciones, en celebraciones y recuerdos, en suefios ¥ vigi lias. Hay quienes han hablado, para carecterizar este fenéme- no, de una culsura de la resistencia mienwas otros preferian referirsea una cultura alternativa, En verdad, no se trata de lo uno ni de lo otro. Lo que haestado en gestacién, lo que ha ido desarrollén- dose progresivamente, aunque no de manera lineal ri uni forme, son espacios de simbolizacién, espacios por tanto de creaci6ny comunicacién, que introducen en lasociedad y en Ja cultura la experiencia colectiva reprimida por el rézimen militar, y que la amplifican bajo las formas del discurso y de Ia obra, de la prensa y la misica, del andlisis hist6rioo y la critica social, dela literatura ola liturgia, del cine documen- tal ola proposicién académica, Pronto, sin embargo, esa expresiGn multiforme de una experiencia reprimida se volveria més compleja, al reencon- ‘arpor una parte susrafces hist6ricas yal proyectarse, simul- téncamente, bajo la forma de propuestas de sociedad queim- Pagnan y aspiran a sustituir el orden establecido por el régi- men militar. Este iltimo ha tenito que aacerse cargo enton- cces de esas expresiones y, aun sinreconocerlas formalmente, incluso buscando controlarlas o suprimilas, ha terminado por aceptar su existencia y por reconocer que ya no podia mantener dividica la sociedad y excluida o silenciada a una parte demasiado importante y numerosa de ella. Conflictos en el campo cultural. Incluso en el campo de la cultura especializada y de los productores profesionalizados de cultura la situaci6n inicial- ‘mente impuesta por la estrategia defensiva y represiva del ré- ¢gimen militar hacedido paso a una situacién ns matizada, ‘complejac interesante, No significa lo anterior que el campo 54 cultural chilenc haya recugerado su autonomia y sus condi- ciones democréticas de funcionamien‘o. Subsiste el control sobre la prensa y-1a radio, la telzvision es toda7fa monopolio oficial y oficial sta, las universidades se hallaa intervenidas yen gereral no gozan de libertad, los subsidios piblizos fa- ‘yorecensolamente a unas posiciones iceoldgicas y marginan al Testo, ete. Perc, a pesa: de todo cllo, ls expansion de Ios espazios de simbolizacidn regidos 20r un principio de rechazo0 ée opo- sicién al régirren militar han terminado po: reintroducir, incluso 2n el campo cultural controlado por elégimen, mo- dalidades de competeneia y de 2onflicto tipicamente orien:a- dos aacia elreestablecimiento Je una racionalidad democra- ‘ica. As’, sedesarrolla ana preasa de cposicién, vertiente de expresion nuevamente de la plaralicad de concepciones que existen 2n la sociedad chilena; se multiplican las centros aca~ démicos independientes; surge una poderosa corriente de arte que por su; propics méritas invade las salas de exposi- siores y de teatro; se nultiplcan las casas editorials dis- puestasiadar curso a la producciénde calidad, cualquiera sea susign¢ideol6gico; inclusoenlas universidades yen bos apa- ratos ideolégicos controlados por el rézimen s vislurabra un inicio d2 apertura, es{no sea porque la presion social lz ideas, sigros y propcsiciones que viene de fuera de los émbitos oficiales termina por abrirsus propios circuitos deresonancia en el campo celtural. Todo esto significa que no s6lo la 2xpresién cotidiana de lavida eulturalde los cailenos se ha vuelto mas divers:ficada, rica y pluriforme sino, sobre todo, qué ella empieza apresio- nar ahcra también “desde arriba”, desde los varios émbitos del carepo cultural especializado, sobre el régimen politico ‘que busca consrolar lz culture y organizar la sociedad con— forme 4 unos patrones esireckamente autoritatios y protec 58 tores del statu quo impuesto por el experimento militar. Con ello, puede decirse, Ia cultura ha ganado durante e5t08 afios un papel que seguramente podria alterar su rela- ci6ntradicional de subordinacicn respecto de la politica. Por una vez, ella esti en condiciones de mostrar —mejor que la economifao la politica, mejor que el Estado o la oposicién— las dimensiones complejas y entrecruzadas de la realidad del pais, y obrar sobre las posibilidedes del futuro para ayudar a decidir el destino de la nacién. Las posibilidades de 1a cultura. Nada esté contenido en la cultura que no esté ya, antici- padamente, como posibilided en los lenguajes através de los ‘cuales una sociedadse comunica y se produce asf misma. Si esto es asf, entonces podemos decir, inversamente, que todo Jo que est puesto en una cultura, incluso como suefio y utopia, aun como irracionalidad y potencial de destruccién, estd al alcance de una soviedad. _ Enel caso de Chile, tras dos décadasde ensayos politicos discordantes entre sf y que se han consiruido sobre el prin- cipio de una negacién del pasado inmediato, la cultura a la mano ha ‘erminado por combinar poderosas experiencias donde la esperanza més grande se mezcia con e! més grande temor; donde se funden memorias excluyentes y proyectos que se proclamanirreconciliables; donde en el subsuelodela conciencia colectiva chocan entre sf zs frustraciones, los deseos incompletos y las estrangulaciones que deja, al pasar como una sombra, le represiGn ejercida impunemente sobre Jos cuerpos y la convivencia social. En estas condiciones, paradojalmen'e, Ia exiftura guarda en sus combinaciones de signos las claves de cualquier movimiento hacia el futuro, 56 Puesallf, queramosreconocerlo 0 no, podamos 0 20, est comple, perono necesariamente finalizada nuestra expe- riencia del tierrpo en que nos “0c6 vivir y a muchos, sin de- searlo mii buscarlo, morir. Alli esté Chile en st propioimagi- nario social fregmentado y contradictori pero que ya no solamente se 2xpresa como férmula politica sinc, més bisicamente, como memoria + identidad, como posibilidad y como limite, como pluralidad, en fin, de experiencias que necesiterfamosintegra: en unacomunidad de supuestos y de historia, dereghis y olerancias, de sentidoscompactiblesres- pecio del lugar —yno le utopfe—queaspiramos aocaparen el futuro, Lo cual sigrifica, siaceptamosquela cultcra se confunde con la sociedad como entranado comunica:ivo cotidiano, construir esa sociedad tambien bajo la forma de ur orden compartido de opertunidades e irstituciones, de inteream- bios y vinculaciones, de bienestar material y recursos de po- der distribuidos con equidad. Naca asegura, sin embargo, que en la cultura quehemos desarrollado darante estas décadas exista lz capactiad de construir ese futuro. St posibilidad noestd tampoco excluida de ruestro horizome pues ella no ha podido ser borrada de la conziercia colzctiva ri ha dejado de estar presenge, como posibiliiad, en la critica de le naci6r que llegamos a ser y cuyo malestar compartimes de segurala gran mayoria delos. chilenos. ESTA FRAGIL MATERIA SUSPENDIDA.* “Neestras iastituciones po iticas y religiosas tanto como nuestras ciudades de piedn y de hierro resosan sobre lo mas fragil y evanescente: sonidos que son sentidcs. Una metifora: el pacto verbal es el fuidamerto de nuestras sociedades” Octavio Paz, Hombres en su Siglo y Otros Ersayos. Mostrara ua pais por su cultura, so>re todc en el exterior, es abrir anaventans hacia su propia identidad. Pero entonces cabe haverse la siguiente pregunta: lo que representamosen lapoesfa, enel teatro, en la pintara,en Liarquitectura, «través de nuestos medios de comun:cacién, jes Chile acaso, oes ‘una proporciénde “Io chileno”, o¢s ur recorte meramente y, en tal caso, qué se deje fuera y qué eso incluido? Mi primera reaccida es éste: Chile 20 tieneuna sola iden- ‘tidad. No hay algo asf como un “ser raciona?’, una imagen arquetfpicade “lo chileno”, una figurade lo nzcionaf. De he- cho, la tetérica patridtica ¢s entre nosotros mul vista y peor recibide. La escuchamos con e:cepticismo, nes suenahueca, 4 lomis le atribuimos un valor instrumental, Como pais 10 nos determina tampoco la naturaleza. Es also que seamas una isla, un fin de riundo, ana naci6n re- constru‘da cien veces sobre lasruinas ce los terremotos. Esos_ son, en el mejcr de los casos, nuestrcs “lugares communes”; Texto incluido en P. Gutiérrez (ed.) Chile Vive. Memoria Activa; CENECA-ICI, Santiago de Chile, 1987. 59 especios simbélicosdentrode los cuales algunes han querido inscribir los rasgos del ‘‘carécter chileno”. {Cudl es entonces nuestra identidad, cusles son las mar- cas constitutivas de nuestra manera de estar en el mundo, de poblar un territorio y transformarlo, de crear una cultura que ‘nos soporte y nos comunique, entre nosotros y con el resto de los hombres y majetes, paises, razas, idiomas, ideologies na- cionales, trayectorias y proyectos? : _Formular esta pregunta es interrogar nuestra propia his- toriacomo fuente de identidad nacional, Pero existe acaso una historia en que pudiéramos reconocemos nosotros mis- mosy reconocera los dems, al margen de lasdistincionesde clase y lugar, de sexo y consumo, de generacién y escolari- dad? Noesté escritanuestra his-oria precisamente comouna contraposicién de puntos de vista, de intereses cognitivos di- versos y de atenciones rigurosamente sclectivas? Cada da ms rescatamosde entre las sombras de la no-historia a nue- Vos actores y sitvaciones: la mujer, los cprimidos, los pobla- dores, las matanzas obreras, el consumo popular, la escuela, Ja parroquia rural, La verdad parece ser que tampoco la historia podré do- tarnos de una identidad nacional que, mirada en retrospecti- va, Se nos presenia como una coartada de los vietoriosos, co- mmo el premio de los fuertes, como un relato del poder, en fin, cualquiera que sea la forma que ste adopte. ‘Ademas, necesitamos preguntamos, ,no es sospechos: una identidad que se reconstruye a sf misma sobre la base de discursos afirmatives, olvidando siempre los escombros de las batalla, los silencios de a mayorfa, las repeticionesde la vida cotidiana, la resistencia de los de abajo, las negaciones del espfritn, los tugurios de la rqueza; en sum, la frustra- cién, la impotencia, los desarregios, las regresiones, lo irrea- lizado, todo aquello que permanecié y se mantiene fuera de 60 Ja escena hasta donde elcanza la tenue luz del investigador, odela memorie familisr, ode ascritura triunfante, >de la ret6rica oficial? ‘Nuestra ideatidad “chilena” estd Fecha, en realidad, de mitos y fragmentos ideoldgices, de deseos frustrados y Tui- nas inconscientes, de ret6ricas entreveradas que nos constru- yen una “memoria” y denuncian “olv-dos” o “represiones” ‘que se cuelan por entremedio d>1amal.adelaspalabres y los simbolos. Esta hecha por histo-iadores mds que por la histo- ria y, de allf en adelame, por Jos proyectos que sofiamos ¥ aplastamos, pot las volantadesde poder que nos habi:an co- ‘mo pafs, cada una revestida de su particular y especifica ra- z6n, de su lengaaje tipico, de su correspondiente “Filosofia vulgar”, armada de enemigos y aliados, y proviste cada una de su cunta de inteligercias y ientiras, de pasiones yrepul- siones, de sensibilidades y cegueras. Masque una identicad nacional existe entr> nosotios una cultura de la pluralidad de idearidades. Mas que una nacién somos un territorio de imigenes nacionales ontrap estas, una ideclizaci6a de nuestros proyectos, una competencia de utopfas. Pais deletrados e ides ogos, de juristes y corrunica- dores, de legisladores > iniele:tuales que sofamos con im- poner, cada grupo o partido, cada escuela o secta, 3x propio “modelo de pats”. Pafs 4e escasa materialidad. bautizedomil ‘veces por la palabra mis que transformado por la mano y la andquina, pais sacramental antes que productivo, de gestos y rituales mds que de empresas + instrumentos. La naciGn es ua experimento; el pats se “inventa”’ las sradiciones poscen una insoportable levedac; los politicos ‘movilizan “uto>fas”; es instituciones se suprixnen por decre~ to; las formas y los procedimientos tienen precedencia sobre lo demds; e! protocolo esconde nuestra agresividad; les ideo- ogfas se reproducen igual como familia; vivimos envueltos 61 For el Ienguaje, percibiendo el eco de nuestra inventiva Funtual, agazapada, voldtily pretendidamente mordaz, Pats del “chiste™ dunde el sexo se cuela siempre entre dichos gruesos y a hurtadillas, evocado mas que practicado, cul- pable y carente de sensualidad. importancia, en general, de la cespeculaci6n: financiera, amorosa, sexual, polfiica, ética, de- Portiva, bélica. De alifel valor ce los “triunfos morales” y el miedo al ridiculo, a quedar mal parado, a carecer del chiste ‘oportuno para aparentar que uno es incluso capaz de reise de sf mismo, Agresividad hipScrita, donde se suefia con arrancar al vecino loque se pueda sin ser visto; ydonde a falta de accién se termina hurténdole el status mediante el comen- tario derogatoric. El pafs ha sido fundado y refundadomil veces por poctas yenlas leyes, por expertos y en los texios constitucionales, por comentaristas y chismosos. Las figuras nacionales estan habitualmente ligadas al uso “‘sagrado” del lenguaje: sacer- dotes y maestros de escuela, poetas y parlamentarios, litera- tos y comunicadoresde la televisién, ideélogos y, en general, fabricantes de palabras y de proyectos, Las culwuras que nos habitan o sea nuestra identidad plu- ral, nada tienen que ver, o muy poco, con razas y religiones, cen idiomas o migrantes, con el “melting pot” de los paises ue atraen las energias productoras de aquellos que en su lu- gar de origen se sintieron coartedos 0 infelices. Chile, mas bien, convoca “o>servadores” de paso: periodistas, investi- gadores, cronistas, estudiosos. Lo que el pats oftece esel es ectéculode sus experimentos, laimaginaci6n w6pica de sus elites ilusiradas, el drama de sus conflictos ideolégicos, la vitalidad de sus partidos, la proliferacion del mercado de imégenes, Elrégimen militar autoritariode los tltimos eatorce afios hha.acentuzdo estos rasgos constitutivos de la nacién. El pais 62 mentado en "nds imigenes y mAs palabres; 1a Sioa In asnmio un caracter nis acentuadamente éico y LW6pico; Ios partidos han reforzedo el “narcisismo de les pe quefas diferencias”; ton2mes por ciertc “order constitucio- Gal” y, para que ro queps duda, dos constituciones: unatran- sitoriny otra permanente; los petas centan, les revistas de andlisis y comertario se multip ican, Ics “modelos de pais" han ego a constna ol eorazSn de una naciente indastria imiento y Ja difusién. EB a {eomo, entoces, mostrar cutore de Chile sin truicio- nar sus identidades, esta plural-dad que es a Ia vez su des- jeato y st unidac? ena mona de kaceto hhonestamente sea tal ver Ia que bascé expresarse enla exposicion "Chie Vive. Estoes, "in- -ventandc”” un pais, una cultura, mediant> el procesode selec cionar y montar,exponer y explcar,mcstrar y sugerir, expe- ‘imentar y Comentar. wT Calle refiejado en esa muestre cultural —con sus fotografias y pel:culas, sis noticieros y esculturas, sas torda- des ypiezas de eat, s1scharks y polemicas sus psicos y canciones— es segtrament> el “‘suefio” de muchos de mosNosetros, una pequefa burguesta intelectual y yrbana, abierta alos sigros de le moder idad, consciente de fas limi- tacionesde la paia,escandalizada pora torpeza violenta del régimen militar, socializada en os valores y Ics estilos dela alta cultura, internacionalizade en sus pautas de consumo, iberal-progresista en el temeno de la ética politica, demo- critica ¥ pluralista en sus convicciones y sensibilidades, occidentalista, Kteraria y reformadora Por necesidad, cl Jats “inventado” para esa Muestra Cultural tuvo les sesges y las virtudes de “nuestro sueni aperturaa las varias corrientesestéticas, dive-sided de con- 63 cepciones del arte y de la vida, plurzlismo, atencién hacia los. medios de comunicacién y por las soportes de las obras, eclectismo ideolégico dentro de un confesado “progresis” mo”, valoraciénde las identidades méltiples que nos habitan como naciény comoindividuos, sublimacién parcial del par- tidismo, respeto por los “grandes nombres” del campo ar tistico, inclusi6a en Ia muestra de la palabra como comen. tario y debate, simbolizacién miltiple de la politica, rechazo dela violencia ycultivode una “memoria” educadade las se. cuelas del terror ejercido por el régimen militar. En un pais acostumbrado a “inventarse” a sf mismo continuamente, que se representa como “trodelo” y se ex. perimenta como “imdgenes” de identidad y como “traduc- ciones” de ideologias y utopias, ,qué de extrafio puede tener que esta vez.se haya ofrecidocomo signoy afirmacién de una vida —"Chile vive"— que muchos sentimos amenazada > que nos parece limitada, injusta y opresiva? El Chile de esa propuesta cuitural, uno de los railtiples que existe y pugna por reconziliarse con los demés, fue real durante el proceso de su exposicién y ahore queda, latente, Como 2! recuerdo de una posibilidad futura. De imagenes y palabras estén hechas nuestras identi dades y le nacién que las abarca a todas no tiene mAs consi tencia que esta frégil materia suspendida, CHILE, OTRO PAIS.* Comunicacién, politica y sociedad. Una de les mis agudas observaciones de Tocqueville esta contenida en aquel capiuilode“La Derocraciaen América”, que se refiere a “la actividad que domia en tadas las partes Gel cuerpo politico en los Estatos Un dos ¢ influencia que ejerce scbre la sociedad””.” Sostiene alt nueso autor que cuando se pasa de un pals libre 1 ott que no loes, “se siente ‘uno sorprendidc por un espectaculo extraordinario”: allf, di- ce, todo 2s actividad y movimiento; acut, todo parece tran- Guiloe inmévil. ¢Qué es lo quecrea, entonces estasimage- nes conteapuestzs? Tocquevillelo pere bi6 claramente: es la calidad de la vida politica que domina ca una otra sociedad. Digamos asf' existe una conexién profunda entre 2! sis- temapol:tico prevalecieate en una sociedad detorminada y el régimen comunicativo que aqiél.en farte condiciona y al cxal necesita para subsistir, ‘Articulo publicady por ta revista “Vuela” Sudamesicans) del 7 de febrero de 1987. | Véase Tocqueville, Alexis: La democracia en América. Foxdo de Cultura Econdmica, México, 1978, p>. 250-253, 65 Las caracteristicas salientes del régimen comunicativo deuna democracia tienen que ver, en general, con Iz posicion gue la politica ocupa en aquél. Tocqueville nos habla de una “especie de tamulto”; del “clamor confuso” que seeleva por todas partes; de que “‘mil voces llegan al mismo tiempo a wuestros ofdos y cada una expresa algunas necesidades so- ciales”. En le democracia, todo se agita en tomo nuestro: los habitantes se reinen y discuten; los representantes elegidos procuran hablar a nombre de sus electores; existe critica y discrepancia; incluso, observaba Tocquev Ile, “las mujeres mismas se dirigen a menudo a las asamblezs publicas y des- cansan de les quehaceres del hogar escuchando discursos politicos”. En Chile, un fen6meno similar se fue extendiendo a lo largo delos afios a medida que la democracia se consolidaba y que ella incorporaba en lz ciudadania a proporciones cre- ientes de la poblacién. Cuando se lige, en 1970, al Gobier- 1no del Presicente Allende, efectivamente todo se vuelve ua especie de tumulto. Es lapolitica que invade las calles, las ¢s- ‘cueles, los hogares, lasiglesias, transformando a su paso las viejasrelaciones de autoridad, impugnando privilegios here- dados desde antiguo, cambiando la escena piblica y reor- ganizando la vida privada de las familias, La democracia hacia posible y empujaba este proceso de politizaci6n, Al final, no setfa capéz de controlarlo, sin em- ‘bargo. Cuando eventualmente invade a las Fuerzas Armacas y simulténeamente el conflicto local se internacionaliza, cuandola sociedad llegaa saturarsede las palabrasde la polf- tica y lacomunicacién debe ceder el paso alosruidos que ge- nerael enfrentamiento glotal, entonces Chile dejé de ser un pais libre y pas6 a otro que ya no lo era. La politica cambié de lugar en la sociedad y con ello se alteré radicalmente su régimen comunicativo. 66 Necesitamcs averiguarmejor, contodo, como operabala comunizacién social y politics durante el per‘odo demnocrdé- copara nego presenter las traxsformzciones sobrevizientes y sus efectos, Una especie de comunicacién democratica. El régimen comunicativo de la sociedad chilens bi 1973 se bas6 ena politca la ley ya escuela, Fue, portanto, Iexpresién delpredominio enel espacio piib ico de las cla. ses med-as, con su apego al formalismo legal, su valocacién, de Ia ensefianzay su us3 de la poltica como medio de orga- nizacién y fomento de ja integ-acién nacional. __ Estos tres medics de contro’ social definieron una comu- seacinque aspirabaa a igualdadal univers iso al par icipacicnismo. Crearor una esferapiiblica tegida por os va- loresde k palabra; dondeloqueimportaba era. en iltitma ne. tancia, le capacitiad de ‘os diversos grupos de movilizar sus intereses bajo la forma de un discurso persuas.vo. Las ideo- logfas, como proyectos colectivos de azciéa ea torno aimi- genes deune “sociedad posible” y de un “buer orden”, ocu- paban el cen:ro de la escena piblica. Elreformismo gmero y luego el revolicionarismo arrancarfin asincismo de esas tres fuentes. Tendrfan un fonde legalista, escclarizado y de absoluta fe en Ics podenes transformadores de la politica. Ensuma,la ey, laescuela y lapolitiza conforman un me~ dio pibl:co, un régimer comuricarive, que es tendeacial- mene inegratve, que graentemoel cadaaro,que valor mnocimiento cercifi », el dis ‘S ¢leonoe discurse y los proyectos co- Deal {provienea, igualmene, sus peculiar imi- taciones. En efecto, baj esta nodilidnd soci] Inecenne o7 Gn puede facilmente ocultar las dificultades instrumen- tales que existen para la transformacién de la reelidad; 0 puede incluso dar lugar a una espiral de las palabras —esto es, el fenémeno de la inflacién ideoldgica ai que serefieren varios autores—7 y puede inducir lacreencia en que la desi- gualdad y la explotacién son superables por la sola via d2 ampliar ios efectos distributivos y redistribativos de las le- yes, de la educacién y de la politica, De hecro, el Estado re- present6 en Chile, durante ese perfodo que llega hasta 1973, la encamacién de esas figutas que tegulaban el régimen comunicativo de la sociedad. Fue ala vez un Estado provi- dente, proteccionista, educador y transaccional. A este Estz~ do suele llamfrsele en la literatura especializada un “Estado de compromiso”. Buscé y promovidla negociaciénentre les diversas clases y grupos sociales; promovié mediante la escuela, la ley y a politica la movilidad social, primero que todo In de las prepias clases medias; y se afuné por distribuir las oportunidades de participaci6n en la esfera piblica ce mododeasegurarse legitimidad, aunque no siempre obtuvie- ta Ja eficiencia. Gobiemo de la Unidad Popular (1970-1973) exasper6 y agot6 la experiencia de ese Estado de compromiso y deb.6 yeconocer, al fin, que la ley, la esctela y la politica no eran medios eficaces para impulsar un proyecto revoltcionario. Hered6 y quiso aprovechar un régimen comunicativo en la sociedad que, unia vez puesto en tensi6n, sedislocéy se vel- vié improductivo, La ley demostr6 ser una malla deintereses demasiado tupidos y resistentes y quienes la administraban, Esta rocidn proviene de lasescritos de Anibal Pinto. Recientemente ha ‘so elabocada por Hirschmann, Albert: "The turn te authoritarianism in Egtin America and the search for is economic determinants". Eu Collier, David (ed): The New Authoritarianism in Latin America, Princeton University Press, New Jersey. 68 los tribunales ¢e justicia, la emplearon para frenar y castigar elcamtio, Laescuela, expresién secular de unmodo de trans- misi6n de la cultura, s2 resistié a cua.quier modificacién de sufunc'6n selextiva y conservadora y rechazéla propuesta de: homogenizacion quee Gobiemoquis>impulsar, Por tltimo, cuandola politica fue llamadaa expresar los eonflictas de la sociedad] mis que aregnlar las transacriones entre los grupos ideol6gicos y d>imterés,ella sedesbocs y sirvis solamente de cauce a Ja escalada de los diseursos y a la elevacidr. consi- sient del ton ideoligico de a con.enda len comunicativode la sociedad se triz6 por comple toyse fue ceshaciendc aceleredamen e. Gener6 rides. or tocircuitos, desorden normativo, inseguridad de todas las je rarqufas consagradas, péidida de lealtades democvsticas, crosiéndel espacio ptislico, tendencias agiesivas, deslegiti- macién de las nstituc ones. De un aio para el siguiente fa sociedad yz no pudo reconocerse como un todo, por encima de sus divisiones, exclusiones y desigualdades, Los tabiies més ampliamente corpartidos, comc el del “apolitizismo” de las Fuerzas Armadas, se hicieron trizas y dieron iugar a una psicologia del todo o nads. Entorces las consignas fue- ron “avanzer sit transar” por un lado y, por el otto, “Jakarta” cayade por los grupos mis exaltidos en los murs de Ia ciudad. La conspirccién artidemooritica, gesiada en medio de esta disolucién del régimen ccmunicativo dela sociedad, y apoyads eficazmente desde el exterior, se completé el 11 de septiembre de 1973cor el bombardeo de La Moneda, casade Jos presidentes de Chile. Desdeesedfaen adelante empezaba Ja otra historia que se inauguraria con la represidn masiva contra Los dirigentes civiles del viejo régimen y que cam- biaria por completo, er los aftos siguientes, lz organi ‘comunicativa de la sociedsd. Las bases de 1a comunicaci6n autoritaria. El régimen autoritario instaurado 2n 1973 ha impuesto a Ia sociedad chilena una nueva forma de comunicacin a través del empleode medios de control social que combinan heterogéneamente los efectos del mercado, dz la represin y_ latelevision. Es decir, las propias bases del régimen comuni- cativo anterior han sido profundamente alteradas, con con- secuencias que son significativas. El mercado comoregula- dor de los comporiamientos sociales induce la atomizaci6n individuacién de la sociedad, premiando las estrategias per- sonales de acceso y salida de las diversas situaciones de intercambio. Intreduce la diferenciaci6n social y cartbia los patrones prevalecientes de distribucién tolerante promovida y protegida por el Estado. La represidn (en sentido lato) induce efectos de desacti- vacién, pulveriza las organizaciones sociales, condiciona tuna cultura del miedo y favorece en todos las dmbitos de la sociedad el disciplinarniento de la poblacién. La ielevision, érminoqueaqui usamos como la metéfora que designa una nueva constelacién politico-comuricativa como la expresi6n de punta de una industria caltural esumida como un dispositive por la cultura autoritaria, moldea el ima- ¢ginario social, internacionaliza las visiones de mundo, pro- mueveel consamo de simbolos y renovadas formas masivas de identificacisn y proyeccién. Los tres medios de contrcl generan dindmicas de priva- tizacién; los ttes son disciplinarios en sus efectos y los tres imponen una dréstica transformacién del régimer comu- nicative. prevaleciente. hasta 1973. En efecto, el mercsdo, la represién y la televisi6r conforman tin medio puiblico privatizado que gira en torno a 70 Ja figura del consumidor y que valora la irformacién, el “exit” y la movilizacién de proyectos individuales de bie- nestar. Mientras lot medios enquese fundaba el régimencomu- nicativo democratic Ca ley, I escuelay la pelitica) eran ar- gumentativos, curricularesy’ programiticos, los medios del autoritarismo son frfos, medidticos, de imagenes y no dis- cnrsivos. Aquéllos tendfan a generar relacion2s estables, de identidad, ysus rela:os rritos eran morales; 6sW0s,en cambio, generanzelaciones fugéces, ocasionales, ce proyecciGn y sus telatos y ritos son técnicos. De techo, las modslidades de comunicacién soc-al im- puestas 2or el autoritarisme precuran disminuit los unrbrales Por encina de los cuales toda comunicaci6n ingresa en el es- pacio ptblico y adquiese, inevitablemente, dimensiores po- Iiticas, Lo que se buscaes, precisamente, desca-garel espacio piiblico de su potencial explosivo de demandas colec- tivamente formaladas, dando pasoaun sistemade regulacién que reduce la sociedad a una competencia ertre demandas individuales y qe obliga alos individuas amoverseertre ias coordenidas inciertas ce la represisn, En estas cordiciones la corsunicacién soc-al se asemeja rancho més a ur sistema técnico de condicionamientos ope Tantes que aun mundo compartido de rormas enya legitimi- dad debe ser continuamente negociada. El mercado vuelve anénimas las relacionesocasiouales que genera y se resiste a argumentar; por el contrario, deja que los automatismmos de lasinterecciones de interés conirolen las producciones y los. consumcs que cada quien pued? tomaro dejar Larepresién condiciona asimismo respuestas y comportamzentos sin que Loy eomportamicnios de “sada” o “exit en 21 mercado han sido ana- lzados por Hirschmann, Alber: Ba Vole an S University Press, 1970, eee an necesite hablar, Es una forma puramente féctica del poder. igual que el mercado. Ambos dispositivos dibujan un hori zonte mudo; aquél por la intermediacién de los bienes (ma- tetiales y simbélicos) que hace circu‘ar y que instavran une olacién de los signos més elocuente que la poesfa o la dis- cusi6n politice; éste por intermediaci6n de le fuerza que use el lenguaje arcaico de los cuerpos para convertirles en ur filamento de informaci6n utilizable. La televisi6n, en fin, se utiliza como el gran medio que escenifica la vida privatizada, abriéndola hacia una forma pervertids de universalidad. Bs le universalidad, por de pronto, del mercado, con su capacidac deexpresar los suciios adquisitivos ilimitados de la sociedad Iauniversalided del poder autoritario, en seguida, que vigile y denuncia, que estigmatiza y castiga, que ensefia y oculta. Bajo este ruevo régimen comunicativo la sociedad chi: Jena suefia despierta las promesas del mercado y las amena- zas represivas. Seocultaa s{ rnisma, se fragmenta, se disuel- velentamente en medio del fraccionamiento,de las querellas y craumas, delmiedo y laausencia de una identidad compar- tible, La recomposicién de la politica. Analizar e1 autoritarismo en términos de sus bases socio- comunicativas obliga a referirse a las estrategias encamina- dasa resistir suimposicinyy aalterar susefectos. Enel fondo, se trata aqui de la cuestién de cémo los sectores sociales adversos a la dictadura han logrado resistir, oponerse a las pretensiones cel régimen militar y encontra- formas de ex- presién de su propio poder en la sociedad.* Dehecho, los tegimenes militares del tipo chileno logran “4 Véage Brunner, José Joaquin: “Politicas culturales de oposicién en Chi 1c". FLACSO, Matenial de Discusisn, n. 78, Santiago de Chile, 1985. 72 crear por un tiempo la imagen de que controlan completa mente Ii situac.én y deque han hechodesapacecer cualquier atisbo ce oposicién. Lo lograx, en gran medida, por su ca pacidac de regularel acceso al espacio piblizo y de relegar ala oposicisn ya los oposicores al paps! de meros ind-viduos privades, sin derechos de actuacisn solttica. Sirver a este propésito, adicionalmente, ta ilegalizacién de los partidos politices, e! monopolio oficialista sotre los granées wnedios de comunicacién masiva, la censura sobre libros y expresio- nescrit.eas, la prohibicidn para realizar reun:ones publicas, la intervenciénmilitarde las universidades, 11 exclusidn del artey le culture disidentes del espaciade la erfticay ce lare- cepeiér masiva de los producios simbdlicos, etc. Dezllf que aoposieiGna este tipo ce reefirenes haya bus- cado, desde el comienzo, 1a conquista de espacios sociales para la manifestacién de sus sropias actividades, sea en el plano de la pol'tice, de la cultura o de! pensamiento. Lo que se persigueporesta viaes recrear redes de comunicacién que inicialmente se presentan como alternativas 1 la cornuni cién controladz oficial mente, peroque luego penetrar dentro de esta diltima y van abriendo brechas més o nnenos grandes en su interior. De hecho, alo largo de los tiltimos afics, pero especialmente a partirde 198), la opasicién lograga Chile reestab‘ecer uras modalidades de comunicaci6n social que se encuentran en abiera pagni co. aquellas otras disefiadas. y administradas por el régime1 milita’. Surge asf una prensa de oposicién, se consolidan sspacios académicos auténo- mos, organizaciones sociales no controladas oficia mente, en fin, redes de intercomunicacién que se extrecruzan con aquellas otras instauradas porel autoritarisms. Con el tiem- po vueWven a azarecer los par-idos paliticos legalizdos, se multiplican los foros de la oposicién, ésta reconquista pre- sencia en las calles y sus voces vuelven a escucharse en la oe sociedad. En elcaso chileno, la Iglesia Catélica juege un de- cisivo papel en este complejo y lento proceso de reorgani- zacién de la sociedad civily derecomposiciénde la actividad politica, Como tinica institucién nacional que no logra ser desmontada ni afectada gravemente por la dictadura, ella acta durante varios afios como dmbito protegido dentro del suel la sociedad puede volver a expresarse, reencuentra sus solidaridades ¢ inicia su expresién piblica. En el hecho, hoy existen en la sociedad chilena dos regf- menes comunicativos en pugna. Uno estructurado en tomo al Gobierno Militar que opera a travésdel efecto combinado de la represién, el mercado y la television, Otro, masdébil y isperso, menos institucionalizado y de alcances locales y variables, que se estructura en torno a las orzanizaciones € iniciativasde le oposicién, Aquél surge de arriba hacia abajo y es coatrolado de manera mis o menos centralizada; este atro surge de abajo hacia arriba, tiene miltiples centros de articulaciGn y opera a través de los espacios que logra crear cen los intersticios del sistema oficia.. Aquél es por necesi- dad antipolitico y aborreceel tummultode las veces colectivas, mientras éste impulsa la politica y romueve Ia re>resen- tacién de expresiones colectivas. Los efectos de la entropia comunicativa. All{donde una sociedad no logra organizarse comunica- tivamente en tomo a unos medios compartidos ya através de redes que defizan para todos ta predominancia de ciertos 26digosintersubejtivos deentendimiento y apreciacicn, tien- den a producirse disonancias ¢ interrupciones que afectardn incluso Ja estabilidad del orden cotidiano, viltimo reducto donde se preservan las rutinas y se elakorayy transmitelacon- tinuidad de la existencia social, 74 De hecho, asistimcs a esta sitiacién en efChile ce estos, dias, Hay entremezclados, pero en disputa, dos regémenes conuntcativos que pugnan po imponerse y por controlar en la sociedad la produccién de sentidos,de vercades, de temas piiblicos, de esquemas de compreasién y de evaluacién. La realidad cotidizna se vive como una extrafia coalicior de jui- cios e interpretaciones que compiten por la ztenciér de los individnos y qve buscan legitimarse a base desu pertenencia a esos regimeres contrapuesws de comunicacién. No hay una verdad de ‘os hectos, cua.esquiera que tos sean, pues Jos hecaos mismos han sido incorporados 1a pugna por definir socialmente la realidad. El peis se vive a sf mismo como uraimplosién de imagenes, ningunade las cuales tiene Ja fuerza suficiente pa-a ordenar un sentido generalizable y compartible. Es una suerte de 2znomia. de un tipo especial, Ja que gobierna sobre los sucescs del dia. En k préctica, la vida cotidiana pizrdesu densa y pesada estructura de referencis compartidas,que hace posible vivir Ia politica y loscorflictos conro desavenencizs temporales y como ocasiones de negociacién y progreso. En cambio, pri- ma ahera un principio de desarticulaciéa, largamente im- puesto por la dictadura, que dividea los sujetos entre sf y aés- tos dento des’, impiciéndoles encortrar un terreqo comin de interacc:én ‘comunicaciéni. Incluso, el propio ser tido de perienencia a una colectividad se ve amenazaio y a Lacha se traslads al campo de las exclusiones er el presente y de lama- nipalacién del pasado. Asi, mientras el régimen militar pug- na por destruir la continuidad de una nemoria demozratica, los sectores de oposici‘n por el contrario buscan rescatar del olvido a sus martires y desaparecidos. susrecuerdos y expe- riencias. Toca forms de lucha entreregimenes comunicativos es, cn diltima instencia, una oposicién eatre un-versos simbé- 75 licos que buscan organizar interpretaciones y sroporcionar a los individuos y a los grupos sociales un prircipio de iden- tidad que los defina entre los ctros y frente a ellos. Desde el punto de vista del Gobierno Militar, su principal enemigo no son por eso los partidos de oposicién y su act:vidad sino las realidades simb6licas que ellosexpresan. Esdecir, un undo: plenamente politico, donde prevalecen ciertos valores de to- lerancia, patrones de ambigiiedad y, sobre todo, un alto grado de incertidumbre tespecto del efecto de las acciones colec- tivas. De allf que la operacién comunicativa en que el régi- ‘men autoritaric se encuentra embarcado sea persistente en querer extizpar la memoria del pasado politicc del pais. ¥ de alli, asimaismo, quesu accién se presente cada vez mas como un intento multiforme por prolongar en el tiempo, indefini- damente, las condiciones que permitirian continuar con esa operacién, alo largo de las generaciones por venir. Su prop6- sitonoes, en este sentido, menguado. Lucha denodadamente ‘contra i historiadel pais, contra su cultura, contra los habitos mentales y las actitudes seculares de s1 clase 2olitica; lucka contra las imagenes positivas asociadss al pluralisme de las creencies, él tolerancia ideolégica, al formalismo legal, ala noci6n liberal contemporsinea de los derechos humaros. Su intenci6n es transformar el pais, a la sociedad chilena,en sus propias bases culturales hzredadas de medio siglo de ejer- ‘icio democrético. Su meta es conquistar a la poblacién para un proyecto que, en el extrema, representa la nocién de una fortaleza sitiada por enemigos externos y agentes en el inte~ riorfrente aloscuales no cabe oro destino que sudestrucci6n ‘© suexc:usi6n por largo tiempo (décadas) de la convivencia racional, Si el autoritarismo, tal como lo imagina Pinochet, tiene algdin sentido es justamente en funcién de esta utopra descabellada que suefia al pais como una ciudad sitiada por la peste. 76 Utopfa afin Je cuentas totalitaria, de defensa total 2ontra ¢luniverso simtélico y el imaginario secial democratieos, su raaterial.zaci6n habria requeridb, seguramente, otros medios ue los elegidos por el Gobierno Militar. Medios de sociali- zacién y resocializaciér totalesde la poblaciéa,s mucho més cercanos 2 aqueilos corinmerte asoc:ados a los regtnenes Gel socialismo teal, que estos otras elegidos por el entori- tarismo pincchetista. De allf, en parte, su fracaso y, amedia- no plazo, su probable disolaci¢n o transformacién. Pues no serd posible, ya noloes,en las condicianes actuales, infundir ala sociedad un corformismo generalizado er tomno y a tm- vés del régimer. comuricativo instaucado por el Gobierno Militar. Dicho xgimen se encuentra interpenetrado 2or su puesto +1 cual, 1pesar de surelativa invulnerabilidad, lo co- Troe en sus mecanismos esenciales de funcionamientc. Pues alreintrcducir lz politica enla sociedad, la oposicién ha vuel- toa generar un espacio piiblicaque entrabs las pretensiones Gel Gobemo Militar y lo obliga a actyar con rendimientos cecrecientes en el uso de Ta represién y en la manipulacién comunicativa ds la televisién. En cuznto al mercado, éste sélo log-a operar eficazmente como mecanismo de -edue- cin de os umbrales ccmunicztivos de 1a soc‘edad en tanto Gistr’buye expectativas 2recien:es de participaci6n ex el con- sumo y las materia'iza aunque sea desplazadamente en el temg0, y en tanto logra funcionar en un ambito nocontami- ado po" la politica y las demendas colectivas, Ninguna de estas dos condiciones se cump'en en Chile en la actualidad. La crisis econémica objiga a wn funcicnamierto restringido el mercado, dejanco a la luz sis principios de operaciin de- SY case sobre esto German, Gino: “Cemocrac a y autoriarisno en laso- ciedad moderna”. En varies autores, Los Lites de la Demecracia. CLACSG, Buenos Aires, 1385, vol. 1. 77 sigual ¢ injusta, y la reactivacién de Ja politica imprime al ‘mercado un papel puramente instrumental, liberandoa la vez un cimulo de demandas corporativas y de grupos que nece- sitan ser atendidas por el Estado, incluso de. espaldas al mercado. En esias condiciones, la iucha comunicativa entablada enla sociedad condicionard fuertemente, segin el curso que siga, las alternativas de ura pcsible transicién a la democra- ciaen Chile. Mientras ella persista, seri dificil genera: un cli- ma adecuado de negociacién politica, por ejemplo. Pero su prolongaci6n impedira asimismo al régimen autoriterio ob- tener el minimo delegitimidad que requerirfa para poder pro- longarse sin recurrir a un nuevo intento de golpe mil:tar. En lamedida que la oposicién, en cambio, lograse ensanchar sus espacios de intervencién es posible suponer que ganaria no 3610 en campo de maniobra sino, lo que es mas importante, aumentaria surcapacidad para imponeruna salida politica que significara dejar atrés los obsticulos comunicacionales eri- gidos por la dictadura frente ala democracia. B ENTRE LA CULTURA AUTORITARIA Y 1.A CULTURA DEMOCRATICA.* Problemas de interpretac én. {Qué significado ttvo pare la sociedad ctilena e: golpe militar del affo 1973? Esta pregunta criza, como una herida, la conciencia nacional. Intenter responderta nos colcca por eso miso, de :nmedicto, en un campo de deoates. Nos en- cierra en una pugnade selatos conde todo se ccnfunde: la éti- ca, la interpretzcién de nuzstr pasado, nues-ras biozrafias personales, as opciones politizas, los proyectos para mafia na, las ticticas del presente. Sea como fuere que nos desplacsmos e1 estevespacio donde todo discurso ha perdide inocercia, est» al menos pa- receevidente: quel golpe milizardel aio 1972 introduce una discontinuidad en el tiempo hist6rico de Chile como nacién, marcando de peso el desgarraniiento ce varias generaciones polfiico intelectuales, Pues el golpe militer debe ser enterdido, antes que todo, * Texto proparade para ser incluid> en un libro que se publ caré en Méxco tajo el auspicio dela Universidad de las Naciones Unidas y la USiversicad Nacinal Autonoma de México Escnto on movienbre de a 79 como reaccién, como defensa, como contrarrevolucién. De alli seguramente que en 10s primeros afios, generalizando debidamente, algunos hablaran de fascismo: forma pica y violenta, por tanto, de reaccién capitalista, Pero, zbastaba acaso con esta designacién? ,Era exacta sicuiera? O era elle, més bien, unamanerade escamotzar la realidad, te glo- saria apenas con un término que por implicacién seméntica Ja tefifa toda entera de negatividad? Los anilisis posteriores, efectivamente, vinieron a mos- ‘rar que la reaccién ‘ocurrida el afio 1973 comprencfa una variedad de elementos ¢ inauguraba un proyecto que iba més alli de la exclusiva defensa de los intereses amenazados de \a burguesia. De partida, porque esa reaccién inclu‘a a un variado conglomerado polftico-social, en el cual conflufan asimétricamente los grandes, medianos y pequefios empre- sarios; grupos importantes de los sectores profesionales y ‘6cnicos; una veriada representacién de las mujeres del pats; Jovenes e, incluso, elementos cuantitativamente significati- vos de las capas populares, especialmente de las ciudades. Estas fuerzas sociales encuentran expresi6n politica en lade- echa pero, ademds, en el principal partido del centro, la de- mogracia cristiana, cuya penetracién electoral en sectores populares y de clase media era incuestionable. Sc extiende asimismo hacia las més importantes instituciones del sis- tema, incluyendo asectores de la Iglesia Cat6lica, a las Fucr- 2as Armades, al Parlamento, al Poder Judicial, a sectores in- fluyentes de los medios de comunicacién, alas universidades yas escaelas. El golpe militar viene a ser asf la culminacién armada de una insurreccién civil que, incluso por sf sola, tenfa la capacidad de producir imporantes fenémenos de ingoberrabilidad en la sociedad. Pero que, seguramente, no oda triunfar con el mero apoyo intema, incluso cortando ‘conel re‘uerz0 ce lus inciativasde desestabilizacién politica 80 impulsadas por 21 Gobizmno de los Estados Unidos. Entorces, frente a esta reaccién compleja y variada, ca- paz de desenvolverse posterioumente en un proyecto de re- fandacién de \asociedad, ,10 estamos acaso ea la necesidad ‘de pensar en términos también complejos? ,No es evidente, por ejerrplo, qu: se tratabaen aste caso de algo mis que de tna conrarrevclucién burguesa? ,No estabz en juego, al fondo, la integra orientacidn de la socieded, su modlo de cesarrol o, sus formas de incegriciGn social, suparticipacién ‘enel sistema intzrnaciozal,en fin, su ferma-de-ser-nacién y, por ende, de orzanizarse y expresarse culturelmente? Para ‘averiguetlo necesitamos, primero cue odo, volver al arigen ce este proceso de teaccion. La transfermaci6n del poder y la lucha en Ia cultura. La experiencia de la Unidal Popu‘ar, entendida correc tamente supusc la puesta ea marcha de un prozesode vastos elcances ena sociedad chilena, los que fuero1 proye:tados ideol6gicament: per los propios propulsores de ese cambio com el comienzo de u1 trénsivo hacia el sociclismo. >ronto pudo descubrirse el sigaificade politie>-cultural de gsta em- presa que se queria, exolicitamente, revolucionarid, En efecto, mas alld de los cambios 2n la propiedadde los bienes de produzcién y dea activa funcién-ed stributiva que asume el Estado, las trensformaciones anuncisdas y Fuestas ‘en prctica maso mencs desorienadamente implicaban una erosi6n zontinua de todas las relaciones de poder que artic Jan la identidad cotidiana ée las clases, los grupos, las insti tuciones y los irdividues y portanto, s-multéneamente, dela comprensiGn que la sociedad tiene sobre simisma. Sen pues las bases moraks, aormativas y cogn tivas que asegnran la 81 integracién deuna sociedad yregulan sus cor flictos distribu- tivos las que se ponen en cuestién cuando se interviene ma. sivamente sobre las relaciones de poder largamente estable- ccidas en las rutinas cotidianas, en el sentido comin, en las practicas microsociales, en las ideologtas locales que ellas Secretan, en el lenguajede las diferencias sociales, enlos con- sensos implicitos que clasifiean el mundo y lo ordenan de arriba a abajo, Los procesos de transformacién revohiciona- tia, incluso cuando se emprenden en el marco de institucio- nes y procedimientos democriticos como fue el casode Chi le, tienen precisamente esa caracteristica, sin la cual no exis- tirfan. Que liberanen la sociedad, por encadenamiento de ac- iones, porun cambio bruscoen la perzepeién de las posi dades, por un aparente ensanciarse er corto tiempo ce todas Jas opo-tunidades, por contagio comunicativo, energias has- taentonces sélidamente encauzadas ycontroladas porlas re- laciones de poder que, expresadas en la vida cotidiana, cons- tituyem el entramado més fino y sensible del orden social, Digimoslo ast es el orden cotidiano estzblecide el que mas rdpidamente se desintegra cuando se desencacena en tuna sociedad un proceso cuya experiencia més radical es la promesayy el vislumbre deun mundo nuevo, Pues en esas cir- ‘cunstancias las viejas seguridades del poder, la tiqueza y el status; las seguridades de la distancia moral entre los indi- viduos, de su ubicaci6n consagrada enun orden y de su iden tidad fundada en ese orden de desigualdades y distinciones, se vienen abajo provocando an difundido sentimiento de “edo es posible” ‘que en términos psicosociales pede expresarse como elderrumbe de un mundo ce seguridades (operando indistin. ‘amente para abrir un horizonte de posibilidades o un sbismo de temores) equivale en términos politico-culturales a la de- sintegravién de una hegemonia. ;Pues qué expresa mejor a 2 Ja hegemonfa e una sociedad que la existencia de ur cierto sentido ie la normalidad, un ecuilibria en las desigua dades, gna ace>tacién mutua Je seguridades asimétricas y Ia ditu- si6n de un sentido comin que clasifica, ordena, rest-inge y cierra las posibilidades, asegurando que la vida cotidiana ‘uede funcionarmés o menos apaciblemente apesar d=todo? Por tanto: apesar de lapobrez1 masiva, de la ignorarcia, de 1d injusticia, del resentimiento, de la agresividad social con- tenida en todasesas simaciones pero zasi janads expresadas violentemeate mediante irrupciones brutales sino de manera regulada, censvrada, axtocontolada, ‘civilizada” por ende. La Fegemovia es una gran méquina productora y repro- ductora del orden en medio Je socizdades que existen y funcionan sobr? la base de unaradical desigualdad er la dis~ uribucién de los recursos del poder y cue aspivan a limitar la guerra de muckos contra unos pocos mediante el expediente de la autoridad: aucoridad de la religién, ce las costumbres, de la moral, de la buena educacién, de los zonocimientos 2xaminidos, de la distincin, de la aelacién al sentido co- iin, de las explicaciones; de la socielizacién en breve que gradualmente va intemnalizanio en cada cuel el nezesario control sobre s1 unive-so de fosibilicades. Postulamosque la experiercia del Gobierro delg Unidad Popullar introdujo en la sociedad chilena no un mero cambio de personal pol tico, nisiquiera un carabios61> de su modelo de desa-rollo y de las bases de poder qc lo acompaiien, sino que cuestioné Ibs fundamentos de un orden hegeménico al- terandocon ello, bruscamente. la percepcién de las posibili- dades; la cons:ante més fuerte del amaginario soc‘al. De pronto, entonces, ‘como dijimos antes, “todo fue pcsible”: que las nasas ccuparan las calles de la ciudac como espacio propio; quelas viejas formas de cortes‘a y respeto se vinieran al sueley que las caballeros de la sociedad fueran somietidos 83 aescamio; que la noci6n de la propiedad perdierasu aura; que Jos j6venes mis pobres imaginaran un futuro radicalmente distinto; que la educacisu sirviera para moldzar un “hombre nuevo" y asf por delante, sin freno n: medida. éResult6 esto nada més que de los excesos del Gobierno, dela scbreactuacién de los partidos de izquicrda, elredicalis- mo ideal6gico, lademagogia, la feria de promesas, lapérdida repentina del principio derealidad? ;0 fue por el contrarioe: resultado de los temores inducidos por la propaganda reac- Gionaria, una exageracién téctica de los afectados, el apto- vechamiento i'cito de las potenciales amenuzas para sacar- lasde érbita y sembrar asfel terror? De seguro que todos esos ‘elementos contribuyeron a dinamizarla situaci6n pero, en el fondo, ello representé para la propia sociedad algo més im- pottante y decisivo: la explosi6n de ese imaginario de posi- bilidades que al perder su anclaje en las précticas, conven- ciones y ritos de la vida cotidiana liber de golpe deseos largamente reprimidos, temotes ocultos, reseatimientos, una agresividad social antes difusay esa sensaci6n desquiciadora que lo posible habfa escazado de control. Las dimensiones culturales del golpe militar. ¢Hablamos con seriedad al implicar en una misma frase dos térmiros aparentemente entagénicos o, incluso, exclu- yentes comoson “cultura” y “golpe militar”? :O sea, simbolo y violencia; comunicaci6a y represiéa; espfritu y fuerza? Partamos por aclarar que lapropia nocién de cultura, siha de tener algiin valor sociolégico, es justamente porque la cultura se construve en rensiéa con el fonda social del que emerge: por tanto, como esfera de sublimacién, de aprendi- zaje colzctivo, de superacisn de loreal-dado. Zn este se 84 es que le culture, segtin lo expresa Marcuse, prede definirse como un proceso de humanizccién, esfuerzo colectivo por proteger la vida humana, apaciguarla lache pera existencia manienigndola dentrode limites governables, estabilizar una organizeci6n productivadela s>ciedad, desarrollarlas facul- tades invelectuales del 10mbre y por reducir 7 sublimar las agresiones, la violencia lamiseria, ‘Mas ,qué relaci6a man- tiene envonces 11 cultura con las posibilidades conteniias en su propio reverso, es decir, conla guer-a, con la destreccién, con la ezplotaci6n y la nentira, con la represién y la tortura, con la agresi6n y la lucha, comel poder y la crueldad? No tnd-ia sentido que abcrdéramps este >roblema cru- cial de lzhistoriadela caltura ea abstracto, sobre todocuando tenemos que dar cuenta, para poder existir como nacién de nuestra oropia historia y del golpe mi-itar del ato 1973. Por ie promo, es sizmpre en un orien social especifico, con su propia identidad nacioral y de época, que se plantea Ja cuestn de la cultuza coma tensién, también especifica, ‘entre sus valores, sus creencias, sus iceales y juicios de po- sibilidad por un lado y sus bases “exteciores” en un uriverso de relaciones de poder, de recursos orgenizacionalzs, de apropiaciénde medios y dedisibucién de opertunidedes de vida por el otro. La construcciSn de uaa hegenonigphistori- camente espectica viene aser en estecuadroconceptual, el ‘manejo, la ordenaci6n, la consigracién social y la legitima- cidnde 2sa :ensi6n bajo una modalidad que la vuelve tolera- ble. Y no sélo eso: quela vuelve normal, ademés, en la vida cotidiana de loshornbres y las mujeres. de los grupos y clases sociales y de las instituciones que conforman una scciedad determinada. En este sentido, el gnipe militarchileno de’ afio 73 se pre- ‘Véase Marcuse, Hertert: Enscyos sobre Po'ftica y Cultura. E.liciones Ariel, Barcelona, 1970 85 senta como una reaccién defensiva, socialmente compleja, deun cierto orden hegemdnico amenazado ror la experien- ciarevolucionzriadesencadenada porla Unidad Popular. Un orden donde, sucinta y esquemticamente, la cultura encau- zabael imaginsriosocial de posibilidades dentrode un marco de regulaciones provisto convergentemente por la legalidad, la zccidn benefactora del Estado y la ensefianza escolarizada, Laley, el Estado ya escuela conformaban asia triada sobre lacual se levantaba un orden politico pero, ademis, un orden social y un orden cultural. Configuraban un universo donde la esfera piblica servia para negociar demandas a través de mecanismos politicos; donde el formalismo de la ley propor- cionaba legitimidad a las desigualdades, y donde la adqui- siciGn de un capital escolar certificado era reconocido como el medio més apropiado para regular la movilidad de los individuos y grupos sociales. De alli, del juego de esos fac- tores, de sus interacciones cambiantes a lo largo del tiempo, fue surgiendo wn modelo cultural que moldeada el horizonte de las posibilidades de acuerdo a oportunidades creadas por 21 Estado dentro de los limites impuestos por la formacion escolar y el respeto a la ley. En breve, emergié una cultura hegemonizada creciente- ‘mente porlas relacionesestatales donde primaban los valores burocraticos y la creencia en el poder de las formas; donde el individuo ajustaba sus expectativas de posibilidad a las opor- tunidades realmente existentes que eran negociadas politi- camente, y donde la educaci6n operaba como transmutador de las desigualdades en difereacias meritocréticas. Coti namente, la hegemonia de este orden se manifestaria por la difusi6n de un sentido comtin de las proporciones de lo po- sible, acompafiado por un agudo sentimiento del ridfcalo que sanciona cualquier desborde, cualquiera exageraci6n, cual- quier salirse della fila, cualquiera aspiracién desmedi¢a. Cul- 86 tura, por tanto, relativamente escéptica, poco espectacular, sin colores fuertss, sin tonos bruscos, ce distascias conven- cionales mantenidas, poco agresiva, controladz desde dentro por la vergiienze més que por la culpa > los suefios. Cultura del superego (Estado, ley, escuela); del autocontrol;demani- festaciores ordenadas; son me‘odias melancélicas; cultura patriarcal y reprimida; que elogia a la autotidad y mide sus efectos por los beneficios que distribaye. Cultura, en fin, tipica dessectores medics en una sociedad donde los valores cligérquicos continian speranco come referencia y Ifnite y donde 1a cultura de los sectores populares es epreciaca, ex- clusivamente, como folklore, como expresién subalterna y fragmenuaria de-un mundo quees preciso superar. La experiencia de la Unidad Poptlar se apoy6 en esta cultura, pero para cambiarla, Fue la exzerienc-a, por eso, de una revolucién legalista, preocupada de las convenciones, fascinada por los aparacos de Estado y persuadida de que la educacion podia dar lugar, en el tiem3o, al nuevo hombre socialista. No el fusil; los votos. No lo: profetas; los zboga- os. No a fuerza; el discurso, En contraparte, e‘lafue wacada or su esmero legal (qu2 eso era quere- encontrarle “resqui- ios” ala ley paca facili-ar la accién revolucionariade. Esta- 0); por suiluminismo’ edacativo (queesoere imaginarque larevoluci6a pedfa educar en las escuelas al hombre ruevo) ‘y por su 2onfianza estatalista (que eso era supcner queel Es- ado podia servira cualquier prepésito, inclusopara transfor- arse radicalmente as’ mismc). Pero, adem, la Unidad Popular quiso carabiar esta cul- tara, Darle ala ley un contenido instrumental para el cambio social; asoyar ¢. Estadc en nuevas formas de roder pepular; reestructurar Ia escuela para que ella sirviera a ‘a calificacién técnica del trabajo. Intent6 pues redefinir su tensi6n con el ‘orden dela sociedad mediante el expediente de hacerle cons- 87 ciente de sus limites, de mostrarle sus contradicciones, de cuestionar sus supuestos de desigualdad, de volverla sensible a la “tolerancia represiva” que ejercfa sobre la constuccién del imaginario social de lo posible. En breve: se abocé a exi- gitle ale culture un compromiso distin‘o, una militancia des- cubierta, unas tomas de posiciones que manifestaran cuc ella comenzaba a desplazarse desde el eje heger:6nico vigente hacia uno que epenas comenzaba a perfilarse. El golpe militar, en cuanto expresiSn de esa reacci6n de- fensiva compleja de la quehemos hablado, incluyé por tanto entre suobjetivos la pretensin de frenar ese desplazamiento hegeménico que la Unidad Popular habfa comenzado a pro- dducir, aun cuando para hacerlo se apoyaraen lapropia cultura que buscaba transformar. Al proceder asf, sin embargo, las Fuerzas Armadas y los sectores civiles que acceden con ellas al Gobierno debieron en el mismo acto intervenir ese orden cultural que la propia Unicad Popular habfa usado y que, por su dindmica interna, le habia facilitado desafiar sus articula- ciones fundamentales con la sociedzd. Es decir, ¢: golpe militar se ve abocado no s6la a extirpar tendencias que la Unidad Popular hubiera venido a“sobreponer” al orden cul- tural hegeménico preexistente, sino que debe hacerse cargo del hecho que fue ese mismo arden el que habfa facilitado el triunfo y Ia acci6n transformadora de la Unidad Popular. Su objetivo no es, por tanto, meramente restaurador. Es, por el contrario, refundador. Se dirige simultdneamente contra la cultura democritica desbordaca durante el perfodo dela Uni- dad Popular y contra la propia cultura democratica que habia dado lugar a ese desborde, Sobre todo, buscard redefinir los controles individuales y sociales sobre el imaginario de lo posible que, como vimos, habian experimentado unaradical descomposicién, liberdndose asf energfas sociales y cultara- esque empezaban atransformar el co‘idiano con susrutinas, 88 sus Convenciones, sus rdbitos de poder, sus précticas de deferencia'y respeto, deautoridad y obediencia. Ei go:pe mili.ar tiene, en summa, una aitida dimensiéa cul tural que se expresarfa, inicialrtente, como un esfuerao por erradicar las tendencias al descontrol yal descrden ectidia- nos que ‘abia goneradc la experiencis de la zevoluc‘én al redefinir bruscamente los limites imag narios de lo pesible. Frente al desborde de las expectativas de posibilidad que habfe introducid> la UnidadPorular, el >ualpresionabs efec- tivamente sobre la prov sin de oportunidadesde una-vide- otraen favorde los sectores populares, transforméndolos otra vez en “clases amenazartes”, e Gobiemo surgido del golpe (yel propio goipe militar) signicicaban,de moraento, conge- larladisputaporla hegenonia ycrear ua monopolioabsoluio sobre la definicién de las posibilidades en favor del 1uevo er. He aquf la funcionalidad del terror, de la suspens.6n de cualquiera liberad, del control total irrpuesto sobre el espa- Gio territorial y el tiempo dela poblaciéa que siguenal zolpe: sc trata, en efecto, de crear unarupiure no sdlo politica sino cultural. Mostrar, simboliceme te sobre todo—y los simbo- Jos exigen ritos, a veces violzntos; x sacrificios, incluso humanos—, que el orden ha vuelto por sus fueros. E} orden total: de autoridad, jerarqufa, ‘enguaje, limpieza, éxpurga- in, censura, persecucién, castigo Sienso laexperienc-adel orlen,como se sabe, tan central ela cultura? asociada como esté a las seguridades bésicas del individuo y a sus ccncepciones de pureza y poluc:én, de clasificeci6n ¢ifentidad, de pevade y Ferdén, deculpe y ver- gllenza,de dorrinio y produce 6n, de lo permstidoy el taba, * Véase Douglas, Mary: Purity and Danger. Routledge & Kegan Paul. London, I 89 1 golpe se presenta a simismocomo un gran acto ordenador. Espurificacién dela sociedad;remocisn del mal; extirpaci6n del cAncer que corroia al cue-po soc-al; castigo del pecadu peor, el del desborde; regreso del padre, la lev y el superego; Tecuperacién del alma nacional, de la identidad de la patria; Testituci6n de ‘os tabiies; fin del incesto; es decir, imaginar que todo era posible. Acto violento, el golpe usé asfel orden contra Ja cultura; cubre de cal los cadaveres; los lanza al agua; hace desapare- cerfisicamente alos agentes del mal; limpia las murallas pin- tarrajeadas; impone horarios y zonas de trnsito vededo; va- cia las calies de ruidos y presencias; vigila desde el aire la ‘noche; :nfundetemor; marca los cuerpos; destierra, excarce- la. Pasa juicio a la sociedad desbordada. La cultura del golpe escenifica, en breve, un fincl: es la cancelacién de la fiesta politica, aquella en que muchos pu- dieron por unashoras (tresafios) participar, imaginandootras vidas, otra identidad, posibiidades antes insospechadas, nuevas formas de compan, lenguajes emansipados de sus tutinas. Sofiar, pues, con una sociedad distinta, con otra cul- ‘ura y Consigo mismos abandonando al fin la posicién que asta entonces habfan tenido que ocupar en esa sociedad y esacultara, La pregunta que sigue entonces es ésta: gfue le inter- venci6n militar s6lo eso: cancelacién ée un tiempo, cierre de un espacio, brusca contradiccién del imaginario de lo posible xy nada mds? ;0 existfa en ese acto el germen de un proceso, ia clave de un proyecto a desa:rollarse mas adelante? Propuesta de un nuevo modelo cultural, Lo que en un comienzo fue principalment= reaccién de- fensiva, contrarrevoluciGn destinada a reimponer el orden 0 violentamente, se convirtideen los afios siguientes en un pro- yecto de refundecidn de) orden sobre la base ée nuevos dis- positivor hegemsnicos. Por tanto, en ura einpresa decidida- mente revolucionaria que alo largode una extensa década ha intentade modi‘icar los pardmetros > funcionamiento de muestra economia capitalista; cambiar !as bases de la organi- zaci¢n del Estado; rede‘inir lasrelaciones de paderen ia ciu- dad’ y en el camso;*moiificar €l acceso dela roblecién alos bienes piblicos’ y, en general, remodelar las kases dela na- idn. Los efectos de esta accida nohan sido irrevelances: se ha modificado profundamente ia estructurz de las clases so- ciales;* la econamtfa del pais he experinentado una dristica recoaversién “hacia fue-a”,’ al mismo tiempo cue los efectos e modernizacién logrados se :ombinan con sma extension éc lacesintia y la pobreza; se han generado nuevas el:tes de 3 Véase Vergara, ilar, Auge y Ca‘da del Meoliberclismo er Chile. de Va Bar Autriasnoy cmb osesrucunleea hi Fass eyecare y Rove’ Henan: hes pulsars en a Arca Metropolitana: situacidn y earacteristicas”. CEPLAN, ‘Notag;Tecnieas Fee beaten Soe: £1 Compesinata Cileso Después deta Reforma $a tious Chie 175-7982, FLACSO, Santiago de Chile Javiery Tron, Eugenie: Las Clases dociales en Chile. SUR, Samiago de Chile, 1585 . Vase Fear, AB ani: ExperimntasNelibeate en Adiga La tina’ Sauutios Coltecicn CEELANen 7, Saniago de Chile, 19% "ase Rodrigues, ons" Mai ela pcbera rc dein ssc cimpocto dl gato scialen Chile” ILADES, Sanlago de Chil, "985, adainds, Schkolnik, Mariana Sobrevisir en la poblacién. PET, Santiago 12 Chile, 1985, 91 poder y un sisterna politico excluyente que recurre sistemati- ‘camente a la represién." En medio de esta masiva scoricntacién y reorganizavién de la sociedad, ha ido afirméndose un modeio cultural que sustituye la vieja trfada del Estado, la ley y la escuela por una nueva combinacién de dispositivos hegeménicos, cuya fun- cién principal es modificar las expectativas de lo posible, Teconducirlas précticas sociales deacuerdoa lasnuevasrela- ciones de poder existentes y asegurar un orden fundado en controles eficaces para inducir el conformismo de la po- blacién, Por de pronto, el papel ocupado por Ia politica en el an- tigao régimen democratico —esto es, el de una esfera asi- méirica de negociacién y compromisos entre todos los sec- tores incorporados al alcance de la accién estatal— ha sido sustituido por el rol que cesempefia el mercedo como me- canismo de creacién, distribucién y regulacién del acceso a oporturidades de consumo meterial y simbélico. Se ha des- plazado asf el conflicto central de ia sociedad en tomo a la apropiacicn de oportunidades desde laesfera publica, comu- nicative, “caliente” de la politica hacia la esfera privada, no- comunicativa y “fria” del mercado. Lo que antes aparecia como una pugnaentre organizaciones colectivas, cada tna de Jas cuales debfe movilizar sus intereses bajo la formade una argumentacién ideologica, se ha convertido ahora en una ex- presién de demandas individuales quepesan ce acuerdo su poder de intercembio. La satisfaccién ce aspiraciones,queen Véase Hunecus, Carls: “La poltica de la apertura y sus implicaciones para la irauguracién de 1a democracia en Chile”. Revisia de Ciencia olen, vol? m2, 1985, Del miso auto “Li iewguracicn de tt femocracia en Ciil en el procedtimiento y ruptura en el contnide democrtcc!™ Revista de Ciencia Poca, el'& hls LBS, 92 el plano politico es siempre dicigida hacia ots, en el mer- cado es autoadministrada de acuerdo al poder indivicual de compra. Lo queen un extremo se recompensa son las capaci- dades de movilizar recursos organizac-onales y de expresar- Jos comunicativamente; lo quese recompensaen el otro son Jas capazidadesde acumular y su expresién irstrumetal en a esfere del mercado. ; El mercado, igual que la pclitica, son efecrivamerte for- ‘mas de comanidad y decoordiracién de lasint2racciones so- ciales. Suponen, cada uno, comportamiertos orientados de manera diferente, sistemas de gratificaci6n distintes y la adquisicién de valores y controles diversos. Cada unc de es- tos dos dispositivos, segtin la posicidr que ocupen en Ia so- ciedad, 7 los modosespzcificosde su combinacién, producen “estilos” distimos de sociedad y no meramente modelos de deszrrollodiversos. Enbreve, alimentan un génerodeorden, una cultura diverse, : Elrercado,como ya loanaizaba Weber, "*crea untipode orden donde las expec:ativas de posibilidad estén controla- das racionalmeate, esto es, “por intereses racianales de fin”; Jas posibilidades debencalcularse continuamente de acuerdo alas opertunidedesde intercambiorealmente existentes para elindividuo. Asi, puede decirse que elmercado disciplina el imaginario de lo posible; en él toco tiene previsto%u lugar, sobre todo el acceso diferenzial a las distintas oportuni- dades disponitles. En este sertido el mercado es esencial- mente entiut6pico. Todo lo que representa bajo la ferma de un especticulono séic se inscribe en un orden de signos je~ 1 Véase Lindblom, Charles: Politics and Markets. Basic Books, New ‘York, 1977. 1 Véase Weber Max: Economfi y Socedad, Fondo de Cultura, Econémica, MExco, 1964, vol. 1 WI. 93 rdrquicamente estructurados sino que, ademés, las oportuni- dades de obtener cualquier satisfaccién se hallan preordena- ‘las por la distribucién social ce los medios d> pago, que en ltima instancia determina las preferencias y los deseos del individuo. El mercado, en breve, sélorepara en los valores de cambio y subordina lo demés al célculo de medios. Pero no sélo el mercado ha operado como dispositivo de orden en lanueva organizzci6n cultural impulsada par el ré- simen militar chileno. Ademds,desempefian ua papel central al dispositivo represivo y el dispositive de transmisién de “ideologtas livianas”. La represién, entendida como una red de tecnologias de control social que emplean grados variables de coaccién y violencia, tiene por funciéa producir ée manera continua él disciplinamiento dela poblacién, garantizando su conformi- Cad al orden emergente y su adaptaciéa a él. Pone en juego, For tanto, exclusiones, estigmatizaciones, obligaciones y,en ‘general, una forma de organizacién de los comportamientos que se funda en el reconocimierto de limites infranqueables, De este modo, lo que se busca con las cisciplinas no son ad- hesiones, motivaciones, compromisos activos, sino mera- mente un “oonfermismo pasivo; una adaptacisn eficz, por tanto, a las exigencias de funcionamiento del orden. El verdadero vaciamiemto simbélico-expresivo de la so- edad que producen la operacién combinada cel mercado y de Ia represion, dispositivos ambos que operan con un bajo umbral comunicativo pues no requieren (e incluso excluyen) 1a elaboracisn intersubjetiva de proyectos colectivos y de reciprocidades organizadas, es l'enado en el nuevo orden por le difusién de “ideologtas livianas", especialmente a través de la television. En efecto, el gran medio ce articulacién de la esfera priveda con la esfera pablica, de elaboracién por tanto de esa 92 jon especifica entre orden social y culture, viene a ser shoraele laindnstria cultural yariculermenteia television, que acts en un univerio prev.amente estraccurada por el mercado larepresién. As{com» laesctela soc:alizabaantes Jos motivos y las competencias que permitfan ingresar desi- gualmente al juego politico, arora la televis'én asume la Funci6n Ce escenificar ala sociedad y a! poder, de moszar al mercado en funcionamiento y de mamener la atercién pii- biica focelizeda en tornoa los linites delopermitido. Setrata de“ideolagfas livianas” no s6lo por su volatilidad y porsues- tructura seméntiza simplificada para heoer posible su repro- daccién industrial, sino sobre todo por su modade operacién e1 ld sociedad. De hecho, sa pretensién no es elaborar inte- Iectualmente les intersses comunicetivos contrapuestos existentes en la sociedad sino, pore! contrario, redvcirla co- municac‘én social a un universo sublinado, relajante y ar- quetipico, dentro del cual la sociedad se representa continua yy fragmentadamente como espectéculo, enajenada de sus ca~ pacidades para intervenir sobre sfmismay transformarse. No son pues las posibilidaces de lz cultura fas que aparecen en estasideologias sino las fantastas individuales ordenadas s2- gn patrones de consumo segmentado 2or sectores soriales, grupos dé edad sexo, niveles 2ducacionakes, etc. La esfera publica de lapoiftica deviene asfesferade los rutbliabs redu- ‘cidos a1 privacidad, a su domesticida, asimilados por esta nueva configureci6n hegeménica en que se combinan varia- Elemente los efectos del mercaio, de la represién y del con- sumo de “ideologias” no antagénicas. Las contradicciones culturales del autoritarismo. ‘Cualquier orden. qu: se imponga oresulteen una socie- dad, y cnalesquiera sean los dispositivos de hegemoria que 95 se empleen para mantenerla, esti sajeto a desajustes, resi tencias, desv-aciones y, por ende, al esarro lo ce tendienci ymovimientos contrahegemSnicaso, meramente, dzcambio ‘cultural. Inclso mis: todo ordenque ha llegadoa ercarnarse ela cultura, por tarto, que se ha convertico ea rutina y ha “normaalizade” una forma de organizacién social de la vida cotidiana, esié incluso él sujeto a les dinérticas de cambi> que resultan te su propia tensi6n inrerente entre una distri- buci6n determinada de les recursos materiales y simbélices yllos valores, creencias, telatose idesles que se afirman coma la expresi6n mejor, mds avanzada, bumanamente ms plena ena esfera dz La culuira superior, Dicho de otro modo, toda cultura reproduce, aun en situaciones de irtensa scializa- cién en unaviceologiatotal, sus propias elementos de tensién entre bs ideales que contienepotencialmente y las realidades que subyacem a la organizacin de la sociedad. Toda cultura ¢s,enel limite, portadorade sus propios elementos Je nega- cién, eritica y contradiccién, Er cuanto al orden autoritario que venimosde deseribir cen la seccién anterio, dos son los factores principales que explican sus contradizciones y sus tendencias de cambio en l presente, Por untaco, interramente, sus propias limitzcio- nes para difundirse como un orden capaz de organivar coti- dianamente ¢ funcionamien‘o de la socieded; esto es, pare dar lugar auna cultura enel sentido completo de la palabra Por oto lado, externamente, los desafios y contradicciones que le preserva el desarrollo de movimientos y terdencias contrahegeménicos, cue se apoyan €1 una tradici6n cultural preexistente, que asuren unamemor-acolec-ivatrarsmitida bajo la forma especifica de lealtades institucionales y que “interrumpen” con ézito variable la eficacia de funciona- miento de los dispositivos autoritaciosde procuccién y repto- duccién del orden. 96 Partamos por el aspecto interno del problema planteado. Lacultura-dei autoritarismo, es verdad, no presenta grandes tensiones aparentes entre su esferaideal, sublimada, de valo- res imaginaric de lo posible y aquellos mecanismos que la sustentan en la vida préctica. Este hecho, que aparentemente constituye una ventaja, sues recuce sus actores intericres de contradiccién, sin embargo opera la vez como una debili- dad, como un espectfico déficit de este forma cultural espe- cifica. El orden autoritario,en efecio, no aparece comocapaz de asegurar por si mismo un proceso de humanizacién, una superaci6n constante dz les necesidades de sentido (mean- ing) quecontinvamente vuelven a aparecer en la sociedad. El ‘nténto de producir los sentidos capaces de crear un mundo- de-vida por el lado del mercado, exciuyende la politica y teducierdo por tanto los umbrales de comunicacién de ia sociedad, no logra cumplir su cometido en la misma medida que la operaci6n del mercado esincapaz deprocucirescs sen- tidos, puesto que su funcionamiento los excluye radical- ‘mente, El mercado, en efesto, no tiene capacidad de produ- Gir consensos rormativos, no genera identidades sociales (6l0 esiilos de vida), no admite lazos personalizados o de confratridad,erosiona los sentimjeatos de slidapady tepudia todo comportamiento que no se rige rorel €alculo. Pero ademds, especificamente, e] mercado en las condicio- nes de la economia chilenano es siquicra capaz de regular la lucha por la apropiacién de opartunidades, en la medida que sus condicionesde integraci6n son demasiado inequitativas, In que leresta legitimidad como mecanismo y eficaciacomo sustituto de la politica, En estas circunstancias, este doble éficit del mercado —<éficit de sentidos necesarios para la configuracién de mundos-de-vida satisfactorios y déficit de legitimacién en su operacién coro distribuidor de oportu- rnidades— s6lo logra ser profundizadoforla opereciéndelos 97 ‘ottos dos dispositivos de hegemonta del orden autoritario. La represi6n produce disciplinas pero no sentidos; induce, me- diante estimulos y castigus comportamientos determinados ‘pero no sccializa una cultura ni internaliza motivaciones de adhesin a ese orden, La difusién de “ideologias livianas”, por fin, genera una esfera privada regulada por gratificacio- nes simbdlicasde corto efecto, sin provocar un conformismo activo, identidades sociales relativamente sdlidas y agrupa- mientos colectivos estables. En suma, el orden autoritario genera una cultura incom- pleta, insuficiente para organizar el cotidianode la sociedad, sin un sentido comtn propio, sin socializaciones més o me- nos duraderas, expuesto por lo mismoa desvanecerse (como orden hist6ricamente especffico) tan pronto desaparezcan las ‘condiciones politicas que lo hicieron posible y que le permi- ten mantenerse. De hecho, es sobre este terreno que se desarrollanasimis- mo las tendencias y movimientos coatrahegem6nicos en el seno del orden autoritario, arsenazdndolo continuamente € interrumpiendo sus mecanismos de estabilizacién hegems- nica, Porde pronto, todos es0s movimientos y tendencias com- parten un principio comin, sea que tengan lugar en la préc- tica de los comporiamientos cotidianos, en la vida pablica,en Iaelaboracién intelectual, en las vivencias dela relig’én oen las manifestaciones de} arte; desafian al ordea autoritario en su incapacidad de prover sertidos suficientes para la cons- truccién de mundos-de-vida aceptados como satisfactorios porlatradicién cultural dela propia sociedad. La experiencia simbélicade la democracia esasi convertida en el ejecentral deunamemoria colectivaque seresistz adesaparecery desde Ia cual se enfrents al orden autoritario como radicalmente desprovisto de legitimidsd. No s6lo se erosionan, por esta 98, via, las bases morales ¢ intelectuzles del régimen politico existente; lo que se produce es. en cambio, una interrepei6n de ese orden en cuanto a su eficacia para encarrarse como or- ganizaci6n del cotidian social. Esta itima sedobleg: si las, ‘Gircunstancias asf lo imponen, sobre tado por el uso de Ia re- resin, pero permanece en continua contradiccién con ese orden y, porlo mismo, abierta alas solicitaciones y estimulos ce las dindmicas contrerias a dl. En seguida, todas estas manifesteciones y_tendencias contrahegemén‘castieren un contenids, abierto 0 veledo,de reinstalaciéa dela polfica en medio de la soziedad. Supo- ren, portanto, una lenta y progresiva rearticulacién cemuni- cativa de la sociedad al nargen, contrao aun dentro del mer- cado, haciendo mas visible sus défici: ¢ interumpiexdo la eficacia de su operaci6a como regalador de 1a lucha por la apropiaciGn de oportun:dades. 3n parte, esto significa quela rolftica mantiene abierto el hcrizonte de las 2osibilidades, trabzjando sobre el imaginzrio social y sustrayéndolo de los limites que bus2a imponerie el orden autoritario, Er. parte significa, ademés, que la politica esempleada para interrum- pir Ie op:raciGn de los cispositivos hegeménicos del cutori- tarismo, sobre todo mediante e! exped:ente de aumentar los umbcales comunicativos dela sociedac lo que torna-hosible, entonces, cuestionar el disciplinamien‘o, reelzborar ideolo- gias de mayor akcance y efecto y mostrar las reducidas capa- cidades “ntegrativas del mercado. Los valores y las tradiciones de la politica, as ccmo la memoria denocritica ce la nacién, no son sin embargo ele- Tenlos sureme ite sim26licos que nezesiten ser recreados Fara su Uso por wnejerc cio puramente comunicativo. Se ha- an incerporades ai decarrollo de alguaas instituciones fun damentales de \a sociedad, a través d: las cuales se repro- Gucen y mantienen disponiblespara suasimilzci6n per esos 99 movimientos y_tendenciss contrahegeménicos. Principal- mente los partidos politicos, 1a Iglesia Catélica, cicrtas or- ganizaciones sindicales y juveniles e instituciones culturales ¢ intelectuales han desemperiado esa funcién de “preserva- doses” y “transportadores” de las creencias, ideales y lealta~ des que constituyen el trasfondo moral y cognitivo que hace posible la legitimidad de la politica y la valoracién de la de~ mocracia. Hoy dia, a lo largo y anchode la sociedad chilena, se ob- serva el desarrollo de esas tendencias y movimientos que cuestionan el crden autoritario, impiden su configuracién como cotidianidad social y dibajan en el horizonte una cons- relacindeposibilidades que pueden ser convertidas en opor- cunidades de accién contrarias al régimen. Incluso, podria pensarse que en Ja sociedad han legado a desarrollaise dos regimenes comunicativos organizados diversamente, cada ano con sus propios dispositivos hegeménicas que ahora se encuentran en cecisiva pugna, Si el orden autcritario no pue- de lograr en estas condiciones organizarse a si mismobajo la forma de una cultura completa, orientando ala sociedad en sus interacciones cotidianas y permitiendo una redefinicién de mundos-de-vida conforme a las exigencias de ese orden, tampoco el orden democritico puede emerger como cultura mientras no existan las condiciones que aseguren unatransi- cién hacia la democracia como régimen politico. ‘Temporalmente, por tanto, lo que existe es una situacién de doble y antagénica conformacién cultural, donde los prin- cipales dispositives de articulecién hegemdnica de cada una de esas conformaciones se oponen pero, ala vez, seertrecru- zan y entremezclan, dando lugar progresivamente a un uni- ‘verso cultural conflictivo, compuesto por sectores mal salda- dos entre sf Hleno de tensiones, que mantiene na separaci6n de todos los elementos segiin suafiliacién a una uotradeesas 100 conforrraciones sin pocer evitar,con tedo, queellos se entre- ‘yeren er la précticacotidiana ée la sociedad. Los resultados de esta situaci6n son conocidos: perce2cién generalizada de una sociedad que, en civersos planos, se mueve ain entre polos inteconciliables; 2xisteneia ce una cultura politica de confusas orientaciones,donde conviven una alladodelaotra incrustasiones democriticas y autoritarias, de valoracin y rechazo de la pelitica y los partidos, de viejas y nuevas lcai~ tades ideoldgicas; ausencia de un proyec‘o naciona. com- binado con imazenes d> disolucién, de anomia, de resisten- cia al futuro; desconfianza arspliamente difundida de las institucisnes, con le exeepeidnde la Iglesia Catdlica; un ex- tendido sentimiento de que el poder slp puede tener e-icacia ‘cuando se expresa como fuerza y, por tanto, la progresiva pérdida de ta nosi6n de autorided fundeda legitimame ate. 101 CONCLUSION En fin, la experiencia de la cultura—comopoder } como politica esto es: como ceterminacién cel orde1 posibk—se ubica hey centralmente en la sociedad chilena como la ex- periencia de la oportunidad democratiea. ;Pocriaestc llegar 2 significar, mefiana, que la p-opia experiencia del autori- tarismo desapareciera, reducida a un “nero paréntesis de la historia nacional? Nos sarece evidente que na seré as’. Pues entretantola sociedad chilena hacambiadorad:calmente yun perfodo complzto, el de su desarrollo demccratioé hasta 1973, ha quedado cancelado introduciéndose una ruptura, una discontinuidad irrecuperable. La fuerza, incluso la pre- sencia d es2 pasado democrét-co, opera sélo zomo un prin- cipio de ncgacien frente al orden autoritario y. mafiana, qui- 4s comp una reserva s mbSlica pero cue séloa través de su superacion 90d“ia enriquecerse. En cambio, su reasuncién seritica,o sea, ¢. merointento de prolongarlo, levarfa 2roba- blementza que ce desvanecieracomoh moen el viento. Pues. el heche que el orden autoritario no haya podido, ni pueda segurarrente, convertirse en laforma de organizacién de la 103 cultura cotidiana de un pais, como parece mostrarlo laexpe- encia chilena, no significa sin embargo que su transcurso porla historia no deje tras de sf huella a'guna, ano ser por las secuelasde la represién. La verdad es que junto con cambiar las bases de organizacién de la sociedad pone de igual modo sobre nuevas determinaciones la tensiGn inherente atodacul- tura: entre sus ideales y valores declarados o compartidos y las condiciones materiales de crganizacién de las oportuni- dades devida, Entre a vivencia poderosa del deseo y la expe- riencia rutinaria de los medios disponibles. Entre el imagi- nario de lo posible y la normalidad de las restriccionesteales, incluso si aquélla no es impuesta represivamente sino inter- nalizada como comin del rechazo, un principio de Iealtad con convicciones compartidas, una memoria que se riega a desaparecer. Las pa-ticulares trensformaciones en el campo intelec-ual. Elreagrupamiento iatelectual dela izquierda y de les gru- FOS cue se separan tempranamente del “égimen se realiza si- raulténeamente 2n tres frentes: dentro del dmb to de les par- ttdos politicos; bajo el emparo ie la Iglesia Cetdlica (en los corganismos anti suos y nuevos cue surgen en es frente); yen Jas institcionesacaciémicas genéricamente de“ciencias so- ciales” que se desarcollan especialmense a partir de 1875 en adelante: (El cuarto frente, el del exilo, no s> consideraza aqui, a pesar de su relativa importancia en este movirnien:o de reagrspamiento inte‘ectual de la izquierda.) Enrealidad, se traté Je un proceso d2 configuraciér de un nuevo campo intelecteal —separida c inde endiente del cetalladanente estas primeras manifestaciones de arte 10-oficia y con- cluye: “lamotivacisn inicia de esta veradcra ‘explosio artstice” (Tue), ‘entorces, la manteaciGn de ana ident.dad cultural amagada. Susactores seslemten -onunulores de una wadicion artist caamigia y fuerte, donde Ip populas, lo atinoamericano y ia pesiblidad critica frente la realidad som los elementos centzales” (p. 114", U3 campo intelectual establecido, “oficial” y sometido alcontrol delrégimen— que se estructura con sus propias posiciones, va configurando su propio mercado labural, establece Sus propias formas institucionales y una ted de relaciones tanto internas al pais como con el exterior, Allf Ia dindmica de la denuncia edop:ard una doble Zorma: por un lado, de elabo- raci6n politico-intelectual de la derrota; por otra, de anilisis y comprensi6n de las transformaciones que estaba experi- mentando la sociedad chilena bajo el impulso de las politicas del régimen militar. En general, los circuitos que se estable- cenen estecampo tienden a ser, igual que aquellos quevimos antes, de naturaleza voluntario-comunitaria, pero conmayo- s de institucionalizacién, comprometiendo en su operacién montos crecientes de recursos financieros, mas abiertos por tanto al contacto internacional, por ende menos locales y esporédicos. Territorialmente se hallan concentra- dos casi exclusivamente en Santiago; sus agentes y piblicos son eminentemente las elites educadas excluidas y su co- nexiGn con aquellos otros circuitos de cultura populares ini cialmence ula, hasta que empieza a desarrollarse mis tarde un “sector intermedio” de organismos y agentes de “educa- ion popular”, especialmente en el frente de las iglesias. La funcién intelectual desarrollada en este campo, por necesided marginal, dificilmente lograpenetraren el espacio Publico © hacerse presente en las instituciones culturales oficiales, tales como las del sistema edueacicnal y, en par- ticular, las universidades. Esporédicamente existiréa, con todo, relaciones de circuitos estudianiil-universitarios con estos ottos,relaciones que inn incrementindose alo largo de los afios. Mucho més importantes scn, en cambio, las relaciones, 4quese establecen entre la politica —a pesar de iodo monopo- lizada por los partidos sumergidos— y esta dinémica de 14 reagrupamiento intelectual. Se producen allf microcirsuitos ce interazcién que, a veces, dan lugar africciotes entre par tidose instituciones inte’ectuales pero que, en general, “acili- tan ua trebajo imcial de discusicn ideolgico-politica el cual conduciri, posterionmente, al desarrrollo de los debates “re- visionistas” den-ro del area socialista. Otra vezes dificil hablar acuf de polfticas culturales en sentido cldsico, como si determinados agentes hubiesen ac- taado en funci6r de programas elaramente definidos y tras ta consecucién de metas preestab ecidas 2on ¢l uso de medios. acoréados. Mas bien, les polttizas culmrales cue implicita- nente ihan restltardo, surgian de la 2onfromtacién de las situaciones coytnturales, del juzgo de ecciones y reaceiones centre individuosmiembros del grupo, del ajuste reciproco de Ibs diversos agentes, do las expectativas elaboradas en la interaccién y de: empleo de medioslamano. Asf,un campo cultural no-oficial se ibaarticulendocomo resu'tado de todas esas interaccion2s, cada una de las cuales obedecia a logicas Iocalizadas y a micropoliticas situades, donde los grupos iban alcenzendc ventajes compurativas mediante los grados Ce sv institucionalizacién yaprovechardo, con méso menos eficacia e imaginacién, el eapital cultural y o-ganizazional investide en caca uno ce ellos. 2 Los intentos de centralizzcion y la multipticacion de ta variedad, Hacia los afias 1978-1979, pudo ye hablarse deun cierto ‘movimiento cultural” alternat.vo. El término. con todo, era -generoso. Pues loque existia, realments, era la gradualy len- ta maltiplicaci6a de misrocirctitos cukurales,especialmen- teenel campo a-tistico, levando ala aparicién de numerosos grupos Cue ofresfan presentaciones“alternartivas” 0 seacar- us gadas simbdlicamente de resistencia y oposicién al régimen militar. Rivera en su estudio ya citado sefiala que entre 1975 y 1980 se formaron en Santiago més de 70 organizaciones Culturales de todo tipo, més dea mitad en los sectores pobla- cionales; que en 1979 existian 500 grupos de misicosaficio- nados en poblaciones de la capital, en tanto que los grupos teatrales ascendian a alrededior de 80, Los piblicos de esas, presentacionescrecen y se diversifican.* En los circuitos del teatro profesional que opera en el mercado se slcanza asimis- mo una expansién de las actividades y de los pablicos mas estos tiltimos tienden a ser “orgénicos”, en el sentidoque re- flejan un conjunto de caracteristicas peculiares que, e1 gene- ral, definen su identidad cultural comp piblico opositor.” El campo intelectual “altemativo” se consolida también duranteeste perfoco, alcanzando un gradorelativamente alto y complejo de institucionalizacién y una produiccién que empieza a ser acumulativa y que circula mas ampliamente entre piblicos también “orgéricos”. Losintentos por crear instancias centralizadas de organi- zaci6n de estos microcircuitos fracasan en forma reiterada, justamente porque intentan imponer una politica cultural “cldsica” sobre una realidad cultural original. En efecto, la centralizacidn intenta dos cosas: segtin el discurso que la jus- tifica, ella apunta hacia lo que Gramsci denomina “la elabo- raci6n unitaria de una conciencia colectiva”, pero olvidando que ésta exige, por _necesidad, “condiciones e iniciativas id. pp. 124-125. ® Véasé el trabajo de Hurtado, Maria de la Luz y Moreno, Maria Eliana: ‘Teauros indepensientes: publicos” CENECA, Santiago de Chile, 1982. Piblico orgénico signilica, en este comtexto, un segmento claramente distinto del mercado cultural, caracterizado por niveleseducacionalesre- Jativamentealtos, ocupactones de cuello y cerbata, ingresos por encima de la media nacional ycon hébitos de consumo culturaiconsistemtemente “desviados” o disidcntes de la cultura oficial. 116 ndltiples” como muestra el propio Gramsei;* en camtio, la centralizacién procuraba, justariente, definir wi centro, una iniciative, una politica para incrzmentar el impactocomuni- cativo delas acciones que tenfaa lugar en los rricrocircuitos calturales locales. La propia infraestructura social de estos ciscuitos eultu- rales hacia pues dificil que las iniciativas de contralizacién padieran tener éxito; su dificultad levarfa—sore todc en el plano po’ftico—a una mayor sensibilidad y discusién, den- to de algunes pertidos y sectores intelectuales,respecio a la naturaleza del trabajo pelitico e1 el campo cultaral. Gmesa- ‘mente y 2n la superficie, se opendrian 2n esos debates tes de politizacién directa oindirec:a de los circuitos culturales; tesisrespecto de lamaycr o menor centralizaci¢n aque debia aspirarse; tesis respect al earéeter insxrumental o node la caltura fara la eccién politica, etc. Mis al fendo, se con- frontaban concepciones diversas dela caltura yde la politica y, Si se quiere, diversos modelcs de poiiticas culturales.* En fin, no legard a conscituirse un “movimento cultural alternativo” de a2nerdo a los patrones unitarios y centralistas ccon que esa nocisn suele ser useda. En zambio, se manifies- tan diversos movimiento 0 semimovirnientos en el campo de lacul-uraque son el sroducto del propio funciongmiento y depliegue de bos microcircuiws surgidos en el senc de la sociedad civil y de la ac:ividad profesicnal de egentes 2uln ralesde oposicign en diversos otroscircuitos, especialmente enelcampo inte'ectual, 2n algunos circuitosprofesioneles de * Véaso Gramsci, Antonio: Cuaderms de la Careel. 2dicione: ERA, México, 1981, Vohumen 1, N? 43 (“Revistas “ipo”), pp. 96-106. ? He intcatady una primicas Lipologia de esos modelos de politicas cculturales en Brumer, José Joaquire “Politicas culturales pare la de- Fiocracia’, op. cit.. pp: 28-8. 7 mercado, y todavia muy tenuemente, incluso en algunas ins- tituciones culturales oficiales. Se agrega a todo lo anteriorel florecimiento de microme- dios de comunicacién en diversos ambitos, pero especial- mente e2 poblaciones; dentro de los movimientos de Igiesia, en sindicatos, en organizaciones estudiantiles y juveniles. ‘Asimismo, la operaci6n de circuitos rransversales que b can ligar fendmenos de la cultura popular cen expresiones orgiinicas de la cultura especializada, especialmente a través de varias modalidades de “educacién popular” y de “inves- tigecién participativa”. ‘A través del conjunto de estas actividades culturales, regidas cada una por su propia logica especifica y sometidas ‘cada una a polfticas culturales implicitas dentro de cada cir- cuito 0 ¢ lolargo de circnitos homogéneos, se va dando lugar a una elaboraci6n simbélica de las identidades excluidas y reprimidas; se va gestando y desarrollando un universo de referencias compartidas entre los sectores contrarios al régi- men miitar y se genera una corriente continua de testimo- nios, de deauncias y de elaboraciones intelectuales y expre- sivas que transmiten una visi6naltemativa del pais, desu his- toria y de su futuro, configurando las bases comunicativas de una demanda democrética Debilidad y crisis de la cultura de oposici la cuestion de la cultura de masas. Losavances que obtiene elrégimen durante esos mismos afios, y que se expresan enel bienio 1979/80 en una o“ensiva politica encaminada a “modemizar” la sociedad chilona so- bre la base del modelo econéraico neoliberal y de una insti- tucionalizacién autoritaria del Estado," van acompaiiados © Véase Vergara, Pilar: Auge y calda del neoliberalismo en Chile. FLACSO, Santiago de Chile, 1985. 118 —segin vimos— de la generacién d= un conform:smo pasivo en apoblacién y, eneltersenode la cultura, dela erea- Ccidn de un sisiema de satistaccioxes privadas y ce las expec- tativas asociadas que, po- un instante, generan la ilusiéa so- cial de una estabilizaciér, hezerénica del réginen.* En estas condiciones se vuelven patentes, ademds, los Iiraites deta implantaci6n culturel dela cposicicn; su radical debilidad frente ¢ los fenémenos mis “estructurales” de la cultura de masas (exiensién de “a recegcién privada de los biznes cu turales: consumo de publicidad; satisfacci6r. pri- ‘vada en le esfera del hogar). En otras palabras: los circ aitos moleculamnente desarrollados a lo largode los sfios anterio- res, asociados cada uno a sas respectivos piitlicos “orga- nicos”, resultan aolastados por ex0s fenémenos de cultura de masasen un momento enqueel régimen parece consolidarse sobre la tase del “boom” econémico y de la institucionali- zaciGn poiitica (p:ebiscito de 198)).Segtn loexpresaRivera, “a fines Cel efio 79 y principios del 8C se manifiesta los sintomas de agotamiente de estas formas de expresiGn y or- ganizaciGa. Los andicadores, agrega, son varies: disminu- cid del piblico asistentea les actos cultarales; desaparcién de organizaciones culturales; pérdida dela homogezeidad al interior de los mismos c-eadores, bisqueda de nuevps len- gvajes paca dar cuenta de una realidad cue se percibe tans- formada, La may partede las pefias desaparese (séla sub- siste una, asi como una gran cantidad de talleres, organi- zaciones eulturales y grupos creativos, especialmente semi- profesionales. Pero las més afe:tadas son aquellas organi- zaciones de cardcter nac onal y 0s actos mesivos “centrali- zados”. Mueren la UNAC, UEJ, Agripacién de Msicos 1 Pero unahegemonia “real”, gacaso no incluye Ia ilusisn de sf misma ‘como una construccién social de esa ‘realidad ilusoria”™ 119 Jévenes; la ACU debe replantear su quehacer."* Existen, probablemente, situaciores coyunturales que ayudan a explicar esta crisis: auge represivo durante los aiios 1978-79; escasez de recursos para sostener y expandirlas ac- tividades; generacién de otras formas de oposicién —esta vezmésdirectamente politicas— que estan vitalidad aalgu- nos circuitos culturales, etc. Pero corriendo por detajo de estas sitzaciones coyunturales, lo que provoca la crisis es la reaparicién de fenémenos de cltura de masas que aparecen Jigados y son vehiculizados por las politicas del régimen. Este gana terreno en la “guerra psicolégica” no por avances ensu lucha politicacontra la oposicién sino porque logra, por primera ez, generarun conformismo de masas, una suertede adhesin ideolégica obtenida por vias aparentemente no- ‘deol6gicas: por la generacién de un sistema de satisfaccio- nes privadas que conlleva expectativas"'conformes” alasne- cesidades de legitimaci6n y estabilidaddel régimen. Ea estas circunstancias, los circuitos culturales de oposici6n se vuel- ven no-competitivos: son incapaces de ofrecer respuestas a nivel de’a cultura de masas; nologran socializar un principio altemativo de conformismo o adhesién que pudiera restar fuerza y audiencia a la propuesta del régimen. Hay, por lo mismo, con la crisis, un necesario recimen- sionamiento de las expectativas que algunos grupos de opo- cién se habfan formado respesto a la capacidad de sus pro- pios medios para enfrentar al-régimen.” Pues, como se ha mostrado, la cultura de oposicién era, inclusoen sumomento de expansién, una cultura eminentemente marginal, subal- "Rivera, Anny, op. cits pp. 139-131, ® Bste momento de evaluaciGn, donde el arma dela critica abre paso a una critica de las armas, se liga il cambio que experimenta fa earategia Gano delas principales graposd la posicin el Part Comuistade 120 tena, excluida, sin impacto piblico ni masive, de ptblicos “orginicos”y de alcance puramente local. Asf.lapositilidad Ge“ gestacién de un amplio frente antist-co opositor,carazde Gsputar la kegemonia cultural a los sectores dominantes a Fartir desus prepios espacios; eapaz. de interpzlar y d2man- Car aloscireulos oficiales, se ve cuestionada en sus cimien- tps..”." Pero e¢ que esa positilidad nunca habfa existido. Nunca 1a-oposiciér, lamésmcla cultural, habia estedo en condicicnesni siquiera de disputar ese “hegemonfa caltural £ los sectores deminant2s”; susavances se limitaban, 2xclu- sivamente, a ciertas furciones Je “resistencia” y de “sposi- cin” enel senode la sociedad civil, sin mayorimpact en la esfera piiblica y sin trascendencia politica inmediata. Alf quedaba en claro, pues de manera dramética, que la cultura cposicicnal era “odavia,necesa-iamente, una prolon- gaci6n de laderota: Una maniestaci6n node la plenitud de laoposieién, siro de sudebilidad; una accién,lenta y locali- zada, de los excluios por martener su identidad, por com- partir referencics, por dar testimorio —entre ellos— de su situaci6n, por expresar sus experiencias, por comunicarse mediant: signos que eran sistemdticamente e la derrocra- cia come tema central ce opinién piblica, lo que le permite incidir en la pérdida de legit midad del régimer. aumentando su défici: (autogenerado) de motivacicnes para la legitimi- 2. Loanterio: se refuzrza con el monopolio moral que las fuerzas de oposicién consiguea para sf, partizularmente a partir de la luchaen el terrero de los derechos Fumsnos, Los derrotados son las victimas de la repres:6n. Como dicereite- radamen‘e la consigaa, ellos “tiznen las manoslimpias”. No han torturado, no han asesinado, no han exiliado, no cargan en su historia con Ia responsatilidad sobre los muertos. A partir de-esta posicién, sin embargo, no cabe reconocer el 123 poder investido en elrégimen sino comoun hecho de fuerza, desprovisto de cualquiera legitimidad, Esta percepcidn de la oposicién sobre su propia ubicaci6n en la economia moral de la sociedad lellevaa desplegar esrategias politico-culturales que en principio no admiten ninguna coatemporizacién con el régimen. Frente a éste caben la rebeldia, la desobediencia civil, la irtransigencia. Con los victimarios no se negacia. Con los verdugos uno no puede sentarseen torno a una mesa de negociacién. A un poder de hecho s5lo cabe derrocarlo con hechos. Gran parte del sustrato de las polticas culturales de oposicién —de sudiscurso, de suideologia mAs instintiva,de su sentido comiin— se basa en este supuesto ce superiori- dad moral. De allf que solo Ja intervencién de la Iglesia Catélica —provista en otro plano, pero de maneras igual- ‘mente eficaces, dz su propio manopolio moral— ha hecho posible abrir una brecha de reconciliacién en la sociedad. Desde su propio capital moral, la Iglesia ha llamado a un re- encuentro entre victimas y victimarios, entre Gobierno y oposicién, entre todas las fuerzas politicas, civiles y milita- res. Para la oposicién, el llamado de la Iglesia es un desafio cultural y no s6lo politico, La pane ante la necesidad de re- conocer al hecho-de-poder que implica el régimen militar, simbélicamente condensadoen e! General Pinochet, una efi- cacia comunicativa. Debe, en tiltima instancia, reconocerlo como interlocutor, 0,10 que es igual, debe crear un universo compartido de lenguaje para “entenders2” con el régimen. Gran parte de ‘os eonflictos actuales en el escenario poli- tico se expresan en esta biisquedade lenguajes compartibles. ‘Tienen por eso un alio componente simbélico y son por lo mismo propensos a la ritualizaci‘n. 2.1. A pantir dz allf, las politicas cultarales de opos parecen envueltas, continuamente, en una bisqueda del 124 “nombre de la rose”. Construyen con palabras —mediante tanteos ¢ in:erminables po'émicas— un universode signifi- caciones que pedan ser compartidas y que expresan demar- caciones posicionales respecto de todos los demas ectcres del :uego; demarcaciones que inchuyen un célcul> de regre~ seniatividad, un célzulo de sroximidad/distancia yun célculo de milizacién a futuro de Ics inversiones posicionales que se hacen ea el presente. Todoeste noes sino an complejo juego (conflicto) te eficacias simbdlica: en pugna: asi, por ejem- plo, sila salida seré negociada, de rupturapactada, de suble- vaci6n;si laestratezia segvida porun actor u otroes de movi- lizazi6n, dedesobedienciacivil, de insurreccidn de masas; si Jo que se persigue es una d2mocrazia plema, una cemocrecia estable, une democracia avanzadao protegida; sila uop'a a alcanzares anaRepublica Democritica de Trabajadores, una Democracia Popular Avarzada, ana Democracia a secas, etcetera, 2.2 Luego, sin que necesariarrente se explicie asf, gran parte de la Solitica cultural posee hoy dia (y no sdlo para la oposicién) an contenido de lucha en tomnoa las palabras. os aspectos expresivo-draméicos, er ausencia de competercia ‘Los nombres condensan sibélicamente una posicigr y demacan simulcdneamente limites resposto alas tems posiciones en este sen- fido, cach novabre anada b historia cor su inexpretaciGmy las po: Tidades del feturo, Loz nombres adquieren asi un “excedente de senti- do”, como ccurre en cualquicra operacion ritual, que iene eficacia simbolica en el icrrerp social. Luego es equivorado, a nucst jut Sostener que estos ejercicios Ce neminicis. son perfectamente ies, barrocos © incondacerses. Todo lo contrario: ellos intoducen pri Cipivs de clasificacion entre icenilades sociales en puga y son. por ‘eso mismo, atamentecficaces »n clterreno poltizo. Consituyen apues- tas "sobre el curso de los acontcimientas que por el solo hecho Ge sor formalades inrodacen —~a la ‘nsnera £0 cualquicr sconicci- tmicnto comenicaivo-~ un elemento sceialment eficaz que detemina el curso de esos misnos acortecimicntos. 125 regulada, adquiesen una gran autonomia respecto de los he- chos y de sus propias consecuencias pricticas, Coastante- mente los semipartidos y las organizaciones politicas estan amados a “expresarse” con alabras que hacen cosas: que prometen, que pactan, que crean consensos, que condenan, etc. Loque enel fondo esté en disputa es el establecimiento de convenciones que garantizen la posibilidad de alcanzar acuerdos mediante palabras. Que vuelvan eficaces, por tanto, las promesas. Que aseguren eficacia politica a las expresio- ™ Comose sabe, la eficacia de este tipo de expresioneses puramente con- vercional. Luego, lo que denominamos “Iucha por ls palabras” es, en sealidad, una lucka por asentar las convenciones en que esas palabras adauieren eficacia. Oca, por imponer las condiciones por nezociarlas politico-socialmente— én que este tipo de expresiones, “que, hacen Cosascoa palabras” pueden aduirir verdaderamente eficacia; Osea, pue- den volverse aforunadas. En efecto, segin Austin, pare que un “realizativo” —expresién de palabras que hacen cosas— pueda funciona: “afortunadamente” 0 sin bstéculos, debe reunir las siguientes condiciones: A.1) Tiene que haber un procedimiento convencional aceptado, que po- sea cierto electo convencional; dicho procedimienty debe inctuir la emisin de ciertas palabras por parte de cients personas en cisrtas cir- cunstancias. Aderuis, ‘A.2)en un caso dato ls personas y circunstanciasparticulares éeben ser las apropiadas para recuri at procedimiento particular que se emplea. 1) Elprocedimiento debe Hevarse acabo por todos Ics partieipantes en forma corecta, y B.2) em todos sus pasos. C.1) En aquellos casos cn que. como sucede amenudo, cl procedimiento requiere que quienes lousan tengan certos peasamientos 0 sentimicntos, Dest dirigidoa que sobrevengaciertaconductacorrespondientedealgan partcipante,entorcesquicn paricipaenél y recurre as al procedimiento "debe tener en fos hechos tales pensamientos o sentimientos, 0 Jos parti- Bipantos deben estar animados por el propésito de condacirse dela mane ra adecusda, y, ademds, C.2) los participantes tienen que comportare efectivamente asi en su aportunidad. Ver Austin, J.L.: Palabras y aiciones, Editorial Paidés, Buenos Aires, 1971, p. 56. 126 nes realizativas que proauncian los interlocutores. 3. La extensiGn del Jebate 2uiblico, la mayor presencia abiera de los panidos y ia pérdiia del control ejercido por el régimen kan creado conciciones,asimismo, parauna "repoli- tizacién"de algvnas institucion2s culturales: universicades, medios ce comunicacién, sistema edveativo. Por primera vez, ln ofosicién ha vue.to ¢ tornar en esas instituciones ini- ciativas de politica cultural. Sn un primer momento éstes han tenido un objetivo centval de reagrupamienta, reorgeniza- cin y denuncia cel cardcter limitadade a autonomiade estes irstitcicnes. Enune segunda fese emp ezan a agregarse de- mandas ce un cavécter reivindicativo y se empiezan a discu- tir, ademfs, polfticas de transfo-macior de las sropias insti- tuciones n cuanto a su especif.co contenido cultural. 3.1. No hay, 3or el momento, planteamientos de pelitica cultural —desde el lado de la sposicién— que contengan propuestas de reforma global de lasins:tuciones culturales. Las diversas formulacienes se limitan a las exigencias pre- sentes dela lucha politica: por e emplo, en el caso de las uni- versidades, fin a la intervenci6a milita-, recuperaci6n de la autonoma universitaria,elecci¢n delasautoridades co par- ticipacién delos acadérricos, mayores recursos para las uni- versidades, mejores sueldos para los frofesores, regcnoci- miento d las organizaciones estudiantiles, etc. ‘4. En general, se manifiestan ademes iniciativas de poli- tica cultural en el terreno de loscircuitos de mercado donde intervienen egertes pro‘esionalizados. Relajacos los Kmtes politico-administrativos que previamerte sujetaban la oferta segiin pardmetrcs de tolerarcia definidos por el régimen, se produce ahora una mas activa sresencia de los sectores de oposici6a, especialmente enel campod? lascomunicaciones dz masas (medios escritos como las revistas, por ejemplo). Pero éstcs, ea general, camplenmés bien una fanci6n direc- 127 fameate politica que funcicnes culturales mas amplias. La informacién nacional se ordena segiin el juego de demarca- ciones posicionales y se ponc al servicio de la politica de las palabras, con el objeto de construir identidades politicas y de alimenter estrategias competitivas en el campo de la op>- sicidn. La denuncia vuelve a adquirir un papel importante, especialmente en el terreno de los derechos humenos, y se vuelve ahora mis publica y consignientemente con un im- acto mayor. En cambio, las restricziones de entrada al dia- rismo y ala televisi6n subsisten, excluyenco a la oposiciéa. Por iltimo, en el campo intelecal, se inicia un lento y trabajoso proceso de intercomunicacién entre los segmentos de oposiciOn y “oficial” sin que ello signifique la integra- ¢i6n ce un mercado comin de posiciones nitampoco la crea- ci6n de un espacio comin de valorizaciéa de los bienes culturales preducidos por losintelectuales situados en ambos segmentos, Cada uno mantiene, todavia, piblicos orgénicos; no existen casi instancias de juicio y evaluacién que sean aceptadas en comin y que cueriten con legitimidad suficiente para imponer patrones de valoracién compartidos. Conelusién: puntos para el debate. EL sucinto andlisis y descripcién desarrollades en las paginas anteriores nos llevan a sugerir alguras conclusiones ‘que tienen un carécter puramente tentativo y que deben ser objeto de discusi6n, 1. Las politicas culturales, cuando son miradas desde el Angulo de la sociedad civil y de unos actores espectficos, en este caso el de una oposicién a un régimen militar, se trans- forman en un ferémeno diffcil de aprehender. Se trata, fre- cuenternente, de politicas mplicitas, que noson formuladas ni siquiera percibidas como tales po: los propios actores. 128 2. En parte, 2st0 se debe a cue dichas politicas son com- portamientos localizados, regidos por l6gicas situacionales muy fue-tes,carzntes de autonomfade operacidn, que van re- ssulianda de \as ‘nteracciones entre actcres y de éstos con las, condicicnesexternas que loscoastrifier. Son peliticas por re- sultado més que polfticas por disefio; politicas sin un centro, sin una planificacién, pero qu: trezar un itinerario :denti- ficable apantir de sus efectos y de las azcionessubsecuentes ‘cue se van consiruyendo sobre éstos. 3. Luego, la funcién de los que quieren hacer politicas culturales enestas condiciones consiste, en gran parte, en “Ta- Gionalizer” esos efectos, en interpretar las dirémicas que a Fartir de ells se van geaerandc y en ercauzarls en funcién de efectos subsi uientes que sedesea cbtener. Son politicas ala manera de “técticas” enn -uego de situaciones mis que politicasentendidas como “estrategias” en un juego de dise- fos globalizantes, 4,Ta' vero anteriorconfirme que las politizas cultarales son, en Euena medida, intervenciones marginéles dentro de circuitos cuya cperaciGn depende siempre de unas condi- ciones basicas y previas, como pueden serlo la autoncmia y corganizazién de las instituciones cent-ales que inciden en cada circnite. Estas tiltimas son de dos tipos: 0 1o que hemos Mamedo instancias organizetives de los circuitos (mercado, comunidad, Estado) o las insti-uciones especificas del cir- caito que ocupan un lugar predominante dentro de él (tal 0 cual universidac en el caso de Ia educaci6n saperior: tales diarios ex el caso dela comunicacién escrita de masas, etc.). 5. Ladebilidad de cualquier oposicisn antisistema —co- mo podria calificarse a la oposicidn chi ena— consisteen su ‘escasa o aulacaracidad Je intervenir schre esa: condiciones bisicas. Excluida de las instituciones centrales de la cultura, sélo puece volcarse a trabajar sobre las instancias orgeniza- 129 tivasde los diversos circuits culturales; sin acceso al aparato estatal, debe limitarse a actuaren el mercadoy en y sobre las instancias comunitarias de organizaci6n cultural.’*De hecho, es exactamente lo que ha ozurrido en Chile durante este perfodo. 6. La eficacia de esos tipos de intervencién dependeré —segiin hemos visto— de varios factores. Pero pareviera ser que el acceso & lacultura de masas, por tanto la superacién de los “publicos orgénicos” exige: a) unacreciente presenciaen las circuitos reguledos por el mercaco, lo cval no p.ede lo- grarse sino al costo de un cierto sacrificio de las “purezas, ideoldgicas”; y/ob) una capacidad expansiva de operarden- trode circuitosreguladosbajola forma decomunidac, lo cual exige contar con aparatos culturales altamente diversifica- dos, flexibles y de implantacién nacional (como en Chile ocurre con Ia Iglesia Catélica y en medida menor con e. Partido Comunisca). 7. Las politicas culturales desarrolladas bajo cualquiera de las doscondiciones anteriores (presencia en el mercado de ‘mensajes y/o expansi6n de citcuitos comunitarios) tiende a disgregaria influencia y edescentralizar los puntos desde los cuales se opera. Lo cual lleva o bien a difuminar los efectos dehegemonfa posibles de la accién (caso de la empresa cul tural) oa procurarcentralizar y controlar los contenidos de la accién cultural (caso de la Iglesia Ca:6lica y del Partido Co: nunis'a en Chile). En un extremo se produce una ambigiie- ded ideo¥bgica con surgimiento de tendencias centrifugas (mereado), en la otra unarigidez idecl6gica con surgimiento de problemas de ortodoxia (comunidad). Por eso, mientras Hee tratado est punto, el dele polticas “en” y“ocbro” las nstancias organizativas de-los circuitos culturales, en 3ruriner, José Joaquin: “Po- Iiticas culturales para la demacracia”, op. cit., cap. IV. 8, pp. 115-126, 130 mas extonsa y poblada sea la ‘mplantacién cultural de esos aparatos regulédos comunitariamente, mayores tenderdn a ser los problemas ce d spersi6n ideolégica y, consiguiente- mente, de mantencidn ce laortodoxia, (Caso del PCI por con- traste con el PCCh). 8, Actuando en 2stas condiciones, las politicas cul-urales, de opos cida nevesitan encontrar formas de “‘centralizacién” que no destruyan supropia base de implantacien dispe:sa, lo- calista, ransetinte, etc. Ya vimos eémo muchos intentos de centralizacién merameate burverdtice han fallado durante estos afios. {Qué hacer,entonces? Un camino consisteen de- sarrollar instituciones fuertes que operen de hecho como fo- cos de centralizacién por su peso propiamente cultural. Sin embargo, en paises como Chile, es hebitual que las ‘nicas instituciones poderosassean aquellas que seenzuentra apo- yadas y vinculadas al Estado (Jniversidad de Chile),0 que ocupan 3na posicién importan:e en el mercado (El Mercu- rio), 0 q1e ccupan una posiciéy ambigua desde el punto de vista de sus instancias reguladcras (Universidad Cat6lica de Chile). Fortantc, podrfapersarse que e’ desarrollode instita- ciones calturales poderasas asociadas al mercado coastitu- ye un desaffo para los componentesactuales de la oposicién cn Chile, El otro, evidertemence, es recuperar su influencia, en los apararos culturalzs asociados al Estado 9. Er el campo cultural, sin embargo, come ha mostrado R. Williams,” ro sélo las insti:uciones son iraportantes; lo son, ade nds, los movirrientos cultura.es, asoeiaciones mu- cho mdssueltas inrormales entorno aun proyecto cultural, tna escuela de pensamiznto, ur credo estético. etc. Les mo- vimientes constituyen, ademés, poderosos mecanismos¢e Vease Williams, Raymond, Calturs, Fontana, Landon, 1983, pp. 33- 86. 131 centralizacién, especialmente en el caso de los circuitos or- ganizados comunitariamente. En ciertos casos, 1os movi- mientos poseen 1m micleo institucional desde el cual se desa- rrollan (la escuela de los economistas de Chicago en Chile), pero, en otras, su base institucional es precaria y su radio de influencia mucho més amplio (pienso, porejemplo,enelMo- vimiento Literario de 1842 en Chile). En el espectro oposicional, los movimientos culturales han sido durante estos afios de corta duracién y, habitual- ‘mente, s¢ hallan ligados ala esfera de la politica y de los par- tidos (por ejemplo el movimiento de la convergencia socia- lista en sus origenes).® Otros, en cambio, se desarrollan ex- clusivamente enel terreno de laculturacatdlica (movimiento de Ia teologfa de la liberaci6n y sus antagonis:as). Otros, en fin, son especializados a un sector especifico de la cultura y tienen un radio de influencia escaso (vanguardia en la plés- tica, por ejemplo). incluso, puede pensarse que esta vinculaci6a ha contribuido ata tran- shoriedade asic movimlentos, pucsto que ésts Se erctentran SujetOs ‘alos ritmos ée acciény a las decisianes (heterSmanas) que necesaria- mente deben ir adoptando los partidos, 132 FRAGMENTOS E INCERTIDUMBRES DEL ANO 2000.* Sien 1960 se hudiese preguntado a cualquier analista de le cultura chilene, politico osocidlogo, racerdoe o enseyista, cémoimaginabalosescenarios de lacukturaen el Chilede los afios 80, lo més seguro es que habria erraco su predizcién. Peor todavia: es probab e que ni siquiera hubria acertzdo en le imaginaci6n de alguras escenas de! paisaj> cultural del pais veinte afios adelante. {Podemes reducir, extorces,losriesgosde nuestra propia respueste, ahoraque nos proponen imaginar escenas y esce- narios dela cultura chilena paracl afio 2000? Lo probable es que s6lo podamns hacerlo al precio d> desondenar nuestra exposicién, de abandonar las p-etensicnes académicas y de usar imagenes y palabras m4s para evocar in-uiciones que para disefiar une previsién. De ahf nacen estos fragmentos. ‘Texto publicadoerel volurien Chile, Espacte y Future, conacasion de ral de Arquitectura de Chib; Ecitoral Aconeagus, Sentiago, 133 La banalidad del cotidiano. La caltura es, sobre todo, un modo de existir cotidiana- mente. Por tanto, dentro de los ritmos pautados del dfa, en medio de las convenciones del trabajo y la familia, segin las ‘oportunidades estrechas que oftece la vida concreta. Se vive, siempre, en un pequefio mundo. Lo que pesa son las rutinas: despertar cada dfa bajo el mismo techo, ir al empleo por el camino conocido, desempefiar los roles asignados, comprar y pagar. Cuando pequefia, mi hija mayor solfa decirme al de- sayuno: “pan y leche, todos losdfas pan y leche”. El espacio se halla regulado, el tiempo esté estructurado, incluso nues- trassorpresas scn, el final, previsibles. Vivimos de lo conoci- do, nos repetimos. Allf, en esa banalidad del cotidiano resi- den nuestras seguridades; allf construimos nuestras expecta- tivas-y asf, dia a dfa, vamos viviendo. El orden social no consiste primariamente en las megaestructuras, en las gran- des relaciones de poder, ea los aparatos y las instituciones. Vive, por el contrario, de esos mindisculos dispositivos de regulacisn y control; se alimenta de esas pequefias discipli- nas, de los habicos, de las reiteraciones, de los procedimien- tos convenidos e impuestos, de esa especie ce infracultura donde, por la accién de dispositivos mimisculos, invisibles, nosreconovemos cada dia como individuos, miembros de un grupo, de una comunidad y de esta sociedad. Lo grande, las instituciones, el Estado, ias iglesias, el “sistema”, vienen después. Son ensamblajes de esa mirfada de relaciones microcetidianas, infraculturales, protopoliticas de produciry reprodurirla sociedad. En suma: Goffman, FoucaultySmali, es terrible, En diez afios, en cincuenta, nada habré cambiado en esta dimensién de la cultura. gPero es cierto que nada habré cambiado? 134 Los cambios cotidianos: larga duracién, Noescierto,eviden emente, que la vidaco:idiana, los pe- cueffo mundos que haitamos todos los dias, no se trans- formen, inclusorad.calnente. Braudelha escr to sobre la co- tidianided en los orfgenes de: capitalismo y ha mostrado cémo todo pudo y deb’é camtiar: las comidas y las modas, Jas mancrasde celebrary trabarar, las relacionzs de familia y las costumbres religioses, los afectos y las técnicasdelhogar, elcontrel sobre los cuerposy les vias de comunicacién. Pero éstas som transformacicnes que ocurren en la ‘arga deracién Ge la hiscoria, irperceptiblemente a través de las generacio- nes, difundiéndase ‘entimente de un pais a otro, de un conti- rente al siguierte. Chile, en quinientes afios, zpodernos si- cuiera imaginarlo? Estos movinientoslentos 7 largostienen que ver, seguramente, més con la economia cue con la cul- tura;o, for lo menos, ven de unplano al otro, inicindose por Jo general en el terreno de los invents sroductivos, del desa- rrollo de nuevas forma: de trabajar, em la extensién € inten- sidad con que se intercembian ‘os bienes, en les capacidades socialmente existertes para producir y controlar ene-gias y eplicarles a la transformaci6n del mundo. Hay tambiéa, nolo olvidemos, una zconomfa del cierpo y su manejo, del tiempo y su organizacisn, de los simbolos y su transmisi6n: Aries relata asf la historia del surgim-ento de la nifiez en occidente comp producto de la escuela, las disciplinas escoleres, la Gistribucién del tiempo y el espicic, la loealizacisn del apreadizaje y la enseiianza. Sigios de daraci6n. graduales de- cantamientes; capas pesadzs que se desplazanen la geologfa Ge lacul:ura: todo eso cambia sin qne en el transcursode una vida nos aleanc=mos siquiera a percatar. Chile entretanto, ;cambiaré aceso 2n les préximas déca- 135 das por unarevolucién en sus medios de produccién yen sus capacidades para organizarlos? ;Por una transformacién en Ja economia de su cultura? Lo mas probable esque no ocurra asf.El suefio de los profetas locales de “la tercera ola” termi- naré deshilachéndose cuando vean llegar a nuestras costas ‘nada més que la sspuma y los ecos de ese movimiento gue tie- ne su epicentro en Estados Unidos, en Japén y en unos pocos otros lugares. Aqui no vivirernos, de seguro, con fabricas robotizatlas, haciendo ingenieria genética, viendo salirdesde Chimbarongo o Quintero astronautas ala conquista del espa- cio. Culturade periferia, dependiente, subordinada: esoeslo ‘que tenemos y por un tiempo largo es lo que vamos a tener. Los cambios cotidianos: la revoluci6n. Hay por ahi en los relatos de Trotsky sobre la revolucién usa una escena donde cuenta Ge una sitil modificacién que se produce en las miradas que se cruzan un revolucionario y un policfa montado del Zar. O por lo menos ast lo recuerdo ce una lejana lectura. En ese acto se represerta magnifica- mente el bruscocarsbio que puede experimentarel cotidiano ‘cuando en Jas soziedades se desata un proceso revolucionario que altera, de golpe, las rutinas diarias, los modos de andar Forlascalles y de apartarse frente a la policfa, lus seguridades y los temores, les palabras y los suefios, las oportunidades y das expectativas, El pueblo entra al Palacio de Invierno y ve, For primera vez, la gran ldmpara de légrimas de cristel en el ssalén principal. £1 mundo ha cambiado. Lo que era oculto se ha revelado, Los espacios prohibidos han sido franqueados. La pulencia de! poderes aracada en sus simbolos y, por unas horas, dias, semans, meses, todo parece radicalmente nue- 136 vo. Es le fiesta politica: cada u10 cambia de rrsceras, juega otros 70.es, se confunden las modes, se alteran los hcrarios, se modi ‘ica el uso de laciudad, se vive la pasion del romen- to. Pero iodoesodura poco. Lenin necesitadirigiralasmasss, disciplinarlas, cicte deeretos, exhorta,el partido extiende su influencia, aurrentan les controles, la razén d> Estado final- mente s: impore y la vida vuelve asu sauce coridianc. Todo ha cambiado, es ciertor pero lt vida diaria se regimenta de nuevo, i scciedad se vuelve aendurecer, el partido s+ buro- cratiza, la revolucién se toma pedaggica y vigilante. Trots- ky muere desterrado en México. {Cuintas veces puede una sociedad emprender, f-acasar y volver a kacer una revolacién? Rusia: 1905, 1917. Chile: 1970... y hasta 2l aiio 2000, ;qué? Cotidiano y corta curacién. Si es cierto que la estructura mas opaca y banal de! coti- diano ne cambia draméticameate en cortos pe-iodos, 10020 aijos, no lo es menos que ea suorganizacién, en su estilo, en sutono, suelen produci-se tra Jones quenopasande- sapercibidas y que tieren significacién socia’. Santiago 1960y 1980: dos ciudades diferentes. Como son distintos los j6venes que admiraben alos Cuatro Ages y los, de ahora, escuchar radio y mirar televisién, desplazarse en micro cel metro, rendi-el backilleratc o la prucba de aptitud académica,comprarenel almacén de la esquina oene: supet- mercado del berrio, leer “El Mercurio” dirigido por Rafael Maluenda o ahora por su duefio, lalglesia del Cardenal Caro y lade hoy. Hace veinteafios laclase media bien pensante de este pais se asustabade que sus hijos ccnversaxan timidamente de las relaciores prematrimosiales; hoy les indican a sushijas dén- de adquirir ant conceptivos. 137 Hay quien podria decir: son nada més que los signos de ‘os tiempos que cambian. Como pasar de Huidobro a Neruda Zurita, Cuestion, por tanto, de sensibilidades, de est-los, de modas. ,Quién lee todavia a Rabén Dario y lo recita? O sea: qué cambié entre "EI Peneca” y He-Man o Luke Sky- walker’? Corta duracién y politica. Unaexplicacién posible de los cambios en la corta dura- cién es la intervencién operada por la politica. Digamos asf: entre "El Peneca” y He-Man existe lamrismarelacién metafo- tica que hay entre Gonzalez Videla y Pinoche:. Por tanto, si- militudes y diferencias y una trayectoria social que las expli- caaambas, El cotidiano parece depencer, efectivameste, de la poli- tica. Se organiza noen funcién de ella (mucho mds lohace en teleci6na laeconomia y sus desigualdades), peroigualrecibe de la politica un contexto que lo condiciona. Imigenes: las calles roidosas de la demoeracia, las mu- rallas cubiertas de consignas, laplétorade diarios rivalizando en su informacién e interpretaciones, los turultos frente all Congreso Nacional, una camioneta destartalada que recorre Ja poblacién vaceando consignas. La politica y, ademas, las polfticas: pues la verdad es que también la vidadiaria cambia segain siel Estado juega un rol fundamental en la sociedad o silo hace el mercado; segiin si laeducacién es gratuita o pagada; segiia si existen ono toque de queda y estados de emergencia; segtin si la television es mas 0 menos controlada por el Gobiemo, segiin si hay libre importacién o protecciones a la indusia nacional. El autorltarismo como cultura. Si la politica y las polfticas condicionan, contextualizan 138 Ja vida cotidiam, entorces tenzmos que pregantamo: cémo se ind a =scribirmafiana la historia de la vida cotidiana bajo ‘elautoritarisme que nos hatocedo vivirestos aos. Deseguro no serd una sola la historis que escritan y resiban nuestros hijos y los hijos de ellos. Con todo, si hemes de imaginar iragmentos de los esceaarios las escenas dela cultura chi- ‘ena en el futuro, necesitamos por le menos partir de una interpretaciGn del presente. Imaginarnos una de esas histo- rias posibles. Yo he guardado para mialgunas de estas ima- genes para el fturo: El momento que supe que Leopolio Benitez hatfa sido asesinado (por equivocacién me dijo alguien después); Lon- quén; ese Pequeiifsime relato del General Leigh contando que a P-nochet le complacfa caminar unos pesos delante de losrestentes miembrosde la Junta y que pronto, seguramente porque siempre iba unos pasos delante de los otros tres, pas6 1 ocupar para s’ solo y sui familia el palco presidencial en el Tearo Municipal; Sergio de Castro anunciando las ventajas del “ahorro extsmo”, bs afios del boom con sus ilusiones y sus realidades; la higienizacin de la ciudad y la gente con- testande mayoritariamente en una enenesia reciente que re- pudia la propazanda rolitica pintada sobre Jos muros; una visita el afio 1975 a una peque'ia localidad rural alos pies de Assisi donde 1a commnidad reunida expres6 su solidaridad discutiendo el golye railitar chileno y sus recuerdos de la resistencia anti‘ascista; una entrevistaal General Camipo, de Carabineros, aparecide enalgana revista, en cue declara que entre los atentados “orositores” que comentaba alguaos ha- bfan sido provocados por un organismo de seguridad; los estudios que muestran que lz sociecad chilena ha venido cambiado en su estructura social, er. su organizacién eco- némica,en|as espiracionesy frustracionesde sujuventud,en el desarrollo cepitalista del sector agrario, 13 {Qué significedotiene sinembargoeste desorden aparen- te de imégenes, relatos, estdios, impresiones, recuerdos, sentimien.os, vivencias? Por lo menos éste: que el auturita- rismo ha marcado de maneras mis o menos intensas los pe- quefios mundos de vida de cada uno de nosouos. Que, en adelante, nada seré igual a como fue antes de esta experien- ciz. Que el futuro nuestro estard lastrado, para bien y para ‘mal, por e. peso de estos afios y tcdo lo que nos eché encima, individual y socialmente. La cultura nacional después del ¢Digo emonces que nada cambia y que, simulténea- ‘mente, nada seré igual en adelante? Tan flagrante contradic- cidn tiene que ver2on los planos distintosen que se ubicaesto que pretenciosamente suele lamarse “el discurso”. En un plano, el de la baralidad de lo cotidiano, todo sigue su curso yloquecambia ess6lovanidad de vanidades. Con unaexcep- cién, que son los pocos hechos auténticos en el pequefio mundo de cada quien: la mujer descubierta una vez, los hijos, la pasién repentina en el trabajo, la muerte ajena, unas cuan- tas decisiones que hacen girar por afios el pequefio mundo individual, En otro plano, el ce lo cotidiano condicionade por las largas duraciones, los cambios sobrevienen en un tiempo que se nosescapatras el horizonte. Todavia en un tercer pla- no, el de! cotidiaro puesto en su contexto politico, los cam- bios son rads de calidad que de cantidad; de sentidos asig- nados a las situaciones y eventos; de posiciones ocupadas en la geograffa del poder y del mercado. ‘Ahtreside, por ejemplo, la significacion cultural dela de- mocracia. Pues sil futuro es imeginadodemocriticamente, cosa que es razonable aunque no ocurra de inmediato, en- tonces resulta que la imagenes posibles de ese futuro esta- 140 rin marcadas por este hecho, Por ese sentido y esa posicién. Penszr el futuro en democracia, puesto aqui en Chile, no significa sin emoargo pensar caalquie: cosa, eualyuier de- mocracia, cualquier consecuencia que ce ella se seguir’a. No estén por delante de nosotros Espaia y Felipe Gonzakz; ni Brasil y el PMDB; ni estardn dewds de nosotrosGaliieriy les Malvinas, Por eso digo que, en nuestro caso, lo nds probable esque el futuro demecré icosea.esttictemente,un posauitori- tarismo; ‘snacultura, por tanto, de la arbigiiedad, de los las- tres, de les divisiones que perduran; una cultura constrefiida, entonces. sujeta en sus dindmicas a las restriceiones cue se han conf-guradodurante estos eiios en la economia, la poli- ica, la sociedad. ,Cudes limites, lastres, restricciones podrfan hoy imagi- narse como importantes para pensar el futuro? Los lim-tes dela cultura posautoritaria. La modalidad principal de presentacién y -eproduccién de Ja cultura en Chile es su hewrogeneidad. Si ello escapa habitualriente a ‘a mirada de losparticipantes es porque cada uno vive las perspectives de su propio pequefiy mundo, en- cerrado en una cultura de grupo,estamento, prcfesién, gene- raci6a, comuna. Es ciero que este rasgo no es propiamente un producto exclusive de la experienciaautoritaria. Viene de mas atras, tiene que ver con la configuracién de la sociedad cailena, pero toco hace pensar que durante los iltimos afios les heterogeneidades de nuestraculturase han profundizado ymultiplicado. Asi, las hijosadoleseentes de la clase media profesional, para ilustrar este fenémeno con un sjemplo, tienen una manera ce desplazarse por la ciudad que es, en verdad, una manera ¢e posic-onerse dentro de la cultura de su clase. Van 141 de su hogar en La Reina, pongamos por caso, auna escuela de c6digos elaborados, sea que se trate ce una escuela "pro- gresista” o un colegio privado “tradicional”; sc mucven entre el Apumanque, las fiestas del Estadio Italiano, el helado do- minical en e] Tavelli, el viaje ocasional a la costa; las vaca- cionesen Maitencillo, Isla Negraoal surde Villacrica; laropa de marca, los libros de los que se habla; la politica de oposi- cidn; Hegado el momento, el primer viaje a las Altures de Machu Picchu de la mano de Neruda o ¢ Buenos Aires para cumplir el rito de pasaje en la global village. Ese adolescente de clase media profesional apenas cono- ceun solo sector de su ciudad, aquel imbricado por las pers- pettivas de su pequeiio mundo cotidiano familiar. Coroce, enrealidad, una cultura que lo separa y lo distingue. Alotro lado de las fronteras de su universo simbélico existen otros vasios, cada uno segregado de los dems: el mundo del ado- lescente, de los campamentos y pablaciones; del joven de La Florida; del ‘de lafamilia obrera tradic empleado publico o el vendedor; de los adolescentes de Ia clase alta. Cada uno constituye un imagirario urbano especi- fico, un modo por tanto de estar en la citdad, enel mundo y enlacultura, Hay poderosos mecanismos sociales que reproducene: heverogeneidad: el ingreso familiar, el tipo de escuela, el ac- ceso a bienesculturales determinados, el uso de lenguajes de diversa complejicad, las amistaces, los certificados educa- ccicnales, el matrimonio, la carrera en el mercado laboral. Poco de esto podri cambiar en los préximos afios, en una década 0 dos. La heterogeneidad de las experiencias cultu- rales continuard presente asociada alos factores materiales y simbélicos que la ransmiten de una generacién ala siguien- te. Enel mzjor de los casos, la democracia creardun contexto polftico donde esas heterogeneidades podriin sex expresadas 142 y.eventualmente, contrarrestadas en sus aspectos mas nega- iivos. ero, al mismo tiempo, esa heterogeneidad de la cultura conviviré con elementos de exazerbacién ideoKgica que re- sultan directamente de la experiencia cutoritaria. Pues ésta irtroduce en medio de lz sociedad, coro un asinto po sitico, eltema d> la moral. De manera evidente, el orden autoritario convierte la politica en un hecko de vida o muerte; al user extensa ¢ intensamente la represién, trinsfornaa sus conse- ccuencias en la base desde la cual se mide la legitimidad de los scursos politicas. El campo palitico se satura de demandas Giicas: incluso, la posibilidad de constituir “menopolio: cos” en favor de la propia posividn se convie-te en el més preciado fin de kc politica, Con esto las ideologias incremen- tan su intensidad, se vuelven mzs comprensivas y apelan, en } limite, a le salvaci6n del alma, igual que la -eligion. La suma de las heterogeneidades ccnstitutivas de Ia cul- tura chilena y deestos elementos desotredeterninaci¢n éti- ‘caapanten, me parece, en una directidn clara: hacia laman- tencién en vigencia, para hoy igual que para mafana, de los dscursos unificadores, ibsolutos, puri-icadores de la reali- dad, Por la derecha esto se man fiesta en un discurso det or- den excluyente, defensivo, sierrpre amenazadc que nezesita domesticar una Feterogeneidad corrosiva de la nacién ya las ideologies que las explican com) desigualdades de base eco- némica. Por la iaquierds, lamanifestac.én de esa aspiraci6n unificadora recibe la fo-ma de un proyecto destinado-a su- primir esas desigualdades apartir de ur modelo de sociedad imegrad: moralmente, conducida por e! Estado, programada politico-:deol6g:camente. Incluso al centro las formulacio- nes més acabades para an nuevo orden descansan en el su- puesto d2 que 1a heterogeneidad tiene una solucién cons- tuuctivista: multiplicar las solidaridedes, crear comunidades, 143 integrar por los mérgenes, difundir un sentimiento moral de unidad. Las exigencias de Ja ideologia. Si miramos en nuestro entorro, una de las cosas que mds, Haman la atencién es la capacidad de las elites ideol6gicas de reproducirse sobre la base de pensar modelos alternativos para todo: modelos ée sociedad, de economia, de prensa, de universidad, de politicas frente a la pobreza, de financia- miento de la salud y asf por delante, Chile, como nacién, no existe en verdad: existen los varios Chile alternativos ce las corrientesideolégicas mas coherentes. La naciéa no tienelu- gar; primen las utopias de pats qne somes capaces de imagi- nar alternativamente. Incluso, aqui nadie habla a nombre del pafs. ;Cémo podria hacerlo? El pais de los chilenos noes una realidad concreta, es una opcién moral. A nadie le interesan demasiado la industria, el mar, las carreteras, la agricultura 0 la ciencia como entidades concretas que han verido desarro- dndose lenta y dificultosamente bajo el control de la propia economia, politica, cultura, Lo que interesa son los modelos mediante los cuales se pueden imaginar esas realidades; lo que se exige acada grupo politico, académico, iceolégico, es supropio modeloaltemative de ciudad, de escuela, de muni- cipio, de hospital, de vivienda social. La piedra de toque de toda ideologia. La piedra de toque de toda ideologiaen Chile es por eso mismo la 3obreza masiva existente en Ics campamentos, las poblaciones, en la metrépoli, ciertas ciudades y villorrios y enlaszonas rurales. La pobrezaesel momento antiut6pico de todo diseurso ideol6gico, pues se le impone como algo radi- 144 ccalmente ajeno que, con todo, ¢s un feaémena inescapable pera la acitud moralizante de las elites. 3i hay una esceaa de futuro que plaga la heterogéneaculturade loscnilenos. pero de maneras muy diversis prec'samente por esa hete-oge- ncidad, e justamente la escena de la pobreza, Qué hacer frente a ella? ,Cémo proceder? , Qué sentido podria tener el ejercicio de modelos altsmnativos frente a la urgencia de 1a pobreza cotidiana, masiva, chocante ¢ insoportable? Las iceolog(ss tienen, con todo, un dltimo recurso para preservarsu vigencia, incluso frente aes.a situacién de emer- gentcia: mostrar c6mo la pobreza es, al final de cuentas, un Producto de causas més zenerales, de problemzs de ordena- cidn general de la sociecad. Portanto, cuyo en-tentamiento requiere de un modelo de sociedad distinta. Y, por ahi, esta- ‘mos nuevamenteen el punto de Fartida, resolviendoen un se- minatio entre papersy palabras c6mo imaginar ana soc edad futura sir pobreza. El afio 2000, me temo, esta situacin seguird con nosotros. Para entonzes sabremos, ror lomznos, que no hasido per falta ée estudos y cé'culos, de modelos y propuestas alternativas que henros fracasado ea la empresa de convertirnos e1 una scciedad -azonatlemente més ecuita- tiva y eficiente. Internacionalizaci6n homogenizante. __En cambio, si hay a'go que efectivamente opera sobre (pero"no necesariaraen:e contra) la heterogenizacién de nvestracultura, esel fenémenod- a intemacionalizacién, in- claso de questros pequeiios mundos, p-oducidh sobre-todo por la expansi6n difusiva de la industria cultural. La televi- ines, eneste sertido, el gran mzdiode :ntemacionalizaciGn del imaginario de nuestras sociedades. 0, mejar, si se desea ser mis concreto, de norteamerscanizacign de 2se imagina- 145

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