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INDICE PROLOGO por Dolores Castniio Mirat INTRODLC ION 1 DIVISION FLNDAMFNIAL TE De to ate UNOS HiT De 1G QUE UNO TENE Ivo Dt Lo © EF UNG REPRE ENTA Vo PAR ANESIS Y MAXIMAS NE Dr EA DIFFER NCIA DE LAS FPOCAS DE LA VIDA Pags PROLOGO N 1851, tras haber sido rechazado sucesivamente por tres editores, se decidia Hayn de Berlin a publicar el libro Pa verga y Paralipomena una extensa coleccion de aforismos sobre los mas diversos temas, desde la moral a la religion, pasando por el derecho, la metafisica, la literatura o el arte (1), que estaba destinada a proporcionar a su autor, pagado enton ces con diez eyemplares de su propia obra, la fama que durante tanto tiempo le fue negada Contaba a la sazon Arthur Scho- penhauer sesenta y tres anos, y la inusitada esperanza que en escasos momentos habra depositado en el juicio de la histona, por lo demas odiada por el, parecia verse realizada En el otono de su vida pudo saborear Schopenhaver los indicios de una popularidad que, sin embargo, Jamas le infundio el sufi- cliente respeto para comprarla al precio de su verdadera filoso- fia En la epoca en que el tnunfalismo histoncista hegehano se habia convertido en la filosofia oficial del estado totalitario de Federico Guillermo III de Prusia, Schopenhauer, el mismo conservador, pero hombre de insobornable honradez y preocu- pado ante todo por la verdad, desenmascaraba la historia, a contrapelo de sus contemporaneos, como la fabula idealista del ardid de larazon en virtud de ella, el asesinato en masa, la tiramia de emperadores, generales y reyes, la lucha por el poder, la delincuencia internacional organizada, en suma, toda esta coleccion de sucesos opacos, azarosos e indefendibles en (1) El libro que presentamos al lector recoge los fragmentos dedicados a la moral DOLORES CAdTRILTO MIR AT su gratuidad que componen el escenario de la tragiomedia humana recibian un parniz de racionalidad, de la mano de los filosofos de ia historia a sueldo del Estado para hacerlos pasar por los momentos indtypensables de una astuta razon que atraviesa providencialmente loys siglos hasta conducir a la humanidad al happy end del reino moral absoluto Pero para Schopenhauei ningun paraiso futuro podia coho nestar la cruvidad de! pasado distinta pero identica la historia uaiversal es y sera siempre la historiade fasconvulsiones los errores y los padecimientos de la especie humana _una triste cosa en definitiva, que ni las constituciones, ni las legislacio nes, ni las maquinas de vapor pueden m1 podran nunca volver mejor (1) Su intransigente veracidad le conducia a un irremediable pesimismo, que a los ojos de sus contemporaneos deslumbra dos todavia por el resplandor de la tecnica, 0 seducidos por el brillo del poder, parecia ciego e inoportuno Hoy, a mas de un siglo de distancia, la historia confiesa tristemente que Schopenhauer la habia penetrado hasta sus entranas, y revela la clarividente actualidad de ese pensador «inactual> que paso por su epoca como un solitario rezagado de la marcha de su tiempo Incluso a pesar de la popularidad que alcanzo al final de su vida, y sobre todo algunas decadas despues de su muerte, Schopenhauer continuana siendo un desconocido Nietzsche, su sucesor, no se engano a este respecto Por el contranio, Lukacs, en el Asalto a la razon un libro dificil de superar por lo que toca al esquematismo de sus planteamientos, se empe cina en recordarnos una y otra vez la enorme atraccion que llego a suscitar la obra de Schopenhauer lo que probaria a su entender, que la unica meta de su filosofia fue la de servir de guia ideologica a la burguesia decadentista de la epoca preim- perialista, que, tras el fracaso de la revolucion de 1848, vera frustrada sus aspiraciones al poder politico Forzando el h- mite, el pensamiento de Schopenhauer, Lukacs convierte su (1) El Mundo como Voluntad y Representacion L Ill ap XXXVII 10 PROLOGO pesimismo, por esencia anupropositivo nada menos que en una apologetica del capitalismo, si bien es cierto que matiza esta afirmacion anadiendole e! calificativo de indirecta Al transformar lo que tan solo son aspectos negativos del capita lismo, sus atrocidades en cualidades mherentes a la naturaleza humana Schopenhauer volvia absurdo y sin sentido cualquier intento de transtormacion souial, y de este modo se convirtio en el apologista indirecto de un sistema cuyos males, por otra parte, tan toscamente senalo Muchas son las obyeciones que suscita este conocido planteamtendo empezando por la «tos- quedad que atribuye su autor al unico filosofo aleman que ha merecido verdaderamente el nombre de escntor esentor experimentado en el sufri miento y acabando por esa cuestion realmente espinosa que aqur siquiera es posible esbozar , hasta que punto el pes: mismo de Schopenhauer concierne exclusivamente al estado presente del mundo’ Partir implicitamente de una respuesta afirmativa, como es el caso de Lukacs, encierra, cuando no una ingenurdad estupidamente ciega_ si al menos un peligroso a privri pragmatico susceptible de transtormar cuaiquier uto pia de redencion social en una burda practica inquisitorial La reflexion de Schopenhauer arranca de la experiencia mas elemental del dolor la del hombre concreto atravesado por sus necesidades y pasiones en su debatirse por existir (1) Tras haber dermbado imperturbablemente todos los 1dolos, la moral de Schopenhauer nos invita, aqui y ahora, al aban- dono del despiadado pnncipio de individuacion, ensefiando- nos que nuestras acciones no necesitan ya el empujon del dogma Basta para ello la solidaridad que todos tenemos gracias al desconsuelo, pues al dolor se opone siempre una resistencia Por ello, concluye Horkhemer, «no existe ningun pensamuento que los tiempos necesiten mas mi que, pese a toda (1) Max Horkhermer Schopenhauer y la sociedad en Sociologia pag 124 Taurus Madnd 1979 13 DOI ORES CASTRILLO MIRAT su desesperanza —\ por manifestarla— , sepa mas de esperan- Zas que el suyo > (2) Cuando Horkheimer pronunciaba esta conferencia, el 21 de septiembre de 1960, en el primer centenario de la muerte de Schopenhauer, no se insinuaba todavia esa cansina ola del desencanto, en cuyas aguas de tibia molicie habian de me- cerse, tras la tempestad del 68, tantas fatigas inutiles de ayer El] escepticismo y la lucidez no siempre son subversivos Hoy todo el mundo sabe que los dioses han muerto, sin embargo, nada impide acatar su servidumbre Es mas, la clarividente aceptacion de su imposible regreso, bajo nuevas y excitantes apariencias, pretexta una existencia que, mendose de las viejas legitimidades, vive «como si» a pesar de todo nada supiese de su propio saber Hoy ser iconoclasta se ha convertido en un vicio demasiado vulgar para escandalizar a nadie, es una tarjeta de presentacion que pocos cometen la torpeza de exhi bir E] lamento ha degenerado en tic, la critica en imprescindi- ble requisito teorico, la desmuuficacion en academia El escep ticismo subversivo se ha convertido en la nueva escolastica de una epoca que ya no cree en Ja subversion Frente a esta almibarada afectacion, la prosa sanguinea de Schopenhauer descubre que el escepticismo no siempre fue un juego de gabinete tedioso y pedante EI irritado tono de su estilo libre, que cultivo con una inmensa distincion, supuso en su tempo un atentado contra la dignidad del filosofo Reducir al minumo las expresiones tec nicas y las oscuridades terminologicas, para expresar cn un lenguaje claro y accesible, sin neologismos vacuos, lo que todo el mundo puede llegar a pensar y de hecho piensa en esos momentos fugaces en que el dolor ya no nos permite seguir fingiendo decir, en definitiva, algo tan elemental que cual- quiera puede comprender, es sinonimo, para el erudito, de superficialidad y falta de mgor conceptual Pero solo quien confunda la profundidad con la oscurndad puede compartir esta opinion, por su parte, Schopenhauer jamas se dejo intimidar (2) Laactualidad de Schopenhauer enop cit’ pag 147 14 PROLOGO porella Los Parerga y Paralipomena entre los que se incluye esta coleccion de aforismos sobre el Arte del buen vivir a despecho de su titulo voluntariamente chocante, poseen un estilo aun mas accesible que el de su obra principal (1), lo que sin duda contribuyo decisivamente a la populandad alcanzada por Schopenhauer en los ultimos anos de su vida Es un libro de vejez, donde el filosofo, sin corse metodologico alguno, se decide a hablarnos sin recato de todo aquello que, segun las reglas del juego vigente, mejor es callar «De nobis ipsis silemus » Estas palabras, que encabezan La Critica de la Razon Pura revelan de manera eyemplar la patica conjuracion del elemento biografico e individual que caracteriza, como la condicion misma de su posibilidad, al racionalismo moderno Por el contrario, en la escritura de Schopenhauer el pathos de lo personal esta siempre al acecho, mamifestandose de manera particular en los ultimos escritos, que adquieren un tinte netamente autobiografico Esta evolucion de Schopen- hauer hacia un estilo cada vez mas proximo a lo literario se ha contemplado como una degeneracion de lo propiamente filo- sofico Sin embargo, la apanicion de un nuevo estilo de filoso- tar es inseparable del contenido de ese filosofar La irrupcion del suyeto empirico en el seno del discurso filosofico es una modificacion que concierne a la esencia misma de la filosofia Desde Descartes, la filosofia habia tomado como cometido la fundamentacion de la nueva razon cientifico-tecnica y aspi- raba, como ella, al mismo ideal de ngor, exactitud y objetivi- dad El precio que por ello tuvo que pagar no fue otro que la ocultacion de la realidad individual de su portador, es decir, del filosofo ya no un sujeto real, sino una abstracta cosa pensante En su aspiracion a la obyetividad, la ciencia y la filosofia han amordazado al sujeto real para convertirlo en una espectral entidad logica sin came, ni sangre, ni deseos, ni sentidos, ni dolor que mitigar, ni esperanzas que satisfacer, en suma, sin atisbo alguno de pasiones o intereses vitales que pudieran nublar la rigurosa obyetividad que se trataba de fun- (1) La citada obra El Mundo como Voluntad y Representacion DOLORES CASTRILLO MIRAT damentar. Para encamar la palabra divina de la verdad y el poder que de ella emana, todos los fildsofos querian nacer del hielo. Sin embargo, su aspiracin a la neutralidad es una ‘empresa condenada de antemano al fracaso, pues todo conocer ‘esta predeterminado por el querer. Este presupuesto, que haré futuro en la filosofia de la sospecha de la segunda mitad del siglo xix, de la mano de los grandes genalogistas Marx, Freud y, sobre todo, Nietzscl que constituye la pieza clave de nuestro pensamiento encuentra, como vemos, su primera formulacién en la fia de Schopenhauer. En efecto, ella es la primera en poner esconde tras el juego de los objetiva. La inquebrantable exige penhauer conduce, pues, en rigurosa logica, a negar el con- cepto de verdad. ;Cémo podria subsistirel mito de lo absoluto a vez que ha sido detectada la prese la veracidad de Scho- hasta ahora? La voluntad, con sus pasiones y sus conocimiento, verdadero genio maligno enganador que toma irrisoria cualquier aspiracion a la objetividad. Descartes creyo amente y levantar sobre su tumba el ya lo hemos vi « ungue Schopenhauer uciones al > de excepcion de la condicion da moderna Piensese que sus p,contenidas ya en 2! mundo come latan de 1818. precisamente: . elano en que nacio Mar_En los aforismos sobre el Arte del buen rabayo es denuncia 10 aquello Nr pose ast 10 en la permanente ocupacion con sus obras y sus pensa- mnrentos, sin tener necestdad de trabajar, “es verdaderamente vombre nacido libre con esta condicion es uno realmente «sui Juris », senor de su tiempo y de su as y puede decir cada manana La yornada es mia» (V {el buen vn pee gina 87) Es cierto que su desconfianza ante la historia le Schopenhauer EM tad s Reprev Laut 27 DOLORES CASTRILLO MIRAT impidio prever soluciones colectivas y le anclo en posturas netamente conservadoras el privilegio de ser uno mismo esta reservado exclusivamente a los que poseran, como el, un peculto y unas rentas aseguradas Sin embargo, en su defensa del oci0, por minontario que este hubiera de ser, se encuentra de hecho una franca denuncia contra las condiciones altenan tes del trabajo, aunque nunca llegara a expresarse con esta terminologia Mientras que Hegel se obstinaba en presentarlo como el momento dialectico por el que el sueto particular se reconcilia con la totalidad socral y deviene una individualidad plena o universal, el nominalismo de Schopenhauer lo desen- Mmascaraba como una falacia, similar a la del Estado, que Iiquida esa vida del individuo, sus rayendole lnteralmente to- das sus fuerzas para convertirle en una pieza inconsciente de tun todo estandanizado y mampulado Frente a esta fragmenta- cion del ser humano en la sociedad moderna, donde los hom- bres se parecen a esos toscos instrumentos musicales que solo son capaces de emitir una nota, Schopenhauer sonaba con el hombre que es por si solo «una orquesta en pequeno. un mundo en pequeno (vease Arte del buen vivir pag 187) Para conseguir esto, el logro de uno mismo, el dinero que nos libera ide la esclavitud del trabajo, le parecto siempre un bien necesa- no, pero desde Iuego no suficiente En los cuatro prmeros capitulos de esta obra, Schopenhauer denuncia un espesisimo {que se produce con enorme frecuencia la tendencta a confun- dir insensiblemente el ser con el tener, y tambien lo que uno es fen si mismo con lo que uno representa ante los demas Creerse “srealizado» por haber amasado una considerable fortuna 0 por gozar del prestigio social es una forma de autoengaio que practicamos a diario Pero bastaria un instante de lueidez, de la que nos protegemos permanentemente, para descubnr que tales exitos solo son una apanencia de logro que enmascara en realidad el malogro basico de toda una vida Todos aquellos que se atanan sin descanso por aumentar mas y mas su capital, (© por conquistar los honores publicos y los puestos soctales “cimportantes +, siguen siendo los juguetes de ese guinol em- bustero de la Voluntad que hace que el hombre se olvide de st 28 PROLOGO, mismo El herorsmo de la veracidad, decia Nietzsche reft- riendose a su maestro Schopenhauer, consisten prectsamente ten que un dia deyemos de ser juguetes» (1) Esta es, en efecto, la gran enseftanza que se desprende de la obra de Schopenhauer Su doctrina del absurdo da paso a una etica que en su forma mas radical propone la autoaniquilacion de esa potencia ciega de la voluntad en la que el alma es poseida por un todo que la rebasa, y en su forma empinica adaptada al plano de lo posible, propone el atslamiento del individuo frente a un mundo que se le ha vuelto ajeno y hostil Se trata como vemos de la misma experiencia del absurdo de la existencia, pero contemplada ahora desde otro prisma Desde luego, st hacemos caso omiso de esta primera y fundamental intuicion de Schopenhauer, no acertaremos a comprender la dimension entica y propiamente moderna de su invocacion al lamiento Nos veriamos forzados a admitir, con Lukacs que se trata simple y llanamente de una apologia del egorsmo, individualista burgues, 0 a lo sumo reconocenamos en esta tematica el parentesco con el culto romantico a la soledad patrimonto del genio . Empero Schopenhauer ocupa un lugar de encructyada en la historia del pensamiento fue, st se quiere, el ultimo de los pero ante todo el primero de los modernos Por un Jado nos encontramos con un replegamiento en la subyetividad tupicamente romantico, pero por otro su concepcion de la Voluntad como una oscura potencia trans-subyetiva, que se alza, ciega y sin nombre, contra y por encima del individuo empinico, marca el micto de la destruccion del sujeto que caracteriza al mundo moderno Lo que define para Hegel a la figura historica det romanti- smo es el desgarramiento del equilibrio entre lo objetivo y lo subjettvo La objetividad es vivida por el sujeto romantico como algo extraio y resistente, y en consecuencta se asta del ) Nietzsche Lador I ( Schopenhauer edu 29 DOLORES CASTRILLO MIRAT mundo para buscar refugio en una interioridad que se basta ast misma Tanto Hegel como Goethe vivieron el romanticismo. sin ron miedo e intentaron frenarlo. Para el filosofo, 1a autosuft- ciencia de la subetvidad romantica es una sluston, un puro fantasma El verdadero ser del hombre se cumple es decir, en el mundo por el constituido Es pre la armomia entre el suyeto y el objeto, entre el individuo y la sociedad Conocemos ya los dos momentos por los que se realizana, segun Hegel, esta sintesis el Estado y el trabajo, a idad abstracta det Romanticismo se supera en una individualidad realy No es preciso cacion de estos ideales llevada a Cabo por ‘Schopenhauer Ambos han conducido al objetivo inverso, @ nquidacion del individuo bayo la primacta de una heterono! razon de Estado y bajo la coaccton de una incesante product vidad que, fetichizada en una realidad independiente a I necesidades de su portador individual, solo puede cumplir proceso de su lenta desarticu Goethe, por su parte, tambien habia vivido con plena con~ crencia las dualidades que desgartaban al alma romantica en los albores de jon industrial natural razon practico moral bargo, lo mismo que Hegel i ayudaba a restaurar, no sin cterta dosis de autoengano, su eal Clasico de armonta como el sabe que lo snfinsto solo se alcanza 2 traves del paciente trabajo en [0 finilo, este es crertamente motivo de permanente sufrimiento para Fausto, mas aquel bendice su estuerzo Como sefala Eugenio Tras, habta demasiado calculo en el empefio de Goethe por vencer el romanticismo En su epoca. el intento por reconciliar e escisiones era ya poco menos que impowible, y la evtudiada armonta del edificto deja transparentar no obst dad de sus cimientos. En la epoca de Goethe ya no se estaba tiempo de ser un Clasico, sino ¢ fo sumo un neoclasico Su estuerzo verdaderamente taustico pot conciltar los opuestos ¥ progreso le 30, LOGO legar a «ser todas las cosas» se convirtio mas bien «en ser un poco todas y cada una de las cosas» (1), 10 cual por otra parte Se pone de manitiesto en su propia biografta, en la indecision permanente entre Ja vida burguesa y la vocacton teatral, entre politica cortesana y la actividad Iterana, en suma, entre el tento de vivir e] mundo exterior y el replegamento en terioridad Convencido de la inutil artificiosidad de este empeiio, Scho- penhauer, mas franco, retomaba la senda del romanticismo Es una gran locura perder en el interior para ganar en el exterior No obstante, Goethe lo ha hecho Por lo que am me toca, m1 gemio me ha arrastrado energicamente por el ‘amino contranio- (vease Arte del buen vivir, pag. 66) Ni los intentos de Goethe, m mucho menos aun los de Hegel. que Schopenhauer miro siempre con un sarcastico desden, podian restablecer la unidad perdida entre el suyeto el mundo La superacion de la interionidad romantica era ilusion, cuando no una hipocnita falacta, com en el caso de Hegel Aunque se haya contemplado a menudo como un movi- miento regresivo, nostalgico y en definttiva reaccionano, el fomanticismo signitico mas bien el momento de una resisten- fa critica contra la ractonalidad del progreso de la civilizacion industrial Stel sujeto se vuelca sobre st mismo, aistandose de todo acontecer externo, es porque el mundo generado por esa Facionalidad se ha convertido en una realidad ajena, violenta y amenazadora Imposible reconocerse en una naturaleza cada dia mas asediada por el logos idor e industrial (No hay ‘que dejarse enganar por el extasts romantico de fuston con la Aaturaleza es solo un ultimo recurso que gnta mas cuanto menoy puede ) Imposible reconocerse tambien en un todo social cuyo proceso de desarrollo ey algo que el sujeto nt Jeontrola, nt abarca, ni comprende La subjetividad romantica, pesar de que se presente en no pocas ocasiones baio la or fenio Inas Conocer Goethe Ed Dopest Barcelona 1980 pa 31 DOLORES CASTRILLO MIRAT del genio, es esencialmente una subjetividad 7, desgarrada por la experiencia del extrahamiento, res- pecto a la naturaleza, la sociedad, y la historia El dolor de la conciencia encerrada en su soledad, que aqui aflora por vez primera, pone en evidencia la crisis del concepto humanista de razén. En la tradicién clisica del humanismo, la razon y el sujeto individual como potencia creadora y conquis- tadora formaban una unidad indisoluble; de ahi que el sujeto portador de esta razén pudiese reconocerse en el mundo por ella creado. Mas tarde, con Descartes y Kant, bajo la separa- ccidn entre el individuo empirico y el sujeto racional conver tudo, como vimos, en un puro fantasma trascendental, esta armonia comienza a hacerse problematica. Las consecuencias de esta disyuncion se revelan con toda su gravedad en los jon industrial. Cada vez mas independi- zada de las necesidades del hombre concreto, la racionalidad meramente instrumental produce un mundo en el que aquél ya no puede reconocerse. El esfuerzo faustico de esa razon domi- nadora caracteristica del sujeto burgués no ha hecho del mundo nuestro mundo, como querian Kant, Hegel y Goethe, sino una exterioridad desolada que ya no es capaz de acoger al indrviduo en su seno. Sdlo en el recinto de una interiondad cerrada sobre si misma encuentra este refugio y apoyo contra la desolacién exterior. Su individualidad monddica, sin venta- nas al mundo ni a la vida, constituye el nico mundo donde ‘acaso todavia ésta es posible. «En ninguna parte, amada, sera ‘el mundo mas que en el interior», escribia el poeta Rilke: y por su parte, Schopenhauer: «Asi también es feliz el hombre a quien basta su riqueza interior y que exige... muy poco o nada del mundo exterior, supuesto que esa importacién es cara, esclavizadora, y peligrosa, expone a desengafios y, en defini- tiva, nunca es mas que un mal sucedéneo de las producciones de si propio» (véase Arte 7, pags. 64, 65 y 187). Pese a st indudable afinidad con la categoria romantica de ntertoridad, la filosofia de Schopenhauer marca, no obstante, la crisis definitiva de esta figura hist6rica, y abre aqui, como en tanto otros aspectos, el marco en que van a moverse la 32 una esenc mundo pocas vece den del genio creador sentido Pero Schope cido. Desde su juventud habia expuesto tay ‘no solo contra el realism del ego. como uns ara ible come las preten: no Pues sujeto y objeto son cate sivamente a nuestra representa descubrirque el 107 uno y ei mismo. FL Queer es um pr > personales, Como ya v1 prete> id que juego d invocacion de Schope de una ingenua cre hinchado ha desesp porei. de ese yore; DOLORES CASTRIL LO MIRAT oscuro poder, Ja voluntad, que escapa a su comprension Somos vividos por la Voluntad, mientras pensamos que viv- mos, sentimos actuamos unicamente por propta decision ‘Semejante concepcion de la Voluntad encuentra su reteren- cia en la realidad del mundo donde la razon se ha reiticado en una ob} ada, convertida en una fuerza todopoderosa que se alza por encima y contra el sujeto empirico hasta su total aniquilacion_ En este sentido, la muerte idel sujeto no es el comienzo de una nueva era de emancipa ion, sino el principio de una nueva barbane De igual manera, de Ja susttucion de la antes divinizada razon por el principio iracional de la voluntad podian den varse luminosas consecuencias, como las que trato de extraer Nietzsche, pero a Schopenhauer aquel pensamiento unico del que tan tustificadamente se vanagloriaba termano por resul- tarle Iteralmente insoportable De ahr la etica del anonada- miento de la Voluntad en que culmina su metafisica, o el relugio frente al sinsentido del mundo exterior en una intenort dad cerrada sobre st misina, que sin embargo, a diterencia de Jos romanticos, se sabe ya tan solo quimera de una quimera "A pesar del dolor que ello le causaba y abt reside ese herorsmo de La veracidad que tanto admiro Nietzsche, Scho- penhauer fue el primero en atreverse a reconover abiertamente que el suefio de lay Luces se hallaba amenazado por una herida de muerte. Su filosofta pone al descubierto el derrumbamient vo de los dos pilares en que este se asentaba el ds progreso indefinido de la razon y el del swyeto soberano qu Como un Hercules, soportaba subre sus espaldas la ordenacion racional del mundo La absurda pesadilla de la Voluntad, castigada como Tantalo a la repetition de su esfuerzo eter: mente frustrado, no hace sino desenmascarar la falacia del progreso, bajo cuya mvocacion se pretendia, como el propio Kant nos hace ver, impulsar al hombre a soportar con pacien- Gia las fatigas que odia, a perseguir un bnillante oropel de trabajos que detecta, a olvidar la muerte que le aterra En el curculo internal del Querer el tiempo gira ~como gira larueda de Ixion y rueda la roca de Stsifo—, pero no avanza, sino que 34 pery osta de tun ricameni de de lox DOLORES CAST MIRAT pasando por Wolf y Kant. ;Por qué qué Schopenhauer abandona, como mas tarde harin Kierke- gard y Nietzsche, el afan de rigor y exa ices el tono de la verdadera especul no puede ser otra que el reconocimier con él. la filosofia experimenta un giro que debe ser calificado, Ya no asume ico técnica que "n vano su ido como pura charlataneria el esfuerzo por interpretar hasta donde es posible —y no mas~ su experiencia del absurdo a la luz del fracaso historico del proyecto ilus- trado. Su obra es no interpretativa y en ningtin momento se pro- ARTE DEL BUEN VIVIR puso ofrecer razones para por su supresion Dolores CASTRILLO MIRAT a : , Oe oe INTRODUCCION OMO Ia nocién de la sabiduria de la vida en su acep- cidn inmanente, a. saber: en el sentido de arte de hacer la vida lo més agradable y feliz posible, estudio pue pudiera Hamarse también cudemonologia; seria un tratado sobre la existencia feliz. Esta podria a su vez definirse como una existencia que, considerada desde el punto de vista puramente exterior 0 mas bien (pues Se trata aqui de una apreciacidn subjetiva) que, después de fria y madura reflexién es preferible a la no-existen- cia, La vida feliz, asi definida, nos apegaria a ella por si misma y no sdlo por el temor de la muerte, resultaria de aqui, ademés, que desearlamos verla durar indefini- damente. Si la vida humana corresponde 0 puede co- rresponder a la nocién de esa existencia, es una cues- tidn a la cual ha respondido negativamente mi filosofia ; por el contrario, la eudemonologia presupone una res- puesta afirmativa. Esta, en efecto, se basa en el error innato que he combatido en mi gran obra, al comienzo del capitulo XLIX, volumen II (1). Por consiguiente, para poder tratar la cuestién, he debido apartarme por completo del punto de vista elevado, metafisico y mo- ral @ que conduce mi verdadera filosofia. Todos los asuntos que siguen estén fundados, en cierto modo, en una acomodacién, en el sentido de que se examinan des- (Q) El mundo como voluntad y representacin (Die Welt als Wille und Vorstellung). 39 | | ‘9 HOPLNHAUER de el punto de vista habitual y empirico y conservan ‘aquel error. Su valor slo puede ser condicional, desde ci momento en que la palabra misma de eudemonologia és un eufemismo. No aspiran tampoco a ser completos, Sa porque el tema es inagotable, o porque hubiera de- ido repetir lo que otros han dicho ya. ‘Como obra digna de leerse, que trate de la misma materia. que los actuales aforismos, solo recuerdo el libro de Cardanus: De utilitate ex adversis capienda; podré servir para completar lo: que presento aqul. Es Cierto que Aristételes, en el capitulo V del libro I so- Sre la Retérica, ha intercalado una corta eudemonolo- gia; pero ha producido una obra muy menguada. Yo Be he recurrido a estos predecesores; compilar no es imi oficio, y tanto menos cuanto que asi se pierde la nidad de perspectiva, que es el alma de las obras de gata clase. En general, los sabios de todos los tiempos han dicho siempre lo mismo, y los necios, esto es, la inmensa mayoria de todos los tiempos, han hecho y di- ‘ho también lo mismo, y siempre seguird siendo asi. Por oso decia Voltaire: Nous laisserons ce monde ci aussi Sot et aussi mechant que nous [avons trouvé en y Grrivant (al marcharnos del mundo, le dejaremos tan tonto y tan malo como le encontramos al llegar a éD. nae CAPITULO PRIMERO DIVISION FUNDAMENTAL - A\tstoretes ha dividido (1) los bienes de la vida hu- et mana en tres clases: los exterior res, los del al los “el cuerpo. Conservando la divisién en ee aig ue to que diferencia la suerte de los mortales puede te. wise a tres condiciones fundamentals. Son él: + 1+ Lo que uno es; asi. pues, la personalidad en :: asi, pues, la personalidad en su sentido mis lato, Por consiguene. se comprende aqut , la fuerza, la belleza, el tempera z a mento, = rcter moral, la intligeniay su deat 2* Lo que uno tiene: asi, pues, la propi haber de todas clases. puss Is propiedad y el 3" Lo que se rey i . representa: sabido es que por esta e . Ca x bresisn se eniends ls manera como los demés sere entan a un individuo; por consigui ‘ di : iguiente, lo que gn su represenacién, Consist, pues, en 84 op ain so ne Ely se divide en honor, categoria y gloria as diferencias de a primera clase de que tenemos ue ocupamos son las que la misma natraleza ha ex tablecido entre los hombres, de donde ya se puede in- feir que su influencia sobre ta felicidad 0 Te dsgracia is esencial y mas penetrante que la d¢ i- " a je las di- ferencis.dervadas de las reslas humanas que. hemos (1) Ethica Nicomaco, 1, 8. 41 ENHAUER mencionado en las dos clases siguientes. Por lo que Make a las verdaderas ventajas personales son. con Tes ecto a todas las ventajas de la categoria ¥ haste del eect ento, aunque sea real, de la riqueza y demas, lo Gque los reyes verdaderos son a los reyes de teatro Ya Metrodoro, primer discipulo de Epicuro, habia intitulado un capitulo: Majoren esse causam ad felici- inven eam, quae est ex nobis, €@, quae ex rebus mer), Y, an duda alguna, para el bienestar del indi iio y hasta para toda su manera de ser, 10 principal TisTe Jue se encuentra o se produce en él. Alli reside Semediatamente, en efecto, su bienestar 0 su malest bajo esta forma, en definitiva, se manifiesta prime’o © baititado de sv sensibilidad, de su voluntad y de. su pensamiento; todo Io que se encuentra en el exterior, pene solo una influencia indirecta. Asi, pues. las mismas tiene tancias, os mismos acontecimientos exteriores Sfectan a cada individuo de diferente manera, y aunque folocados en un mismo ambiente, cada cual vive en #n colo distinto. Porque no tiene directamente relaciGn ijctque con sus propias percepciones, con sus propiss maa ones y con movimientos de su propia voluntad: peeseGsas exteriores no ejercen influencia alguna sobre inan estos fendmenos inte~ sino FT mundo en que vive cada uno, depende de la ores a de concebitlo, la cual difiere en cada cerebvo; segin la naturaleza de la inteligencia, parecerd pobre, feBipido.y monotono, 0 rico, interesante © importants. Camndo uno, por ejemplo, envidia a otro las aventurte caamantes ge le han ocurrido durante su vida. debiers inlerteale mas bien 1a facultad de concepcion que ha prestado a estos acontecimientos, la importancia que (1) De cémo las causas que ‘pro’ mos. contribuyen mas a nuestra fel Ton de las cosas exteriores, Véase Seo sera, Dl, 632, en la edicion de Wirzbarger de Operas palémicas, yen de nosotros mis- jad que las que. na- mente de Alejandria. is 2 ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP. 1 tien en su deseripcién, porque el mismo aconteci Iiento que se presenta de una manera tan interesante c je un hombre de talento, no concebido por un cerebro vul vue a escens ’ lgar, mas que una es pida de la vida cotidiana. Esto fiesta en el . Esto se manifiesta, mis alto grado, en muchas poesias de Goethe yas Bye n. cuyo asunio se basa, indudablemente, en un dato verd una escena de tragedia alli gedia alli donde el sanguineo no ve més que un conflict interesante, y at Mematico un, hecho, inspide, Todo eso deriva de que |, es decir, toda actualidad cumplid compone de dos partes, el sujeto y el objeto, me es tan , el fg Yel deen on el agus. La mit obi identica, sien Jo distinta la subjetiva, o reciprocamente, haré que ia realidad seus! sed dstina: a mitad objetva més rermosa_y mejor, cuando la subjetiva es obtusa, de mala calidad, nunca, proporcionaré més, que una mala te a una hermosa regis vita en ef mal tempo o refed por una mala cama: fa osura. Para hablar més volgarmente, cada cual esd rrado en su conciencia como en su piel, y s6lo vive inmediatamente en ella; asf hay poco socorro que pue- da venile de fuera. En la escena, uno hace de princip air de conser, otro de laeayo, otro de soldad, otro de general, y asf sucesivamente, Peo ests diferencias jsten sino en el exterior; en el interior, coi c : como nile cleo del personaje, el mismo ser esté forrado en ‘odors un pobre ‘cémico con miseria y preocupaciones. En la vi ogute f mismo, Las diferencia de categoria y de cada cual su papel que desempefiar, al cual no corresponde, en manera alguna, una diferen , rior de felicidad y de bienestar; aqui se alberga en B ‘SCHOPENHAUER cada cual el mismo pobre siervo, con sus cuidados y que pueden diferir en cada cual en pero que, por lo que ataiie a la forma, es d con respecto al set propio, son casi idénticos entre todos; hay, seguramente, diferencias de grado, pero no dependen en absoluto de la posicién o de la tiqueza, fes decir, del papel. Como todo lo que pasa, todo lo que existe para el hombre no pasa, y no existe inmédiata- mente sino en su conciencia; indudablemente, la cus Tidad de la conciencia sera lo proximamente esenci y, ep Ta mayorfa de los casos, todo dependeré de ésta Mucho mas que de las imagenes que en ella se repre- sentan, Todo el fausto, todos los goces, son pobres, fefleiados en la conciencia obtusa de un trops, en com- paracién de la conciencia de un Cervantes cuando, en tuna carcel incémoda. escribia el Don Qt objetiva de la actualidad y de la realidad esté en ma- nos de | fe. ¥ eS, por ci iente, variable; la ‘itad subjetiva somos nosotros es, por lo tanto, inmutable en su parte esenc! a pesar de todos los cambios exteriores, la vida de cada hombre lleva, de un extremo a otro, el mismo cardcter: se le pue~ de comparar a una serie de variaciones sobre el mismo tena, Nadie puede salir de su ualidad. Sucede ‘con el hombre lo que con el animal: éste, cualquiera ue sean las condiciones en que se le coloca, permanece Sonfinado en el cftculo estrecho que la naturaleza ha trazado irrevocablemente alrededor de su set, lo cual explica por qué, por ejemplo, todos nuestros esfuerzos pot hacer la felicidad de un animal que amamos deben Prantenerse forzosamente en limites muy restringidos, precisamente a causa de esos limites de su ser y de su conciencia; de igual modo, la Son, especialmente, los tuales los que han determinado, de una vez para siempre, su aptitud para los goces elevados. 4 i ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP. 1 Si son reducidas, todos los esfuerzo To que los hombres o la fortuna hagan por eto so sera impotente para transportarla més allé de la fe cidad y del bienestar humano ordinario, medio anima ha de contentarse con los goces sensuales de una vida {intima y alegre en su familia, de una sociedad de baja estofa 0 de pasatiempos vulgares. La instruccién mis- ma, aunque tenga cierto influjo, no puede ensanchar mucho este circulo, porque los. goces més elevados, mis variados y mis durables son los del esprit, por alsa que pueda set durante la juventud nuestra’ opi- nién a este respecto; y esos goces dependen especial- mente de la fuerza intelectual. Fécil, es pues, ver clara- mente como nuestra felicidad depende de lo que somos, je nuestra individualidad, mientras a menudo no se tiene en cuenta sino lo que tenemos 0 lo que representa- mos. Cierto que la suerte puede mejorarse; ademds, el que posee la riqueza interior, no le exigiré gran cosa: ero un trops seguird siendo un trops; un palurdo se- guiré siendo palurdo hasta su fin, aunque fuese en el Paraiso y rodeado de hurles. Goethe dijo: Volk und Knecht und Ueberwinder, jeder, Zeit, der Erdenkinder Sei nur die Personlickeit (1). Que lo subjetivo sea incomparablemente més ese cial a nuestra felicidad y a nuestros goces que lo objet. vo, se conforma por el hambre, que es el mejor cocine- ro, y por el anciano, que mira con idiferencia la diosa que el joven idolatra, y arriba encontramos la vida del hombre de genio y del santo. La salud excede de tal manera a los bienes exteriores, que en realidad un men- (Pueblo y lacayo conquistad: 2, Preble qustador —reconocen cadaver Tigus tt supreme bien devlos morales es silo ls peso- 48 ‘SCHOPENHAUER digo sano es més feliz que un rey enfermo. Un tempe- fo y jovial, nacido de una salud perfecta én; una razén licida, viva, ; una voluntad moderada y dule son ventajas ue ninguna categoria, ninguna riqueza puede reempla- Sar. Lo que un hombre es en si mismo, lo que le acom- pafia en In soledad y lo que nadie puede darle ni qui- Tarle, es indudablemente mas esencial para él que todo Jo que puede poseer 0 lo que puede ser a los ojos de Jos comés, Un hombre de talento, en la soledad mas absoluta, encuentra en sus propios pensamientos y en — su_propia imaginacién con qué divertirse agradable- mente, mientras el set Timitado, por mas que varie de_ tas, de espectaculos, de paseos y de diversiones, no Hegaré a sofocar el tedio que le atormenta. Un cardcter bueno, moderado y dulce, podré estar contento en la indigencia, mientras que todas las riquezas no pueden satisfacet a un cardcter dvido, envidioso y perverso. En cuanto al hombre dotado con permanencia de una Vdividualidad extraordinaria, espiritualmente superioy, puede prescindir de la mayoria de los goces a que ‘el hombre aspira generalmente; ademés, no son para él més que un trastorno y un peso. Horacio dice de si mismo: Gemmas, marmor, ebur, Thyrthena tabellas, argentum, vestes Gaetulo murice tinctas, sunt qui habeant, est qui non curat habere (2); y Séerates decfa, viendo algunos objetos de lujo ex: {Cudntas cosas hay que yo no puestos para a vent necesito! rrenas, plat y hay quien no se cuida de ten ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. 1 Ast, pues, la condicién primera_y_mds esenci ta felicidad de la vidas que exis, la onouatidads aun cuando no fuese sino porque obra constantemente y en todas las circunstancias, esto bastaria para expli- carla pero, ademés, no esté sometida a la fortuna como los bienes de las otras dos categorias y no puede sernos arrebatada. En este sentido, su valor puede pasar por absolute, por oposcién al valor puramente reativo de as otras dos. De aqui resulta que el hombre es menos 4 susceptible de ser modificado por el mundo exterior de lo que generalmente se supone. Sélo el tiempo om- nipotente ejerce también aqui su poder; las cualidades Mouse ineecunles sucumben insensilemente bajo sus ataques; sélo el cardcter moral permanece inac- cesible para’ él. Bajo este respecto, los bienes de las mas categoria tienen una venaja sobre los de a primera, en cuanto que el tiempo no lo directamente. Una. segunda ventaja,pudiera wr que, estando colocados fuera de nosotros son accesibles por su naturaleza, y que cada cual tiene, por lo menos, Ia posibilidad de adquirirlos, mientras que lo que esté en vo, Se sustrae a nuestro poder; es- io, se mantiene invariable durante los versos siguientes de G a joethe con- jenen una inexorable verdad : on Wie an dem Tag, der dich der Welt verliches, Die Soone stand sum’ Grise der Dlansten Bist alsobald und fort und fort gediehen, Nach dem Gesetz, wonach du angetreten. So murzt du seyn, dir kanust du nicht ent fliehen So sagten schon Sybillen, so Propheten; , Un keine Zeit und keine Macht zersttickel Geprigte Form, die lebend sich entwickelt (1). (1) Asf como el dia que has salido al m a8 salido al mundo, et alt’para saludsr'a"los planets. th has creed tame wiamente, con arreglo aia ley, conforme a la 47 “SCHOPENHAUER Lo tinico que podemos hacer, por nuestra parte, es emplear esta personahdad, tal como se nos ha dado, en provecho nuestro; por consiguiente, no perseguit sino las aspiraciones que le corresponden; no buscar sino el desarrollo que le es apropiado, evitando cual- quier otro; mo escoger, por tanto, sino el estado, la ‘ocupaci6n el género de vida que le conviene. Un atleta dotado de una fuerza muscular extraordi- natia, forzado por las circunstancias exteriores a dedi- carse a una ocupacién sedentaria, a un trabajo manual, meticuloso y pesado, o bien al estudio y a ocupaciones cerebrales; ocupaciones que reclaman fuerzas muy dis- tintas, que no esté desarrolladas en él y que dejan pre~ cisamente sin empleo las fuerzas por las cuales se dis- tinguen; un hombre asi se sentira desgraciado toda su vida; mucho mas desgraciado seré aquél en el cual las fuerzas intelectuales dominan y que se ve obligado ‘a dejarlas inertes y sin empleo para ocuparse en un cargo vulgar que no las reclama, o bien en un trabajo corporal para el cual no es suficiente la fuerza fisica. No obstante, en esto hay que hurr. principalmente -en Ja juventud, del escollo de la presuncion y no atribuirse fuerzas que no se tienen. De la preponderancia bien marcada de nuestra pri- mera clase sobre las otras dos, resulta que es mas cuer~ do trabajar por conservar la salud y por desarrollar las facultades que por adquitir riquezas; sin embargo, no hha de interpretarse esto en el sentido de que deba des- defarse la adquisicidn de lo necesario y de lo conve- niente. Pero la riqueza propiamente dicha, esto es, lo Superfluo, conteibuye poco a nuestra felicidad; asf que muchgsticds se sienten desgraciados porque estan des-_ “provistos de cultura real del espiritu, de conocimientos, Gual haz comenzado. Tal es tu destino; no puedes librarte Ge ti mismo; asi hablaban ya las Sibilas, asi los Profetass Sfagtin tiempo, ninguna potencia destruye la forma impresa que se desarroila en el transcurso de la vida. 48 ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP. 1 J. Dor comsiguiente, de todo interés objetivo que. pueda hacerles_aptos para una ocupacién intelectual. Porque To qu: Ja Higuera puede proporcionar, aparte de Ia so- a sidades reales je una minima influencia sobre nuesu® verdadero tice Cotas esto es, al contrari, perturbado por las verdade- innumerables inquietudes que trae consigo la con- servacién de una gran fortuna. No obstante, los hombre gue se ocupan aul veces mas de adguiri in vigeee ae ra intelectual, aunque seguramente lo qu contribuye mucho’ més a nuestra que lo que uno iene. ;Cudntos vemos, diigentes somo hormiga y ocupados desde la mafiana hasta la noche en Sane ‘entar una riqueza ya adquirida! No conocen nada ands alt del Iimitado horizonte que enciera los medios “ 3 espiritu esta fc cuencia, inacesible a cualquier ota oswpation, Loe foces més elevados, los goces inteletuales son inabor- lables para ellos; en vano tratan de reemplazarlos goces fugitivos, sensuales, ligeros, pero costosos de ad- Quit, que se permiten de cuando en cuando, En el {cemino de su vida se encuentran como resultado, cuan- lo la fortuna les ha sido favorable, un gran montén de dinero, que dejan a sus herederos, encargéndose ésto: de aumentarlo 0 de disiparlo. Esa existencia, aunque] en apariencia sea muy seria y muy importante, es rani insensata como lo seria la que enarbolase por ensefa el centro de la Jocura. Por ene} Asi, pues, lo esencial para la felicidad i lo-que uno’ sfene“en' si mismo. Gnicamente one Pa ‘dosis es de ordinario“tan reducida, es por lo que la mayoria de los que han salido ya victoriosos de la lu- ccha contra la penuria se sienten en el fondo tan desgra- iados como los que atin estén en la refriega. Su vacio interior, la insipidez de su inteligencia, la pobreza de su espiritu, les inducen a buscar [a compaitia de otros, pero la compaiiia de otros iguales a ellos, porque simi. 49 ‘SCHOPENHAUER lis simili gaudet. Entonces comienza en comtin la caza del pasatiempo y de la diversién, que buscam primero fen Ins goces sensuales, Iuego en los placeres de todas Clases Y, por ultimo, en el desenfreno. La causa de esta funesta disipacién, que en un tiempo a veces increible- mente corto hace dilapidar grandes herencias a tantos jos de familia que han entrado ricos en la vida, no ¢s otra, yr verdad, que el tedio resultante de esta pobreza y de del espiritu que acabamos de describir. Un foven ast lanzado al mundo, rico en el exterior y pobre vor dentro, initilmente se esfuerza en reemplazar ts Faqueza interior por la exterior; quiere recibirlo todo de fuera, como esos ancianos que tratan de apurar nue- vas fuerzas en el aliento de las jévenes. De esta manera, Ja pobreza interior acaba por producir también la po- breza exterior. No encareceré la importancia de las otras dos cate~ gorias de bienes de la vida humana, porque la fortuna Be hoy demasiado universalmente apreciada para _ne- esitar que se recomiende. La tercera categoria es de Una naturaleza muy etérea comparada con la segunda, toda vez que no consiste sino en la opinién de los de- mis, Sin embargo, cada cual esté obligado a aspirar honor, es decit, aun buen nombre; @ una posicién sélo pueden aspirar Jos que sirven al Estado, y. por lo que atafie a la gloria, son jnfinitamente pocos los que pue~ den pretenderla. El honor se considera como un bien inapreciable y la gloria como la cosa més exquisita que {i hombre pueda adquirir; es el vellocino de oro de ; por el contrario, s6lo los necios prefe~ sicion a la riqueza. La segunda y la tercera . ademds, una sobre otra, lo que. se in reciproca; asi, el adagio de Petronio: habes, habeberis (1), e3 cierto, y, en senfido inverso, la buena fama de otro en todas sus formas, nos ayuda mu- veces a adquirir la riqueza. Tienes, tendrés. CAPITULO II De LO QUE UNO ES YA hemos reconocido de una manera general te Wie mo es contribuye més a la felicidad ae i gue uno tee © lo que uno representa. Lo principal es pre lo que un hombre es, por consiguiente, Io posee en si mismo; pordue.sn individualidad le acom. Bali en todo tiempo y en todo lugar y tie con su me tiz todos los acontecimientos de su vida, En toda cosa ¥en foda ocasidn, lo que le afecta primero es é Hoe cero ain para Jos goces materiales, y, con nayar ra los espirituales. Asi, pues, la ex Sion inglesa fo enioy one's self (1) 8 m y exacia no se i glés: Paris le gusta; se dice: “Disfruta en Pa tis (He enjoys himself at Paris), Distruta en Pac soils indvidoalidad et de mala espce todos los in como un vino generoso en una. Pregnada de acibar. Asi, pues, en |: a como ea ia la buena com: mal fortuna, salvo la eventualidad de una eran det facia, Io que suoede un hombre en su vida ¢s-de ortancia que iera dé seniirlo, : la naturafeza y el grado de dad. wo, os Sec. peclas. Lo que tenemos en nosottos mismos y por Bootes mismos, en una palabra, 1a personalidad y u valor, ese es el tinico factor inmediato de nuestra (1) Esta frase, aproximadamente, significa disfrutar. st == ‘SCHOPENHAUER felicidad y de nuestro bienestar. Todos los demas obran indirectamente: asf, pues, su accién puede anularse, pero la de la personalidad, nunca De ahi viene que Ja vevidia mas irteconciliable y. al misma. tiempo, Ta mds _ quidadosamente disimulada, es la que. tiene por ‘objeto — iage-ventajas personales. Ademés, Ja cualidad de le Goncienci @ la nica cosa permanente y persistente; Ip individualidad obra conscientemente, continuamente, y, més o menos, en todo instante; todas las demas Xoadiciones solo influyen temporalmente, ocasionalmen- pasajeramente y pueden cambiar o desaparecer, Aris: telees dice: nam natura perennis est, non opes (1). Por eso soportamos con mas resignaci6n una desgracia, cuya Causa es puramente exterior, que aquella de que somos culpables nosotros mismos; porque el destino puede variar, pero nuestro propio cardcter es inmutable. Por Consigutente, los bienes subjetivos, tales como un. ca- o un humor alégre. tin cuerpo bien organizado, y en perfecta salud, 0, de tina manera general; mens sana in corpore sano (2) esos son los bienes supremos y més importantes para testra felicidad; asi, pues,-debiéramos dedicarnos ite bien a su desarrollo y a su conservacién que a la posesion de los bienes exteriores y de Ta honra exte- rior. Pero lo que més que nada contribuye directamente a nuestra umor jovial, porque esta buena cué iediatamente su recom- pensa_ca-si-misma, En efecto; el que es sTepre, wen Bempre motivo para serlo, por lo mismo que 10 es. Nada puede reemplazar a todos los demds bienes tn Sompletamente como esta cualidad, mientras que, ela Crisima no puede reemplazarse por nada, Que un hom- () “Porque 1a Naturaleza es perenne, mas no las obras 42) Alma sana en cuerpo sano”. 32 af gfe > te dak ARTE DFL BUEN VIVIR.—CAP. It rico y considerado, para Le . ler ja cuestion seria saber'sk, ademas es alegre, entonces poco im- jo, bien’ formado 0 contra- ndo joven, lef un di jo Ia frase siguiente. Quien , . Quien rie er fel 2 gue Hora mucho es deseraciad: cola my + Peto que yo, a causa de su verdad ta . : ad tan sencilla, no he pio olvidar, aunque sea el superlative de un truism (Ast, pues, debemos abrir puerta y venlanas 12 leg. siempre que se presen, porque munca . en vez de vacilar en admititl q irla, como a menudo hacemos, queriendo primero darnos cuenta de si tenemes motivs para estar contentos por todos anceptos. 0 por miedo de que nos aparte de media ‘las o de graves preocupaci ; i . cine seit 0 paciones; y, sin em- . to bargo, es muy que éstas puedan mejorar nues- inmedi tnmediato, Ela sola es, por deciro as, el dinero con- y sonante de la felicidad; todo lo demés no es mis més que el billete de bunco; porque sélo ella nos da la cuya real ma de una actualidad indivisible ente dos tiempos i . Debigramos, pues, aspirai Finitos, Debiram pirar, ante todo, a ad era, se observan Jos rostros alegres y contentos; em y los grandes dominan las figuras melancéli Por consiguiente, debiéramos dedicarnos, ma ate sonservar este estado perfecto de salud, cuya floracién viene a ser como 3 ‘SCHOPENHAUER es la alegria. Para eso sabido es que deben evitarse to- dos los excesos y desenfrenos, toda emocién violenta 0 penosa, asi como toda satisfaccién excesiva 0 muy pro- Tongada; hay que tener cada dia dos horas, por lo me- nos, de ejercicio tApido al aire libre, darse batios fre- cuentes de agua fia y otras medidas dietéticas del mismo género. No hay salud si mo se hace todos los dias suficiente movimiento; todas las funciones de la Vida, para efectuarse adecuadamente, exigen el movi- wiente de los érganos en los cuales se verifican y del cuerpo en conjunto. Por eso ha dicho Aristételes, con razén: [2 vida esté en el movimiento, La vida con, Siste en tl movimiento, y en él tiene su esencia. En el interior de todo organismo reina un movimiento ince- sante y rapido; el corazén, en su doble movimiento, tan complicado, de sistole y de didstole, palpita impe- tuosa e infatigablemente; veintiocho pulsaciones le bas: tan para precipitar Ia masa entera de la sangre en ¢l torrente de la circulacién grande y pequefia; el pulmén da a la bomba sin cesar como una maquina de vapor : Tas entrafias se contraen continuamente en un movi- miento peristaltico (motus peristdlticus); todas las slén- Gulas absorben y secrecionan sin interrupci6n; el mis tno cerebro tiene un doble movimiento para cada latido del corazén y para cada aspiracién del pulmén. Si, como ocurre en el género de vida completamente seden- fario de tantos individuos, el movimiento falta casi en ‘absoluto, resulta una desproporcién notable y perniciosa entre el reposo exterior y el interior tumulto. Porque este perpetio movimiento’ en el interior exige que sea ayudado en parte por el del exterior; este estado des- proporcionado es andlogo al en que nos encontvamos Plando nos vemos forzados a no manifestar nada al exte- ior mientras una emocién cualquiera nos hace hervit in teriormente, Hasta los arboles, para florecer, necesitan ser agitados por ef viento. Esta es una regla absoluta que 54 ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. 11 se puede enunciar de una man: i , eta mas concisa en latin: Omnis mots, quo celerior, €o magis mots (), tains gePats sats cuenta de emo nuestra f idad depen- de de una alege disposicién de énimo, y éta del estado le salud, no tenemos més que comparar Ja impresién ue producen sobre, nosotros las mismas cicunstancias - exteriors 0, los, mismos acontecimientos durante los y de vigor, con la que se produ: un estado de enfermedad nos di r torpen 8 : ispone a estar torpes rat eietos- No es lo que son objetivamente y en realidad ls cosas, sno Jo que Som para nosotros, en muestra per . 10 que nos hace felices 0 d To expresd boon Ey f lesgraciados. Esto picteto: Commovent homines non Ep res, sed de rebus opiniones Q) ER general, las nueve dé imas pares de nutsra felicidad se fundan en Ta salud ° , todo se convierte en manantial de placer: : 0 acer; Sin ella, por el contrario, no podriames disfrutar de un bien exterior, de cualquier naturaleza que sea: hasta los demés biens subsivos, tales como las cualidades de , del corazén, del caricter, disminuyen se echan a perder por el estado de enfermedad. Ash Bes; no sin razén, nos informamos mutuamente del ewado de nus salud y nos deseamos rxprocamente 3 porque eso es, en realidad, lo més impor- ante que hay para la felicidad humana, Siguse es de aqui que es la mds grave Jocura sacrificar Ia salud a cualquier cosa; riguezs, carrera, estudios, gloria. et pecialmente, a la voluptuosidad y a los goces fugitivos : “or el contraio, todo debe cedérle el puesto, . r grande que sea fa influenci a ; ia de Ia salud soby esa alegria tan esencial a nuestra feli in embargo, e a felicidad, sin ember, ‘sta no depende inicamente dela primers, porque oon na salud perfécta, se puede tener un temperamento imiento, cuanto mds acelerado, tanto més tos_hombr cosa «preciaciones sobre las cosas” mmbres no Tas S Sino sus 55 ‘SCHOPENHAUER slancélico y una disposicién predominante a la tris primitiva y, por consiguiente, inmutable del organismo: } més especialmente en la relacién més o menos normal de la sensibilidad con la itrtabitidad y Ia reproducti; Vidad. Una preponderancia anormal de la sensibida producité la desigualdad de humor, una alegria periédica Exagerada y una melancolfa temporal excesiva. Como el genio esta detetminado por un exceso de la fuerza nerviosa, es decir, de la sensibilidad, Aristételes ha ob- Servado rectamente que todos los hombres ilustres y eminentes. son melancélicos: “Todos los hombres que Se han distinguido en la filosofia, en la politica, en la poesia, en Ia ciencia, han sido melancélicos.” Este pasaje ha tenido, sin duda, a Ta vista Cicerén en aquella frase tan citada: Aristdteles ait, omnes ingenio- sae melancholicos esse (1). Shakespeare ha descrito muy graciosamente esta diversidad del temperamento ge- eral: Nature has fram'd strange fellows in her time: Some that will evermore peep through their eyes. ‘And Laugh, like parrots, at a bag-piper thers of soch vinegar aspect, -_ ne Shevil not show theit teeth in way of simile, Though Nestor swear the jeest is laughble (2). isma diversi i tn con los nom- Esta misma diversidad la designa Plat: 119 bres de “De humor, dificil” y “De humor, facil”. Puede referirse esta diversidad a la susceptibilidad, muy distin- ()_ Aristételes dice, que todos los, hombres de talento an sido melancélicos. Tusculanae, I, 33. vie han sido meruraleza_ha formado a veces extrafios_ indivi, duc) tnos que eterniamente estén guifiando los ojos y ave ffen como Tos papagayos, ante un tocador de fates coon le ecto avinagrado, que ensefardn sus dient de tal aspecte ease jure que la chirgnta es dlgna de risa, Merchater Of Venise, Escena I. 56 ' i ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. It ta en Jos diferentes individuos, para las impresiones agradables o desagradables, a consecuencia de la cual uno se rie de lo que a otro le desespera. La susceptibilidad para las impresiones agradables es tanto menor cuanto mayor es la susceptibilidad para las desagradables y viceversa. En iguales circunstancias de éxito 0 de fra- caso en una empresa, el “de humor, dificil” se enfadaré por el fracaso y no se regocijard por el éxito; el “de hu- mor, facil”, por el contrario, no se disgustaré por el fracaso y se alegrard del éxito. Si el “de humor, ficil” tiene éxito en sus proyectos, de diez veces, nueve no_se alegraré de las nueve veces en aue ha tenido éxito, sino gue se enfadard por la décima en que ha fracasado; en el caso inverso, el “de humor, facil” se consolaré y regocijard con este éxito tinico. Pero no es facil encontrar un mal sin compensacién alguna; asf ocurre que los “de humor, dificil”, es decir, los caracteres sombrios e inquietos, tendrén que soportar més desgracias y sufrimientos imagina- ios, pero, en cambio, menos desgracias y sufrimien- tos reales que los caracteres alegres y despreocupados, porque el que lo ve todo negro, el que siempre piensa en lo peor y, por consiguiente, toma sus determina- ciones, no tendré desengafios tan frecuentes como el que ve todas las cosas con los colores y las perspectivas isuefias. Sin embargo. cuando una afeccién mérbida del jistema nervioso o del aparato digestivo viene a recru- decer una dificultad innata, entonces ésta puede Megar a ese alto grado en que el disgusto permanente produce el tedio de la vida, de donde resulta la inclinacién al si Este puede entonces provocarse por las més contrariedades; en un grado superior del mal, no se recesita siquiera motivo; la sola permanencia del mal vasta para determinarlo. El suicidio se leva a cabo mtonces con una reflexién tan fria y una resolucién 7 ‘SCHOPENHAUER flexible, que el enfermo, en esta etapa, puesto ya generalmente ‘bajo cierta vigilancia, con el esprit cons. tantemente fijo en esta idea, se aprovecha del pri rer en que se descuide 1a vgilancia para recurrit sin vacilaci6n, sin lucha y sin espanto a es medio de alivio para él tan aatural y tan oportuno en aquel nto. mete estado lo ha descrito muy a la larga Exquirol oo su tratado Des maladies mentales. Es cierto que el I om: bre mds sano, més alegre, podré ambien, en cic i , determinarse al suicidic seen Ta fensidad de los sufrimientos 0 de w despre ii fi terror ia proxima e inevitable sea mas fuerte que los de la muerte. No hay diferencia mas que en la fuerza mayor o menor del ‘motivo determinante, la cual est en felacién inversa con la dificultad. Cuanto mayor ¢s ésta, mds in: ificante podra ser el motivo, hasta legit @ set nulo; por el comtrario, cuanto mayor sea la vivacidad, asi como la salud, que es su base, més a debe ser el motivo. Habra, pues, grados innumerat les entre los dos casos extremos de suicidio; entre el Pro vocado puramente por una recrudescencia enfermiza de la dificultad innata y el del hombre sano y alegre, origi- r causas meramente objetivas. me belleza es andloga a la salud, en Parte. Esta cua- lidad subjetiva, aunque s6l contribu, indi ee is felicidad por la impresién que produce s ‘one iene, con todo, gran importancia, ain pars ot sexo masculino, La belleza es una carta abiet de recomendacién, que nos gana los corazones de antema- no: a ella se aplican principalmente aquellos versos Homero: 4 fi iosos de los dior deben desdefarse los dones gloriosos sen que sdlo ellos pueden dar y que nadie puede acep- tar 0 rehusar a capricho. 58 ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. I Una ojeada general nos hace descubrir dos enemigos de la felicidad humana: son el dolor y el tedio, Ade- mas podemos observar que, a medida que conseguimos alejarnos del uno, nos acercamos al otto, y reciproca- mente; de mai que nuestra vida representa, en rea- lidad, una oscilacién mas 0 menos fuerte entre ambos. Eso proviene del doble antagonismo en que cada uno de ellos se encuentra respecto del otro, exterior u ob- jetivo, e interior o subjetivo. En efecto, exteriormente cid engendran el dolor; en cambio, el bienestar lancia hacen brotar el te- dio. Por eso vemos a la clase baja del pueblo en lucha contra la necesidad, y, por consiguiente, con- jolor; y a la clase rica y elevada, empefiada en uuna lucha permanente y a veces desesperada contra el tedio (1). El antagonismo fen que, en todo ind narse por uno de estos males est con la de impresionarse por el otro; porque esta sus- id esté determinada por la medida de las fuer- zas intelectuales. En efecto, un espititu obtuso va siem- pre acompaiiado de impresiones obtusas y de una falta de irritabilidad, lo que hace al individuo poco accesi- ble a los dolores y a los disgustos de toda especie y de todo grado; pero esta misma cualidad obtusa de igencia produce, por otra parte, ese vacio interior que se revela en tantos semblantes, y que se manifiesta “or una atencién siempre despierta hacia todos los acon- imientos, atin los mds insignificantes del mundo ex- es la verdadera causa del tedio, y el , con avidez, excitaciones exteriores, nto su espiritu yrazén por cualquier medio. Asi que no es dif en relacién inversa etapa de la en la vida generalmente propagada, La primera’ nace de la wreesidad; Ja segunda, del tedio, . 59 ‘SCHOPENHAUER cleccién de medios: bien se nota en Ia lamentable mez- quindad de las distracciones a que se entregan los hom- bres, en el género de sociedades y conversaciones, que buscan, no menos que en el gran mimero de imbéeiles y babayos (1) que por el mundo andan, Ese vasio ine Tior es lo que principalmente Jes induce a la persecu- cin de toda especie de reuniones. de diversiones, de placeres y de lujo; persecucién que a tantas Personas conduce a la disipacion y. finalmente, ala miseria. Na ‘contra estos extravios que la del espiritu; porque cuanto mas se aproxima éste a superioridad, menos lugar deja al tedio. La actividad incesante de los pensamiien a io siempre renovado en presencia de las, ma- jones diversas del mundo interior y exterior, la fuerza y la capacidad de las combinaciones seer variadas, ponen a un cerebro eminente fuera eae cance del tedio, salvo en los momentos de fatiga. Mas. por otfa parte, una inteligencia superior tiene por con- icin inmediata una sensibilidad més viva, y por cau- sa una impetuosidad mayor de la voluntad y, en con- secucncia, dela pasién; de la unin de estas dos condi- ciones resulta una inténsidad més, considerable, de to- das las emociones y una sensibilidad exagerada para Ios dolores, morales y hasta para Tos dolores sic. como también una impaciencia mayor enfrente de todo obstéculo y hasta de un simple trastorno. Lo que con. tribuye ain més poderosamente a todos estos efectos es la vivacidad producida por la fuerza de Ja imagina- cion, Lo que acabamos de deci se aplica, guardada toda proporcién, a todos los grados intermedios que lenan el vasto intervalo comprendido entre. el imbécil més ‘obtuso y el mayor genio. Por consiguiente, tanto e Pie. tiva como subjetivamente, todo ser se aproxima tar (1) Thiirsteher und Fensterkucker; literalmente, porteros y ventaneros. 60 ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. I més a uno de los manantiales de las desgracias huma- nas cuanto més se aleja del otro. Su inclinacién natu ral le Ievard, pues, en este respecto a compaginar lo mejor posible 1o objetivo con lo subjetivo, es decir, a Precaverse lo mejor que puede contra la causa de su- ientos que mas facilmente le afecta. El hombre inte- ente aspirard, ante todo, a evitar cualquier dolor,~ cualquier molestia y a encontrar el reposo y el ocio; buscard, pues, una’ vida tranquila, modesta, defendida de los importunos; después de haber mantenido durante algin tiempo relaciones con lo qué se llama los hom- bres, preferird una existencia retirada, y, si es un es. Piritu muy superior, escogerd la soledad. Porque cuanto més posee en si mismo, un hombre, menos necesidad tienen del mundo exterior y menos utiles le pueden ser los demds. Asf, pues, la superioridad de la inteli- gencia conduce a la insociabilidad. ;Ah! Cuando la calidad de Ja sociedad pueda sustituir a la cantidad, en- tonces merecerd la pena vivir aunque sea en el gran mundo; pero cien necios puestos en montén no pro- ducen un hombre de talento. El individuo colocado en el extremo opuesto, desde el momento en que la nece- sidad le da tiempo para tomar aliento, buscard a toda costa pasatiempos y sociedad; se acomodard a todo, sin +huir de nada més que de s{ mismo. En la soledad, donde cada uno se ve reducido a sus propios recursos, se re- vela lo que pose por si mismo; alli el imbécil cubierto de piirpura, suspira aplastado por el fardo eterno de su miserable individualidad, mientras que el hombre de altas dotes puebla y anima con sus pensamientos la re. gin més desierta. Por eso dijo Séneca con razén: Om nig stultitia laborat fastidio sui (1); ast también la sen- tencia de Jesus de Sirach: “La vida del necio es peor que la muerte.” Por consiguiente, vemos, en resumen, que todo individuo es tanto més sociable ‘cuanto mas po- (2) Toda necedad sufre el fastidio de sf misma, 6 ¥ v SCHOPENHAUER fe espititu, y, en general, cuanto mis vulgar es. Poraue seel mundo apenas hay término medio entre el aislamiento y la sociedad. Se supone que los negros son los mas sociables de todos los hombres; como son también, sin duda alguna, los mas atrasados intelectual- mente; informes enviados de la América del Norte y publicados por periddicos franceses (1), cuentan que los egros, sin distincién de libres o esclavos, se retinen fen gran niimero en el local més reducido, porque no se icansan de ver reflejadas sus caras negras y abultadas. Del mismo modo que el cerebro parece set el pa- résito © inquilino del organismo entero, asi también Tos ocios adquiridos por cada uno, dandole el libre goce de su conciencia y de su individualidad, son por este motivo el fruto y el rédito de toda su existencia, que, para los demés, no es més que trabajo y dolor. Pero ahora veamos lo que dan por resultado los ocios de Ta mayoria de los hombres. Tedio ¢ idiotizacién, siem- pre que no se encuentran goces sensuales 0 tonterias para Hlenar estos ocios. Lo que demuestra que esos ocios no tienen valor alguno, es la manera de ocuparlos: son el ozio lungo d’homini ignoranti (2) del Ariosto. El hom- bre vulgar s6lo se preocupa de pasar el tiempo: el hom- bre de talento de aprovecharlo. La razén de que los espiritus limitados estén tan expuestos al tedio, ¢s que su inteligencia no es absolutamente otra cosa que ¢l jintermediario de los motivos para su voluntad. Si en un momento dado no hay motives que tener en cuenta, entonces la voluntad reposa y la inteligencia huelga, porque la primera, lo mismo que el otro, no puede en- {rar en actividad por su propio impulso; el resultado es un terrible estancamiento de todas las fuerzas en el jndividuo entero: el tedio. Para combatirlo, se insindan socarronamente a la voluntad motivos insignificantes, provisionales, escogidos indiferentemente, a fin de es- G) Le Commerce, 19 de octubre de 1837. Gea Bade’ de tos hombres ignoranies 62 ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP. If timularla y de poner con eso igualmente en actividad a la inteligencia que debe percibirlos: esos motivos son, pues, con relacién a los motivos reales y naturales lo que el papel-moneda es con respecto al dinero, puesto que su valor es puramente convencional. Tales motivos son los juegos de naipes u otros, inventados precisamen- te con el fin que acabamos de indicar. A falta de éstos, el hombre vulgar se pondra a tamborilear en los cris- tales o a juguetear con todo lo que caiga en sus manos. EI cigarro es también un sustituto voluntario del pen- samiento. Por eso en todos los paises ios juegos de naipes han llegado a ser la ocupacidn principal en toda sociedad; esto es, la medida del valor de esas reunio- nes y la bancarrota declarada de todo pensamiento. No— teniendo ideas que cambiar, se cambian cartas y se tra- ta de sustraerse mutuamente algunos florines. jOh lastimosa especie! Para no ser injusto, no quiero omi- “ir el argumento que se puede invocar para justificar el juego de naipes; puede decirse que es una preparacién fa la vida del mundo y de los negocios, en cuanto que se aptende a aprovecharse con prudencia de las cit- cunstancias invariables establecidas por el azar (las car- tas) para sacar de ellas todo el partido posible; con este fin, se habitéa uno a conservar el buen porte po- niendo buena cara al mal juego. Pero por eso mismo los juegos de cartas ejercen una influencia desmorali- zadora. En efecto, el espiritu del juego es sustraer a otro lo que posee por cualquier rodeo cualquier ardid. Mas la costumbre de proceder asi, contraida en el jue- g0, se arraiga, predomina en la vida practica y se llega insensiblemente a proceder de la misma manera cuan- do se trata de lo tuyo y de lo mio, y a considerar como permitida toda ventaja que actualmente se tiene entre manos, desde el momento en que se puede hacer eso le- galmente. En la vida vulgar se dan pruebas de esto to- dos los dias. Puesto que los ocios son como hemos di- cho, la flor, o més bien, el fruto de la existencia de cada 68 SCHOPENHAUER ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. IL cual, ya que sélo ellos Je ponen en posesién de su yo “la ' propio, debemos juzgar felices, a os que, al ganarse, felicidad pertenece tos que se bastan a ’ 3 En efecto, todas las causas exteriores de la fe ganan algo que tenga valor; siendo as{ que la mayoria (aver son. “ de los hombres no encuentran en los ocios mis que un Places fon, Bor au, uunaraleza, emineniemente pfetexto para no tener nada que hacer, aburriéndose quivocas, fugitivas, aleator tenerse facilmente hasta en las citcunstancias més favora- Mmortalmente y siendo una carga para si mismos. F wemonos, pues, mis queridos hermanos, de ser bles. y es inevitable, puesto que no podemos tenerlas fod esciavas, sino de madres libres (I). siempre en nuestras manos. Ademés, con la edad casi to- ’Ademés, del mismo modo que el pais més feliz es das se agotan fatalmente, porque entonces amor, jolgorio, aquel que tiene menos necesidad de importacién 0 no ‘goce de los viajes y de (én, aptitud para figurar tiene necesidad ninguna, as{ también es feliz el hombre en el mundo, todo eso nos abandona ; la muerte nos quita ‘a quien basta su riqueza interior. y que exige para su hasta a los artigos y parientes. En este momento es diversién muy poco 0 nada al mundo exterior, suptesto imés importante que nunca siber lo que se posee en sf que esa importacién es cara, esclavizadora’ y peligrosa, mismo. En efecto, sdlo eso resistiré més tiempo. No expone a desengafios y, en definitiva, nunca es mas que obstante, en toda época, sin distincién, eso es y sigue un mal sucedéneo para las producciones de si propio. ndo la tinica causa verdadera y permanente de la Porque no debemos esperar gran cosa de otro y del ex- felicidad. Porque no hay : : |. ¥y Mucho que ganar en este mun- terior en general. Lo que un individuo puede ser para do; la miseria o el dolor lo ccupan. y a los. que los otro es cosa muy da; cada cual aca han esquivado el tedio les acecha por todos los rincones, ba por quedar solo y quien est solo es entonces la gran ‘Ademés re cuestién. Goethe (2) ha dicho a este propésito, hablando y Ia tonteria de una manera general, que en todas las cosas cada hombres son dignos de listima, E1 i cual en definitiva esté reducido a si mismo, 0 como dos et a. En un mundo ast or- cual en defintiva, est ganizado, el que posee mucho en si mismo es seme- jante a una habitacién en donde hay un nacimiento, Still to ourselves in ev'ry place consign’d, Our own felicity we make or find (3) Cada cual debe ser y propotcionarse lo mejor y més importante. Cuanto més sea as{ més encontraré en s{ mismo el individuo las causas de sus placeres y mds iz seré. Con gran raz6n dijo, pues. Aristételes (4): feliz seré. Con gran jo. pues. Al les (4) a la de la Reina Cristina de Suecia, «los TW pltota ad Galathas, 1, 31. diecinueve afios escusos, sobre Descartes. a quien solo Q) Dichtung und Wahrheit, TI, 474. conocia por lo que se le habia dicho de él y por una (3) Reducides en cualquier lugar a nosotros mismos, nos- sola obra suya que habia I ot ceases “tneontramos nuestra felicidad. The Tra- ra suya leido. y el cual vivia enton- Otros ereaOS scientes, ces en la mas profunda soledad en Holanda: Mr. Des- sa Eudemo., VI, 2. cartes es le plus heureux de tous les hommes, et sa con- 64 65 SCHOPENHAUER dition me semble digne de denvie (1), Sélo que es ne- y es0 era lo que le sucedia a Descartes, que las cias exteriores sean bastantes favorables para permitir poseerse y estat contento de s{ mismo; por eso jastés (2) decia ya: La sabiduria es buena con un patrimonio y nos ayuda a disfrutar de la vista del sol. El hombre a quien se Je ha concedido esta suerte por favor de la naturaleza yelard con un cuidado celo- so de que fa causa interior de su felicidad le sea siem- ~~pre accesibl independencia y ocio. Los adquiriré por la moderacién y el ahorro, y je més facilmente cuanto que no se ve teducido, como los dem4s hombres, a las causas exteriores de los placeres. Por eso la perspectiva de los cargos, del oro, “del favor y la aprobacién del mundo, no le inducirén a renunciar a si mismo para acomodarse a las perspec- tivas mezquinas o al mal gusto de los hombres. Cuando hay fracaso, hard lo que Horacio en su epistola a Me- cenas (3). Es una gran locura perder en el interior para ganar en el exterior; en otros términos: cambiar, en su jidad 0 en parte, el reposo, el ocio y la independen- por el fausto, . 1a pompa, los titulos y los honores. No obstante, Goethe 1o ha hecho. Por lo que a mi toca, mi genio me ha arrastrado enérgicamen- te por el camino opuesto. .d examinada aqui, de que la causa principal d humana viene del interior, est confis justa observacién de Aristételes en la ymaco (4); dice que todo gove supone una iad. y, por consiguiente, el empleo de una fuerza, ¥y no puede existir sin ella, Esta doctrina aristotélica de & (0) Descartes es el mis feliz de todos los mortales, ¥ “ién_me parece digna de envidia. Baillet, Vie de 0. i Vie de Descartes, VII, 12. 5 VEL, 13, 14, é = ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP. It hacer consistir la felicidad del hombre en el libre ejer- cicio de sus facultades predominantes, estin reproduci- das igualmente por Estobeo en su Exposicién de la moral peripatética (1); he aqui dad consiste en ejercer las facultades de cada uno por medio de trabajos capaces de aquel resultado” (2); ex- plica también que por “‘virtud” designa toda facultad fue- a de lo vulgar (virtuositdt). Ahora bien; el destino pri- mitivo de las fuerzas de que la naturaleza ha provisto al hombre ef la lucha contra la necesidad que le opri- me por todas partes. Cuando la lucha hace tregua por un momento, Jas fuerzas sin empleo se convierten en una carga para entonces debe jugar con ellas; esto es, emplearlas sin’ objeto; si no, se expone a la otra causa de las desgracias humanas, al tedio. Asi, pues, el-tedio atormenta a los grandes y a los ricos mas que a los otros, y Lucrecio ha hecho una descripcién de su miseria, cuya sorprendente verdad hay ocasiones de comprender cotidianamente en las grandes ciudades. Exit saepe foras magnis ex aedibus ille, Esse domi quem pertaesum est, subitoque reventat ; Quippe foris nibilo melios qui sentiat esso. Currit agens mannos, ad villam pra _exemplo, tetigit quum limina villae; Aut abit in somnum gravis, atque oblivia qua Aut etiam properans urnem petit, atque revisit ( jcida_con energia je los grandes palacios aquel que esti aburrido de estar en casa, vuelve. al momento Porque no se siente mejor en la calle. Agitando los brazos, corre precipitadamente a las granjas, como si llevase socorro a_una casa incendiada; mas al punto se cansa, en cuanto hha pisado los umbrales de la ciudad o cae en un suefio pesado y busca el olvido, o bien, apresurado, vuelve a la ciudad y la recorre de nuevo, De natura Deorum, TH, 1073 y siguientes, 67 ‘SCHOPENHAUER En esos seffores, mientras son jdvenes, las fuerzas musculares y genitales deben hacer el gasto. Pero mis tarde no quedan mds que las fuerzas intelectuales; si jes aprovisionados para su idad, Ia miseria es grande. Siendo la voluntad la se trata entonces de estimular- la, excitando las pasiones ; se recurte, por ejemplo, a los grandes juegos de azar, ese vicio verdaderamente de- gradante. Por lo demés, idividuo sin ocupacién escogeria, segin la naturaleza de las fuerzas predomi- nantes en él, una diversién que le ocupa, como el juego del billar 0 de ajedrez; Ia caza o la pintura; las carre- ras de caballos 0 la miisica; los juegos de naipes o la poesia; la herdldica o la filosofia, etc. Podemos tratar esta materia con método, refiriéndonos a la raza de las tres fuerzas fisioldgicas fundamentales, que estudiaremos aqui en su ejercicio sin objeto; entonces se nos presen- tan como el origen de tres especies de goces posibles, entre Jos cuales cada hombre escogera los que le son proporcionados, segiin que una u otra de esas fuerzas predominen en él. ‘Ast encontramos, en primer lugar, los goces de la fuerza reproductiva; consisten en la comida, la bebida, Ta digestién, el reposo y el suefio. Existen pueblos que les. En segundo de todas clases, asi como también la caza y hasta combates de la guerra. En tercer lugar los goces de la fad; tales como contemplar, pensar, sentir, ha cet poesia, escultura o musica, estudiar. leer, medi losofar, etc, Sobre el valor, el grado y la du- 10s goces, habria que hacer muchas observaciones; dejamos este cuidado al lector. Pero todo el mundo comprenderé que nuestro placer, cons- tantemente motivado por el empleo de nuestras fuerzas . como también nuestra felicidad, resultado de ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. It la repeticién frecuente de ese placer, sern tanto mayores cuanto de més noble especie sea la fuerza product Nadie podré negar tampaco que la én entre el hom- s otras dos fuerzas el hombre, vienen en segunda fi tenecen nuestras fuerzas intelectuales ; por eso su predo- minio nos hace aptos para residen en el entendimiento, de lo que se llaman los pla- ceres espirituales; estos placeres son tanto mayores cuan- to més acentuado es el predominio (1). El hombre nor- (1) La Naturaleza va elevindose constantemente, desde cual surge la aurora de la luego, a partir de estos det especie humana, el entendimiento ynes numerosas y sensibles Tara_vez llega hasta el grado més elevado, hasta la gencia realmente eminente. Este es, pues, en su sentido més estricto y riguroso, el producto més di premo de la Naturaleza y, por consiguiente, es y precioso que el mundo puede ofrecer. En’ una int y completamente que en cual- ier otro objeto, Asi, el ser que estd dotado de ella posee Jo més noble y delicado que hay en la quiera que sea su naturaieza; todo eso no puede verificarse 69 ‘SCHOPENHAUER ‘mal, el hombre vulgar no puede tomar vivo interés por ‘una cosa si no excita su voluntad, si no le offece inte- és personal. Ahora bier persistente de Ia voluntad esté, por consiguiente, combinada con dolor. Los juegos de naipes, esa ocupacién habitual de Ja “bue- nna sociedad” en todos los paises (1) son un medio de Sia dolores, y ademés, una ver conse por lo general més 0 menos decepcione etal" wend seco cnn ver Baek Ie ee eet gts See oe Ser gte pune a ak ick eect len Regs Pepe ts: a querer dont rete! cae anette EP Ie it Ca frm oe Gesprowiste Hs es lo més infimo Zo fuese mas que cuando cae. Este estado constituye, pues, to tse mls gue Siandg ae Ese eatade conse ou actividad intelectual, necesaria para la aprehensiéa de sus Gatos, quedan solos ‘en accién; de ahf resulta que el hom- bre vulgar siempre esté propicio a todas las impresiones y percibe.instanténeamente todo lo que pasa a su alrededor; Fasta el punto de que el sonido més ligero, cualquier cir cunstancia, por insignificante que sea, despierta inmediata- mente su atencién, lo mismo que ocurre en los ani Todo eso se manifiesta en su semblante y en todo st terior, de ah iene la aparincia vulgar, apariencla, cua impresidn es tanto més repulsiva cuanto que, como on fecuend que ocupa entonces por sf sola ia y mala. ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP, IT excitar intencionalmente 1a voluntad, y eso por intere- ses tan infimos que no pueden ocasionar mas que do- lores momentaneos y ligeros, no dolores petmanentes y setios; de tal manera, que se les pueden considerar co- mo simples cosquilleos de la voluntad. El hombre do- tado de las fuerzas intelectuales predominantes, capaz de interesarse vivamente por las cosas por el camino de la inteligencia pura, sin inmis. querer, siente la necesidad de hi transporta entonces a una regién en la cual el dolor es esencialmente extrafio, por decirlo asi, en la atmés- fera de los dioses de vida facil Mientras ia de los demas hombres trans- curre en el y Sus suefios y sus aspira- ciones se dirigen hacia los intereses mezquinos del bien- estar personal con sus mien- tras que un tedio insoportable se apodera de ellos desde el momento en que no estén ocupados en perseguir es- tos proyectos y quedan reducidos a si mismos, siendo asi que sélo el ardor salvaje de la pasién puede agitar esta ‘masa inerte; por el contrario, el hombre dotado de fa- cultades intelectuales preponderantes posee una existen- cia tica en pensamientos, siempre animada y siempre importante ; objetos dignos e interesantes le ocupan en ‘cuanto tienen ocio para dedicarse a ellos, y leva en si un manantial de los goces mas nobles. rior le viene de las obras de la naturaleza y del aspecto actividad humana, y ademds de las producciones tan variadas de los espiritu eminentes de todos I pos y de todos los paises, producciones que s6lo disfrutar por compl ) es capaz de com- prenderlas y de ido en verdad; mientras que los demas, como ‘oyentes de ocasién, no comprenden mas que a medias, Es cietto que por eso mismo el hombre superior ad- quiere una necesidad de més que los otros hombres: la n ‘SCHOPENHAUER necesidad de aprender, de ver, de estudiar, de meditar, de ejercer; y, por consiguiente, también la necesidad de tener ocios disponibles. Ahora bien; como Voltaire ha observado exactamente, puesto que il n’est de vrais plai- sirs quavec de vrais besoins (1), esta necesidad del hombre inteligente es precisamente la condicién que pone a su alcance goces cuyo acceso nunca estaré per- mitido a los demds; para éstos las bellezas de la natu- taleza y del arte, las obras intelectuales de toda espe- aun cuando se rodean de ellas, no son en el fondo ejo las cortesanas. Un ser asi ia personal, vive una se- ocupacién del su tesoro de juicio y de conocimiento, adquiere cons- tamtemente una unidad y una perfeccién cada vez més pronunciada, como una obra de arte en vias de forma- en cambio, la vida de los demés, puramente préc- ica, esta dirigida tinicamente hacia el bien personal, au- mentando sélo en longitud, no en profundidad, y des- tinada, no obstante, a servirse de fin a sf misma, mien- tras que la otra, que es un simple medio, forma un con- traste penoso con ésta. | ‘Nuestra vida practica, real, cuando las pasiones no la agitan, es aburrida y mondtona; cuando Ia agitan, se hace muy pronto dolorosa; por eso sélo son felices aquellos que han recibido en patrimonio una suma de inteligencia que excede la medida que reclama el ser- vicio de su voluntad. Asi, ademés, de su vida efectiva, }) No hay verdaderos placeres sino con verdaderas ne- cesidades. n ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. II pueden vivir una vida intelectual que les ocupa y les divierte sin dolor, pudiendo mantenerla vivaz y atareada, EI simple ocio, es decir, la inteligencia desocupada al servicio de la voluntad, no basta; para eso es preciso un excedente de fuerza positive que nos haga aptos para una ocupacién puramente espiritual y no dedicada al servicio de la voluntad ; al contrat i leccionador que describe sectos, los péjaros, los minerales, Ias monedas, has- ctual como ésta protege, no ino también contra sus perniciosas consecuencias. Resguarda, en efect compaiifas y contra los numerosos pel las pétdidas y las ne al buscar toda su mi, por ejemplo, mi filosofia no me ha dado a ganar nada, pero me ha ahorrado mucho... El hombre normal, al contrario, esté limitado, para los placeres de la vida, a las cosas exteriores, tales como Ja riqueza, a posicién, la familia, los amigos, la so- “dad de su vida; id se desmorona cuando pierde esas ta decepciones. Para caracterizar este estado del individuo, podemos decir que su centro de gravedad esté fuera de él, Por eso sus deseos y sus ca- prichos son siempre variables: cuando sus medios se mitan, tan pronto compraré quintas como caballos, dar fiestas, luego emprenderé viajes, y, sobre fastuosa ; todo eso precisamente Porque busca en cualquier parte una satisfaccién veni- (2) EI ocio sin los estudios es muerte y sepultura de hombre vivo. Séneca, Epistola 82. ser B ‘SCHOPENHAUER da de fuera; as{ el hombre extenuado espera encontrar en caldos y en drogas la salud y el vigor, cuyo verda- dero manantial es la fuerza vital propia. Para no pasar inmediatamente al extremo opuesto, tomemos ahora un hombre dotado de una potencia ser excesiva, excede, sin embargo, a la me ia y estrictamente suficiente. Veremos a este hombre, cuando las fuentes exteriores de placeres leguen a ago- tarse o no Ie satisfagan, cultivar como aficionado alg na rama de las bellas artes, o bien, alguna ciencia, tal como 1a botdnica, la mineralogi a, Ia astrono- mia, la historia, etc., y encontrar en ella un gran fondo de goce y de recreo. Con este motivo podemos decir que su centro de gravedad est ya en parte en él. Mas el simple dilettantismo en el arte esté atin muy Tas cien- cias dejan en pie las relaciones de los fenémenos entre s{, no pueden absorber al hombre integro, colmar todo su ser, ni, por consiguiente, entrelazarse tan estrecha~ ido de su existencia que se haga incapaz a la que se llama cominmente el geni 1a, fntegra y absolutamente, Ya escencia y la de las cosas; después de lo cual tiende, segiin dual, a expresar sus profundas con- cepciones por medio del arte, la poesia o 1a filosoffa. Sélo para un hombre de este temple es una necesidad irresistible la ocupacién permanente consigo mismo, con sus pensamientos y con sus obras; para él, la soledad es la bienvenida, el ocio es el bien supremo; de lo de- més puede prescindir, y, cuando lo posee,-le sirve mu- chas veces de carga, Sélo de ese hombre podemos decir que su centro de gravedad esta todo dentro de él. Esto nos explica al mismo tiempo cémo es que esos hom- especie tan rara no prestan a sus amigos. 1 bien ptiblico, ese interés fntimo y sin ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. I tes de que son capaces muchos de Jos otros, porque pueden, en ultimo caso, prescindit de todo, con ta! de que se posean a si mismos. Existe, pues, en ellos un elemento aislativo, cuya accién es tanto més enérgica cuanto que los demés hombres no pueden satisfacerles plenamente; asi, pues, no pueden ver en esos otros @ sus iguales, y atin sintiendo constantemente la deseme- janza de su naturaleza en todo y por todo, se habitéan insensiblemente a vagar entre los demas hombres como seres de especie distinta, y a servirse, cuando sus me- ciones se fijan en ellos, de la tercera y no de la primera persona de plural. Considerado desde este punto de vista, el hombre més feliz serd el que esté mejor dotado intelectualmente por la naturaleza, de tal manera, que tanta més impor- tancia tiene lo que existe en nosotros cuanta menos tiene lo que existe fuera de nosotros; esto, es decir, lo por intermedio de fo otro, es decir, de lo subjetivo; accién de lo objetivo es, pues, secundaria. Esto es lo que explica los hermosos versos siguiente La riqueza del alma es 1a tinica riqueza; los demas bienes son fecundos en dolores (I). Un hombre rico en el interior no pide al mundo ex- terior més que un don negativo, a saber: ocio para po- der perfeccionar y desarrollar las facultades de su es- itu y para poder disfrutar de sus riquezas interiores ; eclama, pues, Gnicamente, toda su vida, todos los dias y a todas horas, ser él mismo. Para el hombre llamado a imprimir la huella de su espiritu c tera, no existe més que una sola felicidad y una des- gracia: poder perfeccionar su talento y completar sus obras 0 no poder hacerlo. Todo lo demas es para él insignificante. Por eso vemos a los grandes espiritus de Q) Luciano, in Anthologia, 1, 67. 8 ‘SCHOPENHAUER todos Ios tiempos conceder el mayor vélor al porque, tanto como vale el hombre tanto vale el “a felicidad esté en el ocio” ® dice Aristételes. genes Laercio refiere ta efo como Ta mis bella de las riquezas. Eso es 10 que entiende también Aristételes (2) cuando declara que a vida mds bella es la del fil6sofo. Dice igualmente en Ia Politica (3): “Ejercer libremente su talento; esa es la verdadera fel oethe dice también en Wilhelm Talent, zu einem Talent geboren poser ocio no sélo esté fuera del destino comin, sino también de la naturaleza comtin del hombre, su destino natural es emplear el tiempo en adquirir lo necesario para su existencia y para la de su familia. Es el hijo de la miseria; no es una inteligencia Ii Asi el martirio, para el hombre vulgar, desde el momento en que no puede ocuparlo con medios attificiale. y ficticios de todas clases, con el juego, con pasatiempos 0 con ‘bagatelas de cualquier género. Por eso mismo, el ocio trae también peligros para él, porque se ha dicho con razon: Diffie (). Por otra parte, sin embargo, una inteligencia que excede en mucho a la medida normal, es igualmente un fendmeno anormal y; por consiguiente, contra naturaleza. Cuando se da, hombre que esté dotado de ella, para encontrar la fe- Jicidad, necesita precisamente ese ocio, que, para los demés, es tan pronto importuno como funesto; en cuanto a él, sin ocio, no seria mas que un Pegaso bajo el yugo; en una palabra, sera desgraciado. Sin embat- (Q) Ethica Nicomaco, X, 7. Q) Ethica Nicomaco, X, 7, 8, 9. @) WV, 11. (@) El’ que ha nacidé con un talento, para un talento encuentra en este mismo la mejor existencia. (3) Diffcil es la quietud en el ocio. 16 ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP. I 20, si estas dos anomalias, una exterior y otra interior, se encuentran reunidas, su unién produce un caso de suprema felicidad, porque el hombre as{ favorecido le- vara entonces una vida de orden superior; la vida de un ser se sustrae a los dos origenes opuestos del sufri- miento humano; la necesidad y el tedio esté libertado igualmente del cuidado penoso de dedicarse a subvenit y de la incapacidad para resis ncia libre propiamente dic contrario, el hombre no puede esquivar esos dos ma- les sino por el hecho de que se neutralizan y se anulan completamente. En telacién con todo lo que antecede, debemos con- siderar, por otra parte, que a consecuencia de una acti- vidad preponderante de los nervios, las grandes facul- tades intelectuales producen una sobreexcitacién de Ia facultad de sentir el dolor bajo todas sus formas; que ademés del temperamento apasionado, que es su condi- cién, ast como la vivacidad y la perfeccién mayores de toda percepcién, que son inseparables de él, dan a las chas més emociones dolorosas que agradables; por ul- timo, debemos recordar también que las elevadas facul- tades intelectuales hacen del que las posce un hom- bre extrafio a los demas hombres y a sus agitaciones, en vista de que, cuanto mds pose en si mi puede encontrar en ellos. Mil objetos, en sienten aquéllos un placer i Te parecen insipidos y repugnantes. Tal vez de esta manera la ley de com- pensacién, que reina en todo, domine igualmente aqui. {No se ha supuesto muy a menudo, y con alguna sncia de razén que en el fondo el hombre mis lo de espfritu era el més feliz? Sea como quiera, fa de esta controversia, tanto més cuanto que Séfocles mismo ha emitido dos jui- n ‘SCHOPENHAUER cios diametralmente opuestos : “El saber es, con mucho, la parte principal de la dicha” (sapere longe prima ars est) (1); y, en otra parte, dice: “La vida jucundissima vita est). Los fil6sofos del Antiguo Testa- mento no se entienden tampoco entre si. “La vida del loco es peor que la muerte” (2); el Eclesiasté contrario: “Quien afiade sabidurfa afiade dolor” ( tretanto, quiero mencionar aqui lo que se desi 4 particularmente con una palabra exclusivamente propia de a lengua alemana: la de philister (filisteo); el hom- bre que, a causa de la medida estricta, suficiente y nor- mal de sus fuerzas intelectuales, no tiene ninguna nece- sidad ¢ l, esta expresin pertenece a la vida estu- diantil y se ha empleado después en una acepcién més elevada, pero andloga a su sentido primitivo, para cali- ficar al que es lo contrario de un hijo de las Musas. En efecto; ése es, y sigue siendo, el “hombre vulgar”, Colocéndome en un punto de vista ain mas clevado, quisiera definir a los filisteos, diciendo que son per nas constantemente ocupadas, con la mayor seriedad del mundo, de una realidad que no es tal. Pero esta defi- nicién de una naturaleza ya trascendental no esté en armonfa con el punto de vista popular en que me he colocado en esta disertacién; podria de consiguiente, no ser comprendida por todos admite, por el contr especifico y caracteriza bastante bien la esencia y la raiz de todas las propiedades caracteristicas del somo hemos dicho, es un hombre es. De aqui se desprenden muchas con- primera, por respecto a si mismo, es que B ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP, IL : il n'est de vrais plaisirs qu'avec de vrais besoins. Ningava aspiracién a adquirir conocimientos y juicio para estas cosas en si anima su existencia, como tampoco ninguna aspiracién a los placeres estéticos, porque estas dos aspiraciones estan estrictamente uni- das. Cuando la moda o alguna otra violencia le impone 08 goces, se desprende de ellos lo mas brevemente po- sible, como un condenado a galeras despacha su tra- bajo forzado. Los tinicos placeres para él son los sen- suales ; en ellos se harta. Comer ostras, sorber champa- fia: ése es para él el fin supremo de la existencia; pro- porcionarse todo lo que contribuya al bienestar mate- rial: ése es el fin de su vida. ;Bien satisfecho queda cuando ese fin le ocupa integramente! Porque bienes ya le han sido otorgados de antemano e: iatamente victima dei tedio; para evitarlo intenta 1odo lo que se puede imaginar: bailes, teatros, socieda- des, juegos de naipes, juegos de azar, caballos, mujeres, vino, viajes, ete. Y, sin embargo, todo eso no: basta cuando la ausencia de necesidades intelectuales hace imposibles los placeres intelectuales. Asi, pues, una se- S se agotan pronto, puesta de filisteas como él, se hace pronto fastidio cl juego de naipes acaba por fastidiarle. Le quedan, en rigor, los goces de la vanidad, que consistirdn en exceder a los demas en riqueza, en posicién, en influencia o en poder, lo que equivale entonces a su’aprecio, o bien tra- taré de codearse, al menos, con los que brillan por esas ventajas y a calentarse al reflejo de su esplendor (set snob): La segunda consecuencia resultante de la propiedad fundamental que hemos reconocido al filisteo es que, por respecto a los demas, como esté privado de necesida- des intelectuales, y como esti limitado a las necesidades 9 4 a Jos hombres que puedan satis sy no los que pudieran subvenir cuentra, excitan su antipatia y hasta su odio, porque no siente en su presencia més que un sentimiento importuno de inferioridad y una envidia sorda, secreta, que oculta con el mayor cuidado, que trata de disimularse a si mismo, pero que, precisamente por eso, se convierte a tu; los reserva exclusivamente a la posicién y a la queza, al podcr y a la influencia, que pasan a sus ojos por las tinicas cualidades verdaderas, las tinicas en que aspiraria a rodar. Todo eso deriva de que los idealisias no le dan ningun recreo, y de que, para esquivar el te- mpre a las realidades. Ahora bien; , $e agotan al punto y entonces, en por ota parte, arrastran tras si a desastres de toda especie, mientras que los idealistas son inagotables y, en si mismos, inocentes. En toda esta disertacidn sobre las condiciones personales que contribuyen a nuestra felicidad he tenido en cuenta las nes fisicas y, principalmente, las cualidades in- En mi memoria sobre El fundamento de la moral, 22, 275 (segunda edicidn, 272) (1), expuse cémo Ia per- feccién moral, a su vez, influye directamente sobre la felicidad: a esta obra remito al lector: (1) Véase la traduccién espafiola de La Espaiia Moderna, 80 CAPITULO HL DE LO QUE UNO TIENE Frrcuno, et gran doctor en felicidad, ha dividido ad- mirable y juiciosamente Jas necesidades humanas én tres clases. En primer Iugar-tas necesidades naturales y (on las que, no satisfechas, producen el do- no comprendiendo, pues, més que el “victus” y el imictus” (1), son féciles de satisfacer. En segundo Iu- gar, las necesidades naturales pero no™necesarias? isi la necesidad de la satisfaccién sexual, aunque Epicuro no la enuncia en la relaci reproduzco, en general modificada y corregida. Esta necesidad es ya més di- ficil de satisfacer. En_tercer lugar; las que no son ni naturales ni necesarias: son las necesi iio, de dancia, del fausto y del su satisfaccién may di fe de nuestros deseo: dor ; su mimero es terminar. Porque el contacto de cada cual a este respec- to no reposa en una cantidad absoluta, sino relat 1) Alimento y vestido. (2), Véase a Didgenes Laercio, X, 27, 149 y 127; Cicerén, De fine, 1, 13. 81 Ce tee Aa hn whack de cvormauoen Le ast eck sin denominador. La ausencia delos bienes_a los cua: Jes nunca un hombre ha_pensado en aspirar no puede — ivarle dé ningiin modoz-quedara perfectamente satis- Hecho sin esos bienes, mientras que otro que posee cien mero se sentira desgraciado, porque a Cada cual tiene Tambien, respecto de los bienes que le esté permitido in horizonte propio, y sus pretensiones no le- ies de este horizonte. Cuando un objeto, gan a los situado dentro de sus limites, se le presenta de tal ma- era que pueda estar seguro de conseguirlo, se sentiré 3 por el contrario, desgraciado si, sobre- viniendo obstéculos, se le arrebata aquclla perspectiva. Lo que esté mds alld no ejerce ninguna accién sobre i, Por eso la gran fortuna del rico no molesta al pobre, y por eso también todas las riquezas que ya posee no fem al rico, cuando recibe un desengafio. (La tie queza es como el agua salada ;_cuanto mas se bebe més ed da; lo mismo ocurte también con 1a gloria.) De abi que después de la pérdida de la riqueza 0 del bicnestar, y, tan pronto como se domina el primer dolor, nuestro humor habitual no diferira mucho del que antes nos era propio; se explica porque, habiéndose disminuido por fa suerte el factor de nuestro haber, redujimos al punto, por nosotros mismos, considerablemente el factor de nuestras pretensiones. Eso es lo que hay propiamente doloroso en una desgracia; una vez verificada esta ope- racién, el dolor se hace cada vez menos set le y aca- ba por desaparecer; ia herida se cicatriza. En el orden inverso, en presencia de un acontecimiento feliz, la carga que comprime nuestras pretensiones se remonta y les permite dilatarse; en eso consiste el placer. Pero éste igualmente no dura més que el tiempo necesario para que esta opcracién se termine; nos habituamos a Ja escala asi aumentada de las pretensiones y nos ha- cemos indiferentes a la posicién correspondiente de ri- ‘quezas. Eso es lo que explica la estrofa de Homero, cu- 2 pe #2 Aisere ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. It yos dos uiltimos versos pongo aqui: “Tal i alos hombres terrestres, semejantes alos dias vargbice que trae el Padre de los hombres y de los dioses” (I). El origen de nuestros descontentos estriba en nues- tros esfuerzos siempre renovados para elevar el factor pretensiones, mientras Se las petensones, s el otfo factor se le opone No hay que asombrarse de ver en pobre y Ilena de necesidades, Ia Tiauena seas ere ie considerada y hasta venerada, - quier otra cosa; el poder mismo no se considera an porque conduce a Ja fortuna; no hay que sorprenderse tampoco ver alos hombres pasar a su lado o por enci- ma de cualquier otra consideracién cuando se trata de adquirir de las riquezas, de ver, por ejemplo, a los pro: Fesores de filosofia aprovecharse de la filosofia para ganar dinero, Se acusa con frecuencia a los hombres” de fijarse mas que nada en el dinero y de amarlo més que @ todo el mundo. Sin embargo, ¢s muy natural, { casi inevitable, amar lo que, semejante a un Proteo* infatigable, esté dispuesto en todo un instante a to- » mar la forma del objeto actual de nuestros deseos * fan movies o-de Tnuestras necesidades tan diversas. ' Cualquier otro bien, en efecto, no puede s ~ ‘més que un sal6 deseo, mas que una sola necesidad ; Jos alimentos no valen’ sino para el que tiene ham-~ bre, el vino para el que esta sano, los medicamen- tos para el enfermo, un gabén durante el invierno, las mujeres para la juventud, etc. Todas esas cosas no son, pues, mds que buenas en parte, es decir, relativamente buenas. El dinero sélo es 1o bueno absolyto, porque no | provee WATeaMente a und i ele sino a la necesidad en general La fortuna luarte contra el gran niimero de males y desgracias po- 4 () Odisea, XVII, 130, 137. 83 SCHOPENHAUER sibles, y no como un permiso y ain menos como, una obligacién de tener que procurarse los placeres del inun- do. Las personas que, sin tener fortuna patrimonial, legan por su talento a ponerse en condiciones de ganar mucho dinero, caen casi siempre en la ilusién de creet que @ su talento es un capital estable y que el dinero que les produce ese talento es, por consiguiente, el inte- rés de dicho capital. Asf, pues, no reservan nada de lo que ganan para consolidar un capital duradero, sino que gastan en la misma medida que ganan. Siguese que caen, de ordinario, en la pobreza, cuando sus ganancias se detienen o cesan por completo; en efecto, su talento mismo, pasajero por su naturaleza como lo es, por ejem- plo, el talento para casi todas las bellas artes, se agota, © bien las circunstancias especiales o las conjeturas que Je hacfan productivo han desaparecido. Algunos arte- sanos pueden, en rigor, llevar esta existencia, porque las capacidades exigidas para su oficio no se pierden fécil- ‘mente 0 pueden suplitse por el trabajo de sus obreros; ademés, sus productos son objetos de necesidad, cuyo curso esté siempre aseguraddo; un proverbio alemén dice con razén: Ein Handwerk hat einen goldenen Boden (1). . . No acutte lo mismo con fot artistes y con lo vitwat toda especie. Precisamente por eso se pagan tan ca- fos pero también, y por la misma razon, debieran co- {jlocar en capital el dinero que ganan; en su presuncién, lo consideran como si no fuesen més que los intereses 2 y cotren asi a su pérdida, En cambio, las personas que ‘) poseen una fortuna patrimonial saben muy bien, desde un principio, distinguir entre un capital y los intereses. ‘Asi, pues, la mayorfa trataré de colocar en sitio seguro ital, no lo hipotecaré en ningiin caso y hasta le, una octava parte al menos s0- ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP. It manticnen asi mds a menudo en el bienestar. Nada de todo lo que acabamos de decir se aplica a los comer. ciantes; para ellos, el dinero es en si mismo el ins. trumento de la ganancia, el utensilio profesional, por de. cirlo asi; de donde se sigue que, aun cuando lo han adquirido por su propio trabajo, buscarén en su em- Pleo los medios de conservarlo 0 de aumentarlo. Asi, Pues, la riqueza es habitual en esta clase mds que en ninguna otra, En general se observard que, por lo comtin, los que ya estén aferrados a la verdadera miseria y necesidad, las temen menos y estén més inclinados a ia disipacion que los que no conocen estos males mas que por refe- rencia. A la primera categoria pertenecen todas los. que, porcualquier casualidad 0 por habilidades especiales, shan ‘pasado répidamente de Ja pabseza-al bienestar; a Ja otra los que han nacido con fortuna y la han con- servado. Todos éstos se preocupan del porvenir més que los primeros y son mas econdmicos, De aqui se podria deducir que Ia necesidad no es una cosa tan mala como parece serlo, vista desde le- . Sin embargo, la verdadera razén debe ser mas bien para el hombre nacido con una fortuna la tiqueza parece algo indispensable, como nto de la tinica existencia posible, lo mismo que aite; asi que cuidaré de ella como de su propia y serd, generalmente, ordenado, previsor y econd- mico. Por el contrario, pata el que desde su nacimiento ha vivido en la pobreza, ésta le parecer la condicién natural; la riqueza que por cualquier camino pueda suerte més tarde, le pareceré una cosa su- ‘buena solamente para disfrutar de ella y des- 3 se ismo que, cuando la haya la lo mismo que antes, un peso. Aqui viene y que ademés se descargaré bien decir con Shakespeare: 85 SCHOPENHAUER =~ The adage must be verified: That beggars mounted run their horse to death (1). ‘Agreguemos que estas personas poseen, no tanto en su cabeza como en su corazdn, una fitme y excesiva confianza por una parte en su suerte, y por otra, en sus propios recursos, que ya los han ayudado a salir de la necesidad y de la indigencia; no consideran la mise- ria, como hacen los ricos de nacimiento, como un abis- mo sin fondo, sino como el cieno de un pantano que les basta pisar con el pie para que se temonte a la su- petficie. Por esta misma particularidad humana se pue- de explicar cémo algunas mujeres, pobres antes de su matrimonio, son, muy a menudo, mds exigentes y mas derrochadoras que las que han levado un buen dote; en efecto, la mayor parte de las veces, las muchachas ricas no sélo aportan fortuna, sino también més celo, y. por decirlo asi, més instinto hereditario para conservarla que los pobres. No obstante, los que quisieran sostener la tesis contraria encontrarén una autoridad en la pri- mera sitira del Ariosto: en cambio, el doctor Johnson se adhiere a mi opinién: A woman of fortune bening used 10 the handling of money, spends it judiciously: but @ woman who gets the command of money for first time upon her marriage, has such a gust in spending it, that she throws it away with a great profusion (1). En todo caso, yo aconsejaria a quien se casa con una mu- (1) “Debe cumplirse el adagio: que el mendigo montado hhace que su caballo galope hacia la muerte”. Henry, IV, 3, 1. (2) Una mujer rica que esté acostumbrada a manejar dinero, lo gasta con cordura; pero uma mujer que a su ‘toma por primera vez a su cargo Ia administra- fortuna, tiene tal gusto en gastarla que derrama el dinero con gran profusién.” Boswell, Life of Johnson, ann, 1776, vetat, 67, en la edicién de 1821, vol. V, III, 159. 86 ARTE DEL BULN VIVIR.—CAP. IIT chacha pobre, que legase, no un capital, sino una simple renta, y, sobre todo, que velase porque la fortuna de los hijos no cayera en sus manos. No creo en manera alguna hacer nada que sea ind no de mi pluma al recomendar aqui el cuidado de con- servar su fortuna, adquirida o heredada; porque es una ventaja inapreciable poseer una fortuna adquirida, aun cuando no bastase mas que para permitir-vivir cémoda- mente, solo y sin familia, en una verdadera indépenden> a, es decir, sin tener necesidad de trabajar ; en eso con- iste la inmunidad que exime de las iniserias y de Tos” jos a la vida humana; esa es la. emanci- id_gencral. quergscel destino de los hijos de la tierra. Sdlo por este favor es uno verdadera- ' mente hombre nacido libre: con esta condicién es uno realmente sui juris, seiior de su tiempo y de sus zas, y puede decir cada mafiana \“‘La jornada es Asi, pues, entre el que tiene mil T lé fenta y que tiene cien mil Ja diferencia es infinitamente menor que entre el primero y el que no tiene nada. Pero la fortuna patrimonial alcanza su mas subido valor cuando le toca en suerte al que, dotado de fuer zas intelectuales superiores, persigue proyectos cuya rea lizacién no se acomoda a un trabajo hecho para ganar la vida; colocado en estas condiciones, este hombre esté doblemente dotado por la suerte; ahora puede vivir al} servicio de su genio, ¥ pagara al céntuplo su deuda ha- cia la humanidad, produciendo lo que ningiin otro pu- diera producir y creando lo que constituiria el bien y -al mismo tiempo el honor de la sociedad humana. Otro, colocado en una situacién tan favorable, mere- cerd bien de la humanidad por sus obras filantrépicas, En cuanto al que, poseyendo un patrimonio, no pro- duce nada semejante, aunque sea a titulo de ensayo, 0 que por medio de estudios serios no se ctea al menos la posibilidad de hacer progresar una ciencia, éste es un 87 x) er vv scuorennauen holgazén despreciable. No serd feliz tampoco, porque el hecho de redimirse de la necesidad le transporta a otro polo de la miseria humana, el tedio, que le martiriza de tal manera, que seria mucho més feliz si la necesi- dad le hubiese impuesto una ocupacién. Este tedio le hard lanzarse fécilmente a extravagancias que le mina- rén esa fortuna de que no era digno. En realidad, una ‘multitud de personas estén en Ja indigencia por haber gastado el dinero cuando lo tenian, a fin de proporcio- narse un alivio momenténeo al tedio que los consumia. — May otra cosa ocurre cuando el fin que se persigue es elevarse en el servicio del Estado, cuando se trata por consiguiente, de obtener favor, amigos, relaciones, por medio de los cuales se pueda subir de grado en grado y Iegar acaso algun dia a los puestos mds eleva- dos; en tal caso, vale més en el fondo haber venido al mundo sin la menor fortuna, Para un individuo que no es de la aristocracia y que tiene algdn talento, ser tun pobre indigente constituye una ventaja real y una recomendacién. Porque lo que cada cual busca y ama ante todo, tanto en la simple conversacién como forzo- samente en el servi 0, es la inferioridad det otro. Ahora bien; i igido por las circunstancias. Sélo un miserable se inclina muy a menudo y por mucho tiempo, y sabe encorvar su espina dorsal en reverencias de 90 grados bien contados; s6lo él lo sufre todo con Ja sonrisa en los labios; s6lo él reconoce que los méri- tos no tiene valor alguno; sélo él prey-na como obras maestras, piblicamente, en voz alta, 0 en gruesos ca- racteres impresos, las inepcias literarias de sus superio- res o de los hombres influyentes en general sabe mendigar; por consiguiente, s6lo él puede 88 ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. Se a tiempo, es decir, desde su juventud, en esa verdad eculta que Goethe nos ha descubierto en estos términos : ig Was man dir auch sage (1). Aquél que, por el contrario, hereda de sus padres una fortuna suficiente para vivir ser4, por lo general, recalcitrante ; esté acostumbrado a cai lades que pose y ficienelx debiers coimprender al" Ver to que pasa con el mediocre et rampant (3); es capaz, también, “HE Dose Ia inferioridad de los que estin colocados sobre él; y, por ultimo, cuando las cosas legan a ser indignas se hace contemplativo y misdntropo. No se vence con eso en el mundo, y podra decir, finalmente, con el desvergonzado Voltaire: Nous n’avons que deux jours @ vivre; ce n'est pas la peine de les passer & ram per sous des coquins meprisables (4). Desgraciadamen- te, dicho sea de paso, este coguin meprisable es un atri- buto que se pusde aplicar a muchos individuos en este mundo. Podemos, pues, decir que lo de Juvenal Haud facile emergunt, quorum virtutibus obstat res angusta domi (5): (1) Nadie se queje de Ja inferioridad, porque es la fuer- 2a, digase lo que quiera. W. 0., Diran, (2) Con ta cabeza erguida, En francés, en el texto alemén. () Mediocre y rastrero. En francés, en el texto alemén, ) No tenemos més quedos-dias de vida; no merece le Bena de pasarlos rastréando a los pies de-plcaros.desp (5) No se abren paso con facilidad aquelios a cuyas a dotes sirve de obstéculo la penuria de su familia, ‘SCHOPENHAUER se aplica més bien a Ia carrera de las personas ilustres que a la de las gentes mundanas. ; Entre las cosas que uno pose no he contado mujer © hijos, porque més bien es uno posefdo por ellos. Con més razén se podria incluir a los amigos; pero también ‘aqui el propietario debe ser del mismo modo propiedad del otro. CAPITULO IV DE LO QUE UNO REPRESENTA L_ 9,0 representamos, es decir, muestra existencia en. la opinién de otro, se aprecia demasiado, por lo general, a causa de una debilidad particular de’ nuestra naturaleza, aunque la menor reflexién pueda ensefiar- nos que eso es en si de ninguna importancia para nues- fe idad. Asf, pues, cuesta trabajo explicar la gran ‘Satisfaccién interior que experimenta todo hombre desde el momento que observa un rastro de la opinién favora- ble de los demas y en cuanto se malogra su vanidad, comoquiera que sea. Tan infaliblemente como el gato se pone a maullar cuando se le acaricia el lomo, asf se ve teflejarse un dulce éxtasis en el semblante del hom- logia, especialmente cuando el elogio de sus pretensiones y aun cuando sea Los signos de aprobacién de los a veces, de una desgracia teal o de gusta de una manera infalible, y muchas veces se siente dolorosamente afectado por cualquier lesién de su am- bicidn, en cualquier grado o bajo cualquier respecto, por todo desdén, por toda negligencia, por la menor falta de consideracién. En cuanto que sirve de base al sen- to del honor, esta propiedad puede ejercer una a ‘SCHOPENHAUER influencia saludable sobre Ja buena fortuna de muchas personas, como sucedaneo de su mor cuanto a su accién sobre la verdadera fe bre y especialmente sobre el teposo y del alma (dos condiciones tan necesarias para la feli- cidad) es mds bien perjudicial y perturbadora que favo- rable. Por 50, desde nuestro punto dé vista, es pruden- te fijarle limites; y por medio de cuerdas reflexiones y una apreciacién exacta del valor de los bienes, moderar esa gran susceptibilidad respecto a la opinién de otro, tanto cuando se le acaricia, como cuando se le hiere, porque ambos casos tienen el mismo origen. De lo con- trario, permanecemos esclavos de la opinién y del senti- miento de los demas. Sic leve, sic parvum est, animum quod faudis avarum subruit ac reficit (1). Por consiguiente, una justa apreciacién del valor de Jo que uno es en y por si mismo, comparado con lo que uno es a los ojos de otro, contribuird mucho a nues- tra felicidad, El primer término de la comparacién com- prende todo lo que ocupa el tiempo de nuestra propia existencia, el contenido intimo de ésta y, por tanto, todos los bienes que hemos examinado en los capitulos intitula- dos: De lo que uno es y De lo que uno tiene. Porque el lugar donde esté la esfera de accién de todo eso es la pro- pia conciencia del hombre. Por el contrario, el lugar de todo lo que somos para los demds es la conciencia de otro; es la figura bajo la cual nos aparecemos a ella, ast como las nociones que a ella se refieren (2). Ahora bien, (d) Tan leve, tan insignificante es lo que abate 0 recon- forta a mi espfritu, 4vido de alabanza. 2) Las clases mas elevadas, en su fausto y su ¢s ‘en su magnificencia y su ostentacién de toda espe: de nosotros; su lugar es el cerebro de los demas. 92 ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP, 1V esas son cosas que directamente no existen en absoluto para nosotros ; todo eso no existe mas que indirectamen- te, es decir, en cuanto que determina la conducta de los demas para con nosotros. Y esto mismo no entra, real- mente, en'consideracién sino en cuanto que influye so- bre lo que pudiera modificar lo que somos en y por nos- otros mismos. Aparte de eso, 10 qu ciencia extrafia nos es perfectamer la vez, nos haremos indiferent superficialidad y ‘Ya! idad de los pensamientos, los limites reducidos de de las 0 tes que se cobijan en casi todos los cerebros, y a medi da ue aprendamos por experiencia con qué despr bla en ciertas ocasiones de cada uno de nosotros, cuanio se cree que no lo sabremos, y, sobre todo, cuando hayamigs ofdo una vez con qué desdén hablan del hor distinguido media docena de imbéciles En todo caso, debemos no encontrar la felicidad en ; as clases de bienes de que ya hemos hablado y si bus- ’ carla en esta tercera, es decir, en lo que somos, no en la realidad, sino en la ima, otro. En tesis general, nuestra base de nues- to ser y, por con de nuestra felicidad también. Lo esencial jos necesarios para nuestra manutencién Y, por consiguiente, una existencia libre de cuidados. El honor, el esplendor, la grandeza, la gloria, por mu: ~ cho valor que se les atribuya, no pueden hacer compe- tencia a esos bienes esenciales ni reemplazarlos; muy al contrario, en circunstancias adversas, no se vacilaria ni un momento en cambiarlos por los otros, Ser4, pues, muy Util para nuestra felicidad conocer a tiempo este hecho tan sencillo: que cada cual vive principal y efectivamen- 8 ‘SCHOPENHAUER _ — — te en su propio pellejo, y no en la of més, y que, como es natural, nuestra situacién real y personal, tal como esté determinada por la salud, el ta hace desgraciado. Gritar con ént ‘ELhonorcsan: tes que la vida", es decir, en realidad: “La vida y Ta giienza, asi también insultar es un honor. Asi, pues, que la verdad, el derecho y la adversario, pero que y diablo con todos sus el derecho y la razén creéis? No; por la pistol espada. Luego, desde el punto de vista del honor, la gro- seria es una cualidad que suple o domina a todas las demés; el mas grosero tiene razén siempre: quid mul- ta? Cualquier necedad, cualquier inconveniencia, cual- quier infamia que se haya podido cometer, una groseria ese carécter y los legitima al punto. Que en una. discusién o en una simple conversacién otro des- pliega un conocimiento mds exacto de la cuestién, un amor més severo de la verdad, un io mds sano, mds raz6n; en una palabra, que saque a luz méritos intelec- tuales que nos hunden en la sombra, no podemos me- nos de borrar de un golpe todas esas superioridades, azar nuestra indigencia de espiritu y ser superior haciéndose grosero u ofensor, Porque una grosetia ame- naza cualquier argumento y eclipsa a todo ingenio. Si, pues, nuestro adversario no se pone también de una parte y no replica con una groseria ain mayor, en cuyo ramos al noble asalto por la ventaja, nosotros somos los victoriosos y el honor esté de nuestra parte; verdad, instrucci6n, juicio, inteligencia, espiritu; todo 119 ‘SCHOPENHAUER eso debe replegarse y huir ante la divina grosetia. Ast, pues, los “hombres de honor”, desde el momento en distinta de la suya 0 despliega més razén de la que pueden poner en ejer- io, harén el gesto de montar inmediatamente a horca- jadas sobre ese caballo de combate; cuando en una controversia carecen de argumentos que oponeros, bus- caran alguna groserja, lo que hace el mismo oficio y es més fécil de encontrar, luego de lo cual se marchan triunfantes. Después de lo que acabamos de exponer, {no se tiene razén para decir que el principio del ho- nor ennoblece el tono puro? La maxima de que aca- bamos de ocuparnos se funda a su vez en la siguiente, que es, propiamente dicho, el fundamento y el alma del presente cédigo. 5° El tribunal supremo de justicia, de aquélla ante Ja cual, en todos las diferencias tocante al honor, se puede apelar a cualquier otro ejemplo, es la fuerza, es animal), esta lucha se efectia por el due- Jo, mediante las armas especialmente confeccionadas con |. Esta mé- xima fundamental esta designada, como es sabido, por Ia expresién derecho de la fuerza, que implica una iro- la palabra Aberwitz (1), que es mo, el honor caballeresco debiera la- marse: el honor de Ia fuerza. 6° Al tratar del honor burgués lo hemos encontrado muy escrupuloso en los capitulos de lo tuyo y de lo mio, de las obligaciones contraidas y de la palabra dada ; en cambio, el cédigo natural profesa en todos esos pun- @) Absurdo. 120 ARTE DEL BUEN VI car. WV los principios mas noblemente liberales. En efecto, 86 “palabra de honor”, ha dicho: “por el honor”, de donde resulta Ia presun- cidn de que se puede faltar a cualquier otra palabra. Pero atin en el caso en que se hubiera bra de honor, i vemos forzados a batitnos con los que sostienen que hemos dado nuestra palabra de honor, Ademés, no ha existido més que una sola deuda que haya que pagar sin falta; es la deuda de juego, que, por ese motivo, llama “una deuda de honor”. En cuanto a las demds deu- s, aunque se mezclasen judios y mnos, eS0 NO perjudicaria en nada al honor caballeresco (1). yecto de esta disertacién sobre el jones precisas y se les anun- ios, a los cuales obedecen atin ina, todos Tos que pertenecen 2 lo ma buen tono. davia que en que les tributan la venera- in més profunda y era; que estén dispuestos en les Su felicidad, su reposo, su salud y su vida; que estén convencidos de que su ralz estd en la naturaleza humana, que son innatos, que existen a priori y son superiores a todo examen. Estoy lejos de querer enetrar en su corazén, pero debo declarar que eso no dice mucho a favor de su inteligencia. Asi, pues, esos principios eran convenir, menos que 2 cu: otra, a esa clase I destinada a’ representar la inteligencia, a ser la sal de que se prepara en consecuencia para esa noble ‘obedece a esos preceptos mas que cualquier otra clase. No vengo a lamar aqui la atencién de los jovenes 121 SCHOPENHAUER Todo espfritu de buena fe reconocer& a primera vista que este cédigo extrafio, barbaro y ridfculo del honor no puede tener su origen en la esencia de la naturaleza humana o en una manera sensata de examinar las rela- ciones de los hombres entre sf. Esto es lo que confirma también el dominio muy limitado de su autoridad; ese dominio, que data de la Edad Media, se limita a Europa, y agui mismo no abarca mas que la nobleza, 1a clase militar y sus émulos. Porque ni los griegos, ni los ro- iticos muy civilizados, ni en ni saben la primera letra de ese honor y de sus pi Todos esos pueblos no conocen més que lo hemos Ila- mado honor burgués. Entre ellos. el hombre no tiene otro valor que el que le da su conducta {ntegra. y no la que le da fo que agrada a una mala lengua decir por su cuenta. Entre todos esas pueblos, lo que dice o hace un individuo puede aniguilar su propio honor, pero nunca estudiantes sobre las consecuencias funestas o inmorales de ada y del Lacio, cuya inteligencia joven se ha tenido la ‘buena precaucién’ de ilustrar en edad temprana con rayos Juminosos emanados de los sabios y de los nobles de la hermosa antigiiedad, edmo es que queréis comenzar la vida tomando por regla de conducta ese cédigo de la sinrazén y de Ia brotalidad? Ved ese cédigo, cuando se Je reduce a n clones claras, como yo lo he hecho, {cémo estd extendido al a vuestra vista en su lastimosa nulidad! Hacedle la piedra de toque, no de vuestro corazén, sino de vuestra razén, Si ésta no Io rechaza, entonces vuestra cabeza no es apta para cultivar un campo donde las cualidades indispensables son una fuerza enérgica de juicio que rompa fécilmente los la- 208 del prejuicio, y una razén perspicaz que sepa distinguir claramente lo verdadero de lo falso, aun alli donde la dife- rencia esti profundamente oculta, y no, como aquf, donde estd palpable: si ast es, mis buenos amigos, buscad algin ‘otro medio honrado de sacaros del apuro ‘en el mundo, hhaceos soldados 0 aprended algiin oficio, porque todo ofici 122 ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP, IV el de otro. Un golpe, en todos estos pueblos, no es otra cosa que un golpe, tal como puede darlo cualquier caba- Ho 0 cualquier asno, y mas peligrosa atin; un golpe po- dré, en ocasiones, despertar la célera o inclinar a ven- garse inmediatamente; pero no tiene nada de comin con el honor. Esas naciones no tienen libros donde se enumeren los golpes o las injurias, asi como las satisfac- ciones que se han dado 0 que se ha desdefiado de dar. Por lo que alafie a bravura y desprecio de la vida, no ceden en nada a la Europa cristiana. Los griegos y los Tomanos eran seguramente héroes acabados, pero igno- raban plenamente el point d'honneur. El duelo no era en ellos asunto de las clases nobles, sino de viles gla- diadores, de esclavos abandonados y'de criminales con- denados, a quienes excitaban a batirse, hacigndoles al- temar con bestias feroces, para la div.*sién det pueblo. Con la introduccién del cristianismo, los juegos de gl diadores fueron abolidos, pero en su lugar. y en pleno cristianismo, se ha iniciado el duelo por intermedio del juicio de Dios. Si los primetos eran un sacrificio crue ofrecido a la cutiosidad publica, el duelo es también un sactificio muy cruel. al prejuicio general, sacrificio en que no se inmolan criminales, esclavos 0 encarcelados, sino hombres libres y nobles. Una multitud de rasgos que la historia nos ha conser- vado, demuestran que los antiguos ignoraban en abso- futo ese prejuicio. Cuando. por ejemplo, un jefe teutén provocé a Mario en duelo, este héroe le respondié que “si estaba cansado de la vida, no tenia mas que colgar- se”, proponiéndole, sin embargo. un meritisimo gladiador con el cual pudiera batallar a gusto (1). Leemos en Plu- tarco (2) que Euribfades, comandante de la flota, en una discusién con Temistocles, alza el bastén para pegarle : no vernos que éste sacase su espada, sino que dijo: “Pega, (1) Freinsh., Suplementa in Lirium, UXVIL, 12. (2) Themistocles, 11. 123 'SCHOPENHAUER pero escucha”. ;Qué indignacién debe sentir el lector que sea “hombre de honor” al no encontrar en Plutarco la mencién de que el cuerpo de oficiales atenienses de- clarase inmediatamente no querer servir més a las drde- nes de ese Temistocles! Asi dice con razén un escritor francés moderno: Si quelqu'un s‘avisait de dire, que Démosthene fut un homme d'honneur, on sourirait de pitié... Cicerén n’etait pas un homme d'honneur non plus (1). Ademés, el pasaje de Platén (2) sobre los golpes, es decir, las vias de hecho, prueba bastante que en esta materia los antiguos no sospechaban siquiera ese sentimiento del puntillo de honor caballeresco. Sécrates, a consecuencia de sus numerosas disputas, estuvo mu- chas veces expuesto a recibir golpes, que soportaba con tranquilidad; un dia recibié una patada, la acepté sin incomodarse. y dijo a uno que se extraiiaba de eso: “Si un asno me hubiese pegado, jiria a pedirle satisfaccio- nes?” 3), Otra vez, como alguien le dijese: “Ese os combate; ,n0 os injuria?”, le respondié: “No, porque lo que dice no se aplica a mi” (4). Stobeo (5) nos ha conservado un largo pasaje d. Musonio que permite darse cuenta de la manera como los antiguos afrontaban las injurias; no conocian otro medio de obtener satisfaccién que acudiendo a los tribunales, y los sabios hasta des- defiaban éste. Puede verse en el Gorgias de Platén (6) que, en efecto, esa era la nica reparacidn exigida para (1) Durand, Soirées litteraires, 1, 300, Rouen, 1828 (a). (2) De legibus, 1X, las seis tltimas péginas y XI, 131, edicién Riport. (3) Didgenes Laercio, If, 21 (4) Ibidem, 36. (5) Florilegium, edicién Gaisbord, I, 327-330. (©) Pagina 86, ed. Bipont. (@) La tradvecién del pasa frances es. Si alguien se aventurese decir que Deméstenes ue un hombre de honor. se sonrevia decompo Siém “Crerdn mo era tampoco un hombre de humor, 124 ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. IV una bofetada ; alli encontramos también (1) reproducida la opinién de Sécrates. Eso resulta también de lo que cuenta Aulo Geiio (2), de un tal Lucio Veracio, que se entretenfa por jugueteo y sin motivo alguno, en dar una bofetada a los ciudadanos romanos que encontraba por la calle; para evitar muchas formalidades, se hacia acom- pafiar, a este efecto, de un esclavo, portador de un saco de monedas de cobre y encargado de pagar inmediata- mente, al traseinte asombrado, la indemnizacicn legal de 25 ases. Crates, el célebre filésofo cinico, habia recibido del miisico Nicodromo una bofetada tan terri- ble, que su rostro estaba tumefacto y esquimosado; en- tonces se grabé en la frente una planchita con esta ins- ‘odromo lo ha hecho"; con lo que cubrié de vergiienza a aquel tocador de flauta por haber come- tido tal brutalidad (4) con un hombre a quien Atenas reverenciaba al igual de un Dios lar (4). A este props- sito tenemos una carta de Didgenes de Sinopes, diri a Melesipo, en la cual, después de haber contado que fue apaleado por atenienses beodos, agrega que no importa absolutamente nada, Séneca en su libro De cons- tantia sapientis, desde el capitulo X hasta el fin, trata detalladamente del ultraje (contumelia) para establecer que el sabio lo desprecia. En el capitulo XIV, dice: Ar sapiens colaphis percussus, quid faciet? Quod Cato, cunt itli os percussum esset: non excanduit, non vindicavit wriam: nec remisit quidem, sed factam negavit (5). i, exclamais; pero eran sabios!” Y vosotros sois, nevis? Conformes... Vemos, pues, que todo ese princi- pio del honor caballeresco era desconocido de los anti- () Pagina 133. 2) XX 1. G) Didgenes Laercio, VI, 89. (4) Apulello, Florida, 126, edicién Bipont. (3) “Mas el’ sabio abofeteado, cqué hard? Lo que Catén cuando le hirieron en el rostro: no se encendié en célera, no veng6 la injuria; ni la perdoné tampoco, sino que nesd que se le hubiera hecho.” 125 SCHOPENHAUER guos, precisamente porque examinaban las cosas bajo ‘su aspecto natural, sin prevenciones y sin dejarse man- tear por siniestras fas chirigotas de esa especie. Asi, pues, en un golpe en Ja cara no vefan nada mds que lo que es en realidad, un prejuicio fisico, mientras que para los modernos, es una cal dias, como, por ejemplo, en el un drama alemén mas reciente intitulado La fuerza de iera Hamarse mas bien los ejemplos de la antigtiedad, referidos més arril ben haber puesto en muy mala disposicién a los “hom- bres de honor”; les recomendamos, como antidoto, que Jean en Jacques le fataliste, la obra maestra de Diderot, la historia del sefior Desglands (1); encontrarn un tipo (2) 3 gator sleméa sie gut en au Slike eine Abhonlung ya més arriba y contenida en Schopenhauer resume esta res de honor, uno de los cuales se lamaba Desglands, jaban a la misma mujer; jos a la mesa uno ‘a otro y enfrente de la dama, cuya atencidn trata de atraerse Desglands con los més animados discursos: tanto, los ojos de la persona amada buscan constant ‘Dos al rival de Desglands y oye distraida lo que éste celos provocan en Desglands, que tiene en la mat Yo, una contraccién espasmodi por recibida. Se hace un profundo Desglantis se presenta con de Desglands fue herido gravemente, pero no mortalmente. Desslands disminuyé entonces su tafetén negro en algunas Mneas, Después de la cura del rival, segundo duelo; glands le hirié de nuevo, y acorté su emplasto. Asi seis veces seguidas; después de cada duelo, Desslands dis- minufa el retal del’ tafetén, hasta la muerte del rival. 126 ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP, IV excepcional de honor caballeresco moderno que podré tarles y edificarles a la vez, De todo lo que precede, resultan pruebas suficientes de que el principio del honor caballeresco no es un prin- basado en la naturaleza propia del Es hijo de esos siglos en que los puiios estaban més ejer- citados que los cerebros, y en que los sacerdotes tenian la razén encadenada ; finalmente, de esa Edad Media tan ensalzada y de su caballerfa, En efecto, en aquella época, Dios no sdlo tenia la misién de velar por nosotros; de- delicadas se decidian por las ordalias 0 juicios de Dios, que consistian, con pocas excepciones, en los com- bates singulares, no sdlo entre caballeros, sino hasta en- tre burgueses, como lo demuestra un lindo pasaje del Enrique VI, de Shakespeare (1). El combate singular 0 juicio de Dios era una instancia superior a la cual se podia apelar de toda sentencia judicial. De esta manera, en lugar de la raz6n, era la fuerza y la destreza fisicas, cho de otra manera, la naturaleza animal, la que se erigia en tribunal, y no era lo que un hombre habia hecho, sino lo que le habia sucedido, lo que decidi razén 0 no, exactamente igual que procede el prin- cipio de honor caballeresco, atin hoy en vigor. Si se con- servasen dudas sobre este ori malidades, bastaria, para la excelente obra de Mellingen, The history of duelling, 49. Adin en nuestros dias, las personas que co forman su vida a esos preceptos (sabido es que por lo general, no son precisamente ni la més instruidas ni las més razonables), hay algunas para quienes el resultado del duelo representa, efectivamente, la sentencia divina, en la diferencia que ha provocado el combate; esa es, (1) Segunda parte, acto Uf, escena IIL. 127 ‘SCHOPENHAUER, evidentemente, una opinién nacida de una larga trans- misién hereditaria y (radicion: Abstraccin hecha de su origen, el principio de honor caballeresco tiene por objeto inmediato hacerse tributar, riores de aprecio que se cree muy quirir realmente. Es poco mas 0 menos como si uno calentase con su mano la bola de un termémetro y qui siese demostrar, por la ascensién de la columna de mer- curio, que su habitacién esta bien caldeada. Examinan- dolo més de cerca, he aqui en principio: del mismo modo que el honor burgués, quie tiene por objeto las relacio- nes pacificas de los hombres entre si, consiste en la opinién de que merecemos plena confianza, porque respetamos escrupulosamente los derechos de cada cual, as{ también el honor caballeresco consiste en la opinién de que somos de temer, pues estamos decididos a de- fender a ultranza nuestros propios derechos. La maxi- ma de que vale més inspirat el temor que la confianza, no seria tan falsa, en vista del poco caso que se puede hacer de la justicia de los hombres, si viviésemos en cl estado natural en que cada cual debe por s{ mismo de- fender su perso cién en nuestra época de civilizacién, en que el Estado toma a su cargo la prof¥ccién de la persona y de la propiedad; viene a ser como esos castillos y ruinas de la época del Derecho manual, imutiles y abandonados en medio de campos bien cultivados, de animadas ca- treteras y hasta de vias férreas. El honor caballeresco, por lo mismo que profesa la méxima precedente, se ha relegado necesariamente en esos prejuicios a la persona que el Estado no castiga sino ligeramente 0 no castiga en absoluto, en virtud del pi De minimis lex non curat (1), pues esos delitos s6lo causan un dafio insignificante, y a veces no son més (Q) “La ley no se cuida de las cosas infimas”, 128 ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP, IV que simples pantomimas. Para conservar su dominio en una esfera muy elevada, el Estado ha atribuido a fa persona un valor cuya exageracién es desproporcionada a la naturaleza, a la situacién y al destino del hombre; lleva este valor hasta hacer del individuo algo sagrado, personas, se encarga de castigarlas por si mismo, siem- pre con castigos corporales y hasta con la muerte del ofensor. Hay, indudablemente, en el fondo el orgullo mas desmesutado y el ensorberbecimiento mds repul- sivo en olvidar la naturaleza real del hombre y preten- idad y de una ittepro- do hombre decidido a man- r la violencia y que profesa la maxima: Quién me insulta 0 me pega, debe perecer, merece por eso ser expulsado de cualquier pais (2). Es (2) EI hor + caballeresco es hijo del orgullo y de la lo- cura, (La verdad opuesta a estos principios est4 claramente expresada en la comedia El Principe Constante con estas palabras: Esa es la herencia de Addn.) Es chocante que este gullo extremado s6lo se observe en el seno de esa reli- tos la extremada humildad; ss otras partes del mundo conocen honor caballeresco. Sin embargo, no hay que Ja causa de esto a la religién, sino al régimen feudal bajo cuyo imperio todo noble se consideraba como un soberano en pequefio; no reconocia entre los hombres sobre él 1S nobles: “mas tarde se extendié a los militares, a los cuales se unieron después a veces, pero de una manera constante, las otras ‘mas elevadas, con el fin de no suftir desprecios. Las ordalfas, aunque hayan dado nacimiento a los duelos, no son el origen del principio del honor; no son mas que ‘su con- secuencia y su aplicacién; todo el que no reconoce a gin hombre el derecho de juzgarle apela al Juez divino. 129 SCHOPENHAUER verdad que se anticipan toda clase de pretextos pata defender este orgullo inconmesurable. De dos hombres inttépidos, se dice, ninguno ceder; en la més ligera colisién, Hegarian a las injurias, luego a los golpes, y. por ultimo, al asesinato; es, pues, preferible, por res~ peto a las conveniencias, saltar los grados intermedios y recurrir inmediatamente a las armas. Los detalles del procedimiento se han formulado con tal motivo en un sistema de una pedanterfa rigida, que tiene sus leyes y sus reglas y que es la fuerza mas higubre del mundo; se puede ver en ese sistema, sin duda alguna, el pan- tedn glorioso de Ja locura, Pero el mismo punto de partida es falso; en las cosas de minima importancia (quedando siempre los asuntos graves diferidos a la decision de los tribunales), de dos hombres intrépidos habré siempre uno que ceda, el mds cuerdo; cuando no se trata més que de opiniones, no se ocupara apenas de ello. Encontramos la prueba de esto en el pueblo, 0, ales Las mismas ordalias no pertenecen exclusivamente al_cris- tianismo; existen en el brahmanismo, aunque las més de Tas veces en épocas remotas, si bien’ todavia hoy quedan vestigios. (Hasta aquf la nota de Schopenhauer; a conti- huacién el editor aleman, que es un meritisimo’ erudito a quien el fildsofo de Das Welt als Wille und Vorstellund @ncargs a su muerte de la publicacién de sus obras, pone la nota siguiente: Nota del editor. Las palabras contenidas en el parentesis: esa es la herencia de Addn, se encuentran en El Principe Constante, jornada Il, escena VU. Dox Juan.—Por alcanzar este pan. que traerte, me han seguido los moros, y me han herido con los palos que me dan. Don Fernanpo.—Esa es la herencia de Adén. ‘A continuacién inserta Ia fiel y correctisima traduccién alemana de Schelegel. 130 ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP, 1¥ 20, el homicidio es cien veces menos frecuente que en la fraccién minima, 1 por 100 apenas, que se somete a ello; las mismas rifias son raras. Se supone, ademas, que este principio, con sus duelos, es una columna que sostiene el buen tono y los hermosos modales en la sociedad; que es un baiuarte que pone al abrigo de los ataques de la brutalidad y de la groseria. Sin embargo, en Atenas, en Corinto, en Roma, habia buena y hasta muy buena sociedad, modales elegantes y buen tono, sin que hubiese sido necesario implantar el honor caba- Ieresco a guisa de coco, Puede decirse, con verdad, que las mujeres no reinaban en la sociedad antigua como entre nosotros. Ademfs del cardcter frivolo y pueril que toma asi la conversacién, puesto que se destierra todo asunto de conversacién seria, la presencia de las mujeres en nuestra sociedad contribuye segutamente, en gran par- te, a conceder al valor personal el dominio sobre otra cualquier cualidad, siendo asi, que, en realidad es un mérito muy subordinado, una simple virtud de subte- niente, en la cual los mismos animales nos son supe- tiores. En efecto, {no se dice “valeroso como un le6n”? Pero hay més; al contrario de la asercién anteriormente reproducida, el principio del honor caballeresco ¢s a menudo el refugio seguro de la perversidad y de la poca honradez en los negocios graves, y al mismo tiempo, en los insignificantes, un asilo de Ja insolencia, de la impudencia y de la groseria; por la sencilla razén de ‘que nadie se cuida de arriesgar su vida queriendo cas- tigarlas, En testimonio, vemos el duelo en todo su apo- geo y practicado con la seriedad més sanguinaria, pre- cisamente en esta nacién que, en sus relaciones politi- cas y financieras, ha revelado una falta de honradez real; a los que han hecho la prueba puede preguntar- seles de qué naturaleza son las relaciones privadas con los individuos de esta nacién. Por lo que atafie a su BI SCHOPENHAUER urbanidad y a su cultura social, tienen desde larga fecha gran celebridad como modelos negativos. Todos esos motivos que se alegan estén, pues, mal fundados. Podria afirmarse con més razén que, ast como el perro grufie cuando se le grufie y acaricia cuan- do se le acaricia, asi también esté en la naturaleza del hombre devolver hostilidad por hostilidad y exasperar- se ¢ ittitarse con las manifestaciones de desdén o de odio. Cicerén lo ha dicho ya: Habet quendan aculeum contumelia, quem pati prudentes ac viri boni difficilli- ‘me possunt (1). En efecto; en ninguna parte del mundo (Gi exceptuamos algunas sectas piadosas) se sufren con calma las injurias, y con mayor razén los golpes. Sin embargo, la naturaleza no nos ensefia nada que exceda a una represalia equivalente a la ofensa; no nos ense- fia a castigar de muerte al que nos acusase de mentira, de necedad 0 de cobardia, La antigua maxima germana A una bofetada, una pufalada, es una supersticién caballeresca repulsiva. En todo caso, a la célera per- tenece devolver o vengar las ofensas, y no sdlo al ho- nor 0 al deber, a los cuales el principio del honor caba- Ileresco impone su obligacién. Es muy cierto que una acusacién no ofende sino en cuanto que hiere; lo que Jo demuestra es que Ja menor alusién, apuntando al blanco, hiere mucho mas profundamente que la acusa- cién mas grave cuando no es fundada. Por consiguiente, todo el que tiene 1a conciencia segura de no haber me- recido una acusacién puede desdefiarla, y la desdefiar. El principio del honor le exige, por el contrario, que revele una susceptibilidad que no siente y que vengue con la sangre ofensas que no le hieren en manera al- guna, Es tener una opinién deleznable de su propio valor tratar de ahogar toda palabra que tienda a po- netla en duda. El verdadero aprecio de si mismo dar& (1) Tiene cierto aguijén Ia injuria, que muy dificilmente pueden soportar ni aun los varones prudentes y buenos. 132 | ARTE DEL BUEN VIVIR.—CAP. 1V Ja calma y el desdén real de las injurias; a falta suya, la prudencia y la buena educacién nos mandan salvar las apariencias y disimular nuestra célera. Si, ademés, legamos a despojarnos de esa supersticién del principio del honor caballeresco; si nadie admitiese nunca que un insulto fue capaz de quitar o de restituir nada al honor; si se estuviese convencido de que un agravio, una brutalidad o una groseria no pudieran justificarse al instante por la prisa que se pondria en dar satisfac- cién, es decir, a batirse, entonces todo el mundo llega- ria inmediatamente a comprender que, cuando se tra- ta de invectivas y de injurias, es el vencido quien sale vencedor de ese combate, y que, como dice Vicenzo Monti, hay injurias como procesiones de iglesias, que vuelven siempre a su punto de partida, No bastaria ya, entonces como ahora, lanzar una groseria para poner el derecho de su parte; el juicio y la razén tendrian entonces una autoridad muy distinta, mientras que hoy, antes de hablar, deben ver si chocan con 1a opinion de los espiritus limitados y de los imbéciles a quienes irri- ta y alarma ya su sola aparicién, sin lo cual, la inteli- gencia puede encontrarse en el caso de jugar, en un golpe de dados, la cabeza donde reside, contra el cere- bro mezquino, dénde se alberga la estupidez. Entonces la superioridad intelectual ocuparia realmente en Ia sociedad Ja primacia que se debe y que hoy se da, aun- que de una manera disfrazada, a la superioridad fisica y al valor en la asechanza; habria también, para los hombres eminentes, un motivo de menos para huir de la sociedad, como lo hacen actualmente. Ese cambio daria origen al verdadero buen tono y fundarfa la ver- dadera buena sociedad, en 1a forma en que, sin duda, ha existido en Atenas, en Corinto y en Roma. A quien quiera conocer un ejemplar, recomiendo que lea el Banquete, de Jenofonte. E] ultimo argumento a la defensa del Cédigo caba- Ileresco ser4, indudablemente, concebido asi Vamos 133 ‘SCHOPENHAUER pues! Pero entonces un hombre podria, ;Dios nos guar- de!, dar un golpe a otro hombre”. A lo cual, yo podria responder, sin frases, que el caso se ha presentado muy a menudo en esos 999 por 1.000 de la sociedad, en la cual ese Cédigo no se admite sin que un solo individuo haya muerto, mientras que, en los que siguen sus pre- ceptos, cada golpe en Ia regla se convierte en un asunto mortal. Pero quiero examinar la cuestidn mds detalla- damente. Me he tomado muy a menudo el trabajo de encontrar en la naturaleza animal e intelectual del hom- bre alguna razén vélida o simplemente plausible, fun- dada, no en modos de hablar, sino en nociones claras, que pueda justificar la conviccién, arraigada en una porcién de la especie humana, de que un golpe es una cosa horrible; todas mis investigaciones han sido in- utiles, Un golpe no es, y no serd nunca. mas que un mal fisico insignificante, que cualquier hombre puede ocasionar a otro, sin demostrar nada con eso, sino que es mas fuerte 0 mas mafioso. 0 que el otro no estaba en guardia. El anélisis no demuestra nada. Ademés, veo a ese mismo caballero, para quien un golpe recibido de la mano de un hombre parece ef mayor de todos los males, recibir un golpe, diez veces mds violemto, de su caballo, y asegurar, arrastrando la pierna y disimulando su dolor, que no es nada. Entonces he supuesto que dependia de la mano del hombre. Sin embargo, veo a nuestro caballero, en un combate, recibir de la mano de un hombre estocadas y asegurar todavia que son bagatelas que no merecen la pena de que se hable de ellas, Mas tarde sé que golpes de plato de barro no son, poco mds o menos, tan terribles como bastonazos, de tal manera qu2, muy recientemente atin, los discipulos de las escuelas militares suftian los primeros y nunca los otros. Pero hay mas: a una recepcién de caballe- 10s, el golpe de plato de batro es un honor grandisimo. Y he aqué que he agotado todos mis motivos psicolé- gicos y morales. y no me queda més que considerar la 134 ARTE DEL BUEN VIVIR—CAP. IV cosa como una antigua supersticién, profundamente arraigada, como un nuevo ejemplo, ai lado de tantos otros, de todo lo que se puede hacer creer a los hom- bres. Eso es lo que demuestra el hecho conocidisimo de que en China los bastonazos son un castigo civil, muy frecuentemente empleado atin pata con los funciona- tios de todos Jos gtados; lo que demuestra que la na- turaleza humana en los paises remotos, aun entre las personas mis civilizadas, habla como entre nosotros (1). ‘Ademés, un examen imparcial de la naturaleza hu- mana nos cnsefia que pegar es tan natural al hombre como morder lo es a Jos animales carnivoros, y dar cornadas a las bestias de cuernos: el hombre es, pro- piamente hablando, un animal que pega. Por eso nos rebelamos cuando a veces sabemos que un hombre ha mordido a otro; por el contrario, dar o recibir golpes, es en el hombre un efecto tan natural como frecuense. Se comprende ficilmente que las personas de una ed cacién superior traten de sustraerse a esos efectos, do- minando reciprocamente su inclinacién natural. Pero hay crueldad en hacer creer a una nacién entera, o sdlo a una clase de individuos, que recibir un golpe es una desgracia terrible, que debe ser seguido de asesinato y homicidio. Hay demasiados males reales en este mundo, para que se permita aumentar su numero y crearlos, imaginarios, que traen consigo otros demasiados rea-, les; eso es lo que hace ese necio y peligroso prejuicio- Como consecuencia, no puede hacer otra cosa que des- aprobar los gobiernos y los cuerpos legislativos que le vengan en auxilio trabajando con ardor por hacer abo- lir, en lo civil como en lo militar, los castigos corpora- les. Creen obrar con eso en interés de la humanidad, (1) “Vinge ou trente coups de canne sur le derritre, c'est pour ainsi dire, le pain quotidien de Chinois, C'est une cor- rection paternelle du mandarin, laquelle n'a tien d'infamant, et quils regoivent avec actions de graces.” Lettres edificantes et curieuses, edicién de 1819, vol. Il, pag. 454. 135 ‘SCHOPENHAUER cuando por el contrario, trabajan en consolidar ese extravio desnaturalizado y funesto, al cual ya se han sactificado tantas victimas. Para todas las faltas, aun las mas graves, infligit golpes es el castigo que en el hombre se presenta primero al espiritu; es, pues, el mas natural; quién no se somete a la razén, se someteré a los golpes. Castigar con un bastonazo moderado al que no se puede herir en su fortuna, cuando no la tiene, ni en su libertad, cuando se necesitan sus servicios, es lun acto tan justo como natural. Asi, pues, no se da ninguna buena razén: se contenta uno con invocar la dignidad del hombre, manera de hablar que no se apo- ya en ninguna nocién clara, sino siempre en el fatal Prejuicio de que hablébamos antes. Un hecho reciente, de los mas comic viene a confirmar ese estado de co- sas; muchos Estados acaban de reemplazar en el ej cito los bastonazos por los golpes de lata; éstos tilti- mos, lo mismo que los otros, producen, indudablemente, un dolor fisico. y no se consideran, sin embargo, como infamantes ni deshonrosos. Al estimular asi el prejuicio que nos ocupa, se alienta al mismo tiempo el principio del honor caballeresco y el duelo, mientras que, por otra parte, se esfuerzan, ‘© més bien pretenden esforzarse en abolir el duelo por medio de leyes (I). Asi. pues, vemos ese fragmento del Q) He aquf, a mi juicio, cual es el verdadero motivo por el cual los gobiernos no se esfuerzan mds que en la apariencia en proseribir los duelos, cosa muy facil, especial: mente en las universidades, de donde resultan ‘que pr tenden no poder conseguirlo: el Estado no estd en condi ciones de pagar los servicios de sus oficiales y de sus em- pleados civiles a su valor integro en dinero: asi, pues, hace consistir la otra mitad de sus emolumentos en honor, re- presentado por titulos, uniformes y condecoraciones. Para conservar ese precio ideal a una tasa elevada es preciso, por todos los medios, mantener, avivar y hasta exaltar algo al sentimiento del honor: como a este efecto el honor bur- gués no basta, por la sencilla razén de que es la propiedad comin de todo el mundo, se apela al auxilio del honor 136 ARTE DLL BUEN VIVIR.—CAP, 1V derecho del més fuerte, transportado a través de los tiempos, de la Edad Media hasta en el siglo x1x, exhibir- se atin hoy escandalosamente a plena luz; por fin, es tiempo de expulsarlo ignominiosamente, Hoy dia, cuan- do est prohibido excitarse metédicumente a perros 0 ga- Hos, a batirse unos con otros (en Inglaterra, al menos, es0s combates se castigan), nos es dado ver ctiaturas hu- manas excitadas a pesar suyo, a combates a muerte; ese tidiculo prejuicio, ese prejuicio absurdo del honor caballeresco, sus estiipidos representantes y sus cam- Feones son quienes, por la primer miseria que ocurre, imponen a los hombres 1a obligacién de batirse entre sf como gladiadores. Propongo a los juristas alemanes que teemplacen la palabra Durll, derivada, probable- mente, no del latin duellum, 10 del espafiol duelo, pena, queja, lamentacién, por la palabra Rittersetze (combate de caballeros, como se dice: peleas de gallos o de bull-dogs). Hay, seguramente, amplia materia para reir al ver el porte pedante con que se verifican todas esas locuras. No es menos repulsivo que ese principio, con su cédigo absurdo, constituya un Estado en el Estado, que, no reconociendo otro derecho que el del mas fuerte, tiraniza a las clases sociales que estin bajo su dominio, estableciendo un tribunal permanente de la Santa Wehme; cada cual puede ser citado por el otro a comparecer a ese tribunal; los motivos de la citacién, faciles de encontrar, hacen el oficio de esbirros del tri- bunal, y la sentencia pronuncia la pena de muerte con- caballeresco, que se estimula como hemos demostrado. En Inglaterra, donde los sueldos de los militares y de los civi- les son mucho mds fuertes que en el continente, no se necesita ese recurso; asi, desde hace unos veinte aflos es- pecialmente, el duelo esti alli casi abolido por completo, y fn las raras ocasiones en que aun se provoca, se burlan ‘de 41 como de una locura. Es cierto que la gran’ Anti-duelling- Society, que cuenta entre sus miembros una multitud de lords, de almirantes y de generales, ha contribuido mucho a ese resultado, y el Moloch tiene que carecer de victimas. 137

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