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El Museo Diocesano de Coro Lucas Guillermo Castillo está ubicado en el centro histórico de la capital del estado Falcón.
La institución se creó por iniciativa de Monseñor Francisco Iturriza Guillén en 1946. Las piezas que conforman su
colección fueron recolectadas por este insigne prelado durante su obispado, rescatándolas del olvido y la destrucción. Su
interés por el arte colonial logró estimular algunas donaciones de particulares que incrementaron la colección del museo.
El edificio fue la sede del antiguo convento franciscano de Nuestra Señora de la Salceda (1619), por ello contiguo al museo
se halla la iglesia de San Francisco. Aunque ambos edificios han sido modificados y restaurados, aún se puede sentir cierto
sabor colonial. En la iglesia recomendamos observar el hermoso artesonado colonial (reproducido aquí) que se encuentra
en el altar del Santísimo Sacramento, y la vista a una parte de las criptas.
Por su parte, la rica colección del museo le permite al visitante conocer la producción artística local y pasearse por algunas
obras atribuidas a diversos artistas caraqueños como Juan Pedro López, Diego de Landaeta o Juan Antonio Peñaloza.
También posee algunas obras españolas, italianas, quiteñas y novohispanas, que evidencia el importante comercio que
nuestro territorio tenía con esas regiones. Además custodia piezas de orfebrería, ebanistería, cristalería, muestras
arqueológicas y objetos de uso litúrgico, entre otros.
Gracias a la colaboración de la dirección del museo podemos ofrecer a nuestros lectores algunas fotografías de las piezas
conservadas, con la intención de que sirvan de invitación a recorrer sus instalaciones en la calle Zamora. Así en la parte
superior podemos observar un hermoso lienzo que representa a San José y el Niño, atribuido al Taller de los Landaeta;
mientras bajo estas líneas presentamos una talla anónima (posible manufactura local) en cedro policromado y estofado con
la imagen de San Domingo de Guzmán.
La Casa de las Ventanas de Hierro, fue construída hacia 1765 por el mayor de Coro, Don José Francisco Garcés de la
Colina. La denominación de la casa obedece a las grandes rejas marrones metálicas importadas desde Santo Domingo, (isla
con la cual Coro mantuvo vínculos estrechos),en tiempos donde era solo usada madera, primero porque Venezuela producía
una gran cantidad de maderas muy buenas y porque en ese entonces el hierro no se conseguía en venezuela, sino que se
importaba principalmente de España, de allí que su costo era mayor. y se le daba la conotación de ser una material "lujoso".
Este hecho causó sensación. Tiempo después, ventanas de este tipo comenzaron a ser típicas en todo el resto del país.
Actualmente en el Balcón de Bolívar funciona el Museo de Arte de Coro.Bolívar se hospeda en esta casa colonial el 23 de
Diciembre de 1826, en su única visita a la ciudad Mariana. En aquel entonces la casa fue confiscada por las fuerzas
patriotas en 1824 y fue convertida en un cuartel. Bolívar fue conducido por la calle Talavera hasta ella y desde su Balcón
saludó a todos los entusiastas de las fuerzas patriotas que se congregaron para saludarlo.
Camilo Arcaya, en un escrito fechado de 1891, recoge los más infímos detalles de la visita del Padre de la Patria a Coro,
detalles de su acogida por el pueblo coriano, pueblo que a pesar de las devastadoras dificultades económicas que vivía, no
disminuyó el ánimo, ni el regocijo de ofrecerle al Libertador la calidez, la sencillez, y la modestia de una ovacionadora y
vibrante bienvenida.
" En diciembre de 1826, cuando por primera y última vez visitó el libertador a Coro, acababa de salir esta provincia de la
más desasatrosa guerra y se encontraba en la más lamentable pobreza. la ciudad no exhibía sino escombros, y las familias,
poco antes opulentas, tenían que vivir retiradas en sus campos, restaurando como podían sus patrimonios destruídos. Eso
no obstó para que Coro tributase con entusiasmo los honores debidos al Padre de la Patria y le hiciera una decente
recepción. El Libertador hacía su viaje por tierra desde la Nueva Granada, hoy Colombia. En el punto nombrado Quebrada
de Coro, cercanías de esta ciudad, le esperaba una calesa que debía ser tirada por las señoritas más bellas y distinguidas de
esta sociedad que se disputaban el honor de tirar el Carro de la Gloria. Entre figuraban las señoritas Garcés Manzano. El
coche aquellas jóvenes atravesaba por entre arcos triunfales hasta que, ya en la ciudad, lo recibió el Clero y lo llevó bajo de
palio a la Iglesia Matriz, donde se cantó solemne Te Deum. Luego fue conducido por el Gobernador Coronel M. Borras y
una lucida comitiva al alojamiento que se le tenía preparado que fue la casa que hoy pertenece a los Señores Cook en la
Calle González.
Cortos fueron los días que nuestro huésped residió en Coro; pero no hubo uno solo en que no recibiese los más respetuosos
homenajes por parte de los corianos. Fue una verdadera ovación su entrada a esta ciudad, ovación que no brilló por el lujo
que era imposible a nuestra pobreza ostentar, sino por el entusiasmo ingeneuo de un pueblo agradecido.
El Libertador continuó su viaje por tierra a Puerto Cabello recibiendo en el tránsito las más puras demostraciones de los
pueblos. En el caserío de Taratara lo obsequió en su odesta casa Don Jacobo Garcés, uno de los principales actores de la
revolución para la Independencia en Paraguaná el año de 1821, y es fama que sus hijas por muchos días dejaron de lavarse
las manos porque habían estrechado las del Padre de la Patria. Muchos corianos lo acompañaron, entre ellos el simpático y
memorable Coronel Dolores Hernández, hombre de atlética estructura que lo pasaba en sus hombros en los ríos de tránsito.
Ese viaje terminó con el histórico abrazo de Naguanagua que ahogó en su cuna la terrible guerra civil que amenazaba
devorarnos." Camilo Arcaya