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Periodico Realidades de Nayarit

Crónicas del Estado Por: Enrique S. De Aguinaga Cortés

XÓLOTL.
(Un cuento de Gabriel Corona Ibarra Córdoba).

2010 / 06 / 22

Gabriel Corona Ibarra Córdoba, mi hermano; es un gran escritor e historiador


Nayarita, aun no descubierto por nuestras autoridades culturales e intelectuales; y
que bueno, porque si lo descubrieran y reconocieran toda su capacidad creativa
intentarían, aun con más ganas aniquilarlo como lo han hecho con miles de
valores que nuestra tierra ha dado y que un reducido grupo sectario que controla y
prostituye nuestra cultura ha destruido.

Gabriel Corona Ibarra Córdoba, mi hermano; un talento creador que ha


sobresalido mas allá de nuestras fronteras estatales con sus cuentos infantiles,
sus extraordinarias poesías y sus magistrales cuentos que nos envuelven y
cautivan.

Gabriel Corona Ibarra Córdoba, mi hermano; ganador del XIII Certamen de Cuento
Indígena y autor de diversos libros y que hoy nos presenta su más reciente obra
literaria titulada “Grimorio de la muerte” (Tepic, edición 2010), donde nos relata 34
extraordinarios cuentos y de donde hoy relataremos el de “Xólotl”.
Comenzamos….

“La multitud gritaba enardecida, los alaridos se elevaban como anunciando una
muerte macabra, serian soltados los perros de guerra; los Alanos; traídos de la
península ibérica”.

“En el centro de aquel patio, un indio semidesnudo, sentía flaquear sus fuerzas,
miraba alrededor, veía a sus verdugos con las gargantas abiertas, y de entre los
dientes correr hilos de baba gruesa; el solo estaba armado con un garrote, sabía
lo que pasaría, el aperramiento, se enfrentaría a dios Xólotl, su mente divagaba
entre luchar por su vida o entregarse a su venerado Dios, inmolándose en su
honor”.

“Vio que de unas jaulas de palos retorcidos, dejaron salir a cuatro monstruos con
las orejas cortadas al ras de su testa, de un porte esbelto, musculoso y enormes,
con las centellas fulgurantes amarillas, plagadas de hilos sanguíneos, la lengua
salía cual víbora amenazante, de la que colgaba una masa viscosa, oscura
caverna flanqueada por una hilera de cuchillos blanquecinos y maloliente, ladrido
estremecedor y demoniaco”.
“La hora estaba marcada, era entregarse o luchar”.

“Los perros bermejos se abalanzaron sin temor alguno, saltando dispuestos a


matar, el indígena los recibió a palos, el instinto pudo más que sus creencias,
ataco a los perros sin misericordia; el dios dejo de ser, el dios había muerto, el
estaba entregado a sobrevivir”.

“Un perro logro apoderarse de la mantequilla suave, los peroneos se desgarraron


entre sus afilados colmillos, la sangre brotó, los animales se excitaron, la comida
estaba ofreciendo su mejor aroma, los invitaba inevitablemente al festín”.

“El dolor fue agudo, cayendo de rodillas, no por que estuviera orando; la rodilla se
incrustó en la grava y el polvo, el garrote voló decidido a la cabeza incrustada en
su pierna”.

“El golpe fue contundente, el perro se desplomo sin vida a su lado. La vida le
volvió al cuerpo, se animó, un enemigo menos, solo quedaban tres, regreso con
mayor ímpetu a la batalla, estaba decidido a salir con vida de aquella empresa”.

“Entonces el conquistador venido de Extremadura, dejo escapar su voz, desde lo


poblado de su rostro barbado”.

“-Que falible método de tortura es este, solo una pequeña herida; y una de las
bestias muertas; quiero a ese indígena muerto, haz algo”.

“Su interlocutor; hombre menudo, vasallo de aquel señorón; pero con algo de
poder por estos lares, algo nervioso dijo –Suelten a Amadís, para emperrar a ese
indio insolente-“.

“El encargado de las jaulas en su desesperación por obedecer a su patrón, choco


contra ellas, dejando escapar a seis perros más, entre dogos, lebreles y un
Ixcuintla negro y pelón. Al menos eso era lo que alcanzaba a ver el indio. Poco le
importaron los perros al hombre que dignamente confrontaba a la muerte, se
hincó, vio directamente al perro calvo, y sin titubeos comenzó a rezar. La jauría se
amontonó a su alrededor…”

“El dolor cesó, el indio abrió los ojos impresionado, quería saber que estaba
pasando, entonces fue recibido por la lamida del animal bermejo al que le diera
muerte, se paro, y vio alrededor, estaba a la orilla de un río, su única compañía
era el canino, el cual lo miraba sin parpadear un poco, echado en sus patas
traseras y dejando colgada su lengua, aquel animal que momentos antes era el
peor de los monstruos, se transformo en dócil”.

“Al otro lado del río había unas personas; empezó a reconocer que varios
familiares y amigos… lo venían a recibir, tomo al xólotlitzcuintli del cuello y juntos
cruzaron la corriente por última vez”. FIN.
(Enrique S. De Aguinaga Cortés. Historiador-Investigador XXXVIII Ayuntamiento
de Tepic. SUTSEM).

http://www.periodicorealidades.com.mx/nota.php?id=7401

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