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trabajo y géner O
Tradicionalmente, las mujeres no han provocado diferencias laborales im-
participado en el ámbito laboral y portantes entre ellos. Mujeres y hom-
económico del mismo modo que lo bres no ocupan el tiempo de la misma
han hecho los hombres, sino que, por forma, ni realizan las mismas tareas;
el contrario, a lo largo de la historia en este sentido, según constató la
se han creado y perpetuado determi- ONU, se observa que la utilización
nados rasgos en relación con la situa- del tiempo por hombres y mujeres es
ción laboral de ambos sexos que han más similar cuando son jóvenes y no
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se han casado. En el momento en que nización de algunos sectores producti-
se contrae matrimonio o se forma una vos que precisamente son aquellos que
familia, se perciben mayores diferen- están relacionados con las actividades
cias respecto a las funciones que tradicionalmente desempeñadas por las
asume cada sexo. Las mujeres casa- mujeres).
das o que viven en pareja (aun sin
tener hijos) realizan más tareas no En los distintos sectores de actividad y
remuneradas que las solteras, mien- profesiones, los hombres cobran más
tras que, en el caso de los hombres, que las mujeres, bien con comple-
no se aprecian diferencias en la dedi- mentos que sólo cobran los hombres
cación al trabajo no remunerado o como consecuencia de que no se
independientemente de su estado civil reconoce un trabajo de igual valor.
(Carrasco, 1996). Entre los trabajadores jóvenes existe
mayor igualdad salarial que entre los
Por otra parte, el trabajo familiar y do- de edad más avanzada. Esto es debi-
méstico continúa siendo asumido mayo- do a que los salarios de los hombres
ritariamente por las mujeres (Carrasco, tienden a incrementarse con la edad
1996) y, de cualquier forma, las que hasta llegar a los 50 años, aproxima-
acceden al mercado laboral tampoco lo damente. En cambio, los ingresos de
hacen en iguales condiciones que los las mujeres aumentan de forma más
hombres, sino que unas y otros trabajan lenta y se distancian de los percibidos
en diferentes sectores y empleos, no ocu- por el varón cuando las mujeres lle-
pan los puestos directivos de una forma gan a los 30 o 40 años. Por otra
equitativa y no perciben los mismos sala- parte, se constata que los trabajado-
rios por el trabajo realizado. Estas situa- res jóvenes están menos segregados
ciones repercuten directamente en la en su puesto de trabajo. De cualquier
situación económica y social de las muje- modo, se estima que los salarios
res e incluso en su estado físico y emocio- medios de los hombres superan en un
nal, es decir, en su salud. 40 % a los de las mujeres, y que entre
los trabajadores no asalariados
Según datos aportados por el Consejo (empresarios, profesionales indepen-
de la Juventud de España (2001), a dientes, trabajadores por cuenta pro-
pesar de la creciente incorporación de pia, etc.) existen aún mayores dife-
la mujer al mercado laboral, el desem- rencias (Durán et al., 2001).
pleo femenino sigue siendo superior al
masculino. Las tasas de paro femenino Las situaciones de precariedad en el tra-
y masculino en España son especial- bajo afectan más a las mujeres que a los
mente preocupantes por las enormes hombres y, además, las mujeres repre-
diferencias que presentan. Se observa sentan un porcentaje importante del tra-
una fuerte segregación, tanto vertical bajo no regularizado o de la economía
(pocas mujeres en los niveles jerárqui- sumergida, lo cual hace difícil la defensa
cos superiores), como horizontal (femi- de la salud, la implantación de sistemas
(Continúa)
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(Continuación)
Sector Factores de riesgo Principales daños
(Continúa)
estrés labora L
El mundo laboral ha experimentado et al., 2004). Durante las últimas déca-
modificaciones significativas en los últi- das han sido muchas las investigaciones
mos 30 años. Esto, unido a los cambios sobre la asociación del estrés con la
demográficos de la población y a las salud, y en todas ellas se plantean al
demandas psicosociolaborales, hace menos tres grupos de mediadores críti-
que los trabajadores estén expuestos a cos que alteran los efectos de los estre-
cambios frecuentes y a una continua santes en la salud: el apoyo social, los
necesidad de renovación y actualización recursos psicosociales y los recursos de
(Martín-Payo et al., 2005). Como se ha afrontamiento (Avison y Gotlib, 1994).
descrito, el estrés laboral podría definir-
se como el conjunto de manifestaciones En cuanto al género como variable
emocionales y físicas que se presentan mediadora, los resultados son contradic-
cuando las demandas del trabajo exce- torios. Existen estudios que no encuen-
den las capacidades y expectativas del tran evidencia de la función de esta
trabajador. Según datos de un estudio variable como moderadora y demues-
llevado a cabo por la Fundación tran que la relación entre los estresantes
Europea para la Mejora de las hallados en el entorno laboral y el nivel
Condiciones de Vida y Trabajo (1999), de estrés experimentado es igual en hom-
el 28 % de los trabajadores europeos bres y mujeres con distintas profesiones
padece estrés. Las consecuencias son (Jamal 1999; Vermeulen y Mustard,
amplias e importantes y afectan a la 2000; Cole et al., 2002). Es posible que
salud mental y física, a la calidad de la ausencia de diferencias entre hombres
vida y a la eficacia profesional (Mingote y mujeres en el factor estrés emocional se
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deba a que se comparan hombres y res en estrés laboral, ni en insatisfac-
mujeres que realizan la misma profesión ción con el rol laboral, las mujeres
y, por lo tanto, tienen el mismo rol labo- declararon más síntomas somáticos y
ral, lo que conlleva una cierta igualdad menos de tipo alérgico que los hom-
de formación, salario y condiciones bres. Roxburgh (1996) describió distin-
laborales. Esto coincide con los autores, tas posibles explicaciones al hecho de
que encuentran que la relación entre las que las mujeres que trabajan experi-
experiencias laborales y el malestar psí- menten mayor estrés que los hombres
quico es igual para mujeres y para hom- que también lo hacen.
bres (Barnett y Brennan, 1995).
Por otra parte, las mujeres puede que
Otros estudios, en cambio, demuestran sean más vulnerables a los efectos del
que existen diferencias de género. Parece estrés, es decir, que respondan con un
bien constatado que el apoyo social en el mayor nivel de estrés a los mismos
trabajo se relaciona con el nivel de estrés estresantes que afrontan los hombres
experimentado tanto en hombres como debido a una percepción de determi-
en mujeres, ya que ayuda a mitigar los nados aspectos del entorno laboral.
aspectos negativos de éste en ambos gru- Mientras que la exposición al estrés es
pos (Dollard y Winefield, 1998; Amick et un factor predictor negativo significati-
al., 1998; Fuhrer et al., 1999; Vermeulen vo de la salud tanto para hombres
y Mustard, 2000), pero esta variable como para mujeres, el estrés percibido
mediadora se ha mostrado más eficaz es únicamente predictor para las muje-
para reducir los niveles de estrés en muje- res (Weeckes et al., 2005).
res que en hombres (Vermeulen y
Mustard, 2000). En relación con esto, Otra posible explicación sobre las dife-
Greenglass et al. (1998) encontraron que rencias entre hombres y mujeres sería
en las mujeres el apoyo social de las com- la doble carga de trabajo que conlleva
pañeras reducía el agotamiento emocio- la práctica profesional y la tarea fami-
nal, mientras que en los hombres el liar. Según un informe realizado por la
apoyo del supervisor y de los compañe- Agencia Europea para la Seguridad y
ros llevaba a un mayor sentimiento de la Salud en el Trabajo (AESST), las
realización personal. mujeres sufren más estrés laboral y se
ven más afectadas por factores estre-
En cuanto a la sintomatología expe- santes personales (Niedhammer et al.,
rimentada por hombres y mujeres, 1998). Las que trabajan como asala-
Culbertson, en 1997, llevó a cabo una riadas y han de conciliar su vida labo-
revisión del tema y halló que las muje- ral con la familiar suelen dedicar el
res padecían mayor sintomatología de doble de tiempo a las tareas familiares
tipo depresiva y ansiosa. En un estudio que sus compañeros varones, lo que
con una muestra de profesores (Matud suele ir en perjuicio de su desarrollo
et al., 2002), aunque no se observa- profesional, la ocupación en sus aficio-
ron diferencias entre hombres y muje- nes o de su propia formación, lo que
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dedicado a este tema, por ser un sín- bles las diferencias entre sexos se disi-
drome tridimensional en el que las pan. Como se ha comentado anterior-
dimensiones características son: el can- mente, también existen diversos estudios
sancio emocional, con pérdida progre- que afirman que los varones son más
siva de energía y fatiga; la despersona- susceptibles a sufrir el síndrome de bur-
lización, entendida como el desarrollo nout (Olivar et al., 1999; Caballero et
de sentimientos, actitudes y respuestas al., 2001 y Bustinza et al., 2000). Pera y
negativas, distantes y frías hacia los Serra-Prat (2002) llevaron a cabo un
demás, especialmente los beneficiarios estudio en un hospital de Cataluña y
del propio trabajo, acompañado de encontraron que la categoría profesional
irritabilidad y pérdida de motivación y el sexo se asociaban de forma estadís-
hacia el trabajo, y la falta de realiza- ticamente significativa con un alto grado
ción personal que causa respuestas de burnout, siendo el sexo masculino un
negativas hacia uno mismo y el trabajo. factor de riesgo independiente. De forma
aislada, existe algún estudio que no
El burnout también afecta de forma encuentra diferencias en la prevalencia
diferente a mujeres y hombres; sin de este síndrome según el género, como
embargo, existe diversidad de opinio- el llevado a cabo por Benbow y Jolley
nes sobre la mayor prevalencia de este (2002), para quienes los niveles de burn-
síndrome en uno u otro grupo. Atance out no están mediatizados por la varia-
(1997) encontró diferencias significati- ble género en una muestra de psiquia-
vas en relación con el sexo para la tras del Reino Unido, puntuando tanto
dimensión cansancio emocional, sien- hombres como mujeres más alto en la
do el grupo de mujeres el que presentó dimensión agotamiento emocional.
una puntuación media más elevada.
Esto ya lo habían advertido Maslach y acoso moral o mobbinG
Jackson (1985), quienes precisaron
que en esta dimensión las mujeres son Se aplica el concepto de mobbing a
más propensas que los hombres a pun- situaciones grupales en las que una
tuar más alto, mientras que los hom- persona es sometida a persecución,
bres son más proclives a obtener pun- agravio o presión psicológica por una
tuaciones más elevadas en la dimensión o varias personas del grupo al que per-
de despersonalización. tenece, con la complicidad del resto
(González de Rivera, 2000). El acoso
Brake et al., (2003) confirman este último laboral es considerado una de las for-
dato en dentistas varones, que obtienen mas de violencia más íntima y clandes-
puntuaciones más altas en la dimensión tina del mundo del trabajo, a la vez
despersonalización; sin embargo, tam- que una de las experiencias más
bién encuentran que los dentistas hom- devastadoras que puede sufrir el ser
bres trabajan más horas a la semana y humano en situaciones sociales ordina-
atienden a más pacientes por término rias, siendo capaz de destruirlo física y
medio. Cuando se controlan estas varia- psicológicamente (Hirigoyen, 1999).
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con algún tipo de discapacidad, se excluida de ninguna institución pública
incluían también aquellas que tenían una ni privada, esta presión psicológica se
orientación sexual diferente y las que considera que está más firmemente insta-
estaban embarazadas. lada y, por lo tanto, es más probable en
la Administración del Estado (escuelas,
Según las conclusiones de las Jornadas universidades, fuerzas armadas, etc.),
sobre mobbing, celebradas en Barcelona hospitales, sector inmobiliario, banca e
(2000), se estima que, si bien la inciden- incluso organizaciones no gubernamen-
cia del fenómeno del mobbing en Europa tales (ONG) (Gónzález de Rivera, 2000;
es superior en las mujeres, ésta era sólo Díaz, 2000; Galán, 2001).
ligeramente superior con respecto a los
hombres, con tasas del 9 % en mujeres El III Informe Cisneros, realizado en el
frente al 7 % en los hombres. colectivo de enfermería, encontró que
el perfil de la víctima tipo era el de una
Por el contrario, Piñuel y Zabala (2001), mujer de edad media, de entre 40 y
analizando los datos del I Informe 50 años, con contrato fijo. Es un aspec-
Cisneros, encontraron un ligero predo- to destacable la presencia de mobbing
minio de los hombres como víctimas en la organización sanitaria. En este
(52,33 %) frente al colectivo femenino ambiente se han comunicado riesgos
(47,06 %), aunque posteriormente, al muy elevados de acoso moral, al darse
hacer un «retrato robot» de la víctima, un entorno muy competitivo, con
reconocen que apenas existen diferen- estructuras piramidales muy marcadas.
cias entre uno y otro grupo. Sin embar- En esta misma línea, un estudio publi-
go, encuentran claras diferencias en cado en el British Medical Journal, en el
cuanto al mayor resentimiento psicológi- año 1999, realizado con 1.100 traba-
co que presentan los varones con res- jadores sanitarios, concluyó que el
pecto a las mujeres durante la experien- 38 % había tenido experiencias de
cia de acoso. Este dato podría guardar acoso moral en el año anterior y que el
relación con la diferencia que también 48 % había sido testigo de hostiga-
existe entre ambos sexos respecto al miento psicológico a otros compañe-
tiempo medio que resisten en el lugar de ros. Más recientemente, en un estudio
trabajo una vez ha comenzado la con- llevado a cabo por el Colegio Oficial
ducta de hostigamiento: las mujeres per- de Médicos de Madrid, en el año
manecen por término medio casi 15 me- 2003, con una muestra de 1.554 facul-
ses, mientras que los hombres resisten tativos, se observaba que el 32 % de
algo más de 18 meses. los participantes declaraba haber sufri-
do algún tipo de acoso moral en su tra-
El mobbing se ha descrito en instituciones bajo, sin encontrarse en este estudio
altamente reglamentadas y conservado- diferencias significativas por sexo.
ras en las que hay poca tolerancia a la
diversidad y fuertes vínculos entre sus Finalmente, si bien es cierto que, como
miembros. Aunque su presencia no está se describió anteriormente, la mayoría
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conclusione S
Las cifras de afectados por problemas de salud que los hombres que realizan
de salud, tanto física como mental, la misma tarea. Aspectos como la menor
relacionados con estrés laboral, burn- fuerza muscular de las mujeres, unidos a
out o acoso en el trabajo están aumen- la doble jornada laboral que se ven obli-
tando de forma espectacular en los últi- gadas a realizar muchas de ellas son
mos años, por lo que cada vez es más algunos de los factores diferenciales res-
prioritaria la puesta en marcha de futu- pecto a sus compañeros varones. Por
ras investigaciones en este campo con otra parte, tampoco hay que olvidar que
objeto de conocer bien esta problemá- la temporalidad en el trabajo, el empleo
tica y poder implantar medidas pre- a tiempo parcial, la alta precariedad
ventivas, así como tratamientos efica- laboral y la participación masiva en
ces que permitieran mejorar la salud determinadas profesiones siguen tenien-
de los afectados y abaratar de forma do habitualmente rostro de mujer.
significativa el coste sanitario que este
tipo de pacientes supone. En la III Encuesta Europea de Condiciones
de Trabajo se afirma que, dado que
Hasta hace muy pocos años la preven- muchos de los estudios realizados sobre
ción de riesgos era investigada y aplica- la salud laboral se han llevado a cabo en
da sin tener en cuenta el sexo de las per- clave masculina, no se han puesto en evi-
sonas expuestas. Estudios más recientes dencia las diferencias en las mujeres, por
sobre la población en general, y sobre lo que sería conveniente abordar el tema
grupos ocupacionales en particular, evi- con un enfoque de género y teniendo en
dencian que las mujeres en determina- cuenta la especificidad de los trabajos
das ocupaciones tienen más problemas que realizan las mujeres.