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ISBN: 978-958-704-609-0
Un Garzón terrible..............................................................293
Antonio Caballero
ii.
iii.
iv.
v.
vi.
i.
Músicos, rápsodas, prosistas,
poetas, poetas, poetas,
pintores, caricaturistas,
eruditos, nimios estetas;
románticos o clasicistas
y decadentistas, —si os parece—
pero, eso sí, locos y artistas,
los Panidas éramos trece!
ii.
Melenudos de líneas netas,
líricos de aires anarquistas,
hieráticos anacoretas,
dandys, troveros, ensayistas;
en fin, sabios o analfabetas
y muy pedantes, —si os parece—
exploradores de agrias vetas,
los Panidas éramos trece!
iii.
De atormentados macabristas
figuras lívidas y quietas,
rollizas caras de hacendistas,
trágicos rostros de profetas…;
satíricos y humoristas
y muy ingenuos, —si os parece—
en el café de los Mokistas,
los Panidas éramos trece!
[…]
Leo Legrís
11. Los otros panidas, con seudónimos, fueron el pintor Teodomiro Isaza (Tisaza), el estudian
te de arquitectura y caricaturista Félix Mejía (Pepe Mexía o C. R. Pino), el estudiante de inge
niería Jorge Villa ( Jovica o M. Carré), el estudiante de medicina Eduardo Vasco (Alí Cavatini),
el cronista Libardo Parra (Tartarín Moreyra), el cuentista Rafael Jaramillo (Fernando Villalba),
el poeta Jesús Restrepo Olarte (Xavier de Lys o Jean Genier), el músico Bernardo Martínez
(Nano), el ensayista y filósofo Fernando González (Gonzálvez), el estudiante de derecho Jo
sé Manuel Mora (Manuel Montenegro) y el músico José Gaviria Toro ( Joselyn) (Los Panidas
éramos trece, Exposición Didáctica, Sala de Arte, Biblioteca Pública Piloto de Medellín, julio
26 al 29 de 1995).
12. La descripción de los panidas está hecha con base en los relatos varios de E. Livardo Ospina,
Alejandro Vallejo, Rafael Jaramillo, León de Greiff y otros en Los Panidas éramos trece, op. cit.
Tartarín Moreira (Libardo Parra), 1912. Pepe Mexía (Félix Mejía), 1914.
vii.
viii.
14. Alfonso Ávila, en El Mundo al Día, Bogotá, octubre 31 de 1931 (reproducido en Ricardo
Rendón. Testimonios de su asombro).
15. Lino Gil Jaramillo, «Ricardo Rendón: el escurridizo habitante de la noche», reproducido en
El Espectador en 1987.
16. Maryluz Vallejo Mejía, A plomo herido: una crónica del periodismo en Colombia (1880-1980),
Bogotá, Planeta, 2006, p. 35.
17. Ávila, op. cit.
ix.
x.
hasta el triunfo liberal del 30. Quiso apurar al país a que entra
ra al siglo xx, a la civilización, al debate pacífico de las ideas:
no más oscurantismo, guerra, prohibición, pobreza. El sarcasmo
era su arma, y con ella pretendía derrumbar el conservaduris
mo filosófico, que en Colombia estaba en la entraña del Partido
Conservador.19 Sus años productivos se desenvolvieron en una
época prolífica para diarios y revistas, por ser una de las más di
versas en política. Se fundó el Partido Socialista, y surgieron lí
deres obreros comunistas, arreciaron las huelgas. Pero, a la vez,
fue una época venturosa, de relativas calma y prosperidad en
comparación con la indómita y paupérrima Colombia que ve
nía del siglo anterior.20
Como buen liberal, Rendón usó toda su fuerza irónica con
tra el régimen conservador, sus presidentes, sus ministros, las
marrullas partidistas, la poderosa Iglesia que lo sostenía y la in
tromisión económica del imperio de Estados Unidos, que se
alzaba. Él sabía que, desde los diarios liberales, sus populares
dibujos eran herramienta clave de la oposición para demoler
la arquitectura de la hegemonía conservadora.21 Así como Pe
pe Lápiz, hermano del ya fogoso Laureano Gómez, servía a
la causa conservadora, él empujaba la liberal. A pesar de ello,
siempre supo mantener su autonomía. Si los liberales hacían al
go que consideraba indebido, también los criticaba. Opinaba lo
que pensaba, estuviese o no de acuerdo con la posición editorial
del director. Incluso Alfonso Villegas, que era un alma tan ro
mántica como la suya, le publicó «monos» que no compartía.
Por ejemplo, cuando mostró su indignación con el general
Benjamín Herrera, director del Partido Liberal, por intransi
gente. En febrero del 22 había salido elegido Presidente de Co
lombia el conservador Pedro Nel Ospina, derrotando al general
Herrera. En la convención liberal de Ibagué que siguió, el ge
19. Germán Arciniegas, «La generación quemada», Historia de la caricatura en Colombia, núm.
4, 1988. Reeditado en Testimonios de su asombro, op. cit., p. 48.
20. David Bushnell, Una nación a pesar de sí misma, Planeta, Bogotá 1996.
21. Arturo Alape, «Ricardo Rendón: enigmático transeúnte de la noche», El Espectador, 1998.
xi.
xii.
xiii.
xiv.
30. Relato de Jairo Tobón a la autora, según su investigación inédita Rendón (2006).
«El padre de los búhos ‒era un búho A don Marco no le quita el sueño «la prensa de oposición».
sofista‒ que peroró a los otros
‒al modo modernista‒. Los búhos
contestaron la lista macabrista.»
31. Alfonso María de Ávila, «Camaradería con Rendón», El Mundo al Día, octubre 31 de 1931;
también en Testimonios de su asombro, op. cit., p. 24.
xv.
Tres de la tarde. Corran. Rendón se pone peor. Otra vez los es
tertores. El fin acecha. Ya no saldrá de ésta. En la puerta de la
sala de cirugía, el amigo ve sus zapatos. Se los quitaron de afán
cuando llegó. Zapatos viejos. Agujeros en las suelas.33 Lo que
queda de Rendón. Los millones que ganó. Se esfumaron en su
mano de botarate. El dinero no le importó. Ni la moda. Zapatos
rotos. Una forma de vivir. La única forma de morir.
xvi.
Se puede decir que alcanzó a coger el cielo con las manos. Sus
dibujos ponían a madrugar al pequeño país del poder, el que
leía. También a la mayoría analfabeta. Como no sabían leer, no
les interesaban los editorialistas. En cambio, sí podían disfrutar
sus caricaturas. Siempre estuvo con ellos, denunciando sus pe
nurias, la lejanía de los poderosos frente a sus desgracias.
Llegó a tener una popularidad que nunca imaginó. Una no
che fue al Teatro Colón con sus hermanos Olga y Gustavo. Él
les huía a esos ámbitos sociales donde solían reunirse tantos po
derosos, las víctimas de sus dardos. Creyó que, apenas lo vieran,
lo iban chiflar, a sacar a gorrazos. Entró al teatro, tímido, inten
tando no ser visto, y se sentó en el oscuro palco. Se oyeron unas
pocas palmas, y luego se desgajó un aguacero de aplausos. Cuan
do se asomó se dio cuenta de que el teatro lo ovacionaba.34
Fue por esas épocas cuando los socios del recién fundado
Country Club de Bogotá se inventaron un campeonato de golf,
y el premio era que él le hiciera una caricatura al ganador. No
le entusiasmó la idea al principio. Su amigo José Camacho Lo
renzana le insistió. Lo sacaba de la cama los domingos por la
Eusebio Umaña.
35. «Los 50 años del Country Club de Bogotá», 1967, pp. 32-33.
Manuel B. Santamaría.
Luis Tejada.
37. Adel López Gómez (1954), «Ricardo Rendón en cifras», en Rendón, op. cit., pp. 45-46.
38. Federico Rivas Aldana («Fraylejón»), en Lecturas Dominicales de El Tiempo, octubre 28 de
1956.
39. «Ayer a las 6 y 20…», El Tiempo, op. cit., p. 12.
dón lo único que le hacía falta era que «se le acabe la modestia,
porque con esa suya no va ninguna parte».43
No le gustaba hablar de su obra. Le molestaba. No sabía
bien cómo le salían las caricaturas. «Veo el mundo en diagonal»,
le dijo a su amigo Jaime Barrera Parra.44 Pensaba en geometría.
Alguna vez le había explicado la idea a Luis Tejada:
43. «¿Y Rendón?», en Notas artísticas de Francisco A. Cano (entrevista, 1925), Colección Breve,
núm. 3, Seduca, 1987 (Testimonios de su asombro, op. cit., p. 52).
44. Jaime Barrera Parra, «Despedida a Rendón», Lecturas Dominicales de El Tiempo, octubre
de 1931.
45. Fragmentos de lo que dijo Tejada que le había dicho Rendón. Luis Tejada, en Cromos, núm.
315, Bogotá, julio de 1922, pp. 11-13.
gar. «Iba perseguido por el ansia alcohólica, con los ojos cerra
dos. Entonces vino la ocurrencia: ¡Y pensar que hay un lago de
Ginebra!».48
Tenía sus amigas. Sixta Tulia Arias, propietaria de un gra
nero-café en el barrio de San Agustín, y aquella morena atrac
tiva con la que se encontraba en el Parque de la Independen
cia, que después resultó novia también de su amigo Fraylejón.49
La más cercana era Rita Jaimes, su paño de lágrimas. En su bar
vendían la temida «pita», esa especie de chicha fermentada. Ella
le decía «Ricardón». Y él le dedicaba sonetos de medianoche en
servilletas que ella guardaba como tesoros:
48. Ibid.
49. «Fraylejón», op. cit.
50. La cercanía de Rendón con Rita Jaimes está documentada tanto por Jairo Tobón, que la
entrevistó, como por Adolfo León Gómez, quien dice que Rita «solía exhibir pruebas de su co
rrespondencia con Rendón» («Noticia biográfica», op. cit.).
51. La carta es citada por Jairo Tobón Villegas en un escrito suyo inédito que me autorizó a
citar.
52. Alfredo Iriarte, Muertes Legendarias, Bogotá, Intermedio editores, 1996, cap. xii,
pp. 177-195.
53. Miguel Escobar Calle, «Ricardo Rendón: el humor hecho sátira», Credencial Historia,
núm. 53, 1994.
xvii.
xviii.
Nota: Las caricaturas de Rendón incluidas en este capítulo han sido tomadas de publicacio
nes diversas sobre el autor; del archivo personal de Jairo Tobón Villegas; del libro Ricardo Ren-
dón, una fuente para la opinión pública de Germán Colmenares, Fondo Cultural Cafetero, 1984;
de los dos tomos del álbum de Rendón publicados por la Editorial de Cromos, 1930, y del libro
Rendón del Banco Comercial Antioqueño. También se han rescatado caricaturas de Rendón
publicadas en El Tiempo, El Espectador, Panida, Avanti, Cromos y La República.
. Yo Lucas, joven Caballero. 10 en historia, 0 en imaginación, Bogotá, Pluma, 1979, pp. 258-259.
. Memorias, p. 78.
10. Ibid., p. 87.
La segunda esperanza
14. «El gran futuro del liberalismo, junio 5 de 1981», La segunda esperanza, Bogotá, El Ánco-
ra, 1982, pp. 217-219.
El joven Lucas
nos que vivían a todo dar en París. Un noble ruso venido a me-
nos era su chofer, y un príncipe arruinado, su mayordomo. Una
noche invitaron a Lucas a un coctel, y así escribió a su hermano
Eduardo en una carta cómo conoció a Corinto Barroso:
Inescrupuloso sacamuelas:
¿Recuerda usted que, antes de mi viaje, por dos
largas y terribles semanas honré yo su detestable con-
sultorio diariamente para que me hiciera una juicio-
sa y completa revisión bucal? Si lo recuerda es inútil
hacer en esta carta el recuento de las iniquidades y tor
mentos profesionales a que usted me sometió, viejo
indecente. Pero si los ha olvidado, le diré que la pieza
dañada era una sola. Usted metió dentro de ella toda
clase de cosas absurdas: una siniestra aguja de crochet,
un tornillo pavoroso, el herrón temible de un trom-
po, un tenedor para fruta y muchas cosas más que mi
memoria empavorecida no conserva. Baste decirle que
a un puntico insignificante que yo tenía en la segun-
da bicúspide del maxilar inferior —perfectamente lo
recuerdo— le dio usted la insondable profundidad de
un pozo petrolero […] usted me preguntó:
—Dígame una cosa, señor Caballero: ¿a usted no
le había obturado anteriormente esta muela con oro?
Harmano Gulito
Las dos críticas más frecuentes que Klim hizo a Turbay fueron
al autoritarismo de su política de lucha antisubversiva, bajo el
Estatuto de Seguridad, y a sus viajes multitudinarios y costosos
para mejorar la imagen del país. De lo primero escribió en sorna
32. Memorias…, pp. 149-177.
Por esa época, fines de los setenta, Klim fue uno de los pri
meros periodistas colombianos que comenzó a criticar a los na
cientes barones de la droga y su capacidad corruptora. Un re-
portaje de la cbs acusó al presidente Turbay y a su ministro de
Defensa, Abraham Varón, de estar implicados en el tráfico de nar
cóticos. Klim los exculpó y sostuvo que eso les pasaba por an-
dar respaldando un gobierno «en donde la mafia compra votos y
se incrusta en el Congreso». Lo más impactante de esta colum-
na es que, salvo su visión «folclórica» del problema que luego
le causaría tanto dolor al país, describe una situación que no ha
cambiado mucho veinticinco años después:
34. «La imagen de Colombia», en Klim, 45 años…, febrero 4 de 1980, pp. 179-181.
Bohemio y parrandista
En 1947 Caballero se volvió tan famoso que mereció carátula de la revista Semana.
52. «Así entró al cielo Betsalión Casís», por Lukas, El Espectador, octubre 13 de 1944, y «Primer
capítulo de una novela inédita», por Klim, El Tiempo, octubre 13 de 1944.
La ruptura
60. «Lo que puedo decir sobre “La Libertad”», El Tiempo, marzo 27 de 1977.
61. «El columnista que casi tumba un gobierno», Guión, núm. 221, julio 24-30 de 1981, p. 80.
Entre primos
71. Ibid.
72. «De Klim», El Tiempo, agosto 12 de 1952.
78. Héctor Osuna, «Lucas Caballero, Klim, sátira demoledora», Lecturas Dominicales de El
Tiempo, septiembre 6 de 1998.
79.«Klim», Nueva Frontera, julio 20 de 1981, p. 7.
80. Consuelo Araújo de Molina, «Confesiones de Klim a La Cacica (2): “Por qué critico al go-
bierno», El Espectador, abril 15 de 1977.
De vuelta en El Espectador
85. «Nota final» por Daniel Samper Pizano, en ibid., pp. 228-229.
Klim visto por el caricaturista Naide, revista Diners, núm. 137, 1981.
* * *
Alberto Lleras Camargo y Mariano Ospina Pérez vistos por Osuna a los trece años.
Época de aguinaldos
14. Catálogo de estudiantes del Colegio San Bartolomé la Merced, «Héctor Daniel Osuna Gil,
externo, ii sección de la división i de Cuarto de Bachillerato», p. 410.
* * *
Visto desde afuera parece fácil, pero Héctor Osuna no logró to-
do esto sin librar muchas batallas. La primera, interna, contra la
idea de quedarse siendo un simple caricaturista. Es verdad que
pocos han hecho tanto como él por enaltecer el papel de la cari
catura política. Fue el primero en conseguir que los derechos de
16. Álvaro Montoya Gómez, «El maestro Héctor Osuna: treinta años como testigo de excep-
ción», El Espectador, marzo 9 de 1989.
17. Entrevista de la autora a Fernando Cano, junio de 2005.
18. Henri Bergson, La risa, Buenos Aires, tor.
La «libre» expresión
los originales fueran del autor y no del medio y que les paga-
ran mejor; y cuando el procurador Alfonso Gómez Méndez di-
jo en tono despectivo que «eso era lo que tenían que hacer los
caricaturistas para no morirse de hambre», Osuna le respondió
con una caricatura de todos sus colegas protestando. También
protestó con todos sus personajes cuando, en 1987, El Tiempo le
cambió la leyenda a una caricatura de Vladdo, Vladimir Flórez,
su pupilo y gran amigo.
Sin embargo, a una parte de él le ha parecido que la caricatu
ra es «un arte menor», que él podía ser mucho más. «Le he de-
dicado demasiado tiempo a algo que iba a ser provisional —di-
El jesuita
El abogado
El pintor
ra seguir viaje al otro lado del océano sin darse mayor cuenta.
Cuando despertó, ya en vuelo a Madrid, se dio cuenta de su de-
plorable estado cuando la azafata le preguntó: «¿El señor tam-
bién se va a desayunar con whisky?».
Visitó museos y gozó el agitado mundo de las exposiciones
de la capital española. Estaba decidido a renovarse como pintor
y dejar definitivamente la caricatura. Pero no se había despren-
dido del todo de El Espectador y desde Europa seguía enviando
colaboraciones: noticias de alguna exhibición importante, algu-
na caricatura filosófica o una simpática descripción de una ca-
lle o un personaje. En septiembre de 1972, por ejemplo, estuvo
de paseo por Francia y envió al Magazine Dominical sus obser-
vaciones sobre la vida cotidiana, los colores y la arquitectura de
pueblos y ciudades. «Y en lo que hace a esta ciudad (Tours), las
mobylettes y velos, popular medio de transporte que hace de ella
una especie de Cajicá en francés, pero con bicicletas a motor y
ruido», dice un aparte de su nota.28
El «diario de oposición»
El escritor
Castillo-Osuna
La independencia
Un buen jinete
Las siguientes dos que envió al diario eran tan poco impor
tantes que Osuna ni siquiera recuerda el tema. Sin embargo, ya
no sobrevivieron a la censura y, como se decía en esa época, «las
pusieron en el gancho». El jefe de redacción le dijo a Osuna que
esperara a ver si las sacaban más adelante. El joven no esperó.
Agarró sus mejores «monos» y se fue al diario liberal El Espec
tador, que entonces dirigía Gabriel Cano. Se reunió con Eduardo
Zalamea Borda y Guillermo Cano, hijo de Gabriel. Este último
dijo que iba a consultar con su papá y le avisarían. La respuesta
fue su caricatura publicada al día siguiente, el 6 de septiembre, en
la edición vespertina de El Espectador. Cuando vieron la noti-
cia en El Espectador, que publicó una nota especial de bienveni-
da a Osuna, con todo y autorretrato, los de El Siglo trataron de
volverlo a conquistar. Su raíz conservadora lo halaba y, aunque
no envió más caricaturas entre semana, aceptó seguir sacando
su tira dominical en El Siglo por un tiempo más, pero al fina
lizar noviembre se fue del todo. Prefirió la liberalidad de El Es
pectador, aunque allí también tuvo sus encontrones.
Años después, en los noventa, por invitación de su nuevo
director, Juan Gabriel Uribe, Osuna regresó a El Siglo como co
Autorretrato
En «Paletará»
CORTO METRAJE
El grupo anti-8.000
Crítica del caricaturista al procurador Jaime Bernal y al fiscal Gómez Méndez por
su cercanía al presidente Samper.
Independencia cara
Refajo periodístico
Se nos fue
Rapazuelos jurídicos
La justicia arrasada
Matrimonios modernos
La casita roja
Contra la corriente
Superpoder
Arriba, la caricatura original de Osuna que mostraba a Lara entre las fieras.
Abajo, los amigos de Escobar le pusieron bigote a Lara para que el acosado por
las fieras fuera Escobar.
Cortes y pestañeos
Los aliados
Alertando a Lilolás
El conflicto
Osuna no ha dejado de criticar los intentos del gobierno de Uribe por buscar la
liberación de los políticos secuestrados por las Farc. En la imagen de la izquierda,
Uribe conversa con el jefe guerrillero Marulanda, y en la de la derecha, Osuna
ironiza sobre la discusión entre el gobierno y la guerrilla para que esta última
devolviera los cadáveres de los diputados asesinados en cautiverio.
Por furioso que estuviera con su otro yo, Jaime Garzón no al-
canzó a matar a Heriberto de la Calle. Heriberto, en la cúspide
de la fama, lo sobrevivió. El lustrabotas, creado dos años antes
por Jaime junto con el periodista Antonio Morales, es una mez-
cla de la ingenuidad del Chavo del Ocho y la picardía clásica
de un trabajador cachaco. Hizo su debut en el programa humo-
rístico «La lechuza», que duró pocas semanas. Después pasó a
ser la estrella del cierre del noticiero cm& dos veces por semana,
y cuando su director, Yamid Amat, se fue a Caracol, se lo llevó
con él al noticiero del canal.
Nota: Algunas fotografías de Jaime Garzón las prestó la revista Semana para este libro, otras
pertenecen a archivos familiares y algunas las tomaron aficionados directamente de la pantalla
del televisor, de videos o programas producidos por Cinevisión, rti, Caracol tv y el noticie-
ro cm&.
El embolador le da la razón:
—Sí, usted defiéndase. ¿Candidato de cuál gobierno
va a ser, si no hubo?
—[entre risas] A mí me van a apoyar todos los lus-
trabotas de Bogotá y de Colombia. ¿Usted me acepta
que lo marque?
El candidato le pone el sticker de su campaña en la ca-
ja de embolar.
El humor (i)
La sonrisa de Garzón.
Ya no puedo más,
ya me es imposible soportar un día más sin él.
Ven, dame una razón.
La política (i)
El humor (ii)
Timbra el teléfono.
—Lo que pasa es que los del cuarto, los del quinto y
los del sexto piso están agarrados con los del penjáus.
Los del cuarto, los que tienen el aviso en la puerta…
¡Ésos!, los del cartel, dizque mandaron un billete al
man del penjáus. Entonces los del quinto se entera-
ron y dijeron: «¡Huuy! Cómo así que quién le está pa-
Timbran en la puerta.
Le preguntan algo.
Cuando las cosas se agravaron, Dioselina salió con los pelos pa-
rados, aterrada, rezándoles a las almas benditas del purgatorio
porque la situación estaba muy enredada y contando que se la
pasaban tomando tinto toda la noche y hablando de una medi-
cina «o algo de Medina o algo así» para Samper.
Por esos mismos días, Néstor Elí le contó por teléfono a algún
amigo que habían desocupado varios apartamentos, pues habían
llegado los de la firma de fumigación «Salamanca y Valdivieso»,
respectivamente fiscal y vicefiscal del momento, a fumigarlo todo
y encontraron documentos debajo de los tapetes, y salieron ratas
y cucarachas. La mayoría se fue al apartamento «Modelo» —en
alusión a la cárcel—, o, al menos, así lo esperaba él.
Fue por entonces cuando desde el gobierno convocaron a
rodear al Presidente, y Néstor Elí les dio la razón con la frase
suya que se hizo más célebre: «Hay que rodear al Presidente pa-
ra que no se escape». Al portero del Edificio Colombia lo lla-
maban de todas partes, hasta la prensa internacional, a la que él,
con mucho orgullo, le pudo hablar en inglés, con ayuda de al-
guien que le soplaba por el otro teléfono.
El Señor
Jaime Garzón
Ha fallecido
El Secretario General de la oea, el secretario
Pastrana, Los Diplomáticos, Los Amigos Invisibles
de Radio Net, El Cuerpo Colegiado, Los Honores
Patrios, Las Fuerzas Armadas y Centrífugas, Los
Odios y los Rencores, El Festival Vallenato, Los
Compas y los Ñeros, La Mujer del Prójimo y la
Decadente Institucionalidad, invitan a sus exequias.
El martes 8 de septiembre en
el Cementerio Obrero.
(Favor No Enviar Flores, Sólo Dólares)
Única Presentación
Invita Caracol
Santafé de Bogotá, septiembre de 1998.
Los hijos de la Tuti lo oían decir, cada vez más a menudo, que
no había razón para vivir más allá de los cuarenta, que para qué;
que él, como su papá, no sobrepasaría los 38 años. Y en «Quac»
esas tétricas ironías se volvieron recurrentes. Antonio Morales,
en una entrevista a Cromos, relató una anécdota que revela cómo
Jaime empezó a jugar, literalmente, con la idea de la muerte:
La política (ii)
Epílogo
Fuentes
1. Entrevistas:
2. Archivos de videos:
3. Documentos consultados:
La voluntad
Con una historia personal tan difícil, Vladdo habría podido ter
minar mal. Pero no fue así. Desde que empezó a adquirir algu-
na conciencia de su vida, no se arredró. Cuando tenía nueve o diez
años, cuenta su hermana Luz Myriam, la tía Cristina, preocu
pada de que el niño estuviera criándose con extraños, solo en Ar
menia, resolvió ir por él y lo llevó a su casa de Chapinero, en
Bogotá, donde vivían sus hermanos. Lo matriculó en el Colegio
Antonio Nariño. Las tías lo consintieron y lo metieron a los boy
scouts. Pero sus hermanos lo veían un poco en menos, porque era
muy pueblerino. Vladimir no se adaptó y llamó a Armenia a su
padrino a decirle que mandara por él. Un hijo mayor de Eduar
do Alzate fue a recogerlo y se lo llevó de vuelta a Armenia.
Un par de años después, cuando empezaba a acostumbrar
se a vivir con su mamá en una finca cafetera cerca de Armenia,
Samper o no ser…
El emperadorcito
Simultánea nacional
Nos internacionalizamos
Desamparados y emparamados
Empobrecimiento ilícito
Lo de siempre
figura naciente —el saco no era tan grande ni la cabeza tan pe
queña— es del 1o de noviembre de 1998, apenas tres meses des
pués de que se posesionó como Presidente. Simboliza su peque
ñez frente a la potencia de Estados Unidos. ¿Lo pensó así desde el
principio, o el personaje solo se fue achicando entre esas ropas?
—No fue algo deliberado. Salió una primera vez, y Álvaro
Montoya me dijo que yo por qué pintaba a Pastrana así, y, expli-
cándole, me vi diciendo: «Es que esta vaina le quedó grande».
A partir de ahí me di cuenta de que ésa era su mejor caricatura.
Nora [de Pastrana] me decía que a ella no le importaba que la
pintara como una Barbie, pero lo que sí no aceptaba era que
pintara a Andrés con esa ropa tan grande.
—No veo, paradójicamente, un mensaje gráfico tan claro,
de un solo símbolo, para caracterizar a los dos presidentes con
tra los que usted ha sido más feroz, Ernesto Samper y Álvaro
Uribe. A Samper siempre le cuestiona la moral y a Uribe el mi
A contratiempo
El poder
Se busca
Cuando Uribe fue reelegido, el palacio Cuando vinieron las denuncias contra uribistas
se volvió castillo de dos pisos. involucrados en la parapolítica, Vladdo recordó
el elefante símbolo de la infiltración de
narcodineros en la campaña de Samper.
muy pocos amigos entre los políticos. Para mí, amigo es el que
le cubre a uno el sobregiro de fin de mes, es al que uno le cae
el domingo a almorzar sin avisarle. Y ninguno de ellos entra en
esa categoría.
—Ponerse en la postura de moralista siempre es difícil. Im
plica que uno se siente bueno y mira a los otros como malos.
—Nunca me he sentido mejor o peor que nadie. Simplemen
te, hay cosas que pasan y que no se pueden ignorar. Son inocul
tables. No hago caricaturas sobre rumores. Pero cuando hay al
go demasiado protuberante de inmoralidad, hay que decirlo.
—¿Está satisfecho?
—En una época, hace tiempo, antes de que naciera Sofía,
me decía: «Si me muero hoy, me muero tranquilo». Era una for
ma de satisfacción que tenía con lo que me dio la vida. No la des
perdicié. Lo más duro que me ha pasado en la vida nunca me ha
llevado a situaciones extremas de desesperación: fumar basuco
tres días o emborracharme un mes. Sin embargo, desde que na
ció Sofía siento que tengo que vivir por lo menos hasta que ella
termine la universidad; no la puedo dejar a la deriva, ni perder
me su juventud ni su preparación para la vida.
—A lo largo de su carrera ha publicado muchas caricaturas
sobre la violación de los derechos humanos y el paramilitaris-
mo, pero también contra la violencia guerrillera ¿No se siente des
alentado a veces de repetir la misma historia tantos años?
—Es cierto. He pensado en estos días sacar una «Vladdoma
nía» con caricaturas viejas que podrían publicarse hoy y serían
perfectas para contar lo que pasa. A veces también siento que
debería publicar un solo cuadrito de «Vladdomanía» y dos pági-
nas de «Aleida». Es más fácil pensar sobre amor y sexo que se
guir comentando la miseria de la situación en la que nos se
guimos moviendo. Aleida es un solaz.
Casos aislados
La pasión que no es