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¿Qué es un problema?
Bruno Munari
Por tanto es necesario empezar por la definición del problema, que servirá también para
definir los límites en los que deberá moverse el proyectista.
Supongamos que el problema consiste en proyectar una lámpara, habrá que definir si se
trata de una lámpara de sobremesa o de aplique, de estudio o de trabajo, para una sala o
un dormitorio. Si esta lámpara tendrá que ser de incandescencia o fluorescente o de luz
diurna o de otra cosa. Si tiene que tener un precio límite, si va a ser distribuida en los
grandes almacenes, si deberá ser desmontable o plegable, si deberá llevar un reóstato
para regular la intensidad luminosa, y cosas por el estilo.
Cualquier problema puede ser descompuesto en sus elementos. Esta operación facilita la
proyectación porque tiende a descubrir los pequeños problemas particulares que se
ocultan tras los subproblemas. Una vez resueltos los pequeños problemas de uno en uno
(y aquí empieza a intervenir la creatividad abandonando la idea de buscar una idea), se
recomponen de forma coherente a partir de todas las características funcionales de cada
2. Facebook – Medios 1 Groisman – 2010
una de las partes y funcionales entre sí, a partir de las características materiales,
psicológicas, ergonómicas, estructurales, económicas y, por último, formales.
Como los problemas, sobre todo hoy en día, se han convertido en muy complejos y a
veces en complicados, es necesario que el proyectista tenga toda una serie de
informaciones sobre cada problema particular para poder proyectar con mayor
seguridad.
Tal vez sea oportuna una definición de "complejidad" para poder distinguir lo
complejo de lo complicado. Para Abraham A. Moles "un producto es
complicado cuando los elementos que lo componen pertenecen a numerosas
clases diferentes; mientras que es complejo si contiene un gran número de
elementos reagrupables no obstante en pocas clases".
Cada subproblema tiene una solución óptima que no obstante puede estar en
contradicción con las demás. La parte más ardua del trabajo del diseñador será la de
conciliar las diferentes soluciones con el proyecto global.
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Estos son los subproblemas que hay que resolver en forma creativa.
3. recopilación de datos
Sigamos todavía con el ejemplo del proyecto de la lámpara y veamos qué datos
convendrá recoger para decidir luego los elementos constitutivos del proyecto. En
primer lugar el diseñador tendrá que recoger todos los catálogos de las fábricas que
producen lámparas parecidas a la que hay que proyectar. Es evidente que, antes de
pensar en cualquier posible solución, es mejor documentarse. No vaya a ser que alguien
se nos haya adelantado. Carece completamente de sentido ponerse a pensar en un tipo
de solución sin saber si la lámpara en la que estamos trabajando ya existe en el mercado.
Por supuesto se encontrarán muchos ejemplos que habrá que descartar pero al final,
eliminando los duplicados y los tipos que nunca podrán ser competitivos, tendremos una
buena recopilación de datos.
Luego para cada elemento del problema, tendremos que buscar nuevamente más datos:
4. análisis de datos
El análisis de todos los datos recogidos puede proporcionar sugerencias sobre qué es lo
que no hay que hacer para proyectar bien una lámpara, y puede orientar la proyectación
hacia otros materiales, otras tecnologías, otros costes.
5. creatividad
6. materiales - tecnologías
7. experimentación
Hace algunos años fue lanzado al mercado un producto industrial llamado Fibralín,
compuesto de fibras de rayón entretejidas como un fieltro, de goma sintética. Este
material había sido producido para sustituir a determinados tejidos utilizados en la
confección en el interior de las prendas y se fabrica en diferentes grosores, desde el del
papel de fumar al del cartón. Tenía un precio muy asequible y un aspecto agradable
parecido al papel de seda japonés.
Este material, que todavía se produce, resiste bien la impresión serigráfica, y yo mismo
hice varias pruebas con él. Con este material proyecté instalaciones efímeras para
exposiciones de productos industriales. Desde entonces ese material, inventado para la
confección, es utilizado por sus cualidades y posibilidades específicas, incluso en
instalaciones y en impresiones artísticas en serigrafía.
8. modelos
Como se desprende de este esquema de método, todavía no hemos hecho ningún dibujo,
ningún boceto, nada que pueda definir la solución. Todavía no sabemos qué forma
tendrá lo que hay que proyectar. Pero en cambio tenemos la seguridad de que el margen
de posibles errores será muy reducido. Ahora podemos empezar a establecer relaciones
entre los datos recogidos e intentar aglutinar los subproblemas y hacer algún boceto
para construir modelos parciales. Estos bocetos hechos a escala o a tamaño natural
pueden mostrarnos soluciones parciales de englobamiento de dos o más subproblemas.
9. verificación
Este es el momento de llevar a cabo una verificación del modelo o de los modelos
(puede ocurrir que las soluciones posibles sean más de una). Se presenta el modelo a un
determinado número de probables usuarios y se les pide que emitan un juicio sincero
sobre el objeto en cuestión. Sobre la base de estos juicios se realiza un control del
modelo para ver si es posible modificarlo, siempre que las observaciones posean un
valor objetivo.
En base a todos estos datos ulteriores se pueden empezar a preparar los dibujos
constructivos a escala o a tamaño natural, con todas las medidas exactas y todas las
indicaciones necesarias para la realización del prototipo.
bocetos
Los dibujos constructivos tendrán que servir para comunicar a una persona que no esté
al corriente de nuestros proyectos todas las informaciones útiles para preparar un
prototipo.
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Definición del problema arroz verde con espinacas para cuatro personas
Elementos del problema arroz, espinacas, jamón, cebolla, aceite, sal, pimienta, caldo
Dibujos Constructivos
El instante decidido
Por Alberto “Carpo” Cortés
Este artículo fue publicado en El medio es el Diseño, Estudios sobre la problemática del Diseño y su
problemática con los medos de comunicación, Libros del Rojas/Eudeba, Buenos Aires, 2000.
El documento ambiguo
A veces, al ver los retratos que Velázquez hizo de Felipe IV, se tiene la fantasiosa tentación de observar
una foto del monarca para medir la exactitud de la pincelada del artista, teniendo como referencia esta
imagen más verosímil del modelo real.
El ojo no avisado en general tiene la idea de que la fotografía es “objetiva” (en la primitiva acepción
baziniana del término) (1), es decir que una foto es la fiel reproducción de las condiciones de la visión
humana, “el fiel reflejo de la realidad”. Sin embargo, un análisis más o menos superficial nos
desilusionaría bastante con respecto a esa idea.
Pero por otro lado, por más que analicemos y entendamos lo construido de la imagen fotográfica, siempre
tendremos la “sensación” de que esa huella que la realidad dejó en la película sensible nos permite
reconstruir verazmente, desde nuestro lugar, lo que el fotógrafo (vi)vió desde su lugar y que, a través de
algún medio gráfico, nos cuenta con su foto.
Esa dualidad, que ni el relato, ni la pintura, ni tantos otros medios expresivos de representación logran, hace
que la fotografía sea una de las formas más ambiguas de construir un mensaje.
En todo análisis fotográfico, no podemos dejar de lado el momento relacionado con el acto de obturación,
el medio y el contexto en el cual la fotografía es difundida (acto de mediación), y las connotaciones que
provoca en quien la observa (acto de contemplación) (2).
¡Clic!
Una vez elegido el punto de vista, por lo tanto definida la perspectiva (4), el fotógrafo se encuentra con otro
de los elementos constitutivos del proceso fotográfico: el encuadre. El objetivo de la cámara recorta un
espacio dentro del espacio, y lo que aparecía como un medio “neutro”, que no influye en la realidad, ni en
lo que estamos viendo, resulta ser un amputador inapelable del espacio a registrar. El objetivo también
enfoca, es decir, que la selección ocular que cualquier persona realiza ante la visión de un hecho ahora se
transforma en una decisión terminada y congelada en el momento de la obturación, ocultando
definitivamente todos los elementos que, aun estando dentro del campo visual del objetivo, en el momento
de obturar quedaron detrás de otros.
La otra característica (que tiene que ver con la elección de un instante de obturación) es la abolición del
movimiento: la imagen fotográfica no se mueve, puede estar “movida”, pero finalmente el movimiento real
se traduce en una estela estática que para el lector fotográfico significa movimiento, aunque no lo es (5).
Nombramos tres hechos que hacen a la caracterización del acto fotográfico: la reproducción de un hecho-
objeto-situación a partir de la selección de un espacio (objetivo), de un tiempo o instante (obturador), y
desde un determinado punto de vista (perspectiva). Ahora aparece otro elemento, el registro en un soporte
(emulsión) donde se produce la gran mutación: por un lado, texturas constitutivamente continuas (piel,
vidrios, hojas, etc.) se transforman en texturas discontinuas granulares (6) que se hacen relativamente
imperceptibles o no, tan sólo por una cuestión de ampliación (7). Por otro lado, la mutación que también se
produce y que no depende de la emulsión pero se verifica en ella, es la desaparición de la tercera
dimensión, determinando así una perspectiva que reproducirá una sensación espacial totalmente caprichosa,
que dependerá del foco, la iluminación, la ubicación de la cámara, la ubicación de los personajes y los
objetos en el cuadro, encerrándose aquí una de las claves del diseño fotográfico. Esto, obviamente trae
como consecuencia una escala de representación que depende de la distancia focal del objetivo y del
formato de la cámara.
Poder manipular la perspectiva, las escalas, el foco, los colores; poder eliminar los estímulos sensoriales no
ópticos, los movimientos, la tercera dimensión; amputar porciones del espacio, mutar texturas... Frente a la
foto poco queda de ese momento en aquel lugar, donde alguien decidió obturar; pero ese “mensaje sin
código” (8) lleva una marca, una huella que nos induce a sentir una presencia.
Si con la aparición de la fotografía se “ha librado a las artes plásticas de su obsesión por la semejanza” (9),
la fotografía queda apresada durante mucho tiempo (aun hoy) por los paradigmas compositivos de la
pintura. Y en principio, una de las tantas razones para que esto ocurra era la imposibilidad técnica de
exponer las películas durante un corto lapso de tiempo. En el origen, exponer una fotografía era cuestión de
minutos u horas, hasta que alrededor de 1880, debido al desarrollo de las emulsiones es posible empezar a
hablar de instantaneidad, característica que produce un quiebre en la concepción fotográfica. Hasta ese
momento habíamos reproducido “fielmente” cosas o personas que debían ponerse en función de la puesta
que proponía el fotógrafo, o sea, no había duda de que era el fotógrafo quien decidía exactamente lo que iba
a mostrar y cómo lo iba a disponer dentro del cuadro (10). Pero la posibilidad de capturar un instante
permitió la creación de un lenguaje dentro del lenguaje, pretendidamente realista, basado en las “fallas” del
proceso fotográfico, en el que la fuerza visual de la foto no pasa tanto por las reglas de la composición sino
por los elementos que le dan valor de “documento”. Tenemos dos universos que son el de la fotografía “de
estudio” o “posada”, y el de la fotografía “instantánea” o “documental-periodística” (action picture).
Obviamente estas no son categorías estancas, sino que nos sirven para categorizar elementos en el análisis
del diseño de una fotografía.
Lo importante de una fotografía “instantánea” es captar el “instante importante” (11). Esto conlleva una
caligrafía fotográfica particular: grano grueso, que implicaría un revelado enérgico, necesario para revelar
hasta los “últimos detalles”; fotos ligeramente movidas o desenfocadas, lo que implicaría que el fotógrafo
es parte de la acción; ligeros desencuadres que hablan de la falta de tiempo para componer el cuadro, ya
que lo que importa es documentar ese “instante irrepetible” (ver fotos de Robert Capa, o “Papparazzi”)
(12). También el uso de flashes, creando fogonazos dudosamente agradables sobre rostros sorprendidos
(13).
Podemos decir que con la consumación de la instantaneidad se comienza a educar al lector en una nueva
caligrafía fotográfica que incorpora la deficiencia técnica como elemento connotante de la imagen (14).
En cambio, en una foto de estudio, o al menos no de acción, las reglas de diseño de una foto sí están más
ligadas a las cuestiones de equilibrio (o desequilibrio) formal y de tratamiento de colores, ya que el lector
“sabe” que el instante importante no es el de la acción frente a la cámara, sino el de la decisión de obturar
del fotógrafo. Sin duda, hay un tiempo de iluminación, elección de lentes, construcción de la perspectiva,
etc., y ese “tiempo del fotógrafo” no debería nunca implicar un error técnico (salvo por cuestiones
estéticas). Es el tiempo necesario para construir un instante.
Barthes, analizando lo que él llamaba la “paradoja fotográfica”, es decir, la convivencia de un código literal
o denotado con otro construido o connotado, categoriza seis formas de connotación (trucaje, pose, objetos,
fotogenia, esteticismo, sintaxis). Además incluye en su análisis la relación con los textos que acompañan a
la foto (función de anclaje y relevo), recurso inseparable de todo medio gráfico (16).
Cada medio tiene un estilo y cada estilo tiene sus fotos (información, publicidad, modas, cocina,
pornografía, autos, deportes, etc.). Si quien fotografía olvida esto, probablemente no pueda canalizar su
imagen en el medio que él quiera, sino en el que pueda (¿o deba?), o en ninguno. No tiene sentido ni
destino trabajar un esteticismo extremo para una campaña o un reportaje que va a salir en un medio
amarillo “sangre-kitsch”, ni hacer fotos de “denuncia” para la revista Hola!. No hay medios ingenuos,
todos tienen una intención en función de la cual son diseñados, y las fotos no escapan a esa regla.
Rosebud
La reina Sofía asoma entre las páginas de la revista Hola! y nos muestra una de sus mansiones. Algunos
admirarán el palacio, otros envidiarán el lujo, otros repudiarán todo, otros aplaudirán la nobleza, otros serán
indiferentes, otros ni la verán. Sin entrar en el análisis de si lo que importa es el medio en sí o su contenido,
vemos que en principio hay quienes la leen y quienes ni la abren. Entre los que la leen, vemos que las
reacciones son diversas: las fotos de la nobleza disparan en los lectores sensaciones y reacciones que tienen
que ver no sólo con la visión insípida y neutra de una imagen, sino que también la “huella de la realidad”
enciende mecanismos vinculados con la formación sociocultural y con las diversas representaciones
Facebook – Medios 1 Groisman – 2010
psíquicas que la foto estimula en cada lector, que terminarán moldeando el significado de la imagen. El
diseño de una gráfica y un anclaje de foto, el diseño de la puesta en página de una y todas las fotos, los
reencuadres, y el discurso en general, no pueden ser indiferentes a las reacciones posibles del lector.
Cuando el receptor mire, lea, observe, lo va a hacer desde su impresión, que está marcada por su ideología,
origen, saber, etc.; y esto influirá en el mensaje que le llega. Los elementos de connotación deben apoyar el
nudo del mensaje que se quiere dar, que por otro lado no está aislado del medio gráfico en el que se
encuentra, ni de la imagen corporativa que lo engloba.
o una blasfemia. El Rey no estaba menos maravillado y menos maltrecho que el otro. Ambos se miraron,
muy pálidos.
—En los años de mi juventud —dijo el Rey— navegué hacia el ocaso. En una isla vi los lebreles de plata
que daban muerte a jabalíes de oro. En otra nos alimentamos con la fragancia de las manzanas mágicas. En
otra vi murallas de fuego. En la más lejana de todas un río abovedado y pendiente surcaba el cielo y por sus
aguas iban peces y barcos. Estas son maravillas, pero no se comparan con tu poema, que de algún modo las
encierra. ¿Qué hechicería te lo dio?
—En el alba —dijo el poeta— me recordé diciendo unas palabras que al principio no comprendí. Esas
palabras son un poema. Sentí que había cometido un pecado, quizá el que no perdona el Espíritu.
—El que ahora compartimos los dos —el Rey musitó—. El de haber conocido la Belleza, que es un don
vedado a los hombres. Ahora nos toca expiarlo. Te di un espejo y una máscara de oro; he aquí el tercer
regalo que será el último.
Le puso en la diestra una daga.
Del poeta sabemos que se dio muerte al salir del palacio; del Rey, que es un mendigo que recorre los
caminos de Irlanda, que fue su reino, y que no ha repetido nunca el poema.”