You are on page 1of 2

XVI.

SUPERVIVENCIA - Cine

Jueves, 2 de septiembre de 2010 - josemari20 46 6 visualizaciones

Para salvar su orgullo herido, puso una condición:

- Te escucho, si guardas un secreto, -dijo Berget Alster.

Allí estaba Berget Alster, con presencia altiva, cautivada por las palabras de Denev Ranson. Habían pasado una velada cautivadora, hasta que a
Denev se le ocurrió llevarla a contemplar el amanecer desde Nueva Jersey, con el pretexto de su adicción a la fotografía. Había aparcado su
Mustang blanco de 1966, justo a la orilla del precipicio, donde él consideraba era una de las vistas más preciosas de Manhattan. Por el camino,
le había insinuado que Manhattan a la luz de las luces nocturnas es la mejor, pues se reflejaban las siluetas del Empire State Building y el
Edificio Sears sobre el Río Hudson. Habían pasado una velada deliciosa en Central Park. Eran los años '40 y sonaba una música en el receptor del
coche. Era Lilí Marleen, de Edit Piaf, una famosa canción alemana popularizada durante la II Guerra Mundial. Sonaba bajo, suave, con cierto
dolor. Aquella música fue escrita en 1937 por el compositor Norbert Schultze y se estrenó en 1938. Hablaba sobre un poema que un soldado
llamado Hans Leip había escrito en 1915, durante la Primera Guerra Mundial, en la que recordaba a su novia Lilí, hija de un tendero de
ultramarinos de su ciudad natal, y en la que narraba cómo se despedían ambos bajo una farola junto al portalón del cuartel.

- Tengo que marchar a la guerra, -le confesó Denev. Hoy han atacado a Pearl Harbor y es probable que estados Unidos entre en la contienda.
Debo regresar a mi hogar, en Berlín. Cuando vuelva, nos casaremos.

"Qué atrevido", -pensó Berget. "Le acabo de conocer y ya me pide en matrimonio". No dijo nada y esperó dentro del coche, mientras la luna
llena atravesaba el cristal frontal del vehículo. Entendía que esa tarde habían estado animosamente hablando en Central Park, sobre los
franceses que emigraron a Nueva York. Y que habían estado discutiendo sobre la obra del antropólogo Claude Levi-Strauss y del historicista Louis
Rougier, según la conferencia que habían conocido por Mehlman, un profesor de literatura interesado en ambas personalidades. Pero de ahí a
que ahora quisiese casarse con ella... ¡Si sólo había comenzado a trabajar con él aquel 7 de diciembre de 1940 como su secretaria! ¡Qué
descaro!

Por esa razón, salió del coche, esperando que él la persiguiera. Pero Denev ni se movió, limitándose a inquerir:

- ¿Podemos hablar?

- Yo no tengo nada que hablar con Usted, -aseveró.

- Yo sí, arguyó Denev. Y siguió hablando. Comenzó explicando una historia sobre su Alemania natal, sobre el Imperio alemán. Esto enfurecía aún
más a Berget, que había tenido que emigrar a Estados Unidos en 1940, porque era judía. Tampoco quería darle el lujo de la satisfacción. Berget
adoptó una postura de Ley del hielo, la de no dirigir la palabra. Conforme Denev iba contando su historia, se daba cuenta que la contaba hacia
atrás en el tiempo. Le daba igual, pero le causaba curiosidad su forma de contarla. Pero poco quería saber su historia y quería demostrarle con
su actitud de hielo que no le interesaba. Hasta que llegó un punto que su historia tocó la revolución burguesa de 1848, que había afectado a
muchos países europeos. Entonces pareció que Berget rompía sus esquemas. Volvió su cabeza hacia él, sin moverse en sí misma, y le clavó su
mirada:

- Sólo si me guardas un secreto.

"De acuerdo", fue el gesto de Denev, sin emitir sonido alguno. Berget entró de nuevo al Mustang blanco, cuando ya había amanecido. - Será
nuestro secreto, -fue lo primero que le dijo Denev, una vez que Berget se acomodó en el auto. - No. Será tu secreto. - De acuerdo, comprendió
Denev.

- Soy monja, -dijo Berget.

- ¡Qué! ¿Me tomas el pelo?

- Hablo en serio.

- ¿De verdad?

- ¡Claro que sí! -pareció molestarse Berget. - Pero ese no es mi secreto. El secreto que te voy a revelar ahora es mi nombre: me llamo Sor
Victoria. Soy de la Comunidad Saint Peters of Hungary, aquí, en Manhattan. Es una sucursal de la de Hungría, con su homónimo nombre. Ellas
fueron las que me consiguieron trabajo en el Banco Mundial, donde te conocí. Soy judía. Y hallé en ellas lo que no pude hallar en Europa: una
fuerza interna que me mantiene siempre. No sé si me comprendes ni quiero saber si eres cristiano o judío. Me da igual. Para mí todos son
hermanos. Comprendo que tengas que marcharte a defender a tu país y quizá nunca volvamos a vernos...

- Te escribiré.

- No es lo mismo, Señor Ranson.

- A estas alturas llámame Denev.

- No, Señor Ranson. Seré Berget Ranson cuando sea su mujer, entonces le llamaré Denev.

- ¿Eso es un sí?

- Sólo he dicho lo que le he dicho.

Esta charla la recordaba Berget Alster a su llegada otra vez al Saint Peters of Hungary, de Manhattan, en aquella confortable habitación donde
entraba el trinar de los pájaros aquel amanecer. Durante la noche, no hizo sino recordar la cara del asesino de su marido. Nunca podía entender
lo que pasó. Su rostro continuaba desfigurado y las monjas ya le habían conseguido el equipo de cirujanos plásticos que ejecutaran las múltiples
operaciones. Tras la intervención de la cirugía plástica facial, la cirugía de párpados que le daba un aspecto fresco de apariencia, estética,
aumento de labios que ostentaba unos labios carnosos, suaves y rellenos, rinoplastia para mejorar la apariencia de la nariz modificando el
hueso, la estructura del cartílago y la piel, el lifting que devolvía su apariencia juvenil estirando la piel y los músculos flácidos que se
encuentran abajo, la cirugía cosmética que obtenía resultados instantáneos, tuvo que pasar por la reimplantación del cuero cabelludo en su
totalidad en base a clonar una muestra de células de sus últimos cabellos. Se reimplantó las orejas, se llevó a cabo la cirugía máxilofacial, se
trató el traumatismo encéfalocraneano, cumpliendo cada etapa con su rehabilitación prescriptiva. Se implantó un lunar sobre la comisura
izquierda del labio superior. Después de cinco años de operaciones, se pudo mirar al espejo. Ese día, salió de Saint Peters of Hungary y alquiló
un arco parapente a motor.

You might also like