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XVI.

EL TESORO DEL CODEX SINAITICUS - Libros

Viernes, 3 de septiembre de 2010 - josemari20 46 4 visualizaciones

Precisamente son los documentos manuscritos, en su mayoría, los que nos han motivado a investigar sobre el año 1848.

En Castellón de la Plana, hay un documento manuscrito completo, con papel sellado fiscal, que tiene dos sellos 4º de 40 maravedís,
correspondiente al reinado de Isabel II. Según este documento, datado del año 1848, según corresponde a su sello 4º, Joaquin Roig, del
comercio, vende a Vicente Fores Oller, labrador de tierra, partida de estepar y otra con bordones de algarrobos. Se identifican linderos.

Es un doble folio, con portada y contraportada, con cuatro páginas escritas en buena conservación. Como este documento, hay otros datados de
1848 en buena conservación. Entre ellos, los documentos de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia, en su colección Academiae
Documenta. Estos documentos son interesantes, en la medida que hacia la mitad del siglo XIX, como sucede con 1848, a raíz de donaciones y
recuperaciones procedentes de otras instituciones, la documentación médica se diferencia de la historia de la medicina, en el sentido de su
rápida tendencia a la caída en desuso de los documentos médicos. Por eso es una joya tener entre manos estos documentos a los que hacemos
referencia, pues la catalogación en uso contribuía más, si cabe, a los equívocos de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia, que
tuvieron que superar muchas dificultades en su labor de ordenación, clasificación, sistematización e indización del archivo al que hacemos
oportuna referencia, que se emprendieron en cursos recientes y aún no concluida totalmente a fin de, se justifica, poder mostrar la información
médica procedentes del siglo XIX.

En este orden de cosas, los conceptos de salud, enfermedad y prácticas médicas en el antiguo Reino de Murcia, azotado por permanentes
epidemias de paludismo, cólera, tifus exantemático, viruela, difteria... son pilares básicos, como el propio documento reconoce, "a recuperar a
través del análisis documental de todas esas fuentes". Es de resaltar, pues, que nuestro estudio sobre 1848 se basa en documentos auténticos.
En estas fuentes encontramos, por lo que aquí respecta, el ansia del médico de comunicar cuanto sabe y de recibir información él mismo, como
reflejo de su preocupación por la salud. Se trata del aprovechamiento más exigente y más amplio de acuerdo con los grandes progresos de la
época, según se desprende de las fuentes de archivo.

Los manuscritos sobre el año 1848 son legajos ordenados en carpetillas que contienen Constituciones, discursos, algunos con textos en Latín,
Historia, Informes, Expedientes, Certificados, Biografías, Memorias, Cartas, Elogios, Oficios de Juzgados, Nosografías, Ejemplares, Numerarios,
Premios, Actas, y hasta inspecciones de cadáveres.

Como botón de muestra, hay manuscritos de 1848 sobre antigüedades de la real Academia de Historia, Documentos privados, Manuscritos de
Filosofía y Economía, Cuatro documentso de Alfonso X El Sabio, y hasta manuscritos bíblicos clasificados. Lo que me ha llamado la atención
sobre la documentación que tengo sobre la mesa de trabajo, es el código sinaítico. El Códice Sinaítico fue descubierto en 1848 por un joven
alemán llamado Tischendorf en el convento Santa Catalina del monte Sinaí. Está datado en el siglo IV, alrededor del año 350. Tischendorf, antes
de cumplir los 30 años, cuando era catedrático de la Universidad de Leipzig, comenzó un viaje por el Cercano Oriente en busca de manuscritos
bíblicos. Cuando visitaba el Monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí, tuvo oportunidad de observar una cesta de basura que contenía unas
hojas de pergamino, la cual iba a ser usada para alimentar el fuego de la estufa. Al inspeccionar la cesta de 43 hojas, comprueba que se trata
de una copia de la Versión Septuaginta del Antiguo Testamento, con porciones del Primer Libro de Crónicas, Jeremías, Nehemías y Esther. Dos
cestas iguales acaban de ser quemadas en la chimenea, le confesaron los monjes que le acompañaban en el acto. Fue a ver esas otras cestas y
rescató porciones del fuego, comprobando que contenía todo el Libro de Isaías y el Libro Cuarto de Macabeos.

Tischendorf publicó sus trabajos bajo el título Códice Federico Augustanus, en 1846. Pero ya le había picado el gusanillo. Volvió con los monjes,
pero esta vez encontró la puerta cerrada. Y no fue hasta que el Zar de Rusia Alejandro II patrocinara su investigación, hasta que encontrara un
tesoro en Sinaí: una copia similar a su Septuaginta le mostraba el Abad. Tratando de controlar sus emociones y aparentando normalidad,
Tischendorf pudo comprobar que el documento contenía más de lo que hubiera esperado, pues no sólo estaba la mayor parte del Antiguo
Testamento, sino que el Nuevo Testamento se encontraba completo, intacto y en excelente estado de preservación, con la adición de dos
trabajos cristianos del siglo II: La Epístola de Bernabé y una extensa porción del Pastor de Hermas, conocido hasta entonces sólo por su título.

Tras aquella noche, ideó regalar el códice del manuscrito en nombre de los monjes y por "diplomacia eclesial" las 110.000 líneas del texto al Zar
Alejandro II, como protector de la iglesia griega. Después de largas negociaciones, el códice fue entregado a Tischendorf para su publicación en
Leipzig y para presentarlo al Zar en nombre de los monjes. La publicación definitiva del códice fue hecha en el siglo XX por la Universidad de
Oxford (N.T.1911; A.T.1922). Luego de la revolución rusa, al no estar interesada la Unión Soviética en la Biblia, y por necesidades económicas,
negociaron la venta de parte del manuscrito (347 páginas) al Museo Británico por 100.000 Libras Esterlinas, cantidad que fue pagada por mitades
entre el Gobierno inglés y una suscripción popular, de individuos y congregaciones en Inglaterra y Estados Unidos. Al finalizar el año 1933, la
parte del manuscrito vendida al Gobierno inglés fue depositada en el Museo de Londres, donde permanece hasta hoy.

En la actualidad el conjunto de hojas que componen el códice sinaítico se encuentran repartidas entre el Monasterio de Santa Catalina, la
Biblioteca Británica (en este lugar se encuentra la mayor parte; 347 páginas de las 400 totales), la Biblioteca de la Universidad de Leipzig en
Alemania, y la Biblioteca Nacional de Rusia en San Petersburgo. Los monjes ortodoxos griegos pensaban que habían perdido el manuscrito, pero
en 1975 descubrieron una docena de sus páginas en una habitación olvidada, enterrada tras un derrumbamiento. Los monjes conservan
enmarcada una copia de la nota dejada por Tischendorf prometiendo devolver el manuscrito.

Es menester traer a colación ahora las palabras del profesor José María López Piñero, muleño, catedrático emérito de la Universidad de
Valencia, uno de los más excelsos historiadores de la Medicina y Documentación Médica, ya que los documentos son un tesoro para el
historiador: "Ojalá que el conocimiento de estos manuscritos contribuya a valorar la reflexión histórica y no se tome como algo rememorativo
sino, sobretodo, proyectivo, en una época como la nuestra de pragmático dogmatismo en que la utilidad se tiende a confundir con la
rentabilidad económica".

Codex Sinaiticus
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