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LA «BELLE ÉPOQUE» Y LA «PAZ ARMADA»

DE INICIOS DEL SIGLO XX

Profesor: Jorge Fuentes Dancourt


LA «BELLE ÉPOQUE»
Es una expresión francesa que significa «bella época» y representa el momento
histórico previo a la Primera Guerra Mundial (de la década de 1890 a 1914). La
«belle époque» es la edad de oro del capitalismo y, por consiguiente, de la
burguesía, que marca con su impronta los años del 900.

El burgués es consciente de pertenecer a un mundo particular, el mundo de los


que no trabajan con sus manos y que poseen inmuebles, tierras, acciones u
obligaciones. El burgués elegirá la vestimenta digna de su rango (cuello
almidonado, sombrero hongo), los hábitos y el marco de vida propio de su
condición. El burgués comunica a las clases obreras su sentido del ahorro y del
esfuerzo, su culto al orden, ya
sea en la calle o en el Estado,
su respeto a la instrucción y a
la propiedad. A estos rasgos
esencialmente burgueses se
añade otro: el desprecio por el
pueblo.

La «belle époque» es,


también, una época a la que
se puede calificar como de
«convivencia» entre la nueva
burguesía mercantil y la vieja
aristocracia, sectores
anteriormente enfrentados,
que encontraron su común
denominador en el lujo, los
privilegios, la diversión y los
placeres. Este ambiente se vio
rodeado, también, por un florecimiento de las artes y de los nuevos inventos
(fonógrafo, radio, teléfono, automóvil, aeroplano, etc.), que hicieron más cómoda
la vida de los seres humanos. Se operaba, así, una auténtica revolución de las
costumbres.

Algunos indicadores nos dan alguna idea del cambio que se dio durante esos
años en Europa: el salario real subió 50% entre 1870 y 1900; la producción de
acero se multiplicó por 50 entre 1870 y 1900; aumento de su población, que
pasó de 260 millones en 1850 a 460 millones en 1914. El crecimiento
demográfico separó a millones de personas de su hábitat ancestral en el campo,
lanzándolas a nuevas vidas, acelerando así el crecimiento de las ciudades.

Esta época de bonanza y prosperidad burguesas se sustentaba,


desgraciadamente, en la explotación económica de la clase obrera y el
campesinado, en la propia Europa, y en la expoliación de los pueblos coloniales
de Africa y Asia. En el primer caso, sin embargo, debe recordarse que los
sectores obreros de Europa occidental estaban mejorando su situación
económica y las condiciones laborales muy rápidamente, debido a la lucha
realizada por sindicalistas marxistas y anarquistas.

LA «PAZ ARMADA»
Las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX no conocieron ninguna
guerra en territorio europeo. Después de la guerra franco-prusiana de 1871 el
viejo mundo no supo de más de conflictos y guerras. El ambiente internacional
durante este período no fue, sin embargo, de distensión. Las relaciones entre las
grandes potencias europeas fueron extraordinariamente complejas,
desarrollándose todo un entramado de temores y amenazas. Es por ello que a
esta época, que coincide en el tiempo con la «belle époque» se le conoce,
también, con el nombre de «paz armada».

Dicho nombre se
debió al hecho de
que pese a que
ninguna potencia
quería ir a una
guerra contra sus
enemigos, todas se
armaban hasta los
dientes como
medida de
precaución. Se
inició, entonces,
una carrera
armamentista que
tuvo en el imperio
alemán al país que
mayores cantidades
dedicó a tal fin:
mientras que en
1905 tanto
Alemania, Gran
Bretaña, Rusia y
Francia invertían
sumas muy parecidas en su defensa, para 1914 Alemania gastaba casi el doble
que su más cercano contrincante.

Adicionalmente, las potencias europeas se dividieron en dos bloques de alianzas


irreconciliables para asegurarse de que nadie los atacaría por sorpresa: la
«Triple Alianza» (Alemania, Austria-Hungría e Italia), formada en 1882, a la que
se agregaría Turquía, posteriormente, y abandonaría Italia en 1915, para
pasarse a la alianza contraria, y; la «Triple Entente» (Francia, Rusia y Gran
Bretaña), formada en 1891 por los dos primeros como acuerdo de ayuda mutua
en caso de ser atacados por algún miembro de la Triple Alianza, al cual Gran
Bretaña se adhirió en 1904. En tal situación, resultaba difícil imaginar un
conflicto en donde atacar a uno era atacar a todos los demás.

Resultaron determinantes en la formación de estas alianzas tanto factores del


pasado como otros nuevos. Entre los condicionantes heredados estaban los
problemas nacionalistas en los imperios austro-húngaro y turco, y la rivalidad
entre Inglaterra y Rusia en el Mediterráneo oriental. Factores nuevos fueron la
crisis económica y la reacción proteccionista que provocó en todos los países,
excepto el Reino Unido; la orientación de Austria-Hungría hacia los Balcanes,
después de haber sido desalojada de Alemania y de Italia, lo que suponía un
enfrentamiento con las tradicionales aspiraciones de Rusia, protectora de los
pueblos eslavos del sur (la ex-Yugoslavia); la misma existencia de una Alemania
unificada, que era tanto un factor de estabilidad como de desconfianza hacia su
poder; el sentimiento de revancha existente en Francia, tras la derrota de 1870-
71; y, de forma creciente, el choque de intereses entre los países lanzados a la
expansión colonial en el mundo.

De esta manera, las voces que clamaban por una guerra en cada uno de los
países involucrados fueron aumentando, con la casi única oposición de los
partidos socialdemócratas y del movimiento anarcosindicalista. El inicio de la
guerra necesitaba tan sólo de una chispa, un factor desencadenante que hiciese
estallar el precario equilibrio establecido en Europa durante más de 40 años: ese
incidente sería el asesinato en 1914 del archiduque Francisco Fernando,
heredero al trono austro-húngaro, y su esposa en la ciudad de Sarajevo, capital
de Bosnia, por un joven terrorista que pertenecía a la agrupación separatista
serbia «Mano Negra», de ideología ultra nacionalista.

Este fue el desenlace de un largo conflicto que involucró durante décadas a


diversas naciones con intereses en conflicto en la región de los Balcanes. Dicha
península había estado sometida al dominio del imperio turco hasta mediados
del siglo XIX. Sin embargo, el proceso de franca decadencia por el que
atravesaba fue aprovechado por varios pueblos balcánicos para independizarse,
y por Austria para apoderarse del territorio de Bosnia-Herzegovina en 1908. Con
el apoyo de Rusia se libraron hasta dos guerras balcánicas (1912-1913): la
primera enfrentó a Serbia, Grecia y Bulgaria contra Turquía, siendo expulsada
ésta última de la región; y la segunda, entre las propias naciones victoriosas
para repartirse los territorios y que ganó Serbia, expresando rápidamente su
deseo de formar una Gran Serbia que incluyese a los más de siete millones de
serbios que vivían en territorio austro-húngaro.
Los acontecimientos se fueron precipitando rápidamente: tras el asesinato de 28
de junio, el imperio austro-húngaro dio un ultimátum de 48 a Serbia exigiendo la
entrega de los miembros de «Mano Negra» y se permitiese la entrada de su
ejército a territorio serbio. La negativa de Serbia provocó la declaratoria formal
de guerra por los austriacos el 28 de julio de 1914, lo cual a su vez generalizó el
conflicto a la casi totalidad del continente. Serbia solicitó la protección de Rusia;
Austria solicitó a Alemania cumpliese como aliado en su enfrentamiento con los
rusos; Francia debió acudir en auxilio de su aliado ruso, tras lo cual el resto de
países (Gran Bretaña, Turquía, Italia, etc.) fueron ingresando también a la
guerra.

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