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XX.

EL NEGOCIO - Cine

Lunes, 20 de septiembre de 2010 - josemari20 46 17 visualizaciones

Poliery Ranson quedó de acuerdo con su mujer, Koppel, que no estaría cunado vinieran los
invitados. De hecho, se inventó una absurda disculpa para hacerse notar llegando hacia la
caída del día.

Koppel le había hablado de aquel constructor que le podía dar la oportunidad de iniciar un
negocio personal, separado del negocio familiar. Se trataba de construir cinco o más
urbanizaciones en ocho hectáreas.

Durante el trayecto, Zurich y Zulema acudían puntualmente a primera hora de la mañana. Ya


conocían que Poliery Ranson no estaría presente a su llegada. Se trataba de una vivienda en
la periferia de Miami. Estaba adornada escuetamente, como si nadie viviera allí. Sus
propietarios habían pensado arrendarla, pero ahora se presentaba aquella posibilidad de
rentabilizarla, pues, frente a ella había un terreno edificable donde tenían algunas ideas
plasmadas en proyecto. Según los planos, podían construirse más de cinco urbanizaciones.

A su llegada, Zurich y Zulema, congeniaron inmediatamente con la anfitriona, Koppel.


Curiosamente, durante la estancia de los invitados, Koppel no llegó a hacer ninguna de sus
maniáticas llamadas telefónicas, como cuando Poliery estuvo recuperándose de la caída.

La vivienda estaba oscura. Y se fue esclareciendo conforme irrumpía la luz a través de las
ventanas que se iban abriendo sucesivamente. Una vez abiertas las ventanas, una puerta
accedía a un jardín que comunicaba con una piscina. Estuvieron charlando los tres, Koppel,
Zurich y Zulema, de temas intranscendentales. Al poco tiempo, salieron al jardín y se
pusieron cómodos. El sol no era aún cálido.

Koppel les mostró la piscina, por la que accedía a través de un pasillo. Y volvieron al jardín.
Allí comenzaron a preparar una barbacoa. Zurich era inexperto, pero hacía caso a las
instrucciones sobre cómo manejar una barbacoa. Zulema se dedicó a disfrutar de la piscina.
Koppel y Zurich se quedaron luchando con la barbacoa. Al regresar Zulema de la piscina, ya
estaba todo preparado. Se sentaron a comer.

Caída la tarde, Koppel recibió una llamada en el móvil. Era Poliery Ranson que le sugería
subiesen a la terraza para indicarles "algo". Ese algo resultó ser muy extraño. Por el móvil
parece ser que le transmitía, si veía, en el perímetro de ocho hectáreas, agitar una bandera
verde camaleónica en la naturaleza.

- Podías haber utilizado otro color -era lo único que repetía Koppel.

Y le insistía:

- ¿Y qué tiene de positivo todo ésto? -lo repetía una y otra vez.

Total: nadie vio la bandera verde blandirse.


Bajaron de la terraza, con Koppel decepcionada y avergonzada ante los invitados; mientras
Zurich y Zulema se miraban extrañados.

Al cabo de muy poco tiempo, apareció Poliery Ranson con unos trabajadores a los que les
indicaba cómo quería adornar la entrada del coche en el jardín anterior. Así estuvo una media
hora tratando de atraer la atención de los invitados. Koppel no se extrañaba de nada. Parecía
conocerle.

Caída la noche, comenzaron a hablar de negocios. Y Poliery Ranson le explicaba su vida a


Zurich y a Zulema, mientras que Koppel se había retirado a dormir. Era una historia que
arrastraba éxitos por doquier. De vez en cuando, Zurich le cortaba porque no dejaba hablar.
Poliery Ranson monopolizaba la conversación. Y si algo decía Zurich, alzaba la voz y
continuaba con su monótona intervención. Esa noche, de fin de semana, Zurich y Zulema la
pasaron en la propiedad de Poliery Ranson en Miami.

Al día siguiente, parece ser que le había lavado el cerebro a Poliery Ranson porque estaba
más tranquilo. Desde la propiedad de Poliery Ranson se divisaban las ocho hectáreas.

- Aquí caben cinco o más urbanizaciones -le sugirió a Zurich, señalando con la vista el
terreno.

- Yo construiría cuatro -afirmó Zurich. Aprovecharíamos un campo de golf y mucha zona verde
-prosiguió Zurich. Y mucho espacio abierto: que las casas no se toquen y sean totalmente
independientes.

En aquel momento, Poliery Ranson decidió no buscar más contratistas. Pero no le dijo nada a
Zurich al respecto. Por la tarde, Zurich y Zulema viajaban a su castillo de Herrenchiemsee, en
Alemania. Una vez allí, celebraron que su plan comenzaba a cobrar forma.

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