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XXI.

CONFRONTACIÓN - Cine

Domingo, 26 de septiembre de 2010 - josemari20 46 4 visualizaciones

Entró en aquel despacho como si fuera el suyo. Con el mismo ímpetu, arranque, furia,
frenesí, violencia de siempre. Cogió a Webber por el cuello y le levantó de su silla como si
fuera un muñeco, y le espetó:

- ¡Has matado a mi padre!

Una acusación que al propio Webber le sorprendió y abriendo los ojos, espantado, no le
salieron ni las palabras.

¿Cómo demonios había ido a parar allí sin que nadie lo advirtiera?

Lo cierto es que ahora Webber se encontraba en una situación inesperada e insólita, y por fin
pudo articular sus primeras palabras, una vez hubo pasado la primera impresión.

- ¿A tu padre? -sonó algo irónico y frío. Con lo que enfureció aún más a Poliery, con lo que su
violencia inicial ya se transformó en rabia.

- ¿Ahora no conoces a mi padre, imbécil?

- Por eso mismo Poliery, porque le conocí muy bien es que me extraña tu acusación.

- ¿Y por eso le regalaste aquel jet? ¿Para matarle? -ya Poliery salía de sí, y lo demostraba en
su mirada y sus gestos desarticulados. A pesar del ruido ocasionado dentro del despacho de
Webber, nadie se atrevía a entrar, aunque todos tenían curiosidad por cómo acababa todo
aquello. Y conforme pasaba el tiempo parecía enloquecer aún mas a Poliery. No era un simple
mal comportamiento que ya arrastraba en historia para los que le conocían, sino que ahora
Poliery representaba su mejor papel de agresión, sin importarle, como siempre, si podía
afectar a cualquier perro en cualquier momento de su vida y circunstancias.
Afortunadamente, no podía llegar al extremo de matarle, porque había algún que otro testigo
detrás de la puerta, y ambos lo sabían.

Aunque se mostrara abatido, exhausto, su aliento etílico podía ser peligroso para cualquier
humano. Siempre que bebía se ponía así. Perdía la noción de conciencia y tiempo. No es que
fuera un alcohólico, sino que vivía embriagado, se justificaba.

Pero aquel día, en el despacho de Webber, el asunto no estaba para justificaciones. Era la
primera vez que Poliery se saltaba la primera regla de los Ranson: "No actuar por tu propia
cuenta". Pero ahora no importaban las reglas y se veía incapaz de controlar sus límites
personales. No obstante, su comportamiento era deliberado y provocaba daños físicos y
psicológicos en Webber, hasta el punto de no poder distinguir la realidad de la fantasía.
Webber, por su parte, intentaba controlar la situación e intentaba hacer la situación más
sencilla, sin combatirla.

- Te juro que tengo abierta una investigación -dijo Webber.


- ¿Y crees que una investigación devolverá la vida de mi padre?

- No, pero hallaremos al culpable.

- Al culpable lo tengo delante de mí.

- Si regalé el jet a tu padre, es porque él tenía un negocio en manos para construir jet
privados. Siempre le había parecido un negocio importante.

- ¡Mientes! ¿Crees que si hubiera sido así no lo sabríamos todos sus hijos? Mi padre nunca hizo
ningún negocio sin que sus hijos lo supiéramos -le decía a Webber mientras se le echaba
encima y lo tumbaba contra la mesa de trabajo. Webber parecía no defenderse o que su ya
avanzada edad no le daban las fuerzas de antaño. Ya Webber no sabía que decir. Cuando
Poliery notó que no había resistencia, ya no encontró alicientes para seguir y lo dejó allí,
sobre la mesa de trabajo. Salió dando un portazo y cuando bajaba en el ascensor sonrió
maliciosamente, como si todo saliera según sus planes.

Mientras, el chófer de Poliery aguardaba abajo, frente al edificio principal de la firma


Gulfstream, esperando una llamada de Poliery para acudir en su ayuda y grabando todo lo que
sucedía en el despacho de Webber, a requerimiento de Poliery.

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