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El porvenir está en manos del maestro de escuela

Cierta vez andando por ahí, en los afanes de la vida, me preguntaron por qué era
maestro. Si mal no recuerdo quien primero me hizo esa pregunta fue Leonardo el
zapatero que de vez en cuando se encarga de mi calzado. Después el empleado del
transporte que diariamente me lleva a casa volvió a hacerme la misma pregunta.

Y así, una por una, varias personas se turnaron tratando de encontrar una explicación
razonable al hecho de que alguien se dedique por entero al arte de la enseñanza.

No sé si se confabularon para hacerme todos juntos la misma pregunta o si fue pura


casualidad. Pero lo cierto del caso es que consiguieron inquietarme y aquí estoy yo
mismo preguntándome por qué soy un maestro.

A decir verdad no he encontrado la respuesta correcta pero en cambio he encontrado


muchas respuestas sueltas que, unidas entre sí, no me aclaran mucho las cosas pero
por lo menos me hacen llegar a la conclusión de que soy feliz siendo maestro. Aquí
están algunas de esas respuestas, dirigidas a quienes me preguntaron y a quienes no
lo hicieron.

Son respuestas sobre todo para mí mismo y para ese maestro que hace algún tiempo
vive en mi interior. Soy maestro porque se me ha concedido el privilegio de construir
mundos posibles y soñar con universos imposibles. Porque comparto el cambio y a
veces también hago que el cambio ocurra.

Soy maestro porque cada día aprendo el doble de lo que enseño. Porque es la única
forma que existe de ganarlo todo sin perder nada. Soy maestro porque me siento
como el alfarero tomando en mis manos mentes inocentes que al pasar por mis clases
se convertirán en preciosos elementos de la alfarería social.

Soy maestro porque tengo la oportunidad de compartir con seres humanos de verdad,
con personas de carne y hueso. Con gente que se equivoca, que tropieza y cae y se
vuelve a levantar sin rendirse ni maldecir. Soy maestro porque es la única manera de
lograr que me paguen mientras me divierto.

Tal vez deba explicarme mejor. Siendo maestro, siento la misma sensación agradable,
la misma excitación que siente mi vecino mientras conduce su flamante carro último
modelo. Soy maestro porque mis estudiantes, es decir, mi gente me concede el
privilegio de contarme sus confidencias, de expresarme sus desalientos y
manifestarme sus ilusiones.

Soy maestro porque siéndolo ejercito un oficio desafiante, que es, al mismo tiempo
muy fácil y también bastante difícil. Es ingrata y a veces injusta mi profesión. Pero
tiene algo especial, por encima de las injusticias y de las ingratitudes, me gusta ser
maestro.

Pero hay algo más que aún no les he contado: desde que soy maestro no trabajo. Me
han dicho los que conocen el trabajo que este es muy duro y desagradable. Yo mismo
lo pude comprobar cuando trabajaba en otros oficios, es decir cuando aún no tenía la
dicha de ser maestro.
Pero en cambio ahora... ahora la dureza del trabajo no la siento. Porque, ¿cómo voy a
llamarle trabajo a mi distracción favorita? Soy maestro porque me fascina el instante
mágico en que descubro unos ojos atentos, una mente abierta un rostro optimista, una
postura de entusiasmo: con ellos marcho por la senda del acuerdo y de los éxitos
compartidos.

Y también soy maestro porque me agrada el ceño arrugado del estudiante incrédulo,
los ojos entrecerrados del que duda, la pregunta ingenua del confundido, la afirmación
retadora del hombre crítico... esos gestos, esas acciones y sus dueños, me avisan que
sigo siendo humano y que puedo equivocarme.

Soy maestro porque creo que Dios tiene confianza en mí. De otra manera no permitiría
el buen Señor que esté compartiendo tanto tiempo con los hombres y las mujeres,
ávidos de aprender y de emprender. Pudieron ir a otra parte para calmar su sed de
aprender, pero vinieron a donde mí buscando un maestro.

Vivo mi existencia intensamente siendo maestro y, pensándolo bien, no creo que haya
una forma de vivir más intensamente la vida.

Soy maestro porque tengo fe, esperanza y amor. Tengo fe en un porvenir del cual se
me ha permitido ser protagonista. Tengo la esperanza de caminar algún día por un
camino tan amplio en donde usted y yo podamos transitar sin tropezarnos y tan
angosto que pueda sentir de cerca nuestros afectos y calor humano.

Y tengo el amor que cientos de personas me dan y me reciben mientras hago lo único
que soy capaz de hacer bien: ser una persona humilde, amable y al servicio de mi
gente.

En resumidas cuentas, quiero decirle al mundo que soy maestro porque los maestros
somos... ...constructores de paz...sembradores de sueños...forjadores del
progreso...visionarios de mundos nuevos y mejores. Es por eso que, maestro soy, y
por siempre lo seré.

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