You are on page 1of 4

Nombre: Gonzalo Ignacio Moya Silva

Rut: 18.759.835-4

Colegio: Instituto del Puerto

Curso: IIº Año Medio A

Título: Mis últimos momentos

Nº de Inscripción:

Mis últimos momentos

Son sólo pocos los momentos que me quedan en este mundo, pero el problema

es el cómo llegué hasta este momento, ver a mi familia y a mis amigos velar y a mi

madre llorar por mí. Lo que único que recuerdo fue esa gran caída, muy extraña

para ser sincero ¡¿Pero cómo voy a seguir sin responder esta gran interrogante?!

¿Cómo llegué hasta acá? ¿Por qué quise hacerlo? ¿Lo habré hecho bien? Ahora

se los voy a contar… soy Zack, un joven cualquiera de 16 años. Tenía una vida

cualquiera, una familia normal, como la tuya. Pero ese no es el punto. No soy de

esas personas que se quedan sentadas en su casa cada fin de semana, en

cambio, salgo con mis amigos, “Los Pibes”, como nos hacemos llamar, nos

juntamos y hacemos cualquier cosa que haría un grupo de doce adolescentes.

Y ese día, 25 de Junio, todo me cambió para siempre.

Somos afortunados debido a que vivimos en el mismo condominio. Y como cada

Viernes en la tarde, solía ir a la casa de uno ellos y después juntarnos. Llego a la

puerta del departamento, el 1420. Toco el timbre pero se tarda en abrir la puerta,

algo así como unos 10 minutos. Al fin, Pablo abre la puerta, nos saludamos y me

invita a pasar. Pareciera que todo está normal, le pregunto cómo estaba y él me
dijo que estaba bien, pero él estaba cabizbajo y un poco nervioso. Después le

vuelvo a preguntar pero si esta vez le pregunté si estaba todo bien por aquí y el

insistió. Luego de eso, me convidó un vaso de jugo de naranja y me dice con

suspiro largo e intenso que vayamos al balcón. Salimos del living comedor hacia el

balcón. Ya ahí, nos sentamos y yo lo quedé mirando. Pablo estaba inquieto, por

otro lado, el día estaba hermoso, con la suave compañía de una brisa que nos

golpeaba; en cambio él, estaba mal, muy mal. Me dijo:

– Zack, te conozco desde que tengo memoria, y desde que vivo en el condominio,

cosas extrañas me han pasado – después suspiró y continúo – Mis padres se

separaron y estoy viendo la vida diferente. Además, creo que este pensamiento

que llevo dentro de mí no lo puedo seguir soportándolo.

Con eso, se pone a llorar con furia y a la vez, con tristeza; por otro lado, a mi me

dejó perplejo y con intriga, temía que algo saliera a la luz, pero también sentía que

el piso empezaba a descender lentamente. No notaba nada en mi cara, lo podía

escuchar atónito…

– Zack, compadre, mi amigo de toda la vida. Soy gay – me dijo. Yo sentía que caía

cada vez más y más rápido. Pablo se puso a llorar desenfrenadamente sobre mi

regazo. Yo estaba viendo algo que juraba que no me podía pasar a mí ni a la

gente que posiblemente está alrededor de mi vida. Era algo que en realidad

sucedía en ese momento. Luego se levanta y le trato de seguir el paso, estaba

sorprendido, con suerte me podía parar de la silla.

– Llegó el momento – dijo Pablo, decido

– ¿Momento de qué? ¿Qué piensas hacer? ¿Para adónde vas? – fue lo primero

que dije en mucho rato


– Llegó el momento de decir “adiós, hasta siempre” – me dijo, más decidido aún –

Me voy a un lugar donde me puedan aceptar por lo que soy.

Yo ya no sabía qué hacer. Yo seguía cayéndome, pero esta vez iba muy rápido,

como si esta situación nunca tuviera un maldito fin. Ahora sí que la caída me

llevaba. No pensaba, no podía hacer nada de nada. Sentía las lágrimas correr por

mi cara sin freno alguno, me estaba dando cuenta que yo también agarré el mismo

llanto desesperado que Pablo tenía en ese instante. Me veía en un túnel oscuro,

sin luces, sin nada ni a nadie para preguntarle en dónde estoy o sin poder pedir

ayuda para salir de ahí de una vez por todas.

Me hinqué en el piso, llorando callada y, al mismo tiempo, desesperado. Pablo se

me acercó lentamente, no sé si quería hacer esta situación más dolorosa que lo

que ya me dolía hasta ese entonces; se agachó a mi altura y me miró con una

cara que tal vez me quería decir “Quédate tranquilo, que todo va estar bien”, me

abrazó fuertemente y yo reaccioné de la misma manera. No tenía ni idea de lo que

iba a hacer. Empecé a llorar con melancolía sin saber el por qué. Pablo me abrazó

aún más fuerte y me empezó a hablar por el oído.

– Zack, este es el adiós – me dijo

– Fue un gusto haberte conocido – le dije, llorando – ¿Cuándo te vas?

– Ahora mismo – me dijo – Hasta siempre, mi buen amigo, Zack

Se separó de mí y yo me sentía caer todavía en un pozo sin fondo; después, se

levantó y lo seguía por ojos llenos de lágrimas. Se iba hacia el barandal del

balcón, subiendo de a poco hasta que llegó un momento donde él sólo se

mantenía equilibrado por sus propios pies. Ahí, él ya estaba listo y de un momento

a otro, mi caída se detiene, la oscuridad de mi mente se desvanece y reacciono


sin pensarlo dos veces, corro hacia donde está Pablo, gritando un fuerte ¡no!

realizo un salto que logro dejar a Pablo sano y salvo sobre el piso del balcón y yo

me detuve…

Estaba detenido en el cielo, pero el resto del ambiente se movía rápidamente. Fue

muy extraño y me cansé mucho. Cerré mis ojos y me puse a descansar. Pasó

como un minuto y me fui a blanco.

Bueno, aquí es donde me encontraron, después de esto, todos “Los Pibes” oraban

por mí, mi familia entera, en especial mi madre le rogaba a Dios para que me

salve ahora mismo. Lo bueno de esto que la familia de Pablo está agradecida por

lo que hice.

No tengo nada más que decir gracias, si, gracias Pablo. Gracias a ti, mis últimos

momentos fueron los mejores de mi vida.

Llegó la hora de partir, y como me dijo Pablo, este es el adiós. Hasta siempre.

You might also like