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Manuel

Navarro
Elche, España 1936-México 2002

Enamorado de la pintura desde su


infancia, le dedicó su vida. Artista
dotado de un gran don natural, trabajo
sin embargo, con constancia,
dedicación y una exigencia de
perfección al pintar cada uno de sus
obras, cuyo resultado salta a la vista.
Su interpretación pertenece al realismo
impresionista. Desde su estilo personal, la luz
cobra importancia vital, pero a su vez existe un
elemento mágico en la captación del aire, del
ambiente, del alma de sus personajes, de todo
aquello que no se ve, pero se siente. Unas
cuantas pinceladas y esas nubes hablan de
agua, esos caminos de humedad, esa neblina
de frío, esas calles de paz provinciana, esos
personajes transmiten su propia tristeza, su
melancolía y misterio, la vida simple del que
transcurre el día a día de su entorno.
Manuel Navarro escoge para su obra la
representación figurativa, el "costumbrismo
étnico”; tianguis y procesiones, devociones,
propias de las etnias de México y Guatemala.
Como el mismo dice "Igual pude: haber pintado
el Mercado de la Merced y haber hecho un
costumbrismo urbano, pero sucede que me
gusta el campo“. Y de ese gustar, surge un
estilo propio, completamente alejado de la
representación folklórica.
Es fácil para el espectador identificar a través de la
visión paisajística de Navarro, al hombre que deja
su huella, aunque a veces no esté presente en la
representación pictórica, en la carga de leña
transportada por la empinada callejuela, o el
sendero que serpentea por lo agreste. Navarro no
contempla el paisaje desde fuera, se inserta en
esa realidad como si fuera uno de esos personajes
que son parte del lugar y desde allí perpetra su
creación para devolvemos cada piedra, cada árbol,
cada muro y cada matiz ennoblecidos por el pincel
y el pensamiento.
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Colaboración de María Gabriela Dumay.

Saludos: Pablo Casas

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