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Utopía y Praxis Latinoamericana. Año 8, No. 21 (2003), pp. 127-141 137

Roberto Follari, Teorías débiles (para una crítica de Algunos recordarán con cuánto provecho
la deconstrucción y de los estudios culturales), Ed. para sus lectores y alumnos publicó Follari en la dé-
Homo Sapiens, Rosario (Argentina), 2002. 138 pp. cada del 90 sus intervenciones en el debate moderni-
dad/posmodernidad. Ello ocurría en un contexto de
M. Claudia Yarza fuerte fragmentación y hasta de atraso filosófico en
Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina las universidades argentinas, donde aún desde las
corrientes hegemónicas de la filosofía analítica hasta
las más pintorescas apuestas por la tradición francesa
Debilidad explicativa y vacilación –que habían sido novedosas luego de los avatares de
ideológica: ¿una tendencia creciente la persecución ideológica y el exilio–, éstas hacían
en las ciencias sociales? sus armas en una simple traducción de sus respecti-
vos ejemplares de origen. En este contexto –decía-
Roberto Follari, a sus radicales intervencio- mos– la obra de Follari presentaba una mirada, un
nes en el campo educativo y psicológico, añade en la hilo conductor y una evaluación crítica de todo el
última década una sistemática dedicación en dos pla- universo discursivo que englobaba la polémica en
nos de la producción intelectual, a los que articula las sociedades centrales, ponderando principalmente
peculiarmente en cada una de sus aportaciones: por la posibilidad de su lectura desde nuestras
un lado, las temáticas de estricta índole epistemoló- sociedades.
gica, y por otro la producción sistemática en relación
con la posibilidad de hacer “la filosofía de la época”, Y recuerdo también el indómito punto de
la filosofía de la contemporaneidad. Dos cuestiones partida que el autor proponía para el análisis de este
que se incorporan –en una secuencia que no es banal último gran debate de la filosofía en nuestras tierras,
sino también ceñida a los avatares del vertiginoso de- a saber, la hipótesis de la “internidad de la concien-
curso de las ideas en los ámbitos académicos– a lo cia social al ser social, de la inmanencia de la teo-
que en su momento se constituyó en el debate moder- ría a la historia”12, haciendo de entrada una adhe-
nidad/posmodernidad, para dar hoy lugar a una nue- sión a la dialéctica y una confesión materialista que
va modulación de esta condición epocal hacia el inte- –como veremos– seguirá atravesando toda su obra
rior de la teorización, tema del que el libro Teorías posterior. Gesto indómito porque, mientras que Fo-
débiles precisamente viene a dar cuenta. llari no se ajustaba al regodeo “post” que acaparaba
Hemos dicho articulados, puesto que lo epis- el imaginario del “fin de la historia”, tampoco conce-
temológico atraviesa los debates sobre la filosofía de día terreno al talante condenatorio con que el latinoa-
la época: en primer lugar, desde que es imposible mericanismo crítico denostaba estos “relatos” euro-
captar el par ser/pensar sin problematizar los modos peos, y otorgaba –en cambio– pertinencia al trata-
en que se plantea el acercamiento a la realidad y el es- miento de esos grandes filosofemas como los de la
tatuto que asume el pensamiento; en segundo lugar, muerte del sujeto, la crisis de la razón y el fin de los
porque pensar las actuales condiciones de la existen- metarrelatos, cuya lógica no autónoma pero sí perti-
cia atañe también al campo de las ciencias, su tipo de nente a cierto decurso inmanente había de ser segui-
intervención, su forma de adecuación o correspon- do al interior de la teorización contemporánea.
dencia y (por qué no) su impacto sobre la fisonomía Tampoco es baladí recordar que en aquella
de las sociedades. Pero en tercer lugar, porque Folla- temprana elaboración sobre las nuevas condiciones
ri asume que lo epistemológico no es políticamente de la existencia a las que se concedió llamar “posmo-
ingenuo, y un discurso que se presente como asun- derna”, Follari adelantó algunas tesis que conforma-
ción de las discursividades epocales debe también ban, para quienes nos iniciábamos en la investiga-
hacerse cargo de la politicidad constitutiva en que ción, una verdadera posibilidad de seguir pensando:
también se sostienen. en primer lugar, la muy pertinente distinción entre el
En fin, es filosofía. Si entendemos la función tipo de reflexión en que se había constituido la última
de la filosofía más como guardiana de la una preten- gran tradición de la filosofía francesa (por conven-
sión crítica y de un discurso totalizante de las prácti- ción llamada posestructuralista) al estilo de Fou-
cas sociales, y en ese sentido como una apuesta situa- cault, Deleuze, Derrida, gesto grandilocuente de des-
da y post-metafísica, la agenda de ésta no puede dejar pedida de la modernidad y con un talante crítico-im-
de instalarse en el horizonte falible y compartido con pugnatorio difícilmente licuable en las festividades
las ciencias (sobre todo con las ciencias sociales) del fin de la guerra fría, y la propia posmodernidad,
dentro una forma de racionalidad que no elige. hecha de una tendencial resignación frente al carác-

12 Follari, Roberto. Modernidad y posmodernidad: una óptica desde América Latina. Aique-Rei, 1990.
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ter objetivo de pérdida de proyectualidad y criticidad En el libro Teorías débiles, Follari hace por
en el seno de lo social y lo cultural, y por ende no un lado la crítica del deconstruccionismo y por otro
como superación de la modernidad sino como su la de los “estudios culturales” en versión latinoame-
cumplimiento y rebasamiento, en un momento en ricana, para mostrar a ambos como parte de un proce-
que se liquidaba de hecho la distancia entre el capita- so más amplio que los abarca, proceso que el autor
lismo y la cultura posdisciplinaria o se festejaba, in- denomina literaturización de las ciencias sociales.
cluso, su compatibilidad. En el caso de la obra de Derrida, Follari no re-
En este recorrido tampoco es trivial ponderar futa sus aportes como la desconstrucción o el pensa-
una de las virtudes que tuvieron estas intervencio- miento de la diferencia, sino que pretende hacer el
nes, como es la de intentar aproximar la reflexión a balance de esa herencia en el contexto filosófico y
sus condiciones objetivas de posibilidad, y así reali- académico en que se inserta. Hay algo de “mala dia-
zar la premisa materialista. La entrada en la posmo- léctica histórica” que referir en el caso del descons-
dernidad se daba en un mundo que súbitamente sol- truccionismo, una equivocada correlación con los
daba la derrota del socialismo y las alternativas al hechos, por cuanto la desconstrucción era la respues-
sistema con la planetarización del imaginario del ta a un momento histórico ya consumado. Hoy, en
consumo de mercancías. Si la década del 80 nos ha- que la liquidación de las totalidades discursivas es un
bía dejado anclados a un indefinido impasse teórico, hecho banal de la cultura del zapping, la auto-defen-
en cambio los años 90 eran el escenario en que se de- sa que pregona Derrida de su legado –y la legitima-
tenía la producción teórica sustantiva al tiempo que ción que recibe de la academia norteamericana– pa-
avanzaba una ofensiva político-cultural de tono ine- rece más un refuerzo que una crítica a la realidad,
quívocamente conservador, hecho que para una mi- más una colaboración y adecentamiento que una re-
rada materialista desmentía el talante débil con que flexión teórica sobre la dispersión social y teórica
se había pretendido predicar el fin de la historia. que promueven sólo impotencia. Estos discursos di-
A Follari no se le escapó tal funcionalidad lapidan su criticidad en los pliegues del poder acadé-
entre la retórica posmoderna y unas condiciones de mico, mostrando una funesta inocuidad frente al ca-
retroceso político, ideológico y social, que posibili- rácter objetivo con que la historia nos lleva a un pun-
taron, en nuestras latitudes, el desmantelamiento del to ominoso de retroceso social y crítico de la
Estado, el ajuste estructural, el repliegue de lo públi- humanidad.
co y el avance del individualismo salvaje... mientras Con respecto a los estudios culturales en su
se hacía de la política un espectáculo multimedia y se versión latinoamericana, y sobre todo en algunos de
expulsaba de ella la militancia y el compromiso. sus exponentes, la crítica de Follari se dirige a la pre-
En este sentido, lo que en los años 80 se per- tensión de estos de haber “ablandado” las rigideces
cibía claramente dentro del programa filosófico de epistemológicas a favor de un tipo de conocimiento
“crisis de la razón” o “crisis de la representación”, en transdisciplinar (pero que no es por cierto post-disci-
continuidad con la obra del posestructuralismo, fue plinar, puesto que no procede del trabajo cooperati-
deslizando el eje problemático hacia el fin de la teori- vo de distintas disciplinas, sino presuntamente del
zación en sentido fuerte, y con ello se postulaba de propio estatuto primordial de su objeto, la cultura,
facto la liquidación de la propia cuestión filosófica. emergido del entierro de las clases sociales y las
Duro desenlace de décadas de rupturismo, de denun- prácticas diferenciales que eran el objeto de las disci-
cia de los disciplinamientos y de énfasis en la dife- plinas antiguas como la sociología, la economía po-
rencia, ya a mediados de la última década del siglo la lítica, o la antropología). Follari observa que su debi-
filosofía como actividad estaba en trance de desapa- lidad epistémica radica en la merma de la capacidad
rición, pero de la mano de un manto de estudios y explicativa de estos expedientes, y también en la in-
discursividades donde lo que predomina es la des- definición ideológica que más de una vez –a pesar de
cripción del nuevo rostro de las sociedades tardomo- sus declamaciones en contrario– quedan expuestas
dernas, en términos de hibridación y consumo cultu- en sus desarrollos. Entre la confusión de pérdida de
ral, de desterritorialización, de identidades globali- filo crítico y la confusión epistemológica, emerge la
zadas, etc. inmediatez, la fascinación e indiferenciación suje-
to/objeto: para decirlo rápidamente, si seguimos a
¿Se trata del fin de la filosofía, de su exitoso Bourdieu y su epistemología bachelardiana, en lugar
reemplazo? Semejante acontecimiento vendría a ser de la cuestión de “la mirada hace al objeto”, aparece
el remate funcional al retroceso de la política y tam- esta otra más posmoderna de “el objeto hace a la mi-
bién a la instalación de nuevos patrones de valida- rada”: el mundo del consumo, el mundo de las mer-
ción del campo académico, ligados a la hegemonía cancías, el mundo de las imágenes, no representan
cultural norteamericana a nivel global. Y la pregunta una síntesis dialéctica, no son objeto “científico”
por esa “cosa”, asumimos nosotros, es el objeto insi- sino cosa ostensible, puro resultado: una segunda o
dioso que recorre el texto que estamos presentando. tercera naturaleza, antes que un objeto.
Y con ello entramos propiamente en nuestro En ambos casos, lo que Follari quiere señalar
tema. es “...que es una pena –por decir lo más obvio– que
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nos suceda esto en el nivel de la producción intelec- nuncian a las potencialidades de transformación que
tual, justo cuando más se necesita de un pensamiento la reflexión y la ciencia portan.
crítico que se sobreponga al “pensamiento único”. Hasta acá estamos aún y sobradamente en el
Cuando más necesita Latinoamérica apoyo campo epistemológico. La crítica a Derrida es episte-
conceptual para la constitución de pensa- mológica por su objeto (la indiferencia con que la
miento crítico en esta época de dictadura ge- desconstrucción puede aplicarse a cualquier discur-
neralizada de los mercados, menos ayudan so), por sus operaciones en teoría social sin pensar
estos discursos a establecerlo. Cuanto más los sujetos sociales ni las estructuras económicas,
desprovistos estamos de nuevos modelos etc. A los EC por el enclave supuestamente transdis-
para enfrentar lo establecido desde el campo ciplinar, por la debilidad explicativa, por la indeter-
de una política alternativa que nos saque de minación ideológica, por la relación especular suje-
los atolladeros del privatismo generalizado, to/objeto....
menos los encontramos en discursos cuya le-
gitimidad está asociada a la del mercado/con- Sin embargo, hay algo más que el texto no al-
sumo, o a la búsqueda de poder en el espacio canza a decir, pero lo barrunta, a nuestro juicio, y de
interno a lo académico” (Teorías débiles, lo cual –de esa pregunta– el capítulo III es síntoma:
Introducción, pág. 9). estas teorías débiles no sólo implican un movimiento
de torsión desde las ciencias sociales (y como su fin)
Se trata de un fenómeno por el cual se advier-
hacia las humanidades, sino que hay un segundo mo-
te cómo las nuevas condiciones materiales del capi-
vimiento, el que va hacia el fin de la filosofía misma
talismo globalizado promueven teorías de una moda-
por obra de esta diseminación discursiva.
lidad definida: además de las que son obviamente es-
coltas de las agencias de poder, en las que campea el A nuestro juicio, el libro está atravesado –di-
pragmatismo utilitario y la servidumbre económica, ríamos insidiosamente– por la cuestión del fin de la
están los expedientes que se vienen imponiendo de- filosofía, o de la capacidad de estas nuevas discursi-
cididamente en las ciencias sociales ya sea por su es- vidades de reemplazar el terreno de la filosofía de la
tablecimiento entre mediático y académico en even- época, ante el retroceso de ésta.
tos organizados por las élites del conocimiento, ya Los trabajos del último capítulo se articulan
sea a través de fuentes de financiamiento que insta- en relación oblicua con los temas centrales trabaja-
lan las agendas de investigación, ya por medio de la dos antes; allí Follari discute –principalmente– la
industria editorial que avizora éxitos en las ventas. idea de “rebasabilidad” de los límites y de supera-
Son a menudo fértiles recuperaciones, por ejemplo ción crítica de otras posiciones o de la realidad fac-
de los sujetos y de lo micro, pero lamentablemente en tual, como supuesto fuertemente afincado en mu-
ese cambio de objeto dejan de hablar de la dura reali- chos de los (nuestros) modos de producir filosofía y
dad y del peso de las instancias estructurales de la do- ciencia social. Con ello aborda distintos expedientes
minación para hacer lugar meramente a lo subjetivo; por los que la filosofía utiliza este recurso retórico de
al subrayar lo lúdico contra lo trágico, la retórica pretender estar “más allá” de esto o aquello, pero le
contra el análisis riguroso y sistemático, la descrip- sirve al autor para delimitar cuál es el terreno en que
ción por encima de la teoría... Mucho de lo escrito en la intervención filosófica es posible: un terreno a co-
América Latina hoy habla de estos usos de la decons- dazos reñido contra el imaginario y contra la asun-
trucción, y dentro de los estudios culturales se pre- ción de la falta, dimensión específicamente humana.
senta también esta abdicación del filo crítico y el En otras palabras, no hay crítica ni teoría si no hay el
abandono al juego retórico. sueño de otra cosa, pero con ello no basta: también
Semejante “literaturización” progresiva de hace falta una autorregulación de la crítica, para que
las ciencias sociales, sin ser un fenómeno hegemóni- ésta no se traduzca en impostura, impotencia o bana-
co, está convirtiéndose en una tendencia emergente lidad. Tampoco la actividad teórica puede desama-
que da pábulo a las prevenciones de Follari. Con ello rrarse de sus contenidos libidinales, aún en el juego
la teoría social pierde criterios de exigencia episte- de las categorías se da aquello de la convivencia de
mológica y se acomoda a la moda hegemónica de au- los contrarios, y quienes pretenden colocarse en un
sencia de compromiso ideológico-crítico, desertan- extremo pasan insensiblemente al otro, incapaces de
do de la construcción de una mirada contraria al sta- advertir sus propios mecanismos. Y la audacia de la
tus quo y al pensamiento único. producción teórica también se paga con la carga me-
tafísica de sus positividades o con la imposibilidad
Se trata de dos fenómenos, entonces: por un
de convertirse en positividad. Eso es la falta.
lado, la funcionalidad con que las nuevas discursivi-
dades se acomodan a patrones epistemológicos débi- Estas reflexiones, ¿a título de qué? A título
les; por otro, el aumento de poder académico que po- de la crítica y de la producción intelectual. Recor-
seen éstas por su pérdida de filo crítico. Teorías débi- dando lo que enfatizamos al principio, aquí aparece
les, por el derrotero histórico que asumen: surgen de un recaudo que no es simplemente epistemológico:
la crítica y derivan al conformismo y academicismo. se trata de la inmanencia de la teoría a lo social, de las
Se mimetizan con las tendencias que estudian, y re- prácticas a la historia. En términos hegelianos, dice
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Follari: “sin radicalidad no hay ruptura con el alma fielmente a un tipo de hombre confiado en la vía regia
bella, esa figura tan propia de los tiempos confor- del método científico como ruta privilegiada que con-
mistas posmodernos: pero luego debiéramos ser ca- duce hasta la sacrosanta Verdad Universal. Este gesto
paces de reconducirnos hacia un escenario que no dominador y altanero con el que pretende pilotar el
nos deje por fuera de lo real/posible” (pág. 119). desarrollo de la naturaleza y de la sociedad se describe
O bien: en la segunda parte del Fausto de Goethe. En ella se
ilustra el ademán arquetípico del hombre de acción
Quien vuelve a una “conciliación crítica” tan presente en el científico de nuestra época que se
con la realidad supera la conciliación inge- despoja de sus emociones, que sueña con ampliar in-
nua y primitiva, esa que en su falta de toma de definidamente el alcance del conocimiento, que cen-
distancia es pura afirmación de lo existente, tra su debate en los métodos y los procedimientos y
fuere lo que fuere. Y a la vez, abandona la in- que, en el extremo, coquetea con la idea de ser Dios.
fértil ida al “más allá” sin retorno, la cual aís-
la o interpela por su radicalidad, pero carece A menudo se olvida, por el influjo incuestio-
de capacidad para engendrar el habérselas nable de este mito, que en Fausto existe una primera
seriamente con la realidad para gestionarla parte que es el contrapunto de aquélla. No en vano,
de hecho (p. 120). remite, más que al hombre de acción, a la acción del
hombre, que prende en el inframundo de lo onírico,
En términos del tema del libro, cuando en los en el lodo del deseo, en la viscosidad de la materia.
EC se pretende hablar “desde la gente” y “más allá” de Allí principia la acción huérfana de conciencia lógi-
las clases sociales, la capacidad descriptiva del nuevo ca y moral que la gestione. Y, al mismo tiempo, se
vocabulario se paga con un retorno a la ingenuidad promueve una imagen del hombre en la que a éste le
transparentista de la noción de sujeto y al fenómeno pasan cosas, le asaltan experiencias, le atraviesan
que más arriba mencionábamos de la relación especu- procesos transpersonales sobre los que no tiene con-
lar entre teoría y objeto. La retórica de estas nuevas trol ni protagonismo. Más que el activismo de una ra-
textualizaciones, grandilocuente y postuladora de los zón que actúa porque sabe/conoce, prevalece el des-
“más allá de” se ejerce sobre módicos objetos de inter- conocimiento, esto es, la pasividad, la afectación y el
cambio social y cultural; Follari no se priva de la iro- padecimiento como simiente(s) de toda actividad.
nía de marcar esta relación inversa entre la “baja del En esta primera parte en la que Fausto (nuestro hom-
reto efectivo al poder político en la textualidad de los bre de ciencia) se abisma a los márgenes del conoci-
EC, con el aumento de la referencia explícita a la “su- miento, comparece la infinitud desbordante de la
peración” de lo anterior y –por tanto- también de sus vida cuya alteridad constituye nuestro eterno
formas de politicidad” (pág. 130). acompañante.
Y aquí entonces es donde cabe esa interroga- Esta última reflexión puede servir para ejem-
ción insidiosa que a nuestro juicio recorre estas inter- plificar el gesto humano, vital e intelectual de
venciones: la pregunta por la filosofía. ¿Qué filoso- Andrés Ortiz-Osés. No en vano su obra se ha consti-
fía cabe hoy, en la época del “giro cultural” y la más tuido en un referente inexcusable para quienes no
salvaje alienación capitalista? Semejante punción es concebimos la tarea de conocimiento sin encarar esa
el acicate –a nuestro juicio– que moviliza la refle- presencia extraña que nos interpela y con la que, tar-
xión de Follari. Porque el retroceso de la teoría no es de o temprano, debemos dialogar. Su ya larga y prolí-
sólo explicable en términos inmanentes (aludiendo a fica trayectoria intelectual se insinúa como punto de
la muerte de los metarrelatos, o a la dialéctica del ilu- encuentro en el que se reconocen sin exclusiones los
minismo) sino que requiere un adicional externo; de- protagonistas de la aventura humana: la razón y lo
senmascarar la naturaleza del mismo y su vínculo imaginario. Se trata de un autor que ha esbozado me-
con las realidades sociales es en todo caso la asigna- diaciones, que ha explorado la relación más que las
tura pendiente de una reflexión teórica sustantiva. cosas y los hechos, que ha incidido en ese territorio
ambivalente del y, del tránsito, de la transición. Le-
jos de situarse cómodamente en la estabilidad dog-
Andrés Ortiz-Osés: De la experiencia de la existen- matizante de las polaridades y los extremos
cia. Edit. Universidad de La Laguna, Las Palmas de (bien-mal, masculino-femenino, viejo-nuevo), llega
Gran Canaria. España, 2003. a ellos tras seguir el curso de los procesos y de las
metamorfosis que los promueven. En su pensamien-
Celso Sánchez Capdequí
to dialoga lo propio y lo ajeno en el reconocimiento
Universidad Pública de Navarra, España
pleno de la deuda que la teorización y la representa-
ción humanas tiene con dádivas y dones que nos lle-
Desde los márgenes del sentido gan del territorio inhóspito y misterioso de lo imagi-
nario y de lo prerracional. En este sentido sigue a
Si algún mito caracteriza la aventura moder- H.G. Gadamer, uno de sus referentes teóricos más
na es el del conocimiento. En torno a él se dan cita los presentes en su reflexión, cuando el fundador de la
anhelos, las ambiciones y las vanidades que retratan Hermenéutica contemporánea afirma que compren-

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