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El hombrecito del azulejo

[Cuento. Texto completo]

Manuel Mujica Láinez


Los dos médicos cruzan el zaguán hablando en voz baja. Su juventud puede más que sus
barbas y que sus levitas severas, y brilla en sus ojos claros. Uno de ellos, el doctor Ignacio
Pirovano, es alto, de facciones resueltamente esculpidas. Apoya una de las manos grandes,
robustas, en el hombro del otro, y comenta:

-Esta noche será la crisis.

-Sí -responde el doctor Eduardo Wilde-; hemos hecho cuanto pudimos.

-Veremos mañana. Tiene que pasar esta noche... Hay que esperar...

Y salen en silencio. A sus amigos del club, a sus compañeros de la Facultad, del Lazareto y del
Hospital del Alto de San Telmo, les hubiera costado reconocerles, tan serios van, tan
ensimismados, porque son dos hombres famosos por su buen humor, que en el primero se
expresa con farsas estudiantiles y en el segundo con chisporroteos de ironía mordaz.

Cierran la puerta de calle sin ruido y sus pasos se apagan en la noche. Detrás, en el gran patio
que la luna enjalbega, la Muerte aguarda, sentada en el brocal del pozo. Ha oído el comentario y
en su calavera flota una mueca que hace las veces de sonrisa. También lo oyó el hombrecito del
azulejo.

El hombrecito del azulejo es un ser singular. Nació en Francia, en Desvres, departamento del
Paso de Calais, y vino a Buenos Aires por equivocación. Sus manufactureros, los
Fourmaintraux, no lo destinaban aquí, pero lo incluyeron por error dentro de uno de los cajones
rotulados para la capital argentina, e hizo el viaje, embalado prolijamente el único distinto de los
azulejos del lote. Los demás, los que ahora lo acompañan en el zócalo, son azules corno él, con
dibujos geométricos estampados cuya tonalidad se deslíe hacia el blanco del centro lechoso,
pero ninguno se honra con su diseño: el de un hombrecito azul, barbudo, con calzas antiguas,
gorro de duende y un bastón en la mano derecha. Cuando el obrero que ornamentaba el
zaguán porteño topó con él, lo dejó aparte, porque su presencia intrusa interrumpía el friso; mas
luego le hizo falta un azulejo para completar y lo colocó en un extremo, junto a la historiada
cancela que separa zaguán y patio, pensando que nadie lo descubriría. Y el tiempo transcurrió
sin que ninguno notara que entre los baldosines había uno, disimulado por la penumbra de la
galería, tan diverso. Entraban los lecheros, los pescadores, los vendedores de escobas y
plumeros hechos por los indios pampas; depositaban en el suelo sus hondos canastos, y no se
percataban del menudo extranjero del zócalo. Otras veces eran las señoronas de visita las que
atravesaban el zaguán y tampoco lo veían, ni lo veían las chinas crinudas que pelaban la pava a
la puerta aprovechando la hora en que el ama rezaba el rosario en la Iglesia de San Miguel.
Hasta que un día la casa se vendió y entre sus nuevos habitantes hubo un niño, quien lo halló
de inmediato.

Ese niño, ese Daniel a quien la Muerte atisba ahora desde el brocal, fue en seguida su amigo.
Le apasionó el misterio del hombrecito del azulejo, de ese diminuto ser que tiene por dominio un
cuadrado con diez centímetros por lado, y que sin duda vive ahí por razones muy
extraordinarias y muy secretas. Le dio un nombre. Lo llamó Martinito, en recuerdo del gaucho
don Martín que le regaló un petiso cuando estuvieron en la estancia de su tío materno, en
Arrecifes, y que se le parece vagamente, pues lleva como él unos largos bigotes caídos y una
barba en punta y hasta posee un bastón hecho con una rama de manzano.

-¡Martinito! ¡Martinito!

El niño lo llama al despertarse, y arrastra a la gata gruñona para que lo salude. Martinito es el
compañero de su soledad. Daniel se acurruca en el suelo junto a él y le habla durante horas,
mientras la sombra teje en el suelo la minuciosa telaraña de la cancela, recortando sus orlas y
paneles y sus finos elementos vegetales, con la medialuna del montante donde hay una
pequeña lira.

Martinito, agradecido a quien comparte su aislamiento, le escucha desde su silencio azul,


mientras las pardas van y vienen, descalzas, por el zaguán y por el patio que en verano huele a
jazmines del país y en invierno, sutilmente, al sahumerio encendido en el brasero de la sala.

Pero ahora el niño está enfermo, muy enfermo. Ya lo declararon al salir los doctores de barba
rubia. Y la Muerte espera en el brocal.
El hombrecito se asoma desde su escondite y la espía. En el patio lunado, donde las macetas
tienen la lividez de los espectros, y los hierros del aljibe se levantan como una extraña fuente
inmóvil, la Muerte evoca las litografías del mexicano José Guadalupe Posada, ese que tantas
"calaveras, ejemplos y corridos" ilustró durante la dictadura de Porfirio Díaz, pues como en
ciertos dibujos macabros del mestizo está vestida como si fuera una gran señora, que por otra
parte lo es.

Martinito estudia su traje negro de revuelta cola, con muchos botones y cintas, y la gorra
emplumada que un moño de crespón sostiene bajo el maxilar y estudia su cráneo terrible, más
pavoroso que el de los mortales porque es la calavera de la propia Muerte y fosforece con verde
Después del almuerzo
resplandor. Y ve que la Muerte bosteza.

[Cuento. Texto completo]


Ni un rumor se oye en la casa. El ama recomendó a todos que caminaran rozando apenas el
suelo, como si fueran ángeles, para no despertar a Daniel, y las pardas se han reunido a rezar
quedamente en el otro patio, en tanto queJulio Cortázar
la señora y sus hermanas lloran con los pañuelos
apretados sobre los labios, en el cuarto del enfermo, donde algún bicho zumba como si pidiera
silencio, alrededor de la única lámpara encendida.

Martinito piensa que el niño, su amigo, va a morir, y le late el frágil corazón de cerámica. Ya
nadie acudirá cantando a su escondite del zaguán; nadie le traerá los juguetes nuevos, para
mostrárselos y que conversen con él. Quedará solo una vez más, mucho más solo ahora que
sabe lo que es la ternura.

La Muerte, entretanto, balancea las piernas magras en el brocal poliédrico de mármol que ornan
anclas y delfines. El hombrecito da un paso y abandona su cuadrado refugio. Va hacia el patio,
pequeño peregrino azul que atraviesa los hierros de la cancela asombrada, apoyándose en el
bastón. Los gatos a quienes trastorna la proximidad de la Muerte, cesan de maullar: es insólita
la presencia del personaje que podría dormir en la palma de la mano de un chico; tan insólita
como la de la enlutada mujer sin ojos. Allá abajo, en el pozo profundo, la gran tortuga que lo
habita adivina que algo extraño sucede en la superficie, y saca la cabeza del caparazón.

La Muerte se hastía entre las enredaderas tenebrosas, mientras aguarda la hora fija en que se
descalzará los mitones fúnebres para cumplir su función. Desprende el relojito que cuelga sobre
su pecho fláccido y al que una guadaña sirve de minutero, mira la hora y vuelve a bostezar.
Entonces advierte a sus pies al enano del azulejo, que se ha quitado el bonete y hace una
reverencia de Francia.

-Madame la Mort...

A la Muerte le gusta, súbitamente, que le hablen en francés. Eso la aleja del modesto patio de
una casa criolla perfumada con alhucema y benjuí; la aleja de una ciudad donde, a poco que se
ande por la calle, es imposible no cruzarse con cuarteadores y con vendedores de empanadas.
Porque esta Muerte, la Muerte de Daniel, no es la gran Muerte, como se pensará, la Muerte que
las gobierna a todas, sino una de tantas Muertes, una Muerte de barrio, exactamente la Muerte
del barrio de San Miguel en Buenos Aires, y al oírse dirigir la palabra en francés, cuando no lo
esperaba, y por un caballero tan atildado, ha sentido crecer su jerarquía en el lúgubre escalafón.
Es hermoso que la llamen a una así: "Madame la Mort." Eso la aproxima en el parentesco a
otras Muertes mucho más ilustres, que sólo conoce de fama, y que aparecen junto al baldaquino
de los reyes agonizantes, reinas ellas mismas de corona y cetro, en el momento en que los
embajadores y los príncipes calculan las amarguras y las alegrías de las sucesiones históricas.

-Madame la Mort...

La Muerte se inclina, estira sus falanges y alza a Martinito. Lo deposita, sacudiéndose como un
pájaro, en el brocal.

-Al fin -reflexiona la huesuda señora- pasa algo distinto.

Está acostumbrada a que la reciban con espanto. A cada visita suya, los que pueden verla -los
gatos, los perros, los ratones- huyen vertiginosamente o enloquecen la cuadra con sus ladridos,
sus chillidos y su agorero maullar. Los otros, los moradores del mundo secreto -los personajes
pintados en los cuadros, las estatuas de los jardines, las cabezas talladas en los muebles, los
espantapájaros, las miniaturas de las porcelanas- fingen no enterarse de su cercanía, pero
enmudecen como si imaginaran que así va a desentenderse de ellos y de su permanente
conspiración temerosa. Y todo, ¿por qué?, ¿porque alguien va a morir?, ¿y eso? Todos
moriremos; también morirá la Muerte.

Pero esta vez no. Esta vez las cosas acontecen en forma desconcertante. El hombrecito está
sonriendo en el borde del brocal, y la Muerte no ha observado hasta ahora que nadie le
sonriera. Y hay más. El hombrecito sonriente se ha puesto a hablar, a hablar simplemente,
naturalmente, sin énfasis, sin citas latinas, sin enrostrarle esto o aquello y, sobre todo, sin
La Muerte consulta el reloj. Faltan cuarenta y cinco minutos.

Martinito le dice que comprende que su misión debe ser muy aburrida y que si se lo permite la
divertirá, y antes que ella le responda, descontando su respuesta afirmativa, el hombrecito se ha
lanzado a referir un complicado cuento que transcurre a mil leguas de allí, allende el mar, en
Desvres de Francia. Le explica que ha nacido en Desvres, en casa de los Fourmaintraux, los
manufactureros de cerámica.
Después del almuerzo yo"rue de Poitiers",
hubiera querido y que pudo haberen
quedarme sido
mide color cobalto,
cuarto leyendo,o negro,
pero
o carmín oscuro, o amarillo cromo, o verde, u ocre rojo, pero que prefiere este azul de ultramar.
papá y mamá vinieron casi en seguida a decirme que esa tarde tenía que
¿No es cierto? N'est-ce pas? Y le confía cómo vino por error a Buenos Aires y, adelantándose a
llevarlo de dando
las réplicas, paseo. unos saltitos graciosos, le describe las gentes que transitan por el zaguán: la
parda enamorada del carnicero; el mendigo que guarda una moneda de oro en la media; el
boticario
Lo primero que ha
que inventado
contestéun fue
remedio
quepara
no, la
quecalvicie y que, otro,
lo llevara de tanto
querepetir
por demostraciones
favor me y
ensayarlo en sí mismo, perdió el escaso pelo que le quedaba; el mayoral del
dejaran estudiar en mi cuarto. Iba a decirles otras cosas, explicarles por qué no tranvía de los
hermanos Lacroze, que escolta a la señora hasta la puerta, galantemente, "comme un
me gustaba tener
gentilhomme", y luegoque salir con
desaparece él, pero papá dio un paso adelante y se puso a
corneteando...
mirarme en esa forma que no puedo resistir, me clava los ojos y yo siento que
se me van
La Muerte ríeentrando
con sus huesoscadabailoteantes
vez más hondo enreloj.
y mira el la cara,
Faltanhasta
treinta que
y tresestoy a punto de
minutos.
gritar y tengo que darme vuelta y contestar que sí, que claro, en seguida. Mamá
en esosse
Martinito casos nobarba
alisa la diceennada
puntay y,no me Buenos
como mira, pero
Airesseya queda un poco
no le brinda tema yatrás con las
no quiere
nombrar a Daniel y a la amistad que los une, por razones diplomáticas,
dos manos juntas, y yo le veo el pelo gris que le cae sobre la frente y tengo vuelve a hablar de que
Desvres, del bosque trémulo de hadas, de gnomos y de vampiros,
darme vuelta y contestar que sí, que claro, en seguida. Entonces se fueron que lo circunda, y de la sin
montaña vecina, donde hay bastiones ruinosos y merodean las hechiceras la noche del sábado.
decir
Y hablanada más
y habla. y yo empecé
Sospecha a vestirme,
que a esta con el leúnico
Muerte parroquial consuelo
agradará la alusióndeaque
otrasiba a
Muertes
estrenar unos zapatos amarillos que brillaban y brillaban.
más aparatosas, sus parientas ricas, y le relata lo que sabe de las grandes Muertes que
entraron en Desvres a caballo, hace siglos, armadas de pies a cabeza, al son de los curvos
cuernos marciales,
Cuando salí de mi "bastante
cuartodiferentes,
eran las n'est-ce pas,Encarnación
dos, y tía de la corneta del mayoral
dijo del tránguay",
que podía ir a
sitiando castillos e incendiando iglesias, con los normandos, con los ingleses,
buscarlo a la pieza del fondo, donde siempre le gusta meterse por la tarde. Tía con los
borgoñones.
Encarnación debía darse cuenta de que yo estaba desesperado por tener que
salir
Todo con él,se
el patio porque me pasó
ha colmado la mano
de sangre por la cabeza
y de cadáveres y después
revestidos de cotas se agachó
de malla. Hayy me
dio un besobanderas
desgarradas en la frente. Sentí que
con leopardos mede
y flores ponía algo
lis, que en eldebolsillo.
cuelgan la cancela criolla; hay
escudos partidos junto al brocal y yelmos rotos junto a las rejas, en el aldeano sopor de Buenos
Aires,
-Paraporque
que teMartinito
compres narra tan bien
alguna que -me
cosa no olvida
dijo pormenores.
al oído-. Y Además no está de
no te olvides quieto ni un
darle un
segundo, y al pintar
poco, es preferible. el episodio más truculento introduce una nota imprevista, bufona, que hace
reír a la Muerte del barrio de San Miguel, como cuando inventa la anécdota de ese general
gordísimo, tan temido por sus soldados, que osó retar a duelo a Madame la Mort de Normandie,
Yo
y la la beséaceptó
Muerte en laelmejilla,
duelo, ymás contento,
mientras éste se y pasé delante
desarrollaba de la puerta
ella produjo un calorde
tanla sala que
intenso
obligó a estaban
donde papá
su adversario y mamá jugando
a despojarse a las
de sus ropas unadamas. Creoque
a una, hasta quelosles dije hasta
soldados vieron que
su jefe era
luego, en verdad
alguna cosaunasí,
individuo flacucho,
y después que seelrellenaba
saqué de cinco
billete de lanas ypesos
plumas,para
comoalisarlo
un
almohadón enorme, para fingir su corpulencia.
bien y guardarlo en mi cartera donde ya había otro billete de un peso y
monedas.
La Muerte ríe como una histérica, aferrada al forjado coronamiento del aljibe.

Lo encontré-prosigue
-Y además... en un rincón del cuarto,
el hombrecito lo agarré lo mejor que pude y salimos por el
del azulejo.
patio hasta la puerta que daba al jardín de adelante. Una o dos veces sentí la
tentación de lanza
Pero la Muerte soltarlo, volver
un grito adentroque
tan siniestro y decirles
muchos se a papá y mamá
persignan que élfigurándose
en la ciudad, no quería
venir
que unconmigo, pero estaba
ave feroz revolotea seguro
entre los de queHa
campanarios. acabarían
mirado su porrelojtraerlo
de nuevoy obligarme
y ha a ir
comprobado que el plazo que el destino estableció para Daniel pasó hace
con él hasta la puerta de calle. Nunca me habían pedido que lo llevara al centro, cuatro minutos. De un
brinco se para en la mitad del patio, y se desespera. ¡Nunca, nunca había
era injusto que me lo pidieran porque sabían muy bien que la única vez que me sucedido esto, desde
que presta servicios en el barrio de San Miguel! ¿Qué sucederá ahora y cómo rendirá cuentas
habían obligado adistracción?
de su imperdonable pasearlo Se porrevuelve,
la vereda habíatrastornando
iracunda, ocurrido esa cosa horrible
el emplumado con yel
sombrero
gato de los Álvarez. Me parecía estar viendo todavía la cara del vigilante
el moño, y corre hacia Martinito. Martinito es ágil y ha conseguido, a pesar del riesgo y merced a
hablando
la ayuda de con papá en
los delfines la puerta,
de mármol y después
adheridos papá
al brocal, sirviendo
descender dos yvasos
al patio, escapade caña,
como un y
escarabajo veloz hacia
mamá llorando en su sucuarto.
azulejo del
Erazaguán.
injustoLaque
Muerte
melolopersigue
pidieran.y lo alcanza en momentos
en que pretende disimularse en la monotonía del zócalo. Y lo descubre, muy orondo, apoyado
en el bastón, espejeantes las calzas de caballero antiguo.
Por la mañana había llovido y las veredas de Buenos Aires están cada vez más
rotas,
-Él se haapenas
salvadose puede andar
-castañetean sin meter
los dientes los de
amarillos pies en algún
la Muerte-, charco.
pero Yo por
tú morirás hacía
él. lo
posible para cruzar por las partes más secas y no mojarme los zapatos nuevos,
pero en seguida
Se arranca el mitón vi que ay él
derecho le gustaba
desliza la falange meterse
sobre el en el agua,
pequeño y tuveenque
cuadrado, tironear
el que se
con todas
diseña mis fuerzas
una fisura que se vapara obligarlo
agrandando; a ir de mi
la cerámica se lado.
quiebraA en
pesar de eso
dos trozos queconsiguió
caen al
acercarse
suelo. a unlos
La Muerte sitio donde
recoge, había aluna
se acerca baldosa
aljibe un poco
y los arroja más hundida
en su interior, que lasuna
donde provocan
tos breve al agua quieta y despabilan a la vieja tortuga ermitaña.
otras, y cuando me di cuenta ya estaba completamente empapado y tenía hojas Luego se va, rabiosa,
arrastrando los encajes lúgubres. Aun tiene mucho que hacer y esta noche nadie volverá a
secas por todas partes. Tuve que pararme, limpiarlo, y todo el tiempo sentía que
burlarse de ella.
los vecinos estaban mirando desde los jardines, sin decir nada pero mirando.
No
Los quiero mentir,
dos médicos en realidad
jóvenes regresan porno lame importaba
mañana. tantoentran
En cuanto que nos
en lamiraran
habitación(que lo
de Daniel
miraran a él, y a mí que lo llevaba de paseo); lo peor era estar
se percatan del cambio ocurrido. La enfermedad hizo crisis como presumían. El niño abre los ahí parado, con
un pañuelo
ojos, y su madreque se iba
y sus mojando
tías lloran, peroyesta
llenando
vez es dedejúbilo.
manchas de Pirovano
El doctor barro y ypedazos de
el doctor Wilde
se sientan
hojas a la cabecera
secas, teniendodelque enfermo. Al rato,
sujetarlo al las señoras
mismo se han
tiempo contagiado
para que nodel optimismo
volviera a que
pesar de que el primero dicta la cátedra de histología y anatomía patológica y de que el segundo
las manosdeenmedicina
es profesor los bolsillos
legal y del pantalón,
toxicología, silbando
también o mascando
en la Facultad chicle,
de Buenos o leyendo
Aires. Ahora lo
las
únicohistorietas
que quierenmientras con sonría.
es que Daniel la parte de abajo
Pirovano de los del
se acuerda ojos voy no
tiempo adivinando
muy lejano las
en que
baldosas depintorescos,
urdía chascos las veredas que conozco
cuando perfectamente
era secretario del disparatadodesde
Club delmiEsqueleto,
casa hasta el
en la
Farmacia
tranvía, de modo que sé cuándo paso delante de la casa de la Tita o cuándolas
del Cóndor de Oro, y cambiaba los letreros de las puertas, robaba los faroles de
fondas y las linternas de los serenos, echaba municiones en las orejas de los caballos de los
voy a llegar a la esquina de Carabobo. Y ahora no podía hacer nada de eso y el
lecheros y enseñaba insolencias a los loros. Daniel sonríe por fin y Eduardo Wilde le acaricia la
pañuelo me empezaba
frente, nostálgico, porque haacompartido
mojar el forro
esa vidadeldebolsillo y sentía
estudiantes laque
felices, humedad
le pareceen la
remota,
pierna, El suicida
era como para no creer en tanta mala suerte junta.
soñada, irreal.
[Cuento. Texto completo]
A
Una esa hora más
semana el tranvía
tarde, elviene
chico bastante vacío,
sale al patio. y yo
Alza en rogaba
brazos quegris
a la gata pudiéramos
y se apresura,
titubeando
sentarnostodavía, a visitar asiento,
en el mismo a su amigoponiéndolo
Martinito. Suaestupor
él del ylado
su desconsuelo
de la corren para
ventanilla por la
Enrique Anderson
casa, al advertir la ausencia del hombrecito Imbert
y que hay un hueco en el lugar del azulejo extraño.
que molestara menos. No es que se mueva demasiado, pero a la gente le
Madre y tías, criadas y cocinera, se consultan inútilmente. Nadie sabe nada. Revolucionan las
molesta
habitaciones,lo mismo
en pos dey yo
un comprendo. Por Daniel
indicio, sin hallarlo. eso me afligí
llora al subir,
sin cesar. porque al
Se aproxima elbrocal
tranvíadel
Al pie
estaba de la Biblia
casi lleno
aljibe, llorando,
abierta
y noy había
llorando,
-donde estaba
ningún asiento
logra encaramarse
señalado en rojo
doblea desocupado.
y asomarse
el versículo
El viaje
su interior. Allá dentro
que
era
todo
lo
es una
explicaría
demasiado
fresca sombra todo-
largo alineó las cartas: aaen
para quedarnos
y ni siquiera se distingue sula
la mujer, dealmodo
plataforma,
tortuga, juez, aguarda
elque los amigos.
menos me seDespués
aun hubiera
ven los
bebió
fragmentosel veneno
del y
azulejosequeacostó.
en el fondo descansan. Lo único
mandado que me sentara y lo pusiera en alguna parte; así que lo hice que el pozo le ofrece esentrar
su propiaen
imagen, reflejada en un espejo oscuro, la imagen de un niño que llora.
seguida y lo llevé hasta un asiento del medio donde una señora ocupaba el lado
Nada.
de A la hora Lo
la ventanilla. se levantó
mejor hubieray miró sido
el frasco.
sentarseSí, era el veneno.
detrás de él para vigilarlo, pero
El tiempo camina, remolón, y Daniel no olvida al hombrecito. Un día vienen a la casa dos
el tranvía
hombres con estaba
baldes,lleno
cepillos y tuve que seguir
y escobas. Son losadelante
encargados y de
sentarme
limpiar elbastante
pozo, y como más en cada
¡Estaba
lejos. Los tan seguro!
pasajeros Recargó
no se la
fijaban dosis
mucho,y bebió
a esaotro vaso.
hora la Se
gente
oportunidad en que cumplen su tarea, ese es día de fiesta para las pardas, a quienes deslumbra acostó
va de nuevo.
haciendo la
Otra
digestión
el hora.
ajetreo dey losNo
está moría.
medio
mulatos Entonces
dormida
cantores disparó
que,con su revolver
los barquinazos
semidesnudos, contra
bajan a del la sien.
tranvía.
la cavidad ¿Qué
Lo malo
profunda broma
y sefue
estánque
era
ahí ésa?espacio,
largo
el guarda Alguien
se paró -¿pero
al ladoyquién,
baldeando fregando.
del cuándo?-
asiento Losdonde alguien
muchachos lelahabía
yo lodehabía cuadra cambiado el veneno
acuden.golpeando
instalado, Saben que verán
a
porla tortuga,
agua, quien
las sólo entonces
balas aparecede porfogueo.
el patio, Disparó
pesadota, contra
perdida la como unlas
anacoreta a
con
quien
una
de
moneda
pronto
enpor
trasladaran
cartuchos
el fierro
a un
de la de
palacio
máquina
losas en
de los boletos,
ajedrez. Y Daniel
yesyoel
sien
tuve
más
que otras
darme
entusiasmado,
cuatro
vuelta ybalas.
hacerle Inútil.
señasCerró la
depues
que Biblia, recogió
viniera las cartas
a cobrarme a mí, y salió del cuarto
mostrándole la en
plata
pero algo enturbia su alegría, hoy no le será dado, como el año anterior, presentar la
momentos
para que
tortuga en que
comprendiera
a Martinito. el dueño del
que hasta
En eso cavila hotel,
teníaque, mucamos
querepentinamente, y
darme dos boletos,curiosos
uno de los acudían
pero alarmados
el guarda
hombres era la
grita, desde
por
uno el
hondura,deestruendo
esos
con voz dede
chinazos losque
caverna: cincoestánestampidos.
viendo las cosas y no quieren entender, dale
con la moneda golpeando contra la máquina. Me tuve que levantar (y ahora dos
Al
-¡Ahíllegar
o tres a su
vapasajeros
algo, casamesemiraban)
abarájenlo! encontróy con su mujer
acercarme al envenenada
otro asiento. y«Dos con sus cinco le
boletos», hijos
dije.
en el suelo, cada uno con un balazo en la sien.
Cortó uno, me miró un momento, y después me alcanzó el boleto y miró para
Y el chico recibe en las manos tendidas el azulejo intacto, con su hombrecito en el medio;
abajo, medioside reojo. «Dos, por favor»,enrepetí, seguropuede de que todo elMuerte,
tranvía ya
intacto,
Tomó porque
el cuchillo unde
enanola francés estampado
cocina, se desnudó una cerámica
el vientre ylosedio,fueburlar
dando a lacuchilladas.es
estaba enterado. El chinazo cortó el
justo que también puedan burlarla las lágrimas de un niño. otro boleto y me iba a decirme algo
La
pero hoja
yo se hundía en
le alcancé las carnes
la plata blandas
y me volví en dosy luego
trancossalíaa limpia comosin
mi asiento, delmirar
agua.para
Las carnes recobraban
atrás. Lo peor era que a cada momentoFINsu lisitud como eltenía que darme vuelta para verelsipez.
agua después que le pescan
seguía quieto en el asiento de atrás, y con eso iba llamando la atención de
Se
algunosderramó nafta enPrimero
pasajeros. la ropadecidíy los fósforos
que sóloseme apagaban
daría vuelta chirriando.
al pasar cada
esquina, pero las cuadras me parecían terriblemente largas y a cada momento
Corrió
tenía miedohacia de el balcón
oír alguna y antes de tirarseopudo
exclamación ver en
un grito, como la calle
cuandoel tendal
el gato dede los
hombres
Álvarez. Entoncesy mujeresme desangrándose
puse a contarpor hastalos diez,
vientres
igual acuchillados,
que en las peleas,entre las y eso
llamas de la ciudad incendiada.
venía a ser más o menos media cuadra. Al llegar a diez me daba vuelta
disimuladamente, por ejemplo arreglándome el cuello de la camisa o metiendo
la mano en el bolsillo del saco, cualquier FINcosa que diera la impresión de un tic
nervioso o algo así.

Como a las ocho cuadras no sé por qué me pareció que la señora que iba del
Luces antiguas
lado de la ventanilla se iba a bajar. Eso era lo peor, porque le iba a decir algo
[Cuento. Texto completo]
para que la dejara pasar, y cuando él no se diera cuenta o no quisiera darse
cuenta, a lo mejor la señora se enojaba y quería pasar a la fuerza, pero yo sabía
Algernon Blackwood
lo que iba a ocurrir en ese caso y estaba con los nervios de punta, de manera
que empecé a mirar para atrás antes de llegar a cada esquina, y en una de
esas me pareció que la señora estaba ya a punto de levantarse, y hubiera
jurado que le decía algo porque miraba de su lado y yo creo que movía la boca.
Justo en ese momento una vieja gorda se levantó de uno de los asientos cerca
del mío y empezó a andar por el pasillo, y yo iba detrás queriendo empujarla,
darle una patada en las piernas para que se apurara y me dejara llegar al
asiento donde la señora había agarrado una canasta o algo en el suelo y ya se
levantaba para salir. Al final creo que la empujé, la oí que protestaba, no sé
cómo llegué al lado del asiento y conseguí sacarlo a tiempo para que la señora
pudiera bajarse en la esquina. Entonces lo puse contra la ventanilla y me senté
a su lado, tan feliz aunque cuatro o cinco idiotas me estuvieran mirando desde
los asientos de adelante y desde la plataforma donde a lo mejor el chinazo les
había dicho alguna cosa.
estaban secas. A esa hora si yo hubiera viajado solo me habría largado del
tranvía para seguir a pie hasta el centro, para mí no es nada ir a pie desde el
Once a Plaza de Mayo, una vez que me tomé el tiempo le puse justo treinta y
dos minutos, claro que corriendo de a ratos y sobre todo al final. Pero ahora en
cambio tenía que ocuparme de la ventanilla, que un día alguien había contado
que era capaz de abrir de golpe la ventanilla y tirarse afuera, nada más que por
Desde
el gustoSouthwater,
de hacerlo, donde se apeó
como tantos del gustos
otros tren, el que camino nadie ibasederecho
explicaba. hacia Una o
poniente.
dos vecesEso me lo sabía;que
pareció por estaba
lo demás, a puntoconfiaba en la suerte,
de levantar ya que era
la ventanilla, y tuveunoquede
esos
pasarandariegos
el brazo porimpenitentes
detrás y sujetarla a los quepor no les gusta
el marco. A lopreguntar.
mejor eran Teníacosas esemías,
instinto,
tampocoyquiero generalmente
asegurarleque funcionaba
estuvierabastantepor levantar bien.la«Una milla oy así
ventanilla en Por
tirarse.
dirección oeste por
ejemplo, cuando el camino
lo del inspector arenoso,
me olvidé hasta llegar a un paso
completamente delde cercayasin
asunto la
derecha;
embargo desde no se tiró. ahí cruza a campo
El inspector eratraviesa.
un tipo alto Verá el edificio
y flaco rojo justopor
que apareció delante
la de
usted.»
plataforma Echó una mirada,
delantera otra vez,
y se puso a las instrucciones
a marcar los boletos con deesela postal,
aire amabley otra quevez
trató
tienendealgunos
descifrar la frase borrada...,
inspectores. Cuando en llegóvano.
a miHabíaasiento sidole tachada
alcancé los condos tantoboletos
cuidado que no quedaba una sola palabra legible.
y él marcó uno, miró para abajo, después miró el otro boleto, lo fue a marcar Las frases tachadas en unay
carta son siempre
se quedó con el boleto fascinantes.
metido en Selapreguntó
ranura de qué la sería
pinza,loyque todohabía tenido
el tiempo yoque
borrar
rogabacon quetanto cuidado.
lo marcara de una vez y me lo devolviera, me parecía que la gente
del tranvía nos estaba mirando cada vez más. Al final lo marcó encogiéndose de
La tarde era
hombros, metormentosa,
devolvió loscon dosun ventarrón
boletos, y enque venía aullando
la plataforma de atrásdel maroí que y barría
alguien
los bosques
soltaba de Sussex.pero
una carcajada, Unas nubes pesadas,
naturalmente no quise de bordes
darmeredondos
vuelta, volví y a pasar
apelmazados,
el brazo y sujeté entrechocaban
la ventanilla, en los espacios
haciendo como que abiertos
no veíadel máscielo alazul. A lo lejos,
inspector ya
la línealosdeotros.
todos lomas Enrecorría
Sarmiento el horizonte
y Libertad como una ola ainminente.
se empezó bajar la gente, Chanctonbury
y cuando
Ring parecía
llegamos surcaryasuno
a Florida cresta
habíacomo un barco
casi nadie. velozhasta
Esperé con elSan casco inclinado
Martín y lo hice por el
viento
salir por la plataforma delantera, porque no quería pasar al lado del chinazoyque
de popa. Se quitó el sombrero y avivó el paso, aspirando con placer
satisfacción
a lo mejor me grandes bocanadas
decía alguna cosa.de aire. El camino estaba desierto: no se veían
bicicletas, automóviles, o caballos; ni siquiera un carro de mercancías o un
simple
A mí me viandante.
gusta mucho De todos
la Plaza modos,
de Mayo,no habríacuando preguntado
me hablan el del
camino.
centro Con la en
pienso
mirada
seguidaatenta
en la Plazaa la aparición
de Mayo.del Me paso
gusta deporcerca,
las caminaba
palomas, por pesadamente,
la Casa de
mientras
Gobiernoely viento
porqueletrae sacudía
tantoslarecuerdos
capa contra de la cara y de
historia, rizaba los charcos
las bombas queazules
cayeron
del camino
cuando hubo amarillento.
revolución,Los y los árboles
caudillos mostraban
que habían el blanco
dichoenvésque iban de susa atarhojas.
sus
Los helechos,
caballos la yerba nueva
en la Pirámide. y alta, se inclinaban
Hay maniseros y tipos queen una única
venden cosas, dirección.
en seguida El día
estaba lleno de
se encuentra unvida,
banco y había
vacío animación
y si uno quiere y movimiento
puede seguir en todasun pocopartes.másYypara al rato
un agrimensor
llega al puerto ydeveCroydon los barcos recién
y losllegado
guinches. de su Por oficina,
eso pensé esto era quecomolo mejor unas era
vacaciones
llevarlo a la en Plaza el mar.
de Mayo, lejos de los autos y los colectivos, y sentarnos un
rato ahí hasta que fuera hora de ir volviendo a casa. Pero cuando bajamos del
Era un día
tranvía de aventuras,
y empezamos y su corazón
a andar por San se elevaba
Martín sentíparacomo unirse al talante
un mareo, de la
de golpe
Naturaleza. Su paraguas con aro de plata debía
me daba cuenta de que me había cansado terriblemente, casi una hora de haber sido una espada; y sus
viaje
zapatos
y todo elmarrones,
tiempo teniendo botas altas
que mirarcon espuelas
hacia atrás, en los talones.
hacerme el ¿Dónde
que no veía se ocultaba
que nos
el Castillomirando,
estaban encantado y la Princesa
y después el guarda de cabellos doradosycomo
con los boletos, la señorael sol? queSuse iba a
caballo...
bajar, y el inspector. Me hubiera gustado tanto poder entrar en una lechería y
pedir un helado o un vaso de leche, pero estaba seguro de que no iba a poder,
De
querepente
me iba a apareció
arrepentir a lasivista
lo hacíael paso
entrar de en
cerca, y se cualquiera
un local frustró la aventura
donde laen gente
embrión. Otra vez
estaría sentada volvió amás
y tendría aprisionarle
tiempo para su ropa de diario.
mirarnos. En laEra agrimensor,
calle la gente se de
edad
cruza madura,
y cada uno consigue
un sueldo
viaje, de trestodo
sobre librasena Sanla semana,
Martín que y veníaestáde Croydon
lleno de a
estudiar
bancos ylos cambios
oficinas queelunmundo
y todo clienteandapensaba apurado hacer conenportafolios
un bosque..., debajo algodel que
proporcionase
brazo. Así que una mejor hasta
seguimos vista desde
la esquina la ventana de su comedor.
de Cangallo, y entonces Al cuando
otro lado del
campo,
íbamos a una milla
pasando de distancia
delante quizá, viode
de las vidrieras centellear
Peuser que al sol el rojo llenas
estaban edificio, dey
mientras
tinteros y descansaba
cosas preciosas, un instante
sentí que en el él paso de cerca
no quería seguir,para serecobrar
hacía cada aliento,
vez másse
puso
pesado a observar
y por másunque bosquecillo
yo tiraba de robles ydeabedules
(tratando no llamarque quedaba a
la atención) su no podía
casi
derecha.
caminar y«¡Ajá!al final-se tuvedijo-;
queasí que ésta
pararme debe de ser
delante la arboleda
la última vidriera, que quiere talarel
haciéndome
para mejorarlos
que miraba la juegos
perspectiva, ¿eh? Vamos
de escritorio repujados a echarle
en cuero. una A ojeada.»
lo mejorHabía estaba una un
valla, desde luego;
poco cansado, a lo pero
mejorteníano era también un sendero
un capricho. Total,tentador.
estar ahí«No soy un
parados nointruso
tenía
-se
nada dijo-: esto forma
de malo, parteno
pero igual deme mi gustaba
trabajo.»porque Saltó dificultosamente
la gente que pasaba por encima
tenía más de
la portilla
tiempo paray se internó
fijarse, entre
y dos o los
tresárboles.
veces me Unadi pequeña
cuenta devuelta le llevaría
que alguien al campo
le hacía
otra
algúnvez.
comentario a otro, o se pegaban con el codo para llamarse la atención. Al
final no pude más y lo agarré otra vez, haciéndome el que caminaba con
Pero en el instante
naturalidad, pero cada en quepasocruzó los primeros
me costaba comoárbolesen esosdejó sueñosde aullar
en que el viento
uno tieney
una
unosquietud
zapatosseque apoderó
pesandel mundo. yTan
toneladas espesa
apenas puede era despegarse
la vegetacióndel que el solA la
suelo.
penetraba
larga conseguí sólo que en forma
se le depasaramanchas aisladas.
el capricho El aire eraahí
de quedarse pesado.
parado, Seyenjugó la
frente
seguimos y seporpuso San suMartín
sombrero hasta delafieltro
esquina verde;
de pero
la Plaza unade ramaMayo. bajaAhorase lo lavolvió
cosaa
quitar en seguida
era cruzar, porquede unno
a él golpe;
le gustay al cruzar
inclinarse, una se enderezó
calle. Es capaz unade cimbreante
abrir la
pequeño
para llegar sendero;
a la Plaza de de vezMayo en cuando hay que se cruzar
abría un claro aalguna
siempre uno u calleotro lado; los
con mucho
helechos
tráfico, ense curvaban
Cangallo en los rincones
y Bartolomé Mitre no húmedos,
había sido y era tandulce
difícil,y rico
peroelahora
olor ayo tierra
yestaba
a follaje. Hacíademás
a punto fresco aquí.
renunciar, «Qué bosquecillo
me pesaba terriblemente más en encantador»,
la mano, y dos pensó,
veces
bajando haciase
que el tráfico unparópequeñoy los que calvero donde
estaban el sol aleteaba
a nuestro lado encomo el cordón una multitud
de la vereda de
mariposas
empezaronplateadas.a cruzar la¡Cómo calle, me danzaba
di cuentay palpitaba
de que no y revoloteaba!
íbamos a poder Se puso llegaruna al
flor
otroazul
ladooscuro
porqueen seelplantaría
ojal. Nuevamente,
justo en la al incorporarse,
mitad, y entonces le preferí
quitó elseguir
sombrero de
un golpe una
esperando rama
hasta que dese roble, Elderribándoselo
decidiera. díaYno claro, restituido
elpor
deldelante
puestode delos ojos. Esta
revistas de la vez no
se lo volvió
esquina a poner.mirando
ya estaba Balanceando cada el
vez paraguas,
más, y
[Cuento. Texto completo]le prosiguió
decía algo sua camino
un pibe con
de milaedad
cabeza
que hacía descubierta,
muecas y silbando le contestaba sonoramente.
qué sé yo,Pero y loselautos
espesor de lospasando
seguían árboles y se
animaba
paraban ypoco volvíana silbar;
a pasar, y parecieron
y nosotros enfriarse
ahí
Giovanni Papini algo
plantados. su Enalegría
una y
de su ánimo.
esas se iba Dea
repente,
acercar elsevigilante,
dio cuenta esode eraque lo caminaba
peor que nos conpodíacautela. sucederLa quietudporque dellosbosque
vigilantesera
de
sonlomuy másbuenos
singular. y por eso meten la pata, se ponen a hacer preguntas,
averiguan si uno anda perdido, y de golpe a él le puede dar uno de sus
Hubo
caprichosun susurro
y yo noentre sé enlos lo helechos
que termina y lasla hojas; algo saltó
cosa. Cuanto más depensaba
repente más al me
sendero, a unas diez yardas de él, se detuvo
afligía, y al final tuve miedo de veras, casi como ganas de vomitar, lo juro, un instante, irguiendo la cabeza y en
ladeada
un momento paraen mirar,
que yparó luego el se zambulló
tráfico lo agarréotrabien vez yencerré la maleza
los ojos a la velocidad
y tiré para de
una sombra.
adelante Se sobresaltó
doblándome casi en como dos,un niño miedoso,
y cuando estuvimos y unen segundo
la Plazadespués
lo solté,se rió
de
seguíquedando
un mero unos faisán
pasos lo solo,
hubiese asustado.
y después volvíOyóparaun atrás
traqueteo de ruedas
y hubiera querido a loque
lejos, en el camino;
se muriera, y, sin saber
que ya estuviera por qué,
muerto, o que le resultó
papá y grato mamáese ruido. «El
estuvieran carro del
muertos, y
viejo carnicero»,
yo también al fin se y aldijo...
cabo,Entonces
que todos seestuvieran
dio cuentamuertos de que yiba en dirección
enterrados menos
equivocada
tía Encarnación. y que, no sabía cómo, había dado media vuelta. Porque el camino
debía quedar detrás de él, no delante.
Pero esas cosas se pasan en seguida, vimos que había un banco muy lindo
Conque
completamentese metióvacío, apresuradamente
y yo lo sujeté por sin otro estrecho
tironearlo y fuimosclaro aque se perdía
ponernos en eneseel
verdor
banco yque teníalas
a mirar a su derecha.
palomas que «Esta es la dirección,
por suerte no se dejan poracabar
supuesto como -selos dijo-; me
gatos.
han debido de despistar los árboles...» y
Compré manises y caramelos, le fui dando de las dos cosas y estábamos de repente descubrió que estaba junto
a la portilla
bastante bienquecon había
ese saltado
sol que para hay porentrar. Había
la tarde enestado
la Plaza andando
de Mayo enycírculo.
la genteLa
sorpresa,
que va de aquí, un lado se a convirtió
otro. Yocasi no sé en en
desconcierto:
qué momento vio me a unvino hombre
la idea vestido
de de
verde pardo como
abandonarlo ahí; lolos únicoguardabosques,
que me acuerdo apoyadoes que enestaba
la valla, dándoseun
pelándole pequeños
maní y
azotes
pensando en laal pierna
mismo con tiempo unaque fusta. «Voy
si me a casa
hacía del iba
el que señor Lumleyalgo
a tirarles -explicó
a las el
caminante-.
palomas queEste andaban es sumás bosque,lejos,creo...», calló de dar
sería facilísimo repente;la vueltaporque a laallí no había
pirámide y
hombre
perderloalguno,
de vista.sino Meque parece era que un mero
en ese efecto
momento de luzno y sombra
pensaba enen el volver
follaje.a casa
Retrocedió
ni en la carapara de papáreconstruir
y mamá, la singular
porque si ilusión,
lo hubierapero pensado
el viento agitabano habría demasiado
hecho
las
esaramas
pavada. aquí,
Debe en serla linde
muydel difícilbosque,
abarcar y eltodo
follaje se negó
al mismo a repetir
tiempo como la hacen
imagen. los
Las
sabios hojas
y lossusurraron
historiadores, de unyomodo pensé extraño.
solamente En ese quepreciso
lo podía momento
abandonar se ocultó
ahí y el
sol
andar trassolo
unapor nube, haciendo
el centro con que el bosque
las manos en losadquiriese
bolsillos,un aspecto diferente.
y comprarme una revistaY
entonces
o entrar a se pusoundehelado
tomar manifiesto en alguna con cuánta
parte antesfacilidad puede asufrir
de volver casa. engaño
Le seguí la
mente
dando humana;
manises un porque
rato pero casi le yapareció
estaba que el hombre
decidido, y en una le contestaba,
de esas melehice hablabael -
¿o
quefue meellevantaba
rumor de para las ramas estirarallas restregar
piernasunas y vi queconno otras?-; y que señalaba
le importaba si seguíacon a su
la
ladofusta
o meun iba
letrero
a darleclavado
manises en elaárbol más cercano.
las palomas. Les empecé Aún le sonaban
a tirar lo que en elme
cerebro
quedaba, sus
y laspalabras;
palomas aunque,
me andaban por supuesto,
por todos todo eranhasta
lados, figuraciones
que se me suyas:acabó «No,el
este
maníbosque no es suyo.
y se cansaron. Desde Es lanuestro».
otra punta Y además,
de la plaza algún apenasgraciosose veíadel el pueblo
banco;
había
fue cosa cambiado
de un momentoel texto de la deteriorada
cruzar a la Casa tabla;Rosada porque
donde ahora
siempre ponía hay con dostoda
claridad:
granaderos «Prohibido
de guardia, el paso».
y por el costado me largué hasta el Paseo Colón, esa
calle donde mamá dice que no deben ir los niños solos. Ya por costumbre me
daba
Y vueltaela asombrado
mientras cada momento pero eraleía
agrimensor imposible
el letrero, quey me dejabasiguiera,
escapar lo másunaque risita,
quería
se dijo,estar
pensandohaciendo en lasería revolcarse
historia que ibaalrededor
a contar más del bancotarde ahasta su mujer que se y sus
acercara
hijos: «Estealguna
condenadoseñora bosquecillo
de la beneficencia ha intentadoo algún vigilante.Pero voy a entrar
echarme.
otra vez. En realidad, ocupa un acre como máximo. No tengo más remedio que
salir
No me a campo
acuerdo abierto
muy bien por el deladolo queopuesto
pasó en si sigo
ese enratolíneaen que recta». Recordó
yo andaba suel
por
posición
Paseo Colón en laque oficina.
es una Tenía ciertacomo
avenida dignidad que conservar.
cualquier otra. En una de esas yo
estaba sentado en una vidriera baja de una casa de importaciones y
exportaciones,
La nube se apartó y entonces
de delante medel empezó
sol, y aladoler el estómago,
luz salpicó de repente no como cuando
toda clase de
uno tiene
lugares que ir en seguida
insospechados. al baño, eraseguía
Él, entretanto, más arriba,caminando en el estómago
en línea recta. verdadero,
Sentía
comoespecie
una si se me deretorciera
rara turbación: poco aesta poco; y yoen
forma quería
que los respirar
árboles y me costaba, las
cambiaban
entonces
luces tenía quelequedarme
en sombras confundíaquieto y esperarlaque
evidentemente se pasara
vista. Para suelalivio, calambre,
surgióy al
delante
fin de míclaro
un nuevo se veíaentre como una mancha
los árboles, verde yelpuntitos
revelándole campo,que bailaban,
y divisó y la cara
el edificio
de papá,
rojo al final
a lo lejos, al era
otrosolamente
extremo. Pero la carateníade que
papásaltarporque yo había
primero una cerrado
pequeñalos
ojos, me
portilla queparece,
habíayen enelmedio camino; de ylaalmancha verde estaba la acara
trepar trabajosamente ellade papá.
-dado que Alno rato
pude respirar
quiso abrirse-,mejor,tuvo lay asombrosa
unos muchachos sensación me miraron
de que,un momento
debido y uno se
a su peso, le dijo al
otro que yo estaba
desplazaba lateralmente descompuesto,
en dirección peroal yo moví la
bosque. Al cabeza
igual que y dije que no era
las escaleras
dijo que
Hizo si yo quería
un esfuerzo que fuera
ímprobo paraasaltar,buscar un vaso
antes de que de agua, y el otro
le internase enme los aconsejó
árboles;
que me
pero se le secara
enredó la frente
el pie entreporque losestaba
barrotes sudando. Yo me sonreí
y el paraguas, con talyfortuna
dije queque ya
estaba
cayó al bien,
otro lado y mecon puse losabrazos
caminar para que
abiertos, ense fueran
medio deylame dejaran
maleza y lassolo. Era y
ortigas,
cierto
los que estaba
zapatos trabados sudando
entre porquelos dos me primeroscaía elpalos.agua Se porquedó
las cejas y una gotaen la
un momento
salada me
postura de entró en un ojo,boca
un crucificado y entonces
abajo, ysaqué mientras el pañuelo
forcejeaba y me paralo pasé por la
cara y sentí un arañazo
desembarazarse -los pies, en los el labio,
barrotes y cuando miré eraformaban
y el paraguas una hoja seca pegada en
una verdadera
Conozco
el pañuelomuchas
maraña-, que
vio meviejas
pasar por elyarañado
había hermosas
bosque, princesas,
la toda
a boca. prisa, al pero solamente
hombrecillo deaverdeaquellas que
pardo.
son tan pobres
Iba riendo. Cruzó que el apenas
claro, a tienen una pequeña
unas cincuenta yardas sirvienta
de él; vestida
esta vezde nonegro
estaba y que
están
No séAreducidas
solo. su ladotardé
cuánto a vivir
iba un en alguna
encompañero
llegar otra vez degradada
igual que
a la villa
él.
Plaza Eldetoscana,
Mayo. Auna
agrimensor, de esas
la nuevamente
mitad de la de
escondidas
pie,
subida los me villas
vio caí,
desaparecer
perodondevolvíen dos
a la cipreses
penumbra
levantarme polvorientos
verdosa.
antes montan
«Son
que nadie se guardia
vagabundos,
diera cuenta, juntono ay uncrucé
portal
a la carrerade rejas
guardabosques», entre murado.
se dijo,
todos losmedioautosmortificado,
que pasaban medio furioso. de
por delante Pero el corazón
la Casa Rosada. le
latía
Desde terriblemente,
lejos vi que no y no sese habíaatrevió a expresar
movido del banco, todo pero
lo que pensaba.
seguí corriendo y
Si encuentran
corriendo hastaalgunallegar en el salóny de
al banco, meuna tiré condesa
como muerto viudamientras
y fuera de lasmodapalomas
llámenla
salían volando
Examinó Alteza
la portilla,y háblenle
asustadasconvencido yen la francés,
gente
de que seese daba
tenía francés
vueltainternacional,
algún con ese
truco; aire que clásico,
a continuación tomanvolvióparaa
incoloro
encaramarse que
mirar a los chicos pueden
a ellaque aprender
corren,
a toda prisa, en
como los Contes
si fuera un
sumamente Moraux del
pecado. Después
desasosegado abate Marmontel;
al verde que unelrato el
clarolo
francés,
limpié
ya no seunen fin, hacia
poco
abría ydedijelasel gens
que de qualitéi.
teníamos
campo, sinoque queMis volver
torcíaprincesas
aa casa. responderán
la derecha.Lo dije¿Qué casi siempre
para demonios
oírme yo le
yocurría?
luegoyque
mismo No hayan
sentirme
andaba penetrado
todavía
tan mal más deen lasus
contento,
vista. pobres porque
De almas
nuevo con -pequeñas
asomó él lo el solyde
único llenas
que de polvo
servía
repente era
con
ytodo
de quincallería,
agarrarlo como
bien y llevarlo,
su esplendor, y sembróoratorios
las palabras de fines
el suelo no
del las delescuchaba
bosque siglodeXVII-, ose
charcos sedarán
hacía
plateados; cuenta
el quey no de las
en que
ese
la vida puede
escuchaba.
mismo instante Por ser aceptada
suerte
cruzó esta yvez
aullando que
unanonuestra
se madre
ráfagano
encaprichó
furiosa al ha
de sidolas
cruzar
viento. tan necia ycomo
calles,
Empezaron ela caer
parecía
gotas poniéndonos
tranvíaenestaba todas casi partes,vacíoen elalmundo.
sobre comienzo
las hojas,del recorrido, así
produciendo que lo puse
un golpeteo como en deel primer
asiento yde
multitud mepisadas.
senté alEllado y no me entero
bosquecillo di vuelta seniestremeció
una sola vez en todo el
y comenzó viaje, ni
a agitarse.
¡Qué
siquiera secretos extraordinarios
al bajarnos: la última cuadra me hanlasusurrado hicimos muy mis despacio,
hermosasély viejas queriendo
princesas!
meterse enEllas
«¡Válgame Dios, adoran
los charcos
ahora se ylosyo polvos
pone luchando faciales
a llover!»,parapensópero quizás
que pasara todavía más
y al la
por las baldosas
el agrimensor; secas.
ir a echar
conversación
Pero no
mano delme y, aunque
importaba,
paraguas, notodas
descubrió sean
que loalemanas
me importaba había nada. -una
Pensaba
perdido. sola
Volvióes
todorusa,
a la pero por
el portilla
tiempo: y «Loazar-,
vio que
su
se delicioso
abandoné»,
le había caído francés
lo miraba ancien
al otro y pensaba:
lado. régimePara«Lo algunas
su abandoné»,
asombro, vecesdescubrió
me regala
y aunque emociones
el no
campome había de
al otro
ningún
olvidadomodo
extremo del ordinarias,
del claro,
Paseo yColón
también y meenlaciertos
sentía
casa roja, momentos
tan bien, casi
iluminada mi orgulloso.
corazón
por el sol seAdel
conmueve
lo atardecer.
mejor otra y Se
siento
vez... aNo
echó casi era
reír, ganas
fácil,-lo
entonces; pero confieso-
a lo mejor...
porque, de llorar Quién
naturalmente, como sabe
enunsu estúpido
con qué ojos
forcejeo enamorado.
conmelos mirarían
barrotes papá
se
y mamá
había dado cuando me vieran
la vuelta, habíallegar caídocon hacia él deatrásla mano.
y no hacia Claro que estarían
adelante. Saltó la
Una noche,
contentos
portilla, condeno que
toda demasiado
yo lo hubiera
facilidad tarde,
esta enyeldesanduvo
llevado
vez, salón
a pasear de unaal
sus villa
centro,
pasos.toscana,
losDescubrió
padres sentado quesobre
siempre el
un
estánsillón
paraguas de
contentos estiloperdido
había deImperio
esassu ante
cosas;aro la de mesa
pero
plata.nodonde
sé porme
Seguramente quéhabían
en se eseleofrecido
había un
momento té me
se
enganchado
excesivamente
daba
en unporpie,pensar
un clavo aguado,
que o también
lo queyo callaba a veces
fuera, yjunto
lo papá a laymás
había mamá vieja
arrancado. y El
sacabanla agrimensor
más el bella
pañuelo de mis
paraa
echó
princesas.
secarse,
correr: y quetremendamente
estaba también en el pañuelo nervioso. había una hoja seca que les lastimaba la
cara.
Vestida
Pero mientras de negro, su rostro
corría, el bosque estaba enterorodeado corríadecon un él,
velo ennegro
torno ya sus él, de cabellos,
un lado
que
parayo sabía
otro, blancos y siempre
desplazándose los árboles algo rizados,
como si se hallaban
fuesen cubiertos plegando
semovientes, por un y
sombrero
desplegando negro. Parecía
las hojas, que a su
agitando susalrededor
troncos flotaseadelante como una descubriendo
y atrás, aureola de
oscuridad.
espacios vacíos Esto me susagradaba
ramas enormes, y me esforzaba y volviéndolos en creer que aquella
a ocultar antesmujer de que fuera
él
solamente
pudiese verlos una con aparición
claridad. provocadaHabía ruido por mi devoluntad.
pisadas por El hecho
todas no era difícil
panes, y risas, y
porque
voces que la habitación
gritaban, yse unahallabamultitud casideenfigurastinieblas y la única vela
congregadas a suencendida
espalda, al
iluminaba
extremo deúnica que el y débilmente
claro hervíasuderostro movimientoempolvado. Todo Naturalmente,
y de vida. el resto se confundía era el
con
viento,la oscuridad
que producía de modoen sus que oídosyo podía
el efecto creer deque vocestenía ante mi
y risas, en solamente
tanto el solay las
una
nubes, cabeza
al sumir pensil, una cabeza
el bosque separada delencuerpo
alternativamente sombras y suspendida
y en cegadora cerca de mí a
luz,
un metro delfiguras.
generaban pavimento. Pero no le gustaba todo esto, y echó a correr todo lo deprisa
que sus vigorosas piernas lo podían llevar. Ahora estaba asustado. Ya no le
Pero
parecía la Princesa
un percance comenzó apropiado a hablar paray contarlo
toda otraa fantasía
su mujerera imposible
y sus hijos. Corríaen ese
momento.
como el viento. Sin embargo, sus pies no hacían ruido en la yerba blanda y
musgosa.
-Ecoutez donc, monsieur -me decía- ce qui m’arriva il y a quarante ans, quand
j’étais
Entonces, encore para assez jeune vio
su horror, pour queavoir le droit
el claro se deibaparaître
estrechando, folle1. que lo invadían la
maleza y las ortigas, reduciéndolo a un sendero minúsculo, y que terminaba
Y
unascontinuó
veintecon yardassu grácil
más allá, voz narrándome
y desaparecía una de sus
entre los innumerables
árboles. Lo que historias
no había de
amor:
logrado unlageneral
portilla,francés
lo habíaseconseguido había dedicado a ser actor
con facilidad estepor amor a ella
complicado y había
claro:
sido
meterlo asesinado
materialmente de noche enpor un payaso
la espesa borracho. de árboles.
muchedumbre

Pero ya conocía
Sólo cabía haceryo unaese estilo
cosa: suyo
dar mediade vuelta
imaginación y quería
y regresar otra cosa
de nuevo, mucho
correr con
más
todasextraña, más hacia
sus fuerzas lejana,lamás
vidainverosímil.
que venía aLa suPrincesa
espalda,quiso
que loser gentiltan
seguía hasta
de el
final:
cerca que casi lo tocaba y lo empujaba. Y eso fue lo que hizo con atropellada
valentía. Parecía una temeridad. Se volvió con una especie de salto violento, la
cabeza
-Me baja,
obliga los hombros
usted sacados
-dijo- a narrarle el yúltimo
las manos extendidas
secreto delante
que me queda de lahacara.
y que
Se lanzó: embistió
permanecido siemprecomo un serjustamente
secreto, acosado en dirección
porque opuesta,
es más por lo que todos
inverosímil ahora
el viento le dio de cara.
los otros. Pero sé que debo morir dentro de algunos meses, antes de que
como
¡Dios mío!ustedElpor lasque
claro cosas habíaabsurdas...
dejado atrás se había cerrado también: no había
sendero ninguno. Se dio la vuelta otra vez como un animal acorralado, buscó
con los
“Este ojos una
secreto míosalida,
empezó un cuando
modo detenía escapar; buscó
veintidós frenético,
años. En esajadeante,
época yo era la
aterrado
más hastaprincesa
graciosa el tuétano. de Pero
Vienaely follaje
todavía lo no
envolvía, las ramas
había matado a mile primer
obstruían el
marido.
paso;ocurrió
Esto los árboles estaban
dos años másahora
tarde,inmóviles
cuando me y juntos:
enamoré no los
de...agitaba el más
Pero usted yaleve
soplo delaaire;
conoce y el sol,
historia. en eseSucedió,
Passons! instante,pues, se ocultó tras unallegaba
que cuando gran nube negra. de
al término El
bosque
mis entero
veintiún se volvió
años recibí laoscuro
visita yde El orador
silencioso.
un viejo Lo observó.
señor, condecorado y afeitado,
quien me solicitó una breve entrevista secreta.
[Cuento. Texto No bien estuvimos solos, me
completo]
dijo:
Quizá fue este efecto final de súbita negrura lo que lo impulsó a actuar de
manera insensata, como si hubiese perdido
Anton el juicio. El caso es que, sin pararse
Chejov
a pensar,
‘Tengo unasehija
lanzóqueotraamo vez hacia los árboles.
inmensamente y queTuvoestá lamuyimpresión
enferma. deTengo
que lo
rodeaban yde
necesidad lo volverla
sujetaban devida
a la manera y a laasfixiante,
salud y para y pensó que debía
ello estoy escapar
buscando años a
toda costa...
juveniles paraescapar,
comprarhuir a la libertad
o tomar en préstamo.del campo y el aire
Si usted libre.darme
quisiera Fue una uno de
reacción
sus años instintiva;
se lo devolveréy al parecer,
poco aembistió
poco, díacontra a día,un robledeque
antes quesetermine
había situado
su vida.
deliberadamente
Cuando haya cumplido en el centro del sendero
los veintidós años,para en vez detenerlo.
de pasarLoalhabía vistotercero
vigésimo
desplazarse
usted envejecerá lo menosun año unay yarda;
entrarásiendo como eracuarto.
en el vigésimo un profesional
Es ustedde la
todavía muy
medición,
joven y casi acostumbrado
ni se dará cuenta al usodel delsalto,
teodolito
pero yyolalecadena,
devolveré tenía experiencia
hasta el últimopara de
saberlo.
los Cayó, sesenta
trescientos vio las estrellas,
y cinco días, y sintió
de quea dos milo dedos
tres por minúsculos
vez, y cuando tirabanseadeviejasus
manosrecuperar
podrá y sus tobillos a suyvoluntad
su cuello. lasSin duda
horas dese debía aljuventud,
auténtica picor de las conortigas.
imprevistosEs lo
que pensó
retornos demás salud tarde.
y de En ese momento
belleza. No crea usted le pareció diabólicamente
que habla con un bromistaintencionado.
o con
un demonio. Soy simplemente un pobre padre que ha rogado tanto al Señor que
le
Peroha hubo
sido concedido
otra ilusiónhacer lo que para
extraordinaria para loslademás
que noesencontró
imposible. tanCon
fácilgran
trabajo
explicación. he cosechado
Porque unyainstante
tres años pero tengo
después, necesidad
al parecer, de tener
el bosque todavía
entero desfilaba
muchos
ante él con más. un¡Deme
profundo unosusurro
de los de suyoshojasy no se arrepentirá
y risas, de miles de nunca!’
pies y de
pequeñas, inquietas figuras; dos hombres vestidos de verde pardo lo
sacudieron
“En esa época enérgicamente...,
estaba habituada y abrióya aloslasojos para descubrir
aventuras curiosasque y enyacía
el mundoen el en
prado
que junto
vivía nadaal paso de cerca donde
era considerado había comenzado
imposible. Por lo tanto,su increíble
consentí enaventura.
realizar elEl
bosque estaba
singular préstamo en ysupocos
sitio de díassiempre,
después y loenvejecí
contemplaba
un añoalmás. sol. Encima
Casi nadie de élse dio
sonreíayburlón
cuenta hasta el losdeteriorado
cuarenta años letrero:viví«Prohibido
alegremente el paso».
mi vida sin acudir al año que
había dado en depósito y que debía serme restituido. “El viejo señor me había
dejado
Con la mentesu dirección junto con
y el cuerpo el contratoy ybastante
trastornados, me solicitó que lesuavisara
alterada alma de por lo
menos
empleado, el agrimensor echó a andar despacio a campo traviesa. Mientras de
un mes antes acerca del día o la semana en que yo deseara disfrutar
la juventud,volvió
caminaba, prometiéndome
a consultarque recibiría lo que
las instrucciones depidiese
la tarjetaen postal,
el momento fijado.
y descubrió
con estupor que podía leer la frase borrada pese a las tachaduras trazadas
sobre ella:de
“Después «Hay un atajo
cumplir que cruzaaños,
mis cuarenta el bosquecillo
cuando mi(elbelleza
que quieroestaba talar), si lo
por ajarse,
prefiere».
me retiré aAunque
uno de las los tachaduras
pocos castillos sobre que «silelohabían
prefiere» hacíana que
quedado pareciese
mi familia y no
otraa cosa:
fui Vienaparecía
más que decir,
dos extrañamente,
o tres veces por«si se atreve».
año. Escribía con la debida
anticipación a mi deudor y luego participaba de los bailes de la Corte, en los
salones
-Ese es el debosquecillo
la capital, joven y hermosa
que impide la vistacomo de debía
las lomasser a los veintitrés
-explicó después años,su
maravillando
cliente, señalándolo a todosdesdelos que el habían conocido
otro extremo del mi belleza
campo, en decadencia.
y consultando ¡Qué
el plano
curiosas
que teníaeran juntolas vigilias
a él-. de mis
Quiero reapariciones!
talarlo, y que se haga La noche
un camino anterior así me
y así adormecía
-indicó la
cansada
dirección yen fanée comocon
el plano, siempre
el dedo-. y por EllaBosque
mañana me levantaba
Encantado alegre
lo llaman y ligera
aún; es
como un pájaro que hubiese aprendido a volar
muchísimo más antiguo que esta casa. Vamos, señor Thomas; si está usted hacía poco, y corría a mirarme
en el espejo.
dispuesto, Las arrugas
podemos habíanuna
ir a echarle desaparecido,
mirada... mi cuerpo estaba fresco y
suave, los cabellos habían vuelto a ser totalmente rubios y los labios eran rojos,
tan rojos que yo misma los habría besado FIN con furor. En Viena los galanteadores
se apiñaban a mi alrededor, gritaban maravillas, me acusaban de hechicería y,
en el fondo, no entendían nada. Poco antes de vencer el período de juventud
que había solicitado, subía a mi carroza y volvía furiosa al castillo, en donde
rehusaba recibir a nadie. Una vez un joven conde bohemio que se había
enamorado terriblemente de mí durante una de mis visitas a Viena logró entrar,
no sé cómo, a mi departamento y estuvo a punto de morir del estupor al ver
cuánto me parecía a su adorada pero también cuánto más fea y más vieja era
que aquella que lo había embriagado en las calles de Viena.

“Nadie, desde entonces, logró forzar mi voluntaria clausura, interrumpida sólo


por la extraña alegría y la profunda melancolía de las raras pausas de juventud
en el curso lamentable de mi continua decadencia. ¿Puede imaginarse aquella
fantástica vida de largos meses de vejez solitaria separados cada tanto por los
fuegos fugitivos de unos pocos días de belleza y de pasión?
imaginaba que pudieran terminar alguna vez. Por eso fui demasiado pródiga
con mi reserva y escribí muy a menudo al misterioso Deudor de Vida. Pero éste
es un hombre terriblemente exacto. Una vez fui a su casa y vi sus libros de
cuentas. Yo no soy la única con la que hizo contratos de ese género y sé que
contabiliza muy cuidadosamente la disminución de sus entregas. Vi también a
su hija: una palidísima mujer sentada sobre una terraza llena de flores.
En una hermosa mañana se celebraba el entierro del asesor colegiado Kirill
Ivanovich
“Nunca heVavilonov,
podido saber muerto de dossaca
de dónde enfermedades
la vida que sumamente
restituye tanfrecuentes
puntualmente, en
nuestra
en cuotas patria: una pero
de días, esposatengomaligna
motivosy elpara
viciocreerme
del alcohol.
que Mientras
recurre a el cortejo
nuevas
fúnebre se dirigía de la iglesia al cementerio,
deudas. ¿Cuáles serán las mujeres que le han dado uno de los compañeros
días que me de trabajoa
restituye
del
mí?difunto,
Quisieraunconocer
tal Poplavski,
a algunas tomó deun coche
ellas pero y se
pordirigió
más que a toda prisahecho
le haya a casa de
su amigo Grigorii Petrovich Zapoikin, hombre, aunque
hábiles preguntas muy a menudo, nunca he tenido la suerte de descubrirlas. joven, ya bastante
popular.
Mais, peut Tenía
être,Zapoikin
elles ne (como
seraient saben
pas silosétranges
lectores)que un jetalento extraordinario para
crois...
pronunciar discursos en bodas, jubilaciones y entierros. Estaba capacitado para
hablar en cualquier
“De todos modos ese momento:
hombre es lo mismo recién despierto,
extraordinariamente que en ayunas,
interesante, lo que noquele
borracho
impide hacer o que preso
bien sus de fiebre. Usted
cuentas. Su discurso
no puede fluíaimaginar
llanamente, qué sin interrupción...,
espantosa se
tan abundantemente como fluye por una canaleta
volvió mi vida cuando me anunció, con la calma de un banquero, que no el agua de la lluvia. Para
expresar
quedabanaflicción, encerraba
a mi disposición sinoel vocabulario del oradorDurante
once días solamente. muchastodo más esepalabras
año no
que cucarachas tiene cualquier taberna. Sus discursos
le escribí y por un momento tuve la tentación de regalárselos y de no eran tan elocuentes y
largos, que a veces,
atormentarme sobre todo enusted
más. ¿Comprende las bodas
la razón,de los
no comerciantes,
es cierto? Cada había que yo
vez que
recurrir a la ayuda de la Policía para hacerle callar.
me volvía joven, el momento del despertar era siempre más doloroso porque la
diferencia entre mi estado normal y mis veintitrés años se hacía, con la edad,
-Vengo
mucho más a buscarte,
grande.hermanito -empezó a decir Poplavski al encontrarlo en
casa-. Vístete en seguida y vámonos. Ha muerto uno de los nuestros, al que
estamos
“Por otra ahora
parte, mismo en trance
era imposible de enviar
resistir. ¿Cómo al otro
puedemundo,
ustedconque
pensar hace
que unafalta,
hermanito,
pobre vieja solitaria rechace cada tanto una jornada o dos o tres de bellezaúnica
que haya quien diga alguna cosita para su despedida. Nuestra y de
esperanza
amor, de graciaeres tú.
y de Sialegría?
el muerto fuera
¡Ser uno de
amada porlosunsubalternos...
día, deseada no porteuna hora,
molestaríamos;
feliz por un momento! pero ésteVous era un trop
êtes secretario...,
jeune pour en comprendre
cierto modo tout un jefe...
mon Es
desagradable
ravissement! enterrar a un personaje de su categoría sin que se diga algún
discurso...
“Pero los días están por acabarse; mi crédito va a concluir por la eternidad.
-¡Ah!...,
Piense: ¡el¡mesecretario!...
queda solamente-bostezó un Zapoikin-. ¿Aquel borracho?
día para disfrutar! Después, seré
definitivamente vieja y estaré consagrada a la muerte. ¡Un día de luz y luego la
-Sí, aquel borracho...
oscuridad para siempre! Habrá
Meditecomida...,
bien, se blini...,
lo ruego,entremeses... Además
en la imprevista nos pagan
tragedia de
el
micoche. ¡Vamos,
vida. Antes alma mía!
de solicitar este¡Allí, junto a la tumba, pronunciarás un discurso
día...
ciceroniano y ya verás lo que te lo agradecen!
“¿Pero cuándo lo pediré? ¿Qué haré con él? Hace tres años que no vuelvo a
Zapoikin
ser jovenaccedió
y en Viena de buen grado.me
casi nadie Desmelenó
recuerda ya su ycabello,
toda miobligóbellezaa adoptar
parecería a su
rostro una expresión de melancolía y salió a la calle
espectral. Y sin embargo, siento necesidad de un amante, un amante sin en compañía de Poplavski.
escrúpulos y lleno de fuego. Tengo necesidad de que todo mi cuerpo sea
-Conocía
acariciadoauna tu secretario
vez más. -dijo
Esta cuando
cara rugosase sentaba
se volveráen elde coche-.
nuevoQue fresca enypaz
rosada y
descanse...,
mis labios darán, pero por
era la
unvez
pilloúltima,
y una labestia como hay pocos.
voluptuosidad. ¡Pobres labios, blancos y
agrietados! ¡Todavía quieren ser por un día más rojos y cálidos, por un solo día,
-No
paraestá bien, Grischa,
un último amante, para eso de una ofender
última aboca!
los difuntos...

-Cierto
“Pero no que autamortiu
llego nihil bene...
decidirme. No tengoNoelobstante,
valor para eragastar
un bribón.
la última monedita de
verdadera vida que me queda y no sé cómo hacerlo y tengo un loco deseo de
Los dos amigos dieron alcance al cortejo y se unieron a él. Como el féretro iba
gastarla...”
conducido a un paso muy lento, antes de llegar al cementerio, los amigos
tuvieron
¡Pobre y tiempo
queridade entrar cerca
Princesa! Unosdemomentos
tres vecesantesen lahabía
taberna y de beber
levantado unasy las
su velo
copitas
lágrimasalabrieron
eterno descanso del difunto.
surcos sutiles en el polvo del rostro. En ese momento, los
sollozos, aunque aristocráticamente contenidos, le impidieron continuar.
En el cementerio
Experimenté se celebró
entonces un granun deseo
oficio religioso.
de consolar La asuegra, la mujer
todo costo a la ydeliciosa
la cuñada,
como es costumbre, lloraron copiosamente y la mujer hasta gritó
vieja y caí a sus pies -al pie de una princesa arrugada y vestida de negro-, y le cuando
bajaban el hubiera
dije que la ataúd a amado
la fosa. más
"¡Déjenme ir con él!..."
que cualquier A pesar
caballero locodey lole cual,
rogué, y con las
recordando sin duda la pensión por viudez que había de recibir...
más dulces palabras, que me concediera a mí, a mí solo, el último día de no se fue
sucon
él. Después
bella juventud. de esperar un poco a que todo se tranquilizara, Zapoikin avanzó
unos pasos, paseó su mirada sobre los presentes y empezó a decir:
No recuerdo precisamente todo lo que le dije, pero mi actitud y mis palabras la
-¿Puede
conmovieronuno profundamente
creer lo que venylos meojos y oyencon
prometió, los algunas
oídos?...frases
¿Estealgoataúd... estas
teatrales,
caras llorosas...,
que sería estos
su último lamentos
amante, y estos
durante sollozos...,
un solo no serán
día, dentro de ununa mes.pesadilla?...
Me dio una
tan pocobesado
haberle vimos lleno de vigor,
las magras de juventud,
y blancas manos. de frescura y lozanía!..., ¡aquel que
aún hace tan poco tiempo, ante nuestros mismos ojos, llevaba su miel, cual
abeja
Mientrasincansable,
regresaba aala la
colmena
ciudad,común del bien
ya de noche, ladel
luna Estado... ¡es el mismo
no totalmente llena me que
vemos
miraba ahora convertidocon
insistentemente en nada..., en un pero
aire piadoso, mirage! ¡La muerte
pensaba irreductible
demasiado puso
en la bella
su mano sobre él cuando, a pesar de su avanzada edad,
Princesa para tomarla en serio. Ese mes fue muy largo, el mes más largo de mi se encontraba aún
lleno
vida. de
Habíafuerza y de esperanzas
prometido a mi futuraultraterrenales!...
amante que no la ¡Su pérdida
volvería es irremplazable!
a ver hasta el día
¿Quién nos lo puede
fijado y mantuve mi galante compromiso. El príncipe
reemplazar?... TenemosA pesarfeliz
muchos buenos funcionarios,
de todo, el día llegó y fue el
pero puedededecirse
más largo que Procofii
aquel larguísimo Osipich
mes.
[Cuento. Pero era
Texto único
llegó en sulagénero...
también
completo] noche y Devoto
luego de hasta
lo
haberme elegantemente vestido fui hacia la villa con el corazón estremecidolejos
más profundo de su alma del honrado cumplimiento de sus obligaciones, y el
de
pasoregatear
inseguro.sus fuerzas, pasaba las noches
Oscar en vela y era desinteresado e
Wilde
insobornable. ¡Cuánto despreciaba a aquellos que con perjuicio del interés
general
Vi desdepretendían comprarlo!...,
lejos las ventanas ¡que ofreciéndole
iluminadas como no lastentadores
había vistobienesnunca y al
terrenales,
acercarme se halléesforzaban
la puerta de en hierro
atraerlo hacia ylaeltraición
abierta balcónallenosu deber! ¡Sí!...
de flores. ¡Ante
Entré en
nuestros ojos hemos visto a Procofii Osipich repartir su
la residencia y fui introducido en un salón donde ardían todas las antorchas demodesto sueldo entre
los
dosmás pobres arañas.
fantásticas de sus compañeros, y ustedes mismos acaban de oír hace un
instante los sollozos de las viudas y de los huérfanos que vivían gracias a sus
limosnas.
Me dijeronEsclavo del servicio,
que esperara y esperé. de su deber
Nadie y de Toda
venía. la bondad,
la casa noestaba
conoció la
silenciosa.
alegría, y hasta se rehusó a sí mismo la felicidad de
Las luces ardían y las flores perfumaban para la soledad. Después de una la vida matrimonial. ¡Yahora
saben ustedes
de agitada que hasta
expectativa, noelpude
final contenerme
de su vida permaneció soltero! ¿Y
y pasé al comedor. como
Sobre la mesa
compañero?...
estaban preparados dos cubiertos y flores y frutas en gran cantidad. Paséme
¿Quién podría reemplazarlo? ¡Lo mismo que si fuera ayer a un
parece
pequeño ver su rostro
salón, conmovido
suavemente y afeitado,
iluminado dirigidoFinalmente
y desierto. hacia nosotros!...
llegué a¡Su una
bondadosa
puerta que yo sonrisa!...
sabía era ¡Como
la delsidormitorio
todavía fuera
de laayer, oigo su
Princesa. Di suave,
dos o tres cariñosa
golpes,y
afable voz!... ¡Descansa en paz: Procofii Osipich!...
pero no tuve respuesta. Entonces me hice de coraje pensando que un amante¡Descansa..., honrado y
noble
puedetrabajador!
olvidar la etiqueta y abrí la puerta, deteniéndome en el umbral.

Zapoikin continuaba
La habitación estabaperorando, pero los vestidos
llena de suntuosos oyentes empezaron a hablar
tirados por todas entre
partes como sí
en voz baja. El discurso gustaba a todos y hacía verter
el furor de un saqueo. Cuatro candelabros esparcían alrededor una luzalgunas lágrimas. Mucho
de él, sin
alegre. Laembargo,
Princesa resultaba
estaba echadaextraño...
en unEnsillón
primer lugar
frente al era incomprensible
espejo, ataviada con por
qué el orador llamaba al difunto Procofii Osipich
uno de los más espléndidos vestidos que yo jamás viera. cuando su nombre era Kirill
Ivanovich. En segundo, todos sabían que éste había pasado la vida entera en
perpetua
La llamé ylucha con su legítima esposa y que, por tanto, no podía calificarle de
no contestó.
soltero..., y en tercero, era inexplicable que habiendo tenido una espesa barba
de
Mecolor rojizo,
acerqué, la que
toquéenysunovida
hizohabía
el menorhecho afeitar ni una
movimiento. Me sola vez, hubiera
di cuenta entonces de
llamado el orador a su rostro afeitado. Los oyentes
que su rostro estaba como siempre lo había visto, pequeño y blanco se miraban con extrañeza.
y algo más
triste que de costumbre y un poco asustado. Posé una mano sobre su boca y no
-¡Procofii Osipich!alguna;
sentí respiración -proseguía el orador
la coloqué mirando
sobre inspirado
su pecho a la tumba-.
y no sentí ¡Tu rostro
ningún latido.
era feo!... ¡hasta deforme!... ¡Eras taciturno y severo, pero todos sabíamos que
bajo aquella
La pobre corteza
Princesa latía un
estaba corazón
muerta; honrado
había muerto y afectuoso!...
dulcemente de improviso
mientras acechaba ante el espejo el retorno de su belleza. Una carta que hallé
Pronto, sin junto
en el piso, embargo,a ella,empezaron
me explicóaelobservar
misteriolos
de oyentes que algo
su inesperado fin.extraño
Contenía
ocurría
unas pocasal orador,
líneasque sin apartar
de escritura la vista
vertical de un mismo
y marcial, punto, se agitaba
y decía:
nervioso. De repente quedó callado y con la boca abierta para el asombro, se
volvió
“Gentilhacia Poplavski.
Princesa:

-¡Pero,
Me dueleoye!... ¡Si está vivo!...
sinceramente -dijorestituirle
no poder con ojos elespantados.
último día de juventud que le
debo. No logro ya encontrar mujeres lo suficientemente inteligentes para creer
-¿Quién está vivo?
en mi increíble promesa y mi hija se halla en peligro.

-¡Pues...
RealizaréProcofii
todavíaOsipich!... ¡Está junto
nuevas tentativas y lealcomunicaré
mausoleo! los resultados, porque es
mi más vivo deseo satisfacerla hasta lo último. Considéreme, ilustre Princesa,
-¡Si el muerto no es él! ¡Es Kirill Ivanovich!
su devotísimo...”

-¡Si has sido tú mismo el que me ha dicho


FIN que había muerto el secretario!

-¡No!... ¡El secretario era Kirill Ivanovich! ¡Te has confundido, tonto!... ¡Claro que
también Procofii Osipich fue secretario..., pero hace ya dos años que le
destituyeron!

-¡Diablo!

-¿Por qué te paras? ... ¡Sigue!


Zapoikin volvió la cabeza hacia la fosa y con la misma elocuencia que antes
prosiguió su interrumpido discurso.

Al lado del mausoleo se encontraba, en efecto, Procofii Osipich, el viejo


funcionario de la cara afeitada. Miraba éste con enojo al orador y fruncía las
cejas.
En la parte más alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del
Príncipe Feliz.
-¿Qué ocurrencia te ha dado -reían los funcionarios, volviendo del entierro en
compañía de Zapoikin- de enterrar a un vivo?
Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos
centelleantes
-¡Esto no estázafiros y un gran
bien, joven! rubíProcofii
-gruñía rojo ardía en el puño
Osipich-. de su espada.
¡Su discurso puede ser
apropiado para un difunto, pero aplicado a un vivo es una burla! ¿Qué no me ha
Por todousted?...
llamado lo cual era muy admirada. incapaz de sobornar... ¡Tales cosas,
Desinteresado...,
refiriéndose a un vivo, sólo pueden decirse en son de burla! ¡Nadie le ha pedido
-Es tan hermoso
tampoco, como
caballero, queuna veletasobre
hablara -observó uno deSilos
mi cara!... soymiembros del Concejo
feo y deforme..., ¡qué le
que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte-.
vamos a hacer! ¿Para qué decir mi apellido delante de todo el mundo? ¡Esto Ahora, que es
no
es tan útil
una ofensa! -añadió, temiendo que le tomaran por un hombre poco práctico.

Y realmente no lo era. FIN


-¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su
hijito, que pedía la luna-. El Príncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir
nada a voz en grito.

-Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz
-murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.

-Verdaderamente parece un ángel -decían los niños hospicianos al salir de la


catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas
blancas.

-¿En qué lo conocéis -replicaba el profesor de matemáticas- si no habéis visto


uno nunca?

-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.

Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severo aspecto,


porque no podía aprobar que unos niños se permitiesen soñar.

Una noche voló una golondrinita sin descanso hacia la ciudad.

Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedó
atrás.

Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró al comienzo de


la primavera, cuando volaba sobre el río persiguiendo a una gran mariposa
amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.

-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con


rodeos.

Y el Junco le hizo un profundo saludo.

Entonces la Golondrina revoloteó a su alrededor rozando el agua con sus alas y


trazando estelas de plata.

Era su manera de hacer la corte. Y así transcurrió todo el verano.

-Es un enamoramiento ridículo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es


un pobretón y tiene realmente demasiada familia.
Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.

Una vez que se fueron sus amigas, sintióse muy sola y empezó a cansarse de
su amante.

El barril
-No sabe hablar -decía ella-. detemo
Y además
coquetea sin cesar con la brisa.
amontillado
que sea inconstante porque
[Cuento. Texto completo]

Y realmente, cuantas veces soplaba la Allan


brisa, el Junco multiplicaba sus más
Edgar Poe
graciosas reverencias.

-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mí me gustan los viajes.


Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.

-¿Quieres seguirme? -preguntó por último la Golondrina al Junco.

Pero el Junco movió la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.

-¡Te has burlado de mí! -le gritó la Golondrina-. Me marcho a las Pirámides.
¡Adiós!

Y la Golondrina se fue.

Voló durante todo el día y al caer la noche llegó a la ciudad.

-¿Dónde buscaré un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habrá hecho
preparativos para recibirme.

Entonces divisó la estatua sobre la columnita.

-Voy a cobijarme allí -gritó- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.

Y se dejó caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.

-Tengo una habitación dorada -se dijo quedamente, después de mirar en torno
suyo.

Y se dispuso a dormir.

Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aquí que le cayó encima una
pesada gota de agua.

-¡Qué curioso! -exclamó-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas están
claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es
verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en él era puro
egoísmo.

Entonces cayó una nueva gota.

-¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-.


Voy a buscar un buen copete de chimenea.

Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una
tercera gota.

La Golondrina miró hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!

Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre
sus mejillas de oro.
piedad.

-¿Quién sois? -dijo.

-Soy el Príncipe Feliz.

-Entonces,
Lo mejor que ¿por
pudequéhabía
lloriqueáis de ese
soportado lasmodo? -preguntó
mil injurias la Golondrina-.
de Fortunato. Me
Pero cuando
habéis
llegó el empapado
insulto, jurécasi.
vengarme. Ustedes, que conocen tan bien la naturaleza de
mi carácter, no llegarán a suponer, no obstante, que pronunciara la menor
-Cuandocon
palabra estaba yo vivo
respecto a miy tenía un corazón
propósito. de hombre
A la larga, yo sería-repitió
vengado.la estatua-,
Este erano ya
sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de
un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisión con que lo había la
Despreocupación,
resuelto excluía toda en idea
el que
deno se permite
peligro por milaparte.
entrada al dolor. Durante
No solamente el día
tenía que
jugaba con
castigar, mis
sino compañeros
castigar en el jardín
impunemente. Unay injuria
por la noche
queda bailaba
sin repararen el gran salón.
cuando su
Alrededor
justo delperjudica
castigo jardín se alalzaba una muralla
vengador. Igualmentealtísima,
queda pero
sinnunca me preocupó
reparación cuando lo
que había
ésta deja de detrás
dar ade ella, pues
entender todo cuanto
a quien me rodeaba
le ha agraviado queera
es élhermosísimo.
quien se venga.Mis
cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el
placer
Es es laentender
preciso felicidad.bien
Así que
viví yniasí
de morí y ahora
palabra, ni deque estoy
obra, di amuerto me han
Fortunato motivo
elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas
para que sospechara de mi buena voluntad hacia él. Continué, como de las miserias de mi
ciudad, y aunque
costumbre, mi corazón
sonriendo sea de plomo,
en su presencia, y él nonopodía
me queda másque
advertir recurso que
mi sonrisa,
llorar.
entonces, tenía como origen en mí la de arrebatarle la vida.

«¡Cómo! ¿No es tenía


Aquel Fortunato de oro unde buena
punto ley?»,
débil, pensóen
aunque, la otros
Golondrina paraera
aspectos, susunadentros,
hombre
pues estaba
digno de todademasiado bien educada
consideración, y aun de para hacer ninguna
ser temido. observación
Se enorgullecía siempreen voz
de
alta sobre las personas.
ser un entendido en vinos. Pocos italianos tienen el verdadero talento de los
catadores. En la mayoría, su entusiasmo se adapta con frecuencia a lo que el
-Allí abajo
tiempo y la-continuó la estatua con
ocasión requieren, con objeto
su vozde baja y musical-,
dedicarse allí abajo,
a engañar a losen una
callejuela, hay
millionaires una pobre
ingleses vivienda.En
y austríacos. Una de sus
pintura ventanas
y piedras está abierta
preciosas, y por ella
Fortunato,
puedotodos
como ver a sus
una compatriotas,
mujer sentadaera ante ununa mesa. Su
verdadero rostro está
charlatán; peroenflaquecido
en cuanto a y
ajado. Tiene las
vinos añejos, eramanos
sincero. hinchadas
Con respectoy enrojecidas,
a esto, yollenas de pinchazos de la
no difería
aguja, porque es costurera.
extraordinariamente Borda pasionarias
de él. También yo era muysobre un en
experto vestido
lo quedeseraso que a
refiere
debe lucir, en el próximo baile de corte, la más bella
vinos italianos, y siempre que se me presentaba ocasión compraba gran de las damas de honor de
la Reina. de
cantidad Sobre un lecho, en el rincón del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene
éstos.
fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle más que agua del río. Por eso
llora.tarde,
Una Golondrina,
casi al Golondrinita,
anochecer, en ¿no quieres
plena locurallevarle el rubí del
del Carnaval, puño dea mi
encontré mi
espada? Mis pies están sujetos al pedestal, y no me
amigo. Me acogió con excesiva cordialidad, porque había bebido mucho. El puedo mover.
buen hombre estaba disfrazado de payaso. Llevaba un traje muy ceñido, un
-Me esperan
vestido en Egipto
con listas -respondió
de colores, la Golondrina-.
y coronaba su cabeza Misconamigas revolotean
un sombrerillo de
cónico
aquí
adornado con cascabeles. Me alegré tanto de verle, que creí no haber dormir
para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irán a
al sepulcro del
estrechado jamásGran suRey.
manoElcomo
mismo enReyaquelestá allí en su caja de madera, envuelto
momento.
en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromáticas. Tiene una
cadena deFortunato
-Querido jade verde -le pálido
dije enalrededor
tono jovial-,del éste
cuelloesyun sus manos son
encuentro como unas
afortunado.
hojas secas.
Pero ¡qué buen aspecto tiene usted hoy! El caso es que he recibido un barril de
algo que llaman amontillado, y tengo mis dudas.
-Golondrina, Golondrina, Golondrinita - dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás
conmigo una
-¿Cómo? -dijonoche y serás mi mensajera?
él-. ¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Tiene tanta sed
¡Imposible! ¡Y enel niño
plenoy Carnaval!
tanta
tristeza la madre!
-Por eso mismo le digo que tengo mis dudas -contesté-, e iba a cometer la
-No creode
tontería que me agraden
pagarlo como silos seniños
tratara -contestó la Golondrina-.
de un exquisito El invierno
amontillado, sin último,
cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos
consultarle. No había modo de encontrarle a usted, y temía perder la mal educados, los hijos del
ocasión.
molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me
alcanzaban.
-¡Amontillado!Nosotras las golondrinas volamos demasiado bien para eso y
además yo pertenezco a una familia célebre por su agilidad; mas, a pesar de
todo,
-Tengo eramis
una falta de respeto.
dudas.

Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste que la Golondrinita se quedó
-¡Amontillado!
apenada.
-Y he de pagarlo.
-Mucho frío hace aquí -le dijo-; pero me quedaré una noche con vos y seré
vuestra mensajera.
-¡Amontillado!

-Gracias,
-Pero comoGolondrinita
supuse que -respondió el Príncipe.
estaba usted muy ocupado, iba ahora a buscar a
Entonces la Golondrinita arrancó el gran rubí de la espada del Príncipe y,
llevándolo
-Luchesi esen el pico,de
incapaz voló sobre los
distinguir tejados de ladel
el amontillado ciudad.
jerez.

Pasó
-Y, nosobre la torre
obstante, hayde la catedral,
imbéciles quedonde
creen había
que suunos ángeles
paladar esculpidos
puede competir en
con el
mármol
de blanco.
usted.
Pasó sobre
-Vamos, el palacio
vamos allá. real y oyóCorazonada
la música de baile.
[Cuento. Texto completo]
Una bella muchacha apareció en el balcón con su novio.
-¿Adónde?
Mario Benedetti
-¡Qué
-A sushermosas
bodegas. son las estrellas -la dijo- y qué poderosa es la fuerza del amor!
-Querría que miamigo.
-No mi querido vestidoNo
estuviese acabado
quiero abusar de para el baile oficial
su amabilidad. -respondió
Preveo ella-.
que tiene
He mandado
usted bordar en él Luchesi...
algún compromiso. unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las
costureras!
-No tengo ningún compromiso. Vamos.
Pasó sobre el río y vio los fanales colgados en los mástiles de los barcos. Pasó
sobre el gueto
-No, amigo mío.y Aunque
vio a los usted
judíosno
viejos
tenganegociando entre
compromiso ellos veo
alguno, y pesando
que tiene
monedas en balanzas
usted mucho de cobre.son terriblemente húmedas; están materialmente
frío. Las bodegas
cubiertas de salitre.
Al fin llegó a la pobre vivienda y echó un vistazo dentro. El niño se agitaba
febrilmente
-A pesar de en su camita
todo, vamos.yNo suimporta
madre habíase quedado dormida
el frío. ¡Amontillado! deengañado
Le han cansancio.
a
usted, y Luchesi no sabe distinguir el jerez del amontillado.
La Golondrina saltó a la habitación y puso el gran rubí en la mesa, sobre el
dedal de la
Diciendo costurera.
esto, Luego
Fortunato revoloteó
me cogió suavemente
del brazo. alrededor
Me puse delde
un antifaz lecho,
seda negra
abanicando con sus alas la cara del niño.
y, ciñéndome bien al cuerpo mi roquelaire, me dejé conducir por él hasta mi
palazzo. Los criados no estaban en la casa. Habían escapado para celebrar la
-¡Qué fresco
festividad delmás dulce siento!
Carnaval. Ya antes-murmuró
les habíaeldicho
niño-.que
Debo
yo estar mejor. hasta la
no volvería
mañana siguiente, dándoles órdenes concretas para que no estorbaran por la
Y cayóEstas
casa. en unórdenes
delicioso sueño.
eran suficientes, de sobra lo sabía yo, para asegurarme la
inmediata desaparición de ellos en cuanto volviera las espaldas.
Entonces la Golondrina se dirigió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz y le contó
lo quedos
Cogí había hecho. de sus hacheros, entregué a Fortunato una de ellas y le
antorchas
guié, haciéndole encorvarse a través de distintos aposentos por el abovedado
-Es curioso
pasaje -observa ella-,
que conducía pero ahora
a la bodega. Bajécasi siento
delante decalor,
él unay sin embargo,
larga hace
y tortuosa
mucho frío.
escalera, recomendándole que adoptara precauciones al seguirme. Llegamos,
por fin, a los últimos peldaños, y nos encontramos, uno frente a otro, sobre el
Y la Golondrinita
suelo húmedo deempezó a reflexionar
las catacumbas de losy entonces se durmió. Cuantas veces
Montresors.
reflexionaba se dormía.
El andar de mi amigo era vacilante, y los cascabeles de su gorro cónico
Al despuntar
resonaban el alba
a cada voló
una dehacia el río y tomó un baño.
sus zancadas.
-¡Notable fenómeno!
-¿Y el barril? -exclamó el profesor de ornitología que pasaba por el
-preguntó.
puente-. ¡Una golondrina en invierno!
-Está más allá -le contesté-. Pero observe usted esos blancos festones que
Y escribió sobre aquel tema una larga carta a un periódico local.
brillan en las paredes de la cueva.
Todo el mundo la citó. ¡Estaba plagada de palabras que no se podían
Se volvió hacia mí y me miró con sus nubladas pupilas, que destilaban las
comprender!...
lágrimas de la embriaguez.
-Esta noche parto para Egipto -se decía la Golondrina.
-¿Salitre? -me preguntó, por fin.
Y sólo de pensarlo se ponía muy alegre.
-Salitre -le contesté-. ¿Hace mucho tiempo que tiene usted esa tos?
Visitó todos los monumentos públicos y descansó un gran rato sobre la punta
-¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem!...!
del campanario de la iglesia.
A mi pobre amigo le fue imposible contestar hasta pasados unos minutos.
Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciéndose unos a otros:
-No es nada -dijo por último.
-¡Qué extranjera más distinguida!
Es usted rico, respetado, admirado, querido. Es usted feliz, como yo lo he sido
Feliz.
en otro tiempo. No debe usted malograrse. Por lo que mí respecta, es distinto.
Volvámonos. Podría usted enfermarse y no quiero cargar con esa
-¿Tenéis algún encargo para Egipto? -le gritó-. Voy a emprender la marcha.
responsabilidad. Además, cerca de aquí vive Luchesi...
-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás otra
-Basta -me dijo-. Esta tos carece de importancia. No me matará. No me moriré
noche conmigo?
de tos.
Apreté dos veces el timbre y en seguida supe que me iba a quedar. Heredé de
-Mepadre,
mi esperan
queen enEgipto -respondió
paz descanse, la Golondrina-.
estas corazonadas. Mañana mis tenía
La puerta amigas unvolarán
gran
-Verdad,
hacia la verdad -le
segunda contesté-.
catarata. Allí Realmente,
el hipopótamo no seeraacuesta
mi intención
entre alarmarle
los juncos sin
y el
barrote de bronce y pensé que iba a ser bravo sacarle lustre. Después abrieron
motivo, pero debe tomar precauciones. Un trago de este medoc le defenderá
estrellas de
ydios
meMemnón
atendió laseex,alza sobre
la que seun
iba.gran trono
Tenía de de
cara granito.
caballoAcecha
y cofiaa ylas
delantal.
la humedad.
durante la noche y cuando brilla
"Vengo por el aviso", dije. "Ya lo Venus, lanza
sé", gruñó ellauny grito de alegría
me dejó y luegomirando
en el zaguán, calla. A
mediodía,
las baldosas.los Estudié
rojizos leones bajan ya los
las paredes beber a la orilla
zócalos, del río.
la araña de Sus
ochoojos son verdes
bombitas y
Y diciendo esto,
aguamarinas rompí
y sus el cuello
rugidos más de una botellaque
atronadores quelosserugidos
hallabadeenlauna larga fila
catarata.
una especie de cancel.
de otras análogas, tumbadas en el húmedo suelo.
-Golondrina,
Después vinoGolondrina, Golondrinita -dijo
la señora, impresionante. el Príncipe-,
Sonrió como una allá abajo,pero
Virgen, al otro lado
sólo
-Beba
de la -le dije,veo
ciudad, ofreciéndole
a un joven elen vino.
una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa
como. "Buenos días." "¿Su nombre?" "Celia." "¿Celia qué?" "Celia Ramos." Me
cubierta
barrió dede una papeles
mirada. y La
en pipeta.
un vaso"¿Referencias?"
a su lado hay unDije ramo de violetas marchitas.
tartamudeando la primera
Llevóse
Su pelo la botella
es negro ya rizoso
los labios,
y sus mirándome
labios rojos decomo
soslayo.
granos Hizo de una pausa Tiene
granada. y me
estrofa: "Familia Suárez, Maldonado 1346, teléfono 90948. Familia Borrello,
saludó
unos grandes con familiaridad. Los cascabeles sonaron.
Gabriel Pereiraojos 3252, soñadores. Se esfuerza
teléfono 413723. en terminar
Escribano Perrone,una Larraíaga
obra para 3362, el director
sin
del teatro, pero siente demasiado frío para escribir
teléfono." Ningún gesto. "¿Motivos del cese?" Segunda estrofa, más tranquila: más. No hay fuego ninguno
-Bebo -dijo- a laysalud
en elelaposento el hambrede losleenterrados
ha rendido. que descansan en torno nuestro.
"En primer caso, mala comida. En el segundo, el hijo mayor. En el tercero,
trabajo de mula." "Aquí", dijo ella, "hay bastante que hacer". "Me lo imagino." "
-Y
-Meyo, por la larga noche
quedaré vida de usted.
Pero hay otraotra muchacha,con vos -dijomilahija
y además Golondrina,
y yo ayudamos. que tenía realmente
" "Sí, señora."buenMe
corazón-.
estudió de¿Debonuevo.llevarlePor primeraotro rubí?
vez me di cuenta que de tanto en tanto
De nuevo me cogió de mi brazo y continuamos nuestro camino.
parpadeo. "¿Edad?" "Diecinueve." "¿Tenés novio?" "Tenía." Subió las cejas.
-¡Ay! No
Aclaré portengo más rubíes
las dudas: -dijo el Príncipe-.
"Un atrevido. Nos peleamos Mis ojos pores lo único
eso." La Viejaque sonrió
me queda.
sin
-Esas
Son unoscuevas zafiros -meextraordinarios
dijo- son muy vastas. traídos de la India hace un millar de años.
entregarse. "Así me gusta. Quiero mucho juicio. Tengo un hijo mozo, así que
Arranca
nada de uno de ellos
sonrisitas y llévaselo.
ni de mover elLo venderá
trasero." a un joyero,
Mucho juicio, mi seespecialidad.
comprará alimento Sí,
-Los
yseñora. Montresors
combustible y -le contesté-
concluirá su era una grande y numerosa familia.
obra.
"En casa y fuera de casa. No tolero porquerías. Y nada de hijos
naturales, ¿estamos?" "Sí, señora." ¡Ula Marula! Después de los tres primeros
-He
-Amado olvidado cuáles eran sus armas. no puedo hacer eso.
días me Prínciperesigné a-dijo la Golondrina-,
soportarla. Con todo, bastaba una miradita de sus ojos
saltones para que se me pusieran los nervios de punta. Es que la vieja parecía
-Un
Y segran
verle puso
a una pie de oro
ahasta
llorar. el en campo
hígado. Nodeasí azur. El pie
la hija, aplastaveinticuatro
Estercita, a una serpiente años,rampante,
una
cuyos dientes se clavan en el talón.
pituca de ocai y rumi que me trataba como a otro mueble y estaba muy poco en
-¡Golondrina,
la casa. Y menos Golondrina,
todavía el Golondrinita!
patrón, don-dijo Celso,el Príncipe-.
un bagre con Haz lentes,
lo que te máspido.
callado
-¡Muy bien! -dijo.
que el cine mudo, con cara de malandra y ropas de Yriart, a quien alguna vez
Entoncesmirándome
encontré la Golondrina losarrancó
senos por el ojo del Príncipe
encima de Acción. y volóEn hacia
cambio la el
buhardilla
joven Tito,del
Brillaba
estudiante. el vino
Era en
fácilsus ojos
penetrar y retiñían
en ella los
porquecascabeles.
había
de veinte, no precisaba la excusa del diario para investigarme como cosa suya. un También
agujero se
en caldeó
el techo. mi
La
fantasía
Juro queaobedecí
Golondrina causa
entró del a lamedoc.
por comoPor
élSeñora en entre
una flecha
eso delasno
y murallas
semover
encontró formadas
el por malas
en la habitación.
trasero con montones de
esqueletos,
intenciones. Reconozco que el mío ha andado un poco dislocado, profundos
mezclados con barriles y toneles, llegamos a los más pero la
recintos
El jovenes
verdad de
tenía laslase
que catacumbas.
cabeza
muevehundida Me detuve
de moto en las de
propia. nuevo,
manos.
Me han esta
oyó vez
Nodicho el
que meen atreví
aleteo a coger
del pájaro
Buenos Airesy a
Fortunato
cuando
hay un doctor de un
levantójaponés brazo,
la cabeza, más
que vio arriba del
el hermoso
arregla codo.
eso, pero zafiro colocado
mientras tanto sobre
no eslas violetas
posible
marchitas.
sofocar mi naturaleza. O sea que el muchacho se impresionó. Primero se le
-El
ibansalitre
los ojos, -le dije-.
después Vea me usted cómo va en
atropellaba aumentando.
el corredorComo del fondo.si fueraDe musgo,
modo que
cuelga
-Empiezo de alasser bóvedas.
estimado Ahora estamos
-exclamó-. Estobajo
por obediencia a la Señora, y también, no voy a negarlo, pormigo misma, el
provienelecho dedel río.
algún Las
rico gotas de lo tuve
admirador.
humedad
Ahora
que se
ya puedo
frenar filtran por entre
terminar laveces,
unas diecisiete los huesos. Venga usted. Volvamos
obra. pero cuidándome de no parecer demasiado antes de que
sea muy tarde. Esa tos...
asquerosa. Yo me entiendo. En cuanto al trabajo, la gran siete. "Hay otra
Y parecía completamente
muchacha" había dicho la feliz. Vieja. Es decir, había. A mediados de mes ya estaba
-No es nada -dijo-. Continuemos.
solita para todo rubro. "Yo y mi hija Pero primero echemos
ayudamos", otro traguito
había agregado. de medoc.
A ensuciar los
Al día siguiente
platos, cómo no.laAGolondrina quién va a voló ayudar hacia el puerto.
la vieja, vamos, con esa bruta panza de
Rompí
tres papadas un frasco y esa demetida
vino decon De los Grave y se lo ofrecí.
episodios. Que a mí Lo mevació de un Isolina
gustase trago. Sus
o la
ojos
Descansóllamearon
Burgueño, vayacon
sobre ardiente
yelpase
mástil fuego.
deasí,
y ni un gran
pero Seque echó
navío acontempló
reírque
a yella, y tiró
se laa botella
las los dealavispada
tiramarinerosaire con
queyun lee
ademán
sacaban que
enormes no pudecajascomprender.
de la cala tirando de
Selecciones y Lifenespañol, no me lo explico ni me lo explicaré. A quién va a unos cabos.
ayudar la niña Estercita, que se pasa reventándose los granos, jugando al tenis
Le
-¡Ah,
en miré iza!sorprendido.
Carrasco -gritaban El repitió
a cada
y desparramando cajael quemovimiento,
fichas llegaba al un
en el Parque movimiento
puente.Hotel. Yo salgo grotesco.a mi padre
en las corazonadas, de modo que cuando el tres de junio (fue San Cono
-¿No
-¡Me voy
bendito) comprende
a Egipto!
cayó en misusted?
-lesmanos -preguntó.
gritó laesaGolondrina.
foto en que Estercita se está bañando en
cueros con el menor de los Gómez Taibo en no sé qué arroyo ni a mí qué me
-No
Pero-le
importa, contesté.
nadie en le hizo caso,
seguida y al salir
la guardé la luna,
porque nuncavolvió hacia el
se sabe. ¡APríncipe
quién van Feliz.
ayudar!
Todo el trabajo para mí y aguantate piola. ¿Qué tiene entonces de raro que
-Entonces,
-He venido
cuando Tito¿no para es usted
deciros
(el joven Tito, debah)
adiósla -le
hermandad?
sedijo.
puso de ojos vidriosos y cada día más ligero
-¿Cómo?
-¡Golondrina,
todas las letras Golondrina,
que yo conGolondrinita! ésas no iba,-exclamó que el único el Príncipe-.
tesoro que ¿No te quedarás
tenemos los
conmigoesuna
pobres noche más?
la honradez y basta. Él se rió muy canchero y había empezado a
-¿No
decirme: pertenece
"Ya verás, usted a la masonería?
putita", cuando apareció la señora y nos miró como a
-Es inviernoEl-replicó
cadáveres. idiota bajó la Golondrina-
los ojos y mutis y pronto porestará
el foro.aquí la nieve
La Vieja puso glacial.
entonces En
-Sí,
Egipto sí -dije-; sí, sí.
cara de al fin solos y me encajó bruta trompada en la oreja, en tanto que meen el
calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados
barro, miran
trataba perezosamente
de comunista y de ramera. a los árboles,
Yo le dije: a orillas
"Usteddel a mírío.no Mis mecompañeras
pega, ¿sabe?"
-¿Usted?
construyen ¡Imposible!
nidos en el¿Untemplo masón? de Baalbeck.
y allí nomás demostró lo contrario. Peor para ella. Fue ese segundo Las palomas rosadas y blancas
golpe el las
siguen
que con los
cambió mi ojos
vida.yMe se callé
arrullan. la boca Amado peroPríncipe,
se la guardé.tengo Aque dejaros,
la noche le pero
dije que no osa
-Un masón
olvidaré nunca -repliqué.
y la primavera próxima
fin de mes me iba. Estábamos a veintitrés y yo precisaba como el pan esosos traeré de allá dos bellas piedras
preciosas
siete días.con Sabía queque sustituir
don Celso las que teníadisteis.
guardadoEl rubíunserá papel más rojo
gris enque una rosa
el cajón del
-A
rojaver,
medio un
y elde susigno
zafiro será-dijo.
escritorio. tan Yo azullocomo habíaelleído, océano.porque nunca se sabe. El veintiocho a
las dos de la tarde, sólo quedamos en la casa la niña Estercita y yo. Ella se fue
-Éste
-Allá
a -le contesté,
abajo,
sestear y yo en alabuscar sacando
plazoleta el papel de debajo
-contestó gris. el de
Era mi roquelaire
Príncipe
una Feliz-,
carta de un una
tienetalpaleta
su de en
puesto
Urquiza albañil.
una niña
la que
vendedora de cerillas. Se le han caído
le decía a mi patrón frases como ésta: "Xx xxx x xx xxxx xxx xx xxxxx". las cerillas al arroyo, estropeándose
-Usted
todas. Su bromea
padre-dijo, le pegaráretrocediéndo
si no llevaunos algúnpasos-.
dineroPero, a casa, en fin,
y estávamos por elNo
llorando.
amontillado.
tiene
La guardé en el mismo sobre que la foto y el treinta me fui a una pensiónel otro
ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arráncame
ojo, dáselo
decente y su padre
y barata de la no calle le Washington.
pegará. A nadie le di mis señas, pero a un
-Bien -dije, guardando la
amigo de Tito no pude negárselas. La espera herramienta bajo la capaduró ytres ofreciéndole
días. Tito de nuevo una
apareció mi
brazo.
-Pasaréy yo
noche otralonocherecibí con delante vos de -dijodoñala Golondrina-,
Cata, que desde pero no hace puedounosarrancaros
años dirigeellaojo
porque entonces os quedaríais ciego del todo.
pensión. Él se disculpó, trajo bombones y pidió autorización para volver. No se
Apoyóse
la di. En lopesadamente
que estuve bien en élporque y seguimos desdenuestroentonces camino
no faltó en una
busca del Fuimos
noche.
amontillado.
a menudo al Pasamos
-¡Golondrina, Golondrina,
cine y hasta porme debajo
quisodearrastrar
Golondrinita! una serie
-dijo el de bajísimas
al Príncipe-.
Parque, Hazbóvedas,
pero yolo le
que tebajamos,
apliqué mando.el
avanzamos luego, descendimos después y
tratamiento del pudor. Una tarde quiso averiguar directamente qué era lo que yo llegamos a una profunda cripta,
donde
Entonces
pretendía. la impureza
laAllí tuve del
Golondrina unaaire volvió hacía
corazonada: de enrojecer
nuevo "Nohacia más
pretendo el que brillar
Príncipe
nada, ynuestras
emprendió
porque lo que antorchas.
elyovuelo
En lo más
llevándoselo. apartado
querría no puedo pretenderlo". de la cripta descubríase otra menos espaciosa. En sus
paredes habían sido alineados restos humanos de los que se amontonaban en
la
Se
Comocueva
posó éstadeera
sobre encimael de nosotros,
la hombro
primera de
cosa tal como
la vendedorcita
amable queenoía lasde
de grandes
cerillas
mis labios catacumbas
y deslizó la joyadeenParís.
se conmovió la
palma de lo
bastante, susuficiente
mano. para meter la pata. "¿Por qué?", dijo a gritos, "si ése es el
Tres lados
motivo, te prometo de aquella cripta
que..." interior estaban
Entonces como si también
él hubiera adornados
dicho lo que del mismo
no dijo, le
-¡Qué bonito
modo.
pregunté: Del"Vos pedazo
cuarto habían
sí... de cristal!
pero, sido -exclamólos
¿y turetirados
familia?" lahuesos
"Mi niña,
familia y corrió
ysoy
yacían a su
yo", casa
esparcidos
dijo muypor
el pobrecito. alegre.
el
suelo, formando en un rincón un montón de cierta altura. Dentro de la pared,
Entonces
que
Despuéshabíade laquedado
Golondrina volvió siguió
así descubierta
esa compadrada de nuevo por hacia
el
viniendo yelcon
Príncipe.
desprendimiento él llegaban de los huesos,
flores,
veíase
caramelos, todavía otro recinto
revistas. Pero yo interior,
no cambié. de unos Y élcuatro
lo sabía. piesUna de profundidad
tarde entró tan y tres de
pálido
-que
Ahora
anchura, estáis
y con ciego.
una Por
altura eso
de me
seis quedaré
o siete. con
No
hasta doña Cata hizo un comentario. No era para menos. Se lo había dicho vos
parecía para siempre.
haber sido construido para
unpadre.
al uso determinado,
Don Celso había sino que formaba "Lo
contestado: sencillamente
que faltaba." un Pero
hueco entre dos
después se de los
-No,
enormesGolondrinita
pilares -dijo
que el
servíanpobre de Príncipe-.
apoyo a
ablandó. Un tipo pierna. Estercita se rió como dos años, pero a mí qué me laTienes
bóveda que de ir a
las Egipto.
catacumbas, y se
apoyaba En
importa. en cambio
una de las paredes
la Vieja se pusode granito
verde.macizoA Tito loque tratólasde circundaban.
idiota, a don Celso
-Me quedaré con vos para siempre -dijo la Golondrina.
de cero a la izquierda, a Estercita de inmoral y tarada. Después dijo que nunca,
En vano,
nunca, Fortunato,
nunca. Estuvo levantando
como tressu horasantorcha
diciendo casinunca.
consumida, "Está trataba
como loca", de penetrar
dijo el
Y
la se durmió
profundidad entre
de los
aquel pies del
recinto. Príncipe.
La débil Al
luz
Tito, "no sé qué hacer". Pero yo sí sabía. Los sábados la Vieja está siempre díanos siguiente
impedía se colocó
distinguir sobre
el fondo.el
hombro
sola, porque del Príncipe
don Celso y lese refirió
va a lo que habla
Punta del Este, vistoEstercita
en países extraños.
juega al tenis y Tito
-Adelántese -le dije-. Ahí está el amontillado.
sale con su barrita de La Vascongada. O sea que a las siete me fui a un Si aquí estuviera Luchesi...
Le habló dey los
monedero llamé ibisalrojos
nueve que se sitúan
siete cero tres en ocho.
largas"Hola",
filas a orillas
dijo ella. delLa Nilo y pescan
misma voz
a picotazos
-Es un ignorante
gangosa, peces-interrumpió
impresionante. de oro;Estaría de la miesfinge,
amigo, que es
con su avanzando
salto detancama vieja
converde,comolaelcara
inseguro mundo,
paso y seguidovive en
el desierto y lo sabe
inmediatamente
embadurnada, lapor todo;
mí.
toalla como de los mercaderes
turbante que caminan
en la cabeza. "Hablalentamente
Celia", y antes juntode a
sus camellos,
que colgara: "No pasando
corte, las señora, cuentas de unos Del
le interesa." rosarios
otro ladode ámbar en sus
no dijeron ni manos;
mu. Pero
del
En rey
un de
momentolas montañas
llegó al de
fondo la Luna,
del que
nicho,
escuchaban. Entonces le pregunté si estaba enterada de una carta de papel es
y, negro
al hallar como el
interrumpidoébano suy que
paso adora
por la
un gran
roca,
gris se bloque
que detuvo
don Celsode cristal;
atónito
guardaba de la
y perplejo. engransuUn serpiente
momento
escritorio. verde
después
Silencio. que duerme
había
"Bueno, laen
yo una yo."
conseguido
tengo
palmera
encadenarlo y a la
al cual están
granito. Habíaencargados
en su de alimentar
superficie
Después le pregunté si conocía una foto en que la niña Estercita aparecía dos con
argollas pastelitos
de de
hierro, miel veinte
separadas
sacerdotes; con
horizontalmente
bañándose y deeluna los
menorpigmeos
de otra de los que
por navegan
unos
Gómez dos por Un
pies.
Taibo. un gran lago
Rodear
minuto sude sobre
cintura
silencio. anchas
con los hojas
"Bueno,
aplastadas
eslabones, y
paraestán siempre
sujetarlo, fueen guerra
cuestión con
de las
pocos
también la tengo yo." Esperé por las dudas, pero nada. Entonces dije: "Piénselo, mariposas.
segundos. Estaba demasiado
aturdido ypara
señora" corté. ofrecerme
Fui yo laresistencia.
que corté, no Saqué
ella. laSellave
habrá y retrocedí,
quedado mascando saliendo del su
-Querida
recinto. Golondrinita -dijo el Príncipe-,
bronca con la cara embadurnada y la toalla en la cabeza. Bien hecho. A lame cuentas cosas maravillosas, pero
más
semana maravilloso
llegó el Tito aún radiante,
es lo queysoportan desde lalos hombres
puerta gritó: y"¡La las vieja
mujeres. afloja!No¡La hayvieja
misterio
-Pase
afloja!" máslagrande
usted
Claro quemano afloja.que
porEstuvela pared
la miseria.por Vuela
-ledar losypor
dije-, nomi
hurras, ciudad,
podrá pero menos
conGolondrinita,
laque sentiryel
emoción dimeque
dejé lo
que
me veas.
salitre. Está,"No
besara. en efecto,
se opone muy perohúmeda.
exige que Permítame
no vengas quealecasa." ruegue que regrese.
¿Exige? ¡Las
¿No? Entonces,
cosas que hay que no oír!
me Bueno,queda más remedio que
el veinticinco nos abandonarlo;
casamos (hoypero hacedebo dos antes
Entonces
prestarle
meses), sin la cura
Golondrinita
algunos cuidados
pero convoló que
juez, por lalagran
están
en en mi
mayor ciudad
mano. y vio aDon
intimidad. los ricos
Celsoque se un
aportó
festejaban en
chequecito de susmil ymagníficos
Estercita me palacios,
mandómientrasun telegrama los mendigos
que -está estaban
mal que sentados
lo diga-
a sus
-¡El puertas.
amontillado! -exclamó mi amigo,
me hizo pensar a fondo: "No creas que salís ganando. Abrazos, Ester."que no había salido aún de su asombro.

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